Banca e imperialismo

Por Tania Rojas | Agosto 2023

En la terminología económica al uso, un activo es un recurso con cierto valor que alguien posee con la intención de que le genere un beneficio futuro. Podría decirse, entonces, que los activos reflejan una inversión realizada. Las empresas, por ejemplo, contabilizan edificios y maquinaria entre los activos en su propiedad, pues son bienes materiales en los que se ha invertido con el propósito de realizar una actividad productiva que les rendirá una ganancia futura. En el mismo sentido, pero sin edificios y máquinas presentes, al menos en la apariencia, un activo financiero es un documento legal transable en el que se hace constar que se tiene derecho sobre un flujo futuro de ingresos. Quien emite este documento (deudor) busca financiarse y quien lo compra (acreedor) realiza una inversión. Para su comprador, basta dejar pasar el tiempo para que la sola posesión de este activo financiero genere un beneficio futuro. En otras palabras, un activo financiero es una deuda que se debe retribuir con interés.


Con base en esta definición, al activo se le atribuye la capacidad de generar un beneficio al inversor, ya sea en forma de ganancia o interés. Sin embargo, ni edificios ni máquinas ni el solo correr del tiempo crean riqueza por sí mismos. Los beneficios futuros, para ser reclamados, primero deben ser creados. La ganancia y el interés tienen una fuente común: el trabajo humano abstracto empleado en la creación material de riqueza. Sin embargo, la economía al uso insiste en rendir culto a los fenómenos del mercado. Pero hoy, la fetichización de las mercancías ha alcanzado un nivel más alto de fantasía. Junto a la circulación de mercancías físicas, tangibles, se ha desarrollado un mercado de riqueza ficticia, que no ha sido creada aún, pero que ya se la reclama y se le da existencia simbólica en el presente: el mercado secundario de la deuda.


La idea de que el sistema financiero tiene una existencia puramente funcional en el capitalismo, como instrumento para concentrar los ahorros de la sociedad y convertirlos en inversión productiva, es inexacta. Paulatinamente, los acreedores han encontrado mecanismos para no solo escapar a las vicisitudes ligadas al proceso real de acumulación capitalista, sino que han pretendido también desprenderse por completo de éste. Ya no se trata únicamente de “capitalizar” dinero contante y sonante, invirtiéndolo, aunque de forma indirecta (prestándolo a alguien más), en la producción. Sino que ahora se “capitaliza” la deuda misma. Así, buena parte de las finanzas se han ido especializando en la compra y venta de títulos de deuda cuyos precios son el resultado de un juego de expectativas y especulación. Los activos financieros se compran y venden como una apuesta en la subida o caída de sus precios. Se compra para vender a un precio más alto, y se vende cuando se augura una caída en el precio de los activos financieros. Entre las consecuencias, mayor volatilidad e inestabilidad del sistema financiero, y desvío de inversión productiva.


Este juego de expectativas, especulación y volatilidad ha coadyuvado a la asignación de ciertas tareas a los bancos centrales. Por más sofisticado que parezca, el sistema financiero no puede cortar el cordón umbilical que lo ata a la producción de riqueza real, a los flujos de ingresos contantes y sonantes. Detrás de las transacciones financieras más complejas, hay una deuda que tiene que ser pagada, un interés que debe ser cobrado. Los bonos del estado son, en este sentido, la inversión más segura, y en tiempos de crisis, siempre se vuelve a ellos. Por otro lado, los bancos centrales, en la práctica, se han convertido en fuente generosa de “liquidez”, sobre todo en tiempos de crisis. Ingentes sumas de recursos se han inyectado a través de las líneas de crédito de los bancos comerciales con el banco central, acción comúnmente llamada “expansión cuantitativa”, para sostener el crecimiento del sistema financiero. Además de seguridad y liquidez, el sistema financiero demanda estabilidad. Paradójicamente, la euforia especulativa requiere de un sistema estable para deducir el valor de los activos financieros, que permita calcular y pronosticar la rentabilidad de las inversiones financieras, y elaborar estrategias de inversión. La estabilidad financiera, también ha sido una tarea gradualmente asignada a los bancos centrales.


En 2020, la deuda mundial representó el 256% del PIB mundial (Gaspar et al, 2021). La deuda pública, que alcanzó el 99% del PIB mundial y representa casi el 40% de la deuda mundial total, es el componente que más creció. En este mismo año, las economías avanzadas son las que más aumentaron su nivel de endeudamiento público, mientras que las economías subdesarrolladas enfrentaron restricciones financieras más duras. 2020 fue un año de crisis que permitió ver con más claridad las asimetrías que hay en el papel que juega la banca central en los países desarrollados y los no desarrollados. Mientras que la Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo tasas de interés bajas y permitió un mayor endeudamiento de sus empresas y ciudadanos para afrontar la crisis, los bancos centrales de países no desarrollados, como el de México, iniciaron una racha alcista de las tasas de interés y persistieron en la contención del déficit del gasto público, aun cuando el país sufría las mismas consecuencias de la crisis del Covid-19.


