Por Diego Martínez
Octubre 2020
Las discusiones sobre la democracia en América Latina comenzaron a generalizarse a finales de la década de 1970 e inicios de la de 1980 (Tapia, 2002; Marini, 1985, y Osorio, 1985), con el final de las dictaduras militares. Estas coinciden con la disolución de la URSS y la desaparición de la idea de revolución y socialismo como camino a la emancipación.[1] En ese momento no quedó más opción que el Estado capitalista y su forma natural de gobierno: la democracia. Así se explica que investigadores de diversas áreas de las ciencias sociales, entre ellas la sociología marxista, se dedicaran a reflexionar sobre el tema.[2]
Sin embargo, la discusión marxista sobre la política ha avanzado a contracorriente, en un Estado en el que sobre la práctica y la teoría se ha impuesto la visión burguesa[3] de la democracia, como señalan Linz, Dahl, Sartori, entre otros. Para estos teóricos de la democracia, lo fundamental son dos cosas: la existencia de diversas fuerzas políticas y el intercambio del poder entre ellas mediante procesos electorales pacíficos. El contexto en el que se den no es importante, como lo es para el materialismo marxista.
Para los teóricos modernos como François Furet “ninguna transición democrática en el mundo, en el siglo xx, creó ninguna idea nueva y fundamental acerca del arreglo de la sociedad humana: todas desembocaron en parlamentos, división de poderes, gobierno representativo, partidos políticos, una constitución que las cobija” (citado por Woldenberg, 2007). A partir de aquí, lo que podemos ver es que la democracia es una forma de cambio de gobernantes de manera pacífica, donde no se plantea un cambio en el “arreglo de la sociedad humana”, o sea, en el Estado (entendido como sociedad política más sociedad civil); las estructuras político-económicas permanecen a pesar de que en el gobierno existan personas diferentes. El fin de las dictaduras militares no significó el fin del Estado capitalista.

Ensayos
Nuestros propios puntos de vista en la discusión e interpretación de algunos temas relevantes para el contexto social y político de nuestro tiempo
En resumen, las características de la democracia burguesa son: “1) un gobierno representativo elegido por, 2) un electorado consistente en la totalidad de la población adulta, 3) cuyos votos valen lo mismo, y 4) que [se] puede votar por cualquier opción sin ser intimidado por el aparato de Estado” (Therborn, 1980). Cualquier Estado que se considere democrático debe presentar estas características.
A esta manera de plantear la democracia responden las aportaciones hechas por los intelectuales latinoamericanos, teniendo como punto de partida las formaciones sociales periféricas del capitalismo. Por ejemplo, Ruy Mauro Marini (1985) menciona:
Está primero la soberanía. En América Latina, hablar de democracia implica, como supuesto necesario, plantear el tema de su capacidad para autodeterminarse, es decir, fijarse sus metas de libertad, atendiendo primariamente a las exigencias de sus pueblos. Es, pues, evocar el tema de la dependencia en que se encuentra la región en el plano del capitalismo internacional, y conduce, por ello mismo, a atender la lucha por la democracia en tanto lucha de liberación nacional.
Sin duda, a principios del siglo xxi los países latinoamericanos están en tensión permanente para mantener la soberanía nacional; el dominio militar y las intervenciones directas han cedido lugar al dominio económico (deuda externa) mediante préstamos por parte de los organismos internacionales o la Reserva Federal.
La forma en la que Marini plantea el problema de la democracia implica reconocer las condiciones en las cuales se realiza la misma. También está presente el problema de la relación entre el Estado y la sociedad civil, en la cuestión de si es el Estado con sus estructuras jurídicas lo que da forma a la sociedad o si es la actividad de la sociedad civil, caracterizada por los antagonismos de clase, lo que da sentido al Estado y sus formas jurídicas de expresión.
La expresión práctica del planteamiento teórico anterior se dio en América Latina con las experiencias de los gobiernos progresistas de finales del siglo XX e inicios del XXI; aquí fue la acción de las masas la que logró una nueva configuración de los Estados. Demostró, de igual manera, que, cuando la actividad de las masas se aparta de la vida política, hay un retroceso hacia las estructuras de dominación contra las cuales se movilizó.
