Por Citlali Aguirre | Octubre 2023

El interés de Marx por la historia de las sociedades humanas surgió temprano en sus inquietudes intelectuales. Desde sus primeras obras, trató el desarrollo de la economía y la sociedad entre pueblos primitivos y precapitalistas. Sin embargo, fue hasta cinco años antes de su muerte cuando Marx se concentró en estudiar a los antropólogos y etnólogos de la época. Las notas resultantes de sus estudios tardíos (1879-1882) fueron reunidas y traducidas por el antropólogo estadounidense Lawrence krader en un documento titulado Los apuntes etnológicos de Karl Marx. Estos apuntes de Marx abordan distintas etapas de desarrollo de la sociedad humana basándose en los análisis y observaciones de antropólogos como Morgan, Maine, Phear, Kovalevski, Lubbock, entre otros, sobre grupos humanos de distintas partes del mundo. Uno de los capítulos de esta recopilación se titula La confederación azteca.

La confederación azteca contiene extractos e información que Marx obtuvo de Lewis Henry Morgan (antropólogo evolucionista considerado como uno de los fundadores de la antropología moderna). En dicho capítulo se analiza información proporcionada por Clavijero, Herrera, Sahagún entre otros cronistas y clérigos de la conquista sobre los aztecas. Antes de pasar al contenido, quisiera advertir que resulta complicado distinguir exactamente lo que dice Marx de lo que dice Morgan en dicho capítulo, por lo que pudiera cometer el error de atribuir a Marx una idea que en realidad era de Morgan.

Una de las observaciones más importantes en dicho capítulo es que, al llegar a México, los cronistas españoles vieron en el gobierno azteca algo análogo a la monarquía europea, lo que falseó todas sus narraciones históricas. De modo que, los hechos y características de los aztecas, sus herramientas, utensilios, edificios, alimentación y vestido tenían significación histórica solo en torno a las interpretaciones españolas, y carecían de todo valor respecto a la sociedad y gobierno indios. Así, para Marx, los escritores de la conquista ni aprendieron ni entendieron nada de los aztecas y sus confederados.

Según el entendimiento de Morgan y Marx, los aztecas no eran un reino, ni tampoco un imperio, como lo llamaron los españoles. Lo que hallaron los españoles, dicen, fue una confederación de tres tribus: 1) aztecas o mexicas (que poblaron la actual CDMX), 2) tezcucas (que poblaron el lago de Tezcuco o Texcoco) y 3) tlacopas (tepanecas que poblaron Azcapozalco). Estas tres tribus eran parte de las siete tribus nahuatlacas que vinieron del norte y se asentaron en el valle de México y sus alrededores, y que hablaban dialectos derivados de una lengua común (náhuatl).

La confederación es definida como una unión de tribus formada para protegerse mutuamente. Una confederación era una alianza defensiva y ofensiva entre las tres tribus, con distribución proporcional del reparto del botín y de los tributos que pagaban las tribus sometidas. Cada tribu era independiente en los asuntos de autonomía local pero, hacia afuera, las tribus de la confederación eran un solo pueblo en lo concerniente al ataque y la defensa. Cuando se descubrió América, dice el capítulo, “había confederaciones en distintas partes, entre otras: la confederación iroquesa de 5 tribus independientes, la confederación cric de 6, la confederación otawa de 3, la confederación moqui de 7 pueblos en Nuevo México, la confederación azteca de 3 tribus en el valle de México”. 

La confederación azteca se fundó en 1426 y no tenía rey, dicen los apuntes de Marx; tenía un consejo de jefes con representación de las distintas tribus y un jefe de guerra o teuctli, también llamado tlatoani, que significa “el que habla”, por su calidad de miembro del consejo de guerra. Cada tribu miembro de la confederación tenía su propio teuctli o jefe de guerra; pero el teuctli azteca era el comandante en jefe de las tres unidades confederadas, lo que indicaba la preponderancia y fuerza de los aztecas frente a las otras dos tribus de la confederación. El teuctli tenía funciones distintas a las de un rey. No obstante, los cronistas españoles no usaron la palabra teuctli  y la sustituyeron por “rey”.

El capítulo señala una decepción por la escasez de datos que ofrecían los escritos de los cronistas, clérigos y conquistadores españoles: “Con tan limitado material inventaron las crónicas españolas el reino de México, magnificado más tarde como el imperio azteca de la historia corriente”. El capítulo también señala que estos escritores proporcionaban información confusa y contradictoria en torno a algunos aspectos como la herencia dentro de los aztecas: Clavijero y Herrera proporcionan elementos que apuntan a una descendencia masculina, pero Sahagún proporciona elementos que apuntan a descendencia por línea femenina (por ejemplo el cargo del teuctli) que pasaba de hermano a hermano o de tío a sobrino, no de padre a hijo.

Asumiendo la clasificación de desarrollo social que Morgan presentó en su libro Ancient History, Marx consideraba que la confederación azteca se hallaba en el estadio “intermedio de la barbarie”; sin utensilios de hierro; sin rebaños; sin dinero y comerciando a base de intercambiar mercancías. Los aztecas, dice, no se hallaban lo suficientemente avanzados como para que, a ejemplo de los romanos, lograran incorporar en su territorio y cultura a las tribus que sometían. Como los indios de Norte América, los aztecas no canjeaban ni dejaban en libertad a sus prisioneros: se les quemaba en el poste si no eran salvados por adopción; eran sacrificados a los dioses, o se les esclavizaba. Así, los aztecas representaban un nivel intermedio entre los iroqueses (tribu importante del noreste de Estados Unidos que fue clasificada por Morgan en el estadio de la “barbarie temprana”) y los antiguos griegos (clasificada como “civilización”).

Las tierras eran de propiedad común. Los hogares eran grandes y en ellos vivían varias familias emparentadas, uno de los elementos que le permiten a Morgan y a Marx asumir que se practicaba un comunismo en la vida del hogar. Esto y más información sobre los aztecas y otros grupos humanos puede encontrarse en Los apuntes etnológicos de Karl Marx, material que se encuentra disponible en internet para quien tenga interés por la antropología en general y por las bases que le permitieron a Carlos Marx desarrollar su teoría materialista, dialéctica e histórica sobre la evolución de la sociedad humana.


Citlali Aguirre es maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencia

Krader, L. 1998. Los apuntes etnológicos de Karl Marx. Siglo XXI de España Editores.

Por Citlali Aguirre | Agosto 2023

Existen algunas críticas hacia la izquierda por su desinterés y desatención a los problemas ambientales. Estas críticas coinciden en que diversos partidos y movimientos izquierdistas asumen que el bienestar humano está desligado del bienestar de los ecosistemas, reproduciendo la vieja y pro-capitalista idea de que los seres humanos somos “independientes”, “superiores” y “controlamos” al mundo natural. Estas críticas vienen de militantes y académicos también de la izquierda que le han entrado al debate partiendo de la actual crisis ecológica. Considero necesario rescatar estas críticas para promover la reflexión y acción entre los distintos grupos de la izquierda contemporánea.

