Por Alan Luna | Septiembre 2023

Marx mantuvo siempre una actitud crítica hacia aquello que estudiaba. En filosofía esto es claro. Contra aquellos que pretendían que por medio de la mera interpretación de la realidad se podía transformarla criticó la filosofía especulativa. ¿Cómo definió Marx a la filosofía especulativa?

En La Sagrada Familia encontramos el sello de gran parte de la crítica de Marx a la filosofía especulativa: pensamiento que se va apartando del objeto sobre el que razona hasta convertirlo en abstracción. Marx reniega en repetidas ocasiones el querer hacer “metafísica”, como en el caso de la famosa Introducción del 57 que se reusó a imprimir porque hablaba sobre algunas cosas que no habían pasado aún y no quería hablar del futuro; o en las Notas sobre Wagner, en donde asegura que él no ha hecho sistema alguno y que su teoría no tenía que leerse como un intento de amoldar la realidad a la teoría, sino de estudiar simplemente lo que pasa con la materia real. Dicho apego por lo material, su intento de hablar sobre cosas “reales” lo lleva a adoptar en muchas ocasiones un tono hostil frente a lo que le sonaba como un esfuerzo solamente contemplativo, y desde cierta perspectiva ocioso.

Pero si bien Marx recalcó la limitante de lo meramente contemplativo, sus ideas no se desprenden por completo de lo ya aportado por sus antecesores, no rechaza para construir de nuevo, critica para ir avanzando sobre lo construido. A pesar de todas sus críticas a los pensadores de sistemas cerrados, podemos retomar algunas de sus ideas más importantes para ir construyendo un pensamiento sobre la razón de ser de la historia, esto es, encontrar aquello que hace ser, que impulsa el movimiento de la historia, si podemos encontrar esto estaremos hablando de alguna forma, peculiar quizá, de entender la historia como un proceso que tiene una necesidad interna y que, por lo tanto, puede ser pensada y comprendida como otros tantos problemas filosóficos.

Marx está tratando de comprender la sociedad de su tiempo, las formas políticas y jurídicas que son la representación del desarrollo de la sociedad en ese momento le son mostradas como referencia para comprenderlo. Critica una primera idea de Hegel (o que él cree ver en Hegel) que es la idea de que no puede comprenderse a las formas políticas y jurídicas por medio de algo así como el desarrollo del espíritu, esa idea se le hace muy “especulativa; pero, por otro lado, acepta que la explicación de dichas formas que rigen la vida en sociedad puede entenderse por eso que Hegel mismo llamó “Sociedad Civil”, aunque apunta que era importante buscar la anatomía de la sociedad civil en la economía política.

Lo que va determinando la forma específica en que la humanidad aparece es la forma en que se procuran los bienes materiales para poder sobrevivir, esto es la economía de una sociedad. La economía se va desarrollando por contradicciones internas que la hacen ser cada vez más amplia, cada vez más global, hasta implementar una lógica general del sistema de producción que determina cada uno de los aspectos de la vida en sociedad. Por lo tanto, para entender la forma específica de la sociedad, todo lo que la determina, incluso para comprender las formas de la conciencia social, es necesario conocer la base económica, aquello que funda las relaciones sociales y que les da su razón de ser.

Así, si en Marx es cierto que no vemos una filosofía de la historia tradicional, aquella que vea realizada en la realidad una manifestación del espíritu, podemos encontrar las bases reales que nos ayuden a descifrar el origen material de aquello que determina el movimiento de la historia humana.


Alan Luna es maestro en filosofía por la UAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Pablo Hernández Jaime| Agosto 2023

En un artículo anterior traté de explicar de manera sencilla qué es la abstracción y la concreción (Hernández Jaime, 2023). Ahora quiero presentar dos conceptos que son cercanos, el de generalidad y el de particularidad.

I. ¿QUÉ ES LO GENERAL Y LO PARTICULAR?

Explicar qué es lo general y qué lo particular resulta sencillo si consideramos sus definiciones más básicas. Algo general es un rasgo o atributo común a varias cosas. Así, por ejemplo, podemos decir que un rasgo común de todos los gatitos es que son carnívoros y sigilosos. Algo particular, en cambio, es un rasgo o atributo que solo poseen algunas cosas. Así, por ejemplo, es verdad que algunos gatos carecen de pelo, pero eso no es una generalidad de todos los felinos, sino una particularidad de algunos de ellos.

II. LO GENERAL Y EL PENSAMIENTO

En la realidad hay cosas que tienen rasgos en común, por ejemplo, el carácter carnívoro de los felinos. Sin embargo, quienes han observado esos rasgos, los han identificado, comparado y agrupado somos nosotros, con nuestro pensamiento. Cuando decimos que dos o más cosas tienen algo en común o, por el contrario, somos capaces de distinguir las particularidades de cada cosa, estos juicios o afirmaciones son producto de nuestro pensamiento. Es nuestro pensamiento el que, observando, haciendo abstracción y comparando distintos casos, llega a estas conclusiones.

La realidad está ahí, existe. Pero es nuestra actividad mental la que, aproximándose al conocimiento de esta realidad, va formando conceptos a partir de las semejanzas y diferencias que observa en el mundo.

II. LO UNIVERSAL Y LO ESPECÍFICO

En el mundo hay atributos que son más generales que otros. Así, por ejemplo, algunos gatos carecen de pelo, pero no todos los gatos. Todos los gatos son carnívoros, pero no todos los carnívoros son gatos. Hay muchos más animales que son carnívoros, como los perros o los cocodrilos. Todos los animales son seres vivos. Pero no todos los seres vivos son animales, también hay plantas, hongos e, incluso, algunas otras entidades, como los virus que poseen algunas características de los seres vivos, pero no todas. Si seguimos por este camino, llegaremos inevitablemente al rasgo universal de todas las cosas: que son, que existen.

Pero también podemos seguir el camino contrario. Por ejemplo, yo tengo un gatito que se llama Toulouse. Él, como todos los gatos, es carnívoro. Pero tiene las particularidades de ser color negro y tener 13 años. Muchos gatos son negros y muchos otros tienen 13 años. Pero los gatos negros de 13 años son un grupo más particular. Si seguimos por este camino, y añadimos más particularidades, terminaremos por encontrar todo lo que hace especial a Toulouse, todo lo que lo hace ser un gatito específico.

¿Qué es entonces lo universal y qué lo específico? Lo universal son los rasgos o atributos más generales posibles, los que son comunes a todas las cosas . Lo específico en cambio, son los atributos más particulares, los que hacen que una cosa sea especial, individual y distinta a las demás.

III. GENERALIDAD Y ABSTRACCIÓN

Los conceptos de generalidad y abstracción se parecen y tienen cosas en común, y lo mismo pasa con los conceptos de particularidad y concreción. Pero se trata de conceptos distintos y es importante distinguirlos.

Algo abstracto es un rasgo o atributo considerado de manera separada del objeto al que pertenece. Así, por ejemplo, yo puedo hacer abstracción de Toulouse y considerar solo su color negro o que posee la característica de existir. Estos dos rasgos, considerados por separado, son igualmente abstractos, aunque no son igualmente generales. El color negro es muy general. Hay muchos gatos negros y muchas otras cosas que también son negras. Sin embargo, el atributo de existir es todavía más general, pues es común a todas las cosas que actualmente se encuentran en el mundo.

Algo concreto, por otro lado, es el objeto con todos sus rasgos y atributos de manera íntegra. Así, por ejemplo, yo puedo empezar a enumerar todas las características de Toulouse: que es de color negro, macho, que tiene 13 años, que está vacunado, que vive en México, etcétera. Si sigo por este camino, al final terminaría teniendo una imagen más concreta de Toulouse, pero también sabría por qué él es único y distinto a los demás gatos, es decir, un gatito específico. Sin embargo, lo específico y lo concreto no son sinónimos. Mi amigo Jesús, por ejemplo, nunca ha tenido un gato. Si el día de mañana él tuviera uno, ese gato tendría la especificidad de ser el único gato que mi amigo ha tenido. Sin embargo, esa particularidad, aunque permitiría distinguir a ese gato de todos los demás, no dejaría de ser un rasgo abstracto y unilateral.

IV. LO GENERAL Y LO PARTICULAR EN LA VIDA COTIDIANA

En la vida cotidiana interactuamos solo con cosas específicas. Nadie ve el color negro en general, sino que lo ve en un cuadro, en un pantalón o en la pantalla de su celular. Nadie acaricia a los gatitos en general, sino a gatitos específicos. En la sociedad, nadie va al mercado a comprar mercancías generales, sino que compra arroz, tortillas o limones. Y así con todo.

Sin embargo, nuestra mente nos permite encontrar los rasgos generales de las cosas. Esto es útil porque con estos rasgos generales podemos agrupar las cosas en conceptos y categorías más amplias, y son estos conceptos y categorías las que nos permiten comprender de mejor manera nuestras experiencias específicas . Así, por ejemplo, yo puedo decirles a ustedes que Toulouse es un gato negro y ustedes me pueden entender, porque saben lo que es un gato y porque tienen una idea de lo que es el color negro, y porque seguramente han visto un gato de ese color. Pero, incluso, si yo les dijera que vi un gato morado con alas de dragón, serían capaces de imaginarlo, porque tienen una idea general de todos estos elementos, aunque también podrían decirme que esa criatura no existe.