Ahora bien, son las propuestas teórico-metodológicas de René Zavaleta Mercado las que permiten ofrecer una explicación de por qué estos gobiernos progresistas no consolidaron un proyecto político alternativo, teniendo como centro explicativo la actividad de las masas, y de por qué la lucha de la democracia no superó los planteamientos de la democracia burguesa. Uno de los aspectos importantes del trabajo de Zavaleta Mercado es que busca las condiciones de posibilidad para superar los límites de las formas organizativas actuales, es decir, permite no sólo explicar la regresión de los gobiernos progresistas, sino también perspectivas de una nueva oleada revolucionaria.
Estas preocupaciones están ausentes en lo descrito como democracia burguesa. Pero Zavaleta Mercado las aborda desde un punto de vista tanto intelectual como militante;[4] si bien es cierto que habla desde la situación boliviana, sus construcciones permiten comprender lo que sucede en Latinoamérica (Tapia, 2015). No obstante, también es cierto que su trabajo no ha sido valorado en su totalidad —sólo parcialmente en Bolivia—, pero en general “las resonancias de su obra quedaron prácticamente inaudibles en el resto del continente. Su nombre no aparece glosado por la historiografía latinoamericana de las ideas; tampoco en las antologías del esquivo marxismo latinoamericano” (Giller y Ouviña, 2016). Sólo de manera reciente hay en la academia un interés creciente por su obra.
El trabajo del sociólogo boliviano se basa principalmente en Marx, así como en un diálogo con los clásicos de las ciencias sociales, pero también (y es probablemente ésta la causa por la que se le ha marginado) retomaba como fuente de conocimiento a Antonio Gramsci, Vladimir Ilich Lenin, León Trotsky, entre otros. El poder dual en América Latina (1974) es un estudio a partir de lo que los revolucionarios rusos propusieron para entender la revolución en 1917 y es utilizado para estudiar la realidad chilena y boliviana.
Según Eduardo Ruiz Cortado (2006), “la amplitud de su pensamiento [el de Zavaleta Mercado] tiene vigencia en lo que se refiere a un aspecto débil y poco desarrollado en la teoría revolucionaria latinoamericana: el problema del desarrollo de la fuerza social y política popular, revolucionaria, en el marco de una democracia formal”. Es en estos términos en los que se aborda la problemática de la democracia: se trata no sólo de explicar la situación actual, sino partir de ésta para cambiarla.
Para una aproximación a la democracia desde la perspectiva de Zavaleta, partimos de su ensayo Cuatro conceptos de democracia (1981), en el que explica las formas clásicas que la democracia ha tomado en el desarrollo de la sociedad capitalista y la forma de democracia encaminada a superar esa sociedad. En primer lugar, la democracia como movimiento general de la época es la primera forma que Zavaleta en sus cuatro conceptos y la identifica con la implantación del Estado capitalista y la dominación burguesa. En tanto que, para existir, el modo capitalista necesita, dentro de la fábrica, del individuo y la igualdad con el fin de efectuar la compraventa de la fuerza de trabajo, de igual manera necesita de la expansión de estas nociones al terreno jurídico, es decir, llevar la lógica de la fábrica a la lógica del Estado.[5] “Es la sociedad capitalista la que iguala a todos, como factores de la producción, pero los reúne como colectivo” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 126). En esta democracia, la sociedad se compone de individuos, en la cual sólo con yuxtaponerse unos con otros forman un colectivo.[6]
En segundo lugar, la democracia como representación aparece en la idea del Estado-nación, como representante de la totalidad de la sociedad. Esta democracia nace en estados relativamente pequeños territorialmente y con pocas diferencias culturales entre los integrantes, principalmente europeos. Sin embargo, a diferencia de estos estados, los latinoamericanos están marcados por la desigualdad y heterogeneidad, resultado de un proceso de colonización y sometimiento. Esto hace imposible que la representación se realice de manera efectiva; a lo más que se puede llegar en una realidad así es a un Estado aparente, “pues la sociedad civil no es sino una enumeración, no está vinculada entre sí en lo orgánico” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 129). En condiciones de igualdad material, y ahí donde las personas no son iguales, las voluntades no son las mismas; por lo tanto, el Estado, sólo en apariencia, representa esas voluntades y necesidades.[7] Dentro de la democracia como representación lo que opera es la separación entre la sociedad civil y la sociedad política (Estado); a partir de esto se concluye que la incapacidad de representación aparece cuando los Estados se han convertido en naciones plenas.
