Un pendiente de las izquierdas

Por Citlali Aguirre | Agosto 2023

Existen algunas críticas hacia la izquierda por su desinterés y desatención a los problemas ambientales. Estas críticas coinciden en que diversos partidos y movimientos izquierdistas asumen que el bienestar humano está desligado del bienestar de los ecosistemas, reproduciendo la vieja y pro-capitalista idea de que los seres humanos somos “independientes”, “superiores” y “controlamos” al mundo natural. Estas críticas vienen de militantes y académicos también de la izquierda que le han entrado al debate partiendo de la actual crisis ecológica. Considero necesario rescatar estas críticas para promover la reflexión y acción entre los distintos grupos de la izquierda contemporánea.

Uno de los casos más aludidos es lo acontecido en la Unión Soviética. El historial ambiental de la URSS es deplorable en ciertos aspectos. El gobierno de la URSS decidió desviar dos de los principales ríos que alimentaban el lago salado conocido como Mar Aral, provocando su desertificación. Este lago estaba situado en los límites de Uzbekistán y Kazajistán y era, hasta del siglo XX, el cuarto lago salino más grande del mundo. Otro desastre social y ecológico fue la explosión nuclear de Chernóbil, que tuvo consecuencias fatales. Además, algunos ecologistas pioneros en la URSS no escaparon a las depuraciones estalinistas. Sin embargo, esta crítica con frecuencia omite los éxitos ecológicos de la URSS: sus zapovedniki o reservas ecológicas científicas; sus poderosas organizaciones ambientales que ejercieron presión sobre el gobierno, y sus campañas masivas de forestación y reforestación. [1]

Existen también críticas a los gobiernos progresistas de América Latina por continuar permitiendo el extractivismo de sus recursos y territorios por parte de gobiernos y compañías de los países del Norte Global. Algunos gobiernos de izquierda de América Latina, en los que el Estado jugaba un papel más activo en la producción, la captación de excedentes y en la redistribución, continuaron repitiendo los impactos sociales y ambientales negativos de los gobiernos neoliberales; “terminaron por asumir un discurso beligerantemente desarrollista en defensa del extractivismo, acompañado de una práctica criminalizadora y tendencialmente represiva de las luchas socioambientales, así como por una voluntad explícita de controlar las formas de participación de lo popular”[2].

Esta visión se reflejaba en los Planes Nacionales de Desarrollo de los gobiernos progresistas, con énfasis en actividades extractivas[2]: extracción de petróleo y minerales, expansión del uso de agroquímicos y centrales hidroeléctricas, dependiendo de la especialización del país. En Brasil, por ejemplo, el Plan de Aceleración del Crecimiento, lanzado en 2007, contemplaba la construcción de un gran número de represas en la Amazonia, además de proyectos energéticos ligados a la explotación de petróleo y gas. Bolivia apostó a un gran salto industrial basado en la expansión de agronegocios y proyectos de extracción de gas, litio y hierro. En Ecuador fue la apertura de la minería a cielo abierto, así como la expansión de la frontera petrolera. Venezuela siguió aventurándose en la expansión petrolera. Argentina apostó por el fracking en 2012. [2]

Algunos de los gobiernos progresistas estigmatizaron la protesta ambiental. Hubo conflictos ambientales y territoriales que provocaron movimientos de resistencia: en Ecuador los hubo respecto a la minería a partir de 2009; en Brasil debido a la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, y en Bolivia respecto al Territorio indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS). En los tres casos, el oficialismo optó por el escamoteo de la cuestión, negando la legitimidad de los reclamos y atribuyéndolo a la injerencia de ONGs extranjeras (Brasil), a un ecologismo infantil (Ecuador) o a un ambientalismo colonial (Bolivia). [2]

Los gobiernos progresistas buscaron justificar el extractivismo afirmando que éste es la vía que permite generar divisas al Estado, luego reorientadas a la redistribución del ingreso y al consumo interno, o bien hacia actividades con mayor contenido de valor agregado. Pero este discurso, dice Svampa [2] buscaba oponer de manera simplista la cuestión social (políticas sociales, redistribución) con la problemática ambiental (cuidado del territorio, preservación de los bienes comunes), sin abordar las discusiones complejas sobre el “desarrollo”, la democracia y la sustentabilidad ambiental. Aunque la oleada progresista se haya apartado del neoliberalismo en cuanto al rol orientador del Estado, ésta estuvo lejos de cuestionar la hegemonía del capital transnacional en la economía de la periferia subdesarrollada[3]. La periferia subdesarrollada, dicen los críticos, ha fallado en aprovechar la injerencia económica de China en su territorio y el debilitamiento de Estados Unidos para crear un bloque de los países subdesarrollados del Sur Global que se siente a negociar en condiciones más igualitarias y menos serviles con los países desarrollados del Norte.