Uno de los casos más aludidos es lo acontecido en la Unión Soviética. El historial ambiental de la URSS es deplorable en ciertos aspectos. El gobierno de la URSS decidió desviar dos de los principales ríos que alimentaban el lago salado conocido como Mar Aral, provocando su desertificación. Este lago estaba situado en los límites de Uzbekistán y Kazajistán y era, hasta del siglo XX, el cuarto lago salino más grande del mundo. Otro desastre social y ecológico fue la explosión nuclear de Chernóbil, que tuvo consecuencias fatales. Además, algunos ecologistas pioneros en la URSS no escaparon a las depuraciones estalinistas. Sin embargo, esta crítica con frecuencia omite los éxitos ecológicos de la URSS: sus zapovedniki o reservas ecológicas científicas; sus poderosas organizaciones ambientales que ejercieron presión sobre el gobierno, y sus campañas masivas de forestación y reforestación. [1]

Existen también críticas a los gobiernos progresistas de América Latina por continuar permitiendo el extractivismo de sus recursos y territorios por parte de gobiernos y compañías de los países del Norte Global. Algunos gobiernos de izquierda de América Latina, en los que el Estado jugaba un papel más activo en la producción, la captación de excedentes y en la redistribución, continuaron repitiendo los impactos sociales y ambientales negativos de los gobiernos neoliberales; “terminaron por asumir un discurso beligerantemente desarrollista en defensa del extractivismo, acompañado de una práctica criminalizadora y tendencialmente represiva de las luchas socioambientales, así como por una voluntad explícita de controlar las formas de participación de lo popular”[2].

Esta visión se reflejaba en los Planes Nacionales de Desarrollo de los gobiernos progresistas, con énfasis en actividades extractivas[2]: extracción de petróleo y minerales, expansión del uso de agroquímicos y centrales hidroeléctricas, dependiendo de la especialización del país. En Brasil, por ejemplo, el Plan de Aceleración del Crecimiento, lanzado en 2007, contemplaba la construcción de un gran número de represas en la Amazonia, además de proyectos energéticos ligados a la explotación de petróleo y gas. Bolivia apostó a un gran salto industrial basado en la expansión de agronegocios y proyectos de extracción de gas, litio y hierro. En Ecuador fue la apertura de la minería a cielo abierto, así como la expansión de la frontera petrolera. Venezuela siguió aventurándose en la expansión petrolera. Argentina apostó por el fracking en 2012. [2]

Algunos de los gobiernos progresistas estigmatizaron la protesta ambiental. Hubo conflictos ambientales y territoriales que provocaron movimientos de resistencia: en Ecuador los hubo respecto a la minería a partir de 2009; en Brasil debido a la construcción de la central hidroeléctrica de Belo Monte, y en Bolivia respecto al Territorio indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS). En los tres casos, el oficialismo optó por el escamoteo de la cuestión, negando la legitimidad de los reclamos y atribuyéndolo a la injerencia de ONGs extranjeras (Brasil), a un ecologismo infantil (Ecuador) o a un ambientalismo colonial (Bolivia). [2]

Los gobiernos progresistas buscaron justificar el extractivismo afirmando que éste es la vía que permite generar divisas al Estado, luego reorientadas a la redistribución del ingreso y al consumo interno, o bien hacia actividades con mayor contenido de valor agregado. Pero este discurso, dice Svampa [2] buscaba oponer de manera simplista la cuestión social (políticas sociales, redistribución) con la problemática ambiental (cuidado del territorio, preservación de los bienes comunes), sin abordar las discusiones complejas sobre el “desarrollo”, la democracia y la sustentabilidad ambiental. Aunque la oleada progresista se haya apartado del neoliberalismo en cuanto al rol orientador del Estado, ésta estuvo lejos de cuestionar la hegemonía del capital transnacional en la economía de la periferia subdesarrollada[3]. La periferia subdesarrollada, dicen los críticos, ha fallado en aprovechar la injerencia económica de China en su territorio y el debilitamiento de Estados Unidos para crear un bloque de los países subdesarrollados del Sur Global que se siente a negociar en condiciones más igualitarias y menos serviles con los países desarrollados del Norte.

Quizá el caso más conspicuo es el de China, país dirigido por el Partido Comunista Chino (PCCh), cuyo crecimiento económico acelerado ha ido de la mano de elevados costos ecológicos[4]. El gigante asiático es el mayor fabricante de productos fotovoltaicos del mundo y se ha convertido en el líder mundial de las energías renovables[5]. Sin embargo, se le ha criticado que, a la par que abre centrales de energía limpia, no cierra las centrales de producción de combustibles fósiles. China ha conseguido éxitos importantes en la recuperación de su superficie forestal, pero ha sido señalada por “exportar deforestación”, lo que significa que demanda productos forestales que son deforestados en otros países, generando en ellos problemas socio-ecológicos. [6]

No obstante, hay que ser cuidadosos al enfocar los problemas ecológicos de China como problemas de carácter puramente nacional. China es la fábrica del mundo; muchos de los capitales y las compañías que están en territorio chino demandando, contaminando recursos y emitiendo gases de efecto invernadero no son compañías chinas, sino Occidentales. En los últimos años, el presidente Xi Jinping y el PCCh han enfatizado en sus discursos, informes y en el Plan Quinquenal, la importancia de atender las cuestiones ecológicas; particularmente, se han comprometido a atender la crisis climática. Esperamos con atención la materialización de sus compromisos.

El propósito de este escrito no es comparar las acciones o los desastres ecológicos de la izquierda con los de la derecha. El propósito es generar discusión y autocrítica dentro de la izquierda, puesto que solo ella puede crear cambios sustanciales en materia socio-ecológica. El capital no puede porque necesita de la devastación ecológica para seguir creciendo. En el marco del capitalismo avanzado, el aumento del metabolismo social del capital exige cada vez más para su mantenimiento mayor cantidad de materias primas y energías, lo cual se traduce por una mayor presión sobre los bienes naturales y territorios.[2] [8]

Ciertamente, la transformación social y ecológica es complicada y prolongada porque exige cambios desde distintas aristas, y porque todo está conectado hacia dentro y fuera de los territorios nacionales; las políticas instrumentadas tienen una serie de consecuencias en distintas direcciones. No obstante, quizá convenga a las izquierdas repensar lo que entendemos por “tecnología”, “desarrollo”, “progreso” y “bienestar”, ¿qué han significado dichos conceptos dentro del capitalismo y qué otras cosas puede significar si nos liberamos de los supuestos y cosmovisiones capitalistas?. ¿Es necesario que todos los países sigan forzosamente la vía de desarrollo industrial de los países capitalistas más avanzados? y ¿cómo tendrían que ser las sociedades alternativas al capitalismo en las que las personas tengan lo necesario para realizarse material y espiritualmente, respetando los límites de la naturaleza? son algunos cuestionamientos interesantes que exploran quienes, desde la defensa de sus territorios o desde la academia, buscan soluciones a los problemas sociales y ecológicos actuales. [7] [8]

La historia de las sociedades humanas y de la relación de éstas con la naturaleza apuntan a que solo otro tipo de relaciones sociales, otra manera de producir y de consumir, distinta a la capitalista, con su respectiva transformación cultural e ideológica en la mayoría, o en la totalidad de los ciudadanos, podrán generar otra relación entre los seres humanos y el entorno natural. Las sociedades alternativas al capitalismo están siendo construidas por quienes desafían el statu quo, por las izquierdas, movimientos progresistas y resistencias territoriales en los distintos países. [2] [9] Para que estas sociedades alcancen realmente sus objetivos, sus promotores deben atender necesariamente la cuestión ecológica y superar las ideas y prácticas capitalistas que, en lugar de llevarnos por direcciones alternas, podrían mantenernos estancados en el mismo agujero.


Citlali Aguirre es maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] Foster, B. J. (2023). Planned Degrowth: Ecosocialism and Sustainable Human Development. Monthly Review 75(3). Disponible en: https://monthlyreview.org/2023/07/01/planned-degrowth/.

[2] Svampa, M. (2019). Las fronteras del neoextractivismo en América Latina: conflictos socioambientales, giro ecoterritorial y nuevas dependencias. Bielefeld University Press.