En tercer lugar, la democracia como forma de conocimiento se plantea desde la estructura vertical de la democracia representativa: “la situación de poder, el ser dominante, tiene consecuencias en materia de conocimiento de la sociedad” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 131). La clase dominante se encuentra en condiciones de conocer el movimiento interno de la sociedad. Sin embargo, según Zavaleta Mercado, esta posibilidad de conocimiento se utiliza como complemento de la dominación de clase. La clase dueña del poder del Estado se afianza por cuanto conoce las formas organizativas de las clases subalternas.
Estas tres formas de democracia mencionadas de manera muy general son las formas en las que el Estado capitalista se consolida y desarrolla, y son las que dominan en el pensamiento político dominante. A éstas René Zavaleta contrapone la democracia como autodeterminación de las masas, que es el inicio de la constitución de un sujeto revolucionario, el cual, en el análisis de Zavaleta, se encuentra en las formas organizativas de lucha de la clase obrera.
Primero que nada, es importante dejar claro que por masas no se entiende “un sinónimo de mayoría, pues eso nos haría desembocar inmediatamente en el concepto democrático representativo. El apelativo de masa se dirige de hecho a la calidad de la masa (a la manera de lo que decía Marx de la ‘fuerza de masa’ como fuerza productiva) y no a una mera agregación” (Zavaleta Mercado, 2015, pp.138-139). No toda la sociedad civil puede considerarse como masa, pero la masa sí forma parte de la sociedad civil. La masa no es un grupo de individuos yuxtapuestos: corresponde, más bien, a una manera cualitativamente diferente en que estos individuos se agrupan, comparten determinados intereses y se ponen en movimiento para expresarlos, como una sola “fuerza de masa”, de manera que los resultados se conciben como parte un sujeto colectivo, no a título personal.
Incluso, menciona René Zavaleta, no se apela a que sea un número grande, sino un grupo “con sentido de la concentración y algún grado de temeridad táctica, [que] puede expresar tendencias que están escondidas en el ‘sueño’ de la sociedad” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 139). Este es el caso de sindicatos, partidos o centrales obreras, con capacidad de influir en el ánimo del resto de la sociedad.
Teniendo clara esta primera idea, pasamos a lo que representa la acción de las masas, y es que “la historia de las masas es siempre una historia que se hace contra el Estado, de suerte que aquí hablamos de estructuras de rebelión y no de formas de pertenencia” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 138). Tenemos, pues, que la autodeterminación es un proceso pensado para superar las formas estructurales existentes en un momento determinado.
Esta noción nos conduce casi de manera inmediata a pensar en los movimientos sociales. Sin embargo, como lo menciona Massimo Modonesi (2010), la noción de movimiento social es ambigua, referente en la actualidad a una autonomía absoluta con una “connotación despolitizadora”, la cual, más que afirmarse en contra del Estado, busca alejarse de él, como si en la negación teórica del mismo se solucionara el problema de su existencia real. En este sentido, retomamos la noción de procesos de subjetivación política, “es decir, las formas y las dinámicas de conformación de subjetividades políticas en torno a conjuntos o series de experiencias colectivas surgidas de relaciones de dominación, conflicto y emancipación” (2010, Modonesi, p.15), orientadas a una estructura estatal y societal determinada.
De esta manera, se puede entender que para René Zavaleta el acto de autodeterminación no se da de manera espontánea. Como condición se plantea la existencia de un núcleo con capacidad de irradiación y convencimiento de la voluntad general en la sociedad civil. Otro elemento, además, tiene que ver con la situación, pues lo actos de autodeterminación tienen mayores posibilidades de avanzar y consolidarse durante crisis orgánicas dentro del sistema.
Este núcleo en torno al cual se plegarán los demás sectores de la sociedad resalta por su carácter autónomo, por la capacidad de enunciación de los intereses que la sociedad civil no es capaz de expresar. Lo que plantea Zavaleta es la problemática de la vanguardia como centro de aglutinación, una cuestión que ha sido debatida y puesta en duda cuando se miran sólo las experiencias de los partidos comunistas sin contextualizarlas y, por tanto, ampliando el análisis de manera unilateral a todo tipo de organización política.[8]
Durante las experiencias de los gobiernos progresistas, las masas se expresaron en diversos proyectos políticos, en los que su capacidad de convocatoria irradió en el resto de la sociedad civil. Sin duda, estos movimientos no se propusieron la construcción de una sociedad alternativa al capitalismo, tan sólo hacer efectivo lo que en las normas jurídicas estaba planteado. Sin embargo, debe considerarse lo siguiente:
§ 2. Criterios metódicos. La historia de los grupos subalternos es necesariamente disgregada y episódica. Es indudable que en la actividad histórica de estos grupos existe la tendencia a la unificación, si bien según planes provisionales, pero esta tendencia es continuamente rota por la iniciativa de los grupos dominantes, y por lo tanto sólo puede ser demostrada a ciclo histórico cumplido, si se concluye con un triunfo. Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, aun cuando se rebelan y sublevan: solo la victoria “permanente” rompe, y no inmediatamente, la subordinación. En realidad, aun cuando aparecen triunfantes, los grupos subalternos están sólo en estado de defensa activa. (Gramsci, 2000, pp. 178-179).