Estas asimetrías no se reducen a tiempos de crisis. Estados Unidos, en su calidad de potencia mundial y epicentro del sistema financiero global, influye decisivamente en los flujos de inversión y capacidad de endeudamiento de otros países. Por otro lado, siendo el dólar y los bonos del tesoro estadounidense la moneda y el activo de referencia mundial, la banca central de los EEUU tiene la tarea exclusiva de nutrir los mercados monetarios y financieros mundiales de activos seguros y medios de pago, los cuales puede suministrar a discreción. De este aprovisionamiento depende mucho que el sistema financiero siga funcionando; de aquí que la deuda estadounidense pueda seguir expandiéndose y de que la política monetaria de la Reserva Federal pueda inyectar dinero para que su economía crezca o se recupere. En suma, la banca central de EEUU tiene un rol particular en la estabilidad del sistema financiero internacional, ser la “fábrica de garantías” (Merchant, 2022). Este rol lo asume sin renunciar a sus metas de desarrollo y crecimiento, por el contrario, se beneficia de este.


No obstante, para que EEUU pueda permanecer en esta posición privilegiada otros países deben jugar también un papel particular. Desde la embestida neoliberal, poco a poco los bancos centrales de los países subdesarrollados han renunciado a su responsabilidad en la creación de empleo y se han abocado a la búsqueda de la estabilidad de variables monetarias. Esto a “sugerencia” de los organismos internacionales de crédito, que, condicionando el financiamiento, han impuesto a los bancos centrales de los países dependientes y débiles la tarea exclusiva de mantener la inflación en niveles de un solo dígito (Epstein, 2007). Esta imposición se encubre en la pseudoteoría del Inflation Targeting, que no es más que la formalización de un conjunto de prácticas monetarias encaminadas a regular los signos vitales del sistema financiero en su conjunto.


Además de no considerar la creación de empleo como tarea de los bancos centrales, el Inflation Targeting parte de la premisa de que una institución independiente puede tomar decisiones financieras y monetarias más efectivas y libres de influencias políticas. Así, su implementación ha sido acompañada de la autonomía del banco central respecto del gobierno en turno. Esta autonomía hacia el interior sirve de velo para ocultar la supremacía de los imperativos del sistema financiero mundial sobre las necesidades económicas de las naciones menos desarrolladas. El aura de poder y soberanía de que hacen gala los bancos centrales de las economías pequeñas y dependientes se desvanece ante la “asesoría” y la pauta que imponen la Reserva Federal, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que son los representantes del capital financiero y sus ansias de dominio planetario. Son estos organismos los que definen las tareas de los bancos centrales, y estas tareas se asignan según la posición que cada uno de los países tiene en la estructura económica mundial.


En síntesis, los regímenes monetarios de los bancos centrales, por más que se les intente divorciar de la política, son una herramienta de poder que sirve para perpetuar el imperio de los acreedores sobre los deudores, de las potencias económicas sobre los países más débiles, del capital financiero e industrial sobre el trabajo humano. Las asimetrías en las tareas y funciones de los bancos centrales entre países ricos y países pobres son un reflejo del lugar que unos y otros ocupan en el sistema capitalista en general, y en el sistema financiero en particular. La cacareada estabilidad financiera es la perpetuación del ciclo del capital; es el intento por sostener este castillo flotante cuyo alimento es su fuente misma de descomposición. De ser un estimulante de producción de riqueza, el crédito ahora la restringe, lastimando así la reproducción misma de sus condiciones de pago. Solo queda empeñar más años a futuro.


Tania Rojas es economista por El Colegio de México e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias


Merchant, J. (2021). Endgame: Finance and the Close of the Market System. The Brooklyn Rail, (22). https://brooklynrail.org/2022/03/field-notes/Endgame-Finance-and-the-Close-of-the-Market-System.


Epstein, G. (2007). Bancos centrales, régimen de inflación y creación de empleo. Organización Internacional del Trabajo. https://www.ilo.org/empelm/pubs/WCMS_113908/lang–es/index.htm.


Banco de México (2020). Política monetaria en Estados Unidos y estabilidad financiera global. https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/reportes-sobre-el-sistema-financiero/recuadros/%7B28189E5B-71F7-D55D-4598-6EE75E576CB6%7D.pdf


Gaspar et al. (16 de diciembre de 2021). La deuda mundial alcanza cifra récord de USD 226 billones. IMF BLOG. https://www.imf.org/es/Blogs/Articles/2021/12/15/blog-global-debt-reaches-a-record-226-trillion


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