[3] Féliz, M. (2012). Proyecto sin clase: crítica al neoestructuralismo como fundamento del neodesarrollismo. En Feliz, M. et al., Más allá del individuo. Clases sociales, transformaciones económicas y políticas estatales en la Argentina contemporánea. Buenos Aires: El Colectivo.

[4] Hailiang, G. (2020). Cómo el marxismo transforma al mundo. Ediciones Luxemburg.

[5]https://www.worldenergytrade.com/finanzas-energia/economia/china-competencia-inversion-energias-limpias#

[6] https://efeverde.com/tala-ilegal-alienta-china-amenaza-bosques-africa/

[7] González, R. L. Y Almazán, A. (2023). Decrecimiento: del qué al cómo. Propuestas para el Estado español. Icaria Editorial. [8] Huber, M. T. (2022). Climate change as class war: Building socialism on a warming planet. Verso Books.

[8] Giraldo, O. F. (2018). Ecología política de la agricultura: Agroecología y posdesarrollo. El Colegio de la Frontera Sur.

Por Pablo Hernández Jaime | Junio 2023

Hablando de ciencia, entre marxistas es frecuente afirmar que lo más importante de Marx no fue lo que dijo o dejó de decir, sino su método de conocimiento. Esto es así, sostienen los marxistas, porque, así como el universo es infinito, también lo es su conocimiento, por lo que en esta materia nadie tiene la última palabra. Por eso, aunque los avances positivos de la ciencia son importantes, lo más relevante no es el descubrimiento de hoy, sino las puertas que se abren para la construcción de nuevos conocimientos. Con Marx, uno de estos desarrollos fue, precisamente, su método.

Pero, ¿en qué consiste este método? La pregunta ha suscitado amplios análisis entre marxistas. Unos afirman que dicho método consiste en priorizar el carácter histórico de los fenómenos, estudiando su origen y desarrollo; otros, que se caracteriza por buscar su sustrato material; y otros más mencionan que dicho método se aboca a hacer un análisis dialéctico, donde cada fenómeno es estudiado y reconstruido a partir de sus determinaciones principales, de manera que tengamos una comprensión lo más completa del mismo.

Todas estas opiniones son verdad y, de hecho, se complementan. Sin embargo, es necesario añadir algunos elementos más.

Primero, está la importancia de delimitar adecuadamente un objeto de estudio o, como Marx lo denominó, una totalidad concreta. Este paso es crucial por al menos tres razones. Primero, porque siempre el método depende del objeto de estudio. No existen métodos universales. Cada objeto tiene características propias que demandan estrategias de investigación diferentes. Segundo, porque con una delimitación adecuada, nos vemos obligados a considerar los rasgos esenciales del fenómeno, incluyendo su demarcación histórica y contextual. Esto evitará que hablemos de los fenómenos de forma abstracta e imprecisa. Y tercero, porque al contar con un objeto bien delimitado y que refleje de manera adecuada la realidad, los investigadores podrán dar cuenta de la lógica y tendencias esenciales del fenómeno, pero también de sus distintas manifestaciones particulares.

Otros dos pasos muy importantes de la investigación son los siguientes. Primero, tratar de estudiar los principales hallazgos de otros investigadores, sean ellos cercanos o no a nuestras posturas teóricas o políticas. Segundo, explorar y conocer las principales fuentes de información empírica, sean estadísticas, entrevistas, observación directa u otra. Esto último porque, a pesar de ser siempre limitados, los datos empíricos son nuestra única vía de acceso a la realidad. En Marx, estos dos pasos son muy claros, tanto en sus análisis sistemáticos sobre las teorías económicas anteriores, como en el uso recurrente de datos cualitativos y cuantitativos. 

Un cuarto paso consiste en construir categorías y conceptos al interior del objeto de estudio, de manera que sea posible clasificar, ordenar y relacionar de forma orgánica y coherente sus distintos factores y manifestaciones empíricas, tratando de identificar también sus tendencias agregadas, así como su lógica interna. El objeto de estudio debe ser reconstruido conceptualmente, pero de una manera clara y que permita explicar sus cambios y desarrollo.

Aquí es necesario hacer dos consideraciones más. La primera es que el carácter histórico del método marxista empieza por considerar que todo cambia. Pero su aplicación puntual supone que identifiquemos las condiciones que dan origen y permiten el desarrollo de nuestro fenómeno. La historia que debe conocerse es la historia de nuestro objeto, ya sea el modo de producción capitalista o cualquier otro. La segunda consideración es que la elaboración de conceptos debe hacerse tratando de ubicar su sustrato material. En las ciencias sociales, este fundamento está en las prácticas y relaciones que las personas establecen. Por eso, es muy ilustrativo como, en El Capital, todos los conceptos que Marx desarrolla pueden definirse, en última instancia, en estos términos. 

Finalmente, hay que decir que estos pasos y consideraciones sobre el método de investigación de Marx no siguen un orden estático. El primer paso es también el último, mientras los demás se intercalan entre sí. Todos los pasos son en realidad distintos momentos de un proceso ascendente donde siempre volvemos a pasar por cada uno de ellos.

Este es en términos muy generales el método de investigación de Marx, y aunque muchas veces no es bien comprendido o reconocido, ha sido uno de los grandes aportes a la metodología de las ciencias sociales, misma que, a veces sin reconocerlo, ha abrevado mucho de él.


Pablo Hernández Jaime es doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Citlali Aguirre | Junio 2023

En estas semanas más de 100 municipios de México han experimentado temperaturas muy altas: 13 estados han superado los 45°C, lo que ha provocado casos de deshidratación y defunciones. ¿A qué se debe esta ola de calor? Los especialistas han apuntado a una combinación entre el fenómeno del Niño y el calentamiento global. El fenómeno del Niño es un evento climático y oceánico que se caracteriza por el calentamiento anormal de las aguas del océano Pacífico central y cercano al ecuador. Este fenómeno se produce de manera irregular, generalmente cada 2 a 7 años, y tiene una duración de varios meses a un año.

El calentamiento global es un fenómeno global, de todo el planeta, con causas complejas e históricas que no abordaré en este escrito por cuestiones de espacio. Los patrones climáticos se manifiestan y cambian a escala global, pero también a escala regional y en pequeña escala (microclimas). En este sentido, existen alternativas que podrían combatir las altas temperatura y la disponibilidad de agua en el corto y mediano plazo. Estas medidas no se han instrumentado en México, los pocos proyectos han sido sumamente aislados sin resultados en el combate a la emergencia climática.

Urge un plan de reverdecimiento de las ciudades. Seguramente, durante las extenuantes jornadas todos hemos parado bajo la sombra de un árbol para refrescarnos y hemos constatado como la vegetación genera microclimas más frescos en comparación con los sitios expuestos directamente al sol.  Desafortunadamente, las grandes ciudades experimentan temperaturas más altas que las zonas rurales debido a densidad de la infraestructura, edificios altos, calles asfaltadas y edificios de concreto, materiales que absorben y retienen el calor durante el día. Ciudades como Singapur en Singapur, Curitiba en Brasil, Copenhague en Dinamarca y Portland en Estados Unidos han creado proyectos importantes de reverdecimiento que pudieran informar el reverdecimiento de las urbes mexicanas.

Necesitamos un programa nacional de captación de agua para captar este recurso en periodos de lluvia e inundación y utilizarla en periodos de escasez. Grandes ciudades como Tokio, Japón, cuentan con cisternas gigantes subterráneas que almacenan el agua y luego la distribuyen cuando es necesaria. Existen diversos sistemas de captación de agua como pozos, cisternas, azoteas verdes, zanjas, canales artificiales, centros de desalinización, etc., que podrían implementarse de acuerdo a las condiciones de cada sitio, al espacio disponible y a la densidad poblacional. De hecho, México tiene mucho potencial para aplicar el proceso de desalinización de agua de mar, debido a su larga superficie costera.