El resultado de la acción de las masas sólo puede definirse en la continuidad de la lucha política. Lo sucedido al final con los gobiernos latinoamericanos fue la interrupción de ese proceso de lucha. Tanto en Bolivia como en Venezuela, Ecuador y, en mayor medida, Argentina y Brasil, se optó por que la actividad de las masas y sus respectivas formas de organización fueran un apéndice de los gobiernos en turno, lo que provocó que, en la continuidad de la lucha de clases, los núcleos de irradiación de las clases subalternas se disgregaran y debilitaran; esto, al final, derivó en el regreso de los gobiernos neoliberales.
Es importante resaltar que no hay en René Zavaleta un determinismo que plantee que las masas en sí mismas aseguren una perspectiva revolucionaria, sino que más bien éstas son las condiciones mínimas necesarias para la emancipación.
Para Luis Tapia (2002, p. 254), uno de los investigadores con mayor conocimiento de la obra de Zavaleta Mercado,
La democracia como autodeterminación de las masas es una especie de síntesis porque es como el movimiento de la sociedad en sus momentos de mayor soberanía, tanto en el sentido global de una sociedad con referencia a otras como del ejercicio horizontal en su seno. Es una especie de síntesis en el sentido [en] que es una especie de reabsorción del Estado y superación de la separación de la política en el seno de la sociedad civil. Es una síntesis que supera o niega la abstracción del Estado o la abstracción de la política como Estado.
Es un principio de libertad. La autodeterminación no es la libertad, pero no se puede entender la libertad, en términos de la democracia, sin esta forma de acción de las masas. El trabajo de René Zavaleta Mercado se hace retomando las características de las sociedades latinoamericanas, que él denomina abigarradas, que carecen de homogeneidad cultural y económica, en las cuales de poco sirve la realización de elecciones si no hay posibilidad de representación efectiva de los diversos intereses. Lo que Zavaleta permite, según Luis Antezana, es mirar la construcción de “la hegemonía de la diversidad”.
Regresar a la obra de Zavaleta como fuente de conocimiento para la comprensión de la situación actual de la lucha de la democracia permite situarse a un lado de las posturas que niegan toda utilización de las estructuras de la democracia representativa, perspectiva que se desarrolla en la intelectualidad autonomista que apela a una separación del Estado y que, por ende, deja intactas las bases de la dominación. También advierte de los riesgos de asumir una postura en la que la toma del poder del Estado es el objetivo final de la movilización social, como si el proceso finalizara una vez que el Estado está en manos de un grupo reducido de las masas. Al recuperar la perspectiva zavaletiana de la democracia, se reactualiza el presupuesto leninista de “Todo el poder a los soviets”; es decir, una democracia en la que el control del poder del Estado está al mismo nivel que la organización permanente de las clases subalternas, así como la utilización y superación de la democracia burguesa.
Diego Martínez es sociólogo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
[1] Escribía Bolívar Echeverría (2018, p.25): “No deja de ser extraño, incluso paradójico, lo que sucede actualmente en el mundo de las ciencias sociales: justo en una época que se reconoce a sí misma como un tiempo especialmente marcado por cambios radicales en insospechados […], la idea de revolución como vía de la transición histórica cae en un desprestigio creciente”.
[2] Sin rigor, mencionamos algunos de los autores latinoamericanos que miran la democracia desde el marxismo: Agustín Cueva, Ruy Mauro Marini, Juan Carlos Portantiero, Pablo González Casanova, Álvaro García Linera y René Zavaleta Mercado. De igual manera, en cuanto al trabajo en el terreno de la filosofía, mencionamos a Adolfo Sánchez Vázquez y Carlos Pereyra.
