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Catástrofe en Ohio, más de lo mismo

Marzo 2023

Muchas han sido las catástrofes ecológicas en la historia humana. La gran niebla de Londres en Inglaterra (1952) en la que murieron 12 mil personas y otras 100 mil fueron hospitalizadas por contaminación atmosférica. El desastre industrial más atroz de la historia acontecido por la falta de medidas de seguridad de la fábrica de productos químicos Union Carbide en Bhopal, India (1984); los residuos químicos esparcidos por el subsuelo, pozos y acuíferos provocaron 23 mil muertes, 508 mil casos de incapacidad permanente y 33 mil heridos graves. La explosión nuclear en Chernóbil Ucrania (1986) que tuvo un saldo de más de 30 personas muertas y unas 200 mil con envenenamiento radioactivo que fallecieron años después. El desastre del Prestige en España (2002) que derramó 63 mil toneladas de petróleo contaminando 2,980 km de litoral y mató a  más de 200 mil aves marinas. Entre otras. El elemento común de todas estas catástrofes ha sido la irresponsabilidad de la gran industria o del gobierno y la colusión de las autoridades.

El pasado 3 de febrero otro golpe brutal a la naturaleza tuvo lugar en Ohio, Estados Unidos. Un tren, de la empresa Norfolk Southern, que transportaba sustancias peligrosas, se descarriló  en East Palestine, Ohio. Esto provocó la liberación de gases venenosos; 14 de sus 150 vagones contenían 100 mil litros de cloruro de vinilo. Ante la amenaza que eso representaba, las autoridades decidieron quemarlo. Temiendo una explosión, las autoridades realizaron el 06 de febrero una “liberación controlada” de los materiales tóxicos de 5 vagones cisternas, el contenido fue desviado a una zanja y  quemado, lo que generó una columna de humo de 320 km.

El cloruro de vinilo (C2H3Cl) es un gas altamente tóxico y cancerígeno perteneciente al grupo de los hidrocarburos clorados. En su libro Primavera silenciosa, Rachel Carson se refirió a este grupo de sustancias como “elixires de muerte”. Carson hizo una denuncia y crítica de la grave contaminación causada por químicos que pertenecen a los hidrocarburos clorados, cuyo verdadero alcance continúa siendo imposible de predecir. Al grupo mencionado pertenece también el peligroso cloruro de vinilo que, a decir del Instituto Nacional del Cáncer, puede ser causante de cáncer de hígado, cerebro y pulmón, linfoma y leucemia. Quemar cloruro de vinilo puede dar origen a uno de los agentes de la muerte a los que se refiere Carson: el fosgeno, una sustancia  que fue utilizada como un arma química mortal en la primera guerra mundial.

Además de C2H3Cl, el descarrilamiento del tren liberó también al ambiente otras sustancias igualmente tóxicas: acrilato de butilo, acrilato de 2 -etilhexilo y éter monobutílico de etilenglicol. ¿Cuál ha sido el saldo de muertes de este desastre ambiental? ¿cuántos animales han muerto intoxicados? ¿cuáles son los efectos a corto y largo plazo en la salud los habitantes del lugar? ¿cuál es el estado del suelo y de las aguas subterráneas? son incógnitas que no se han resuelto. Recientemente el Departamento de Recursos Naturales de Ohio actualizó la cifra de animales muertos a 45,000 en un rango de 8 km alrededor del incendio. No obstante, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) declaró que no había detectado contaminantes a “niveles preocupantes” en East Palestine y sus alrededores. La Filial de Virginia Occidental, American Water, que presta servicios de abastecimiento de agua en 24 estados, declaró el 12 de febrero que no había detectado ningún cambio en el agua del río Ohio.

Sin embargo, los residentes  han estado mostrando evidencias en las redes sociales sobre la contaminación extrema de sus cuerpos de agua; sus canales saturados de aceites, olores tóxicos; la muerte de pollos, zorros, perros y peces. Algunos pobladores han manifestado vómitos, dolores de cabeza y malestar. Además,  los periodistas denunciaron dificultades para acceder al sitio y los abogados de los habitantes de East Palestine advirtieron sobre planes de Norfolk Southern para ocultar evidencias, pues la compañía tenía previsto trasladar los 11 vagones antes del 1 de marzo dejándolos disponibles para inspección solo durante dos días.

Norfolk Southern es un poderoso gigante ferroviario estadounidense que ha influido fuertemente en la política y las leyes de ese país. El portal web The Lever, informó que esta compañía es parte del grupo de cabildeo que presionó con éxito al expresidente Donald Trump para que derogara una regla de 2015 que exigía sistemas de frenos electrónicos más modernos y seguros en trenes que transportan materiales peligrosos.

La catástrofe ecológica de East Palestine, Ohio, así como muchas otras que han acontecido, pudo haberse evitado si el gobierno estadounidense endureciera las leyes ambientales y si protegiera el bienestar de sus pobladores y de sus ecosistemas en lugar de proteger a los intereses de las grandes compañías. El gobierno estadounidense debe instrumentar a la brevedad medidas de remediación y mitigación, tiene los medios y tiene disponible el conocimiento científico; debe obligar a Norfolk Southern a pagar a los habitantes de East Palestine los daños, y debe también hablar con claridad a la población. Esto no sucederá automáticamente porque el gobierno estadounidense vela por los intereses de las grandes empresas, pero la organización y la presión constante de la población de Ohio podrá, seguramente, hacerlo cumplir en alguna medida sus obligaciones.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales. Celina Aguiar es Ingeniera en Recursos Naturales Renovables por la Universidad Autónoma Chapingo (opinión invitada).

Referencias

Metropolización y globalización

Marzo 2023

El concepto de producción social del espacio, que propuso Henry Lefebvre (1974), propone pasar de concebir la producción en el espacio a la producción del espacio. El espacio es resultado de la acción social, de las prácticas y las relaciones sociales. El espacio pasa a ser considerado como un producto que se consume, al mismo tiempo que interviene en la producción. Una sociedad crea prácticas que producen espacios singulares, distintos de cualquier otra sociedad. Las representaciones del espacio están en las prácticas y forman parte de la representación ideal del mismo, aunque no expresada en la práctica.

Dicho postulado, es importante a la hora de analizar el problema de las circunstancias de metropolización o configuración territorial como algo que no pasa por generación espontánea, sino que es el resultado de la puesta en escena de prácticas sociales, que implican juegos de poder y relaciones de fuerza de distintos actores sociales. Esto quiere decir relacionar la producción del espacio con los procesos acumulativos de capital, la relación entre la metropolización y la globalización.

La metropolización es un proceso de modificación morfológica en el que se expresa la urbanización contemporánea, donde las ciudades mediante procesos crecientes de concentración y al mismo de difusión, van convirtiendo el espacio rural en urbano sin límites en la división política. La relación entre la globalización y la metropolización consiste en que la primera transforma a la segunda al mismo tiempo que la segunda soporta y potencia a la primera.

La ciudad siempre ha reflejado el mundo en el que se desarrolla; la nueva función de las áreas metropolitanas en la economía global se expresa bajo procesos como la segregación espacial, la ciudad dispersa, la participación del capital trasnacional, el encarecimiento de la vivienda a niveles inalcanzables, creación de parques comerciales, entre otros. La estructura interna de la ciudad de América Latina ha experimentado cambios significativos entre los que destacan el desplazamiento de población, industrias y servicios desde la ciudad central a la periferia, así como la creación de nuevos centros con dinámica económica y social propias en diversos puntos del territorio.

Las metrópolis de América Latina cumplen nuevas funciones en el mundo globalizado y estas nuevas funciones a escala global tienen repercusiones en la estructura interna de las ciudades y sus áreas de influencia. David Harvey plantea que las grandes metrópolis del mundo tienen la función de servir al proyecto capitalista que es el de servir como espacio para la valorización del capital, es decir una ciudad que se utiliza para apuntalar la riqueza de unos pocos. Ello ha traído consecuencias como la ampliación de brechas entre ricos y pobres, con una acción de los gobiernos muy limitada.

En pocos meses serán las elecciones del Estado de México, de donde 59 de sus municipios forman parte de la zona metropolitana más grande del país, la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM). La ZMCM es escenario de las tendencias de la globalización; la construcción de proyectos inmobiliarios, edificaciones comerciales, hoteleras y financieras. Al mismo tiempo que se desarrolla una urbanización de lujo, crecen los asentamientos marginados de infraestructura urbana como redes de agua potable, electricidad, calles pavimentadas, parques, que se ubican en la periferia de la metrópolis. Casi todos estos lugares se ubican en la demarcación política del Estado de México por ser la periferia. Hasta ahora la globalización ha avanzado sin límites, ocupando el espacio para la acumulación de capital, mientras que la gente más pobre se va quedando sin el derecho a la ciudad. Por eso, el gran reto para el próximo gobernante es mejorar las condiciones de vida diaria de la región conurbada a la Ciudad de México; la zona más importante por la cantidad de gente que ahí habita y la más olvidada. Si resolver esto no está en la agenda del nuevo gobernador, las elecciones no le sirven a la población para nada.


Samira Sánchez es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Y las mexicanas, ¿dónde están?

Febrero 2023

Se ha convertido en noticia (casi) diaria la desaparición de una mujer en nuestro país. Las causas que se presentan sobre los casos específicos son distintas, pero todas apuntan en términos generales a una causa común: la violencia que las mujeres mexicanas viven cada día. Esta violencia se origina en distintos niveles y espacios, que van desde la violencia intrafamiliar hasta redes de crimen organizado que han hecho de la trata de mujeres su negocio o, incluso, como resultado de una práctica política que incomoda a algún grupo de poder.

La situación parece haberse convertido en parte de nuestra cotidianeidad, pero esta impresión de “normalidad” puede ocultar que se trata de un problema en aumento. Es desde el año 2000 que se comenzó a notar un aumento en los casos de mujeres reportadas como desaparecidas y no encontradas. Desde el 2011 al 2019 el promedio anual fue de mil mujeres, pero desde el 2020 la cifra se duplicó (2,000 por año) y en 2021 se reportaron 2729 mujeres y niñas que no fueron encontradas. En 2022 la cifra se mantuvo en ese margen, aunque con una leve disminución, 2479 en promedio. Los estados que reportaron una mayor cantidad de mujeres desaparecidas fueron Ciudad de México (561), Estado de México (356), Morelos (334). Veracruz (193) y Nuevo León (145). (https://ruidoenlared.com/que-paso/cifras-mujeres-desaparecidas-mexico-2022/)

Es evidente que se trata de un problema grave que no ha sido resuelto con las medidas que desde el Estado se han propuesto. En realidad, difícilmente puede exigirse una única forma de solucionar el problema, pues la forma en que éste se ha desarrollado evidencia que en él confluyen otro tipo de problemas que han establecido una simbiosis: pobreza, narcotráfico, corrupción, violencia de género, son algunos de los puntos que necesitarían ser combatidos estructuralmente para erradicar en nuestro país la desaparición forzada de las mujeres mexicanas.

Sin embargo, la respuesta de las autoridades sistemáticamente ha demostrado ser ineficiente, incluso sin considerar la ausencia de un programa radical para combatir este problema. Dos casos en diferentes estados muestran la ineptitud y falta de empatía con las víctimas y sus familias. Uno fue cuando culparon a María Ángela (desaparecida en Indios Verdes y encontrada días después, con vida, en una bolsa tirada en un parque de Nezahualcóyotl) de haber llegado por decisión propia a esa situación y sin presentar ninguna prueba de tan brillante deducción. El otro, la desaparición forzada de Mitzi Santiago Tolentino, de quien se desconoce su paradero desde agosto del año pasado; a pesar de que la familia actuó con prontitud e informó a la fiscalía del Estado de México, esta última no ha mostrado ningún avance en estos seis meses. La repetición de la falta de rigor en la investigación —atravesada por prejuicios de género—, la protección de los culpables, la pesadez de la burocracia, y el miedo a represalias contra la mujer desaparecida, contribuyen a desincentivar la denuncia y el seguimiento de los procesos establecidos por la ley, lo que a su vez ha conducido a que las familias busquen con sus propios medios (limitados) a sus desaparecidas.

En algunos casos la acción inmediata de las familias ha logrado conocer el paradero de sus desaparecidas, vivas o muertas, pero definitivamente no puede la forma normal de acción para todos los casos porque las personas individualmente es difícil que puedan resolver los problemas estructurales y multicausales que existen en la vida pública. Es la autoridad quien debería tomar la cuestión en sus manos y presentar soluciones reales, pero hasta ahora, no lo ha hecho.


Jenny Acosta es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del CEMEES.

La conspiración del metro

Enero 2023

La situación del transporte público en nuestro país, y particularmente los problemas del metro de la Ciudad de México, en los últimos días, ha sido el centro de las discusiones en los más importantes medios de comunicación y de los debates más resonados. Los accidentes que tuvieron lugar a inicios del año han sido la causa de que regrese a la discusión pública este tema. Y las posturas que circundan la discusión han tomado un tono rayano en el delirio.

Si en un contexto distinto, la discusión no se hubiera trastornado tanto, uno pensaría que hasta es ridículo; pero no. Ya dejó de ser ridículo y pasó a ser peligroso. Nuestras autoridades están mintiendo deliberadamente a la gente. Y no es la mentira piadosa, sino la simulación esquizofrénica.

La estrategia de la doctora Claudia Sheimbaum para eludir la responsabilidad de presentar cuentas claras ha sido elegir el camino más grotesco: el culpar a fuerzas externas, a una conspiración subterránea para atacar deliberadamente las políticas de la cuarta transformación.

Pero no nos engañemos, detrás de esto hay un cálculo político, en estos términos, París bien vale una misa, la presidencia de la República bien vale la Ciudad de México. Porque Morena no va a actuar en consecuencia: no habrá más inversión para el metro, ni un plan de movilidad nuevo que comporte la modernización de las vías o los trenes: no hay ni tiempo ni dinero. Y en esta encrucijada, lo mejor es conjurar a los fantasmas de la conspiración. No pueden hacer nada por el metro, pero sí pueden poner militares, porque hay. Es una cuestión de pragmatismo.

Hay algo, sin embargo, que no cuadra con la estrategia de simulación emprendida por la facción de Morena en la Ciudad de México: la respuesta de los usuarios del metro. Las declaraciones victimistas de las autoridades, los golpes de pecho públicos, el dedo flamígero acusador extendido y las vociferaciones de sabotaje han dejado indiferentes a todos los millones de personas que usan cotidianamente el metro. Por eso el trabajo de la policía y de la Guardia Nacional para vigilar y perseguir; para castigar a los anónimos saboteadores de la red de transporte metropolitana es inútil. No existen esos saboteadores y la gente lo sabe. No hay un plan conspiratorio que atente contra el funcionamiento cotidiano del metro; y aunque lo hubiera, ese no sería el problema.        

Situémonos, durante un instante, en la ficción que nos propone la doctora Sheinbaum y su camarilla. Convengamos que existe un grupo de saboteadores que, sistemáticamente, atacan el funcionamiento de las vías y los trenes. Una fauna sublunar que, en las madrugadas, con antifaces y pasamontañas, ataca las vías del tren y los trenes, como luditas contemporáneos mientras sonríen maquiavélicamente por haber afectado los grandes logros de la Cuarta Transformación. Aun así, con estos conspiradores en nuestra ecuación, el problema del metro seguiría existiendo. El mal funcionamiento, el desgaste, la falta de inversión, de reparación, de vigilancia no se explican desde la narrativa conspiranoica de nuestras autoridades.

No hay sabotajes, no hay conspiraciones. Solo hay cálculo político. A Morena no le importa, como a ninguna de nuestras autoridades políticas, el mejoramiento de la vida de las personas: la creación de infraestructura pública para hacer más digna la vida de las ciudades. No es eso lo que se persigue; se persigue continuar el poder. Pero la buena noticia de todo esto es que nos estamos desengañando paulatinamente.

Ni los unos ni los otros.

Esta es la terrible paradoja; si queremos un transporte público de calidad, acompañado, claro, por el aumento del nivel de vida de las mayorías, la mejora del salario en general y por la distribución más justa de la riqueza no basta con votar por la alianza opositora o por Morena: es necesaria la construcción de un sistema económico diferente.

Construid el socialismo y lo demás llegará por añadidura.



Aquiles Celis es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Iris Marion Young, el debate del paradigma distributivo y la construcción de la teoría de la justicia como totalidad

Enero 2023

¿Qué es la justicia?, ¿cómo podemos obtenerla? En el presente trabajo discutiremos el problema del paradigma distributivo que se presenta en el primer capítulo del libro La justicia y la política de la diferencia, de Iris Marion Young. Debatiremos brevemente con la tradición marxista para ver los puntos de encuentro y de choque con la postura de Young, lo que nos ayudará a entender de mejor manera la particular forma de ver la justicia de la autora y su crítica al paradigma distributivo. Posteriormente veremos de manera breve algunos de los ejemplos que Young expone para poder contraargumentar la eficacia del paradigma distributivo como una teoría completa de la justicia.

Young basa su crítica de la teoría de la justicia en el concepto de paradigma distributivo y por oposición a las clásicas teorías de la justicia. Según su punto de vista “Las teorías filosóficas de la justicia […] no conciben la justicia en un sentido tan amplio. Las teorías filosóficas de la justicia tienden […] a restringir el significado de la justicia social a la distribución moralmente correcta de los beneficios y las cargas entre los miembros de la sociedad.” (Young, 2000;32). De este modo, la teoría de la justicia es, en la postura que Young critica, una teoría de la simple distribución de los bienes, en donde lo que se pone en juego es simplemente la forma en distribuir los beneficios sociales. Es simplemente una suma y resta en donde lo que sustenta una justicia mejor o peor es la proporción que les toca a los individuos de los bienes que se producen en la sociedad.

Sin embargo, hay una serie de problemáticas interesantes que se desprenden de la justicia así vista, y la forma en que la critica Young ayuda a iluminar aspectos interesantes de la teoría de la justicia en general. Uno de los puntos de los que adolece la teoría que se critica es que desde la perspectiva de la distribución parece que el objeto de la justicia es material, ya que solamente delimitados materialmente es que se pueden distribuir los bienes. Y más aún, una vez que se acepta que no es posible considerar solamente la distribución de los bienes materiales como objeto de la teoría de la justicia, y que por lo tanto es necesario contemplar otra gama un tanto más amplia de dichos bienes, tenemos que renunciar de todos modos al carácter que atraviesa a gran cantidad de bienes, este es el de ser producto de las relaciones sociales. Young lo menciona claramente: “Cuando se amplía metafóricamente a los bienes sociales no materiales, el concepto de distribución representa dichos bienes como si fueran cosas estáticas en lugar de funciones de relaciones y procesos sociales.” (Young, 2000;33). Por lo tanto, es fundamental para Young demostrar que el paradigma distributivo como medio para constituir una teoría de la justicia es incompleto, que existen otras determinaciones que son fundamentales para encontrar una teoría más completa.

Al poner en énfasis en la distribución se deja de lado todo lo que determina dicha distribución; se deja de lado, por ejemplo, el contexto institucional, fundamental para que la distribución se desarrolle como se desarrolla de hecho.

La crítica hacia el marxismo y la visión de totalidad

Young hace una crítica hacia la forma en la que el marxismo ha retomado este aspecto. Menciona que es limitado, aunque ciertamente se hace una crítica al paradigma distributivo. Nos detendremos brevemente en la postura de Marx.

Para Marx no es posible separar los momentos de la producción, la distribución y el consumo. Según su perspectiva estos tres son momentos de lo mismo pues, por ejemplo, toda producción es un consumo, en donde se consumen las fuerzas del trabajador que crea los bienes sociales, “… ambas aparecen en cada caso como momentos de un proceso en el que la producción es el verdadero punto de partida y por ello también el momento predominante.” (Marx, 2010;44). Así también la distribución no puede ser entendida sin la producción: “La organización de la distribución está totalmente determinada por la organización de la producción.” (Marx, 2010;45). Por lo tanto, en la teoría marxista la distribución no se aparta de la forma en la que se producen dichos bienes que se distribuyen; de hecho, la forma en la que se distribuyen los bienes está determinada por la forma en la que se producen dichos bienes.

Con lo anterior, Marx pretende darle a su teoría una dimensión totalizante, es decir, al poner en el eje de la sociedad una relación que atraviesa todas las relaciones sociales, quiere descubrir las leyes intrínsecas de la sociedad como totalidad, investigando lo que dentro de ella determina a todos los fenómenos sociales. De esta manera podemos decir que la demanda de la superación del paradigma distributivo de Young queda satisfecha, pues no es la distribución sino una de las manifestaciones de la actividad total de la humanidad.

Sin embargo, a pesar de las apariencias, la crítica de Marx cae en un determinismo que no acepta Young, poniendo como base de la determinación de la sociedad en su conjunto a la producción de bienes, y concretamente, a la producción de mercancías: “La distribución de los productos es manifiestamente sólo un resultado de esta distribución que se halla incluida en el proceso mismo de producción y determina la articulación de la producción.” (Marx, 2010;46). Así se dejan de lado otros factores que para Young son importantes dentro de la teoría de la justicia correcta, como las instituciones y la centralidad que estas tienen.

Según la perspectiva de Young, destruir el paradigma de la distribución como lo fundamental en la teoría de la justicia no tiene que ver con desplazar el paradigma, esto es, no vale que ahora se imponga el paradigma de la producción y por medio de él se tengan que explicar las teorías de la justicia. Por lo menos, no la producción como Marx la piensa, a saber, como producción de mercancías, pues lo que Young resalta es que la producción de bienes rebasa a la producción económica. Hay que analizar de este modo la producción de valores, de ideologías, de leyes, de poder, de instituciones legales, etc. y esta producción, que podemos llamar ampliada, es lo que puede ayudarnos a desplazar el paradigma distributivo, pues este deja de lado, de manera incorrecta, la forma en que se produce lo que se quiere distribuir.

No es que Young no tenga en cuenta la importancia que tiene para las naciones la distribución y producción de la riqueza económica, al contrario, ella menciona que

La discusión pública sobre la injusticia social tiende a girar alrededor de las desigualdades de riqueza e ingresos, y de la medida en que el Estado puede o debe mitigar el sufrimiento de la gente pobre.” (Young, 2000;38), lo que no es gratuito, pues la enorme desigualdad en los ingresos nos hace pensar que este es un problema que merece ser pensado. Además, “En una sociedad y en un mundo con grandes diferencias en la cantidad de bienes materiales a los que los individuos tienen acceso, donde millones mueren de hambre mientras que otros pueden tener todo lo que quieren, toda concepción de la justicia debe abordar el tema de la distribución de los bienes materiales. (Young, 2000;32).

Este problema es real y muy importante, pero reducir la concepción de la justicia a una que trate de la distribución de los bienes materiales es no comprender el problema como totalidad; habríamos de considerar que la justicia en la sociedad se demanda de muchas formas, importantes todas para poder incorporar una teoría de la justicia abarcadora y no limitada.