Urge también un plan de adaptación al cambio climático focalizado en las zonas costeras, que son las más vulnerables a los huracanes y a las inundaciones producto del incremento del nivel del mar. ¿A dónde irán a vivir los cerca de 16 millones de mexicanos que viven en los litorales y que ya han comenzado a sufrir las consecuencias de huracanes más intensos e inundaciones prologadas cuando sus terrenos se vuelvan inhabitables?

Es necesario un programa nacional masivo de restauración de ecosistemas terrestres y marinos articulado por los tres niveles de gobierno que involucre a las ciudadanía, provea fuentes de empleo y estímulos económicos. La restauración de ecosistemas terrestres servirá para mitigar el cambio climático, retener la humedad y recargar los acuíferos. La restauración de ecosistemas marinos como arrecifes y manglares servirá para recuperar las barreras que de manera natural protegen las costas de inundaciones y huracanes. 

También es necesario situar la crisis ecológica y climática en el centro de la vida política y de la educación mexicana. Los mexicanos debemos darle más importancia a la cuestión ecológica porque de ello depende nuestra sobrevivencia y bienestar. Debemos exigir propuestas serias a los gobernantes y aspirantes a cargos públicos; sobre todo, debemos estar vigilantes al cumplimiento de estas, de ello depende nuestra salud, la disponibilidad de alimentos y los ingresos económicos de millones de mexicanos. Los ciudadanos debemos de dejar de tirar la basura en las calles, porque la basura contribuye a las inundaciones bloqueando las ya de por sí deficientes instalaciones de drenaje. Si no existen sistemas de recolección y manejo adecuado de la basura hay que exigirlo a las autoridades, porque esa es una tarea que corresponde a los gobiernos. También a ellos corresponde regular a las empresas privadas y estatales que utilizan y contaminan los recursos naturales de nuestro territorio.

En resumen, las acciones necesarias para combatir los problemas ecológicos y climáticos tienen que venir tanto de arriba como de abajo; es decir, tanto de los que toman las decisiones (nuestros gobernantes) como de nosotros, la sociedad civil. Los proyectos de mayor alcance, con efectos más significativos para combatir el cambio climático necesariamente tienen que ser programas nacionales, estatales y municipales, proyectos a gran escala. Pero ahí donde los ciudadanos podamos organizar o participar en proyectos de recuperación, limpieza, concientización, etc., debemos hacerlo también. Si nos cruzamos de brazos a esperar que el gobierno tome medidas cuando le venga en gana nos rebasarán los problemas, pues los efectos de la emergencia climática ya están en nuestra puerta. Tenemos que hacer lo que podamos como individuos en nuestras casas, escuelas y colonias pero, sobre todo, debemos exigir a nuestros gobernantes que  tomen con seriedad la emergencia climática y aceleren la aplicación de políticas climáticas efectivas.


Citlali Aguirre es maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Citlali Aguirre | Junio 2023

Buena parte del movimiento socialista y gran parte del movimiento ambientalista luchan de manera aislada porque perciben al humano solo como ser social (independiente de la naturaleza) o solo como ser natural (independiente de la sociedad), respectivamente. En realidad, los seres humanos somos ambas cosas.

La articulación materialista de Marx y Engels especifica claramente:

La vida implica antes que todo comer y beber, un hogar, vestido, y muchas otras cosas. El primer acto histórico es entonces la producción de los medios para satisfacer estas necesidades, la producción de la vida material en sí misma.

(Marx y Engels, 1970, p. 48)

Este planteamiento reconoce que los seres humanos somos seres ecológicos que interaccionamos con nuestro entorno para producir nuestras necesidades más elementales. Y la ecología es el estudio de la vida y sus relaciones, aunque claramente se ha hecho una división entre humanos y demás seres vivos que pocas veces permite el estudio de los humanos en los cursos regulares de ecología o de aspectos ecológicos en las ciencias sociales.

Las necesidades materiales son biológicas, inevitables, son objetivas. Como también son objetivas las relaciones sociales materiales de poder y control sobre los medios de vida. Cualquier humano podría desear acceso a alimentos. Y este deseo tendría todo el sentido, partiendo de que distintos análisis han mostrado que objetivamente existe suficiente alimento en el mundo para alimentar hasta 10 mil millones de personas (actualmente somos 8 mil millones). Sin embargo, existen barreras materiales para cumplir nuestro deseo, barreras que están enraizadas en las relaciones de producción, propiedad y poder: tiendas protegidas por guardias y cultivos privatizados produciendo alimentos para generar ganancias. Pero no solo los alimentos están controlados por un sistema material y objetivo de poder, también lo están las demás necesidades básicas como la vivienda, transporte, energía, calzado, vestido, etc. Estos sistemas de control y acceso restringido son un tipo de ecología humana.

Pues bien, ¿quién forma la clase trabajadora en la actualidad? Matthew Huber sugiere una definición ecológica de clase trabajadora entendida como aquella clase social alienada de la naturaleza –de sus medios de vida– y obligada a sobrevivir a través del mercado”: 

En el capitalismo, la clase trabajadora carece de sus medios de vida. Históricamente, esto ha significado que la clase trabajadora es una clase de personas separadas de la tierra como su fuente directa de sobrevivencia.

(Huber , 2022, p. 36).

Los trabajadores del sector informal han sido separados de los medios de producción y su sobrevivencia depende en su totalidad del mercado, por lo que entrarían en el concepto ecológico de clase trabajadora. Estos trabajadores no tienen un trabajo formal que les proporcione un salario, no gozan de seguridad social ni de las prestaciones que ofrece el empleo en el sector formal, lo que los coloca en una situación vulnerable a la hora de hacer valer las garantías laborales.  Además constituyen el 90% de los trabajadores en los países en desarrollo (Bonnet et al. 2019) y el 56% de la población laboral en México (Statista, 2022). 

Aunque los campesinos e indígenas tampoco encajan en el concepto marxista de proletarios, estos sectores podrían ser incluidos en la definición ampliada de la clase trabajadora que propone Huber, ya que ellos tienen que trabajar para sobrevivir y porque muchos de sus hogares dependen del mercado para sus necesidades básica o medios de vida. Los indígenas y campesinos tienen algunas propiedades de tierra o de bosques. Sin embargo, dentro del capitalismo, continuamente enfrentan amenazas de contaminación del agua, aire y de despojo que amenazan su sustento y su salud. Pero estas amenazas no son las únicas, sino que se suman a las muchas otras amenazas que ejercen las más abstractas fuerzas del mercado.

El mercado y todo el proceso de acomodar la vida humana a la lógica del capital, provoca diversas desarmonías en las vidas de los trabajadores, tales como el exceso de trabajo, desórdenes físicos y mentales, vicios, trabajo infantil, entre otros. “Como dependen del mercado para satisfacer sus necesidades, la vida de los trabajadores se encuentra constantemente acosada por varias formas de estrés, ansiedad, su falta de libertad depende totalmente de su situación financiera”, dice Huber.

Un enfoque ecológico de la clase trabajadora abarcaría no sólo las necesidades básicas de los trabajadores, sino también los medios de reproducción de la vida de los trabajadores: los mecanismos en los que los trabajadores reproducen sus vidas como seres vivos fuera de sus sitios de trabajo. Con un enfoque ecológico de la clase trabajadora, los socialistas tendrían que construir el poder de la clase trabajadora en los sitios de trabajo, pero también en la reproducción social de la vida de los trabajadores fuera de los sitios de trabajo, enfocando la lucha y la educación de las masas desde el punto de vista de la vida no solamente del trabajo.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

Marx, C., Engels, F. (1970). The German Ideology. New York: International.

