Democracia y desconfianza ciudadana

Mayo 2022

México es una república representativa, democrática, laica y federal donde los ciudadanos deben tener una representación política y por medio de ella la posibilidad de gobernar a través de un representante democráticamente electo. La democracia, en tanto forma histórica de gobierno, ha mostrado sus ventajas y desventajas, en sus más de 2 mil años de existencia.

El desempeño del sistema democrático mexicano evidencia características singulares que permiten entender la situación actual.

El ciudadano mexicano aún posee el derecho constitucional de votar y ser votado; instituciones hasta ahora autónomas procuran que, como lo establece la Carta Magna, sea libre y secreto. Desde las últimas dos décadas, los partidos políticos le han apostado más a la venta de un candidato, como si de una mercancía se tratara, que a realizar propuestas sensatas para resolver los problemas sociales más sensibles de la población. Exhiben al representante como el mejor producto, al mismo tiempo que denuestan a sus contrincantes. Actualmente, es común que los candidatos regalen, entre los sectores más pobres de la población, enseres domésticos, gorras, encendedores, playeras, bolsas de mandado, entre otros insumos; otros ofrecen dinero proveniente del erario o de procedencia ilícita a cambio del voto (compra-venta) y una vez emitido entregan cantidades diversas según la persona y el lugar. Los menos afortunados sufragan, pero nunca reciben el pago prometido. Todos aprovechándose de la decepción de unos, la indiferencia de otros y la pobreza y desinformación de otros tantos.

Asimismo, se ve desfilar con mayor frecuencia a cientos de candidatos “chapulines” (que brincaron de un partido a otro, en el último momento) y a decenas de personajes dedicados a la industria del entretenimiento aspirar a un puesto de elección popular -con exagerado número de ejemplos en los procesos electorales de 2018 y 2021-; mientras, otros aprovechan la reforma constitucional que después de 100 años permite la reelección, muchos de ellos sin cumplir sus anteriores promesas de campaña.

La democracia permite llegar legítimamente, pero no tiene mecanismos para sancionar a quienes incumplen con su palabra y, una vez sentados en la silla del poder, ignoran y desprecian a los votantes que los llevaron a ocupar ese puesto. Una vez electos, esos gobernantes no ven a los ciudadanos como los sujetos a obedecer, sino como alguien ajeno a ellos y a quienes le deben respeto; es decir, se va haciendo cada vez más grande la brecha que separa a los ciudadanos del gobierno que eligieron en las urnas.

Derivado de ello, un alto número de mexicanos en cada elección expresa su sentir no votando. Al margen de la crítica a esta actitud, los electores han encontrado en el abstencionismo una respuesta, dejando que las decisiones políticas del país sean tomadas por unos cuantos en beneficio de unos pocos, en menoscabo del bienestar social de la mayoría.

Los ciudadanos han perdido confianza en los partidos políticos: en 2004 la confianza que tenían los ciudadanos era de 5.1; en 2020, de 5.3 (Mitofsky, 2020); es decir, en 16 años no mejoró sustancialmente.

Existen varios factores que determinan la confianza, según Margarita Corral: el desempeño del gobierno, cuanto mayor es el nivel de satisfacción con el desempeño del gobierno, mayor es la confianza; la satisfacción de los servicios proporcionados por los gobiernos locales, cuanto mayor es la satisfacción con los servicios locales, mayor es la confianza en los partidos; las personas interesadas en política o los que se identifican con un partido político tienden a confiar más; las experiencias personales son significativas, los ciudadanos que han sido víctimas de la corrupción confían menos; aunque se pueda pensar que la percepción económica es importante, una vez que se incluye la percepción sobre la eficiencia del gobierno en la ecuación, la variable económica se vuelve estadísticamente insignificante. Aunado a la poca confianza en los partidos políticos, en la región de América Latina solo 33.9% de la población se identifica con un partido político.

En México, la desconfianza en los partidos políticos y en el funcionamiento del sistema político en general ha generado baja participación de los ciudadanos en las últimas décadas. Por ejemplo, en 2018 y 2021 la participación fue de 63% y 52% respectivamente y la revocación de mandato apenas si pudo hacer participar al 17% de los electores.

Estamos en la puerta de arranque de campañas a gubernaturas en algunos estados de la república y los mexicanos tienen que elegir la opción que mejor proponga resolver los múltiples problemas de sus estados.


Rogelio García Macedonio es economista por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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