Por Arnulfo Alberto | Septiembre 2023

A decir de diversos teóricos, por ejemplo, Tania Li (2010), desde el gobierno se impulsa, deliberadamente o no, una política de dejar vivir o dejar morir. Estos teóricos generalmente siguen las ideas de Foucault (2003) y su concepto de biopolítica, que se refiere a la estrategia gubernamental para intervenir en las masas poblacionales a fin de incidir en su salud y bienestar.

En los hechos lo que ocurre, sobre todo en los países pobres, pero también en los ricos, es que las propias dinámicas estructurales de la sociedad capitalista sumadas a estas intervenciones gubernamentales, o la falta de ellas, terminan por condenar a una muerte lenta a millones de personas.

Veamos algunos ejemplos. La esperanza de vida en muchos países del mundo es aún muy bajo, comparado al de los países ricos. Por ejemplo, en los países de África subsahariana, la esperanza de vida es de 60 años, en cambio en las naciones de la Unión Europea, el promedio de vida alcanza los 80 años[1], una diferencia de 20 años entre regiones no tan distantes entre sí, en una misma época de la historia, la sociedad “moderna” capitalista. 

En México, las disparidades regionales son igualmente notables. De acuerdo con datos de INEGI, mientras en Guerrero la esperanza de vida es de 73.6 años, en la Ciudad de México, este promedio se eleva a 76.8 años[2]. Estas diferencias son dramáticas incluso dentro de una misma ciudad, la calidad de vida de los habitantes de la alcaldía Benito Juárez en la Ciudad de México se compara al de un país europeo, mientras que el de la alcaldía Iztapalapa es similar a países pobres del sureste asiático[3].

En el mundo, alrededor de 650 millones de personas deben sobrevivir con menos de 2.15 dólares al día, es decir, con menos de 37 pesos al día.  En México, de acuerdo con cifras oficiales, la población en pobreza extrema es de 9.1 millones de personas y las que viven en carencia alimentaria representan a 23.4 millones[4].

Siguiendo con la línea argumentativa de Li, la política de dejar morir no es un apocalipsis, no es un terremoto, ni es una detonación nuclear, es decir, ciertamente no es un suceso que mate a millones en un lapso breve. Es más bien una muerte lenta, una violencia oculta que se cierne sobre la vida de los pobres entre los pobres.

Se puede discutir si este resultado es una estrategia del capital global, de las élites empresariales, de las potencias imperialistas o más bien, si estos resultados son de escaso interés para estos grupos de poder y son solo las consecuencias indeseadas de la dinámica estructural del capitalismo. En cualquier caso, el hecho está la vista de todos, una población excedente a las necesidades del capital que necesita sobrevivir por el mero hecho de ser humano, pero que, hoy por hoy, muere lentamente.

Li propone como alternativa la movilización de todas las fuerzas sociales en pos de una política de defensa de la vida, en defensa de las personas, de su salud, de su bienestar por nuestra condición humana. Esto es, anteponer esta condición antes que la de trabajadores productivos al servicio de la acumulación, rechazar también la categoría reduccionista de simples consumidores de mercancías, en suma, reivindicar la condición de hombres y mujeres de carne y hueso antes que máquinas funcionales.

Históricamente, son las fuerzas sociales afectadas las que se han puesto en marcha para exigir sus derechos a la vida, a la salud, al bienestar, al trabajo digno, etc. En nuestros días esto no debe ser la excepción. Son las fuerzas vivas de la sociedad, las que unidas en torno a objetivos comunes pueden detener los efectos más indeseados del capitalismo.

¿Qué ensamblaje de agentes y elementos sociales harán posible la creación de políticas públicas o la transformación de fondo de la estructura económica y social que modifique el paisaje desolador del capitalismo? ¿Será la memoria de las crisis de los ochenta, las devaluaciones, la inflación galopante, el desempleo, los empleos precarios, la desigualdad espantosa, la pobreza, la informalidad, la migración, la violencia, la corrupción, el exceso de muertos por coronavirus, los movimientos sociales, la lucha organizada?

Para Li, la sociedad tiene la capacidad de autorregularse a sí misma, no en el sentido conservador de un equilibrio ad hoc que sirve al estado de cosas, sino más bien, en el sentido de que es capaz de poner al orden de cabeza cuando la situación lo amerita. Reunidas las condiciones exactas de inestabilidad social, se pone de pie sin pedir la palabra, levanta la voz y exige contundentemente lo que es suyo.

El capitalismo neoliberal mismo busca medidas paliativas para evitar un desenlace revolucionario con programas sociales, redes de apoyo, empleos temporales que liberen un poco de presión, aunque estos no tienen una incidencia estructural. 

En las sociedades contemporáneas, la lucha de clases y el choque de intereses entre múltiples grupos sociales dirime los beneficios entre los privilegiados y los desheredados. En algunos casos, está constante lucha que puede verse igualmente cuando el afán de productividad o protección social se enfrenta en el terreno político en general y en las urnas en un sistema electoral, en particular.

A pesar de todas las medidas contra la clase trabajadora tomadas en el neoliberalismo, no han podido erradicar completamente muchos derechos sociales y laborales y esto se debe en gran medida a la defensa y la lucha de los mismos trabajadores, y a la misma lucha política e ideológica por la vida y el bienestar de todos. Esta lección debe ser internalizada por los trabajadores, las organizaciones populares y el pueblo mismo para reforzar la defensa de sus derechos y de su bienestar exigiendo una política gubernamental efectiva para la protección de la vida y evitar así los resultados más indeseados de la sociedad capitalista contemporánea.


Arnulfo Alberto es maestro en economía por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Life expectancy at birth, total (years) | Data (worldbank.org)

[2]Población. Esperanza de vida (inegi.org.mx)

[3] Informe de Desarrollo Humano Municipal 2010-2020: una década de transformaciones locales en México | Programa De Las Naciones Unidas Para El Desarrollo (undp.org)

[4] Pobreza en México | CONEVAL

Referencias

Foucault M (2003) “Society Must be Defended”: Lectures at the College de France 1975–1976. New York: Picador

Li, T. M. (2010). To make live or let die? Rural dispossession and the protection of surplus populations. The Point is to Change it: Geographies of Hope and Survival in an Age of Crisis, 66-93.