En la vida interactuamos siempre con cosas específicas. Pero estas cosas nos permiten pensar lo general y lo universal. Y, asimismo, a través de lo universal y lo general somos capaces de identificar las particularidades del mundo y distinguir lo que hace específica a cada cosa. Por eso todos los niveles de generalidad son importantes.

V. LO GENERAL Y LOS GRANDES FENÓMENOS DEL MUNDO

Lo general no solo nos permite comprender mejor nuestras experiencias específicas, sino que también nos permite acceder al conocimiento de otros fenómenos mucho más grandes. Así, por ejemplo, todos hemos experimentado la lluvia. Sin embargo, esta sola experiencia no nos permite comprender el fenómeno que está detrás: el ciclo del agua. Para comprender este fenómeno, ha sido necesario que las personas experimentemos la lluvia, pero también ha sido necesario que observemos el comportamiento del agua a través de sus diferentes estados. Así, sabemos que el agua, cuando se calienta, se evapora, y cuando este vapor se enfría, se condensa, formando gotas de agua. Todas estas características del agua, junto con otras más, nos han permitido identificar que en nuestro planeta el agua sigue un ciclo de evaporación, condensación y precipitación que da origen a las lluvias que todos conocemos.

Esto es importante decirlo porque en la realidad hay muchos fenómenos que son mucho más grandes que nosotros y, por lo tanto, nuestras experiencias solo nos dejan ver una parte de ellos. Pensar los rasgos generales de las cosas, y utilizar la abstracción para separar estos elementos y analizarlos, es lo que nos permite acceder al conocimiento de estos grandes fenómenos. En la sociedad, esto es de mucha importancia, porque, aunque la sociedad está integrada por personas específicas, la realidad social trae consigo fenómenos que son más grandes que los individuos. El lenguaje, por ejemplo, es un fenómeno colectivo. Ningún individuo inventó el español o el inglés. Estos idiomas son el resultado de la participación de muchas personas a lo largo de la historia. Y lo mismo pasa con muchos otros fenómenos económicos, políticos y culturales. De manera que, para comprender y estudiar la realidad social, nuestras experiencias personales son insuficientes. Necesitamos analizar, además, los factores y tendencias generales de muchos otros fenómenos como la desigualdad, la explotación, la dominación, etcétera.

Así es como nuestra habilidad mental para encontrar los rasgos generales de las cosas en el mundo no solo nos permite comprender mejor nuestras experiencias específicas e individuales, sino que también nos permite, junto con el razonamiento abstracto, encontrar y comprender fenómenos de la realidad mucho más grandes y que no podemos ver a simple vista.

VI. LOS FENÓMENOS PEQUEÑOS, LEJANOS O INVISIBLES

Pero en el mundo no solo hay fenómenos grandes y medianos. También hay fenómenos microscópicos y fenómenos que, por diversas razones, no podemos ver de manera directa, ya sea porque se encuentran demasiado lejos o porque son invisibles, como los procesos psicológicos. Con este tipo de fenómenos, solo hay dos alternativas: ampliar nuestra capacidad de ver, u observar estos fenómenos de manera indirecta. Para lo primero hemos inventado muchas herramientas, como microscopios, telescopios, máquinas de resonancia magnética, radiografías, etcétera. Para lo segundo, la ciencia diseña estrategias de investigación muy sofisticadas. Sin embargo, en ambos casos necesitamos considerar los rasgos generales de los fenómenos que queremos estudiar. Así, conocer dichos rasgos, y aplicar el razonamiento abstracto, son dos de las llaves que nos permiten avanzar en la construcción del conocimiento científico, no importa si se trata de fenómenos muy grandes o muy pequeños, muy distantes o prácticamente invisibles.

VII. GENERALIDAD Y ABSTRACCIÓN EN LA CIENCIA

La ciencia busca conocer la realidad. Pero sería prácticamente imposible conocerlo absolutamente todo (Engels, 1968). Por eso la ciencia se ve obligada a delimitar bien su objeto de estudio, de manera que pueda conocer sus aspectos esenciales de manera concreta. Estos aspectos suelen ser los rasgos y tendencias más generales de un fenómeno, es decir, los que son comunes a sus diferentes manifestaciones particulares. La ciencia busca conocimientos generales, que permitan explicar, aunque sea de manera tendencial y probabilística, las diferentes cosas del mundo. Por supuesto, este conocimiento científico, que es general y concreto, puede ser aplicado para estudiar casos específicos, construyendo un conocimiento que ya no sea general, sino particular y concreto.

Pensemos, por ejemplo, en un zoólogo especialista en gatos. Él conoce los rasgos generales de los gatitos domésticos (felis silvestris catus), pero probablemente también conozca las características básicas de toda la familia felidae. Esta familia incluye a los gatitos domésticos, pero también a muchas otras variedades de grandes gatos, como el tigre, el león o el jaguar. Así, nuestro zoólogo tiene un conocimiento general y más o menos concreto de estas especies. Sin embargo, es probable que nuestro zoólogo esté especializado en gatitos domésticos. En tal caso, su conocimiento de gatos como Toulouse sería un conocimiento mayor y, por lo tanto, más concreto y más particular. Pero supongamos que mi gato se va a vivir unos meses con nuestro amigo el zoólogo. Si este fuera el caso, entonces, nuestro zoólogo podría hablar de una manera muy concreta de Toulouse, no solo porque lo conocería como gatito específico, sino también porque lo vería con los lentes de sus conocimientos más generales. Y así como pasa en este ejemplo sencillo, pasa en la ciencia.

En su libro El Capital (1975), Marx estudia el funcionamiento de la economía capitalista. Para eso, uno de los casos específicos que usó fue el del capitalismo inglés. Sin embargo, él no se quedó en los rasgos específicos de esta economía concreta, sino que hizo abstracción de ella y trató de encontrar los rasgos más generales del fenómeno, sus tendencias y su dinámica interna. Así, El Capital es un estudio científico orientado a conocer de una manera general y concreta el modo de producción capitalista. Si nosotros estudiamos este libro, podremos hacernos una idea general de cómo funciona el capitalismo. Pero con esta idea no sabremos aún como es que funciona, específicamente, la economía capitalista de este o aquel país. Esto lo sabía Lenin. Por eso, cuando él escribió su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia (1979), una de las cosas que hizo fue tratar de encontrar los rasgos y características particulares de la economía rusa. Él buscó datos de la realidad de su país, para conocerla empíricamente. Pero al mismo tiempo recurrió a la teoría de Marx, para orientar su investigación con estos conocimientos más generales. De manera que, si El Capital es un estudio concreto y general del capitalismo, El desarrollo del capitalismo en Rusia es un estudio concreto de un capitalismo específico.

VIII. CONCLUSIÓN

El mundo es una realidad concreta, llena de rasgos y atributos de muy diverso tipo, y que siempre está en movimiento. Nuestra experiencia en este mundo siempre está en relación con cosas específicas y concretas. Sin embargo, con nuestra mente somos capaces de identificar las generalidades del mundo. Comprender estas generalidades nos permite ordenar y conceptualizar nuestras experiencias individuales, pero también nos permite acceder al conocimiento de otros fenómenos de la realidad, muchos de los cuáles no podemos ver a simple vista. Por eso, del mismo modo que la abstracción es una actividad indispensable de nuestro conocimiento, identificar las generalidades de los fenómenos también lo es. Por eso es importante que ejercitemos ambas habilidades y que aprendamos a distinguir sus diferencias. Esto es imprescindible en la formación de cualquier científico. Pero también es relevante para la vida de cualquier persona. Porque al comprender las tendencias y generalidades del mundo se comprende mejor la propia realidad, y comprender esta realidad es la primera condición para poder ejercer nuestra libertad, que no consiste en otra cosa sino en poder actuar con conocimiento de causa (Engels, 1968).


Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

Engels, F. (1968). Anti-Dühring. la suversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring (M. Sacristán (ed.)). Grijalbo.
Hernández Jaime, P. B. (2023, julio). Lo abstracto y lo concreto explicado con manzanas. https://cemees.org/2023/07/10/lo-abstracto-y-lo-concreto-explicado-con-manzanas/?fbclid=IwAR0ChuPytlLLyQeUqm92SgQ9eG7f74aoW_4npa2lg0zai1n2iOSuRPAJA3E
Lenin, V. I. (1979). El desarrollo del capitalismo en Rusia. Progreso.
Marx, K. (1975). El Capital: Crítica de la Economía Política. Libro Primero: el Proceso de Producción del Capital (P. Scaron (ed.)). Siglo XXI.
Marx, K. (2008). Introducción general a la crítica de la economía política (1857). En J. Tula (Ed.), Contribución a la crítica de la economía política (9a ed., pp. 281–313). Siglo XXI.
Vygotski, L. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores (M. Cole, V. John-Steiner, S. Scribner, & E. Souberman (eds.)). Grijalbo.

Por Pablo Hernández Jaime | Julio 2023

¿Qué es la abstracción?, ¿cuál es la diferencia entre pensamiento abstracto y concreto?, ¿por qué ambos tipos de pensamiento son importantes?, y, además, ¿por qué en el marxismo se habla con tanta frecuencia de estos conceptos? En este artículo trataré de responder estas preguntas de una manera sencilla y clara. Por lo mismo, el artículo no puede ser exhaustivo, sino introductorio.