La teoría de la justicia más allá del paradigma distributivo

Young nos pone un ejemplo fácil de entender para ilustrar lo anterior. Dice que

… en la sociedad norteamericana contemporánea muchos reclamos públicos de justicia no conciernen principalmente a la distribución de bienes materiales. Las ciudadanas y ciudadanos se organizan en un pueblo rural de Massachusetts contra la decisión de instalar en su pueblo una enorme y peligrosa planta de tratamiento de residuos. Sus folletos convencen a la gente de que las leyes del Estado han tratado injustamente a la comunidad al denegarle la opción de rechazar la planta. (Young, 2000;39).

Con el ejemplo se muestra que el valor que se le da a la distribución de las riquezas, aunque se considera importante, no es lo que todos los grupos demandan con urgencia para saber que son tratados con justicia. La distribución de los bienes materiales pasa a segundo plano en el ejemplo, lo que demandan los habitantes del pueblo de Massachusetts en cuestión es más bien relacionado con la toma de decisiones que puede ser modificada por parte de gente que tenga el poder para ello. Son intereses comunes los que se dañan y hay manera, desde la oposición o iniciativa de la comunidad, de cambiar el destino de su pueblo por la negación de poner la planta de tratamientos de residuos.

La dimensión que tiene la crítica al paradigma distributivo tiene otras vertientes. Como se desprende de lo que hemos analizado respecto a la distribución como paradigma, uno de los problemas más serios es que al poner a la distribución como el fin de toda teoría de la justicia se escapan aspectos que solamente pueden ser apreciados como producto de las relaciones sociales. La justicia como distribución de bienes invita a pensar en una sociedad determinada y delimitada, es decir, sin posibilidad de cambio en donde todos los bienes son considerados estáticos y dados de hecho, solamente así podemos justificar que la distribución de bienes sea la base de la teoría de la justicia, pues dados los bienes determinados ya solamente debería preocuparnos la forma en que dichos bienes puedan ser distribuidos de la manera que se considere más justa. Por esto se vuelve tan importante la crítica al paradigma distributivo, que pone en perspectiva otras formas de considerar la justicia.  

Si la justicia no es más que la justa distribución de bienes se contemplan todos los demás fenómenos de manera pasiva, sin posibilidad de cambiar la estructura social desde la crítica o el movimiento social, como en el caso de los habitantes de Massachusetts que describimos antes. Esta línea de la crítica de Young se parece un poco a la desarrollada por Amartya Sen en La razón antes que la identidad, en donde Sen destaca que la identidad no es un descubrimiento, no es algo que esté sentado de una vez y para siempre e intenta rescatar el cambio que puede surgir en una nueva identidad del individuo, así como las consecuencias que existen de dicha postura (Cfr. Sen, 2000). De tal manera que la forma de solucionar problemas que han sobrevivido desde hace mucho tiempo puede ser por medio de la iniciativa y la crítica, utilizar nuestra capacidad de análisis para desmontar discursos que no compaginen con nuestra concepción de justicia. La idea de la identidad del ser humano como algo dado e inamovible no permite la acción libre del individuo para cambiar desde la crítica y la razón cosas que no considera correctas y esto trae algunos inconvenientes. Por ejemplo, podemos mencionar con Sen que

De hecho, las desigualdades tradicionales, tales como el trato desigual a las mujeres en sociedades sexistas, con frecuencia sobreviven debido a que las identidades respectivas, que pueden incluir funciones serviles de la víctima tradicional, se convierten en asuntos de aceptación incondicional, no de análisis reflexivo. Pero una suposición no cuestionada meramente no se ha cuestionado, lo cual no significa que sea incuestionable. Muchas prácticas antiguas e identidades asumidas se han desmoronado ante el cuestionamiento y el escrutinio.” (Sen, 2000)

Sen está pensando en la forma correcta de analizar la identidad de los individuos, pero lo que podemos rescatar aquí es la unión de un punto común, a saber, la capacidad que tiene el individuo en sociedad para determinar su vida, adoptar no una postura estática y contemplativa, sino todo lo contrario. Solamente de esta manera podemos rescatar los diversos aspectos que componen una más abarcadora teoría de la justicia. Si adoptamos el paradigma distributivo, los problemas de las sociedades sexistas que nos menciona Sen quedan excluidos de una correcta teoría de la justicia, por lo que se puede ver claramente la limitación de dicho paradigma como referente de la teoría de la justica.

Otro ejemplo importante que Young nos da sobre la relevancia de las distintas formas de enfocar la justicia fuera de la justicia distributiva es sobre el injusto trato racial que se hace por los medios de difusión masiva. En dichos medios se crean estereotipos que afectan de alguna manera u otra la vida de la gente que proviene de las culturas que se estereotipan. Young pone el ejemplo de los árabes que en las películas son caracterizados como terroristas, o las negras que son vistas como criadas, o los negros que son caracterizados como ladrones y violentos, etc. El enorme aparato de difusión que implican los medios de los que hablamos, crean condiciones para que dentro de la atmósfera social se actúe de manera distinta de acuerdo con la raza y “Tal ultraje en materia de divulgación de estereotipos a través de los medios de comunicación habla de la injusticia no en la distribución material sino en las imágenes y símbolos culturales.” (Young, 2000;39). Existen estas otras maneras de modificar el comportamiento de la sociedad hacia un grupo cultural determinado y, por lo tanto, se crea otro aspecto de la dimensión de lo justo que no puede ser abarcado por la simple distribución de bienes.

La cosificación de la justicia y de la vida social

El punto de vista de la distribución como paradigma nos invita a pensar, como dijimos anteriormente, en una sociedad estática, en donde los bienes están dados y solo es cuestión de hacer sumas y restas, de distribuir lo ya producido de la manera más justa, y de buscar redistribuciones que sean mejores o peores que las demás. De tal manera que esta estaticidad, de la que hacemos objeto a la realidad, nos invita a pesar a la vida social solamente a través de sus objetos, de sus bienes, de sus cosas. “Los teóricos y teóricas de la justicia distributiva están de acuerdo en que la justicia es el concepto normativo central para evaluar todos los aspectos de las instituciones sociales, pero al mismo tiempo identifican el ámbito de la justicia con la distribución. Esto significa aplicar una lógica de la distribución a bienes sociales que no son cosas materiales o cantidades mensurables.” (Young, 2000;47). Ahora bien, no todos los aspectos de la vida son mensurables o cosas materiales que puedan ser identificados con las cosas que nos rodean, pues si se actuara “De este modo, se cosifican aspectos de la vida social que se entienden mejor como función de las reglas y relaciones que como cosas, y se conceptualiza la justicia social ante todo en términos de modelos finalistas, en vez de centrarse en los procesos sociales.” (Young, 2000;47).

Lukács encuentra un problema parecido en su Historia y conciencia de clase, cuando ve que la mercantilización de la sociedad lleva a los individuos a relacionarse a través de las cosas materiales y, de esta manera, se van cosificando todas las cosas, lo que provoca una cosificación de las relaciones sociales. Menciona en su libro que “La esencia de la estructura de la mercancía se ha expuesto muchas veces: se basa en que una relación entre personas cobra el carácter de una coseidad y, de este modo, una «objetividad fantasmal» que con sus leyes propias rígidas, aparentemente conclusas del todo y racionales, esconde toda una huella de su naturaleza esencial, el ser una relación entre hombres.” (Lukács, 1969;90). La moderna sociedad capitalista hace que las mercancías sean el referente de las relaciones sociales y, en este sentido, el punto de Lukács se acerca a lo dicho por Young: en ambos casos hay una crítica hacia la cosificación de las relaciones sociales, en donde la crítica se orienta precisamente en el sentido contrario, hacia la revalorización de dichas relaciones como punto de vista de la totalidad social.

Tanto en el análisis de Lukács como en el de Young, la cosificación de las relaciones proviene de la concepción de los objetos materiales como determinantes en la construcción de la sociedad. Es verdad que el origen, interpretación y análisis de estos no es igual, pero lo que resaltamos aquí es la fuerza que tiene la crítica de la cosificación de la sociedad para impulsar su desarrollo correcto: “No es correcto concebir los derechos como posesiones. Los derechos son relaciones, no cosas; son reglas definidas institucionalmente que especifican lo que la gente puede hacer en relación con los demás. Los derechos se refieren más al hacer que al tener, se refieren a las relaciones sociales que permiten o restringen la acción.” (Young, 2000;48). En el caso de Young se nos revela una dimensión más profunda al romper con la cosificación al no poder esta dar cuenta de los derechos, pues estos no son posesiones sino relaciones.

La construcción de la identidad individual

La consecuencia directa de todo dicho en los apartados anteriores es que es de vital importancia la crítica del paradigma distributivo para afianzar una concepción del ser humano como determinado sólo por cosas exteriores a él mismo, y que, por lo tanto, es importante que cobre conciencia de las capacidades que aquel tiene para poder transformarse de acuerdo con una concepción de la justicia más amplia, que no limite su capacidad de acción.

Para la formación de la identidad individual es crucial el entorno social en que se vive: “Las personas tienen o no tienen autoestima en función de cómo se definen a sí mismas y de cómo las consideran otras personas, de cómo pasan su tiempo, de la cantidad de autonomía y poder de decisión que tienen en sus actividades y de otros factores semejantes.” (Young, 2000;50). Como se ve, la conformación de la identidad del individuo depende de este tipo de relaciones sociales que escapan a toda determinación, no importa si es económica o de distribución de bienes. La capacidad de decisión con respecto a la propia vida nos dota de cierta actitud y, de acuerdo con eso, las capacidades de acción pueden ser desarrolladas o no; por lo tanto, es importante mencionar la importancia que todas las relaciones sociales juegan en la autoconcepción del individuo.

Entonces, podemos comprender de mejor manera la recuperación que Young hace de los argumentos de Taylor y Sandel cuando menciona que “Las sociedades no distribuyen simplemente bienes entre personas que son lo que son con independencia de la sociedad, sino que forman a los individuos en sus identidades y capacidades.” (Young, 2000;51). El entramado social con todas sus relaciones es el que determina al individuo, pero este al ser tan variado no puede muchas veces analizarse de manera concreta, por lo que la teoría de la justicia parece ser muy imprecisa, pero lo importante es que una teoría de la justicia así comprendida permite rescatar aspectos fundamentales, la acción de los individuos en la construcción de su propia comunidad es de los más importantes. De esta manera se entabla una relación dialéctica entre la sociedad y las personas, así como el contexto natural en el que dichas sociedades se van desarrollando.

El filósofo Karel Kosík, concluye su estudio de la Dialéctica de lo concreto mencionando que

En la existencia del hombre se conjugan y encuentran, de modo particular, la realidad humano-social y la realidad ajena al hombre. El hombre es un ser cuya existencia se caracteriza por la producción práctica de la realidad humano-social, y por la reproducción espiritual de la realidad humana y de la realidad ajena al hombre, la realidad en general. En la praxis se abre el acceso tanto al hombre y a su comprensión como a la naturaleza y al conocimiento y dominio de ella. (Kosík, 1992;268).

De tal forma que solamente a través de esta relación se puede entender la verdadera capacidad del ser humano para determinar su vida y las capacidades reales que tiene para hacerlo.

Conclusión

La concepción de la justicia como distribución resulta, de acuerdo con el estudio de Young, insuficiente. Las limitaciones son diversas, por lo que se requiere una nueva forma de concebirla que implique las problemáticas que se han estudiado en el presente trabajo. Por esto, es para Young fundamental empezar a definir a la injusticia como dominación y opresión y, desde esta perspectiva, definir a su vez a la justicia.

Probablemente la justicia e injusticia así entendidas sean generales y con un significado más amplio, pero esto es necesario para el desplazamiento del paradigma distributivo como rector de las teorías de la justicia: “Al desplazar el paradigma distributivo en favor de una comprensión más amplia de la sociedad en términos de procesos, centrada en el poder, la estructura de toma de decisiones, etc., la imaginación cambia de perspectiva y se orienta hacia presupuestos diferentes sobre los seres humanos.” (Young, 2000;66). La perspectiva amplia y general de la que hablamos nos permite basar nuestra teoría de la justicia no en conceptos estáticos y sin poder explicar las relaciones mutuas entre los miembros de la sociedad, sino en dos principios fundamentales enumerados por Young: “Lo valores comprendidos en la vida buena pueden reducirse a dos valores generales: (1) desarrollar y ejercer nuestras capacidades y expresar nuestra experiencia, y (2) participar en la determinación de nuestra acción y de las condiciones de nuestra acción.” (Young, 2000;67). Solo estos dos valores universalistas pueden ser admitidos, esto con el fin de orientar la actividad del individuo y su constante transformación.

De este modo queda expuesta la crítica de Young al paradigma distributivo y sus limitaciones para poder entender las distintas esferas de la justicia, y sienta las bases para una teoría de la justicia más abarcadora, que pueda interpretar la totalidad de los problemas sociales, aunque para eso tenga que sacrificar lo concretas que parecen ser otras propuestas, como el mencionado paradigma distributivo.


Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Bibliografía

Kosík, Karel (1992). Dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México.

Lukács, Georg (1969). Historia y conciencia de clase, Grijalbo, México.

Marx, Karl (2010). Introducción general a la crítica de la economía política, Siglo XXI, México.

Sen, Amartya (2000). La razón antes que la identidad, Letras libres, traducción rescatada de https://letraslibres.com/revista/la-razon-antes-que-la-identidad/, el 17 de octubre de 2021.

Young, Iris Marion (2000). “Desplazar el paradigma distributivo”, en Young, I. M. (2000), La justicia y la política de la diferencia, Cátedra, España.

La violencia en los orígenes de un levantamiento. Acercamiento desde Hannah Arendt y Lenin

Enero 2023

I

La historia humana está plagada de momentos de transformaciones sociales, algunas aceptadas bajo los valores éticos del esquema general contemporáneo, pero otras tantas que nos resultan inaceptables o, por lo menos, incomprensibles. De forma general puede decirse que estas transformaciones han sufrido un proceso gradual que terminó, en el mejor de los casos, con la consecución de los resultados buscados: derecho al voto, división de poderes, derrocamiento de monarquías y levantamiento de repúblicas, derechos sociales, políticos y humanos, etcétera. Pero hayan logrado o no lo que buscaban, casi todos los procesos de transformación social se caracterizan por tener un primer evento, o serie de eventos, violento; han comenzado con una respuesta espontánea a condiciones límite con las que ya no podían continuar, pero aún y cuando la acción definitiva que marca la pauta para la posterior acción transformadora haya sido producto de una reflexión cuidadosa de las condiciones, casi siempre se trata de una acción violenta.

¿En qué sentido se trata de acciones violentas? Aunque la consideración común y más inmediata de la violencia la asocia a la violencia física (golpes, destrucción de propiedad privada o de cuerpos, castigos corporales), la problemática que se trata en este texto obliga a superar estos límites epidérmicos del concepto y pensar la acción violenta como una interrupción en la normalidad social alcanzada, en la forma establecida que la sociedad había aceptado (implícita o explícitamente) como la base de su desarrollo. Considerando así la violencia se obtienen dos matices importantes, pues hay una consideración específicamente política de la violencia, aunque queda claro que esta no se limita a su manifestación política. La forma específicamente política de la violencia acciona tanto en las relaciones que las personas establecen fuera del núcleo familiar como al interior, pues al tener todos estos ámbitos una demarcación y valoración congruente con la organización política de la sociedad, la transformación de ésta se traduce en una transformación de todas las caras de la sociedad.

Con esta consideración ampliada, y al mismo tiempo acotada, de la violencia, es más fácil comprender por qué la reflexión de Arendt sobre la violencia se da en los márgenes de lo político. Evidentemente su bagaje teórico tiene un peso fundamental en su enfoque, pero al no contar con el espacio suficiente para una exposición detenida al respecto, la síntesis presentada puede ser de gran utilidad para contextualizar teóricamente la reflexión.

II

¿Qué sentido tiene reflexionar sobre la violencia cuando los medios para ejercerla a disposición del estado han alcanzado un alto grado de desarrollo técnico que minimizan cualquier respuesta que la ciudadanía pueda presentar en este sentido? ¿Cómo comprender que muchos estallidos sociales comiencen con un estallido violento cuando el estado posee herramientas violentas y bélicas muy superiores? ¿Es posible que exista el poder sin la violencia?

Estas son algunas de las preguntas que motivan la reflexión de Hannah Arendt sobre este fenómeno, pero comprende que al no ser la violencia un hecho aislado en la sociedad, tampoco se le puede tratar en la teoría como si lo fuera, por lo que es necesario pensar también, aunque sea brevemente, sobre los conceptos cercanos a la violencia y que durante mucho tiempo se mal utilizaron como sinónimos de ésta. Antes de presentar dichos conceptos, es necesario aclarar, como la misma Arendt lo hace, que estas distinciones que ella propone no se presentan en la realidad totalmente definidas, la propuesta de distinción es más teórica, lo que no hace que la reflexión sea inválida. Los términos que ella propone para pensar el fenómeno de la violencia son:

  • Poder: “nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y sigue existiendo mientras que el grupo se mantenga unido.” (Arendt, 2005;60)

La concepción que Arendt tiene del poder es profundamente cercana a la postura de Rousseau sobre la legitimidad y fundamento del contrato social como suma de voluntades; el poder no pertenece a una persona en concreto; aunque sí emana de las individualidades, solo surge como tal poder cuando la voluntad individual se une a otras bajo un mismo fin. Podría parecer que Arendt tiene en mente los ideales políticos de la ilustración, en específico, la concepción rousseauniana de que el poder es la expresión de la voluntad general, sin embargo, su postura es más cercana a la configuración griega y latina de la política, sobre todo a partir del concepto de isonomía: “Cuando la Ciudad-Estado ateniense llamó a su constitución una isonomía o cuando los romanos hablaban de la civitas como de su forma de gobierno, pensaban en un concepto del poder y de la ley cuya esencia no se basaba en la relación mando-obediencia.” (Arendt, 2005;55). Desde su perspectiva este es uno de los pocos momentos en la historia, tal vez el primero, en donde el poder no se pensaba en términos de obediencia según un esquema vertical, dado que todos los ciudadanos poseían la libertad y el deber moral/ético de construir su propia sociedad y organización política. La recuperación que el siglo XVIII hizo de esta forma de organización del poder no le fue completamente fiel al introducir nuevamente la cuestión en términos de obediencia. El poder no es el fin, es un medio. El término del poder se da cuando el grupo se separa.

  • Potencia: “designa inequívocamente a algo en una entidad singular, individual; es la propiedad inherente a un objeto o persona y pertenece a su carácter, que puede demostrarse a sí mismo en relación con otras cosas o con otras personas, pero es esencialmente independiente de ellos.” (Arendt, 2005;61).

Se entendería que la potencia es propiedad del individuo y que éste puede cambiar el objeto hacia el que la dirige, y aunque se señala que es una propiedad inherente, no se menciona de qué tipo es la propiedad. Otra consideración que Arendt ofrece sobre la potencia es que fenomenológicamente es cercana a la violencia, por la forma en la que presenta esta característica se entiende que se trata de una herramienta para acrecentar las potencias y posibilidades del usuario, pero esto no se señala con la misma claridad y contundencia como sí se hace con la violencia.

  • Fuerza: “debería quedar reservada en su lenguaje terminológico, a las «fuerzas de la Naturaleza» o a la «fuerza de las circunstancias», esto es, para indicar la energía liberada por movimientos físicos o sociales.” (Arendt, 2005;61).

La fuerza es un concepto interesante en el planteamiento arendtiano pues, aunque podría presuponerse que está intrínsecamente relacionado con la violencia, por el carácter instrumental que posee y que más adelante se detalla, pero ella no la limita como un fenómeno solamente social, y tampoco especifica si es utilizada por movimientos sociales con alguna carga moral ya definida; por esto, tampoco es posible hacer alguna caracterización moral de la fuerza.

  • Autoridad: “puede ser atribuida a las personas… o a las entidades… o a las entidades jerárquicas de la Iglesia… Su característica es el indiscutible reconocimiento por aquellos a quienes se les pide obedecer; no precisa ni de la coacción ni de la persuasión.” (Arendt, 2005;61-62).

En el caso de la autoridad la comprensión arendtiana no es tan lejana de la forma tradicional/común de comprenderla; para Arendt es el reconocimiento que se le otorga por parte de un conjunto a un individuo o institución, civil o religiosa, para mandar que alguna acción se realice. Sobre cuál es el fundamento de la autoridad Arendt no dice nada, por lo menos no en este texto; sí señala que la autoridad siempre va acompañada por el respeto, pero porque la autoridad exige respeto, no porque el respeto hacia alguien sea razón para que posea autoridad.

  • Violencia: “se distingue por su carácter instrumental. Fenomenológicamente está próxima a la potencia, dado que los instrumentos de la violencia, como todas las demás herramientas, son concebidos y empleados para multiplicar la potencia natural hasta que, en la última fase de su desarrollo puedan sustituirla.” (Arendt, 2005;63)

De la violencia claramente se señala su carácter instrumental. Bajo la forma de un medio, que es bajo la única que se puede presentar, la violencia es cercana a la potencia y tendría la intención de ampliar lo que desde la potencia misma puede ser logrado. El carácter de ser instrumental le da a la violencia un carácter negativo, pero este por sí mismo no puede proporcionar los elementos necesarios para comprender su especificidad, por lo que todavía sería necesario ponerla en relación con su concepto antagónico: el poder.

Ya se dijo que el poder solo puede emanar de la unificación voluntaria de un grupo; la violencia sería utilizada por grupos aislados o individuos para someter a la mayoría del grupo a los intereses de los primeros.

Una de las diferencias fundamentales entre la violencia y el poder es que éste último requiere de una reunión de personas, mientras que la violencia puede prescindir de la presencia de muchas personas pero suele requerir de implementos debido a su naturaleza instrumental. El poder surge allí donde los hombres se reúnen, y la forma extrema de poder es todos contra uno, mientras que la forma extrema de violencia es uno contra todos. Otra diferencia entre violencia y poder reside en que la primera requiere de justificación debido a su carácter instrumental, es decir, en la medida en que la violencia es un medio, necesita ser justificada en relación con el fin que ella prosigue. En contraste, el poder es un fin o bien en sí mismo, que «es inherente a la existencia misma de las comunidades políticas» y que no requiere de justificación sino de legitimación (Di Pego, 2006).

En este fragmento se logran señalar las diferencias entre el poder y la violencia. La diferencia central me parece que es la que hace hincapié en la necesidad de legitimarse que tiene la violencia. El poder no requiere de una legitimación porque su existencia misma es imposible sin el respaldo de los ciudadanos, no necesita convencer a los ciudadanos de su necesidad porque los mismos ciudadanos son su causa; la violencia, en cambio, sí busca la legitimidad porque su existencia misma es señal de que el poder está ausente, por lo que en cada fase de su manifestación requerirá de una búsqueda constante por la legitimidad: “El poder y la violencia no son la misma cosa. El poder y la violencia son opuestos; donde uno domina absolutamente falta el otro” (Arendt, 2005; 77).

