Marzo 2023
No hay duda de que, en cuestión de innovaciones tecnológicas, ya nos alcanzó el destino, como se dice coloquialmente. A fines del año pasado fuimos testigos del lanzamiento del ChatGPT (Chat Generative Pre-Trained Transformer) por la compañía asentada en San Francisco OpenAI. Si bien la primera versión, aparecida en 2020 no generó muchas reacciones del público en general ni de las audiencias especializadas, esta nueva versión sí que ha producido un nivel de atención inusitado y con razón. Veamos.
Con este lanzamiento y con la versatilidad que muestra este chatbot, podemos apreciar lo que depara el futuro, pasando ya de la ciencia ficción a la realidad. Son momentos claves del avance tecnológico, y aunque las mayorías empobrecidas estamos sujetos a los imperativos de los dueños del dinero y su agenda de desarrollo e inversión, esto no debe impedir que nos pongamos alerta y analicemos la situación desde una óptica emancipadora, pues las repercusiones para los trabajadores (y para la existencia de la humanidad misma) son múltiples y variados. Para esto no hay que perder de vista que estas innovaciones tienen como telón de fondo la formación social capitalista y su dinámica de explotación del trabajo asalariado y no asalariado.
La tecnología que se está generando actualmente, principalmente en Estados Unidos (aunque China está por lanzar su propia versión de chat de inteligencia artificial), es resultado del trabajo social o colectivo, ya sea como producto directo de la explotación de los trabajadores o como resultado de los enormes subsidios y subvenciones públicas por parte del gobierno, aunque luego magnates como Elon Musk o Jeff Bezzos se apropien de esas invenciones -como sucede con casi todo lo que se produce bajo el capitalismo-, o sus mistificadores profesionales (en forma de desarrolladores, investigadores, profesores, teóricos, periodistas) se encarguen de oscurecer el proceso de producción de estos productos tecnológicos. Como señala Kate Crawford (citada por Julio Huato en el documento de trabajo Economía Política de la Economía Digital) sobre el algoritmo del software GoDiagram de Alpha, la empresa madre de Google, “no muestra maquinas, ni trabajadores, ni inversión de capital, ni huella de carbono, solo un sistema basado en reglas abstractas dotado de habilidades ultraterrenales”. Y lo mismo podría decirse de innumerables paquetes, lenguajes, librerías, y otros tantos productos de los que circulan en el mercado y en el mundo digital. ¡Vamos, como si operaran en el éter!
Ahora bien, las consecuencias medioambientales de las nuevas tecnologías son verdaderamente dramáticas. Por ejemplo, la cantidad de energía eléctrica y de recursos hídricos que se requieren para sostener los centros de almacenamiento de datos de las tecnológicas es inmenso. El total de electricidad consumido por los centros de datos es mayor al consumo de países enteros como Sudáfrica o Argentina, de acuerdo con datos Timothy Rooks de DW, mientras que uno solo de este centro consume, en promedio, de 11 a 18 millones de litros diarios de acuerdo con el profesor Venkatesh Uddameri de la Universidad de Tecnología de Texas. Además, conlleva la destrucción y contaminación del medio ambiente en los países pobres por la búsqueda insaciables de suministros de minerales raros, como el litio, y otras materias primas importantes en la fabricación de componentes tecnológicos.
Recientemente, el periódico The New York Times ha publicado una conversación entre el periodista Kevin Roose y el ChatGPT incorporado en el buscador Bing de Microsoft. El contenido deja entrever una inteligencia “artificial” que no lo es tanto, pues muestra algunos destellos de comunicación y comportamientos humanos.
Aunque algunos autores, como Huato, por ejemplo, advierten que hay mucho de ideología (sobre todo por las posibles implicaciones negativas para los intereses de la clase capitalista) en el terror que genera la inteligencia artificial, especialmente al hecho de que eventualmente los autómatas cobren vida autónoma, esto sí puede representar una amenaza no solo al capitalismo como formación social, sino a la humanidad misma. Aún no podemos conjeturar el comportamiento específico que adopten nuevas actualizaciones o versiones distintas en el futuro, pero hay bases para encender las alarmas y acelerar la educación y organización de los trabajadores para estar en posibilidades de incidir en la organización económica de la sociedad, pues nuestra existencia misma está en juego.
Arnulfo Alberto es maestro en economía por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.