I. ¿Qué es lo abstracto y qué lo concreto?

Definir qué es una abstracción puede ser bastante sencillo si nos atenemos a la definición más básica del concepto. Una abstracción es la acción o efecto de separar mentalmente un elemento o atributo del objeto del que forma parte. Si pensamos en una manzana, por ejemplo, podemos aislar mentalmente su color, tamaño o forma y hablar de estos elementos de manera separada. Todos estos elementos forman parte de la manzana real, pero no son todos los elementos de la manzana. La manzana real está conformada por una gran cantidad de otras características, como su peso, maduración, lugar de procedencia, si fue una manzana cosechada para ser vendida en el mercado o fue la manzana de mi huerto, si es dulce o ácida, etcétera. Cuando nosotros, mentalmente, tomamos alguno de estos elementos y lo consideramos de manera separada o aislada, estamos haciendo una abstracción de la manzana.

En este sentido, la definición de lo concreto también es sencilla. Si una abstracción consiste en tomar un elemento separado del objeto al que pertenece, lo concreto es el objeto con todas sus características[1]. Así, la manzana concreta sería la manzana que está sobre mi escritorio, que además es roja, de ocho centímetros de diámetro, que probablemente fue cosechada hace 10 días en Zacatlán, Puebla, que llegó al mercado de mi colonia por la mañana, que fui a comprar por la tarde y que se mallugó porque cuando venía de regreso del mercado se me cayó y se golpeó contra el suelo, etcétera. La manzana concreta es la manzana real que existe sobre mi mesa, con todo lo que la hace ser esa manzana en específico y no otra manzana.

II. La abstracción y el pensamiento

Algo que es muy importante remarcar aquí es que la abstracción es una cualidad del pensamiento y de la actividad humana. En la realidad todas las cosas son concretas, porque existen siempre con todos sus atributos. Nada existe por partes y nada existe separado de las demás cosas. La realidad es un todo integrado, entrelazado, y que además está en constante cambio y movimiento.

El pensamiento humano, en cambio, puede hacer abstracción de las cosas, separando sus elementos en partes. Sin embargo, esto no quiere decir que el pensamiento empiece siendo concreto y solo después vaya haciéndose abstracto. Nuestro conocimiento del mundo siempre es limitado[2]. Nunca tenemos la información completa de los objetos que nos rodean. Con la manzana que está sobre mi escritorio, por ejemplo, yo no sé en realidad de dónde vino, cuánto pesa, hace cuántos días la cosecharon, etcétera. Yo solo sé que la vi en el mercado y que me pareció lo suficientemente buena para comprarla y comerla. El pensamiento humano siempre empieza siendo abstracto porque tiene información limitada del mundo.

De hecho, nuestro pensamiento nunca llega a ser del todo concreto. La realidad es concreta. Pero nuestro conocimiento de ella siempre es limitado. En este sentido, lo que ocurre con nuestro pensamiento es que varía en grados de abstracción, algunas veces siendo más, y otras veces menos, concreto.

III. La abstracción en la vida cotidiana

Por lo general, lo que solemos llamar concreto en la vida cotidiana son solo abstracciones útiles y tangibles, palpables a los sentidos[3]. Así, por ejemplo, yo puedo sentir que mi idea de la manzana sobre mi escritorio es muy concreta porque sé que yo la compré, porque la veo y la puedo sostener. Sé que la manzana está ahí y que cumplirá una función, porque será parte de mi desayuno de mañana. Sin embargo, esto no es una idea concreta de la manzana, sino una idea abstracta, aunque útil y muy práctica.

En la vida cotidiana, de hecho, hay muchas cosas con las que interactuamos de manera práctica, aunque nuestras ideas de ellas sean muy abstractas. Con un automóvil, por ejemplo, yo no necesito conocer como funcionan todas y cada una de las partes del auto y cómo es que en él se aplican leyes de la física y la química, solo necesito saber manejarlo. Hay gente que tiene auto y ni siquiera sabe cosas básicas de mecánica, porque puede pagarle a alguien más para que haga este trabajo. Y así como ocurre con el auto, ocurre con muchas otras cosas: pagamos Impuestos al Valor Agregado (IVA), aunque no sepamos cómo funciona el sistema tributario; usamos el dinero todos los días, aunque no sepamos economía; vamos a emitir nuestro voto en las urnas cada tres o seis años, aunque no sepamos cómo funciona nuestro sistema político; cocinamos todos los días sin saber las reacciones químicas que ocurren en los alimentos, etcétera.

En la vida cotidiana, el pensamiento empieza siendo abstracto por defecto, porque solemos pensar las cosas solo desde la experiencia de nuestros sentidos y desde la utilidad que encontramos en ellas. Con mi manzana, por ejemplo, lo más común será identificarla por su forma, su color y porque es una fruta comestible. Por eso, la idea del color de la manzana me parecerá más concreta que la idea de su diámetro o la idea de su precio de compra. Sin embargo, estas tres ideas son igualmente abstractas si las consideramos de manera aislada.

IV. El desarrollo del pensamiento abstracto

Nuestro pensamiento empieza siendo abstracto por defecto. Pero este pensamiento, como ha demostrado la psicología genética[4], se va desarrollando. Desde que somos niños y a lo largo de nuestra vida, nuestro pensamiento aprende a operar poco a poco con las abstracciones que conforman nuestra conciencia. Aprendemos a encontrar regularidades en el mundo, como que las sombras de los objetos por lo general indican profundidad. Por eso, usando sombras, somos capaces también de generar la ilusión de profundidad en un dibujo, aunque este sea solo de dos dimensiones. Aprendemos a inferir relaciones causales, como que, si arrojo un plato de porcelana contra el suelo, este se romperá, o que, si elevamos la temperatura del agua hasta cierto punto, esta comenzará a hervir. Aprendemos que hay cosas que existen, aunque no las veamos directamente, como las bacterias o las células de nuestro cuerpo. Aprendemos conceptos nuevos, aunque no conozcamos directamente el objeto al que hacen referencia, porque somos capaces de imaginarlo de manera creativa.

Todas éstas, y otras habilidades, son el resultado del desarrollo de nuestro razonamiento abstracto. Es este razonamiento el que, paulatinamente, nos permite aprender un lenguaje o nos permite aprender matemáticas o ciencias naturales. Si no desarrolláramos este razonamiento, seríamos eternos prisioneros de nuestros sentidos. El pensamiento abstracto, cuando se desarrolla, nos permite ensanchar nuestra concepción del mundo y razonarla; nos permite pensar en el futuro y en lo posible; nos permite hacer planes y proyectos. El razonamiento abstracto es la base del conocimiento científico y es uno de los pilares de la creatividad y la innovación.

Volviendo a la manzana, un niño pequeño solo podría hablar de ella en términos muy limitados, por ejemplo, señalando su sabor o su color. Un niño bastante pequeño, incluso, no sería consciente de que esa manzana fue comprada en el mercado y tampoco podría hacer planes para comerla mañana en el desayuno. Un adulto, en cambio, ya con un pensamiento abstracto más desarrollado, puede hacer otras cosas. El agricultor de un huerto de manzanas, por ejemplo, podría pensar la manzana como parte de su cosecha, haciendo el cálculo de sus costos de producción y evaluando los precios del mercado para saber en cuánto puede venderla. Un cocinero, por otro lado, podría pensar en hacer mermelada de manzana para sus pasteles, por lo que tendría que calcular cuántas más manzanas necesita en su receta para poder cumplir sus objetivos.  

Sin embargo, para el agricultor la manzana es solo una mercancía y para el cocinero es solo un ingrediente de su receta. Es cierto que, como el niño, ninguno de los dos es ya prisionero de sus sentidos más inmediatos. Ambos razonan ya en otro nivel, operan de manera lógica, piensan en el futuro, elaboran planes y son capaces de crear. Sin embargo, en ambos casos, el pensamiento sigue siendo abstracto[5].

Por supuesto, el pensamiento abstracto no es en sí mismo malo. A veces es incluso benéfico. Si tuviéramos que detenernos a analizar con detalle y a reflexionar cada una de las cosas que hacemos y pensamos a lo largo del día, tratando de considerar todos sus factores, no tendríamos tiempo de vivir. Seríamos como Funes, el memorioso[6], que para recordar todos los detalles de un día necesitaba invertir todo otro día completo. El pensamiento abstracto suele ser práctico y útil. A veces, incluso, habría que decir que es practicista y utilitario, porque sus razonamientos y creaciones son unilaterales. Al agricultor de manzanas solo le interesan las manzanas como negocio y al cocinero solo le interesan para su mermelada. En este sentido, aunque el pensamiento abstracto puede ser conveniente y creativo, siempre es limitado. La diferencia es que, con el desarrollo del razonamiento abstracto, las personas se vuelven capaces de expandir su pensamiento y realizar operaciones mentales. En este sentido, el razonamiento libera a las personas de la cárcel de sus sentidos, aunque su pensamiento siga siendo unilateral.

V. El ascenso de lo abstracto a lo concreto

El pensamiento concreto descansa sobre el razonamiento abstracto. Es un nivel superior y más complejo. Por eso los marxistas dicen que para alcanzar este tipo de pensamiento debe haber un ascenso desde la abstracción. Cabe recordar que el pensamiento concreto no es el pensamiento práctico de la vida cotidiana. Ese pensamiento también suele ser abstracto, aunque sea útil, necesario y conveniente. Pero ¿en qué consiste el pensamiento concreto? La respuesta breve es que el pensamiento concreto consiste en comprender, de la manera más íntegra posible, más completa y multilateral, la esencia de un objeto de conocimiento o alguna de sus manifestaciones.