Por Vania Sánchez | Septiembre 2023

En el mundo de hoy, de acuerdo con varias organizaciones internacionales como la OIT, Walk Free o la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), hay más de 50 millones de personas que viven en condiciones de “esclavitud moderna”; esto es, una por cada 150 personas en el mundo. La “esclavitud moderna” se presenta con muchas formas y nombres de los que destacan por más comunes, “el trabajo forzado, la explotación sexual, el matrimonio forzado, la servidumbre por deudas, la trata de personas, venta y explotación de niños”; en general, se trata de “la supresión de las libertades de una persona para explotarla como beneficio económico o personal de alguien”.  De acuerdo con la OIT, en los cinco años que van de 2016 a 2021, el número de esclavos modernos creció en 10 millones de personas, esto es un 20% más. Recientemente se publicó el Índice Global de Esclavitud hecho por la organización “Walk Free”. El reporte señala que, si bien en todos los países del mundo, está presente la “esclavitud moderna”; ésta se halla más presente en los países pobres y entre la población vulnerable (uno de cada cuatro son niños y más de la mitad, 54%, son mujeres y niñas).

El reporte es, sobre todo, un señalamiento contra los países desarrollados porque muestra que son estos los grandes beneficiarios de la esclavitud mundial. De acuerdo con el reporte los productos creados a base de trabajo esclavo a nivel mundial los compran, mayoritariamente, los países más ricos porque resultan más baratos son competitivos. Es decir que, aunque no ocurra en su territorio, los países desarrollados son los principales impulsores de la esclavitud. Como bien señala el reporte, la causa de la esclavitud es la desigualdad, la pobreza y la inestabilidad política al interior de los países; estas son características que se reproducen y recrudecen a medida que se desarrolla la economía mundial y el capital se concentra en unas pocas compañías de carácter monopólico y multinacional. La “esclavitud moderna” es una práctica repudiable, viola los derechos más elementales, los derechos que los pueblos han conquistado a su favor a lo largo de la historia de lucha de clases y que se han declarado como inalienables a los seres humanos. Y, por eso, la denuncia de la prevalencia de la “esclavitud moderna”, condición que se halla fuera de toda ley, significa exigir que los estados nacionales jueguen su papel, hagan cumplir la ley y persigan a los que realizan y procuran estas prácticas.

Pero no por legales son menos injustas otras formas de opresión y explotación más difundidas y en las que vive la gran parte de la sociedad. De ahí que podamos afirmar que la esclavitud de nuestros días no se reduce al deplorable número de los 50 millones que, mediante el “engaño, coacción, violencia y amenazas” se ven obligados a vivir su vida al servicio de otros a costa de sí mismos. La esclavitud moderna la padecemos la mayor parte de la población que con libertad formal, no tenemos otra salida que vivir al servicio del capital o con la incertidumbre de no hallar un empleo que permita que nuestra familia pueda llevar una vida mínimamente cómoda. No podemos esperar que alguien más que no sean los mismos trabajadores, combata la esclavitud moderna soterrada, velada por una serie de libertades formales, así como la esclavitud moderna ilegal que se denuncia en el reporte de Walk Free. Necesitamos un mundo en el que la riqueza esté mejor repartida, en la que los absurdos extremos de riqueza y pobreza no existan; pero, hay que construirlo con la lucha organizada y consciente de todos los trabajadores.


Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Por Samira Sánchez | Julio 2023

La historia de deuda pública en México ha sido turbulenta casi desde que somos un país independiente. Esto se verbalizó claramente en la declaración de moratoria de Benito Juárez, en 1861. Más adelante, en 1982, el país enfrentó una de las crisis más severas por la deuda pública y el aumento de las tasas de interés externas, lo que tuvo como consecuencia una serie de privatizaciones y un Estado débil para atender las necesidades de desarrollo económico. A la entrada de este sexenio, el gobierno prometió no endeudar más y reducir la deuda con el propósito de mejorar las finanzas públicas. Como muchas de las afirmaciones atrevidas y nada estudiadas del presidente, esta fue una más.

La deuda pública externa es de las que tiene más vinculación con la situación macrofinanciera mundial. Con esto me refiero a que su aumento, estabilización o descenso está condicionada en gran medida por las políticas monetarias de los países acreedores. En tales países, el ataque con base en la teoría económica ortodoxa a la inflación ha devenido en un aumento de las tasas de intereses que ha perjudicado a los países deudores aumentando la deuda de los países pobres, entre los que está México. Entre 2018 y 2022, tan solo el aumento del costo financiero de tener deuda pública fue de 55%, esto quiere decir, intereses, comisiones, entre otras cosas.

Si bien las condiciones mundiales influyeron en el agravamiento del problema del endeudamiento para México, internamente la economía no está teniendo el mejor desempeño. El crecimiento económico desde hace más de tres décadas es menor a 2% en promedio anual. Y desde el comienzo de este sexenio el crecimiento es todavía más pobre que el promedio. En 2019, la economía mexicana creció 0.2%; en 2020, hubo un decrecimiento de 8% que hasta 2022 todavía no se había recuperado. Y para 2023 se prevé un crecimiento de tan solo 1.2%, de acuerdo con el Banco Mundial.

Esto repercute en la limitación de los ingresos que el gobierno pueda obtener para pagar la deuda pública y además atender las necesidades surgidas de una economía capitalista. Este rubro es al que en el Presupuesto de Egresos de la Federación se le nombra como Gasto No Programable. Esta parte ocupa alrededor de la cuarta parte del gasto que hace el gobierno cada año.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) recientemente publicó un informe en el que dejan ver lo que implica el pago de la deuda en relación con el gasto destinado al desarrollo del país. Es decir, si comparamos el gasto que se utiliza para pagar la deuda se les da una importancia similar a los problemas de desigualdad, pobreza, informalidad, el bajo nivel de productividad e inversión y el insuficiente suministro de bienes y servicios de alta calidad.

Al comparar la educación con lo que se paga del costo financiero de la deuda, la relación es de 60%. Eso quiere decir que se le destina al pago de la deuda una cantidad equivalente al 60% de lo que se gasta en educación. Cuando se le compara con la atención a la salud, la relación es de 76%, lo que revela la escasa atención que se le destina al sistema de salud mexicana. Finalmente, el dato más grave es el destinado a inversión pública: la relación es de 135%. Es decir, el pago de la deuda equivale al total destinado a la inversión pública más 35%.

