Lenin filósofo

Junio 2022

Desde siempre se le ha escatimado a Lenin su capacidad como filósofo. Y se la han escamoteado “amigos” tanto como enemigos. Quizá con razón. Lenin no fue un filósofo stricto sensu. Fue un revolucionario: un “hombre pensante y operante”. Alguien en quien se unimismaban práctica y teoría; alguien que hacía y conocía, que vivía y comprendía al unísono. Lenin fue un individuo no sólo de pensamiento, sino también de acción. Encarnó en efecto la síntesis de práctica y teoría tan cara al marxismo. “Lenin representó, dice Trotsky, un equilibrio de poderes físicos y espirituales”.

Pero lo que esperan encontrar los filósofos profesionales es quizá (¡para variar!) un “filósofo” a su propia imagen y semejanza, en lugar de un individuo que obraba tanto como pensaba. Quisieran hallar un energúmeno linfático dedicado de tiempo completo y de pies a cabeza a las sutilezas de la vida contemplativa, abstraído en sí mismo, reconcentrado en sus propias cavilaciones y alejado de cabo a rabo de los fragores de la lucha práctica, divorciado en suma del mundanal ruido y sus despreciables menudencias. Quisieran hallar un autor de obras de filosofía pura. ¿Resulta en cambio que el pato político dispara contra la escopeta filosófica? Quizá escuece en lo más hondo de la retorcida vanidad profesional que un triste “político” los bata en su propio terreno: la arena tantas veces abstrusa de las lides filosóficas. ¿Es posible que un “abogaducho” ruso puede enseñarle nada de nada de filosofía a un “filósofo” de tomo y lomo? ¿Que un miserable amateur se le ponga al tú por tú al erudito profesional? Muy posible. Lenin filósofo derrota en un mano a mano a la caterva de sochantres de la Iglesia filosófica y la turba vocinglera huye en desbandada dispersándose entre graznidos hieráticos y murmullos sibilinos. El activista Lenin gana numerosas batallas filosóficas en la actualidad más viva. Y las gana como el Cid campeador: muerto. Para mayor gloria del muerto que vence y vergüenza de los vivos vencidos.

No importa empero que les haga morder el polvo y los ponga en fuga. Lenin ha sido escamoteado de cualquier modo como filósofo. Los argumentos son muchas veces francamente irrisorios. Hilarantes. El más manido y manoseado es de la siguiente especie: “Lenin leyó a Hegel sólo hasta 1914”, muy tardíamente. Y lo han blandido contra Lenin filósofo tirios y troyanos. Moros y cristianos. La tirada es clara. Desautorizar las obras filosóficas que Lenin escribió antes del año de gracia de 1914. Desautorizar una muy en concreto: Materialismo y empiriocriticismo (publicada en 1908) so pretexto de que expone un materialismo de parvulario. Un materialismo ramplón de “jardín de niños”. Los impertinentes enanos filosóficos del tapanco le sacan la lengua a Lenin desde el presente, mirándolo por encima del hombro con un desprecio tan altanero que da repelús. ¡Ja! ¿Importa ni tan siquiera un “prodigioso miligramo” que desprecien la faceta filosófica de Lenin mientras alaban a dos que tres petulantes esperpentos de la filosofía contemporánea más pacata e inocua como aquel inefable filósofo del cansancio o aquellos otros filósofos del instante? Plejánov tenía la mano llena de razón. “Las ratas no dejarán nunca de creer que el gato es mucho más fuerte que el león”.

Se ha llegado incluso a aventurar la existencia de dos Lenin recurriendo al expediente de escindir la coherencia de su personalidad ideológica unitaria en sendos pedazos político y filosófico. Lenin político, hegeliano, marxista (¡oh, sí!), ¡práxico o praxeológico!: palomita, aprobado; Lenin filósofo, positivista, engelsiano (¡fuchi caca!), ¡ortodoxo y dogmático!: tache y reprobado. Los descuartizadores de Lenin actúan como si de verdad no hubiera relación alguna entre su actividad política y su filosofía, como si se tratara de dos aspectos descoyuntados entre sí. Tampoco se aprueba en realidad su práctica política. Solo se aplaza el momento de renegar por fin también del Lenin político. Pero hace falta acabar primero con el Lenin filósofo.     

La capacidad de Lenin como filósofo ha sido escatimada en efecto por “amigos” tanto como por enemigos jurados. Sobre los enemigos Lenin se pronunció en numerosas ocasiones en términos muy similares. “¡No inútilmente gustaba Lenin de repetir que es terriblemente difícil encontrar un adversario de buena fe!”. Sobre los “amigos”, ni hablar. “En verdad, hay «amigos» más peligrosos que enemigos”. Quienes más cuestionaron la capacidad filosófica de Lenin fueron ciertamente las principales figuras y figurines de la llamada “izquierda comunista germano-holandesa” (Anton Pannekoek, Paul Mattick, H. Görter, et al.), fustigados duramente por Lenin en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo de 1920. Pannekoek fue entre todos el que más tiempo, fuerzas y espacio le dedicó a la empresa de desacreditar a Lenin como filósofo, pergeñando un libro completo sobre el particular (titulada Lenin filósofo y publicada hasta 1938: Lenin murió en 1924).

Lenin concitó no obstante la furia reconcentrada de los revolucionarios más revolucionarios del mundo. Verdaderos Rrrrrrraaaadicals de la revolución mundial. Su esfuerzo conjunto coaguló más tarde en un título terribilísimo que comunica entre truenos y relámpagos una sola intención tonitruante: derribar a Lenin cueste lo que cueste. La izquierda comunista germano-holandesa contra Lenin, tal fue el título que recibió la compilación muy posterior de tres textos escritos por Görter, Pannekoek y Karl Korsch, respectivamente, y dedicados exprofeso a deshabilitar al revolucionario bolchevique como teórico. ¡Contra Lenin! Ni más ni menos. Dime a quién atacas y te diré quién eres. La filosofía siempre termina por desembocar en la política. “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Y los riachuelos filosóficos de los izquierdistas germano-holandeses fueron a dar en efecto a la mar (¿o laguna?) “que es el morir” del Anti-Bolshevik Communism lucubrado finalmente por Mattick en 1978. Es muy natural. Quien dice A, tiene que decir B.

¿De qué se trata en última instancia? ¿Qué se discute y juega? Se trata en realidad de la incapacidad más que comprobada de la filosofía burguesa para aquilatar el contenido filosófico del marxismo. Pero cabe advertir que no solo la filosofía claramente burguesa manifiesta la incapacidad congénita de comprender la significación filosófica de Lenin. También las tendencias izquierdistas del comunismo. La filosofía patentemente burguesa y el izquierdismo recalcitrante coinciden, pues, en la circunstancia de desconocer la solvencia filosófica de Lenin, confluyendo enseguida en la cruzada sacrosanta de combatirlo para extirparlo de la conciencia social de una vez y para siempre. Los extremos, ¡una vez más!, se tocan. La pregunta es, ¿por qué? ¿Qué peligroso ingrediente tiene Lenin filósofo que surte el extraño efecto de hacer coincidir en contra suya a los filosofastros de cuño tanto burgués como izquierdista o izquierdizante? Una tercera opción queda definitivamente excluida.


Miguel Alejandro Pérez es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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