Las breves reflexiones y argumentos presentados hasta ahora podrían conducir a la creencia de que Hannah Arendt está en contra de la violencia por su carácter instrumental y por la carga moral negativa que ella le otorga; sí hay, sin embargo, momentos en los que la violencia es necesaria y Arendt reconoce tal necesidad. Para poder aceptar la necesidad de la violencia en ciertos contextos es indispensable pensar en la violencia como un elemento que se da en los márgenes de la política, lo mismo que el poder. Posiblemente la forma más clara de comprender estos márgenes es en la forma más extrema de violencia: el terror, éste se “…vuelve no sólo contra sus enemigos, sino también contra sus amigos y auxiliares, temeros[o] de todo poder, incluso del poder de sus amigos. El clímax del terror se alcanza cuando el Estado policial comienza a devorar a sus propios hijos, cuando el ejecutor de ayer se convierte en la víctima de hoy. Y éste es también el momento en el que el poder desaparece por completo.” (Arendt, 2005; 76) La violencia en sus formas iniciales puede aceptar compartir la autoridad con alguna otra corriente o grupo aún y cuando no acepte totalmente los intereses del gobierno que ejerce violencia, pero cuando comienza a adquirir las características del terror, el gobierno ya no puede aceptar el poder, en ninguna dimensión, que sea diferente de la autoridad que le da la violencia, ni aún la de sus círculos más cercanos. El terror también tiene la característica de que intenta monopolizar todas las formas teóricas o las posturas independiente: “Las ideologías, en manos de gobiernos totalitarios son «‘ismos’ que para satisfacción de sus seguidores pueden explicarlo todo y cualquier hecho, deduciéndola de una sola premisa». Desde una perspectiva externa, las ideologías son completamente irracionales a pesar de llevar hasta el extremo su propia lógica interna… El terror está íntimamente ligado a la ideología… Si bien el terror emplea violencia, está más allá de ésta en el sentido de que representa la dominación total propia de los regímenes totalitarios que surge cuando éstos intentan destruir todo poder y toda pluralidad.” (Bernstein, 2015;156-157). Bernstein presenta la forma en que Arendt comprende el terror y señala, primero, su cercanía a la ideología como medio para justificar acciones, posiblemente injustificables, pero también como forma pretendida de entender absolutamente todo a partir de las posturas que la ideología, el «ismo», va señalando; en segundo lugar, Bernstein enfatiza el carácter totalizador del terror, así como con su ideología quieren explicar absolutamente todo sin dar cabida a posiciones teóricas diferentes, en la política se quiere monopolizar toda forma de autoridad, sobre todo si otras autoridades poseen lo que el terror no tiene: poder. Por esto, el poder es inversamente proporcional a la violencia, y el terror al ser la forma absoluta de violencia, casi nada de poder contiene.

En esta situación del terror es en donde Arendt acepta que es posible que la revolución tenga cabida. Como dice Bernstein, Arendt no era ninguna ingenua ni una pacifista, y aún y cuando ella misma a lo largo de Sobre la violencia condena diversas movilizaciones sociales de su época: el comunismo, las manifestaciones estudiantiles y el movimiento Black Power, acepta que la violencia contra una autoridad violenta puede ser necesaria y legítima —esto último en relación directa con el poder que la respalde—. El llamado específico y abierto que ella hizo para que un movimiento social utilizara la violencia, fue en su texto El ejército judío: ¿el comienzo de una política judía?, en él llamó a la formación de un ejército mundial judío para contrarrestar la violencia con que estaba esta comunidad siendo atacada.

La justificación de Arendt de la necesidad de crear un ejército judío se apoyaba en la convicción de que ello marcaría el comienzo de una política judía: el comienzo del reclamo del pueblo judío de un papel central en la lucha por la libertad. «Nunca conseguiremos este ejército si el pueblo judío no lo exige y no está dispuesto, en grandes números y con armas en mano, a luchar por su libertad y su derecho a vivir como pueblo. Sólo el pueblo mismo, jóvenes y viejos, ricos y pobres, hombres y mujeres están en capacidad de cambiar la opinión pública que hoy está en nuestra contra. Sólo el pueblo mismo es lo suficientemente fuerte para una verdadera alianza.» (Bernstein, 2015;158) [Las cursivas son mías, JVAV].

Claramente las intenciones de Arendt, según el fragmento del texto mencionado, apuntan al uso de la violencia como forma de acción política. Esta acción violenta, sin embargo, se pide sea en los márgenes que ella misma está aceptando: 1) el poder que sostendría, hipotéticamente, a un Estado ha desaparecido y en su lugar solo queda la autoridad que otorga la violencia: Hitler, específicamente, ha utilizado la fuerza armada del estado para perseguir a la gente que no se “alinea” con su ideología y para mantener cohesionado a los demás mediante el temor/terror; 2) la única forma en la que la violencia puede ser legítima es cuando está respaldada por el poder, cuando el pueblo, como dice ella, se organiza en grandes números, y con armas en mano, para ir a tomar violentamente lo que violentamente se le ha arrebatado. La violencia en este caso podría considerarse legítima, pero solo porque va acompañada de poder, porque es la dirección en la que se unifica una suma importante de voluntades que persiguen un fin político en común. Bajo cualquier otra consideración, sobre todo para el caso del terror, el uso de la violencia es completamente reprobable.

Habría que tener cuidado, sin embargo, para que la violencia que en un inicio fue legítima por estar respaldada por el poder, no se convierta en la norma y sostén de la posterior acción política; una vez que el movimiento revolucionario alcanzara sus objetivos inmediatos, tendría que buscar las formas para superar la violencia como forma de acción y legitimación y dar paso a formas organizativas populares que serían la muestra verdadera de que el poder está tomando las riendas del nuevo destino de una sociedad. Aquí estaría lo verdaderamente difícil, y aunque Arendt lo advierte sobre esto, no presenta alguna propuesta sistemática para que no se alcance tal situación.

III

En este punto Lenin tiene mucho que ofrecer.

Mucho se ha dicho —incluso Arendt también lo señala— sobre la aceptación que el marxismo tiene de la violencia. La cita a la que más se recurre para “demostrar” esta aceptación es la aseveración que Marx hace en El Capital “La violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva.” (Marx, 1998;940); sin embargo, el asunto no es tan sencillo, o por lo menos, debe aceptarse que, con el tiempo y el desarrollo de la fuerza armamentística, que en este texto ya se trató brevemente más arriba, se ha complejizado. Las transformaciones llevan en sí mismas una dosis de violencia, por lo menos en el sentido de que hay una ruptura entre una forma específica de ser hacia una totalmente nueva que implica la desaparición, total o parcial, de la forma precedente; lo mismo pasa con las transformaciones sociales, para que una forma de organización social distinta a la imperante pueda existir, es necesario que la forma original cese su existencia, lo que en muchas ocasiones, según lo han demostrado las distintas revoluciones en la historia humana, solo es posible a través de formas violentas.

Otro de los argumentos que con frecuencia se utiliza para “demostrar” que el marxismo es innatamente violento es la concepción de la sociedad dividida en clases sociales antagónicas que constantemente están en lucha entre sí, aún y cuando este enfrentamiento no sea directo, deseado o buscado. No solo esto, sino que, además, reconoce la imposibilidad de que en las formas estatales burguesas conocidas hasta ahora sea posible conciliar o eliminar estas diferencias. Lenin, por ejemplo, sostiene que: “Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra, pero, en último resultado, necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas políticas, pero la esencia de todas ellas será, necesariamente, una: la dictadura del proletariado.” (Lenin, 2006:82) En la sentencia de Lenin no hay espacio para la duda, las formas burguesas del Estado no pueden presentar alguna alternativa real para solucionar los problemas del proletariado, por lo que es indispensable la búsqueda de una clase distinta de organización del poder político que tenga como esencia la dictadura del proletariado, aún y cuando las formas específicas en las que se manifieste esta naturaleza estén completamente abiertas a la experimentación de los movimientos revolucionarios.

Los marxistas de América Latina, en específico los guerrilleros, han mostrado posturas que, en una consideración rápida y epidérmica, parecerían una aceptación sin barreras de la violencia, de la lucha armada contra el capitalismo. Por ejemplo, es conocida esta frase de Fidel Castro “…el camino de la lucha armada no es el camino que hayan escogido los revolucionarios, sino es el camino que los opresores le han impuesto a los pueblos…” (Castro, 1967) que él menciona en una entrevista diciendo que considera que la lucha armada es una vía correcta cuando las “democracias” capitalistas han puesto todas las barreras para que los gobiernos con verdadero respaldo popular lleguen al poder, aún y cuando el ejercicio democrático los haya arrojado como ganadores. Sin embargo, aún y cuando Fidel defiende la lucha armada, es muy cuidadoso y matiza tal defensa diciendo que esta se da en el contexto de Cuba, pero no se atreve a generalizarla como LA FORMA en la que todos los países deben hacer la revolución. Presenta sus argumentos, pero jamás hace notar que éstos tengan pretensiones de ser los únicos y verdaderos.

Precisamente por esto, la postura marxista sobre la violencia debe ser considerada y estudiada con mucho cuidado porque, aunque en algunos momentos pudiera parecer que hay una aceptación total de ésta como herramienta para hacer la revolución, hay momentos en que sus principales exponentes mantienen una postura crítica ante el uso de la violencia por parte de los revolucionarios. En el mismo Lenin puede encontrarse una postura que crítica y condena, en cierta medida, el uso de la violencia. Veámoslo.

Refiriéndose a serie de huelgas que ocurrieron en Rusia entre 1860 y 1870 dice que éstas, por el modo en el que estaban siendo organizadas, mostraban que “los obreros perdían la fe tradicional en la inmovilidad del orden de cosas que los oprimía; empezaban… no diré que a comprender, pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva y rompían decididamente con la sumisión servil a las autoridades. Pero eso, sin embargo, más que lucha, era una expresión de desesperación y de venganza”. (Lenin, 2015; 30) Las huelgas de esa década se caracterizaron por lo que Lenin llamó espontaneísmo, una forma de expresión del descontento social que se nutría únicamente de la forma en que los obreros se sentían oprimidos por el aparato político y económico, pero que tenía poca claridad teórica sobre su situación. Estas formas de manifestación no son consideradas por Lenin como una forma de lucha propiamente dicha, sino más bien como una forma desesperada de venganza. ¿Por qué Lenin habla en términos de una lucha? Porque el Estado, en las distintas formas burguesas que pueda tomar, es considerado como una forma organizada de represión de los movimientos que vayan contra la corriente del capitalismo[1].

Uno de los caminos que los revolucionarios habían encontrado para presentar una resistencia al aparato capitalismo y para buscar su eventual transformación, fue el terrorismo. En Rusia el terrorismo tuvo mucha fuerza e influencia entre los disidentes y una de las organizaciones terroristas rusas, Naródnaya Volia (La voluntad del pueblo), logró asesinar al zar Alejandro II el 13 de marzo de 1881, pero su influencia en los movimientos propiamente obreros fue muy marginal y no sistemática. Lenin consideraba que “…los terroristas… [rinden culto] a la espontaneidad de la indignación más ardiente de los intelectuales, que no saben o no tienen la posibilidad de vincular el trabajo revolucionario con el movimiento obrero para formar un todo.” (Lenin, 2015;75). El terrorismo era, de alguna manera, una salida fácil ante la impotencia que sentía la intelectualidad de unificar la necesidad que veía de una sociedad distinta, con las inconformidades que los obreros tenían contra el aparato social y económico. Esto no quiere decir que la labor terrorista era fácil, ni que la decisión de optar por ella era sencilla, al contrario, fue un proceso largo y de muchas caídas el que posibilitó que el terrorismo se viera como una salida (recuérdese, por ejemplo, el intento fallido de algunos estudiantes de las ciudades rusas por ir al pueblo (“Id al pueblo”, a la consigna), llevarle educación y cultura como premisa para una posterior organización del mismo; sin embargo, era mucho más fácil que la alternativa que proponía Lenin.

Además, bajo la consideración de que los aparatos de represión y espionaje del zarismo ruso, en específico, pero de los estados burgueses, en general, estaban siendo cada vez más perfeccionados y lograban colarse hasta las estructuras más internas y cuidadas de las organizaciones revolucionarias, Lenin sostenía que “Reconocer que en la actualidad es imposible ‘intimidar’ al gobierno —y, por consiguiente, desorganizarlo— por medio del terror, equivale, en el fondo, a una condenación rotunda del terror como sistema de lucha, como esfera de actividad consagrada por un programa” (Lenin, 2015;77). Si en 1902 esta postura de Lenin era válida para las organizaciones sociales, hoy en día lo es aún más, justamente porque el aparato represivo, militar, y de espionaje, del Estado se ha perfeccionado hasta niveles en los que no es necesario contratar espías humanos para la tarea, basta con que la persona que se quiere espiar tenga algún aparato electrónico para que se conozcan todos sus movimientos.

Si el terror, la forma más violenta para anteponerse al capitalismo, no es aceptada por Lenin, ¿qué es lo que él propone?

…rendir culto a la espontaneidad, … no comprender que la espontaneidad de las masas exige de nosotros, socialdemócratas, una elevada conciencia. Cuanto más poderoso es el auge espontáneo de las masas, cuanto más amplio se hace el movimiento, tanto mayor, incomparablemente mayor, es la rapidez con que aumenta la necesidad de una elevada conciencia, tanto en el trabajo teórico de la socialdemocracia, como en el político y en el de organización. (Lenin, 2015; 52)

Él considera que a la desesperación e impotencia que el terrorismo muestra ante las condiciones injustas del capitalismo, hay que anteponer una conducta más serena —que no significa que esté menos indignada por esas condiciones— que solo puede surgir de una profundización en el conocimiento de las causas y las raíces del capitalismo, de una comprensión teórica del capitalismo que supere la inmediatez de la apariencia y que pueda servir como verdadera guía a los deseos que los trabajadores tengan de formar una nueva sociedad. La tarea no es sencilla, pues requiere una transformación del individuo que se compromete con la revolución al tiempo que le exige una preparación teórica cada vez más perfeccionada, pero no por la pretensión de “conocer al capitalismo mejor que nadie”, sino porque en esa medida las alternativas que le proponga a los movimientos de las masas de trabajadores pueden ser más certeras y efectivas, contribuyendo de forma más contundente a la construcción de una nueva sociedad.

Es bajo estas consideraciones que Lenin propone su primera concepción del partido —que, aunque a veces se considera como única, basta con comparar los escritos previos a 1905 y los de 1917 para observar que algunos elementos específicos cambian, por ejemplo, la consideración de quiénes y bajo qué parámetros pueden pertenecer a esta organización—.

Dice Lenin:

1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure la continuidad; 2) que cuanto más extensa sea la masa espontáneamente incorporada a la lucha, masa que constituye la base del movimiento y que participa en él, más apremiante será la necesidad de semejante organización y más sólida deberá ser ésta…; 3) que dicha organización debe estar formada, en lo fundamental, por hombres entregados profesionalmente a las actividades revolucionarias; 4) que en el país de la autocracia, cuanto más restrinjamos el continente de los miembros de una organización de este tipo, hasta no incluir en ella más que aquellos afiliados que se ocupen profesionalmente de actividades revolucionarias y que tengan ya una preparación profesional en el arte de luchar contra la policía política, más difícil será ‘cazar’ a esta organización, y 5) mayor será el número de personas tanto de la clase obrera como de las demás clases de la sociedad que podrán participar en el movimiento y colaborar activamente con él. (Lenin 2015;213)

Esta es la propuesta que Lenin antepone a los “revolucionarios” que buscan la transformación de la sociedad a partir de métodos nutridos y basados únicamente en el espontaneísmo que provoca el sentimiento de enojo ante la desigualdad. Su propuesta está basada en una inconformidad cada vez más creciente y extendida entre los trabajadores rusos, apreciación que no era errónea, según lo demostró el alzamiento de 1905. Para poder cumplir la condición de la elevada comprensión teórica del funcionamiento de la sociedad capitalista, para poder proponer soluciones según la forma específica de ésta, y para lograr que los obreros se sientan identificados, atraídos y representados por la postura que ofrezca este movimiento, Lenin señala que es necesaria la conformación de un núcleo de revolucionarios que se encarguen de realizar cotidianamente estas tareas, que hagan de la revolución su profesión, pues solo contando con un número amplio de trabajadores y ciudadanos rusos, así como con el respaldo de éste de que la propuesta que el partido propone es la correcta, es que se puede hacer frente a la represión zarista o burguesa y se puede avanzar hacia la construcción de una nueva sociedad. En este sentido, bajo los términos de Arendt, el partido debe construir el poder necesario para tratar de hacer la transformación que considera pertinente. El poder del partido, sin embargo, no podría basarse en la volatilidad del sentimiento de sus miembros, exigiría de éstos el compromiso y la convicción de que la revolución es la tarea del momento y están dispuestos a actuar como el partido, con base en la claridad teórica alcanzada, proponga que se debe hacer.

Esta forma organizativa que propuso Lenin creó mucha revuelo y debate en su tiempo, y todavía hoy continúa siendo debatida, sobre todo por la preocupación —que se vio materializada con el ascenso de Stalin al poder y la política totalitarista que manejó— de que se creará una élite que monopolizara las decisiones del partido y que se alejara completamente de la masa a la que decía representar. Lenin sí tuvo presente esta posible desviación del tipo de organización que estaba proponiendo, por lo que él mismo señaló que

“la concentración de todas las funciones clandestinas en manos del número más pequeño posible de revolucionarios profesionales no significa en modo alguno que estos últimos ‘pensarán por todos’… la muchedumbre hará surgir de su seno un número cada vez mayor de revolucionarios profesionales… La centralización de las funciones clandestinas de la organización no implica en manera alguna la centralización de todas las funciones del movimiento.” (Lenin, 2015;214) [Las cursivas son mías, JVAV].

Lenin estaba convencido de que la única forma en la que tal partido podría triunfar era a condición de que su postura fuera cada vez respaldada por la mayor cantidad de obreros y ciudadanos de todos los niveles, pero no solo esto, para él también era fundamental que los proletarios, específicamente los obreros, asimilaran las propuestas del partido y formaran parte del grupo de revolucionarios profesionales que creaban tales propuestas, lo que era imposible sin el previo desarrollo teórico que esto implica. Lenin no propuso nunca una elitización de los dirigentes de la revolución, pues estaba convencido de que los obreros y todos los ciudadanos que forman parte de los explotados por el capital —aunque no trabajaran en una fábrica— debían engrosar las familias del partido a partir de una comprensión de las propuestas de éste y de una asimilación de la teoría que el partido enarbolaba.

Como se logra apreciar con lo expuesto hasta ahora en el marxismo no hay una asimilación entre revolución y violencia, aún y cuando hay contextos específicos en los que ésta puede ser aceptada. ¿Cómo podría comprenderse esta contradicción? Creo que la respuesta la señala Adolfo Sánchez Vázquez de manera acertada. La diferencia entre revolución y violencia es posible porque

Revolución y violencia parecen imbricadas, pero sin que en su relación mutua una se agote en la otra. La revolución es un cambio radical, cualitativo, en las relaciones sociales y, particularmente, en las relaciones de producción. Con ella, desaparece una estructura social ya caduca… Pero no hay que confundir el carácter y contenido de ésta [la revolución] con la vía por la que se realiza el paso del poder de una clase a otra, ni creer tampoco que agotan su contenido la conquista y mantenimiento de dicho poder. De todo esto se deduce que el concepto de revolución no se reduce al de la violencia, es decir, a la aplicación de la violencia revolucionaria… no es en la violencia de por sí donde encontraremos su carácter revolucionario, sino que éste se lo da la revolución a la que sirve. (Sánchez, 2003; 458)

En las posturas marxistas la violencia bajo su forma armada es, como decía Arendt, una herramienta que puede o no ser utilizada por la revolución; su uso estará siempre bajo la consideración que los grupos revolucionarios hagan de sus condiciones específicas. Por eso Fidel Castro es especialmente cuidadoso en señalar que él crea que la guerrilla es la salida para Cuba, pero no se atreve a apuntarla como la forma correcta en la que se debe hacer la revolución. Aunque no se presentó en este texto, Lenin también reconoce que el terrorismo ruso tuvo un contexto en el que aportó a la formación de la revolución, pero señala que es insuficiente bajo las nuevas condiciones de la Rusia en la que él y su grupo querían hacer la revolución. También en los análisis que algunos marxistas hacen de la Comuna de París reconocen que el uso de la violencia era indispensable por las condiciones de guerra en que París se encontraba y por la traición de Tiers a la población francesa, aprobación que también otorgaron a otros alzamientos populares, como los de 1848; sin embargo, como señala Lenin, y la misma Arendt, la profesionalización y perfeccionamiento de los aparatos represivos del estado obligan a repensar constantemente el uso de la violencia armada en la revolución, y al no ser ésta un elemento innato o indispensable en los procesos revolucionarios, puede ser dejada de lado o retomarse si las circunstancias lo requieren.

IV

El aparato conceptual que Hannah Arendt propone para estudiar la violencia es útil cuando se busca comprender cómo acontece ésta en la sociedad. Ella reconoce que la relación efectiva entre estos términos es mucho más compleja de lo que la teoría puede alcanzar a plasmar, pero a pesar de esto sí proporciona matices y elementos que pueden hacer la diferencia a la hora de analizar y tomar postura sobre algunos acontecimientos políticos y sociales.

También es necesario reconocer que su caracterización de la violencia a partir de la instrumentalidad que la fundamenta y acompaña no posee una carga moral que no se pueda matizar o reconsiderar a partir de una superación de la dicotomía bueno-malo. En algunos contextos teóricos y prácticos del marxismo, la violencia también es considerada como herramienta puesta al servicio de la revolución para que se considere su uso, Arendt misma reconoce la posible utilidad y necesidad de la violencia cuando propone la formación de un ejército de judíos. Estas consideraciones nos conducen a pensar que la propuesta que Arendt presenta para comprender la violencia tiene un contenido objetivo que se pone de relieve cuando se le utiliza para pensar el uso de la violencia por parte de grupos que cuentan con poder, según la postura arendtiana sobre el mismo.

Arendt y Lenin concuerdan en la necesidad de la violencia para los movimientos que buscan ser un contrapeso a las autoridades injustas, pero el uso de la violencia solo será justo si los usuarios cuentan con el respaldo de un número considerable de ciudadanos, si tienen poder.

A pesar de la legitimidad que el poder da para el uso de la violencia, Arendt teme que las formaciones sociales, pretendidamente diferentes, que surjan de cierto estallido social sean incapaces de hacer del poder la fuente de su accionar político y tomen el camino fácil de utilizar la violencia como medio coercitivo (que es lo que ella acusa sucedió con la Revolución Norteamericana); Lenin es consciente de esta posibilidad, pero su propuesta logra considerar una superación de estas posibles desviaciones del poder a partir de la propuesta de un partido centralizado y democrático, que cuenta con una participación cada vez mayor de las masas populares a las que verdaderamente represente. Este, el partido, es la vía para que la violencia que se tal vez se requiera en un proceso revolucionario no se convierta en la norma. Precisamente esto es lo que Arendt no le reconoce al marxismo-leninismo, la posibilidad de que la violencia sea una violencia organizada y estructurada a través de un partido.


Jenny Acosta es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del CEMEES.

[1] Sin profundizar más en la cuestión, porque no es la intención del texto, hay que decir que esta es una de las consideraciones que en el marxismo se tiene del Estado, pero en lo absoluto quiere decir que sea la única función que éste tiene en las sociedades capitalistas.

Bibliografía

Arendt, Hannah (2005). Sobre la violencia, Alianza, España.

Bernstein, R. J. (2015). Pensar sin barandillas, Gedisa, España.

Castro, F. (1967). Entrevista recuperada de https://www.youtube.com/watch?v=67ZWBl-66H8

Di Pego, A. (2006). “Poder, violencia y revolución en los escritos de Hannah Arendt. Algunas notas para repensar la política”, Argumentos, vol. 19. No 52, septiembre-diciembre, México. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952006000300006

Lenin (2006). El estado y la revolución, Alianza, España.

          (2015). ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento, Akal, España.

Marx, K. (1998): El capitalLibro Primero, El proceso de producción del capital, Tomo I, Vol. 3, Siglo XXI, México-Madrid.

Sánchez Vázquez, A. (2003). Filosofía de la praxis, Siglo XXI, México.

Sistema fiscal y combate a la desigualdad, urge una reforma fiscal en México

Enero 2023

Neoliberalismo y desigualdad

En el Reporte de Oxfam de 2022 titulado Las desigualdades matan, se cita que “desde 1995, el 1% ha acaparado cerca de 20 veces más riqueza global que la mitad más pobre de la humanidad”. La desigualdad económica entre personas en México ha sido históricamente alta, pero se aceleró con la instrumentación del modelo económico neoliberal (Oxfam, 2022).

Este es así porque el modelo neoliberal que pugna por que la sociedad organice toda su actividad económica a través del mercado; es decir, que las decisiones de qué y cómo producir, y por tanto para quién, sean hechas con base en el mecanismo de precios. No hay pues, un mecanismo de distribución. El neoliberalismo plantea que, dejando la distribución a las libérrimas fuerzas del mercado, cada participante de la producción recibirá un ingreso proporcional a su contribución en la producción. De esta manera, el mercado asignará a los trabajadores, en forma de salarios, la parte con la que su trabajo habría contribuido a la producción. Y hará lo propio con el capital, en forma de ganancias, intereses y rentas. Cada quién obtiene de la producción la parte que puso para que se realizara. El mercado aparece así como un ente justísimo que da a cada quien lo que “se merece”.

Se obvia, en este discurso que, mentar a las “fuerzas del mercado” es invocar a las “fuerzas del dinero” y que el dinero se halla ya concentrado en unas cuantas manos. Los poseedores de dinero pueden, y de hecho lo hacen, manipular el funcionamiento de los mercados, la oferta y la demanda de trabajo o capital, de suerte que los precios les sea ventajosos.

El resultado de este modelo en México es una enorme desigualdad de ingresos y riqueza. Según INEGI, la masa salarial representaba en 1980, el 38% del PIB; este indicador se ubicó en 2021 en 28%, 10 puntos porcentuales abajo que hace 40 años. Puntos que se sumaron a los ingresos de los propietarios del capital, que pasaron de 62% a 72% en los años mencionados. Esta desigualdad en los ingresos entre los trabajadores y los propietarios del capital, ha provocado que la riqueza, el capital, el trabajo acumulado en forma de capital, también se hallen más concentrados en unas cuantas manos. De acuerdo con El reporte mundial de la desigualdad 2022, en México, el 10% más rico de la población concentra casi 60% del ingreso y 80% de la riqueza nacional (Chancel y otros, 2021).

La desigualdad en México es la principal causa de la pobreza y la marginación. Una mejor distribución de la riqueza permitiría abatir la pobreza extrema y la falta de acceso a los servicios de salud, educación y vivienda de toda su población. Pero el impacto negativo de la desigualdad no se reduce a las carencias en los sectores de los primeros deciles de ingresos. Como diversos estudios económicos lo muestran, la desigualdad provoca sociedades con menor crecimiento, menor dinamismo de la productividad, con menor eficiencia en el uso de los recursos o naturales, físicos y humanos, con más problemas sociales de delincuencia e inseguridad (Barro, 1999; Ferreira, 1999).

La política fiscal, mecanismo de distribución

América Latina (AL) se halla entre las regiones con mayor desigualdad en el mundo. Las políticas neoliberales instrumentadas en la década de los 90 provocaron que la desigualdad en el continente escalara. De acuerdo con la Cepal (2018) el Índice de Gini (IG) en esa década fue de 0.505; entre los años de 2002 y 2017, la desigualdad experimentó una disminución: en los primeros diez años (2002-2012) cayó de manera acelerada, el IG pasó de 0.505 a 0.453, en los siguientes cinco años, aunque la caída continuó, lo hizo más lentamente, en 2019 el IG fue de 0.442. En México, sin embargo, el proceso no ha sido ni de lejos parecido. Hasta 2016 el IG estimado se hallaba muy cerca del valor calculado para el año 2000; solo en los últimos años se registra un valor muy menor que, de acuerdo con los autores de las estimaciones más bien tendría que ver con la pérdida de ingresos de los deciles superiores, de los más ricos, más que con una mejor distribución.

Cuadro 1. Índice de concentración de Gini en América Latina y México.

AÑOAmérica LatinaMéxico 1/AÑOAmérica LatinaMéxico 1/
20000.5020.49320110.458 
20010.505 20120.4530.478
20020.5050.47620130.456 
20030.507 20140.4500.486
20040.5000.48720150.446 
20050.498 20160.4460.478
20060.4900.48420170.444 
20070.486 20180.4410.448
20080.4730.48820190.442 
20090.466 20200.4480.440
20100.4640.48620210.445 

1/ Dato posiblemente no representativo. Se basa en menos de 30 observaciones.

Fuente: CEPAL (2018), Medición de la pobreza por ingresos: Actualización metodológica y resultados.

Sobre estas estimaciones, hay críticas que apuntan a que en AL, el IG subcontabiliza la desigualdad real del continente porque las rentas más altas no se reportan en las encuestas de hogares que sirven de base para la estimación del IG. Es decir, que la desigualdad real sería superior a la que se estima.  ¿Qué factores han podido contribuir a la caída de la desigualdad, particularmente la que se registró entre 2002 y 2012? Esta se explica primero por el contexto mundial, por el crecimiento económico mundial[1] que se registró entonces; y segundo, por las políticas públicas instrumentadas (Gasparini, 2019); AL pasó de tener una carga tributaria (más las contribuciones a la seguridad social) de 16% del PIB a 21%. Por ello, diversos organismos, entre los que se hallan la Oxfam y la Cepal, han señalado el gran potencial que tiene la política fiscal como mecanismo para combatir la desigualdad de ingresos, para redistribuir el producto social (Georgieva, 2020; Oxfam, 2022; Barcena et al).

Para que la recaudación de impuestos por sí misma contribuya al combate de la desigualdad económica, debe ser suficiente y hacerse con el menor costo posible; pero sobre todo, se tiene que garantizar que sean efectivamente los más ricos los que más paguen, es decir, se tiene que recaudar con base en impuestos progresivos. Oxfam, con particular agudeza, ha señalado la necesidad de fijar más impuestos a los ricos a fin de combatir la desigualdad de ingresos (Oxfam, 2022).

En México, el 20 de octubre pasado se aprobó, como cada año, la Ley de Ingresos del Gobierno Federal para 2023 que determina la política recaudatoria del país, de la que forma parte la impositiva. Esta ley contempla los mismos impuestos y las mismas tasas que había durante el gobierno de Enrique Peña Nieto. “… Tampoco va a haber una reforma fiscal para recaudar más” dijo el presidente López Obrador.

La política fiscal en México en tiempos de la cuatroté

El gobierno de la 4T pues, se ha negado de tajo a poner siquiera sobre la mesa una discusión sobre la política impositiva. Los impuestos y su estructura son los mismos desde 2014. En 2019 se recaudó vía impuestos, 16.3% del PIB y en 2020 17.9% y según lo proyectado por el gobierno, en 2023 este porcentaje se mantendrá en esos niveles.

¿Esto es poco? Sí, primero, porque con ese monto apenas se puede sufragar el gasto en educación, salud, y protección social que los organismos internacionales especializados en cada uno de esos aspectos (UNESCO,[2] OMS,[3] Banco Mundial[4]) han señalado como mínimo para el desarrollo y bienestar de la población: 21.5% del PIB. Es poco, también, si consideramos lo que hacen otros países. El promedio de recaudación de los países de la OCDE ronda 33% del PIB, casi el doble que México. Y aun si consideramos el promedio de sólo los países de América Latina, la diferencia es desventajosa para México por cinco puntos. Entre los 26 países del sur del continente, México ocupa la posición 21º sólo por arriba, y muy ligeramente, de países como Panamá, que ha sido catalogado por la Unión Europea como paraíso fiscal.

La insuficiencia no es el único “pero” que habría que ponerle al sistema impositivo vigente de México si lo pensamos desde su efecto en el combate a la desigualdad. El problema está también en la composición de impuestos. Casi la mitad, de la recaudación impositiva se hace con base en impuestos al consumo, impuestos fuertemente regresivos (IVA, IEPS, fundamentalmente), esto es, impuestos que no inciden en los hogares más ricos, sino que recaen en toda la población por igual, con el agravante de que los más pobres consumen una mayor proporción de su ingreso que los más ricos, por lo que acaban pagando una tasa mayor en relación con su su ingreso total. Al funcionar así, empobrecen a los hogares con menos ingreso y contribuyen al aumento de la brecha de la desigualdad.

Existe también el ISR, un impuesto progresivo que obliga a quienes tienen mayores ingresos a pagar más. El ISR en sus distintas modalidades aporta poco más de la mitad del monto tributado al estado (54%). Sin embargo, aun en este caso, la tasa de impuesto para las personas de altos ingreso se halla por debajo de lo que se paga en otros países. El ISR máximo para personas físicas en México (válida para las personas que perciben más de medio millón de pesos mensuales) es de 35%, mientras que el promedio de la OCDE de las tasas para el sector de mayores ingresos es de 42%.

¿Qué tan progresivo es el sistema fiscal mexicano? la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) estimó la tasa de impuestos promedio, según el ingreso y el gasto promedio de los hogares, que se paga por decil de ingreso. Estos resultados muestran que, efectivamente, los hogares más ricos pagan una tasa de impuestos mayor que los hogares más pobres; sin embargo, esa diferencia se queda corta en relación con la desigualdad de ingresos que hay entre los hogares. Mientras que los ricos tienen ingresos 12 veces más que los de los más pobres, la tasa que pagan (de 30.7% de su ingreso) es apenas de poco más del doble que la de los más pobres (de 12.2%).

Ilustramos los resultados de las estimaciones de la SHCP. Supongamos el valor total de la producción es de $1,000 pesos. Con la distribución del ingreso existente, al 10% más pobre le corresponderían 25 pesos y al 10% más rico, 302 pesos. El primer grupo debe pagar 3 pesos de impuestos y los ricos, 93 pesos. Efectivamente los ricos pagan más; pero antes de aplaudir, hay que notar que aun después de pagar impuestos el ingreso solo del grupo de los más ricos es 10 veces mayor que el de los más pobres. Así es como cobra impuestos el gobierno; ahora bien, ¿cómo gasta?

Figura 2. Carga impositiva y gasto público como proporción del ingreso de mercado según decil.

Fuente: SHCP (2022), Distribución del pago de impuestos y recepción del gasto público por deciles de hogares y personas. p. 94.

Figura 3. Impacto redistributivo del sistema fiscal.

Fuente: SHCP (2022), Distribución del pago de impuestos y recepción del gasto público por deciles de hogares y personas. p. 95.

De acuerdo con el estudio de la SHCP, dos de cada tres pesos del gasto programable del gobierno se destina al desarrollo social; esto es al fomento de la salud (23% del gasto social), la educación (27%), la protección social (40%), a la vivienda y servicios urbanos (8.8%), al fomento de la cultura (1.3%) y a la protección ambiental, fundamentalmente. En los últimos años el peso del gasto en protección social ha aumentado en detrimento del resto. Precisamente el gasto más regresivo de todos, porque comprende el programa de pensiones para adultos mayores que trata por igual a toda la población sin importar su riqueza e ingreso. El estudio muestra que más de la mitad del gasto social se concentra en el decil de más bajos ingresos: 54%. Mientras que al 20% más rico de la población se le destina 17%.

Finalmente, la intervención del gobierno mediante la política fiscal provoca que el ingreso de los últimos dos deciles reduzcan su peso en el ingreso disponible de los hogares. El 20% de los deciles más ricos, después de pago de impuestos y transferencias percibe 40.3%, antes de eso percibía 44.8%. El 20% más pobre, pasó de percibir 6.7% a 9%. El decil más rico percibía 12 veces el ingreso del quintil más pobre y después de impuestos y transferencias percibe hasta 7 veces más. Con base en los datos y análisis de la SHCP, a la que no se puede acusar de opositora al modelo económico y social de México, queda claro que si bien el sistema alivia la desigualdad, esta sigue siendo tan grande que no podemos sino exclamar, ¡vaya progresividad!

La urgente reforma fiscal en México

En México la pobreza sigue lacerando al pueblo trabajador. El neoliberalismo y el subdesarrollo han hecho en México un cóctel que ha propagado la pobreza por todas las capas de la población, agudizando su impacto social. En gran medida esta situación tiene su causa en la enorme desigualdad de riqueza e ingreso. El combate frontal, a muerte, contra la desigualdad requiere modificar todo el modelo de producción y distribución de la riqueza; asentarlo sobre otras relaciones económicas, de propiedad y laborales; sobre otras lógicas de funcionamiento.  Sin embargo, aun sin modificar toda la estructura, los gobiernos pueden abatir la desigualdad de ingresos mediante una política fiscal con verdadera vocación redistributiva, que garantice el acceso a los bienes y servicios creados por la sociedad a sus integrantes en condiciones más o menos dignas. Urge una reforma fiscal para plantar cara el cáncer de la desigualdad económica que pudre al país y que padece el pueblo trabajador.


Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.

[1] El crecimiento económico en AL entre 2002 y 2012 fue importante. El crecimiento del PIB per cápita promedio anual en esos años fue de 3.5% en la región. La literatura explica que esto fue así porque el precio de los commodities creció y la afluencia de la IED creció también.

[2] La UNESCO recomienda a los países gastar al menos 6% del PIB en educación.

[3] La OMS recomienda a los países gastar al menos 6% del PIB en servicios de salud a fin de dar respuesta a la creciente demanda de estos, según la pauta demográfica del país. A lo que se suma el 5% del PIB que representa el gasto en pensiones y jubilaciones del que se espera que se incremente considerablemente en lo últimos años.

[4] El Banco Mundial recomienda un gasto en infraestructura equivalente a 4.5% del PIB para los países en desarrollo a fin de fomentar el crecimiento económico y el desarrollo social.

Referencias

Barro, R. 1999 “inequality, growth and investment”, national bureau of Economic Research, Working Paper no 7.038.

CEPAL, (2018). La ineficiencia de la desigualdad. CEPAL, Naciones Unidas.

Chancel, Lucas, Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman (coords.) [2021], World Inequality Report 2022, World Inequality Lab, https://wir2022.wid.world/www-site/uploads/2022/02/WIR_2022_FullReport.pdf

Ferreira, F. 1999 “inequality and economic performance. A brief overview to theories of growth and distribution”, World bank Poverty net. En <www.worldbank.org/poverty/inequal/index.htm>.

Gasparini, L. (2019) La Desigualdad en su Laberinto: Hechos y Perspectivas sobre Desigualdad de Ingresos en América Latina. Documentos de Trabajo del CEDLAS No. 256, Diciembre, 2019, CEDLAS-Universidad Nacional de La Plata.

Georgieva, K. (2020). Reducir la desigualdad para generar oportunidades. Diálogo a fondo, 7.

SHCP (2022) Distribución del pago de impuestos y recepción del gasto público por deciles de hogares y personas. Resultado para el año 2020.

El Estado y el discurso sobre la reproducción de las actividades de produccion no capitalistas

Enero 2023

En economía, las teorías de desarrollo económico se pueden reducir a un puñado de enfoques, que podemos clasificar en grandes rasgos en la perspectiva dualista, la estructuralista y la neoclásica. Uno de los modelos más influyentes ha sido sin duda, el modelo de Lewis. Este plantea una economía dual integrada por un sector capitalista moderno y una sector tradicional, de baja productividad. El primer sector, dinámico y en crecimiento eventualmente absorbería la mano de obra excedente que sale del segundo hasta casi desaparecer. Esta es en términos generales la narrativa dominante desde la mitad del siglo pasado hasta la actualidad, es la narrativa de la transición, donde los polos atrasados de una economía finalmente serian incorporados plenamente dentro de la dinámica capitalista.

En esta noción historicista del desarrollo, la relaciones sociales de producción capitalista, barrerían con las formas “precapitalistas” de producción, como la producción campesina o la pequeña producción de mercancías. Este era el paradigma dominante el siglo pasado y aún sigue dominando entre las concepciones contemporáneas del desarrollo. Sin embargo, lo que vemos en la actualidad en los países subdesarrollados es la prevalencia de estas formas de producción no capitalistas y la existencia de una población excedente que se cuenta por millones, que al encontrarse excluida de su participación en la producción capitalista como trabajadores asalariados recurren a la producción o comercialización informal en pequeña escala de bienes de bajo valor económico, cuyos ingresos apenas permiten su subsistencia. Se estima por ejemplo que en México la población que se ocupa en el sector informal es cercana al 50% de la población ocupada.

En un intento por superar estas estrechas visiones lineales de la historia, han emergido teorías alternativas con el objeto de ofrecer una versión alternativa del desarrollo capitalista en los tiempos que corren. En este trabajo se propone presentar los planteamientos de la teoría postcolonial del desarrollo, basada principalmente en el autor Kanial Sanyal. El objetivo principal es analizar la preproducción de las actividades de subsistencia en la dinámica capitalista contemporánea y el papel que juega el aparato estatal y la formación del discurso en los países del Sur Global en esta reproducción.

Economía de la necesidad

En la explicación postcolonial de Sanyal, el desarrollo contemporáneo capitalista ha creado paralelamente dos subeconomías en su seno mismo. Por un lado tenemos el espacio de acumulación, que es el dominante y el característico del capitalismo. A este se le conoce como economía de la acumulación y está caracterizada por la acumulación del capital, creación de plusvalía y apropiación privada de la ganancia en cada ciclo de producción, como tradicionalmente era planteado por la teoría marxista.

Para entender el circuito de la economía de la necesidad, veamos primero que el circuito de la economía de la acumulación está representado como sigue:

D~M~M’~D’~M’~M’’~D’’~

Esto es, el productor capitalista acude al mercado con una suma de dinero (D) para comprar medios de producción y fuerza de trabajo (M) con los que da inicio al proceso de producción, al final del cual obtiene M’, una suma mayor a la invertida inicialmente, cuyo valor en dinero realiza en el mercado (D’). Con esta suma incrementada vuelve a iniciar un nuevo ciclo de capital.

Por otro lado, tenemos a la economía de la necesidad, que se encuentra fuera del circuito del capital, pero dentro del capitalismo, esta se caracteriza por un conjunto de actividades económicas de subsistencia hechas generalmente por trabajadores por cuenta propia con el objeto de procurarse un ingreso que apenas les permite adquirir satisfactores básicos para subsistir. Un ejemplo paradigmático son los vendedores ambulantes. Para Hernán de Soto representan la fuerza innovadora del individuo en juego, en este caso aplicada a las actividades informales por una cuestión de restricciones institucionales. La economía de la necesidad o de la subsistencia se distingue de la pequeña producción de mercancías en que el productor no inicia con medios de producción aunque sea en modesta escala, pues ha sido desposeído de ellos completamente a través de un proceso de acumulación originaria. Sanyal afirma que la población que participa en la economía de necesidad no cuenta más que con su fuerza de trabajo, pero no encuentra empleo en el sector capitalista. 

Sanyal representa a la economía de la necesidad como:

D~M~M’~D’~(D’-D,D)

La formula anterior nos indica que el productor aquí inicia igualmente con con una suma de dinero (D), que puede haber sido adquirido de préstamo por ejemplo, y con este recurso acude igualmente al mercado a adquirir sus medios de producción (M), a los que pone a trabajar usando, a diferencia del capitalista, su propio trabajo o el de su familia para producir D’, que vende en el mercado por D’. De esta D’, una parte la destina al consumo y la otra la reinvierte en medios de producción. A diferencia de la noción tradicional de los producción de subsistencia, aquí el productor tiene que acudir al mercado a adquirir sus medios de producción pues ha sido privado de ellos anteriormente. Los trabajadores informales de las periferias de la ciudades, por ejemplo, al elaborar sus productos que venderían en la calle han de comprar primero los insumos.

Para Sanyal, entonces, el capitalismo postcolonial contemporáneo no solo reproduce al espacio de acumulación, sino que reproduce asimismo al espacio de la economía de la necesidad. Esto ocurre mediante dos mecanismos que actúan en direcciones contrarias: un proceso continuo de acumulación primitiva y la noción de gubernamentalidad. El primero despoja a los pequeños productores de sus medios de producción y mercantiliza sus medios de vida; y el segundo les provee de programas asistencialistas y de transferencias monetarias y no monetarias con el objeto de que puedan sobrevivir y puedan continuar su reproducción.

En la teoría marxista tradicional, se entiende por acumulación primitiva a los procesos de desposesión de la emergente clase capitalista hacia las poblaciones con formas de producción precapitalistas. Esta apropiación que se hace principalmente de recursos como la tierra y de los medios de vida del trabajador se realiza de manera violenta.

Acumulación originaria

Una visión renovada de la acumulación originaria la ofrece David Harvey en su libro “Nuevo imperialismo”. En este, Harvey rechaza que el proceso de acumulación primitiva se restrinja a los albores del capitalismo. Más bien cree que es un proceso que nunca terminó y ha continuado siendo parte del panorama del capitalismo a lo largo de su geografía histórica, dado que no representa un punto de arranque del capital, si no un proceso continuado. Sin embargo, para diferenciar el proceso de despojo y robo original, con el que el ocurre en la actualidad, Harvey conceptualiza a este último como “acumulación por desposesión”.

Algunas procesos que Harvey identifica en la descripción que el propio Marx hace de la acumulación primitiva son: mercantilización y privatización de tierras, expulsión forzada de poblaciones de campesinas que antes trabajaban y ocupaban esas tierras, mercantilización de la mano de obra y la supresión de formas alternativas de producción pre o no capitalistas, apropiación de recursos naturales, la usura, deuda pública y el sistema de crédito, entre otras.

Este conjunto de procesos puede ser facilitado o restringido por el estado y su aparato jurídico.

Procesos más contemporáneos y propios del neoliberalismo son incluidos también por Harvey dentro de la acumulación por desposesión, entre estos encontramos principalmente a la privatización de activos públicos, incluido los recursos naturales, la liberalización financiera y comercial, y el proceso de devaluación que ocurre luego de crisis económicas o financieras (2004). La nacionalización del litio en Bolivia es un ejemplo claro de lucha contra este continuo uso de los mecanismos extraeconómicos para desposeer a la comunidades de sus recursos naturales.

Apoyándose en la idea de subconsumo de Rosa Luxemburgo, Harvey afirma que el capitalismo requiere de “algo fuera de sí mismo para acumular” (p.141, 2003). Ahora bien, ¿cómo el capitalismo crea este “otro” espacio? El capitalismo puede disponer de espacios no capitalistas ya existentes o crear sus propios espacios no capitalistas pero subordinados a sus necesidades de acumulación.

Harvey profundiza en está dialéctica de los espacios dentro y fuera del proceso de acumulación, pero dentro del capitalismo, o explicados por la propia lógica del desarrollo capitalista. 

Gubernamentalidad

Ahora bien ¿cómo opera la segunda parte relacionada con el concepto de gubernamentalidad?

Tenemos que remontarnos al siglo pasado. Los poderes facticos del mundo capitalista, al ver que la estrategia de desarrollo nacida de la posguerra no alcanzaba los objetivos establecidos, a saber, la industrialización y modernización de las economías en desarrollo, dieron un giro en el discurso en la década de los 70s con la batuta de las principales organismos internacionales, tales como el Banco Mundial, OIT, ONU, entre otras.

La tarea primordial de estas instituciones era antes principalmente el financiamiento de obras de infraestructura y de programas locales de desarrollo. La estrategia después mutó a medidas paliativas de mitigación de la pobreza, abandonando por completo la expansión del espacio de acumulación capitalista y el crecimiento económico. El Banco Mundial se abocó de lleno, por ejemplo, a esta tarea de proveer a las capas empobrecidas de inversión en programas educativos, de salud y vivienda que solo ayudaban y ayudan a hacer más llevadera la vida de los pobres, pero que no ofrece una solución estructural y sostenible.

A nivel local, este giro de timón se reflejó en el abandono de la estrategia desarrollista por parte de los estados nacionales. Su tarea mutó de la planificación e inversión con vistas a generar crecimiento y modernizar la economía a diseñar y ejecutar programas sociales de mitigación de la pobreza mediante intervenciones directas; una estrategia que sigue al día de hoy en muchos países, México incluido, a pesar de su evidente fracaso. Este nuevo papel del aparato estatal se inserta en lo que Foucault conoce como gubernamentalización del estado, cuya noción nos permite comprender las complejidades del funcionamiento del discurso desarrollista contemporáneo como régimen de poder.

Al analizar el poder en las sociedades contemporáneas, Foucault hace referencia a dos de sus formas. Una es a través de la soberanía y la otra a través de la gubernamentalidad. La primera está relacionada con el papel del estado en su calidad de monopolista de la violencia y el uso de la fuerza legitimada en derecho para reprimir, restringir o prohibir a los individuos el ejercicio de ciertas funciones. La segunda se refiere a una forma en que el espacio social es visto como habitado por una población, una masa de individuos, cuya tarea es cuantificar, enumerar, clasificar, etc., para canalizar objetivos de políticas que pueden estar basadas en condiciones económicas, étnicas, religiosas, de edad, genero, etc.

Sobre esta masa de individuos, empíricamente identificables, se aplican las técnicas de gubernamentalidad cuya máxima es la eficiencia. Se sigue pues una lógica basada en el análisis de los beneficios y costos sociales que busca la maximización del bienestar social, un trabajo para expertos y profesionales, que intenta convertir a la tarea de gobernar en una cuestión administrativa y no política.

Gubernamentalidad hace referencia entonces a las intervenciones que el  estado hace en la sociedad con objeto de promover el bienestar general. El siglo XX fue el primero en el que el estado, en su papel de gobierno eficiente y tecnocrático, se vuelve la forma dominante en las sociedades capitalistas contemporáneas (Sanyal, 2007).

Lenin, dentro de la tradición marxista, ya hacia referencia al papel del estado como administrador de la clase dominante, es decir, de la burguesía. Sin embargo, la forma que toma el aparato estatal y las técnicas históricas concretas van mutando con el correr de los tiempos.

Ahora bien, ¿cómo se entrelaza está noción de gobierno en el capitalismo contemporáneo? Ya hemos visto cómo el capitalismo contemporáneo en los países de la periferia global genera no solo un espacio regido por las leyes de acumulación capitalista, también produce un espacio de subsistencia formado por una población excedente que no es absorbida por aquel sector. Aunque el espacio del capital es autosostenible y no necesita directamente del otro espacio, las condiciones políticas e ideológicas de su existencia sí dependen del tratamiento que se le dé al otro espacio. En otras palabra, si antes la legitimidad del capital pasaba por destruir los regímenes precapitalistas de producción, ahora su legitimidad requiere de mitigar la pobreza de estas comunidades y garantizar su subsistencia, lo que requiere transferir parte del excedente capitalista en programas sociales para aliviar la miseria de los desposeídos.

Para Sanyal, desarrollo significa un reverso de la acumulación primitiva. Aunque parezca paradójico, son los propios representantes del capital los que dieron media vuelta y han tomado una agenda que a primera vista parece contraria a la agenda del capital, pero que en nuestros días es la estrategia que contiene y en algunos casos nulifica la fuerza revolucionaria de las masas empobrecidas.

Desarrollo ya no es sinónimo de transformación capitalista sino solo de un intento de mejoramiento de las condiciones de vida de las mayorías empobrecidas ubicadas fuera del dominio directo del capital utilizando tecnologías y procedimientos racionales eficientes y maximizadoras del bienestar social, al menos teóricamente. A esto se ha abocado el estado desde finales del siglo pasado y a esto hace referencia Foucault con la noción de gubernamentalidad. Son básicamente, las estrategias que permiten la preproducción del capitalismo contemporáneo con sus dos espacios en su propio seno. Con la llegada del populismo neoliberal ahora también podemos poner en duda la noción de gubernamentalidad, al menos en lo que concierne a la eficiencia y el uso de tecnologías modernas en la planeación y aplicación de los programas sociales en los tiempo que corren, pero eso es tema de otro trabajo.


Arnulfo Alberto es maestro en economía por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

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Sanyal, Kalyan (2007), Rethinking Capitalist Development: Primitive Accumulation, Governmentality and Post-Colonial Capitalism, Routledge, Londres et New York.

China como potencia mundial responsable

Enero 2023

En las últimas dos décadas, la República Popular China (China) ha emergido como un actor importante en la arena internacional. De ser un país distinguido por tener una economía boyante a principios de este siglo, se ha convertido en uno de los principales polos de poder a nivel global. Esta transformación se ha reflejado en los cambios de su política exterior. El bajo perfil internacional asumido por Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao ha dado paso a un perfil más asertivo bajo el liderazgo de Xi Jinping. El crecimiento de China ha alarmado a los principales polos de poder, pertenecientes al Norte global, y ha generado expectativas entre los países de ingresos bajos y medios, localizados en el Sur.

En este ensayo me propongo revisar el papel de China como una potencia mundial responsable en el terreno internacional. Para ello, primero reviso qué se entiende por potencia mundial en Relaciones Internacionales y cuáles son las características de China como una potencia mundial contrahegemónica, posteriormente analizo cómo se presenta China a sí misma en tanto potencia mundial responsable y finalmente apunto algunas consideraciones a manera de conclusión.

China como potencia mundial contrahegemónica

En Relaciones Internacionales, tradicionalmente reciben el nombre de potencias aquellos Estados con capacidades sobresalientes para intervenir en el orden internacional. Karen Mingst (2019) clasifica en tres las fuentes de poder de los Estados: naturales, tangibles e intangibles. Entre las naturales están las dimensiones del territorio, los recursos naturales y el tamaño de la población. Las tangibles son el desarrollo industrial, la diversificación económica, el desarrollo de la infraestructura, la preparación de las fuerzas armadas y el desarrollo tecnológico. Las intangibles son la imagen nacional, la calidad del gobierno, el apoyo de la ciudadanía al gobierno, la moral y el liderazgo del gobierno. Otros autores llaman a las fuentes tangibles de poder hard power o poder duro, mientras a las fuentes intangibles las nombran soft power o poder blando. Siguiendo la clasificación de Mingst, las potencias son los Estados que tienes un mayor acceso a estas fuentes de poder.

Autores como Kenneth Waltz, Martin Wright y Paul Kennedy definen de manera similar lo que entienden por potencia. Desde un enfoque más cercano a la economía política, Jonathan Rynn (2001) propone entender a las potencias como los Estados que controlan los sistemas de producción de riqueza, capacidad de la cual surgen sus instrumentos de poder. Rocha y Morales (2010) dividen a las potencias en tres categorías, según el grado de poder que pueden ejercer en el sistema político internacional: potencias mundiales, medias y regionales. La clasificación de los Estados en estas tres categorías varía según los autores de referencia, pero todos coinciden en que el orden mundial es jerárquico y entre más poder tiene un actor, más se acerca a la cúspide de ese orden.

La distribución de poder entre los Estados no es estática, cambia con el tiempo. Waltz clasifica en tres las formas de distribución de poder en el sistema internacional: unipolar, donde un Estado tiene el poder suficiente para derrotar la fuerza combinada de todos los demás; bipolar, donde la mayoría del poder se divide entre dos Estados o coaliciones de Estados; y el multipolar, donde el poder se divide entre tres o más Estados o coaliciones de Estados. El poder de un Estado, su caracterización como potencia mundial, media o regional, no depende solo de sus capacidades, sino también de la forma de distribución del poder en el sistema internacional.

Una propuesta diferente para entender la distribución de poder entre los Estados la encontramos en Robert W. Cox (1983), quien recupera el concepto gramsciano de hegemonía para explicar la formación de potencias mundiales y los cambios en el sistema internacional. En Gramsci la hegemonía es el poder de una clase (la burguesía) para mantener dominadas al resto de clases (las subalternas). Esta dominación ocurre a través del consenso (la aceptación por parte de las clases subalternas de esa relación de poder) y la coerción (el uso de la fuerza contra quienes cuestionan el statu quo). Cox extrapola el análisis gramsciano al sistema internacional y examina los mecanismos de dominación hegemónica, afirmando que las instituciones internacionales son creadas por el Estado que establece la hegemonía. Al mismo tiempo, Cox apunta la posibilidad de que en el siglo XXI pueda surgir un reto contrahegemónico.

El papel de China en el sistema internacional puede entenderse con este marco analítico. Desde 1949 hasta 1980, China fue un país que difícilmente podía considerarse como potencia en el plano global. Su territorio y su población eran grandes, pero sus capacidades económicas, tecnológicas y militares estaban muy lejos de las potencias europeas o norteamericanas. Bajo el orden bipolar de la Guerra Fría, podía considerarse como una potencia regional dado que fue capaz de hacer que las potencias mundiales respetaran su soberanía y lanzó iniciativas en el plano internacional, como el Movimiento de Países No Alineados. En ese periodo China consiguió la bomba atómica, se enfrentó militarmente a Estados Unidos en la Guerra de Corea, defendió su soberanía sobre Taiwán y mantuvo breves conflictos armados con la India y la Unión Soviética. No era un Estado débil, pero estaba lejos de ser una potencia mundial.

Entre 1978 y 2012, China desarrolló las capacidades para convertirse en una potencia mundial. La principal fuente de poder que desarrolló fue la economía. El crecimiento económico detonado por la Reforma y la Apertura de Deng Xiaoping logró que entre 1980 y 2000 China desarrollara sus fuerzas productivas como jamás lo había hecho, recibiendo capitales de todo el mundo y aprovechando los beneficios de la globalización y el fin de la Guerra Fría. A partir de 2001, la participación de China en el comercio mundial se potenció, gracias a la entrada del país a la Organización Mundial del Comercio. Como consecuencia de ello, en 2018 China desbancó a Estados Unidos como principal socio comercial a nivel mundial. En 2010 rebasó a Japón como segunda economía más grande del mundo, medido por PIB nominal.

Mientras su economía crecía a tasas sin precedentes y se convertía en uno de los motores de la economía mundial, en su política exterior China seguía sin asumirse como una potencia media o como una potencia mundial. La política exterior de los 24 caracteres de Deng Xiaoping, la cual recomendaba esconder las capacidades, mantener un perfil bajo y no reclamar liderazgo, se mantuvo como la principal carta de presentación de China al mundo. Eventos puntuales, como las Olimpiadas de Beijing 2008 o la formación de los BRICS en 2006, dieron al mundo algunos destellos de las crecientes capacidades de China, pero durante los mandatos de Jiang Zemin y Hu Jintao, el país formalmente se adhirió a la política exterior de bajo perfil diseñada por Deng.

Cuando Xi Jinping llegó al poder, en 2012, la política exterior de China comenzó a alejarse del bajo perfil de antaño y asumió una política exterior más asertiva. Lanzó propuestas de alcance mundial, como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y buscó involucrarse más en el sistema de gobernanza global. Su influencia comenzó a sentirse más en los países de ingresos medios y bajos de Asia, África y América Latina, pero también desplegó mecanismos para colaborar con los países europeos. Paralelamente, China inició un proceso de modernización de sus Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo que China comenzaba a asumir un comportamiento de potencia mundial, en 2014 su economía desplazó a la estadounidense como la más grande del mundo, medida por paridad de compra.

Con las capacidades económicas adquiridas en los últimos cuarenta años, China ya se ha convertido en una potencia mundial. Esta transformación ocurre en un momento histórico en el que el mundo unipolar de la post Guerra Fría ha llegado a su fin y las potencias medias y regionales comienzan a tener una participación más importante en el escenario internacional. El ascenso de China a la categoría de potencia mundial está aparejado con el surgimiento de un mundo multipolar, donde países como Rusia, India, Irán, Turquía, Brasil, entre otros, han obtenido mayor autonomía y actúan en el terreno internacional persiguiendo sus propios intereses nacionales, en ocasiones incluso contra los intereses de las potencias mundiales.

Por sus características políticas, sociales y culturales, y por las dimensiones de sus capacidades, China no emerge como una potencia mundial que se integra al orden hegemónico liderado por Estados Unidos, sino, recuperando los conceptos de Cox, como una potencia contrahegemónica. En los últimos 40 años, Estados Unidos ha sido incapaz de integrar de manera subordinada a China dentro de su hegemonía internacional. En ese sentido, el surgimiento de China como potencia mundial cuestiona la hegemonía construida por los países del Norte cuando el poder del sistema internacional se encontraba concentrado en ellos. Las estructuras de gobernanza mundial enfrentan la necesidad de reformarse para responder a las nuevas condiciones, lo cual implica reflejar de mejor manera la cambiante distribución del poder.

La posición oficial de China sostiene que el país no busca reemplazar a Estados Unidos como superpotencia mundial, ni busca construir nuevas instituciones cuyo centro político sea China (Xinhua 2019). No es, afirma, una potencia revisionista, sino reformista. No pretende construir un nuevo orden de gobernanza global, sino hacer que los organismos que ya existen reflejen mejor los intereses de todos los países. En lugar de un “orden basado en reglas”, China apuesta por defender un orden basado en el derecho internacional. Independientemente de si China busca destruir el orden internacional liberal actual, o si solo busca reformarlo, cualquiera de estas dos acciones es asumida por Estados Unidos como una seria amenaza a su hegemonía (House 2022). De ahí que la “great power competition” adquiera cada vez más importancia en la academia estadounidense de Relaciones Internacionales.

China como potencia mundial responsable

La noción de una gobernanza responsable no es nueva en China. Como menciona Yeophantong (2013), la responsabilidad asociada al poder se encuentra entre los textos canónicos del confucianismo, escritos por Mencio y el propio Confucio. En épocas tan tempranas como las dinastías Qin y Han, ya existía la idea de que el gobernante tenía la responsabilidad de mantener un nivel mínimo de bienestar entre sus gobernados. En caso contrario, era legítimo rebelarse, pues se consideraba que el gobernante había perdido el Mandato del Cielo.

Las atribuciones de un gobierno responsable han cambiado a lo largo del tiempo. En la China dinástica, la responsabilidad era asociada a mantener la estabilidad social y política en el imperio, que a su vez podía considerarse como mantener la estabilidad en el mundo (天下), dado que China era el Reino del Centro. En el periodo republicano y hasta la muerte de Mao, la responsabilidad consistía en expulsar a las fuerzas extranjeras, fortalecer al país y lograr el respeto de China en la arena internacional. A partir del periodo de Deng Xiaoping la responsabilidad se puede dividir en tres aspectos: doméstico, internacional y global. En el doméstico, equivale a mantener la estabilidad social y política, y continuar el desarrollo nacional a través del crecimiento económico. En el internacional, significa participar en las instituciones internacionales y adherirse a sus normas. En el global, la responsabilidad se asocia con mantener la estabilidad mundial a través del desarrollo común y la creación de un sistema de gobernanza inclusivo y plural (Yeophantong 2013, 363).

El crecimiento económico de China llevó a las autoridades de Estados Unidos a presionar al país para que asumiera más responsabilidades en el plano internacional. En 1995, en una reunión de la ONU, Bill Clinton le comunicó a Jiang Zemin que Estados Unidos le daba la bienvenida a China a la mesa de los grandes, y le advirtió que los grandes poderes también tienen grandes responsabilidades. Años después, en 2005, el vicesecretario de Estado Robert B. Zoellick pronunció un discurso donde reconoció a China como un poder emergente y la llamó a actuar como un “responsible stakeholder” (Deng 2015). En esa coyuntura, bajo el gobierno de Jiang Zemin, China comenzó a presentarse a sí misma como un país responsable en la arena internacional. Como lo señala Thomas (2020), el People’s Daily, órgano del Partido Comunista de China, comenzó a publicar artículos sobre China como una potencia responsable en 1998. Durante el gobierno de Hu Jintao estas publicaciones aumentaron de forma notable y lo hicieron aún más en el gobierno de Xi Jinping.

Gráfica 1. Artículos del People’s Daily que mencionan a China como potencia responsable

Fuente: Thomas, 2020

China no solo ha buscado presentarse como una potencia mundial responsable a través de los medios de comunicación, sino también impulsando iniciativas de alcance global en las que involucra a la comunidad internacional. Es el caso de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, lanzada por Xi Jinping en 2013. Esta iniciativa pretender atender el déficit de infraestructura que existe en los países del Sur global, pero, además de su dimensión económica, tiene también un componente político. Como sostiene Tzili (2022), la Iniciativa de la Franja y la Ruta es presentada por el gobierno chino como un bien público global que China provee al mundo. Al ser capaz de dirigir esta iniciativa, a la cual ya se han adherido más de 140 países, China se presenta como una potencia mundial y al mismo tiempo como una potencia responsable.

Si desagregamos los componentes que el gobierno chino le ha añadido posteriormente a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, podemos observar mejor los aspectos en los cuales China enfatiza su participación. Con la Ruta de la Seda Digital, China se presenta como un proveedor de infraestructura tecnológica que permita mejorar la comunicación de los países de ingresos bajos o medios. Con la Ruta de la Seda Polar, China plantea desarrollar las rutas árticas del tráfico marítimo para todos los países interesados (Tzili 2021). Con la Ruta de la Seda de la Salud, China busca participar en la mejora de la salud pública de los países miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (Xinhua 2017). Con la Ruta de la Seda Verde, China propone acciones para conservar los ecosistemas y desplegar relaciones respetuosas con el medio ambiente (Xinhua 2019). Con la Ruta de la Seda Espacial, China abre la puerta para terminar con la dominación de las potencias espaciales tradicionales y establecer nuevas relaciones de colaboración en el ámbito espacial.

Un aspecto al que China le ha dado especial atención para presentarse como una potencia mundial responsable es la seguridad. Aquí cabe destacar el cambio que ha tenido China, de ser un país mantenedor de la paz a un pacificador activo en conflictos armados, lo cual responde a sus intereses geopolíticos (Fierro 2022).  Entre 1980 y 2018, China participó en 24 operaciones de mantenimiento de paz de la ONU, con más de 35 mil soldados; además de ser el segundo mayor contribuyente económico de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. No todas las participaciones de China en las operaciones de mantenimiento de paz han sido en contextos bélicos, sino también en contextos de desastres naturales, como terremotos, tsunamis, inundaciones, entre otros. En 2017 China inauguró una base militar en Yibuti, la primera de ultramar, para contribuir a la seguridad marítima en el Cuerno de África. Esto ha proyectado globalmente la responsabilidad de China.

En abril de 2022, en el marco de la guerra de Ucrania, Xi Jinping presentó la Iniciativa para la Seguridad Global (Xinhua 2022). La iniciativa busca persistir en la visión de seguridad común, respetar la soberanía e integridad de todos los países, acatar los principios de la Carta de la ONU, tomar en serio las preocupaciones de seguridad de todos los países y solucionar las discrepancias de forma pacífica. Con esta propuesta, China pretende abonar a la construcción de su imagen como potencia mundial responsable. Su posición respecto a la guerra de Ucrania también contribuye a ello: no apoya abiertamente a Rusia ni a Ucrania, llama a ponerle fin a las hostilidades por medio de negociaciones, comprende las preocupaciones de seguridad de Rusia ante la expansión de la OTAN y apoya a Ucrania en la defensa de su integridad territorial.

La coyuntura de la pandemia por Covid-19 fue una oportunidad que China aprovechó para consolidar su imagen como potencia mundial responsable (CGTN 2021). En un contexto de escasez de mascarillas, guantes y pruebas, los países del Norte acapararon la oferta del mercado persiguiendo sus propios intereses. China, que para 2020 ya había logrado controlar al virus, envió equipos médicos y material sanitario no solo a los países de ingresos bajos y medios, sino también a países como España e Italia, lugares donde Europa resintió la pandemia con más fuerza en los primeros meses de 2020. Posteriormente, cuando China ya había logrado desarrollar sus propias vacunas, donó millones de dosis a varios países del mundo, además de otro número importante que vendió. Con toda su actividad en el plano internacional, China no solo logró contrarrestar los ataques de Donald Trump, que hablaba del virus chino y la culpa de China por el desastre mundial, sino también se presentó como un actor responsable en momentos de especial vulnerabilidad para los países del Sur global.

A propósito de la pandemia, en septiembre de 2021, Xi Jinping propuso una Iniciativa para el Desarrollo Global (Xinhua 2021). El anuncio lo hizo en la Asamblea General de la ONU. De acuerdo con Xi, la iniciativa busca orientar el desarrollo global después de los golpes sufridos por la pandemia de Covid-19. En resumen, la propuesta de China llama a la comunidad internacional a promover los procesos de cooperación multilateral para acelerar el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Al presentar esta iniciativa, China se asume como un país con autoridad moral para hacerlo: ha tenido un buen crecimiento económico, ha contribuido notablemente a la reducción de la pobreza extrema en el mundo mediante la eliminación de la pobreza extrema en su territorio, promueve las relaciones entre todos los países, condena la mentalidad de Guerra Fría, y se ha comprometido a alcanzar su pico de emisiones de CO2 antes de 2030 y la neutralidad de carbono antes de 2060.

Un elemento más a considerarse cuando hablamos de China como potencia mundial responsable es el ámbito doméstico. Sobre todo tratándose de China, un país donde el texto clásico confuciano la Gran Enseñanza señala que para gobernar bien un reino, el gobernante debe empezar por gobernar bien su casa. La estabilidad social y política de China va más allá de las declaraciones oficiales del gobierno. Tal como lo mencionan Cunninghan, Saich y Turiel (2020), la ciudadanía china califica a su gobierno como más capaz y efectivo que nunca, lo cual es resultado directo del constante mejoramiento de las condiciones de vida materiales del pueblo. Este es uno de los factores que más prestigio le dan a China al compararse con otros países del mundo. En su perspectiva, solo un país responsable dentro de sus fronteras puede serlo también hacia el exterior.