El aumento de los intereses provoca que los recursos internos destinados al pago de la deuda aumenten en lugar de lo que le destina al gasto social y a la inversión pública. Los términos en que se ha financiado y se sigue financiando la deuda condenan al país al subdesarrollo estructural, lo incapacitan para atender las necesidades de desarrollo al interior del país por anteponer los intereses de los capitales de los países acreedores, entre los que destaca Estados Unidos. Estos términos están reforzados por los acuerdos comerciales que mantiene el país con países ricos, como el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC).


Samira Sánchez es maestra en Estudios Urbanos por El Colegio de México e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Ollin Vázquez | Septiembre 2023

Alemania entró en recesión técnica después de haber tenido disminuciones en su Producto Interno Bruto (PIB) por dos trimestres consecutivos. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) se espera que este país clave de la Unión Europea se mantenga estancado en lo que resta del 2023. Sin embargo, los especialistas del Deutsche Bank Research consideran que esta recesión técnica es solo la punta del iceberg, pues pronostican para Alemania el inicio de un “letargo” económico que duraría al menos hasta 2025. Entre las causas de este letargo se encuentran la desaceleración del comercio internacional y de la economía de Estados Unidos, el fortalecimiento de China y factores estructurales como la incertidumbre y el incremento de los costos energéticos y la disminución continua de su productividad laboral. Estas causas tienen de fondo el cambio de peso económico en el poder geopolítico, que ha pasado de Estados Unidos y los países europeos a China, la negativa del primero a dejar su lugar de potencia hegemónica y los coletazos que ha dado para conservar su poder económico y político.

Para quienes se han informado de los sucesos ocurridos en el mundo saben que quien auspició la agresión del gobierno nazi de Ucrania contra los ciudadanos rusos de la región del Donbass y quien azuzó a Ucrania para solicitar su ingreso a la OTAN fue Estados Unidos.  Esto tenía por objetivo provocar la intervención de Rusia y, así, obtener el pretexto para desintegrarla territorialmente en pequeños estados, ahorcándola económicamente a través de los países europeos. Aunque el objetivo en el largo plazo era, una vez acabada Rusia, aislar a su principal enemigo económico y político que es China. Sin embargo, los países europeos y en particular Alemania resultaron más perjudicados que la misma Rusia.

Alemania, a pesar de que sabía que el rompimiento comercial con Rusia le generaría daños en el sector productivo y en el consumo de los hogares, prefirió acatar los mandatos de Estados Unidos que ver por sus propios habitantes. Es conveniente señalar que el incremento promedio anual del costo del gas en los hogares alemanes fue aproximadamente de 570 euros (10 mil 311 pesos anuales, es decir, 860 pesos mensuales); además, de acuerdo con el presidente de la Confederación Alemana de Artesanos, Hans Peter Wollseifer, varias empresas se encontraban en riesgo de insolvencia por el aumento del precio del gas. No lograron leer la dinámica del imperialismo debilitado de Estados Unidos, que significa sacrificar a quien sea con tal de no perder los privilegios políticos y económicos que lo mantienen como la principal potencia del mundo. Estados Unidos, como ya han dicho muchos analistas, pugna por un mundo unipolar, donde tampoco Alemania cabe, puesto que siempre representará un peligro para Estados Unidos. Éste último, por su lado, sabía que las medidas comerciales contra Rusia debilitarían a Alemania, a la que siempre ha visto con recelo por ser quien encabeza a la tercera economía del mundo: la Unión Europea (UE).

Para dimensionar esto es necesario decir que Alemania dependía en aproximadamente 60% del gas ruso. Además, de acuerdo con el ejecutivo de la empresa Uniper, el gas que recibían de Rusia a precios muy baratos (de 50 a 60% más barato del que podrían comprar de otros países) impulsó y alimentó el desarrollo de la industria alemana durante un buen periodo de tiempo. Del consumo de gas de Alemania, solo una tercera parte se destina a los hogares, otra parte similar es empleada para la producción de electricidad en las centrales de ciclo combinado y el resto, la mayor parte, se emplea para el funcionamiento de las empresas. Ya desde 2018 Donald Trump decía en la cumbre de la OTAN que Alemania podía llegar a ser controlada por Rusia porque dependía de su gas, lo que era perjudicial para la OTAN. A pesar de esta dependencia energética, Rusia no había tomado acciones para “controlar” Alemania, y esto no fue así porque Rusia, a diferencia de Estados Unidos, no pugna por un mundo unipolar, sino por uno multipolar donde todos los países tengan la posibilidad de desarrollar su economía. Para desgracia de Alemania, se prevé que los precios del gas vuelvan a la normalidad hasta principios de 2027.

Adicionalmente, los analistas ven con preocupación la ralentización del crecimiento del comercio mundial porque Alemania es un gran exportador de maquinaria, productos químicos y partes de automóviles. Este freno en el crecimiento del comercio mundial se debe en parte al auge del proteccionismo que ha impulsado Estados Unidos, a raíz de su desindustrialización que se hacía ya latente y su preocupación por el dinamismo de la economía China, y al consecuente cambio en las cadenas globales de suministro, que recientemente están volviendo a desplazar su centro de atracción a Estados Unidos (reshoring y nearshoring). Como dato, a finales de junio el Instituto Económico Alemán dio a conocer que éste país tuvo en 2022 la mayor salida de inversión extranjera directa jamás registrada. Además, de acuerdo con los analistas del Deutsche Bank Research, durante muchos años las empresas alemanas prosperaron porque China demandaba maquinaria, automóviles y otros productos para el crecimiento de su economía; ahora el gigante asiático es capaz de autoabastecerse de estos productos, limitando las importaciones provenientes de Alemania. Por ejemplo, de acuerdo con los datos de la Oficina Federal de Estadística, el comercio de China con Alemania alcanzó récord en 2022, con déficit comercial para Alemania de 84 millones de euros, colocándolo como principal socio comercial del país germano por séptimo año consecutivo.

Es decir, aunque es claro que la desaceleración de la economía alemana no tiene que ver únicamente con el tema energético, sino que se debe sobre todo a un problema de reorganización de la economía mundial, así como al auge de la economía china, lo cierto es que el aumento de los costos de producción ocasionados por la subida del precio del gas ha contribuido grandemente a que se ahonde uno de los problemas estructurales de la economía alemana: el decrecimiento de la productividad industrial. Alemania no debe perder de vista que si Estados Unidos terminara por doblegar a China y Rusia, la Unión Europea sería el siguiente objetivo por destruir, pues en un mundo gobernado por el imperialismo estadounidense no hay lugar para otra potencia económica. De lo contrario, ¿por qué si Alemania se había acoplado comercial y políticamente a China y Rusia, e incluso se estaba beneficiando, Estados Unidos la está obligando a sufrir para mantener su poder económico a flote? Como ya mencionamos, Estados Unidos está dispuesto a sacrificar a cualquier economía con tal de mantenerse como potencia hegemónica.  