[3] “Es una democracia burguesa en la medida en que el aparato del Estado tiene una composición de clase burguesa y el poder del Estado opera para mantener y promover las relaciones de producción capitalistas y el carácter de clase del aparato de Estado”, Goran Therborn (1980, pp. 16-17).
[4] “A René Zavaleta Mercado podemos definirlo de diversas formas: quizá la más acertada sea la de ser la conciencia intelectual de su país. Es, por definición, el intelectual crítico de Bolivia. Fue también un militante político (pasando desde el nacionalismo revolucionario en el Movimiento Nacional Revolucionario [mnr] hasta el Partido Comunista Boliviano [pcb]). Ocupó espacios importantes en el primer Estado moderno de Bolivia, construido después de la revolución de 1952, haciéndose cargo del ministerio de Minas” (Ortega Reyna, 2012).
[5] “…la democracia en cuanto condición de la época, diremos todavía que la secuencia consiste en advenimiento del yo, compulsión o ansiedad por la entrega productiva del yo, reconstitución colectiva del yo a partir de la praxis clasista de la fábrica o de la prosecución fábrica-sindicato-teoría-partido-poder” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 126).
[6] “La actuación del hombre libre en la base económica es la plusvalía; la actuación del mismo en la superestructura es la democracia burguesa, pero no hay un hombre para la base y otro para la superestructura. Es el mismo hombre en dos circunstancias que sólo se diferencian por la necesidad del análisis. Ahora bien, el hombre libre es a la vez el movimiento de la valorización y su propia medida, su propia unidad mensural” (Zavaleta Mercado, 2015, p.135).
[7] “De hecho, hay sectores articulados con el mercado del poder y sectores exiliados de la democracia representativa. La topografía misma de la política es heterogénea. En la lucha por el poder se aspira más a la captura de los núcleos de determinación que a la cantidad democrática” (Zavaleta Mercado, 2015, p. 130).
[8] La referencia histórica, retomada por Zavaleta, es la acción de la Central Obrera Boliviana ante el golpe de Estado, cuando los obreros convocaron a una huelga general a la que los campesino e indígenas se plegaron frente a las exigencias que planteaban los obreros. La Central Obrera contaba con una larga historia de lucha —no es que haya surgido en ese momento—; por esta razón pudo colocarse como vanguardia de las masas.
Bibliografía
Antezana, L. (1991), “Dos conceptos en la obra de René Zavaleta Mercado: Formación abigarrada y democracia como autodeterminación”, disponible en http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/07antezana.pdf
Echeverría, B. (2018), Las ilusiones de la modernidad, México, Era.
Goran, Th. (1980), “Dominación del capital y aparición de la democracia”, en Cuadernos Políticos, núm. 23, México, Era.
Gramsci, A. (2000), Cuadernos de la cárcel, t. 6, México, Era.
Guiller, D., y O. Hernán (eds.) (2016), René Zavaleta Mercado, pensamiento crítico y marxismo abigarrado, Aportes del Pensamiento Crítico Latinoamericano, núm. 3, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
Marini, R. (1985), “La lucha por la democracia en América Latina”, en Cuadernos Políticos, núm. 44, Era.
Modonesi, M. (2010), Subalternidad, antagonismo y autonomía. Marxismo y subjetivación política, México:ffyl / uba Sociales Publicaciones / Prometeo / Clacso.
Ortega Reyna, J. (2012), “Totalidad, sujeto y política: los aportes de René Zavaleta a la teoría social latinoamericana”, Andamios. Revista de Investigación Social, vol. 9, núm. 20, pp. 115-135.
Osorio, J. (1985), “Acerca de la democracia”, Cuadernos Políticos, núm. 44, México, Era.
Ruiz Cortado, E. (2006), “René Zavaleta y el poder dual”, en Aguiluz, M. y N. Ríos Méndez, (cords.) (2006), René Zavaleta Mercado. Ensayos, testimonios y re-visiones, México, unam / Flacso / umsa / umss / Miño y Dávila.
Tapia Mealla, L. (2002), La producción del conocimiento local: historia y política en la obra de René Zavaleta, Cides / umsa, México, Posgrado en Ciencias del Desarrollo / Muela del Diablo Editores.
Woldenberg, J. (2007), El cambio político en México, Hidalgo: Tribunal Electoral del Estado de Hidalgo.
Zavaleta Mercado, R. (2015), La autodeterminación de las masas, México, Siglo XXI / Clacso.