Consideraciones finales

Las crecientes capacidades de China la han llevado a convertirse en una potencia mundial. Este nuevo sitio del país en el orden internacional comenzó a recibir atención de China durante el gobierno de Jiang Zemin; con Hu Jintao los discursos del “ascenso pacífico” y el “desarrollo pacífico” fueron instrumentos narrativos para consolidar la emergencia de China; y con Xi Jinping la consolidación del país como potencia mundial ha tenido como telón de fondo el llamado Sueño Chino. En 2012, Xi Jinping señaló que el Sueño Chino consiste en lograr el rejuvenecimiento de la nación china, lo cual equivale a lograr una sociedad moderadamente acomodada en 2021 y hacer de China un país socialista moderno, próspero, y fuerte en 2049 (Jinping 2014).

China asume que, para lograr el Sueño Chino, tiene que convertirse en una potencia mundial responsable. Pero la responsabilidad que China busca practicar no es la misma responsabilidad que le ha exigido Estados Unidos desde la época de Clinton hasta ahora. Para Estados Unidos, una China responsable equivale a una China que se inserta subordinadamente en la estructura de gobernanza global aceptando la hegemonía estadounidense. Para China, ser una potencia mundial responsable significa reformar la gobernanza global para adecuarla a la nueva distribución del poder en el sistema internacional. Para Estados Unidos, China es la principal amenaza del orden internacional liberal; para China, la principal amenaza del orden internacional liberal no es ella, sino el fin del mundo unipolar y el surgimiento del mundo multipolar, un proceso del cual China no puede ser señalada como responsable. El surgimiento de China como potencia mundial responsable y el surgimiento del mundo multipolar son procesos dialécticos.

La principal audiencia que China busca interpelar cuando se presenta como una potencia mundial responsable no es el Norte, sino el Sur global. Es entre los países de ingresos bajos y medios donde China busca ganar reconocimiento como potencia mundial responsable. Las potencias medias y regionales también le interesan. Los BRICS son un ejemplo de ello, un grupo al que ya han solicitado su admisión Argentina, Argelia, Egipto, Turquía y Arabia Saudita. Son estos países los que más ven limitadas sus posibilidades de desarrollo bajo el actual orden internacional liberal dominado por la hegemonía estadounidense, y por lo tanto son los más interesados en reformarlo. Por otro lado, estos países podrían jugar un papel importante en un escenario de conflicto como el que plantean algunos académicos estadounidenses bajo el concepto de “la trampa de Tucídides” (Allison 2015).

En 2017, en el marco del XIX Congreso del Partido Comunista, Xi Jinping aseguró que China promoverá la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales y la construcción de una comunidad de futuro compartido por la humanidad, lo cual significa “mantener el respeto por los demás, la justicia, las relaciones ganar-ganar y abandonar la ley de la jungla, que deja a los débiles a merced de los fuertes; significa también aceptar que todos los países tienen derecho a escoger su propio camino de desarrollo y que no hay una sola vía para todo el mundo” (CGTN 2017). De acuerdo con China, estos son los criterios con los que se puede medir su responsabilidad. En la medida en que contribuye a cumplir esos objetivos, China se considera a sí misma más responsable.

Las políticas de contención aplicadas por Estados Unidos contra China bajo la administración Trump y Biden representan serias dificultades para que el país continúe desarrollando sus capacidades y para que se siga consolidando como potencia mundial. Las campañas mediáticas de desprestigio, las sanciones comerciales, las prohibiciones de exportar tecnología a China, las críticas por los derechos humanos en Xinjiang y los roces por la cuestión de Taiwán, son obstáculos que China debe enfrentar en la actualidad para mantener su crecimiento económico, su estabilidad social y política, y su proyección internacional. La manera como responda a estos desafíos impactará tanto en el desarrollo de sus capacidades como en la imagen que proyecte al mundo.


Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y cursa una maestría en Estudios de China en El Colegio de México.

REFERENCIAS

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Fierro, Tonatiuh. «La política exterior de China en torno a la búsqueda de estabilidad y la paz globales, 1949-2020.» En Setenta años de existencia de la República Popular China, 1949-2019, de Eduardo Tzili Marisela Connelly, 686. Ciudad de México: El Colegio de México, 2022.

House, The White. «The White House.» The White House. 12 de Octubre de 2022. https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2022/10/Biden-Harris-Administrations-National-Security-Strategy-10.2022.pdf (último acceso: 1 de Diciembre de 2022).

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Yeophantong, Pichamon. «Governing the World: China’s Evolving Conceptions of Responsibility.» The Chinese Journal of International Politics, 2013: 329-364.

Una ciudad para la acumulación de capital

Diciembre 2022

La Ciudad de México enfrenta graves problemas de desigualdad, entre ellos se halla la desigualdad territorial. Existen espacios donde se concentran todos los servicios urbanos como agua, electricidad, servicio de basura, rutas para las bicicletas, transporte público y sustentable en mayor cantidad y calidad, en contraste con otros espacios, en los que ninguno de estos servicios funciona de forma regular o, incluso, no existen. Junto con esta desigualdad, como fenómenos que se complementan, ha estado ocurriendo de manera acelerada el desplazamiento de personas de ciertas colonias a otras porque el ingreso ya no es suficiente para costear la vida ahí mismo. Esto es la gentrificación.

Mucho se ha hablado de la gentrificación como un acto en el que los propietarios del inmueble residencial o comercial utilizan las casas o locales como activos de inversión, es decir, como bienes de inversión que se tienen que capitalizar, de los que se tiene que sacar ganancias. Sin embargo, esta expansión de la gentrificación sería imposible sin la participación del gobierno. Muchas de las acciones del gobierno de la Ciudad de México por hacer de ésta un “espacio moderno” esconden la profundización del desarrollo urbano desigual y excluyente para la mayoría de sus habitantes. Desde hace cuatro sexenios, el gobierno de la Ciudad de México ha venido aplicando políticas de recuperación, renovación, de ciudad compacta que, en términos de gasto público, consisten en la materialización de obras de infraestructura –de transporte público, de intervención de las calles para que las ciclistas puedan andar más seguros, de aumento de la seguridad pública, de mejora de servicios de la basura– pero solo para las colonias centrales.

El gobierno justifica esta aplicación gasto público con el argumento de que el embellecer la ciudad va a promover el turismo extranjero de altos ingresos que, a su vez, dejará una derrama económica en la ciudad que beneficiará al resto de la sociedad. Y 22 años después de que se planteó así el gasto público, la gente más pobre de la ciudad sigue esperando tales derramas económicas en sus bolsillos. El viejo cuento del goteo que propagó el neoliberalismo y que hoy la realidad ha más que desmentido.

Lo que sí ha ocurrido es que los dueños del capital han aprovechado estas “políticas de recuperación” para el desarrollo inmobiliario y en un escenario de poca o nula regulación, el efecto ha sido el aumento del precio de la vivienda (las famosas plusvalías como las denominan en ese sector, que es el incremento del valor de la vivienda resultado de las acciones públicas). Es decir, el gasto público, que se paga con la recaudación pública, se traduce en beneficios para unos cuantos, para los propietarios de las viviendas que no son quienes las habitan, sino que las poseen como formas de capital, como riqueza que existe para valorizarse.

La concentración del gasto público en las colonias centrales de la ciudad tiene su contraparte en el pobre cumplimiento para la satisfacción de los servicios más básicos de la gente que vive en las colonias más pobres. Por tanto, en lugar de hacer que el gasto público sirva como un atenuante de las desigualdades que conlleva vivir en un sistema capitalista, este las hace más profundas. Además, por si eso no bastara, se estigmatiza y hasta criminaliza a los habitantes de colonias populares y a su organización, declarándolos como paracaidistas, delincuentes, etc. sin que el Estado ofrezca solución a sus demandas de servicios y vivienda adecuada. Esta política forma parte de un modelo económico que contribuye a la polarización económica de la sociedad. Necesitamos un modelo que priorice las necesidades de la gente. Pero el cambio de modelo solo puede ser obra de la misma gente empobrecida, mediante su organización y su lucha por un poder político emanado de su seno, de sus iguales.


Samira Sánchez es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Inteligencias artificiales y artistas digitales

Diciembre 2022

En 2022 se hicieron populares las Inteligencias Artificiales(IAs) que producen “arte digital.”

Aquí podríamos abrir un debate sobre si estas obras pueden ser consideradas arte o podríamos discutir en qué medida estas tecnologías permiten automatizar no solo la reproducción de las obras artísticas, sino su producción. Sin embargo, hoy quiero hablar de cómo este tipo de tecnologías pueden afectar (y parece que ya lo están haciendo) el trabajo de algunos artistas y diseñadores.

Puesto en términos simples, lo que denominamos IA es un algoritmo diseñado y entrenado para resolver cierto tipo de tarea. Una de las características frecuentes de estos algoritmos es que son capaces de “aprender”; es decir, que son capaces de corregir y actualizar su desempeño con base en su “experiencia.” Aquí podríamos tener también toda una discusión sobre qué son y cómo entendemos las IAs. Pero quedemos de acuerdo en que esta es solo una definición mínima y aproximativa.

Las IAs que producen arte digital son algoritmos entrenados con millones de imágenes y sus descripciones, de manera que una computadora sea capaz de “crear”, a partir de instrucciones textuales o referencias gráficas, una imagen nueva, a veces sumamente detallada, en un estilo artístico particular y en solo segundos.

Ante el rápido desarrollo de estas tecnologías, algunas personas se han preguntado si este tipo de IAs harán que los artistas gráficos se vuelvan superfluos. En mi opinión, el arte no puede dejar de tener cierto factor humano y, en consecuencia, estas tecnologías no harán prescindibles a los artistas; sin embargo, cabe preguntarse si pueden significar una amenaza para el empleo e ingresos de muchos diseñadores y artistas digitales.

Para intentar responder esta pregunta consideremos lo siguiente: en principio, la tecnificación y automatización suelen reducir los tiempos y costos de la producción y, muchas veces, también reduce la complejidad de los procesos de trabajo. En otras palabras, el desarrollo tecnológico aumenta la productividad, permitiendo que se produzca más con la misma o menor cantidad de esfuerzo humano y, además, reduce el nivel de capacitación necesaria para realizar dicho trabajo, por lo que más personas pueden llevarlo a cabo. Todo esto hace que el mercado de trabajo necesite relativamente menos trabajadores para las áreas tecnificadas y que sus salarios tiendan a reducirse.

Con la producción de arte digital, las IAs pueden hacer precisamente esto: reducir los tiempos y costos, así como la capacitación necesaria, para producir ciertas obras. En consecuencia, podríamos esperar una menor demanda relativa de diseñadores digitales, así como una reducción de sus salarios o pagos por trabajo.

Por supuesto, es probable que la calidad del “arte” producido con IAs no sea aún tan buena como para ser solicitada por las grandes empresas. Sin embargo, otros sectores muy amplios aprovecharán esta oportunidad para abaratar sus gastos en publicidad e imagen. Además, si estas tecnologías se perfeccionan, y creo que así será, su uso se generalizará y, en consecuencia, podemos vislumbrar un horizonte laboral poco halagüeño para muchos diseñadores y artistas, mismos que ya de por sí deben lidiar con la fragilidad y precariedad del autoempleo.

No obstante, nada de esto es nuevo. Este proceso, de menoscabo del empleo frente a la tecnificación de la producción, es el mismo que deben enfrentar la mayoría de los empleos en el capitalismo. Es muy probable que en el futuro sean cada vez más los artistas, administradores, intelectuales y profesionistas que deban enfrentar situaciones análogas a esta.

Por eso resulta necesario analizar bien la cuestión. No podemos esperar que el mundo y la tecnología se detengan. Lo que sí podemos y debemos considerar es que la tecnología no es el problema de fondo. Con mejores tecnologías aumenta nuestra capacidad para crear más y mejores riquezas, de forma más barata, rápida e incluso sustentable. El problema es, más bien, la manera en que la economía está organizada en torno a los mercados y a la propiedad privada, lo que termina por someter el empleo a las lógicas antes dichas.

Bajo el capitalismo, el desarrollo tecnológico aumenta la productividad, pero también precariza el mercado de trabajo. Quizá, más que emprender una cruzada ludista contra las maquinas, debamos empezar a cuestionar las condiciones sociales que hacen que objetos potencialmente benéficos resulten en nuestro perjuicio. Porque, como dijo Sor Juana, “¿qué culpa tiene el acero / del mal uso de la mano?”.


Pablo Hernández Jaime es Maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

El desarrollo de las relaciones económicas entre China y México

Diciembre 2022

En este trabajo analizo el desarrollo de las relaciones económicas entre China y México como resultado del crecimiento de la economía china en las últimas cinco décadas. En la primera parte, hago una revisión del crecimiento económico de China desde la época de Deng Xiaoping hasta el gobierno de Hu Jintao; en la segunda, explico las características del crecimiento económico de China durante el gobierno de Xi Jinping; en la tercera, me centro en el comercio, la inversión y el financiamiento como variables para analizar las relaciones económicas entre China y México; posteriormente, planteo la importancia estratégica de México para Estados Unidos ante el ascenso de China; finalmente, presento las conclusiones del estudio.

1. De Deng Xiaoping a Hu Jintao

Desde la fundación de la República Popular China, su historia económica ha atravesado dos grandes periodos. El primero abarca de 1949 a 1978 y el segundo de 1978 hasta la actualidad. Mao fue el principal ideólogo e impulsor del primer periodo, mientras Deng lo fue del segundo. Durante el periodo de Mao, la economía china adquirió un carácter centralizado, planificado y estatal. Siguiendo el modelo de la economía soviética, el Partido Comunista impulsó un crecimiento económico basado en la industria pesada. En el esquema teórico general el sector agrario debía ser la fuente de recursos para generar un aparato industrial poderoso, con la idea de usar ese aparato industrial como palanca de desarrollo de toda la economía. Sin embargo, hasta 1976, cuando murió Mao, la economía china todavía no estaba enfilada hacia una senda de crecimiento sostenido.

La llegada de Deng Xiaoping al poder, en 1978, significó una clara ruptura con la política económica de Mao. Deng aplicó un conjunto de reformas orientadas a liberalizar la economía: aceptó la formación de empresas privadas, creó las Zonas Económicas Especiales, terminó con las cooperativas rurales, flexibilizó el sistema de planificación central y alentó la llegada de capitales extranjeros. En términos sociales, esto significó el fin del llamado “tazón de arroz de hierro” y la introducción de relaciones sociales de tipo capitalista. Durante el periodo de Mao, el Estado garantizaba a los trabajadores la provisión de alimentos, la atención de la salud, el acceso a la educación, la posesión de una vivienda, entre otros derechos fundamentales. Con Deng, las relaciones salariales comenzaron a volverse predominantes y el mercado ocupó el lugar del Estado. Ahora la distribución de la riqueza tendría lugar en el mercado y ahí mismo los individuos debían buscar todos sus satisfactores.

Las reformas de Deng comenzaron en 1978, pero han permanecido como parte de la política económica de China hasta la actualidad. A pesar de no ser secretario general del Partido Comunista, ni presidente de la República Popular China, Deng fue el máximo líder político entre 1978 y 1993. En la década de 1980, las reformas generaron un rápido crecimiento económico y potenciaron dos fenómenos sociales anteriormente controlados: la desigualdad y la corrupción. Como resultado de este modelo de crecimiento comenzó a producirse más riqueza, pero aumentó la concentración de esta y aparecieron grupos sociales empobrecidos. Esta dinámica social, más la búsqueda de un sistema político democrático liberal por parte de algunos sectores, causaron descontento entre algunas capas de la población. El resultado de este proceso fueron las protestas juveniles de finales de la década de 1980, las cuales tuvieron lugar en varias ciudades. La de Beijing, en 1989, fue la más representativa.

Tras 1989 las reformas económicas perdieron fuerza. No solo había entre la población una energía social difícil de controlar, sino también al interior del Partido Comunista había un grupo reacio a seguir con las reformas y más partidario de continuar algunas lógicas de la economía maoísta. Sin embargo, después del histórico viaje al sur realizado por Deng Xiaoping en 1992, en el cual pudo constatar el desarrollo de las Zonas Económicas Especiales, las reformas nuevamente comenzaron a ser impulsadas. Al morir Deng, China estaba enfilada hacia un crecimiento económico sostenido; la reforma política, por otro lado, quedó cancelada. La China de la década de 1990 profundizó las reformas económicas, pero dejó intocado el sistema político, con el Partido Comunista como máximo centro de poder.

Jiang Zemin gobernó entre 1993 y 2003 siguiendo las reformas económicas iniciadas por Deng. En este periodo China se integró a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de esa manera amplió sus relaciones comerciales con todos los países miembros. Hu Jintao, sucesor de Jiang Zemin, estuvo en el poder entre 2003 y 2013. Su periodo estuvo marcado por darle continuidad a las reformas y por hacer esfuerzos para disminuir la desigualdad. Tanto en el gobierno de Jiang Zemin como en el de Hu Jintao, China experimentó un crecimiento económico sostenido, basado en las reformas de Deng y en el aprovechamiento de la globalización de la década de 1990. China se convirtió en la fábrica del mundo, con una producción orientada al mercado externo y, en un primer momento, centrada en bienes de bajo valor agregado.

Gráfica 1. PIB de China, 1978 – 2013

Fuente: Banco Mundial.

En los 35 años comprendidos entre la ascensión de Deng Xiaoping al poder y el fin del gobierno de Hu Jintao, la economía china tuvo un crecimiento asombroso. Su PIB se multiplicó 26 veces, mantuvo una tasa de crecimiento promedio anual de 9.5%, su PIB per cápita se multiplicó por 18, y en 2010 desplazó a Japón como segunda economía más grande del mundo, solo por detrás de Estados Unidos. De ser un país mayoritariamente agrario, cerrado y atrasado, en 35 años China superó a las economías más grandes del mundo, con la única excepción de la superpotencia. Un dato capaz de resumir estos cambios es la participación de China en el PIB mundial: en 1978 era de 1.47%, mientras en 2013 era de 13.59% (Banco Mundial). Las Olimpiadas de Beijing 2008 fueron la presentación al mundo de esa China creciente, la cual empezó a hablar de un “ascenso pacífico” para no alarmar a las potencias del mundo.

2. La era de Xi Jinping

Xi Jinping asumió el cargo de secretario general del Partido Comunista en 2012 y llegó a la presidencia de China en 2013. Durante su gobierno la economía china ha mantenido un crecimiento sostenido, duplicando su PIB de 2013 a 2021; sin embargo, respecto a los 35 años previos ha sufrido una desaceleración, pues desde 2013 hasta 2021 la tasa de crecimiento promedio anual disminuyó a 6.4%. Su gobierno puede ser dividido en dos periodos, siendo 2018 el punto de inflexión. En el primer periodo, Xi siguió impulsando la reforma y la apertura de Deng Xiaoping; en el segundo comenzó a abandonar ese modelo de desarrollo para darle más importancia al mercado interno.

Xi tomó las riendas de una economía globalmente conectada, pero desde el principio buscó profundizar todavía más esa conexión. En 2013 Xi lanzó la Iniciativa de la Franja y la Ruta, una estrategia de desarrollo basada en la exportación de capitales chinos para la construcción de infraestructura en Asia, Europa, África y América Latina. Por medio de esa estrategia, China comenzó a buscar una mayor integración económica con los demás países del mundo. Paralelamente, en 2013 nació el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, el cual tenía el objetivo de financiar la Iniciativa de la Franja y la Ruta. En ese primer periodo de Xi, China sustituyó a Estados Unidos como el país con mayor intercambio comercial en el mundo.

Figura 1. Principal socio comercial entre China y Estados Unidos

Fuente: The Economist, 2021.

Al interior, la continuación de la reforma significaba seguir disminuyendo la presencia del Estado en la economía. Esto ocurrió durante el primer periodo de Xi, si bien con menos énfasis al compararlo con gobiernos anteriores. Otro rasgo del primer periodo fue la campaña anticorrupción lanzada por Xi para acabar con esa herencia de la reforma. Además, Xi impulsó la lucha contra la pobreza para hacer de China una “sociedad modestamente acomodada”; sus éxitos en este rubro ensancharon la clase media china y ampliaron el poder adquisitivo de los estratos con menos ingresos.

En el segundo periodo, Xi asumió una política económica diferente de la primera. A grandes rasgos, comenzó a cuestionar la reforma y la apertura, y empezó a favorecer una lógica más estatista. Al exterior Xi siguió impulsando la Iniciativa de la Franja y la Ruta, abogó por la globalización económica y buscó profundizar las relaciones entre China y sus socios. Sin embargo, la guerra comercial emprendida por Donald Trump a partir de 2018 tensionó las relaciones entre China y Estados Unidos, y mermó el crecimiento económico de los dos países. En ese contexto Xi Jinping llamó a aplicar una economía de doble circulación. Esta política fue enunciada oficialmente en 2020. Básicamente, consiste en reorientar la economía china dándole prioridad al mercado interno, pues en todos estos años el crecimiento de la economía nacional había girado en torno a la demanda externa. Al mismo tiempo, Xi cambió el enfoque del desarrollo económico: en lugar de buscar un crecimiento rápido, China ahora debía privilegia un crecimiento económico de alta calidad.

Al interior, Xi Jinping declaró erradicada la pobreza extrema en 2020 y con eso dio por realizado uno de los objetivos trazados por él desde el inicio de su gobierno. En este segundo periodo Xi asumió un comportamiento diferente con algunos sectores de la economía. En lugar de facilitar las operaciones empresariales, el Partido Comunista empezó a tomar medidas consideradas por algunos como dañinas para el ecosistema empresarial chino. Así, en 2020 las autoridades frustraron la salida a bolsa de Ant Group, propiedad del multimillonario Jack Ma; en 2021 quedaron prohibidos los negocios educativos de nivel primaria; el mismo año las autoridades regularon el uso de videojuegos por los menores de 18 años con la finalidad de evitar su uso desmedido; entre otras medidas del mismo tipo.

A partir del segundo mandato de Xi, el Partido Comunista ha hecho esfuerzos importantes por aumentar su control sobre las empresas privadas. Además de endurecer las regulaciones, el Partido Comunista llamó a consolidar la presencia de sus células en las compañías privadas, y ha instado a las mayores empresas a participar activamente en la política de Prosperidad Común mediante donaciones filantrópicas multimillonarias. Entre estas medidas cabe mencionar la política de Covid cero, la cual prioriza la salud de la población china sobre el crecimiento económico del país.

De estas medidas económicas y los comunicados del propio Xi Jinping puede inferirse la existencia de un giro en la política económica de China. Ya no es esa China necesitada de atraer capitales para poder desarrollarse, ni aquella donde el crecimiento del PIB era el máximo criterio para evaluar el trabajo de las autoridades. El socialismo con características chinas para una nueva era, como lo ha llamado Xi Jinping desde el XIX congreso del Partido Comunista en 2017, es el nombre de una etapa diferente, que se aleja de las reformas económicas de Deng y da al factor ideológico un papel central.

3. Las relaciones económicas entre China y México

Durante el periodo de gobierno de Mao, las relaciones económicas entre China y México fueron prácticamente inexistentes. En febrero de 1972 México y China establecieron relaciones diplomáticas, pero el reconocimiento del gobierno de Beijing en lugar del de Taipéi no significó para México el inicio de relaciones económicas con China. En la década de 1970 China todavía no estaba preparada para comerciar con regiones tan distantes como México. A principios de la década, la política económica de Mao estaba volcada al interior; a finales, la política económica de Deng dio un giro radical y comenzó a buscar relaciones con todo el mundo. Fue en la década de 1980 cuando la economía china empezó a experimentar un rápido crecimiento y así sentó las bases para estrechar relaciones con los países interesados.

En 1972 las importaciones de China a México y las exportaciones de México a China eran inferiores al 1% del comercio exterior de México. Veinte años después, en 1992, la situación seguía siendo la misma. Esta falta de dinamismo en la relación comercial puede explicarse por dos factores: el primero es el momento de despegue económico de la economía china, el segundo es la década perdida en México. La crisis de 1982 afectó fuertemente a la economía mexicana, la cual necesitó diez años para empezar a recuperarse. Así, en la década de 1980 el gobierno de México pensaba más en encontrar medidas de supervivencia y no tanto en estrechar relaciones con países emergentes como China (Anguiano, 2012).

Si para México la década de 1980 fue de crisis y recuperación, la de 1990 fue de vinculación a la economía estadounidense. En 1990 el gobierno de México empezó negociaciones con los gobiernos de Estados Unidos y Canadá para sumarse al tratado de libre comercio existente entre esos dos países; en 1992 el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue firmado por los tres países miembros; en 1994 el tratado entró en vigor. La libre circulación de productos entre los tres países norteamericanos fortaleció los lazos económicos entre ellos y acercó a México mucho más al mercado estadounidense. En 1990 el 68% de las exportaciones de México iban a Estados Unidos; en 2000 ya era el 88%. En contraste, las exportaciones a China en 1993 eran el 0.086% de las exportaciones totales, mientras en 2000 apenas habían subido al 0.12% (Navarrete, 2012).

El cambio de siglo sacudió las relaciones entre México y China. La entrada del país asiático a la OMC potenció el comercio de China con los países miembros de la organización, México incluido. En 2003 China ocupó el segundo lugar como socio comercial de México, solo por detrás de Estados Unidos. En ese contexto los gobiernos de China y México firmaron la Asociación Estratégica en 2003. El mismo año fue creada la Comisión Binacional Permanente y en 2004 surgió el Grupo de Alto Nivel México-China. Todos estos fueron mecanismos institucionales generados por el empuje del comercio chino. Su principal función era potenciar las relaciones económicas bilaterales para explotar todas las posibilidades de intercambio.

En la década de 2000 el volumen de los intercambios comerciales entre China y México siguió aumentado, salvo un ligero decrecimiento en 2009, debido a la crisis económica mundial de 2008. La llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia de México, coincidente con la llegade de Xi Jinping al poder en China, significó un nuevo impulso para la relación sino-mexicana. En 2013 la Asociación Estratégica fue elevada al rango de Asociación Estratégica Integral y en 2014 fue creado el Grupo de Alto Nivel de Inversiones. En el gobierno de Peña Nieto el comercio entre China y México siguió creciendo. Pero la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia marcó un punto de inflexión.

A partir de 2018 el comercio bilateral bajó durante dos años. En 2019 el comercio tuvo una ligera contracción tanto en las inversiones de China a México como en las exportaciones de México a China. En 2020, la pandemia por Covid-19 paralizó varios sectores de la economía mundial y llevó a una contracción del PIB de México; esto tuvo un reflejo en la caída de las importaciones de China al país, aunque las exportaciones de México a China crecieron en comparación con 2019. A partir de 2021, como resultado del rebote post pandemia, el comercio bilateral recuperó su tendencia alcista.

Gráfica 2. Comercio México-China (millones de dólares)

Fuente: Secretaría de Economía

La relación comercial entre China y México no solo ha crecido en este periodo, sino también ha aumentado su complejidad. A este respecto, cabe señalar la permanente balanza comercial negativa de México. Las importaciones desde China siempre han superado las exportaciones hacia ese país, alcanzando en 2018 una proporción de 11:1. Si bien las exportaciones de México a China han crecido, las importaciones lo han hecho a una velocidad superior. Otro factor importante es el tipo de bienes intercambiados. Mientras los bienes de consumo exportados por China a México han disminuido como porcentaje de las exportaciones totales, los bienes de capital han aumentado. Asimismo, los bienes exportados por China a México adquieren cada vez mayor valor agregado (Dussel, 2022). En contrapartida, México sigue exportando a China bienes no manufacturados. En 2010 el principal rubro de exportación fueron minerales de cobre; en 2020 ese rubro seguía siendo el primero (Secretaría Economía).

Aunque hay posibilidades de impulsar todavía más el comercio entre China y México, la negociación y entrada en vigor del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC) limita la creación de nuevas iniciativas comerciales por parte de México, como el establecimiento de un tratado de libre comercio con China. El T-MEC fortalece la dependencia comercial de México respecto a Estados Unidos y restringe el crecimiento comercial de China. Si bien la participación de China en el comercio exterior de México ha venido creciendo en las últimas dos décadas, esta todavía no alcanza el 20%, mientras la participación de Estados Unidos supera el 60%.

Gráfica 3. México: comercio exterior, porcentaje sobre el total (1993-2020)

Fuente: Dussel, 2022.

En el rubro de la inversión extranjera directa, la situación es diferente. En contraste con la dinámica comercial, la participación de la inversión extranjera directa de China en México es insignificante. En 2001 la participación de China en la inversión extranjera directa total recibida por México fue de 0.06%, en 2015 subió al 0.19 y en 2020 alcanzó el 1.2%; en concordancia con este crecimiento, China pasó de ocupar el lugar número 22 entre los países con mayor inversión extranjera directa en México en 2000, al lugar 17 en 2010 y al 12 en 202. La participación de China en este rubro está muy atrás de países como Estados Unidos, España, Reino Unido, Japón, Canadá o Alemania.

Figura 2. IED en México por país de origen como % del total, 2001, 2015 y 2021

Fuente: Secretaría de Economía.

El comportamiento de la inversión extranjera directa china en México tuvo su pico máximo en 2018. Después de ese año las inversiones chinas bajaron, aunque seguían siendo superiores a los montos registrados antes de 2018. En 2021, como resultado del rebote económico post pandemia, la inversión extranjera directa china en México alcanzó su máximo nivel.

Gráfica 4. Flujos de IED de China hacia México 1999-2021 (millones de dólares)

Fuente: Secretaría de Economía

La inversión china en México ha venido cambiando de sector. Si en la primera década del siglo la mayoría de las inversiones tenían como destino la explotación de materias primas, poco a poco los sectores de energía y transporte han ido adquiriendo mayor relevancia. En este sentido, cabe resaltar un cambio importante relativo a la realización de proyectos. El proyecto comercial Dragon Mart, iniciado en 2011 y cancelado en 2015; la central hidroeléctrica Chicoasén II, iniciada en 2015 y cancelada en 2017; y el proyecto del Tren México – Querétaro, iniciado en 2014 y cancelado el mismo año; son casos específicos de inversiones chinas en México cuyos proyectos fueron frustrados. En el gobierno de López Obrador han llegado inversiones para proyectos hasta ahora no cancelados y cuya ejecución está en proceso.

Tabla 1. Proyectos de infraestructura de China en México (2000-2020)

Fuente: Dussel, 2022

La tercera variable de las relaciones económicas entre China y México es el financiamiento. De las tres analizadas (comercio, inversión y financiamiento), esta es la menos fortalecida. En toda la relación entre los dos países, únicamente existen dos registros de financiamiento. En septiembre de 2013 los gobiernos de China y México suscribieron una iniciativa para crear un fondo de inversiones orientado a proyectos de infraestructura, energía, minería y tecnología de punta. En diciembre de 2014 fue constituido dicho fondo con una inversión china de 1,000 millones de dólares y una inversión mexicana de 200 millones de dólares. La entidad financiera china participante en este fondo es el Ex-Im Bank (The Dialogue).

En 2020 el embajador de China en México, Zhu Qingqiao, declaró que los bancos chinos ICBC y Bank of China estaban participando en el financiamiento de la Refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco. La secretaria de energía, Rocío Nahle, lo negó y la embajada china aclaró la cuestión: el préstamo no había tenido lugar en 2020 sino en 2019, y no era para la refinería en Dos Bocas sino para operaciones generales de Pemex. Considerando las declaraciones del embajador, el monto del financiamiento fue de alrededor de 600 millones de dólares (Animal Político, 2020).

La participación de China en la deuda externa de México es ínfima. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, hasta 2018 la deuda externa de México estaba concentrada, sobre todo, en ocho grandes acreedores: Estados Unidos, Alemania, organismos financieros internacionales, Gran Bretaña, Francia, Japón, Suiza y Canadá. Salvo los dos casos puntuales mencionados arriba, China no participa en el financiamiento público de México.

Gráfica 5. Deuda externa de México por países acreedores, 2018

Fuente: Secretaría de Hacienda y Crédito Público

4. El factor Estados Unidos

El gobierno de Estados Unidos publicó en octubre de 2022 su nueva estrategia de defensa, en la cual señala a China como el desafío más trascendental para su seguridad. Esta declaración coincide con las alianzas tejidas en los últimos años en la región de Asia pacífico, (como AUKUS y QUAD) y con la estrategia del Indopacífico, lanzada en febrero de 2022 por Joe Biden. La preocupación de Estados Unidos respecto al crecimiento económico y político de China puede rastrearse, por lo menos, hasta el gobierno de Barack Obama, en cuyo segundo mandato fue implementado el Pivote a Asia. Esta estrategia de política exterior tenía como objetivo dar mayor atención a la región de Asia pacífico y restarle importancia a Asia central, donde Estados Unidos había intervenido militarmente en la primera década del siglo. En ese contexto surgió la iniciativa del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), el cual buscaba potenciar las relaciones económicas entre Estados Unidos y sus socios en Asia pacífico, pero excluyendo a China.

Cuando llegó a la presidencia de Estados Unidos, en 2017, Donald Trump implementó una estrategia diferente a la de Obama para atender el ascenso de China. Retiró a Estados Unidos del TPP y emprendió una guerra comercial contra China, además de llamar a los empresarios estadounidenses con inversiones en China a trasladar sus inversiones al territorio estadounidense. Joe Biden, presidente desde 2021, continuó la guerra comercial iniciada por Trump e implementó nuevas estrategias con el objetivo de contener el crecimiento de China.

Esta preocupación del gobierno estadounidense ha tenido su reflejo en las relaciones económicas y políticas de Estados Unidos con otros países. A China y sus socios más cercanos (Rusia, por ejemplo), les ha impuesto sanciones económicas y los ha presionado políticamente en la arena internacional. A sus países aliados los ha llamado a cerrar filas para enfrentar el desafío al statu quo representado por China. Por otro lado, países de ingresos bajos y medios en África, Asia y América Latina son disputados por dos bandos: 1) Estados Unidos, como potencia hegemónica temerosa de perder su influencia y 2) China, como potencia en ascenso. La gira realizada por Mike Pompeo, entonces secretario de Estado de Estados Unidos, por América Latina en 2018, alertando a los países latinoamericanos acerca de los peligros de fortalecer las relaciones con China, es un ejemplo de esta política.

En este contexto, México tiene una importancia estratégica para Estados Unidos causada por su vecindad. En vista del crecimiento de la influencia económica de China en América Latina, donde ya es el primer socio comercial, México adquiere una importancia todavía mayor para Estados Unidos. La cláusula 32 del T-MEC, la cual prohíbe establecer tratados de libre comercio con economías de no mercado, tiene como telón de fondo esta preocupación del gobierno estadounidense por desacelerar o revertir el crecimiento de la influencia de China en México. Estas relaciones de poder tienen la capacidad de afectar negativamente las relaciones económicas entre China y México en los próximos años.

Conclusiones

Desde 1978 la economía china mantuvo un crecimiento sostenido, como resultado de la reforma y apertura impulsadas por Deng Xiaoping y aplicadas por todos los presidentes posteriores. Esta dinámica ha tenido como reflejo la cada vez mayor participación de China en la economía mundial. La presidencia de Xi Jinping puede significar un cambio de rumbo de la economía china si las reformas de Deng son ralentizadas o modificadas para concentrarse más en el mercado interno. Esta cuestión está en desarrollo.

México ha visto afectadas positivamente sus relaciones económicas con China a partir del crecimiento experimentado por el país asiático desde el inicio de siglo. De un intercambio económico casi inexistente, el comercio, la inversión y el financiamiento han venido nutriéndose en las últimas dos décadas. En términos comerciales, China ya es el segundo socio comercial de México, aunque el principal socio sigue siendo Estados Unidos, con un amplio margen. En términos de inversión extranjera directa, la participación de China en México sigue siendo muy baja, llegando a 1.2% del total en 2021. En términos financieros, la participación de China es inferior al 1% y está muy lejos de la participación de Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña.

La dependencia económica de México con Estados Unidos es, fundamentalmente, resultado de dos factores: de la cercanía geográfica y del anclaje económico al mercado estadounidense, por parte de México, desde la firma del TLCAN. Estos factores han creado una dinámica económica muy estrecha entre Estados Unidos y México, y al mismo tiempo han dificultado la diversificación de las relaciones económicas de México. Con su ascenso en las primeras dos décadas del siglo XXI, China ha dado pasos para acercarse a la economía mexicana, buscando darle mayor densidad a la relación bilateral. La dinámica histórica de la economía mexicana (integrada con la estadounidense) y las preocupaciones estratégicas del gobierno de Estados Unidos respecto a la presencia china en México, han obstaculizado el crecimiento de las relaciones económicas entre China y México. México puede aprovechar la coyuntura crítica de la situación geopolítica actual para impulsar su propio crecimiento económico. Ante un Estados Unidos interesado en mantener a México bajo su área de influencia y una China interesada en ampliar su presencia económica en México, el país puede explotar las ofertas de ambos países y emplearlas en favor de su propio desarrollo. Para ello el gobierno de México debe tener un proyecto económico centrado en la política industrial como instrumento predilecto para impulsar el desarrollo económico nacional. Ni las relaciones económicas con Estados Unidos ni las relaciones con China pueden ser soluciones mágicas para el desarrollo nacional, pero pueden servirle a este si son bien aprovechadas.


Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y cursa una maestría en Estudios de China en El Colegio de México.

REFERENCIAS

Anguiano, E. (2012) Sin sustento político, imposible construir relaciones económicas bilaterales sólidas. Facultad de Economía, 37.

Animal Político 2020. Disponible en https://www.animalpolitico.com/2020/01/malentendido-embajada-china-inversion-refineria-dos-bocas/

Banco Mundial, 2022. Consultado en https://www.bancomundial.org/es/home

Navarrete, J. E. (2012). La relación bilateral China-México: una reflexión personal.

Secretaría de Economía

Secretaría de Hacienda y Crédito Público

The Economist, 2021. Joe Biden is determined that China should not displace America. 

The Dialogue, 2022. Consultado en https://www.thedialogue.org/map_list/  

Las fiestas decembrinas en el capitalismo

Diciembre 2022

Las fiestas decembrinas, así como muchas otras celebraciones, han pasado de tener un objetivo religioso a un propósito comercial. Como dijeron Marx y Engels en El manifiesto del partido comunista, el capital eliminó todo sentimentalismo y fervor religioso en el hombre para convertirlo todo en un frío cálculo egoísta. Estas celebraciones religiosas, que conmemoran el día de San Nicolás y el nacimiento de Jesús, es decir, un festejo cargado de simbolismo para la religión cristiana, se ha convertido en un evento para aumentar la riqueza del gran capital industrial, comercial y financiero.

Durante estas fechas es común ver en las televisoras, la radio, el internet y la prensa escrita un gran número de comerciales invitando a la población a consumir masivamente para ser validados por la sociedad. Se realizan, por ejemplo, campañas de marketing incitando a demostrar el amor a los hijos festejándoles la llegada de “Santa Claus” y “Los reyes magos” con regalos; haciendo grandes fiestas de año nuevo con abundantes cantidades de comida y alcohol; metiendo en la cabeza de los consumidores que la mejor forma de recibir el año nuevo es estrenando las mejores vestimentas, etc. Todo se ha configurado para hacer de estas fechas una época de aumento del consumo: los aguinaldos, las vacaciones, las “promociones”, “rebajas” y “meses sin intereses” de los centros comerciales, la facilidad para dar préstamos, etc.

El resultado de estas campañas que juegan con la psicología de la población son jugosas ganancias para los grandes capitales comerciales e industriales. De acuerdo con un estudio realizado por IPSOS en compañía de Mercado Libre, en diciembre las compras en línea aumentan hasta 136%. Otro estudio realizado por Elogia, que analiza el comportamiento del consumidor mexicano, dice que cinco de cada diez encuestados realizan sus compras en el mes de diciembre dependiendo de la publicidad que reciben, principalmente de las redes sociales. A lo anterior debe agregarse que las compras para los festejos de diciembre comienzan desde el periodo denominado El Buen Fin. El presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicio y Turismo dijo que en 2022 se superaron los 195 millones de pesos en compras que se tenían contemplados.

Sin embargo, no todos los mexicanos cuentan con recursos suficientes para acceder al nivel de consumo mínimo para llevar una vida digna y mucho menos el que se les vende a través de las redes sociales, por lo que las familias mexicanas tienen que recurrir a la deuda. De acuerdo con datos del INEGI, en 2019 México alcanzó los 14.5 millones de trabajadores sin aguinaldo, cifra máxima respecto a años anteriores. A 2022 las cosas no han cambiado mucho, alrededor del 37% del total de asalariados siguen sin acceso a prestaciones mínimas como el pago de aguinaldo. Recibir aguinaldo ya de por sí es difícil porque se necesita tener un salario fijo y haber laborado durante un año en el mismo empleo; pero supongamos que una persona cumple con los requisitos y recibe el salario mínimo de $172.87 semanales. Tomando los 15 días mínimos de aguinaldo estipulados en la Ley Federal del Trabajo, esto daría $2,593 de aguinaldo, cuando, de acuerdo con la encuesta de Elogia, se gastaron alrededor de $4,661 entre el buen fin y las fiestas decembrinas. O sea que para 18.3 millones de personas que perciben el salario mínimo es ineludible la contratación de deuda para costear tales niveles de consumo, generando intereses que van a parar a las arcas de los capitalistas financieros.

Las fiestas decembrinas con su consumismo desenfrenado, lejos de traer paz y felicidad a los hogares mexicanos, generan estrés y endeudamiento para los trabajadores y enormes ganancias para los capitalistas de todo tipo. Por eso, en este 2022, los trabajadores tienen poco qué festejar.


Ollin Vázquez es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

El año nuevo

Diciembre 2022

El 2022 ha sido un año muy difícil, tan difícil como ya nos tiene acostumbrados nuestro horizonte plomizo, nuestro tiempo liminal histórico, como categorizaban Daniel Bensaid y Álvaro García Linera el presente en que nos desenvolvemos. El 2023, en ese sentido, será una continuación, no un quiebre ni una suspensión. Eso lo tenemos claro y, aun así, entraremos en la convención de celebrar las tradiciones decembrinas, los ritos y las libaciones consuetudinarias intentando que, de alguna manera, el pasado no nos persiga y el primero de enero de 2023 seamos capaces de quemar las naves y renacer “nuevos, virtuosamente y dispuestos”.

De hecho, algunos pensadores marxistas, en concreto Antonio Gramsci, se mantenía en contra de la celebración de los años nuevos, aduciendo que era una fractura artificial de la continuidad de la vida. Un jovencísimo Gramsci escribía “de ahí que odie esos años-nuevo de fecha fija, que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos. Estos balances hacen o perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu.”

De esta manera, si aceptamos que el próximo año será una consecuencia del actual y no implicará un recomenzar, debemos asumir que los problemas continuarán y los derroteros elegidos por nuestros amos políticos y económicos seguirán la misma tendencia sin que haya un abrupto cambio radical. En este sentido, ¿Cómo afrontar con dignidad y entereza el tiempo que discurre?, ¿cómo lograr sobrellevar el sinsentido del día a día sin caer en el pozo de la locura?

En cierta manera, la respuesta está en la esperanza. Pero como la esperanza -según Terry Eagleton- es un junco esbelto, un castillo en el aire, una compañera agradable pero mala guía, buena salsa, pero comida escasa; tenemos que pensar en qué tipo de esperanza necesitamos. A pesar de que la esperanza no es una categoría científica, bien es cierto que es un recurso humano. Es imprescindible la esperanza para los momentos que vendrán, la esperanza inteligente como mejor arma para poder afrontar el futuro.

Porque es cierto que el capitalismo ha convertido nuestro mundo en un páramo, en un erial invivible, pero, aun así, no nos sirve de nada el pesimismo estéril, que sólo conduce al cinismo o al desentendimiento. Como nos ha enseñado Eagleton, la esperanza auténtica debe estar basada en razones, ésta no es exclusivamente una característica del temperamento; no es el optimismo infundado de creer que todo va a salir bien simplemente porque tiene que salir bien, ni ver con jovialidad y ligereza el lado bueno de la vida. No; la esperanza parte del conocimiento auténtico del mundo y de la confianza en la fuerza interna y en el potencial de la organización para cambiar las cosas.

De esta manera hay que hacer la esperanza no basta con tener fe; hay que construirla. Obcecarse en la tarea de luchar por un mundo mejor entendiendo que todo puede mejorar y todo tiende al cambio. Hoy no estamos más derrotados que ayer, el socialismo cada vez se presenta como una alternativa más nítida para las nuevas generaciones, el viejo topo de la historia ha venido haciendo su tarea subterránea de demostrar con la experiencia histórica lo equivocado y lo perjudicial que ha resultado el impacto del capitalismo en este mundo. Si hay razones para permanecer pesimistas e incrédulos ante el futuro, también hay razones para albergar esperanza; para declararnos enemigos irreconciliables de las injusticias y organizarnos para cambiarlo radicalmente todo y lanzarnos a la conquista del futuro. En cualquier caso, citando el proverbio italiano que recupera Massimo Modonesi en un texto sobre Rosa Luxemburgo: “si son rosas, florecerán.”

Para la esperanza sólo hay un imperativo categórico que nos sirve para mantener la brújula calibrada y dirigida en la dirección correcta. No se trata de estar feliz, de mantenerse optimista, ni reproducir una boba visión positiva del mundo: se trata de estar siempre en contra de la injusticia y del lado de los pobres, como dijo el Che.

Como colofón, y regresando al inicio de nuestro problema, hay que abolir toda la parafernalia en torno al año nuevo, como concluye Gramsci: “Espero el socialismo también por esa razón. Porque arrojará al estercolero todas esas fechas que ya no tienen ninguna resonancia en nuestro espíritu, y el socialismo crea nuevas fechas, al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de inventario de nuestros antepasados.” El futuro está en juego y desde luego podemos vencer y crear una nueva sociedad. Feliz año nuevo, camaradas.


Aquiles Celis es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Una enseñanza de Chesterton

Diciembre 2022

Gilbert Keith Chesterton fue un magnífico escritor, insólito y fuera de serie, autor de la novela El hombre que fue Jueves.