Ollin Vázquez es maestra en Economía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Vania Sánchez | Septiembre 2023

Lo más común es que los ricos de hoy hayan nacido en un hogar rico también. No es una opinión, es una verdad hasta medida. La probabilidad de que un mexicano del 20% más rico haya nacido en un hogar que ya formara parte de ese 20% es del 60%. Es decir, lo más común es que un rico nace y no se hace. Hay algunas excepciones, a más de uno le vendrá a la memoria algún personaje que haya pasado de una cuna pobrísima a una vida con una riqueza por encima de la media, pero no dejará de ser una rareza que, por eso mismo, haya devenido en una manida historia de éxito, “hombre hecho a sí mismo”. Una historia que se reproduce precisamente porque refuerza la idea de que “sí se puede y depende de uno mismo”. La otra cara de la moneda es que, 75% de los mexicanos que nace en los hogares más pobres permanecerá en la pobreza durante toda su vida, nunca saldrá de ahí. Es decir, la pobreza en México se explica, sobre todo, por el origen de las personas, por la cuna en la que nacen. Esto ocurre debido a la trampa de la pobreza -y no la falta de esfuerzo, inteligencia o disposición al trabajo- es la razón de que un individuo padezca hambre y carencias de todo tipo.

Los datos que acabamos de citar los reporta el Centro de Estudios Espinoza Yglesias A.C. (CEEY) en su reporte Movilidad Social en México 2019. Este reporte indica que México es uno de los países con peor movilidad social, con peor desigualdad de oportunidades. Ésta implica que “no importa cuán grandes sean los esfuerzos de quienes nacen en situaciones de mayor desventaja, sus posibilidades de mejora serán limitadas”. Este resultado ocurre por diversos mecanismos; por ejemplo, porque las carencias en la primera infancia lastran el desarrollo físico y mental de los individuos o los mercados laborales premian el color de la piel, el sexo, los jóvenes de los hogares acomodados tienen mejores relaciones para entrar al mercado de trabajo, etc. Estos estudios destacan que la baja movilidad social tiene consecuencias negativas sobre la cohesión social y el desarrollo económico pues los individuos están “menos comprometidos con el bien común” y se esfuerzan menos.

El estudio citado, y los de su tipo, plantea como solución el diseño de políticas que permitan “igualar las oportunidades”, “poner el piso más parejo”. Así, se hace énfasis en las políticas: educativa -se plantea la necesidad de elevar la cobertura y la calidad de la educación; de atención en la primera infancia; sanitaria -garantizar el acceso efectivo a los servicios de salud; laboral -garantizar a los trabajadores ingreso digno y estabilidad laboral; sanitaria -garantizar a todos los mexicanos el acceso efectivo a una vida saludable; etc. Políticas que permitan “compensar” las desventajas de los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Es decir, la solución es permitir que niños y jóvenes puedan tener los medios para formarse y luego, ir al mercado con sus talentos y conocimientos y ahí, como resultado de la competencia, que gane el mejor.

Estas políticas, dicen los reportes, elevarían las probabilidades de que, efectivamente, los “resultados de vida” estuvieran relacionados con el esfuerzo individual, con el mérito de los individuos. A fin de cuentas, la consigna de la movilidad social ofrece como ideal una sociedad dividida, con una distribución desigual de la riqueza, con pobres y ricos, pero “justa” porque los que están en la cúspide de la pirámide se lo habrían ganado con “su esfuerzo”, se lo merecerían.

Sin escamotear en nada la urgencia de las políticas fiscal y social que se plantea en los estudios para la movilidad social y el combate de la desigualdad, estas no son suficientes para los pueblos oprimidos. La causa última de la pobreza moderna es la explotación del trabajo; es la apropiación individual de la riqueza producida socialmente. La acumulación extrema de riqueza en unas cuantas manos es la causa de que haya, por el otro lado, una gran parte de la población con carencias incluso indignas de un ser humano de nuestro tiempo. Si no, véase lo que ocurre en Estados Unidos, la meca de los billonarios y aun de la movilidad social, cómo perviven el hambre, la pobreza y la desesperanza. Mientras haya desigual distribución de la riqueza, de los medios para crearla, no habrá justicia social aun con movilidad social. La construcción de una sociedad verdaderamente justa exige el fin de la apropiación del producto social por unas cuantas manos. Y esa solo puede ser obra de la lucha de los pueblos.


Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Por Vania Sánchez | Septiembre 2023

En mayo de 2021, se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) la Reforma al artículo 15 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) que se refiere a la subcontratación de personal por parte de las empresas. En términos generales, esta reforma prohíbe la subcontratación –outsourcing– de trabajadores en las actividades que corresponden al giro principal de la empresa, aunque la permite en “servicios y obras especializadas” –es decir, una empresa que ofrece servicios de hostelería no puede subcontratar al personal de limpieza, pero sí lo puede hacer con el personal de contabilidad–. La reforma citada, puso un candado a las empresas de servicios especializados, las obliga a registrarse en un padrón a fin de evitar que por esa vía se evadan las obligaciones de estas entidades con la hacienda pública ni con los trabajadores a su servicio. En fin, se prometió que con la reforma miles de trabajadores pasarían a tener un empleo formal y, sobre todo, a ejercer varios de sus derechos laborales que, por el esquema de subcontratación, las empresas evadían; derechos laborales como el reparto de utilidades, las vacaciones pagadas, etcétera.

