Salud mental en tiempos de COVID-19

Junio 2022

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A más de dos años desde que inició la pandemia ocasionada por el Covid-19, son varias las investigaciones que siguen arrojando información sobre las secuelas que ha ido dejando esta enfermedad. Entre las que más destacan se encuentran los derivados de problemas generales como los respiratorios, vasculares e intestinales; sin embargo, uno de los efectos que mayor repercusión negativa ha tenido sobre la población (de todas las edades), y no por eso mejor atendida, es la de los padecimientos mentales.

Según el informe Estado Mundial de la infancia 2021 (análisis realizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, por sus siglas en inglés UNICEF, sobre la salud mental de los niños y adolescentes), desde que inició la pandemia en promedio uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años presenta síntomas de depresión; además, uno de cada siete niños presenta síntomas que tienen que ver con la alteración de la salud mental. Entre los motivos principales que han propiciado estos fenómenos están: el confinamiento; la alteración de las rutinas, la educación y el ocio; así como la pérdida de familiares,  educación e incluso el alimento. Todos estos factores mencionados, propios de la pandemia, han generado un contexto de miedo, incertidumbre y preocupación que ha estado afectando directamente sobre la estabilidad emocional y mental de los jóvenes y padres de familia del mundo.

México no es un caso aparte, por el contrario, las repercusiones de esta enfermedad han incidido en igual o mayor medida sobre los que padecen trastornos de la mente, además de los que se han incorporado como recientes víctimas de la coyuntura. Según el Módulo de Psicología del Congreso Internacional de Avances en Medicina 2022 (CIAM), los problemas de salud mental en México aumentaron entre 20 y 30 por ciento tras el periodo de aislamiento por la pandemia del Covid-19. Menciona también que se agudizaron los problemas en personas que ya vivían con depresión, ansiedad y desórdenes obsesivo-compulsivos.

La obligación de hacer de la casa el centro de trabajo, la escuela, la oficina, el gimnasio, etc., ha provocado un aumento del 20 por ciento en los cuadros depresivos correspondientes a los adultos del país, así como 12 por ciento en ideaciones suicidas, 16 por ciento en alteraciones de la memoria, entre otras (CIAM,2022).

En la psicología moderna es común analizar las afectaciones de la mente desde un enfoque genético, psicológico y social. Estudiar un fenómeno desde solo una de estas perspectivas se advierte insuficiente y parcializado. Sin embargo, es importante indicar que de ninguna manera estos tres factores repercutirán en igual proporción sobre el objeto estudiado. Cada una, según el caso, afectará con incidencias diferentes. Aún así, con intención de generalizar los casos individuales para facilitar el análisis y de acuerdo con varios conocedores en la materia, se advierte que es en los países pobres o en desarrollo donde el factor social es el elemento que más influye a la hora de asignar responsabilidad causal de los problemas psicológicos. Esto es así porque, aunque cada individuo tiene un sesgo cognitivo y conductual (adquirido y heredado) propio, el accionar de las instituciones formales e informales de esos países hace que los problemas psicológicos se exacerben por las condiciones sociales y materiales en la que vive su población. Por ejemplo, no es lo mismo afrontar un problema de depresión o ansiedad provocados por causas específicas de cada persona (genéticas y psicológicas), que añadir, además a estos, factores como el desempleo, la falta de educación, altos niveles de pobreza, desigualdad, infraestructura salubre precaria, etc. Mucha gente en México, más en el contexto actual, vive el día a día con la angustia y la ansiedad de perder su puesto de trabajo, de no poder dar techo o alimento a sus hijos, de que se le niegue el acceso a la educación o la salud como derecho constitucional, entre otros. Elementos todos que van más allá del carácter individual de cada persona.

También es importante tener en cuenta que la salud mental no es un tema que demanda atención desde ahora que ha iniciado el contexto pandémico, por el contrario, es un problema de la historia reciente que aqueja a la sociedad mexicana y del mundo. El elemento en común es el sistema capitalista, sobre todo en su fase avanzada, misma que vuelve al hombre un ser cada vez más unidimensional, unilateral, incapaz de desarrollar sus habilidades mentales, espirituales y sociales, y que queda resignado a ser una extensión más de la gran maquinaria capitalista. A medida que avanza el capitalismo, por lo tanto, la composición orgánica de capital (en favor del factor constante), es cada vez mayor también la enajenación del ser humano, donde el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo de su captación del mundo, sino que el mundo permanece lejano a él, situación que acentúa enfermedades de nuestros tiempos como son los diferentes tipos de trastornos mentales.

Pero ponerse a reclamar sobre las consecuencias del sistema económico actual es llorar sobre leche derramada. Son claros los males que provoca el capitalismo en la esfera individual y social, y clara también es la misión histórica que se tiene como clase proletaria, pero en tanto, es bastante lo que se puede hacer desde las políticas de Estado para amortiguar este y otros males. Sin embargo, es poco o nada lo que el gobierno de Andrés Manuel esta haciendo para solventar el problema de la salud mental. Esto se puede comprobar a través del recorte de fondos que tuvo este rubro en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) del año anterior en 81.6 por ciento.

Tal parece que las consecuencias que generan los problemas de salud mental como el aumento de la tasa de suicidios en México no es un problema central en la agenda del gobierno actual. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2020 hubo siete mil 899 suicidios en México, 700 más con respecto a 2019 y mil más que en 2018. Aunque no hay datos más recientes sobre este fenómeno, por lo descrito anteriormente y porque la tendencia así lo marca, se espera que en el próximo informe del INEGI se registre, nuevamente, un penoso aumento.

Mientras el gobierno actual siga tercamente su postura de ultra austeridad, donde ante la falta de recursos para mantener sus políticas de transferencias quita dinero de un sector para dárselo a otro, es claro que este problema no podrá ser abordado con la debida seriedad que lo amerita. La población mexicana tiene que tomar conciencia de su actual situación y no caer en los cantos de sirena de Andrés Manuel y su gobierno, que buscarán reelegirse para el próximo periodo presidencial. Hay que estar atentos y advertir a nuestros cercanos sobre el riesgo que significaría su permanencia. Ni los gobiernos que se han llamado de derecha han matado tanto al pueblo como MORENA.


Christian Damián Jaramillo Reinoso es economista por la UNAM. Opinión invitada.

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