La respuesta extensa implica que demos un pequeño rodeo y consideremos los siguientes tres puntos. En primer lugar, hay que recordar que nuestro pensamiento siempre varía en grados de abstracción. Un panadero, por ejemplo, conoce mejor que muchas personas el oficio de hacer pan. Sabe más cosas sobre el negocio, las recetas, los procedimientos de trabajo e incluso puede tener conocimientos técnicos sobre la química de los alimentos. En este sentido, un panadero tendrá un pensamiento más concreto sobre su oficio que cualquier persona ajena al gremio. Y así con todo. Las personas que viven en la ciudad tienen un conocimiento más concreto sobre la vida urbana y uno más abstracto sobre la vida en el campo. Los arquitectos tienen un conocimiento más concreto sobre el diseño y la construcción de edificios, aunque no sepan nada sobre ser panaderos, y viceversa. 

Pero nadie puede saberlo absolutamente todo. Este es el segundo punto que debemos considerar.  Por eso, la única manera de elaborar un pensamiento concreto es suscribiéndolo a un objeto de conocimiento particular o, como Marx (2008) lo denominó, a una totalidad concreta. Un objeto de conocimiento, en este caso, sería solo una parte de la realidad, un fenómeno particular del mundo[7]. Este objeto, entonces, tiene que estar bien delimitado, pero además tiene que ser un objeto de relevancia para el conocimiento. Volvamos a la manzana. Probablemente a nadie le interese conocer la realidad concreta de la manzana de mi escritorio. Y está bien. Es solo una manzana. Pero probablemente esta manzana sea importante para un genetista de las frutas. Para él, esta manzana no es su almuerzo y tampoco es una mercancía. Para él la manzana sería solo un caso particular de las frutas que estudia. ¿Podríamos decir que entonces este investigador tiene una visión abstracta de la manzana? Sí. Pero su visión abstracta de la manzana es voluntaria y tiene un objetivo. Para él, la manzana que está sobre mi escritorio sería solo un caso muy específico, entre muchos otros, y todos estos casos le interesan porque le sirven para estudiar y comprender las variaciones genéticas de las frutas. Su objeto de conocimiento no es la manzana de mi escritorio, sino la variación genética. Por eso, él elige hacer abstracción de una gran cantidad de aspectos de la manzana, pero para construir una comprensión más integral y concreta de otro objeto: las variaciones genéticas[8].

Ahora bien, puede haber muchos objetos de conocimiento para distintas ciencias. Sin embargo, ningún biólogo conoce ni puede conocer todo sobre su ciencia u objeto de estudio. Ningún médico sabe ni puede saber todo sobre el cuerpo humano. Ningún economista comprende ni puede comprender todo sobre la producción, distribución e intercambio de la riqueza. Incluso si juntáramos los conocimientos de toda la humanidad hasta nuestros días, nuestro conocimiento sobre cada objeto sería limitado. Este es el tercer punto que debemos considerar. Y es que, ni siquiera delimitando un objeto de estudio es posible conocer todos los aspectos de dicho objeto[9]. Por eso es necesario conocer sus elementos esenciales y hacer abstracción de todo lo que no es relevante. Sin embargo, para que el científico sea capaz de distinguir lo central de lo accesorio, es necesario que conozca de manera muy concreta su objeto de estudio y que sea capaz de aplicar la abstracción de manera voluntaria para elaborar conceptos y explicaciones.

Sintetizando los tres puntos antedichos: el pensamiento concreto consiste en aplicar el razonamiento abstracto para delimitar un objeto o totalidad concreta y elevar nuestros conocimientos en torno a él. Esta comprensión más concreta del fenómeno nos permitirá discernir entre sus elementos esenciales y accesorios, de manera que podremos conceptualizarlo y dar cuenta de sus tendencias y lógica interna. Así, tendremos una visión sobre nuestro objeto que será multilateral e integral y, al mismo tiempo, general y aplicable a los distintos casos o manifestaciones particulares de nuestro fenómeno. El pensamiento concreto es el pensamiento científico por excelencia.

VI. El análisis concreto de la situación concreta

El pensamiento concreto descansa sobre el pensamiento abstracto y puede definirse como la acción y efecto de estudiar a fondo y de manera multilateral un fenómeno de la realidad. En este sentido, el pensamiento concreto supone que las personas hayamos desarrollado ya nuestra habilidad para razonar abstractamente, pues este es un requisito indispensable. Sin embargo, el pensamiento concreto no emerge por simple maduración, sino que es el resultado de una labor de investigación. Aunque esta investigación no está forzosamente circunscrita al ámbito académico. También en la vida cotidiana y en otros ámbitos de la realidad social, como en la política, se puede aplicar el pensamiento concreto.

Probablemente la mejor forma de aplicar este pensamiento a otros ámbitos distintos al de la ciencia académica sea el del análisis concreto de la situación concreta. Este tipo de análisis, como su nombre lo indica, también supone una investigación. Sin embargo, esta investigación no estará centrada en la construcción del objeto general de conocimiento o totalidad concreta, sino que estará centrada en un caso o situación específica. Para que este análisis pueda hacerse, es necesario que los analistas tengan claridad sobre los distintos factores que deben incluir en su análisis y para eso deben tener claridad sobre el objeto de conocimiento al que pertenece la situación que intentan analizar. En otras palabras, el análisis concreto de la situación concreta requiere un conocimiento muy amplio de la situación específica, así como de la teoría que permite comprenderla y explicarla.

Ya en este punto, el ejemplo de la manzana es un poco caricaturesco. Sin embargo, puede servir para ilustrar el punto. Recordemos a nuestro genetista de las frutas. Él se dedicaba a estudiar las variaciones genéticas y la manzana de mi escritorio no le interesaba más que como caso particular de su objeto de estudio. Sin embargo, si a este genetista le encargaran un proyecto para desarrollar una variante de manzana que se adaptara mejor a climas cálidos, él podría hacer un estudio de caso sobre cierto tipo de manzanas, de manera que el investigador pueda descubrir si entre estas manzanas hay posibilidad de conseguir alguna variante con las características que busca. El análisis concreto de la situación concreta es, en alguna medida, un diagnóstico muy bien informado de una realidad particular. Este diagnóstico puede estar orientado a desarrollar una nueva variante de manzana, a perfeccionar los viajes al espacio o a transformar la realidad económica de una sociedad.  

VII. Importancia del pensamiento abstracto y concreto

El pensamiento concreto es siempre el resultado de un esfuerzo deliberado por conocer la realidad. No es un producto espontáneo de la experiencia. Pero, si como ya dijimos antes, el pensamiento abstracto es útil para la mayoría de las cosas de la vida cotidiana, entonces, ¿para qué queremos el pensamiento concreto? El pensamiento concreto es un pensamiento científico que busca aproximarse a la verdad, a la realidad concreta de las cosas. Para elaborarlo se necesitan grandes esfuerzos, aunque muchas veces dicho conocimiento no sea inmediatamente aplicable. Sin embargo, el pensamiento concreto es lo que permite la realización de las grandes transformaciones e innovaciones humanas. Si el pensamiento abstracto permite pensar el futuro y lo posible, el pensamiento concreto permite elaborar planes realistas, científicamente orientados, para la realización de grandes proyectos. Si el razonamiento abstracto nos permite liberarnos de la prisión de nuestros sentidos, el pensamiento concreto nos permite liberar nuestro pensamiento de sus propias limitaciones, de sus propios sesgos y unilateralidades.

El pensamiento abstracto es importante no solo porque es la base de muchas de nuestras actividades cotidianas, sino también porque es el origen del pensamiento concreto y este último es importante porque con él podemos aspirar a dos de las grandes metas de la humanidad: encontrar la verdad y transformar la realidad.  


Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] En palabras de Marx (2008, p. 301): “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso.”

[2] En palabras de Engels (1968, p. 76):  “Si alguna vez llegara la humanidad al punto de no operar más que con verdades eternas, con resultados del pensamiento que tuvieran validez soberana y pretensión incondicionada a la verdad, habría llegado con eso al punto en el cual se habría agotado la infinitud del mundo intelectual según la realidad igual que según la posibilidad; pero con esto se habría realizado el famosísimo milagro de la infinitud finita.”

[3] En palabras de Kosik (1967), el mundo de la vida cotidiana es el mundo de las pseudo concreciones.

[4] Esto es bastante notorio en los trabajos de Vygotski (1979, 2013) y Piaget (1991; 2007), donde precisamente se estudia el desarrollo del pensamiento conceptual y la inteligencia en los niños, y cómo esto permite ampliar su capacidad para razonar y resolver problemas.

[5] Aquí hay una aclaración que hacer. Como se verá más adelante, el pensamiento concreto supone la capacidad de analizar un fenómeno o situación de forma integral. El cocinero o el productor de manzanas, entonces, solo están sujetos al pensamiento abstracto en la medida operan sin un análisis de esta naturaleza, por ejemplo, cuando el cocinero se limita a repetir una receta o el productor a seguir una fórmula, pero sin un involucramiento mayor.

[6] Cuento de Jorge Luis Borges.

