El cambio climático y la economía mundial

| Por Ana Silva Galicia

Esta vez, no fueron los hippies quienes hablaron sobre problemas ambientales, lo hicieron los economistas; y los calificaron como las principales amenazas para la economía mundial este año.

El Foro Económico Mundial (FEM) es una organización privada internacional de importantes actores empresariales, políticos y sociales (WEF 2019). El FEM realiza un pronóstico anual sobre los eventos que afectan negativamente la economía mundial e incluso las finanzas de alguien como tú o yo.

Desde los años 70s, el químico mexicano Mario Molina y otros científicos advirtieron que las actividades humanas estaban impactando la integridad de la capa de ozono (centromariomolina.org 2018). Sin embargo, fue hasta años recientes que los economistas detallaron sus efectos negativos sobre la economía mundial. Para este año, el calentamiento global, los eventos climáticos extremos y crisis por la escasez de agua destacan como los riesgos de mayor importancia debido a su probabilidad de ocurrencia e impacto (WEF 2019).

Pero, ¿cómo un suceso ambiental amenaza las finanzas mundiales y personales?

Comencemos con el calentamiento global, que es resultado de la acumulación significativa de gases de efecto invernadero[1] en la atmósfera (IPCC 2018, NASA 2019). Estos gases crean una envoltura alrededor del planeta permitiendo la entrada del calor del sol, pero no toda su salida. Como resultado, el planeta se calienta cada vez más. Los pronósticos indican que un incremento de tan solo 2 °C pondría en riesgo la vida de millones de especies, incluyendo a los seres humanos. Dicho aumento suena irrelevante, pero sus efectos no lo son, especialmente sobre los océanos. Los océanos regulan el clima a nivel mundial (UNH 2008, WWF 2019), y cuando se modifica esta capacidad se crea un efecto cascada conocido como cambio climático (NASA 2019): casquetes polares y glaciares de montañas se derriten más rápido, el nivel del mar aumenta, los fenómenos climáticos –huracanes, sequías, nevadas- se vuelven más extremos y peligrosos, entre otras consecuencias (Hoegh-Gulberg et al. 2018).

Los eventos naturales derivados del cambio climático impactan directamente en la economía. Por ejemplo, en 2010, los huracanes Alex, Karl y Mathew, que impactaron Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz, ocasionaron daños por casi 60 mil millones de pesos (CENAPRED 2015). Adicionalmente, se reportaron pérdidas cuantiosas en Oaxaca y Chiapas. Todo ello sin contar cientos de defunciones y personas –principalmente gente de escasos recursos- que perdieron todos sus bienes.

Por otro lado, el efecto de las sequías e inundaciones se acrecentará sobre la agricultura; cuyas pérdidas en años anteriores fueron de 96 mil millones de dólares (FAO 2017). La incertidumbre sobre la producción agrícola debida a eventos ambientales extremos causa volatilidad en los mercados e inestabilidad en los precios internacionales de cereales y otros productos. Por ejemplo, Estados Unidos y China dominan la producción de maíz con gran ventaja sobre el resto de los países de la lista, incluyendo México (thedailyrecords.com 2019). La pérdida de las cosechas en esos países, ocasionada por la creciente inestabilidad climática, derivaría en un impacto severo en los precios del maíz a nivel internacional; influyendo en el ajuste de los precios nacionales, contra los cuales compiten los productores más pobres (Tigcheelaar et al. 2018). Y, finalmente, estamos nosotros como consumidores, que pagaremos más por la misma cantidad de producto.

¿Qué podemos hacer para mitigar los efectos negativos del cambio climático? Como consumidores, informarnos para elegir un modo de vida que signifique la menor huella ecológica[2] y transmitir este conocimiento a quienes nos rodean. Como sociedad debemos exigir a nuestros gobiernos la aplicación estricta de leyes y convenios en materia ambiental. Nuestras acciones colectivas tienen poder e influencia sobre los gobiernos y los mercados. No podemos permanecer indiferentes.


[1] Gases de efecto invernadero (GEI): Mezcla de vapor de agua, dióxido de carbono, metano, ozono, gases clorofluorocarbonados, entre otros.

[2] Huella ecológica: Medida del impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza, representada por la superficie necesaria para producir los recursos y absorber los impactos de dicha actividad. (Definición tomada de WWF España).

Ana Silva Galicia es maestra en ciencias biológicas por la UNAM. Opinión invitada.
silvagalicia.al@gmail.com

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