En 2021, el IMSS tenía registrados alrededor de 5 millones de trabajadores bajo un régimen de subcontratación. Hoy, en 2023, dos años después de la reforma se reportan 3.5 millones de trabajadores bajo este esquema. Ha habido un incremento del número de trabajadores contratados directamente por las empresas en las que laboran en detrimento de la subcontratación: en 2021 uno de cada cuatro trabajadores registrados por los patrones en el IMSS era subcontratado y en 2023, se halla en esta situación uno de cada seis de esos trabajadores. De acuerdo con los datos del IMSS, para los trabajadores este cambio de tipo de contrato significa mejores salarios y mayor garantía de los derechos de los trabajadores. Por ejemplo, al de la participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas (PTU).  El gobierno y sus paleros en estos días han cacareado los datos sobre el reparto de utilidades. Y en efecto tanto el número de empresas, como el monto al que ascienden las utilidades repartidas casi se duplicaron entre 2020 y 2022. No obstante, el número de trabajadores beneficiados con este derecho apenas creció en dos millones, apenas 18% en el mismo periodo. Pero aún más, este beneficio como los del resto de las reformas laborales, se reduce apenas a la cuarta parte de la población ocupada. Este número revela el limitado efecto de dichas reformas y la necesidad de fomentar el desarrollo económico propio, la re-industrialización y modernización del aparato productivo del país de suerte que todos los mexicanos capaces puedan contar con un empleo, dignamente remunerado y éste no sea el privilegio de unos cuantos.

Además, no se crea que este incremento ha sido a costa de los ingresos de los empresarios. De acuerdo con el INEGI, el excedente bruto de operación, es decir las ganancias de las empresas, pasaron de 45% del PIB en 2021 a 47% del PIB en 2023. El reparto de utilidades poca mella hizo a las ganancias de las empresas. Mientras que el PIB creció entre 2019 y 2023 1.7%, las ganancias de las empresas lo hicieron en 6% en ese mismo periodo. Las reformas laborales han resultado muy insuficientes para la redistribución de la riqueza en México. Así se reproduce la enorme desigualdad económica y se recrean la pobreza y sus consecuencias.


Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Por Gladis Mejía | Septiembre 2023

Con el estudio científico de la sociedad capitalista y la crítica de la economía política, Marx descubrió la tendencia del capital hacia su concentración y centralización, a pesar de que en vida no hubiera visto la conversión del sistema en monopolios como forma histórica de organización económica dominante. La concentración, que es el aumento de la masa de capital en cada nuevo proceso de producción debido a la explotación capitalista, y la centralización, que es el incremento de ciertos capitales individuales como resultado de las compras, fusiones o absorciones de los capitales más pequeños (expropiación de capitalista por capitalista), son resultado mismo de la competencia entre los capitalistas. El fenómeno competencia como regla general del sistema se trocó en su contrario: el monopolio.

En 1916, en un análisis completo y abarcador contenido en “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, Lenin ubicó históricamente el surgimiento de los monopolios y trusts, así como del capital financiero internacional, los cuales para 1902 ya se habían repartido el mundo entero. Pese a que Inglaterra era la potencia económica dominante, las empresas estadounidenses ya figuraban entre aquellas a las que les había tocado una parte importante del mercado internacional. Por lo tanto, lo único que quedaba ante el surgimiento de nuevas potencias imperialistas –Japón y Alemania–, decía Lenin, era nuevos repartos para quienes reclamaban también su tajada. Esto demuestra, dicho sea de paso, que no puede haber ningún monopolio permanente y que siempre están bajo el acecho de nuevos competidores, rivales y tecnologías.

El gran revolucionario ruso no realizó este estudio de la economía internacional por una mera curiosidad intelectual, sino para hacer la revolución. Y el partido de Lenin dio resultados. La revolución rusa de 1917 representó un parteaguas en la historia de las luchas del proletariado y en el curso del desarrollo del sistema capitalista. La existencia de la URSS y de los demás países socialistas significó un freno a la expansión de los nuevos monopolios, ahora estadounidenses –pues fueron ellos los que construyeron el entramado institucional post segunda guerra mundial–, los cuales, no obstante, siguieron acumulando poder económico y político. La crisis económica del mundo capitalista durante la década de 1970 y la posterior caída de la URSS impelieron a los monopolios a su expansión agresiva, que se concretó con la imposición de la globalización y el neoliberalismo a escala planetaria.

Esta nueva configuración mundial dista de la época previa a la primera guerra mundial porque la internacionalización de la producción es cualitativamente superior a la división del trabajo que existía a principios del siglo XX. Los monopolios son ahora un sistema mundial integrado, que controla todos los sistemas operativos, y cuyas redes de control colocan a las pequeñas y medianas empresas como subcontratistas suyos[2]. El 80% del comercio mundial está ahora controlado por estas multinacionales, cuyas ventas anuales equivalen casi a la mitad del PIB global[3]. Además, aunque normalmente no se mencione, la globalización solo pudo tener lugar por la liberalización de los flujos financieros a escala mundial.

Más allá de estas cifras, ¿cuál es el poder real de los que controlan el capital global? Aunque la contabilidad se vuelve más difícil por la misma internacionalización del capital, existen algunos estudios empíricos a este respecto. Uno de los más importantes es el trabajo de Vitali et al. (2011). Los académicos utilizaron la metodología de sistemas complejos de redes para dimensionar el control de las grandes empresas trasnacionales para el año 2007, es decir, antes de la Crisis Financiera Global (CFG). Partiendo de que las corporaciones tienen una estructura piramidal de subsidiarias controladas por accionistas, el modelo que desarrollan descubre cómo están conectadas las empresas trasnacionales en el mundo. Comenzaron con un conjunto de 37 millones de empresas trasnacionales y, buscando las interconexiones, seleccionaron 43 mil que controlaban 60% de los ingresos mundiales. Estudiaron la participación en las redes de accionistas que unían a estas transnacionales y encontraron una red de 1,318 empresas en el centro de la economía global, donde 147 (menos del 1%) controlaban el 40% del capital global. Además, de estas últimas, 3/4 son intermediarios financieros: Barclays, JP Morgan, Bank of America, UBS AG, AXA, Goldman Sachs, Credit Suisse Group y Deutsche Bank.

Otro estudio importante que sigue la metodología del anterior es el de Brancaccio et al. (2018), quienes analizan la centralización de capital accionario mundial durante el periodo 2001-2016. En el periodo, las compañías que poseían el 80% del control neto del mercado pasaron de representar el 1.25%, en 2001, a 1%, en 2016. Esto representa un incremento en la centralización de capital del 25%. Después de 2006, justo antes de la crisis y por la crisis, la tendencia hacia la centralización se vuelve un fenómeno regular. Las compañías financieras también están en los primeros lugares de control de propiedad. En 2007, los primeros 3 lugares eran Fidelity Management & Research Company, Capital Research & Management Company y BlackRock Institutional Trust Company. Esto no cambió después de la CFG, donde el top 3 estaba ocupado por Vanguard Group, Inc., BlackRock Institutional Trust Company y Fidelity Management & Research Company.