[7] Por supuesto, los conocimientos de las distintas totalidades concretas podrían ser articuladas en una comprensión más integral y unitaria del mundo, lo cual permitiría tener una visión de conjunto, menos parcializada, aunque nunca acabada ni definitiva, sobre la realidad conocida por el ser humano. Esta comprensión más genérica, sin embargo, y aunque constituiría una aproximación más multilateral de la realidad, también tendría que suponer un grado mayor de abstracción para poder realizarse. Elaborar una concepción del mundo implica esto.

[8] Este ejemplo solo nos sirve para ilustrar nuestro punto: el objeto de conocimiento no necesariamente es un caso particular. Marx (1975), por ejemplo, definió su objeto de conocimiento como el modo capitalista de producción y no como el capitalismo concreto de Inglaterra. Es verdad que estudió mucho el capitalismo inglés, pero lo hizo solo para poder comprender su objeto de estudio principal.

[9] Una aclaración importante aquí es que esta imposibilidad del conocimiento absoluto es solo una imposibilidad práctica y no de principio. Si la imposibilidad fuera de principio, entonces el conocimiento en su conjunto no sería posible y solo tendríamos una multiplicidad de narrativas ad hoc, pero sin valor y sin peso veritativo. Pero este no es el caso. El conocimiento es posible. Solo que, en la práctica, solo podemos realizar aproximaciones a él. En palabras de Lenin (1974, p. 363): “todos los límites en la naturaleza son convencionales, relativos, móviles, expresan la aproximación de nuestra inteligencia al conocimiento de la materia, pero esto no demuestra en modo alguno que la naturaleza, la materia, sea en sí un símbolo, un signo convencional, es decir, un producto de nuestra inteligencia.”

Referencias

Engels, F. (1968). Anti-Dühring. la subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring (M. Sacristán (ed.)). Grijalbo.

Kosik, K. (1967). Dialéctica de lo concreto. Grijalbo.

Lenin, V. I. (1974). Materialismo y Empiriocriticismo. Ediciones en Lenguas Extranjeras.

Marx, K. (1975). El Capital: Crítica de la Economía Política. Libro Primero: el Proceso de Producción del Capital (P. Scaron (ed.)). Siglo XXI.

Marx, K. (2008). Introducción general a la crítica de la economía política (1857). En J. Tula (Ed.), Contribución a la crítica de la economía política (9a ed., pp. 281–313). Siglo XXI.

Piaget, J. (1991). Seis Estudios de Psicología. Ediciones Labor.

Piaget, J., & Inhelder, B. (2007). Psicología del Niño (17a ed.). Ediciones Morata.

Vygotski, L. (1979). El desarrollo de los procesos psicológicos superiores (M. Cole, V. John-Steiner, S. Scribner, & E. Souberman (eds.)). Grijalbo.

Vygotski, L. (2013). Pensamiento y lenguaje. Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Quinto Sol.

Por Alan Luna | Julio 2023

Crátilo, alumno de Heráclito, siguiendo las enseñanzas de su maestro analizaba que dado que todo cambia y todo está en constante movimiento no es posible decir nada verdadero, pues cuando mencionamos algo inmediatamente ya no es aquello que pretendíamos conocer. Por esto, Aristóteles lo presenta como un heracliteo radical,  que se limita a señalar con su dedo a las cosas para no decir falsedades sobre ellas.

Desde aquella época fecunda del pensamiento Aristóteles vio los problemas de una dialéctica que por decir verdades generales no dijera nada de lo particular, el ejemplo de Crátilo así lo demuestra. La opinión de quien para algunos es el pensador más grande de la antigüedad es clara: la filosofía debe ser un estudio serio que nos ayude a conocer la realidad, no una serie de pensamientos abstractos vacíos de contenido. Si bien el conocimiento de la totalidad es común a gran parte de la historia de la filosofía, esta aspiración no debe ser a costa de no conocer lo particular; más aún, hay una conexión entre lo particular y lo universal de tal manera solamente conociendo lo primero se puede conocer lo segundo.

Todo se mueve y todo cambia, pero si no analizamos con cuidado esta gran verdad corremos el riesgo de, como Crátilo, caer en un agnosticismo absoluto que no pueda decir algo certero de la realidad. Para Aristóteles el gran reto es descubrir qué hace que las cosas se muevan y que las cosas existan, sobre esto indaga en su famoso libro Metafísica, y por este camino desarrolla enormemente el pensamiento filosófico.

La exigencia que Aristóteles le hace a cierto pensamiento dialéctico de su tiempo es correcta, pero la historia del pensamiento, y con ella la historia de la dialéctica, se han desarrollado enormemente. Este tipo de reflexiones han pasado por mentes brillantes, por gigantes del pensamiento como Spinoza, Kant y Hegel. Este último tenía en gran estima a Aristóteles y lo consideraba “uno de los más ricos y profundos genios científicos que jamás hayan existido.” (Hegel, 1955; 237); sin embargo, consideraba que su gran limitante fue no comprender toda la riqueza y profundidad que ya contenía la dialéctica de su tiempo.

Para Hegel, el cambio perpetuo, el movimiento constante, no debe ser una traba para el conocimiento de las cosas. Que todo esté siempre en constante transformación no debe orillarnos a conocer entonces solamente aquello que no cambia, aquello que permanece dentro del cambio. Al contrario, ese es el gran reto, conocer las cosas en el cambio mismo pues eso es lo que son, un constante devenir. Hegel no hecha por la borda lo alcanzado por la lógica formal, pero nos dice que mientras no conozcamos a las cosas en movimiento no podremos conocer la verdad de nuestros objetos de estudio.

Si la dialéctica pudo ser en su momento criticada por una parte y utilizada por otra como un conocimiento abstracto de la realidad que solamente dice aspectos generales de las cosas, ahora este tipo de opiniones solo demuestran que hace falta estudiarla profundamente. Con Hegel, el pensamiento dialéctico, que nos permite entender a las cosas en su constante movimiento, se profundiza de tal manera que se dejan detrás los agnosticismos y relativismos, el decir todo para no decir nada.

Recordemos siempre que el pensamiento filosófico tiene su historia, que por lo tanto se ha desarrollado y profundizado, estudiar las distintas formas que han adquirido las distintas problemáticas nos sirve para ganar claridad respecto a cuestiones que en nuestros días se siguen planteando. Solo desde el conocimiento se puede criticar los límites del conocimiento, si no seguiremos usando las verdades abstractas que hace ya bastante tiempo fueron desterradas del pensamiento serio. 


Alan Luna es maestro en filosofía por la UAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Bibliografía

            Hegel, G. W. F. (1955). Lecciones de historia de la filosofía, FCE, México.

Por Jenny Acosta | Julio 2023

Este 5 de mayo se cumplieron 205 años del nacimiento de Karl Marx, quien nació en el año de 1818. Marx es uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo. ¿Cómo puede ser esto posible si Marx nació hace poco más de 200 años? ¿Qué hay en sus escritos que resulta vigente para los días que corren? Tal vez la respuesta base a estas preguntas se encuentre en el contexto en que Marx escribió y la postura que tomó sobre este contexto. En 1800 el capitalismo experimentaba y promovía un aceleramiento en la producción. Ya era un sistema afianzado económicamente en distintos países de Europa, siendo Inglaterra su puntal. Marx vivió la experiencia de perfeccionamiento de la producción capitalista, su expansión hacia otros países, así como la consolidación política de la clase capitalista.

Por esto, en sus escritos es posible encontrar análisis sobre la organización capitalista de la producción, sobre la forma en que este modo de producción utilizaba el mundo entero para su desarrollo, pero también sobre los conflictos políticos entre distintos sectores de la población, surgidos estos últimos, precisamente, durante el proceso de consolidación política del capitalismo. Estos tres puntos serán mencionados en esta exposición.

Sobre el primer punto vale la pena detenerse en uno de los aspectos esenciales del amplio trabajo que Marx hizo analizando el sistema de producción capitalista. Desde un primer vistazo es claro que el capitalismo es un sistema que produce mercancías, es decir, productos destinados a ser vendidos o comprados; es la mercancía, entonces, la unidad sobre la que se funda todo el sistema. Marx se detuvo y analizó esta unidad, pero no lo hizo como una tarea marginal de un proyecto mayor, sino comprendiendo que en las contradicciones de esta unidad básica se resumían las contradicciones más amplias del sistema. Con el trabajo teórico que realizó en esta dirección, Karl Marx clarificó una de las discusiones principales de la economía política: ¿cómo se produce la riqueza? Algunos de los economistas clásicos decían que la riqueza era producto de la tierra; otros, del comercio; pero Marx descubrió que, si bien estos elementos eran cruciales para la producción de la riqueza en el capitalismo, ninguno era suficiente. La respuesta la encontró, precisamente, a partir del análisis de la mercancía.