El hombre que fue Jueves cuestiona los alcances del anarquismo. La historia comienza con la discusión entre un poeta llamado Gabriel Syme, que defiende el orden y las leyes, y un anarquista llamado Gregory, quien aboga por la disolución de toda institución gubernamental. A partir de esa discusión, la historia girará en torno a las acciones de una red supuestamente anarquista.

En el desarrollo, aparece un personaje llamado Domingo, líder de un grupo anarquista que hablará una sola vez, después de que Chesterton ha planteado un misterio con la expectativa de ser resuelto. Domingo guarda silencio en buena parte del relato, y se espera que su participación en el diálogo resuelva los enigmas planteados en la historia. Sin embargo, cuando Domingo toma la palabra dice una serie de incoherencias que profundiza los problemas en lugar de aclararlos. Acto seguido, Gabriel Syme afirma lo siguiente: “¿Por qué han de pelear entre sí todas las cosas de la tierra? ¿Por qué cada cosa insignificante se ha de sublevar contra el mundo? […] Para que todo lo que obedece a una ley merezca la gloria y el aislamiento del anarquista. Para que todo el que lucha por el orden sea tan bravo, sea tan honrado como el dinamitero.” En pocas palabras, Syme afirma que el destino del universo es el anarquismo, o bien, el orden que ofrece la dignidad del anarquismo. En palabras del poeta que defendía a la ley, Chesterton expresa el anhelo de una revolución que logre conservar el orden.

En este aspecto, es importante recordar que Chesterton fue un militante político del ala conservadora: anhelaba conservar la familia, la nación y sus leyes. Sin embargo, la enseñanza de Chesterton no está en sus objetivos personales, no son sus anhelos conservadores lo que más se destaca de su texto, sino su análisis de la acción revolucionaria. En este sentido, en su libro Lo que está mal en el mundo, afirma que “la plebe nunca puede rebelarse si no es conservadora, al menos lo bastante como para haber conservado alguna razón para rebelarse.” Es decir, que un nuevo orden de cosas se instaura únicamente en la medida en que se conservan determinados estatutos, los cuales defienden el beneficio de la población mancillada. Por eso, paradójicamente, las rebeliones en contra de las injusticias tienen determinado tinte conservador y, al mismo tiempo, el objetivo de erradicar el estado actual de las cosas. Por otro lado, debe analizarse detenidamente qué se quiere conservar, qué se quiere defender, qué vale la pena sostener.

Marx advertía, en 1848, que todo lo sólido se desvanece en el aire, que el sistema económico moderno desvanece todo derecho y dignidad humana, fines humanos que debieran preservarse. Esta es una de las enseñanzas de Chesterton: conservar lo que merece la pena ser conservado.


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Lenin en la escuela de artes

Septiembre 2022

En febrero de 1921, Lenin apareció sorpresivamente por los pasillos de la Escuela Superior de Artes Aplicadas de Moscú. No era una visita oficial; el matrimonio Lenin-Krúpskaya había decidido espontáneamente visitar a Varia Armand, una hija de Inès Armand que estudiaba en dicha institución.

Así pues, el líder soviético no dictó una conferencia sobre arte ni sostuvo debates con los jóvenes estudiantes. Simplemente paseó un poco por la escuela, rodeado, eso sí, por un grupo nutrido de jóvenes curiosos ávidos de conocerlo en persona y de lanzarle algunas preguntas.

Más allá de sus preferencias literarias, perfectamente delimitadas y expresadas en numerosas ocasiones, Lenin se asumía en temas artísticos un completo diletante.

En la excitación de tener frente a frente al padre de la Revolución de Octubre, algunos de los jóvenes mostraban a Lenin sus dibujos, le explicaban ciertos detalles y, finalmente, preguntaban ansiosos por su impresión. Lenin, de muy buen humor, contestaba entre bromas, más bien eludiendo respuestas contundentes.

“¿Qué leen ustedes? ¿Conocen a Pushkin?”, preguntó Lenin. “¿Pushkin? ¡Era un burgués! Nosotros leemos a Mayakovski”, respondió espontáneamente alguno de los estudiantes. Lenin se sonrió: “Pushkin me parece mejor”, concluyó.

La anécdota, con más o menos detalles, es referida tanto por Nadezhda Krúpskaya, esposa de Lenin, como por Anatoli Lunacharski, viejo compañero de Lenin y su brazo derecho en temas educativos y artísticos. Es este último quien afirma en sus Recuerdos sobre Lenin, que el líder bolchevique “declaró que no se atrevía a hablar en serio de la materia, porque no se sentía lo bastante competente”.

Lo cierto es que, en este sentido, Lenin entraba en la boca del lobo. La Escuela Superior de Artes Aplicadas (Вхутемáс), creada en 1920 por un decreto del propio Lenin, era ya el germen de un poderoso movimiento artístico experimental que maduraría rápidamente en el suprematismo, el constructivismo, el rayonismo y otras escuelas auténticamente rusas que comenzaban a plantear discursos de creación —y de apreciación— bastante alejados de la corriente predilecta de Lenin: el realismo. El líder soviético valoraba, en general, con bastante desconfianza los lenguajes vanguardistas de su época, particularmente el futurismo.

Esta predilección leninista por el realismo se debe, en alguna medida, a que Lenin construyó su canal de apreciación artística más fuerte en la literatura; era un conocedor profundo de obras y autores, especialmente de la tradición rusa: Pushkin, Chéjov, Tolstoi, Turguénev. Ninguna otra manifestación artística le conmovía tanto como la literatura. Conocido es que valoraba y admiraba profundamente el talento artístico del escritor Máximo Gorki, contemporáneo suyo y compañero de partido, a pesar de las ásperas críticas que llegó a dirigir a ciertas concepciones filosóficas suyas. “Máximo Gorki es, sin duda, el representante más grande del arte proletario, por el que ha hecho mucho y puede hacer todavía más. […] En lo que al arte proletario se refiere, Gorki es un factor positivo enorme, a pesar de su simpatía a los adeptos de Mach”, escribió Lenin en una polémica de 1910.

“Una teoría hecha hombre”, es la célebre descripción que de Vladímir Lenin hizo el intelectual británico Bertrand Russell luego de conocerlo en persona. Y esta impresión muestra también algún alcance en la apreciación artística del gran revolucionario. Su convicción inquebrantable por la causa proletaria era integral: adivinaba, diríase que instintivamente, la lucha de clases y las posturas ideológicas en los pasajes de la literatura. En su lecho de muerte, Krúpskaya le leyó en una ocasión un cuento de Jack London. Profundamente conmovido por el relato “Amor a la vida”, Lenin pidió al día siguiente más cuentos de London. El cuento siguiente le decepcionó; en palabras de Krúpskaya, “estaba impregnado de moral burguesa”. Él echó a reír e hizo un ademán de fastidio.


Aquiles Lázaro es promotor cultural e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Tragedias en las minas, responsabilidad del gobierno y las empresas: analistas

Agosto 2022

Ciudad de México.- A la luz de que aún no hay condiciones para que los rescatistas accedan a la mina para rescatar a los obreros que quedaron atrapados bajo tierra tras el colapso del 3 de agosto de la mina de Sabinas, Coahuila, analistas y activistas del sector obrero denunciaron la irresponsabilidad del gobierno y de las empresas, pues este tipo de tragedias se generan con frecuencia y, pese a las malas experiencias, no toman medidas de no repetición y ni siquiera se sabe quiénes son los empresarios dueños de las minas que mantienen a los obreros trabajando bajo condiciones infrahumanas.

El tema fue analizado en el programa Lo Marginal en el Centro, producido por Canal 6 Tv y el Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (CEMEES), transmitido todos los miércoles a las 9 pm a través de Facebook Live. El panel de discusión estuvo conformado por Miguel Ángel Mijangos Leal, integrante de la Red Mexicana de Afectados(as) por la Minería; Jesús Valencia Mercado, abogado, secretario general de la Confederación Revolucionaria de Trabajadores, y por Hugo Mendoza Antonio, director del Centro de Reflexión y Acción Laboral AC.

Mijangos Leal afirmó que la causa de las tragedias que se han dado en las minas repetida e históricamente tiene que ver con dos cosas: con los dueños de las minas, quienes, con la intención de generar mejores relaciones de costo-beneficio establecen condiciones precarias en todo el proceso de extracción y con todo lo que tenga que ver con la seguridad de los trabajadores. La segunda problemática que ocasiona siniestros como el antedicho, se debe a que el gobierno no supervisa estricta y rigurosamente los mecanismos para evitar que las tragedias sucedan repetidamente y que sobre todo “terminen con el marco de impunidad en la rendición de cuentas”. Mijangos añadió que pese a que hay hechos que tienen efectos catatróficos como el actual, no se encuentran culpables, y que esto ha sucedido históricamente.

Por su parte, Hugo Mendoza Antonio afirmó que tanto este gobierno como gobiernos anteriores no han querido invertir en presupuesto para establecer mejores condiciones laborales y de seguridad, por ejemplo en más inspectores y mayor capacitación a los mismos; por otro lado, señaló que existe precariedad laboral, ya que no hay más opciones de trabajo para las personas, trabajos como el de la minería “son de los pocos empleos que se están generando”, lo que implica que las personas los acepten obligatoriamente.

Por su parte, Jesús Valencia Mercado explicó que las salidas que el gobierno actual ofrece a la problemática no son diferentes a las de los gobiernos anteriores, y que en este sentido, los trabajadores no ven avances positivos en sus condiciones. Detalló que esto es así, “en primer lugar, porque siguen trabajando concesiones irregulares y clandestinas sin que haya una vigilancia y acciones del gobierno para frenar este tipo de trabajos en las minas, los cuales no tienen ninguna regulación; en segundo lugar, no hay inspecciones rigurosas, que debieran realizarse por la Secretaría del Trabajo y que debieran estar a cargo de especialistas y llevarse a cabo constante y profundamente; en tercer lugar, no hay exigencia de estudios técnicos necesarios para aprobar las concesiones mineras”.

Ante esta problemática, Valencia Mercado exigió que el gobierno de López Obrador juegue su papel en lo inmediato: el gobierno “debe aprobar el Convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo para que los empresarios se vean obligados a garantizar condiciones laborales dignas”. En el caso específico de la mina de Sabinas, Coahuila, el abogado afirmó que la Comisión Federal de Electricidad (beneficiada por dicha mina) tiene que prohibir la compra de minerales que están extrayéndose bajo condiciones infrahumanas y, por último, señaló que el gobierno federal debe decir con toda seguridad quiénes son los responsables para que al ser denunciados los accidentes no se sigan presentando.


Transferencias monetarias: llegamos al final del callejón

Agosto 2022

La mayoría de mexicanos coincide en que gran parte de la popularidad de AMLO y el éxito electoral de Morena se explican por los programas de transferencias monetarias directas (TMD), que en este sexenio reciben los nombres de becas o pensiones del bienestar. Pero, mientras los adeptos a la 4T las conciben como prueba irrefutable de que la consigna “primero los pobres” se convirtió en hechos, los opositores argumentan que, por su diseño e implementación opacos y discrecionales, las TMD de AMLO son el núcleo de un sistema de control político-electoral que supera con creces el desarrollado hasta entonces por el PRI y el PAN. Independientemente de esto, un elemento clave a tener en cuenta es que, muy pronto, el gobierno de AMLO llegó al final del callejón de posibilidades que ofrecen las transferencias monetarias para aliviar la pobreza; es decir, alcanzaron su límite superior y, por lo tanto, en estas condiciones, son incapaces de aumentar el nivel de vida de los mexicanos, y los beneficiarios de estos programas deben entender por qué.

En primer lugar, es importante entender la lógica de las TMD. En abstracto y apegándonos estrictamente a las definiciones estándar de pobreza, las TMD pueden sacar a gente de la pobreza extrema y por ingresos. Para ilustrar esto, tomemos a una familia mexicana hipotética de cuatro miembros que vive en una zona urbana, perteneciente al tercer decil más pobre por ingreso de la población, con un ingreso mensual de $7,000.  Asumamos que este es el ingreso sin contar las transferencias monetarias del gobierno. De acuerdo con el CONEVAL, la línea de pobreza extrema mensual por persona es de $2,011.99, lo que implica que esta familia de cuatro miembros necesitaría un ingreso mensual de $8,047.96 para poder comprar en su totalidad la canasta alimentaria (suponiendo que no gastan en nada más). Si este hogar se vuelve beneficiario de las becas y pensiones del Bienestar, suponiendo -generosamente- una beca de $2,000 mensuales, su ingreso ahora sería de $9,000 y, por lo tanto, dejaría de estar en pobreza extrema: las estadísticas oficiales lo notarían y el gobierno podría presumirlo en sus informes (por eso estas medidas son tan populares entre los gobiernos de muy variados signos ideológicos).

Ahora bien, esta familia está, por definición, mejor con la transferencia de $2,000 que sin ella. Pero, ¿qué tanto? ¿Puede sentirse satisfecha con su nueva situación? Para aproximarnos a esta respuesta, pasemos ahora a la pobreza por ingresos, que, a diferencia de la pobreza extrema, considera si el hogar puede comprar otros bienes y servicios además de los alimentos. Estar por encima de este umbral implicaría que, con sus ingresos, la familia puede adquirir una canasta básica completa y, por lo tanto, que tiene un nivel de vida relativamente aceptable. El mes pasado, el umbral mensual por persona era de $4,065, lo que implica que el ingreso de esta familia debería ser superior a $16,260 para dejar de ser pobres por ingresos. En ese caso, la transferencia monetaria del gobierno federal debería ser de $9,260.00, es decir $7,260 superior a la actual. Cuando esta diferencia se multiplica por el número de familias en situación similar, peor o mejor, se llega a la conclusión de que la cantidad de dinero necesaria para mejorar, en serio, solo por medio de becas y pensiones, el nivel de vida de los mexicanos, está fuera del alcance del gobierno actual.

Pero la siguiente pregunta es: ¿puede el gobierno conseguir esos recursos de alguna forma? Sí, pero esto necesitaría, o bien mayor crecimiento económico, que traería como resultado una mayor recaudación de impuestos, o una reforma fiscal encaminada al mismo objetivo, que tendría como condición, casi necesaria, cobrar más a las grandes fortunas del país. Con respecto a lo primero, México ha estado en estancamiento o recesión desde iniciado el gobierno actual, por su política económica errática, el entorno internacional desfavorable, y su continuidad neoliberal. La política fiscal ha estado descartada desde el inicio por AMLO, anulando, de paso, todo el potencial redistributivo de las TMD.

Así, el principal problema con la política social de transferencias monetarias no es que sea totalmente inútil para mejorar el nivel de vida de las masas, sino que es absolutamente insuficiente y que, en las condiciones actuales, ha agotado todas sus posibilidades de seguir contribuyendo al primer objetivo. La pregunta a las masas populares de México no es si quieren o no los programas del bienestar, sino si están satisfechos con su situación actual, dado que la misma, de no hacerse las cosas diferentes, no puede mejorar. Si la respuesta es negativa, entonces el camino se vuelve más claro: el pueblo debe organizarse y luchar por cambiar el modelo económico por uno que genere crecimiento y distribuya sus frutos entre todos los mexicanos.


Jesús Lara es economista por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Arte y superestructura

Febrero 2022

Las expresiones académicas del arte, las conocidas —me parece que hoy anticuadamente— con el término de bellas artes, no nacieron con la humanidad misma.

A esta afirmación categórica hay que hacer ahora varias acotaciones. Primero: el arte académico nace ya como un conjunto de normas, reglas, modelos a seguir y a respetar. A diferencia del canto espontáneo, la pintura rupestre asociada a un pensamiento mágico o la danza de carácter ritual, las bellas artes aparecen desde su origen mismo como una oposición sistemática a lo espontáneo y desregulado.

Segunda aclaración. Está claro que, en un sentido amplio, toda expresión humana nace, al menos germinalmente, con la aparición de la propia humanidad. Pero es necesario notar que la categoría misma de arte es ya una conceptualización bastante desarrollada. Su historia se asemeja quizá a la de la filosofía: desde su origen, mujer y hombre se cuestionaron más o menos sobre su origen, su presente y su porvenir; pero la aparición misma de la filosofía como concepto y como actividad revelan un grado del pensamiento mucho más complejo que sistematiza, categoriza, abstrae, analiza.

Volvamos. En el principio era el trabajo. Hombre y mujer cazaban, recolectaban, sembraban, criaban a los nuevos miembros. La mera supervivencia biológica ocupaba casi la totalidad de su tiempo y de sus energías; actividades como el canto o la danza tenían un carácter marginal y espontáneo. Poco a poco, con el lento paso de las generaciones, los métodos se perfeccionaron hasta alcanzar un punto en que la supervivencia estaba garantizada y comenzó a aparecer el llamado excedente de producción. Y aquí la sociedad comienza a escindirse en dos grupos, los que han de seguir trabajando —la inmensa mayoría— y los administradores, los militares, los guías religiosos en un primer momento, seguidos después por los filósofos, los políticos profesionales, los juristas, los artistas. Es el nacimiento de la superestructura.

Así que las bellas artes, casi por definición, brotan de forma natural de la superestructura. Y aquí hay que insistir en una crítica común que se esgrime sobre todo en el contexto del arte actual: si bien este campo se refiere a un circuito más o menos delimitado de academias, festivales, publicaciones, premios, críticos, etc. que legitima por diversos mecanismos el trabajo artístico dentro de la tradición llamada académica, no hay que olvidar que tal legitimación no es en absoluto artificial; el trabajo artístico es un trabajo altamente especializado y sus técnicas se han desarrollado durante muchos siglos, y las instituciones sociales que lo rigen son eslabón de una vieja tradición que data de las civilizaciones más antiguas.

Entender este origen del arte académico como producto genuino de la superestructura ayuda a entender mejor su perfil cultural y social. Rasgos como la complicación extrema de sus procedimientos técnicos, su tendencia general hacia lo impopular, o su autoconcepción arrogante como una actividad superior a otras vienen implícitos en su propia naturaleza.

Los artistas contestatarios se revelan contra esto de diversos modos. Van Gogh, que pretendió nutrir su sensibilidad de la vida campesina de Arles, engendró un arte absolutamente incomprensible para sus contemporáneos. Beethoven admirador de las revoluciones, experimentó hacia el final de su vida el desprecio colectivo hacia sus nuevos lenguajes. Neruda coquetea con la cursilería en sus intentos por hacerse oír por todos. Silvestre Revueltas, quien afirmó que disfrutaba más la música de las rancherías que una sinfonía clásica, creó una música complejísima prácticamente ininteligible para las capas trabajadoras a quienes pretendía llegar.

La cuestión no es sencilla. La respuesta fácil de “simplificar” los lenguajes para acercarlos al pueblo se acerca peligrosamente a los pantanos del entretenimiento comercial masivo. Aparecen entonces las sagas de Hollywood en lugar del cine artístico, y el top 10 de Spotify en lugar de la música académica.


Aquiles Lázaro es promotor cultural e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Beijing 2022: China reafirma su liderazgo internacional

Febrero 2022

Los XXIV Juegos Olímpicos de invierno se convirtieron en una arena de disputa geopolítica desde 2015, cuando el Comité Olímpico Internacional decidió que en 2022 Beijing sería la ciudad anfitriona. En medio de una rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China, un evento de tal resonancia necesariamente tendría un impacto político internacional. Además de este contexto general, nuevos factores se añadieron para convertir estos juegos olímpicos en un verdadero escenario de disputas geopolíticas.

Quien dio el primer paso fue Estados Unidos, en diciembre de 2021, al anunciar que no enviaría representación gubernamental al evento deportivo. El argumento esgrimido fue la consabida violación de los derechos humanos y, en concreto, el “genocidio” que supuestamente el Estado chino comete contra la población uigur de la provincia de Xinjiang. Al boicot anunciado por Estados Unidos se sumaron rápidamente sus aliados en Europa y Asia: Reino Unido, Canadá, Australia, Japón, Alemania, entre otros, hicieron público su respaldo al posicionamiento estadounidense. Sin embargo, al final fueron más los representantes que asistieron a la inauguración de los Juegos Olímpicos en Beijing que los que no lo hicieron. Los jefes de Estado de Rusia, Kazajistán, Arabia Saudita, Polonia, Argentina, Pakistán, además de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, y Tedros Adhanom, director general de la OMS, entre otros líderes, participaron en la ceremonia de apertura. China salió avante y superó el boicot organizado por el imperialismo estadounidense.

Más importante que el boicot diplomático es la reunión que sostuvieron Vladimir Putin y Xi Jinping el día en que se inauguraron los juegos. Como resultado de ese encuentro se publicó una declaración conjunta en la que se anunciaron importantes acuerdos. A favor de Rusia, China respaldó la petición de que la OTAN detenga su expansión (verdadera causa de la crisis que se vive en Ucrania) y anunció que aumentará el volumen de importación del gas ruso (luego de que EE. UU. obligara a sus “aliados” europeos a dejar de comprarle gas a Rusia). A favor de China, Rusia respaldó la preocupación china por el pacto AUKUS y expresó su apoyo a Beijing en su campaña contra la independencia de Taiwán. En medio de la crisis que EE. UU. impulsa en Ucrania a través de la OTAN, y en medio del boicot y la guerra comercial contra China, la alianza Rusia-China se fortalece y se consolida como contrapeso a la hegemonía estadounidense.

Otro punto de importancia es la reunión de Alberto Fernández, presidente de Argentina, con Xi Jinping. Los dos resultados más trascendentes de este encuentro son los siguientes: primero, un financiamiento por 23 mil 700 millones de dólares para Argentina, y segundo, la integración del país sudamericano a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Con este acuerdo Argentina se convierte en el primer país grande de América Latina en formar parte de esta iniciativa (Brasil, México y Colombia no lo han hecho) y se suma a los 18 países latinoamericanos y 143 a nivel mundial que han levantado la mano para participar en esta iniciativa lanzada por China en 2013.

Además de Putin y Fernández, Xi Jinping también recibió a Andrzej Duda, presidente de Polonia, y a Imran Khan, primer ministro de Pakistán. Polonia, miembro de la OTAN, fue el único país de la Unión Europea que mandó un representante oficial a pesar de las presiones estadounidenses para boicotear el evento. Xi Jinping y el presidente polaco mantuvieron un tono amable en su conversación y ambos expresaron su interés en profundizar la relación en beneficio del desarrollo de ambos países. Con el primer ministro pakistaní, país con el que históricamente China ha mantenido buenas relaciones desde la época de Mao, se hicieron compromisos para aumentar la cooperación en el corredor económico China-Pakistán y para continuar la construcción de infraestructura de comunicación.

En resumidas cuentas, China se fortalece con los Juegos Olímpicos de invierno. Como en 2008, el país vuelve a mostrarle al mundo su desarrollo y sus capacidades, pero esta vez lo hace desde otro lugar: ha dejado de ser aquel país que empezaba a despuntar en el terreno económico y se ha convertido en una economía destacada con un papel cada vez más importante en el escenario internacional. En Beijing 2022 China reafirma su liderazgo internacional y Estados Unidos observa con preocupación cómo sus estrategias de contención contra el gigante asiático no obtienen los resultados que Washington desea. La disputa internacional entre el imperialismo estadounidense y el eje China-Rusia avanza a favor del contrapoder asiático.


Ehécatl Lázaro cursa una maestría en estudios de China en El Colegio de México.

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