Julio 2021
¿Cuál es el principal problema de México? Para la “cuarta transformación” no hay duda: el principal problema de México es la corrupción. De hecho, la historia de México se inaugura con distintos actos de corrupción, cuando menos así lo cuenta el presidente López Obrador en su opus magnum Hacia una economía moral (2019). Hernán Cortés desembarca en Veracruz y “sin ningún fundamento legal” se autonombra “alcalde y jefe del ejército invasor”. No sólo eso. Cortés comete los primeros “moches” de nuestra historia, primero al pellizcar “el tesoro de Moctezuma”, después al escamotear una parte del “botín” obtenido entre todos los españoles. Tras la Conquista, la corrupción sigue haciendo de las suyas. Durante la Colonia se enseñorea de México. Quienes tratan de sofrenarla fracasan estrepitosamente. Los corruptos, en cambio, siempre e inevitablemente se alzan con la victoria. Mientras tanto, la “honestidad” brilla, ¡ay!, por su ausencia.
La mala racha de la honestidad continúa en el periodo histórico subsecuente. “Después de la independencia, la honestidad fue escasa en los asuntos públicos”, escribe el actual presidente de la República. Para nuestra desgracia, sólo hace acto de presencia “de 1867 a 1876”, durante nueve breves años, “en los gobiernos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada”. Breves, pero valiosos como ejemplo, sobre todo porque el efímero reinado de la honestidad en México está marcado, fundamentalmente, por “la abnegación de los liberales que lucharon en la guerra de Reforma y la Intervención francesa”. Las figuras que definen el carácter de este periodo excepcional se caracterizan a su vez por dos cualidades eminentes: “surcían (sic) sus propios uniformes” y “eran incapaces de entregar malas cuentas”.
Mas, para nuestra mala fortuna, los nueve años de honestidad terminan y la sombra de la corrupción se cierne, una vez más, sobre nuestras cabezas. Inicia entonces una época absurda y tenebrosa… ¡el Porfiriato! El presidente López Obrador nos explica que “bajo esa dictadura empezaron a realizarse jugosos negocios privados al amparo del poder público”. El Porfiriato fue, pues, “la época de los grandes negocios”. Pero los negocios de este tipo no desaparecen después de la Revolución mexicana, sino que continúan “en la época de los gobiernos posrevolucionarios”. Más aún, se convierten en “el principal distintivo de los procesos de privatización de bancos y empresas públicas durante el periodo neoliberal o neoporfirista”, “periodo de prostitución y oprovio (sic)” que, por suerte para todos nosotros, concluyó recientemente, ¿cuándo?, cuando un hombre providencial, ni más ni menos que el autor de Hacia una economía moral, llegó a la presidencia de la República, y con él la honestidad, que había estado extraviada por largos años (desde 1876), retornó a México. A partir de 2018, los mexicanos podemos dormir tranquilos; los sufrimientos, las decepciones, la espera, la incertidumbre… ¡todo eso y más valió la pena!, al fin encontramos a la encarnación de don Benito Juárez, al hombre correcto; como los liberales de la República Restaurada, él también zurce su propia ropa y es incapaz de entregar malas cuentas.
Como se ve, la idea o concepto de la “cuarta transformación” surge de una concepción general sobre la historia de México. ¿Pero cuáles son los rasgos característicos de la concepción histórica de la “cuarta transformación? Por lo pronto, podemos apuntar que una de sus características señeras consiste en considerar que la actividad política de los grandes hombres, de las grandes figuras de la historia, constituye el resorte principal y casi exclusivo del desarrollo histórico. Por esto, la “cuarta transformación” explica los acontecimientos históricos de México tan sólo o esencialmente por las cualidades de los individuos que han tenido el poder político. Desde este punto de vista, la historia es obra de la actividad consciente de los grandes hombres, de personalidades más o menos eminentes, más o menos sabias o virtuosas, más o menos nobles o ilustradas, quienes inculcan a una masa sumisa e ignorante tales o cuales ideas o sentimientos. A decir verdad, este aspecto de la “cuarta transformación” representa una copia pálida de las ideas históricas del siglo XVIII. La mayoría de quienes en aquel siglo se ocupaban de la filosofía de la historia también “lo reducían todo a la actividad consciente de los individuos”. ¿Quién había organizado la vida social y política de Creta? ¿Quién había creado las costumbres de los cretenses? Minos. ¿Quién había enseñado a los espartanos a despreciar la riqueza material? Licurgo. ¿Y quién los había desviado del camino trazado por la sabiduría de Licurgo? Lisandro. La “cuarta transformación” comparte este aspecto de la perspectiva histórica del siglo XVIII. ¿Quiénes determinan la organización de la vida social y política de México? ¿Quiénes establecen las costumbres que siguen los mexicanos? Los “grandes hombres” de nuestra historia, buenos o malos, corruptos u honestos; en una palabra, Minos, Licurgo o Lisandro; Calderón, Peña Nieto o López Obrador.
Miguel Alejandro Pérez es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.