En la mercancía se encierra la contradicción entre el valor de uso y el valor de cambio. El valor de uso refiere a las características físicas que tiene una mercancía y que la posibilitan para satisfacer necesidades específicas. Dice Marx en El Capital: “La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esa utilidad no flota por los aires. Está condicionada por las propiedades del cuerpo de la mercancía y no existe al margen de ellas.” (44) El valor de uso de las mercancías se constata a partir de las características propias de cada mercancía, pues estas características son las que permiten, o no, que una mercancía específica satisfaga un valor de uso. Si una mercancía no es útil, no tiene un valor de uso, entonces, no puede ser mercancía porque nadie la compraría. Pero las mercancías no solo tienen valor de uso, también tienen valor de cambio. El valor de cambio es lo que permite que una mercancía se puede intercambiar por otra. Éste, el valor de cambio, permite que se exprese una característica de las mercancías, que no se aprecia si sólo se consideran las características físicas que tiene, esta es, que todas las mercancías son producto del trabajo humano. El origen de las mercancías como productos del trabajo humano en general es lo que permite que mercancías tan dispares se puedan igualar y puedan, por tanto, intercambiarse entre sí. Reconociendo esta característica especial del valor de cambio, Marx da un paso de gigante en el camino de conocer con precisión el origen de la riqueza del capitalismo, pues “descubre” que el trabajo humano tiene el rol principal en el proceso de creación e intercambio de mercancías y es la verdadera fuente de riqueza del capitalismo. Las mercancías se pueden intercambiar no solo porque satisfacen necesidades, también porque son trabajo humano coagulado, condensado en una mercancía, y es este último el que determina cuánto vale una mercancía. El trabajo humano, sostiene Marx, es la base real de la riqueza en el capitalismo, son las y los trabajadores quienes crean con su trabajo la riqueza que el capitalismo necesita para continuar existiendo. Pero son precisamente estas trabajadoras y trabajadores quienes apenas gozan de la riqueza que sus manos producen. La crítica que Marx hace al capitalismo por sus injusticias y desigualdades económicas no surge solo de una perspectiva moral que califique de “malo” lo que el capitalismo trae consigo; se trata de una crítica surgida de un estudio científico y riguroso de la lógica que sigue el capitalismo para su continuidad.

Acompañando esta crítica al funcionamiento básico de la producción capitalista, Marx también reflexionó sobre las invasiones que las grandes potencias capitalista hicieron en diversos países del mundo. Por ejemplo, la invasión inglesa y en la India, destruyendo la organización social previa, pero sin ofrecer una alternativa mejor para la mayoría de la población. Hay intelectuales que han criticado la postura de Marx por una supuesta defensa de la invasión capitalista a otros pueblos del mundo, sosteniendo que Marx creía que estas invasiones representaban un avance que movería las viejas y fosilizadas estructuras sociales. El problema es más complejo. Marx sí reconocía aspectos renovadores en capitalismo, tanto en su producción rapidísima de riqueza en poco tiempo, como en la organización política que éste promovía, por lo menos como bandera, en la que defendía, por ejemplo, la igualdad de las personas. Sin embargo, el desarrollo histórico al interior de los pueblos invadidos y al interior de los pueblos invasores, provocó que Marx replanteara su defensa inicial a la colonización. En diversas cartas y escritos Karl Marx manifestó la necesidad de que la clase obrera de los países colonizados por el capitalismo se alzara en búsqueda de su independencia. El reconocimiento de esta necesidad tenía bien claro que las revoluciones promovidas por la independencia de las naciones oprimidas serían fundamentales para la emancipación de la clase trabajadora mundial. Estas consideraciones finales de Marx están lejos de hacer una defensa del colonialismo.

En el último punto, referente a las reflexiones que Marx hizo sobre la consolidación política que la burguesía estaba forjándose en el siglo XIX, vale la pena señalar uno de los movimientos proletarios más grandes de toda la historia que aconteció, justamente, en vida de Marx, se trata de La Comuna de París de 1871. En una Francia que había experimentado diversas formas de gobierno, cada una representando los intereses políticos ya sea de los terratenientes en decadencia o de los burgueses en ascenso, hubo un momento en el que la clase trabajadora de París decide tomar las riendas del gobierno e implementar una organización política completamente distinta a las anteriores. A esta experiencia se le llamó La Comuna de París y se caracterizó por tener al frente a un comité elegido por la mayoría de la población parisina. En la elección participó la clase trabajadora, incluyendo a las mujeres, lo que no había pasado en ninguno de los procesos “democráticos” que la burguesía internacional había experimentado en ese entonces. Este experimento político de la clase trabajadora duró apenas unos meses, pero este breve tiempo fue suficiente para mostrar que otro camino de organización política de la sociedad, dirigido principalmente a los sectores más desprotegidos, era posible. Caracterizando a la Comuna Marx dijo: “La lucha de la clase obrera contra la clase capitalista y su Estado ha entrado, con la lucha que tiene lugar en París, en una nueva fase. Cualesquiera sean los resultados inmediatos, se ha conquistado un nuevo punto de partida de importancia histórica fundamental.” (Carta a Kugelmann, 17 de abril de 1871). La clase obrera de París aprovechó lo mejor que pudo la oportunidad de tomar el poder político en sus manos para de él una herramienta de la clase obrera, una herramienta para la construcción de una sociedad suya. Marx participó, aunque desde Inglaterra, de ese proceso y vio en él las principales bases para la posterior lucha entre el proletariado y el estado burgués.

Es cierto que el capitalismo del siglo XXI no es idéntico al que Marx vivió, pero aunque sus formas han cambiado, su contenido se mantiene, y las reflexiones que Marx hizo sobre la esencia del capitalismo deben ser recuperadas por quienes buscan comprender las contradicciones del capitalismo, y más aún por quienes quieren transformar estas contradicciones en pro de una sociedad distinta. Las reflexiones que Marx ofrece sobre el funcionamiento de la producción capitalista, sobre el colonialismo y sobre las luchas políticas del proletariado, aportan elementos que tal vez requieran matizarse con los cambios del capitalismo moderno pero que, sin duda, son fundamentales para ir al fondo de la cuestión y para transformar radicalmente la sociedad desigual e injusta que el capitalismo ofrece para la mayoría de las personas.


Jenny Acosta es maestra en filosofía por la UAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Betzy Bravo | Julio 2023

Que sólo la verdad tiene el poder de convencer genuinamente es algo afirmado desde la Antigua Grecia. En este sentido, en el diálogo Menón, Platón plantea que la verdadera retórica radica en la ciencia y la filosofía, precisamente aquella filosofía que los sofistas descartaban por preferir la retórica llana. La tesis sofista afirmaba que el conocimiento de la verdad es imposible y lo único a nuestro alcance es algo parecido a la verdad enunciado por la retórica.

La retórica carente de conocimiento no persuade ni convence, simplemente complace y halaga a los oyentes, como el arte culinario puede deleitar el paladar sin garantizar que lo consumido no sea veneno. La retórica vacía de conocimiento no merece siquiera ser llamada retórica, en cambio puede ser considerada politiquería: una forma de manipulación sutil.

En aquellos tiempos antiguos, personas como Sócrates o Platón calificaban de aberrante la democracia basada en la publicidad, donde el poder recaía en aquel que tenía más dinero para comprar su imagen y posicionarla en la población. No obstante, la publicidad se ha convertido en la fuerza dominante en la política.

Por citar un ejemplo actual y cercano, un reporte de Article 19 y Fundar informa que, durante los primeros tres años de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, se han asignado un total de 8,648 millones de pesos en concepto de publicidad oficial. Este gasto se ha concentrado en diez medios de comunicación específicos. Durante el periodo de 2019 a 2021, se ha observado que el 50.01% del gasto en publicidad equivale a 4,325 millones de pesos. Por otro lado, el 49.99% restante de los recursos (4,323 millones de pesos) se ha distribuido entre otros 768 medios de comunicación. Los medios que recibieron la mayor parte de estos fondos durante el presente sexenio son Televisa, TV Azteca y La Jornada, los cuales han obtenido un total de 2,552 millones de pesos, correspondientes al 29.52% del gasto total en publicidad, repartidos del siguiente modo: Televisa: 933 millones; TV Azteca: 848 millones y La Jornada: 771 millones.

Este patrón también se repite en los recursos destinados a la comunicación social, pues también diez medios de comunicación concentran el 51.69% del gasto total, lo que equivale a 1,271 millones de pesos. Por otro lado, los otros 463 medios han recibido el 48.31%, equivalente a 1,188 millones de pesos. Los medios ya mencionados continúan liderando la lista; entre los tres han recibido un total de 727.98 millones de pesos en concepto de comunicación social, lo que representa aproximadamente el 29.59% del gasto total, distribuidos del siguiente modo: Televisa: 257.10 millones de pesos; La Jornada: 253.67 millones de pesos y Estudios Azteca: 217.21 millones de pesos.

La importancia del tema radica no en que deba prohibirse la publicidad, pues ésta es incluso necesaria, sino en que es importante pensar al respecto dada la falta de correspondencia de lo publicado con la realidad, además de que deberían ser penadas las prácticas incorrectas en la distribución de los recursos para publicidad. Se trata de un tipo de retórica desinteresada en emitir la verdad -aquello que ocurre efectivamente-, pero centrada en afianzar intereses individuales. Puede ser que en el mundo hoy no sea importante establecer pautas basadas en la honradez y el trabajo en favor de la sociedad sino los intereses egoístas que cotizan en el mercado, pero sí que resulta importante si deseamos vivir una vida digna de ser vivida, si aspiramos a vivir al menos en un verdadero Estado de derecho. Si nuestra aspiración es ésa, entonces todo el entramado de intereses sociales y económicos debe someterse a la máxima autoridad de los intereses de la razón, aquellos que responden al interés de la comunidad. De lo contrario, no tendremos una sociedad en un “Estado de derecho”, sino un derecho a merced de la politiquería, que de hecho es exactamente lo que está ocurriendo.