La contraparte necesaria de tan aguda centralización de capital es la inmensa pobreza que afecta a todos los países, ricos y pobres, con unos cuantos millonarios enjaulados en sus islas de riqueza. Tal situación nos está llevando a una posible tercera guerra mundial. La globalización y el neoliberalismo dirigieron la potenciación de las fuerzas productivas, pero no tienen ya nada más que ofrecerle a la humanidad.


Gladis Mejía es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Siguiendo con la tradición marxista, les llamaremos monopolio, aunque en estricto sentido son oligopolios.

[2] Amin, S. (2019).

[3] Suwandi, I., Jonna, R. J., & Foster, J. B. (2019).

Bibliografía

Panitch, L., & Gindin, S. (2021). The making of global capitalism. In Power and Inequality (pp. 237-244). Routledge.

Vitali, S., Glattfelder, J. B., & Battiston, S. (2011). The network of global corporate control. PloS one6(10), e25995.

Brancaccio, E., Giammetti, R., Lopreite, M., & Puliga, M. (2018). Centralization of capital and financial crisis: A global network analysis of corporate control. Structural Change and Economic Dynamics45, 94-104.

Suwandi, I., Jonna, R. J., & Foster, J. B. (2019). Global commodity chains and the new imperialism. Monthly Review70(10), 1-24.

Amin, S. (2019). The new imperialist structure. MONTHLY REVIEW-AN INDEPENDENT SOCIALIST MAGAZINE71(3), 32-45.

Por Ollin Vázquez | Septiembre 2023

En el mes de agosto de 2023, el CONEVAL emitió los resultados de medición de la pobreza, llegando a la conclusión de que ésta disminuyó en 5.6% de 2018 a 2022. Quienes se niegan a mirar la dura realidad mexicana aplaudieron el “logro” de la 4T, sin detenerse a analizar que esta aparente disminución de la pobreza responde más a un efecto de ilusión estadística que a una disminución real. Sin entrar en los argumentos de la crítica que realizó Julio Boltvinik a los criterios que el CONEVAL emplea para determinar si una persona es pobre, es necesario recalcar que dicho investigador encontró que, si bien esta institución solo considera a 46.8 millones de pobres, en realidad podría estarse tratando de 94 millones, es decir, que el 72.9% de la población mexicana está en pobreza; lo que equivale a 3 de cada 4 mexicanos.

Para dimensionar el nivel de pobreza en México basta poner en evidencia el aumento del número de carencias que padeció el pueblo mexicano de 2018 a 2022. En primer lugar, a los 8.7 millones de personas que no contaban con los recursos para alimentarse y que tenían poco más de tres carencias en materia de salud, educación, seguridad social, vivienda y servicios dentro de ésta, se le incrementaron 400 mil personas más. Adicionalmente, en 2022 hubo un aumento de 7 millones 100 mil mexicanos que pasaron a engrosar las filas de los 25 millones que tenían al menos tres carencias sociales. En particular, el incremento más fuerte se dio en la carencia de los servicios de salud, que pasó de 20.1 millones de mexicanos en 2018 a 50.4 en 2022, es decir, incrementó en 30.3 millones. La segunda carencia que aumentó fue la educación, en 1 millón 600 mil personas en el mismo periodo.

Estos resultados contrastan con las promesas que el presidente hizo en campaña y las mentiras que ha dicho en sus conferencias mañaneras. Recordemos, por ejemplo, cuando prometió que México tendría un sistema de salud como el de Dinamarca y los países nórdicos. Incluso después de desaparecer el Seguro Popular a finales de 2019 y eliminar el proyecto fracasado del INSABI en abril de 2023, volvió a reiterar al siguiente mes que se estaba “construyendo” el sistema de salud como Dinamarca, el cual quedaría a finales de 2023. Sin embargo, sus mentiras han quedado expuestas con los resultados de la encuesta del CONEVAL, que mostraron un incremento enorme de la población incapaz de ejercer su derecho a la salud.

El problema de la carencia de salud no se solucionará con simples consignas. Para tener un sistema de salud como Dinamarca no basta con informar a la población a dónde acudir en caso de enfermedad, como sugiere el Doctor en economía Gerardo Esquivel, funcionario intermitente de la 4T: “Los mexicanos sabemos que nos gusta tener un carnet, una información, una credencial que nos digan a dónde debo ir. Eso es lo que creo que le falló al INSABI”. No basta con decretar “universal” el sistema de salud, sino más bien, la cuestión reside en que también el gasto que el gobierno destina a la salud debe parecerse al de Dinamarca; este país gasta alrededor del 11% del PIB en salud, la OMS recomienda destinar al menos el 6% y México gasta menos del 3%.

Los mexicanos no nos debemos dejar engañar con las cuentas alegres del presidente y sus funcionarios. Por el contrario, urge que estemos más alertas que nunca y evidenciemos las equivocaciones de la 4T, porque si el gobierno se niega a aceptar que la pobreza existe en toda su dimensión, seguirá implementando sus políticas erradas bajo el supuesto de que están rindiendo fruto.


Ollin Vázquez es maestra en Economía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Pablo Hernández Jaime| Septiembre 2023

En este artículo presento tres reflexiones en torno a la pobreza en México, su medición, los avances y retos que presenta, y algunas posibles medidas generales para su erradicación. Estas reflexiones se derivan de mi participación en el programa Lo Marginal en el Centro del día 30 de agosto de 2023.


I. ¿Qué miden los indicadores de pobreza y cuáles son sus alcances y limitaciones?


Los indicadores son funcionales según el propósito que tengan detrás y según se aproximen a medir el concepto de pobreza que manejamos. Por eso la conceptualización de la pobreza es muy importante. El concepto es, por así decirlo, la guía teórica con que elaboramos los indicadores, precisamente porque detrás de este concepto hay un supuesto de validez de constructo, es decir, detrás del concepto está la idea de que el concepto refleja el fenómeno real que queremos conocer.


Por eso es importante discutir lo que entendemos por pobreza. En términos muy generales, y más o menos aceptados, la pobreza podemos entenderla como una condición social de carencia de satisfactores. Esta carencia impide que las personas cubran sus necesidades económicas y no económicas, provocándoles daño. Pero esta carencia también limita el desarrollo humano. Esto es importante porque sobrevivir no es vivir dignamente. El desarrollo de las potencialidades humanas también es una necesidad, y la pobreza limita ese desarrollo.


