HISTORIA
Gato por liebre: el “cambio” de régimen de la “cuarta transformación”
Miguel Alejandro Pérez Alvarado

ABRIL 2023
El discurso oficial proclama que México ha estado sometido en estos poco más de cuatro últimos años a un cambio radical de régimen, a una revolución sin parangón alguno junto a la cual la revolución bolchevique de 1917 parece un juego pueril. Todas las “potencias” del execrable pasado inmediato han sido abolidas de un día para otro, los antiguos principios han sido desplazados y los ídolos de barro del antiguo régimen han sido derribados para siempre. Se ha tratado en una palabra de una transformación de alcance histórico-nacional al lado de la cual la revolución mexicana resulta ridícula, de suerte que, de noviembre de 2018 hasta la fecha, se ha removido el suelo de México como nunca, más incluso que en los dos siglos precedentes.
Pero esto ha ocurrido, sobre todo, en los dominios de la conciencia. “Ya hay una nueva corriente de pensamiento” —ha declarado el presidente AMLO, “ahora todo es distinto, (…) el corrupto está quedando mal visto, estigmatizado”. En este sentido, se ha seguido el postulado moral de trocar una conciencia por otra, de sustituir los dogmas acerca de la corrupción por un pensamiento acorde con la verdadera moral, las ideas falsas por las verdaderas. Sin embargo, el principio de cambiar de conciencia no equivale más que a interpretar de un modo distinto la realidad, esto es, reconocerla por medio de otra interpretación. Por esto, a pesar de su fraseología supuestamente revolucionaria, la transformación que hoy se exalta como un viraje de la historia de México ha representado, en la práctica, el perfecto conservadurismo. En términos generales, ha sido una lucha con las sombras de la realidad, un combate contra “frases” a las cuales no se ha sabido oponer más que otras frases.
Como se sabe, combatir solamente las ilusiones sobre un estado de cosas no significa combatir el estado de cosas real, efectivamente existente. Por esto, las jactancias revolucionarias del presunto cambio radical de régimen presentan un contraste tragicómico con sus verdaderas hazañas, las cuales, además de reflejar su mezquindad y pequeñez históricas, se han reducido a la fantasía de haber reemplazado la antigua conciencia corrupta por una conciencia incorruptible, la vieja amoralidad neoliberal por la moralidad posneoliberal; el resto de sus lucubraciones (la que corresponde por ejemplo a la abolición definitiva del modelo neoliberal o aquella otra que establece la idea de que México se encuentra atravesando un periodo posneoliberal) significan otras tantas maneras de atildar la pretensión de estar realizando una transformación histórica.
De este modo, la supuesta revolución sin igual no ha sido más que un duelo contra ciertas ideas falsas, contra las cuales ha opuesto nada menos que sus propias ideas e ilusiones so pretexto de que éstas expresan la quintaesencia de la moral. En una palabra, ha sido una lucha contra las quimeras de la conciencia en nombre de otras quimeras, de dogmas que, desde su punto de vista, manifiestan la conciencia auténtica. En esto se ha seguido el ejemplo proverbial de aquel “hombre listo” que, un buen día, adquirió la seguridad de que los hombres se hundían en el agua y se ahogaban sólo porque aceptaban la idea de la gravedad, razón por la cual se pasó la vida luchando contra esta ilusión, pues estaba convencido de que, tan pronto como se abandonara esta idea supersticiosa, todo mundo quedaría a salvo del peligro de ahogarse.
Así pues, todo ha cambiado en México, aunque todo el cambio se ha reducido a sustituir un espectro por otro, aún más ingenuo si cabe. En efecto, incluso en el mejor de los casos, la “nueva corriente de pensamiento” de la que tanto se ufana el presidente AMLO no habría logrado sino la proeza de propagar una interpretación distinta de la corrupción; con esto, por supuesto, se habría apegado al postulado moral de trocar la vieja conciencia inmoral neoliberal por la nueva conciencia moral posneoliberal, pero en modo alguno habría cambiado el fundamento material, objetivo, de la corrupción, de la misma manera que el combate a muerte del hombre listo contra la idea de la gravedad, aun en el caso de haber logrado que alguien se quitara esta funesta idea de la cabeza, no habría evitado que, a fin de cuentas, éste se hundiera en el agua y se ahogara.
Por todo esto, el cambio radical de régimen anunciado por el discurso oficial se ha reducido a oponer unos conceptos a otros, a sustituir unos dogmas por otros, una ilusión que reputa espuria por otra que reputa genuina. De esta guisa se ha presumido una nueva concepción no sólo de la moral, sino también de la historia, el pueblo y el Estado, ámbitos que, desde este punto de vista, han sido sometidos por igual a una crítica despiadada, inmisericorde. Pero aquí también las ovejas conservadoras se han vestido de lobos revolucionarios, de modo que sus alardes presentan también un contraste tragicómico con sus verdaderas hazañas.
Miguel Alejandro Pérez es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.