Febrero 2023
En cada una de las agendas políticas de los gobiernos en turno la enseñanza se ha presentado como una cuestión a resolver. Parcialmente se debe a que desde hace décadas los resultados que arrojan las diferentes pruebas a las que constantemente se someten tanto estudiantes de todos los niveles como maestros son pésimos. De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), más de la mitad de las y los estudiantes en México se encuentran en el nivel más bajo en matemáticas y 46.8 por ciento en lectura. Por tal razón, se esbozan proyectos, se discuten y hasta llegan a “implementarse”. Sin embargo, las estrategias hasta el momento no han resultado efectivas para contribuir a que los estándares en materia educativa se superen y, mucho menos, para evitar la deserción escolar.
En ese sentido, el gobierno ha destinado anualmente un presupuesto variable a la educación, cuya ejecución hasta ahora en lugar de incrementar ha ido disminuyendo aun cuando el contexto postpandemia ha demostrado que en comparación con otros años la educación en general ha presentado un retroceso. Pues bien, frente a este contexto, de acuerdo con el reciente estudio publicado por las organizaciones Mexicanos Primero y Red Latinoamericana por la Educación (Reduca), este año el presupuesto en educación básica ha sido el más bajo en los últimos 16 años, mientras en 2007 fue de 13.55% del total del presupuesto, en 2023 se ejercerá sólo el 9.46%. Pero, por si eso fuera poco, la friolera de esta distribución es que el sector docente –a quien le toca lidiar directamente con los problemas de la enseñanza– ahora sólo recibirá durante todo el año $85 para su formación cuando hace unos años ascendía a $1644.
Bajo esta situación la enseñanza de la historia, entonces, podemos deducir seguirá la misma tendencia. O sea que, por mucho que se impriman cantidades y cantidades de los libros de Historia del Pueblo Mexicano y se distribuyan en las escuelas la formación del docente; es decir, la falta de capacitación de los maestros continuará, solo que ahora con mayor énfasis. Los esfuerzos de las y los historiadores que colaboraron en realizar ese proyecto no tendrán suficiente eco ni en las escuelas urbanas y mucho menos en las escuelas rurales en donde además los maestros escasean.
En conclusión, el programa de la Nueva Escuela Mexicana y su objetivo de universalizar la enseñanza de la historia, pese a que marcan una ruptura con los planes de 2009 y 2018 (años en los que se suprimió la enseñanza de la Historia en distintos niveles), son parches que solo simulan que el gobierno está pendiente a contribuir en la educación, cuando la realidad es que una condición sin la cual no puede despuntar es por medio de la asignación suficiente y necesaria de recursos económicos tanto a la formación docente como a la enseñanza en general, es decir, no sólo a la distribución de becas de manutención a los estudiantes sino también destinar partidas importantes a la formación de los docentes y a recursos materiales, por ejemplo a la construcción de instalaciones óptimas o modernización de las ya existentes, a desarrollar materiales didácticos para fomentar una educación crítica –como pretende el libro ya mencionado– de lo contrario todos esos esfuerzos caerán en saco roto.
Victoria Herrera es historiadora por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.