Estados Unidos, ¿la gran excepción?

Febrero 2023

El Excepcionalismo Americano (es decir, estadounidense) es una teoría que afirma que la historia de los Estados Unidos se concibió de la libertad; que los Estados Unidos son una nación que se fundó sobre la base de los ideales republicanos; que es una sociedad que inició libre de residuos feudales y monárquicos y cuya evolución no encuentra comparación en ningún otro lugar del mundo. Por esta gracia original, las leyes generales de la historia no aplican al caso estadounidense. Por tanto, esta nación es la única que puede asumir criterios diferentes a los del resto del mundo. Pero ¿qué ley general de la historia es la que se niega? La de la lucha de clases. ¿Qué criterio es el único válido? El de la superioridad de su sistema político, cultural y económico. El Excepcionalismo Americano es pues, la teoría que justifica el derecho de los Estados Unidos a imponer su juicio a la humanidad entera.

Las tesis del Excepcionalismo Americano están especialmente incorporadas en los análisis sobre la historia de los Estados Unidos, trátese de grandes narrativas, o de eventos concretos. Tal es el caso de la llamada “Gran Excepción” de Jefferson Cowie. Este es el nombre con el que este historiador define el periodo comprendido entre 1930 y 1970 en el que la sociedad americana, en particular la clase trabajadora, fue testigo de importantes acontecimientos que, aunque temporales, representaron un quiebre total en las políticas económicas y sociales de los años anteriores; entre los más importantes, el compromiso del Estado de gobernar a favor de las clases trabajadoras y el auge de los derechos económicos colectivos por encima de los derechos liberales individuales. En el centro de esta ruptura, el New Deal surgió como la materialización de los cambios que se estaban produciendo.

Las pruebas de la “excepcionalidad” de este periodo son abundantes. Por ejemplo, mejoró la igualdad económica, aumentó la densidad sindical y los ingresos de los trabajadores crecieron sistemáticamente. Sin embargo, para Cowie, el calificativo de “excepción” va más allá de las cifras. La “excepción” tiene que ver con circunstancias históricas que suspendieron algunos de los “aspectos característicos de la sociedad estadounidense” (a saber, la segregación por etnia, raza, nacionalidad, religión, estatus migratorio, etc.), abriendo espacio para un New Deal que rompió con la tradición política. Estas circunstancias históricas fueron la Gran Depresión y el papel transformado del Estado; la reducción de la inmigración y, en consecuencia, la formación de una clase trabajadora más homogénea, esto es, blanca; una “gran tregua religiosa”; y la existencia de una política ambivalente con relación a la población negra (para ganarse a los votantes afroamericanos y aliarse al mismo tiempo con el “Sur Sólido”). En conjunto, estas circunstancias históricas crearon un sentimiento de unidad entre la clase obrera basado en la idea de un destino económico compartido, en una nación en la que el Estado había mantenido una política antilaboral y la clase obrera llevaba mucho tiempo sin unirse. En este contexto, la cultura política cambió, y personajes como Roosevelt y el senador Robert Wagner pudieron comprometerse con un programa político radical. En resumen, muchas “excepciones” condujeron a una “gran excepción”.

El capitalismo tiende naturalmente a la desigualdad, a menos que existan fuerzas y mecanismos que favorezcan la distribución de la riqueza. Esas fuerzas son políticas, nos dice el autor. El problema es que esas fuerzas políticas las hace exclusivas de la sociedad estadounidense que, por su naturaleza liberal y democrática, originó por sí sola, sin conflictos sociales de clase desestabilizadores, una nueva visión política que iniciaría la época del liberalismo moderno. En otras palabras, lo “excepcional” de este periodo es el surgimiento de un “interregno obrero” a pesar de la ausencia de una tradición de partidos de base obrera o socialdemócrata y de la debilidad histórica de la movilización de la clase trabajadora. En esta interpretación, el New Deal fue el resultado de circunstancias históricas (las mencionadas más arriba), dificultades comunes (la crisis de 1929) y habilidades políticas de los gobernantes, con mención especial, las de Franklin Delano Roosevelt.

No obstante, la principal fuerza política los asediaba desde afuera. La economía estadounidense se vio obligada a introducir cambios significativos porque las ideas socialistas se extendían por todo el mundo, más aún cuando los estadounidenses tenían graves problemas de desempleo y pobreza causados por la crisis de 1929 y la Primera Guerra Mundial. De ahí la urgencia y la necesidad de hacer algo rápido. El miedo al socialismo obligó al capitalismo a distribuir la riqueza. Quizá la clase obrera estadounidense no se distinguió particularmente en su lucha contra el capital, pero la lucha de los trabajadores del resto del mundo y la de los bolcheviques rusos, provocó la transformación más grande todavía no igualada del siglo XX en favor de la clase trabajadora de todo el planeta. Esta fuerza política produjo un periodo excepcional no solo en los Estados Unidos, sino en el mundo entero.

En El siglo de la revolución. Una historia del mundo desde 1914, el historiador catalán Josep Fontana establece que la amenaza de subversión del orden de cosas que representó la transformación social iniciada en Rusia en 1917 vino a marcar la trayectoria política posterior de los órdenes políticos entonces prevalecientes. Estos últimos se empeñaron en combatir el modelo revolucionario bolchevique tratando de impedir a toda costa que su ejemplo cundiera por el mundo. Para Fontana, la política “socializante” del New Deal constituyó una suerte de “reformismo del miedo” que se encaminó a adaptar medidas favorables a la clase obrera con el propósito de evitar que el descontento la empujara en dirección de la revolución.

Quienes sustraen a los Estados Unidos del sino de toda economía capitalista, esto es, la proletarización del grueso de la población, olvidan que la gran “excepción” es que Estados Unidos domina al mundo, y que por tanto tiene a su alcance recursos dinerarios, materiales y humanos, que hasta hace poco le había permitido brindar a sus ciudadanos oportunidades de superación individual. Que, así como abre y cierra las fuentes de crédito, abre y cierra los flujos migratorios, y abre y cierra los mercados, según sus necesidades de expansión y crecimiento. A pesar de esto, el supuesto excepcionalismo americano se viene desvaneciendo desde hace tiempo, y el grito lo han dado en primer lugar los mega millonarios, quienes espantados por el alto riesgo de conflicto social que la grotesca desigualdad en la riqueza provoca, gritan al mundo ¡que nos cobren impuestos! 


Tania Rojas es economista por El Colegio de México e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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