En México, la pobreza se mide multidimensionalmente desde hace varios años. El Coneval, tomando como base la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, considera los ingresos de los hogares y el grado de privación o carencia de acceso a otros satisfactores como educación, salud, alimentación, seguridad social, vivienda y servicios de la vivienda. Con esta información elabora dos grandes ejes: uno de ingresos y otro de privación de acceso a servicios. Y para cada eje establece dos líneas: una de pobreza moderada y otra de pobreza extrema, pero solo califica como “pobres extremos” o “pobres moderados” a los que caen por debajo de estas líneas en los dos ejes. Esta es la crítica que han hecho investigadores como Julio Boltvinik . Técnicamente, se califica “en pobreza” sólo a la gente con bajos ingresos y que además tiene una o más carencias, pero se deja fuera a toda la gente que carece solo de ingresos o solo de servicios. Hoy, por ejemplo, el Coneval solo considera a 46.8 millones de pobres. Sin embargo, la gente con carencias suma en realidad 94 millones, 72.9%, casi 3 de cada 4 mexicanos y mexicanas.


Por supuesto, se puede discutir la pertinencia de segmentar a la población con carencias. La segmentación en grupos tiene sentido técnico, pero también político. Conceptualizar como pobres a un grupo mucho más acotado necesariamente traerá un número más reducido de personas en “pobreza”, lo que es políticamente conveniente. Sin embargo, fuera del criterio técnico o político, es necesario considerar la pobreza en sus magnitudes reales, exigiendo no solo que se cubran las necesidades básicas, sino las necesidades óptimas para una vida digna. Esta es otra cuestión. Porque en las mediciones actuales los umbrales de pobreza son poco exigentes. Si queremos encontrar alternativas de solución para la pobreza necesitamos conocerla verdaderamente y no subestimarla.


II. ¿Cómo se explican los avances en reducción de la pobreza reportados por Coneval este año, y qué matices podemos establecer al respecto?


Hay varios resultados, mismos que se siguen analizando y discutiendo. Quizá el resultado más sonado es la reducción de la pobreza en el último bienio (de 46.9% a 36.3%). Ese resultado, por ejemplo, se explica en parte por la recuperación postpandemia.


Si comparamos la situación antes de la pandemia con la de 2022, por otro lado, los resultados también muestran una reducción, aunque menos pronunciada (41.9% a 36.3%), sobre todo en pobreza moderada (34.9% a 29.3%). Sin embargo, por ejemplo, es importante notar que de 2018 a 2022 hubo un muy ligero aumento de la pobreza extrema, de 0.1%, pero que corresponde a 400 mil personas que no tienen ingresos suficientes para la canasta alimentaria y cuentan con tres o más carencias sociales. Por otro lado, habría que considerar que las personas con al menos tres carencias sociales aumentaron bastante, de 25 millones en 2018 a 32.1 en 2022. Es decir, hoy en México 7.1 millones de personas se encuentran en peores condiciones para ejercer su derecho a la salud, educación, alimentación, acceso a la seguridad social o vivienda digna.
Como varios analistas han señalado, las reducciones observadas sobre todo en la pobreza moderada se deben sobre todo a los aumentos en el ingreso por salario. Esto es una buena noticia porque nos dice que la política laboral de aumento del salario puede traer buenos resultados. Sin embargo, este mismo resultado nos obliga a preguntarnos ¿qué pasa con las políticas sociales? Estas políticas han sido el emblema o el caballito de batalla de la presente administración. Sin embargo, parecen tener poco impacto en la reducción de la pobreza. Una posible explicación para este fenómeno es que, si bien las transferencias monetarias han aumentado en monto y número de beneficiarios, su asignación actual es en realidad menos redistributiva que antes. Es decir, no son tanto los pobres los que han estado recibiendo más transferencias, como los sectores medios. Esto lo han señalado investigadores como Máximo Jaramillo.


Hacer estas preguntas sobre la política social es importante, precisamente, porque si queremos mantener e incluso aumentar el ritmo y magnitud de la reducción de pobreza, es necesario mejorar las medidas implementadas, y al parecer las medidas de política social no están dando los resultados que se hubieran esperado.


III. ¿Qué puede hacerse para avanzar en la erradicación de la pobreza?


Hacen falta muchas cosas, pero yo señalaría enfáticamente tres: primero, desmercantilizar el bienestar; segundo, elaborar estrategias integrales de reducción de la pobreza con combate a la desigualdad sustentadas en una política fiscal progresiva; y tercero, avanzar en un plan de política industrial para el crecimiento de la economía doméstica.


Esto es un poco el sueño guajiro. O sea, no porque no sea posible. Creo que es posible. Pero se necesita un gobierno bien organizado y consciente de sus objetivos, y muchísimo respaldo social. Por supuesto algo se puede ir haciendo.
Digo desmercantilizar el bienestar porque es necesario crear mecanismos alternos a los de mercado, al menos igual de eficientes, para satisfacer necesidades puntuales. Esto se puede hacer bastante bien, por ejemplo, con el acceso a educación, salud y vivienda. No es que las becas y transferencias estén necesaria o completamente mal. El problema es que no pueden resolverlo todo. Además, este mecanismo de transferencias lo que hace es que la solución de las necesidades pase forzosamente por el mercado. Es un mecanismo que mercantiliza la satisfacción de necesidades, en lugar de hacer lo contrario.


Ahora, para que todo esto se pueda hacer, es necesario que el Estado tenga recursos. Y esos recursos no van a salir solo de combatir la corrupción. Se necesita una política fiscal progresiva, y se necesita atacar a la pobreza reduciendo la desigualdad, elevando el nivel de vida de las personas, con gasto social redistributivo. Y como la pobreza es un asunto multidimensional que abarca muchos ámbitos de la vida, necesitamos también medidas que ataquen el problema de manera integral: hay que mejorar la movilidad con transporte público para reducir los tiempos de traslado y que la gente tenga más tiempo libre, hay que procurar todos los servicios básicos en las colonias y pueblos, mejorar el acceso y calidad del sistema educativo y de salud, ampliar y mejorar la política laboral, etcétera. Esos problemas no se van a resolver solo con transferencias directas.