Bonnet, F., Vanek, J., & Chen, M. (2019). Women and men in the informal economy: A statistical brief. International Labour Office, Geneva, 20.

Huber, M. T. (2022). Climate change as class war: Building socialism on a warming planet. Verso Books.

Marzo 2023

En términos generales, la lucha feminista se propone destruir el patriarcado. Pero ¿qué es el patriarcado? ¿Está en nuestra biología femenina o masculina? Hasta la fecha no hay pruebas que apunten a que la ideología y las prácticas patriarcales están determinadas por nuestra biología o por nuestros genes. Ciertamente, existen diferencia anatómicas y fisiológicas entre mujeres y hombres, pero de esas diferencias no se desprenden las ideas y las prácticas patriarcales. De estas diferencias no se desprenden automáticamente la dominación o los acosos por parte de algunos hombres, ni el sometimiento o el destino único y obligado de las mujeres para convertirse en madres. Las diferencias biológicas entre mujeres y hombres no son las que determinan los roles de género, ni las estructuras de dominación patriarcales. El patriarcado es un sistema ideológico y estructural, no es una característica “natural” de la biología humana. Además, su existencia no se restringe a la actualidad, sino que ha existido y se ha reproducido por siglos.

El origen del patriarcado continúa siendo debatido dentro de la arqueología y la antropología, pero existe un consenso respecto a que sus orígenes anteceden a la agricultura, a las primeras civilizaciones y al capitalismo. Algunas posturas apuntan a que el patriarcado surgió con la propiedad privada; sin embargo, es complicado determinar el origen de este sistema y generalizarlo para toda la humanidad; en primer lugar porque no todas las sociedades humanas han sido patriarcales ni en el pasado, ni en la actualidad y, en segundo, porque las mismas interpretaciones arqueológicas y antropológicas han tenido un marcado sesgo androcentrista. Varias de las explicaciones e interpretaciones vertidas sobre las sociedades antiguas, –que asignaban al sexo masculino el papel central de la producción material y restringían el papel de las mujeres al cuidado del hogar y los hijos– han quedado desmentidas con los nuevos hallazgos arqueológicos.

Independientemente del origen del patriarcado, lo cierto es que éste se vio reforzado en la sociedad Occidental con las explicaciones religiosas, filosóficas y científicas de la antigua Grecia y, posteriormente, de la Edad Media, que se empeñaban en explicar la materia, la vida y la sociedad mediante estructuras jerárquicas. Así surgió la cadena del ser o la scala naturae que  naturalizaba  y justificaba la “supremacía” de los hombres, y especialmente de los hombres blancos. Esta supremacía les daba a los hombres derecho por encima de todo y todos los que existen; los hombres eran –por naturaleza- más evolucionados. Por debajo de ellos y al nivel de los demás animales estaban las mujeres, las personas de color y los indígenas. Los blancos eran la cúspide de la evolución de la naturaleza. Su cuerpo y mente eran los más desarrollados, según las posturas medievales que se siguen cosechando en la actualidad.

Así pues, el patriarcado tiene un componente ideológico que ha estado sembrado en la cultura occidental por varios años y, por tanto, ha permeado tanto en los hombres como en las mujeres que hemos estado sujetos a esta cultura. Pero, a pesar de su fuerte componente ideológico, el patriarcado no es solamente ideología, no es solamente un conjunto de ideas y pensamientos, por lo que no se combatirá solamente haciendo una reflexión mental y disponiéndonos a cambiar nuestro comportamiento. El patriarcado está anclado en la estructura social y económica de la sociedad contemporánea y, por tanto, en toda la superestructura que de ésta se desprende: en las artes, en las ciencias, en las leyes, etc. Un ejemplo claro es el del cuidado parental.

Luego de que ha sido cuestionada la idea de que son las mujeres las que deben hacerse cargo de los hijos, mientras a los hombres les corresponde “brindar el sustento económico”; luego de que se ha demostrado que tanto mujeres como hombres pueden trabajar para “llevar el sustento al hogar” y de que no hay razones para restringir el cuidado parental al sexo femenino, algunos padres tienen la voluntad de colaborar cuidando a los hijos. Sin embargo, a diferencia de otros países, la legislación mexicana solo otorga a los padres de familia una licencia de paternidad de 5 días pagados, mientras que las madres –solo aquellas que tienen empleos fijos– pueden usar 84 días. Como resultado, la mujer mexicana trabaja 32.7 horas semanales en los cuidado del hogar mientras el hombre dedica apenas 14.8[[1]].  La ley mexicana contribuye a reforzar los “roles” de género en nuestro país. La ley de países como Corea del Sur, Japón, Francia, Portugal, Bélgica y Alemania otorga a los padres ocho semanas de licencia parental. Suecia otorga a ambos padres 480 días (16 meses) de permiso parental retribuido, y cada uno de los padres tiene derecho a 240 de esos días; aunque se pueden distribuir de manera no igualitaria los 16 meses entre el padre y la madre, el padre tiene que cumplir al menos con cinco de estos meses, para evitar que sea la madre la que se encargue de todo el cuidado.

Otro ejemplo de que el patriarcado tiene bases socio-económicas y no solo ideológicas es la violencia de género. Múltiples estudios en México y en el mundo han mostrado que las mujeres con ingresos económicos suficientes toleran menos a hombres abusivos o violentos. Pero las mujeres no tendrán un sueldo asegurado simplemente por su deseo de independizarse de su pareja abusiva. De hecho, en México, la informalidad afecta principalmente a las mujeres: del total de la población femenil ocupada, el 54.7% es trabajadora informal[[2]] que no tiene seguridad social, prestaciones laborales, ni un salario fijo. De la misma manera, el deseo de las mujeres de ganar más para depender menos de los hombres no se traducirá automáticamente en salarios más altos. Las mujeres que entran en la economía remunerada (o formal) ganan un 14% menos que los hombres; por cada 100 pesos que recibe un hombre en promedio por su trabajo al mes, una mujer recibe 86 pesos[3]

De lo anterior se desprende que la lucha feminista tiene que enfocar su lucha contra las condiciones materiales y económicas que le permiten al patriarcado reproducirse y manifestarse en nuestras ideas y prácticas individuales. El feminismo ha de ser una lucha sistémica y sistemática, que supere constantemente sus limitaciones, pues restringir la lucha feminista a la lucha por abortos legales es rescatar a las mujeres solo como portadoras de úteros. Restringir la lucha feminista a conseguir puestos de gerencia o dirección en las empresas, es restringir la liberación de la mujer al grupo de mujeres profesionistas o empresarias, que son minoría en el universo femenino. Restringir la lucha feminista al cumplimiento de las cuotas de género, es “adaptar” el sistema patriarcal sin destruirlo, colocando unas pocas mujeres en los puestos políticos, administrativos y académicos, sin que ello se traduzca en una mejora de la vida de la mayoría de las mujeres. Restringir la lucha feminista a la violencia familiar liberaría a la mujer del hogar, pero la mujer seguiría siendo explotada y minusvalorada en su trabajo y en la sociedad.

Enfocar la lucha feminista contra los hombres es asumir que el patriarcado es una característica biológica masculina y es también limitar los alcances del movimiento, pues deja intacta la base social de este sistema. Los comportamientos de los hombres violentos son también producto de la cultura patriarcal y deben ser señalados y castigados, pero la lucha feminista no debe quedarse en ese nivel si su objetivo es arrancar el patriarcado desde sus entrañas. La lucha feminista ha de ser completa: ha de rescatar a la mujer en todo lo que ella es o puede ser; ha de incluir a todas las mujeres, o al menos a la mayoría; ha de darse en todos los niveles sociales, no solo en el hogar; y ha de apoyarse de los hombres dispuestos que se decidan a combatir el patriarcado en la sociedad entera, a la par que, tanto ellos como nosotras, cuestionamos y corregimos nuestras percepciones y comportamientos machistas. Los hombres pueden ser nuestros aliados en el combate al sistema social patriarcal. De otro modo, ¿hasta dónde llegará nuestro movimiento si nos dedicamos solo a culparlos?


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias:

[1]https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2020/ENUT/Enut_Nal20.pdf

[2] https://mexicocomovamos.mx/publicaciones/2022/08/crece-la-informalidad-en-mexico-pero-disminuye-pobreza-laboral/

[3] https://imco.org.mx/brecha-salarial-de-genero/

[4] https://www.elfinanciero.com.mx/economia/2021/09/18/mas-mujeres-mexicanas-cuentan-con-educacion-superior-pero-ganan-menos-que-los-hombres-ocde/

Febrero 2023

Es común que a los filósofos se les caracterice como personas estrafalarias e ingenuas, lejos del pensamiento enteramente racional o científico. A Sócrates se le conoce muy bien por preguntar hasta el cansancio la esencia de los zapatos, por ejemplo. Por otro lado, Tales de Mileto fue objeto de burlas porque se cayó a un pozo mientras observaba el cielo. Y René Descartes ha sido descrito como una especie de esquizofrénico que no estaba seguro de que el mundo era real, hasta que un día pensó la idea de Dios y pudo conciliar el sueño al reflexionar que si la idea de perfección existe es porque Dios la instaló en nosotros, lo cual implica la perfección de existir y, por tanto, él existía, y su silla y su casa también existían. Reflexiones de personas con suficiente tiempo de ocio.

Se plantea que existe un Descartes serio y un Descartes ingenuo. El Descartes serio es el matemático, es aquel que ideó las coordenadas cartesianas, quien revolucionó el pensamiento científico; el Descartes filósofo es el ingenuo, aquel que dudó incluso de su propia existencia.

No obstante, para Descartes, su filosofía era la base de su pensamiento científico. El Discurso del método, que fundó una nueva época filosófica, introduce a sus estudios de Geometría y Óptica, que continúan siendo su filosofía. La relación entre filosofía y ciencia es muy estrecha, Descartes lo expresa así en una carta a Mersenne el 20 de noviembre de 1629:

Y así como es posible aprender en un solo día todos los números hasta el infinito y a escribirlos en un lenguaje desconocido […] que sea también posible hacer lo mismo con todas las demás palabras necesarias para expresar todo cuanto pasa por el espíritu de los hombres. […] La invención de este lenguaje depende de la verdadera filosofía, porque es de otra forma imposible enumerar todos los pensamientos de los [seres humanos] y ponerlos en orden o siquiera distinguirlos de modo que lleguen a ser claros y distintos, que es desde mi punto de vista el mayor secreto de que se puede disponer para llegar a la verdadera ciencia.[1]

Las reflexiones filosóficas son la base del conocimiento científico. La ciencia no se entiende completamente sin la filosofía y, por otro lado, la filosofía requiere de la ciencia y de los científicos. Integrar refiere a Eudoxo, así como derivar refiere a Leibniz, creador del cálculo infinitesimal; la física tampoco se entiende completamente si no referimos a Aristóteles ni a Einstein, quien también era filósofo.

Se relaciona a la filosofía estrictamente con las humanidades, casi no se le encuentra en los programas de ciencias. Pero el pensamiento filosófico no se restringe a lo “humanístico” ni es solamente un breviario cultural que los empresarios usan para disfrazar la misión y la visión de sus empresas; sobre todo, la filosofía está en relación con el pensamiento científico, que en sí mismo precisa reflexión.

Independientemente del uso que el capitalismo hace de la ciencia y la filosofía, estos tipos de pensamiento son una tarea seria para comprender el suelo que pisamos, y no para consolarnos ante el triste e injusto mundo, sino sobre todo para salvar a la humanidad de la barbarie científica y moral que acarrea este sistema. La filosofía no es un sustituto de los antidepresivos ni un refuerzo del autoestima, a lo que se quiere asistir -dicho sea de paso- desde la filosofía estoica, de manera que Séneca es presentado como un coach emocional.

El hecho de que la humanidad haya perdido objetivos políticos humanos y se dirija hacia la destrucción del mundo garantiza seres humanos que navegan en abismos suicidas y nihilistas, a lo que se contrapone la justicia y la bondad, que requieren del pensamiento científico y filosófico en favor de una sociedad mejor. Por eso, el pensamiento filosófico es una tarea rigurosa, y debe ser tratado como tal. 


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Descartes, R., Oeuvres philosophiques, 3 vols., Garnier, París, 1963, vol. 1, pp. 230-231.

Diciembre 2022

El cambio climático ha existido siempre, es parte de la historia de la tierra; la tierra se ha calentado y se ha enfriado más de una vez desde que se formó, hace aproximadamente 4 mil 600 millones de años. El “efecto invernadero” formado principalmente por dióxido de carbono (CO2), metano y óxidos nitrosos, también existía antes de que la especie humana apareciera sobre la superficie terrestre. El efecto invernadero fue incluso necesario para el origen de la vida sobre el planeta; ya que, por un lado, se requería una temperatura planetaria ni tan fría ni tan caliente, con un promedio superficial de aproximadamente 20°C, y por el otro, esta temperatura tenía que ser relativamente estable para que las distintas moléculas reaccionaran entre ellas y se asociaran formando a las primeras células y a los primeros seres vivos.

Algunos gases que forman el “efecto invernadero” que está provocando el calentamiento global actual provienen de fuentes no humanas: el CO2 proviene de la actividad volcánica y de procesos biológicos como la respiración; el metano y los óxidos nitrosos se producen por la descomposición de las plantas, entre otros procesos naturales. Sin embargo, las concentraciones de tales gases de efecto invernadero (GEIs) son mayores en la actualidad que antes de la existencia humana y, además, ahora existen otros gases de efecto invernadero que son enteramente producto de actividades humanas como la industria y el uso de aerosoles, es el caso de los clorofluorocarbonos que no existían antes de los humanos. ¿Cómo distinguimos las causas no humanas de las causas humanas del calentamiento global actual? Mediante dos mecanismos: el estudio de los ciclos solares y las huellas de los isótopos del carbono [1].

Según los hallazgos de los científicos que estudian la paleo-climatología o el clima del pasado, las etapas del cambio climático pasado han estado relacionadas con los ciclos solares. Estos son ciclos de 11 años en los que el Sol cambia por completo su campo magnético; es decir, 11 años en los que el Polo Norte magnético del Sol cambia con su Polo Sur magnético. Los científicos estudian la irradiación solar total durante estos ciclos y han detectado que cuando hubo disminución de la actividad solar, la temperatura de la tierra disminuyó y se desencadenaban eras de hielo en la Tierra. Por el contrario, cuando la irradiación solar aumentaba, la tierra se calentaba. Otro aspecto directamente relacionado con el cambio climático del pasado fue la actividad volcánica, puesto que esta produce altas cantidades de CO2 que forman un efecto invernadero que atrapa el calor dentro del planeta.

En el presente,  la tierra se está calentando, pero sin un incremento significativo de irradiación solar, como se esperaría si la causa principal del calentamiento actual fuera la actividad solar; tampoco ha habido mucha actividad volcánica que esté incrementando la cantidad de CO2 en la atmósfera. Esto quiere decir que ahora existen otras causas detrás del incremento de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento de nuestro planeta. ¿Cuáles son y cómo saberlas?