Quizá el caso más conspicuo es el de China, país dirigido por el Partido Comunista Chino (PCCh), cuyo crecimiento económico acelerado ha ido de la mano de elevados costos ecológicos[4]. El gigante asiático es el mayor fabricante de productos fotovoltaicos del mundo y se ha convertido en el líder mundial de las energías renovables[5]. Sin embargo, se le ha criticado que, a la par que abre centrales de energía limpia, no cierra las centrales de producción de combustibles fósiles. China ha conseguido éxitos importantes en la recuperación de su superficie forestal, pero ha sido señalada por “exportar deforestación”, lo que significa que demanda productos forestales que son deforestados en otros países, generando en ellos problemas socio-ecológicos. [6]

No obstante, hay que ser cuidadosos al enfocar los problemas ecológicos de China como problemas de carácter puramente nacional. China es la fábrica del mundo; muchos de los capitales y las compañías que están en territorio chino demandando, contaminando recursos y emitiendo gases de efecto invernadero no son compañías chinas, sino Occidentales. En los últimos años, el presidente Xi Jinping y el PCCh han enfatizado en sus discursos, informes y en el Plan Quinquenal, la importancia de atender las cuestiones ecológicas; particularmente, se han comprometido a atender la crisis climática. Esperamos con atención la materialización de sus compromisos.

El propósito de este escrito no es comparar las acciones o los desastres ecológicos de la izquierda con los de la derecha. El propósito es generar discusión y autocrítica dentro de la izquierda, puesto que solo ella puede crear cambios sustanciales en materia socio-ecológica. El capital no puede porque necesita de la devastación ecológica para seguir creciendo. En el marco del capitalismo avanzado, el aumento del metabolismo social del capital exige cada vez más para su mantenimiento mayor cantidad de materias primas y energías, lo cual se traduce por una mayor presión sobre los bienes naturales y territorios.[2] [8]

Ciertamente, la transformación social y ecológica es complicada y prolongada porque exige cambios desde distintas aristas, y porque todo está conectado hacia dentro y fuera de los territorios nacionales; las políticas instrumentadas tienen una serie de consecuencias en distintas direcciones. No obstante, quizá convenga a las izquierdas repensar lo que entendemos por “tecnología”, “desarrollo”, “progreso” y “bienestar”, ¿qué han significado dichos conceptos dentro del capitalismo y qué otras cosas puede significar si nos liberamos de los supuestos y cosmovisiones capitalistas?. ¿Es necesario que todos los países sigan forzosamente la vía de desarrollo industrial de los países capitalistas más avanzados? y ¿cómo tendrían que ser las sociedades alternativas al capitalismo en las que las personas tengan lo necesario para realizarse material y espiritualmente, respetando los límites de la naturaleza? son algunos cuestionamientos interesantes que exploran quienes, desde la defensa de sus territorios o desde la academia, buscan soluciones a los problemas sociales y ecológicos actuales. [7] [8]

La historia de las sociedades humanas y de la relación de éstas con la naturaleza apuntan a que solo otro tipo de relaciones sociales, otra manera de producir y de consumir, distinta a la capitalista, con su respectiva transformación cultural e ideológica en la mayoría, o en la totalidad de los ciudadanos, podrán generar otra relación entre los seres humanos y el entorno natural. Las sociedades alternativas al capitalismo están siendo construidas por quienes desafían el statu quo, por las izquierdas, movimientos progresistas y resistencias territoriales en los distintos países. [2] [9] Para que estas sociedades alcancen realmente sus objetivos, sus promotores deben atender necesariamente la cuestión ecológica y superar las ideas y prácticas capitalistas que, en lugar de llevarnos por direcciones alternas, podrían mantenernos estancados en el mismo agujero.


Citlali Aguirre es maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] Foster, B. J. (2023). Planned Degrowth: Ecosocialism and Sustainable Human Development. Monthly Review 75(3). Disponible en: https://monthlyreview.org/2023/07/01/planned-degrowth/.

[2] Svampa, M. (2019). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina: conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. Bielefeld University Press.

[3] Féliz, M. (2012). Proyecto sin clase: crítica al neoestructuralismo como fundamento del neodesarrollismo. En Feliz, M. et al., Más allá del individuo. Clases sociales, transformaciones económicas y políticas estatales en la Argentina contemporánea. Buenos Aires: El Colectivo.

[4] Hailiang, G. (2020). Cómo el marxismo transforma al mundo. Ediciones Luxemburg.

[5]https://www.worldenergytrade.com/finanzas-energia/economia/china-competencia-inversion-energias-limpias#

[6] https://efeverde.com/tala-ilegal-alienta-china-amenaza-bosques-africa/

[7] González, R. L. Y Almazán, A. (2023). Decrecimiento: del qué al cómo. Propuestas para el Estado español. Icaria Editorial. [8] Huber, M. T. (2022). Climate change as class war: Building socialism on a warming planet. Verso Books.

[8] Giraldo, O. F. (2018). Ecología política de la agricultura: Agroecología y posdesarrollo. El Colegio de la Frontera Sur.

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