En tercer lugar, hay un punto que creo que es importante señalar y que no pocas veces es omitido en este tipo de análisis: el problema del crecimiento económico. Una de las cosas que nos va a permitir mantener políticas de redistribución es el desarrollo económico. Sin embargo, para que eso ocurra, no podemos atenernos solo a las leyes del mercado y la inversión privada. Necesitamos una política industrial que apunte a fortalecer el mercado interno y la economía doméstica, de manera que podamos sacar mejor provecho a nuestra inserción en las cadenas globales de valor. Solo con el desarrollo económico, mucha gente podría mejorar sus condiciones de vida, pero, además, este mismo desarrollo es el que nos permitiría mantener y profundizar políticas de redistribución. No queremos que la gente más vulnerable se limite a sobrevivir, queremos que vivan dignamente.


Finalmente, decía yo que esto es como el sueño guajiro y en alguna medida lo es. Pero no es un sueño imposible. Solamente que la solución no llegará mágicamente, y tampoco nos la pondrá sobre la mesa algún candidato político. Necesitamos la combinación de un gobierno popular y una sociedad organizada, consciente y activa que exija el cumplimiento de sus derechos y respalde estas acciones políticas.


Hay muchos temas y discusiones pendientes en torno a la pobreza, pero sobre todo hace falta avanzar decididamente hacia su erradicación. Las cuestiones conceptuales y técnicas son muy importantes por sus posibles implicaciones. El conocimiento puede, y debería, servirnos para comprender mejor una realidad que pretendemos cambiar. Por supuesto, el conocimiento no es suficiente. También hace falta tomar acciones concretas, con un diseño riguroso, una perspectiva integral y el alcance suficiente para obtener los resultados que deseamos. Lamentablemente, este es un tema que tendremos que seguir discutiendo y analizando. Es necesario tomar nota de los avances positivos observados en este periodo, pero sobre todo es necesario observar las limitaciones y retrocesos de esta administración y de las anteriores. El tema no puede ser más urgente.


Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] I. https://www.jornada.com.mx/2023/07/28/opinion/022o1eco
II. https://www.jornada.com.mx/2023/08/04/opinion/022o1eco
III. https://www.jornada.com.mx/2023/08/18/opinion/019o1eco

Por Jesús Lara | Septiembre 2023

En tiempos como los actuales, cuando amenazas de guerras nucleares, catástrofes climáticas o nuevas y terribles pandemias constituyen el único horizonte imaginable para muchos, se vuelve imprescindible pasar revista a los acontecimientos que se mueven en la dirección opuesta, y que nos recuerdan que es posible avanzar en la construcción de una vida más plena para todos. El caso al que me referiré hoy (quizás no sorpresivamente) se ubica en la República Popular China, y tiene que ver con cómo, a inicios del milenio, un país con casi 1300 millones de habitantes logró dar acceso a servicios de salud a prácticamente la totalidad de la población rural.

Me refiero a la implementación de el “Nuevo Plan Médico Cooperativo” (NPMC) en 2003, cuyos efectos se reportan en un reciente estudio de dos economistas del Buró Nacional de Investigación Económica (NBER por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que ha atraído gran atención por la dimensión del fenómeno analizado. Los autores califican a este programa como “la expansión de seguro (médico) más grande de la historia”. No solo la magnitud del programa y sus efectos merecen consideración, sino las condiciones en que se implementó, ya que no estamos hablando de un proyecto realizado en un país rico y poderoso, como podríamos pensar si proyectamos el presente al pasado, sino en la China del 2003. Para ilustrar la cuestión, consideremos que, en ese entonces, el PIB per cápita de México era siete (¡sí, siete!) veces mayor que el de China. Es decir, China era un país “de ingreso bajo”; con brillantes perspectivas, sí, pero con capacidades productivas y de financiamiento todavía enormemente limitadas.

El problema era mayúsculo: el proceso de reforma que abrió a China a las relaciones capitalistas de producción y al mercado mundial terminaron por erosionar las comunas rurales, que eran las unidades productivas y sociales bajo las que se determinaba el acceso a servicios de salud. Así, la cobertura rural pasó de la universalidad (antes de 1979) a casi 0% en la década de los noventa: los ciudadanos chinos en zonas rurales debían pagar de su bolsillo casi la totalidad de los gastos de salud. Pero tan solo en cinco años, de 2003 a 2008 se volvió a invertir la situación: la cobertura de salud para la población rural volvía a ser prácticamente universal. Es importante mencionar que, obligado por el bajo nivel de desarrollo económico, el programa no garantizaba atención completamente gratuita, sino que presentaba distintos esquemas para compartir gastos entre los pacientes y el estado. Estos esquemas, a su vez, eran dependientes de las condiciones económicas locales. 

Los efectos son impresionantes: los autores del estudio estiman que el NPMC contribuyó en un 78% con el aumento en al esperanza de vida observada desde entonces y, en su pico (desde 2008), salvó un millón de vidas al año. Los mecanismos son múltiples; el programa, al proveer cobertura no solo de enfermedades leves sino ante eventos catastróficos, redujo enormemente el gasto de bolsillo de las personas que de por sí más gastaban en salud. Esto liberó enormes cantidades de recursos para acceder a formás de vida y consumo más saludables. Por otro lado, aumentó en términos absolutos el número de personas que accedían a servicios de salud ante problemas menores. En síntesis: menor costo y mayor utilización de los servicios de salud están detrás del éxito del programa de expansión médica más grande del mundo.

Es imposible no contrastar lo aquí narrado con la realidad de nuestro país. La promesa de AMLO de convertir el sistema de salud mexicano en uno comparable al de Dinamarca debería, a estas instancias, generar la indignación de los mexicanos. No solo por tratarse de algo absolutamente imposible a realizar en un sexenio y ser por eso muestra de demagogia descarada, sino por la evolución real que nuestro sistema de salud ha tenido durante el primer gobierno de la 4T: desde la caótica eliminación del Seguro Popular y su sustitución por el INSABI y la centralización en la compra de medicamentos que provocó desabasto, hasta la culminación de este ir y venir errático con la eliminación del INSABI y su sustitución con el IMSS-Bienestar, es decir, el reconocimiento en los hechos del fracaso rotundo de la 4T en materia de salud, cuyos efectos han sido un padecimiento humano enorme que pudo haber sido evitado. Ante este caos, que ciertamente no es nuevo, pero que sí se ha agravado en los últimos años, debemos evitar el pesimismo inmovilizador y reconocer que, como prueba el caso discutido en este artículo, es posible construir un sistema de salud humano que responda a las necesidades de todos. 


Jesús Lara es economista por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Scroll al inicio