Aquí entra el estudio de las huellas de los isótopos. Los isótopos son átomos del mismo elemento, en este caso del Carbono, que tienen la misma cantidad de protones, pero distinta cantidad de neutrones en el núcleo. Ciertos isótopos son más abundantes en algunos materiales que en otros, ya que algunos procesos físicos y químicos “prefieren” un isótopo sobre otro. Asumamos, por ejemplo, que en la quema de combustibles fósiles se produce el isótopo “x” del Carbono y en la respiración biológica se produce el isótopo “y”.  Entonces, a la hora de estudiar el Carbono presente en la atmósfera, los científicos pueden saber de dónde viene la mayor cantidad de isótopos de carbono presentes, ya que estos traen consigo su huella de origen: si hay mayor cantidad de isótopos “x” del Carbono, significa que la mayor cantidad de gases de efecto invernadero viene de la quema de combustibles fósiles. Estas etiquetas isotópicas sirven entonces para determinar qué porcentaje del carbono presente en la atmósfera en forma de CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles realizada por la industria y qué porcentaje proviene de procesos naturales no-humanos.

Aunque no había humanos presentes cuando se formó nuestro planeta ni cuando éste experimentó periodos de enfriamiento y periodos de calentamiento, los científicos pueden tener ideas al respecto mediante el estudio de los estratos o las capas de suelo y de las capas de hielo. En las capas del suelo y en las capas de hielo hay evidencias de las especies de seres vivos que existieron en el pasado y también hay información sobre las condiciones en que estas vivían.  Para distinguir el calentamiento global actual de aquellos que sucedieron en el pasado, nos referiremos a él como crisis climática.

Fue en la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que la concentración de gases de efecto invernadero se disparó en la atmósfera. Sucedió así porque en este periodo se gestaba un tipo de sociedad con una forma de producir mercancías basada en el uso de combustibles fósiles y en la explotación acelerada de la naturaleza, tanto de su componente no humano, como de su componente humano. Desde entonces varias de las actividades productivas y, particularmente las actividades industriales, han seguido emitiendo más y más gases de efecto invernadero en la atmósfera. El deseo acelerado de ganancias económicas no ha dado tregua a los ecosistemas y estos no han podido recuperarse al ritmo de la destrucción y alteración que en ellos ha hecho este sistema económico de producción.

¿Pero quienes en concreto han generado la mayor parte de las emisiones? ¿hemos sido todos los humanos por igual? La crisis climática está indisolublemente unida a la desigualdad económica: se trata de una crisis impulsaba por las emisiones generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los pobres. En su informe titulado “La desigualdad extrema de las emisiones de carbono” la OXFAM [2] establece que el 10% más rico del planeta es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero; y el 50% de la población mundial más pobre es apenas responsable del 10% de las emisiones. Es decir, la mitad más pobre de la población mundial no deforesta miles de hectáreas de bosques que podrían estar absorbiendo el CO2 atmosférico y mitigando la crisis climática; la mitad más pobre de la población mundial no posee compañías aéreas ni vuelan regularmente en aviones privados emitiendo toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Son ciertas aerolíneas en concreto las que hacen un uso ineficiente del combustible, liberando miles de toneladas de CO2 en la atmósfera [3].

La mitad más pobre de la población mundial no posee compañías de extracción y producción de petróleo y derivados. Son 20 las empresas privadas y estatales que desde 1965 han producido el 35% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y metano: Saudi Aramco, Chrevon, ExxonMobile, BP, Royal Dutch Sheel, Petrobras, Pemex, Petróleos de Venezuela, PetroChina, entre otras [4]. Existe otra lista elaborada por el Carbon Disclosure Project de 100 empresas responsables del 71% de las emisiones globales de CO2 desde 1988 [5]. En palabras de Mattew Hubber [6]: “Son los capitalistas quienes han expropiado nuestros medios de vida y han expropiado también el futuro de nuestro planeta. Los capitalistas han expropiado nuestra atmósfera, nuestros océanos y los han convertido en su vertedero privado”. La misma responsabilidad han tenido los gobiernos que protegen los intereses del capital en lugar de proteger el bienestar general de los humanos y el uso equilibrado de los recursos naturales de los territorios que gobiernan.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] https://climate.nasa.gov/evidence/

[2]https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/mb-extreme-carbon-inequality-021215-es.pdf

[3] https://www.ngenespanol.com/naturaleza/contaminacion-de-aerolineas-listado-eficacia-de-combustible/.

[4] https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/solo-empresas-emisiones-dioxido-carbono_1_1323782.html

[5] https://cdn.cdp.net/cdp-production/cms/reports/documents/000/002/327/original/Carbon-Majors-Report-2017.pdf?1501833772

[6] Matthew T. Huber. 2022. Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet, London; New York: Verso Books.

Noviembre 2022

Los indígenas batwa habían dependido por siglos de la cacería y la recolección en los bosques del sudoeste de Uganda, África. Son uno de los pocos grupos indígenas que aún existen en el mundo entero; persisten alrededor de 6200 individuos. En las últimas décadas han enfrentado distintos episodios de despojo de sus bosques; han quedado sin acceso a la tierra, a los alimentos y demás bondades de su territorio para convertirse en el entretenimiento de europeos y americanos adinerados que vacacionan en África.

En 1990, agencias internacionales y los departamentos gubernamentales responsables de la conservación decretaron, en nombre de la “conservación del medio ambiente”, los bosques como bosques impenetrables, un tipo de Áreas Naturales Protegidas. Con ello, los habitantes batwa fueron desalojados de sus hogares y pasaron a depender del Fondo de Conservación de los Bosques Impenetrables de Mgahinga y Bwindi (MBIFCT).

Los batwa fueron “reubicados” por el MBIFCT sin su consentimiento libre, previo e informado, y sin ninguna audiencia pública. Ese fue el último golpe para los batwa, que habían sido desplazados gradualmente de su territorio por comunidades agrícolas de colonos y empresas madereras, que habían dañado enormemente el bosque e impuesto derechos de propiedad privada que limitaban la libertad de movimiento de los batwa. El MBIFCT proporcionó a algunas familias batwa arrendamientos de tierras de muy corta duración como “solución”, pero no definieron qué pasaría después de que los arrendamientos expiraran; los batwa “beneficiados” quedaron a su suerte. Sólo unas pocas familias estaban cubiertas por el plan y la mayoría eran “ocupantes ilegales” de las tierras de sus vecinos.

Mas el despojo de sus tierras no solo ha representado para los batwa escasez de bienes materiales, sino también una violenta ruptura con sus creencias y con su bienestar espiritual. Los batwa tienen ciertos vínculos espirituales y religiosos con los bosques. Veneran determinados lugares y los consideran fundamentales para su existencia. Cada zona geográfica tiene un nombre relacionado con la historia y el pasado remoto, el mundo de los antepasados míticos.

Los batwa prácticamente no tienen representación política, lo que refuerza su marginación. No reciben beneficios por el turismo de quienes se dan el lujo de vacacionar en su territorio; solo unos pocos tiene la suerte de recibir propinas de los turista, después de actuar para ellos la representación de sus costumbres. Su acceso a la educación, a la atención sanitaria, así como a otros servicios sociales, es sumamente escaso. En 2006, la Alianza por la Tierra de Uganda para la Coalición de Organizaciones de la Sociedad Civil Pastoral advirtió desnutrición, hambruna generalizada y pérdida de cohesión social entre los indígenas batwa, que perdieron sus hogares y medios de vida.