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Pablo Hernández Jaime | Junio 2023

Hablando de ciencia, entre marxistas es frecuente afirmar que lo más importante de Marx no fue lo que dijo o dejó de decir, sino su método de conocimiento. Esto es así, sostienen los marxistas, porque, así como el universo es infinito, también lo es su conocimiento, por lo que en esta materia nadie tiene la última palabra. Por eso, aunque los avances positivos de la ciencia son importantes, lo más relevante no es el descubrimiento de hoy, sino las puertas que se abren para la construcción de nuevos conocimientos. Con Marx, uno de estos desarrollos fue, precisamente, su método.

Pero, ¿en qué consiste este método? La pregunta ha suscitado amplios análisis entre marxistas. Unos afirman que dicho método consiste en priorizar el carácter histórico de los fenómenos, estudiando su origen y desarrollo; otros, que se caracteriza por buscar su sustrato material; y otros más mencionan que dicho método se aboca a hacer un análisis dialéctico, donde cada fenómeno es estudiado y reconstruido a partir de sus determinaciones principales, de manera que tengamos una comprensión lo más completa del mismo.

Todas estas opiniones son verdad y, de hecho, se complementan. Sin embargo, es necesario añadir algunos elementos más.

Primero, está la importancia de delimitar adecuadamente un objeto de estudio o, como Marx lo denominó, una totalidad concreta. Este paso es crucial por al menos tres razones. Primero, porque siempre el método depende del objeto de estudio. No existen métodos universales. Cada objeto tiene características propias que demandan estrategias de investigación diferentes. Segundo, porque con una delimitación adecuada, nos vemos obligados a considerar los rasgos esenciales del fenómeno, incluyendo su demarcación histórica y contextual. Esto evitará que hablemos de los fenómenos de forma abstracta e imprecisa. Y tercero, porque al contar con un objeto bien delimitado y que refleje de manera adecuada la realidad, los investigadores podrán dar cuenta de la lógica y tendencias esenciales del fenómeno, pero también de sus distintas manifestaciones particulares.

Otros dos pasos muy importantes de la investigación son los siguientes. Primero, tratar de estudiar los principales hallazgos de otros investigadores, sean ellos cercanos o no a nuestras posturas teóricas o políticas. Segundo, explorar y conocer las principales fuentes de información empírica, sean estadísticas, entrevistas, observación directa u otra. Esto último porque, a pesar de ser siempre limitados, los datos empíricos son nuestra única vía de acceso a la realidad. En Marx, estos dos pasos son muy claros, tanto en sus análisis sistemáticos sobre las teorías económicas anteriores, como en el uso recurrente de datos cualitativos y cuantitativos. 

Un cuarto paso consiste en construir categorías y conceptos al interior del objeto de estudio, de manera que sea posible clasificar, ordenar y relacionar de forma orgánica y coherente sus distintos factores y manifestaciones empíricas, tratando de identificar también sus tendencias agregadas, así como su lógica interna. El objeto de estudio debe ser reconstruido conceptualmente, pero de una manera clara y que permita explicar sus cambios y desarrollo.

Aquí es necesario hacer dos consideraciones más. La primera es que el carácter histórico del método marxista empieza por considerar que todo cambia. Pero su aplicación puntual supone que identifiquemos las condiciones que dan origen y permiten el desarrollo de nuestro fenómeno. La historia que debe conocerse es la historia de nuestro objeto, ya sea el modo de producción capitalista o cualquier otro. La segunda consideración es que la elaboración de conceptos debe hacerse tratando de ubicar su sustrato material. En las ciencias sociales, este fundamento está en las prácticas y relaciones que las personas establecen. Por eso, es muy ilustrativo como, en El Capital, todos los conceptos que Marx desarrolla pueden definirse, en última instancia, en estos términos. 

Finalmente, hay que decir que estos pasos y consideraciones sobre el método de investigación de Marx no siguen un orden estático. El primer paso es también el último, mientras los demás se intercalan entre sí. Todos los pasos son en realidad distintos momentos de un proceso ascendente donde siempre volvemos a pasar por cada uno de ellos.

Este es en términos muy generales el método de investigación de Marx, y aunque muchas veces no es bien comprendido o reconocido, ha sido uno de los grandes aportes a la metodología de las ciencias sociales, misma que, a veces sin reconocerlo, ha abrevado mucho de él.


Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Alan Luna | Junio 2023

“Los hombres no se preguntan solamente qué clase de vida quieren llevar. Se preguntan también en qué orden político quieren vivir. La filosofía moral se ocupa de la primera cuestión, la Filosofía Política, por el contrario, intenta dar respuesta a la segunda.” (Kersting, 2001; 39). Wolfgang Kersting nos ayuda con estas palabras a definir la Filosofía Política, así como su relevancia.

El ser humano vive en sociedad y bajo cierto orden político, ¿cuál es el sustento de tal orden?, ¿por qué elegimos algún orden particular por sobre los demás? y cabe preguntarnos antes aún ¿por qué debemos vivir en una sociedad que nos somete a un poder superior a la individualidad de cada cual?

Para la filosofía del contractualismo la cuestión es clara: necesitamos un poder superior a las individualidades que componen la sociedad porque como individuos distintos tenemos intereses distintos. En un hipotético “Estado de Naturaleza”, nos dice el contractualismo, en donde no existiera el Estado al que todos nos sometiéramos, viviríamos en guerra permanente y no habría forma de asegurarnos la vida y la justicia. De esto se desprende que el Estado, aunque no corresponde al interés individual de cada uno, en realidad le asegura una serie de bienes que el individuo acepta a cambio de su libertad absoluta; es decir que se desprende de algo así como una “libertad absoluta” individual, difícilmente alcanzable en realidad, para obtener una libertad mejor, aquella que le promete una vida segura, con reglas bien establecidas a las que todos y cada uno se sujeten. En el ejercicio mental que nos propone el contractualismo pasamos de un Estado de Naturaleza a un Estado-Sociedad que se logra por medio de un Contrato, en el que quienes decidan adoptar determinado orden político están de acuerdo con las reglas generales para poder vivir en sociedad.

Grandes pensadores como Hobbes, Locke o Rousseau se dedicaron a analizar problemas de esta índole. Hobbes decía que el hombre es el lobo del hombre, y puesto que en un Estado de Naturaleza nos sería imposible sobrevivir en esta guerra perpetua impulsada por el hombre mismo, se hace necesario el Estado, este Leviatán que con su poder superior gobierne y defienda de males extranjeros. Locke, por su parte, mencionaba que el fin del Estado es procurar la vida y la propiedad “Porque nadie puede transferir a otro más poder del que encerrare en sí, y nadie sobre sí goza de poder absoluto y arbitrario, ni sobre los demás tampoco, que le permita destruir su vida o arrebatar la vida o propiedad ajena.” (Locke, 2015; 15). Y Rousseau a su vez recalcaba “En tanto que muchos hombres reunidos se consideran como un solo cuerpo, no tienen más que una voluntad, que se refiere a la común conservación y al bienestar general.” (Rousseau, 2017; 137).

Claramente en poco espacio no se puede profundizar en el pensamiento de la Filosofía Política Moderna que tiene como base algunas de las ideas de estos pensadores y de otros tantos, pero la idea fundamental es clara: el Estado es necesario para mantener el bienestar de los individuos y solamente a condición de esto es que se somete la voluntad individual a una voluntad colectiva. Hay oposiciones mordaces a estos planteamientos que también necesitan ser tomadas en cuenta, pero mientras estas ideas sigan funcionando como fundamento de la necesidad del Estado debemos preguntarnos hasta dónde éste cumple sus funciones y hasta dónde se ha mostrado incapaz de realizar lo que él mismo se ha impuesto.

Por esto, los niveles de violencia de un país nos dicen bastante sobre la eficiencia de sus formas políticas. Si es deber del Estado evitar la muerte temprana y violenta, ¿qué decir de una nación en donde no se le pueda asegurar al individuo una vida segura?

En México, si consultamos los datos del INEGI, SESNSP, Lantia Intelligence, u otras plataformas en las que se recopilan datos en torno a la violencia, seguridad, crimen organizado y demás aristas de este mal, podemos dar cuenta de una dolorosa verdad: en el presente sexenio el clima de violencia ha aumentado; México se encamina a rebasar la cifra de homicidios dolosos del anterior sexenio. Muestra de ello es el asesinato de una pareja de activistas guerrerenses, Conrado Hernández y Mercedes Martínez, y de su hijo Vladimir quien apenas era un niño. Desde el 12 de abril en que los asesinaron hasta ahora (2 de junio) la justicia no se ha hecho presente.

Esta es la realidad de muchos/as mexicanos/as: violencia e impunidad. Es verdad que Marx, uno de los más grandes pensadores, nos advirtió que la justicia -y en general todo el aparato del Estado- en realidad responde a intereses particulares, aunque esto sea verdad, nada nos impide exigir que se cumpla lo que está en el marco de la ley actual. Dicho en otras palabras, el mundo de ahora es injusto y hay que luchar para transformarlo en otro mejor, pero ¿mientras tanto?. No debemos quedarnos callados porque sepamos que el clima de violencia es propio de un sistema de producción como el nuestro, que crea pobreza e inequidad. Podemos, y debemos, exigirle al Estado que cumpla sus funciones y compromisos, que al final de cuentas lo avanzado en materia de derechos y leyes también ha costado cantidades de lucha social. En este sentido debemos denunciar que el Estado está fallando a sus deberes, que la sociedad mexicana no se siente ni está segura y que la violencia es tal que hace que nos preguntemos lo siguiente: si el Estado no puede asegurarnos la vida, si la gente se hace justicia por su propia mano, si no hay justicia para los asesinados y las desaparecidas, ¿para qué está el Estado? En este gobierno en particular, lejos de la verborrea a la que nos ha acostumbrado, ¿podemos decir que vamos bien?


Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Bibliografía

Kersting, W. (2001). Filosofía Política del Contractualismo Moderno, UAM, México.

Locke, J. (2015). Ensayo sobre el gobierno civil, Universidad de Guadalajara, México.

Rousseau, J. J. (2005). El contrato social, Mestas ediciones, España.

Por Alan Luna | Mayo 2023

Es muy difícil no reconocer que la educación de los individuos que componen una nación es importante. Grandes pensadores han dedicado tiempo a analizar el problema. ¿Dónde radica la importancia de dicha labor? Responder a esta cuestión es lo complicado, pues aunque se acepte por lo general la necesidad de la educación, no todos defienden las mismas formas y los mismos contenidos. Vayamos por partes. 

Gran parte de la tradición filosófica enseña que las cosas no se nos presentan como realmente son. La teoría del conocimiento es una de las partes de la filosofía que se dedica a desarrollar esta cuestión, ¿cómo se pueden conocer las cosas?, ¿hay algún límite en nuestro conocer?, etc. Estas problemáticas no son vanas, casi cualquier persona interesada en conocer su realidad tiene alguna postura sobre éstas, aún si no sabe que lo que hace es precisamente una valoración filosófica. 

Nosotros podemos conocer parte de los objetos, aquello que podemos medir y captar con nuestros sentidos, pero hay otra parte importante que se nos esconde, que necesita de un análisis mucho más profundo para conocer la totalidad de cualquier fenómeno. El sol parece que sale y se oculta en determinado punto de la tierra, pero esto es solamente una parte del fenómeno, en realidad el sol no sale ni se oculta por ningún lado; la verdad se oculta a nuestra observación más inmediata y requiere de un esfuerzo científico para conocer la verdad detrás de la apariencia. 

La educación en general es necesaria, solo por medio de ella podemos conocer el mundo en sus formas y su esencia. Pero no debemos olvidar que hay un medio que determina la formación del individuo. “Yo soy yo y mis circunstancias”, decía Ortega y Gasset. El mundo, la formación social, envuelven al individuo de tal manera que lo educan de cierta forma. Marx explicó que el modo de producción determina las formas de pensamiento y, más aún, que de este pensamiento se destaca una forma ideológica que domina sobre las demás para ayudar a mantener el estado de cosas imperante en ese momento. 

Así, hay un doble impedimento para conocer la verdad de las cosas, el primero es el del límite natural de nuestros sentidos, que solamente después de un largo camino logra conocer de manera científica; el segundo es una limitación ideológica que permite aflorar con más facilidad las verdades que beneficien al modo de producción dominante. 

Si la educación en abstracto, en general, es necesaria, lo es también aquella que ayuda a tomar un punto de vista crítico de la realidad. Ésta enseña que la realidad tal y como la conocemos se corresponde con un orden económico específico, y que existen intereses para no mostrarnos la verdad completa, que en ocasiones tergiversan los avances científicos o simplemente apoyan aquellos que le beneficien directamente. 

Por esto, una buena educación debe romper la actividad solamente contemplativa de la realidad, debe enseñar que únicamente transformando la realidad es que puede transformarse el individuo y que el ser humano es a su vez transformador de las causas que lo causan. La tarea del educador es de ida y vuelta: enseñar a conocer de manera correcta la realidad y mostrar la insuficiencia de dicho aprendizaje, para así dar paso a la transformación que necesita el mundo para construirlo en un lugar cada vez mejor para todos. 


Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Betzy Bravo | Mayo 2023

La tiranía del mérito (2020) de Michael Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales y profesor de la Universidad de Harvard, es un ensayo sociopolítico que ofrece un detallado análisis de los problemas de la meritocracia, desde su concepción hasta sus efectos. Pese a que se centra en la meritocrática sociedad estadounidense, hay críticas esenciales que le vienen bien a México.

Sandel cuestiona el “sueño americano”, esa idea de que el talento y el esfuerzo conducen al éxito, una promesa ilusoria en una sociedad tan desigual como la estadounidense. El sueño americano descansa en el ideal meritocrático, éste afirma que el éxito es obtenido gracias a nuestro propio esfuerzo, de modo que creemos que merecemos lo que tenemos. Esto ocasiona que no haya empatía, pues si se afirma que cada persona es dueña de su propio destino, entonces se condena de alguna manera a quienes han tenido peores resultados sin reflexionar en cuestiones externas que sobrepasan el esfuerzo individual, como las crisis económicas, las enfermedades o las oportunidades heredadas. Sandel señala no solamente la falta de empatía o solidaridad debido al arraigado pensamiento meritocrático, sino que éste ha contribuido notablemente a una creciente desigualdad, pues la idea meritocrática va de la mano del mercado, que implica grandes desigualdades económicas y sociales.

Fue en los años ochenta, de acuerdo con Sandel, cuando se afianzó la visión de que el mercado otorga a cada persona lo que se merece. Así, el discurso meritocrático afirma que los mercados recompensan el mérito de cada persona. Esta ética meritocrática se fortaleció con los gobiernos de “centro-izquierda” de Tony Blair y Bill Clinton, quienes pretendían posibilitar que las personas progresaran con base en su puro esfuerzo y talento. No obstante, Sandel cuestiona que haya posibilidades de establecer una meritocracia real en un país en donde la gente no tiene las mismas posibilidades de desarrollo, pues el 1% más rico de la población estadounidense absorbe más renta que el 50% más pobre. Además, ascender de la pobreza a la riqueza cuesta más que lo que dice la retórica del ascenso. Son pocas las personas que nacen pobres y logran escalar; la mayoría no logra incorporarse ni siquiera a la clase media. Sólo entre aproximadamente un 4% y un 7% asciende hasta el tramo más alto de la división de la sociedad (EEUU), y sólo un tercio llega a los tres tramos superiores. Sandel afirma que es más fácil que el discurso meritocrático se cumpla en China que en EEUU; en China hay una mayor movilidad intergeneracional que en EEUU: “China ha prosperado tan rápido que las probabilidades de que una persona mejore allí su posición social son considerablemente mayores que en Estados Unidos. Dado el crecimiento económico sin precedentes que ha vivido China desde 1980, esta conclusión no es tan sorprendente como parece.”

Esto indica que en la sociedad estadounidense no hay realmente una base sobre la cual se pueda establecer un esfuerzo que lleve a las personas a lograr lo que quieren, a diferencia de lo que Obama y Clinton proclamaban en sus discursos. Con esta desigualdad, el discurso de la meritocracia empieza “a sonar a hueco”, pues, por más que las personas se esfuercen, no tendrán los medios adecuados para ascender en los estratos sociales.

Por otro lado, el autor plantea que en una sociedad meritocrática, las personas ganadoras creen que han alcanzado el éxito gracias a su propio talento y esfuerzo, pero esto no significa que todo haya sido solo mérito suyo. ¿Qué hay de las madres, padres y profesores que las han apoyado? ¿Y de las instituciones estatales que garantizan conocimiento técnico y cultural? ¿Y de las cualidades y talentos innatos que no son producto exclusivo de su esfuerzo? ¿Y de la suerte de vivir en un ambiente que valora y recompensa las aptitudes que han demostrado tener? Estas reflexiones llevan a Sandel a destacar la importancia del bien común y a señalar que la sociedad debe fomentar dos sentimientos: gratitud y humildad, ambos difíciles de cultivar en una sociedad meritocrática como la actual. La humildad, para Sandel, “es el punto de partida del camino de vuelta desde la dura ética del éxito que hoy nos separa. Es una humildad que nos encamina, más allá de la tiranía del mérito, hacia una vida pública con menos rencores y más generosidad.”

A lo largo de su análisis, Sandel aborda más aspectos que ilustran los efectos perjudiciales de la meritocracia. Menciona que hace más de 60 años, el político laborista británico Michael Young escribió un relato en el que denunciaba la arrogancia meritocrática de las élites y su efecto corrosivo en el discurso público. Según Young, el sentimiento de frustración y las humillaciones experimentadas por los ciudadanos que se sienten desplazados por aquellos más sabios y capacitados llevarían inevitablemente a una revuelta populista contra la élite meritocrática. Según Michael Sandel, esto es exactamente lo que ocurrió cuando Reino Unido votó a favor del Brexit y los estadounidenses eligieron a Trump como presidente.

Hay muchos aspectos más que Sandel incorpora en su análisis, pero dado que ésta es una reseña y no un resumen, basta añadir que, en suma, el autor afirma que la igualdad de oportunidades no es real. Y que éste debiera ser el punto de partida para eliminar la meritocracia, es decir, que debieran brindarse oportunidades suficientes para toda la sociedad, así como valorar el esfuerzo de cada individuo. Su propuesta de solución no es concreta, pero su crítica es sólida; su llamado a valorar el bien común atañe a la sociedad entera, especialmente a la clase política.


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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