Febrero 2020
Finalmente se confirmó que la economía mexicana en 2019 registró una disminución de 0.1%. Es decir, el valor de la producción realizada en 2019 en México fue menor al de 2018. Desde 2009 -en el contexto de la gran recesión mundial de 2008- la economía mexicana no había registrado una reducción anual del PIB, sino hasta ahora.
El PIB es un indicador que mide el volumen de la actividad económica en un país en un periodo determinado; indica cuánto valor se produjo. Así, el PIB no valora el bienestar o la calidad de vida de la población de un país pues no se repara en cómo se distribuye entre la población dicha producción. El dato que presentamos ahora se refiere a la variación que sufrió ese valor a lo largo del 2019; una disminución significa que en México se produjo menos riqueza en 2019 que en 2018. Es decir, dado que producimos menos, hay menos para repartir. Esto es ya de por sí un problema.
En condiciones de mayor igualdad en la distribución del producto, el crecimiento del PIB se traduce en mejora de las condiciones de vida de la población en general y viceversa. Sin embargo, en condiciones de peor distribución del producto social, como es el caso de nuestro país, las consecuencias de la reducción de la riqueza se ceban en la clase trabajadora.
En general, cuando los patrones avizoran dificultades económicas, reservan sus inversiones para mejores momentos y reducen la producción de sus empresas ¿Qué significa esto para los trabajadores? El incremento del desempleo, la disminución de sus ingresos, el encarecimiento del crédito al consumo y la pérdida de la capacidad de compra de su salario. En suma, a la reducción de la producción le sigue el incremento de la pobreza de los de siempre.
Vania Sánchez es doctora en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.