En 2013, los batwa presentaron una demanda constitucional en la que solicitaban la restitución de sus tierras, así como una compensación por las violaciones de los derechos humanos a largo plazo. Sin embargo, siguen esperando una audiencia completa y la resolución del caso. Según el Programa para los Pueblos del Bosque, el gobierno ugandés tomó represalias contra los batwa al no llegar a un acuerdo sobre el reparto de los beneficios obtenidos del turismo.

El caso de los batwa exhibe una situación en la que se aplica la lógica colonialista a la “protección de la naturaleza”. Una práctica que por un lado omite, consciente o inconscientemente, el hecho de que los humanos también somos parte del mundo natural, estamos hechos de naturaleza e interaccionamos con ella en cada momento de nuestra existencia, por lo que resulta un absurdo pretender aislar a la naturaleza de la naturaleza misma. Por otro lado, este tipo de prácticas esconden el verdadero propósito del discurso de “conservación del medio ambiente” enarbolado por algunos gobiernos y franquicias: el propósito de obtener ganancias mediante el turismo y otras actividades lucrativas dejando a un lado y prácticamente sin beneficios a las personas que habita el territorio en cuestión. Sí urge conservar y recuperar la naturaleza para mantener el equilibrio de la vida, pero ello solo será posible despojándonos de las prácticas y la ideología colonialista. La protección de la naturaleza tiene que llevarse a cabo con objetivos sinceros y con las medidas correctas; no como simple retórica para seguir explotándola y acumulando ganancias.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Octubre 2022

Ota Benga era un congoleño de 1.25 metros de alto y 23 años de edad que llegó en 1906 al zoológico de Nueva York. Pasó la mayor parte de su tiempo como “empleado” en una jaula gigante en la sección de primates. Los visitantes no estaban seguros de lo que era. Parecía un hombre muy pequeño y oscuro con dientes grotescamente puntiagudos. Dominaba el arco y las flechas, y entretenía a la multitud disparándolas. Hacía gala de su habilidad para tejer con hilo, ponía caras divertidas y bebía refrescos. Para animar el interés de los paseantes, los guardianes del zoológico colocaban huesos dentro de la jaula en la que él pasaba su tiempo. El New York Times versaba:

De su oscura tierra nativa

al país de los libres

 para el interés de la ciencia

 y de toda la humanidad. 

¿Por qué estaba Ota Benga en Nueva York? Ota Benga pertenecía a la tribu recolectora y cazadora de los mbuti o bambuti que habitaban en el Congo cuando este país era considerado propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica. Leopoldo II era heredero de una de las casas reales más poderosas, cuyos miembros ya dominaban territorios en Europa y América. La influencia de su familia llegaba hasta México, dado que Carlota, la esposa de Maximiliano I, era hija de Leopoldo I. Mientras reinaba en Bélgica, Leopoldo II se ocupó de convertir el Congo en un verdadero infierno.

Para finales del siglo XIX, el Congo era el principal exportador de marfil, que servía para la elaboración de mangos de navajas, peines, bolas de billar, anillos, broches y estatuillas. La caza de elefantes se convirtió en una euforia sangrienta para emprendedores europeos y para los habitantes nativos que veían en el marfil un medio de sobrevivencia. Como el territorio congoleño era “suyo”, Leopoldo comenzó a lucrar con los impuestos; sangraba a los congoleños que, ante su incapacidad de pagar, se veían obligados a trabajar en la industria que se gestaba en el Congo: la industria del caucho.

La patente de la bicicleta en 1888 disparó la demanda del caucho a nivel mundial, haciendo del Congo la zona productora más rentable. Hacia 1896, el caucho superó al marfil en las exportaciones. Entonces Leopoldo instauró la Force Publique para obligar a los locales a trabajar en dicha empresa. Su tarea consistía en desplegarse por el territorio en busca de aldeas para secuestrar a cuantos hombres hallaran y, una vez capturados, enviarlos a los campos de producción de caucho, al estilo de las plantaciones henequeneras en Yucatán y de caucho en Valle Nacional, en Oaxaca, México.

La Force Publique estaba a cargo de la gestión de la producción y castigaban a los trabajadores por cualquier cosa, por no cumplir su cuota e incluso por enfermarse. Una vez exprimidas las lianas de las que se desprende el látex en un sitio, los trabajadores tenían que caminar hasta por tres días sin comida y equipamiento para protegerse de la lluvia y de los abundantes depredadores de la selva tropical congoleña. Ni siquiera en su tiempo libre los congoleños podían circular libremente para visitar a sus amigos o parientes; para ello debían portar un metal circular en el cuello que indicaba que habían completado su cuota.

Con la sangre de sus habitantes se hacían productivas las tierras del Congo. Con mayor represión se obtenía mayor ganancia. Si los cautivos se revelaban, los guardias tenían la orden de matar a todo aquel que se atravesara; tenían prohibido desperdiciar balas, la orden precisa era matar. Al final del día debían presentar sus armas y, si faltaba alguna bala, debían entregar pruebas de la muerte: una mano de la víctima. Luego esta medida comenzó a aplicarse también para castigar a los congoleños trabajadores.

La mutilación de manos era el mecanismo para imponer disciplina. Las manos eran registradas por una persona cuyo trabajo era específicamente llevar el archivo de las manos mutiladas. Pero ¿por qué las manos? Para prevenir la caza descontrolada de elefantes, negocio que debía ser exclusivo de Leopoldo y sus amigos. Los pueblos del Congo se convirtieron en pueblos de mancos de todas las edades y sexos, uno de ellos fue el pueblo en que vivía Ota Benga.

Oto Benga fue vendido como esclavo y comprado por Samuel Verne, un antropólogo  estadounidense que viajaba para colectar especímenes de “razas exóticas” para una feria de curiosidades internacionales en Luisana, EE.UU. Ota se convirtió inmediatamente en una sensación debido a sus rasgos físicos. Pero Verne notó que lo trataban como prisionero, además de someterlo a un constante exhibicionismo y se lo llevó de vuelta al Congo.

Mas la tribu de Ota estaba disminuida y dispersa, entonces Ota decidió seguir a Verne en sus expediciones. Regresaron a Estados Unidos, al museo de Historia Natural de Nueva York, pero Benga no se sentía bien en la vida estadounidense, no encajaba. Entonces Verne lo llevó al zoológico donde lo recibieron felizmente y lo colocaron en la jaula de los simios como exhibición. Luego de protestas sociales de la comunidad afroamericana dejaron a Ota salir de la jaula y pasearse por el zoológico, pero todos los traumas por los que pasó ya habían tenido efectos negativos en su persona: se volvió huraño y violento. Ota comenzó a planear su regreso a casa, pero estalló la Primera Guerra Mundial y no pudo acceder a barcos comerciales que lo trasladaran a su hogar, al otro lado del Atlántico. En 1916, Ota Benga robó un arma, encendió un fuego ceremonial, se afiló de nuevo los dientes y se pegó un tiro en el corazón.

Hoy en día, la República del Congo es uno de los países más pobres del mundo, a pesar de que su marfil, caucho y minerales alimentaron por décadas el progreso de poderosas industrias de Occidente, desde fábricas de bicicletas como Dunlop en Inglaterra (hoy duopolio con Goodyear) hasta las fábricas de autos de Ford. La historia del Congo no es única, es sólo una más en la cadena de atrocidades con las que las franquicias de los países ricos del Norte han construido su poderío. La vida de Ota Benga refleja la de millones de personas de esa región y de los demás territorios colonizados.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencia

Serratos, F. (2020) Capitaloceno. Una historia radical de la crisis climática. UNAM, Ciudad de México.

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