Noviembre 2022
Los cambios en los personajes que capitanean la Secretaría de Economía en el gobierno de AMLO apuntan, sobre todo, a un cambio en el manejo de la política de comercio exterior. Los cambios iniciaron con la renuncia de Tatiana Clouthier ocurrida el 6 de octubre sin mayor explicación por las partes involucradas que el deseo de ésta de “retirarse del gobierno” luego de una gestión de poco más de año y medio. El anuncio de que Raquel Buenrostro sería la nueva secretaria de Economía del país no tardó en llegar de voz del mismo presidente, quien destacó tenerle “toda la confianza”. La llegada de Raquel Buenrostro ha traído una serie de cambios en las figuras de dirección de la Secretaría en un momento crucial.
De los cambios en la Secretaría, ha llamado particularmente la atención la remoción de Luz María de la Mora como Subsecretaria de Comercio Exterior. Y es que en estos días se dirimen las “consultas” que, a propósito de la política energética, interpusieron Canadá y EE.UU. Estos países reclaman que la política energética de México perjudica a las empresas canadienses y estadounidenses en beneficio de Pemex y CFE -particularmente esta última; esta política, dicen, viola los términos del tratado que garantizan la igualdad de condiciones en el mercado a las empresas de los tres países. Sobre esta disputa había al interior del gobierno dos posturas contrarias. Por un lado, estaba la de Rocío Nahle, secretaria de Energía, que era “no ceder el nada”; por otro, la de la Secretaría de Economía que era negociar, ceder en algunos aspectos. A la luz de los cambios, parece haberse impuesto la primera.
La cuestión aquí es si México tiene la capacidad para echar a los otros países un pulso de este calibre. La relación económica de México con EE.UU. no es jauja para México; la brecha de productividades, así como las condiciones del T-MEC que garantizan el monopolio tecnológico y financiero del vecino del Norte, provocan que haya un flujo constante de riqueza producida por los trabajadores mexicanos hacia ese país a cambio de míseros salarios. Sacudirse el dominio económico de EE.UU. es una necesidad para que el pueblo mexicano mejore sus condiciones de vida. Sin embargo, no hay que olvidar que la economía de México es altamente dependiente de la estadounidense. De esta suerte, echar un pulso económico a los EE.UU. podría traer una avalancha de reacciones y represalias económicas que profundizarían la crisis económica, el desempleo, la insuficiencia de los ingresos de los trabajadores.
Hasta ahora, la política en materia de comercio exterior del gobierno de AMLO había sido esencialmente la misma que la de los gobiernos anteriores: fomentar y cuidar la relación con los EE.UU. Para ello, no reparó en sumarse a dicho país en su andadura contra China -un poder económico que ya le sopla la nuca al imperio- e intentar usar el potencial ascendente de México con los otros gobiernos latinoamericanos para llamarlos a hacer lo propio (recuérdese las declaraciones de AMLO en la CELAC para unirse contra el avance de China).
Por los cambios más recientes, el gobierno de AMLO parecería creer que la coyuntura mundial estaría acompañándolo. Como es sabido por quien quiera enterarse, la guerra en Ucrania lleva la mano negra del deep-state estadounidense; Joseph Biden está volcado en la defensa de la hegemonía mundial de los Estados Unidos, por lo que podría pensarse que su atención está puesta en la guerra contra Rusia y China. El resto de países, entre ellos, México, tendrían por tanto un margen de acción para gestionar otros términos en la relación con los Estados Unidos que antes no tenían.
Si esto es así, el gobierno de AMLO debería ser claro con el pueblo mexicano, al que representa. Aunque estamos acostumbrados al confuso discurso del presidente que, por un lado, vocifera exigiendo respeto a la soberanía de los pueblos y, por otro, extiende las manos a los Estados Unidos solicitando cordialidad y hasta apoyo de todo tipo, lo cierto es que sus decisiones en esta materia tienen consecuencias sobre las condiciones de vida de los mexicanos y, por ello, el gobierno está obligado a hacerlas de su conocimiento. Pero no solamente por eso. Más importante: el gobierno de AMLO parece desconocer que la lucha por la soberanía de un pueblo, por sacudirse un yugo tan pesado como el del imperialismo norteamericano, solo puede ser obra de un pueblo educado y organizado, conocedor de que en la lucha toca arrostrar los embates del enemigo. Sin eso, cualquier intento no solo está condenado al fracaso, sino traerá consigo un yugo más insoportable para el pueblo trabajador.
Vania Sánchez es doctora en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona.