Ciencia

¿Es el sexo masculino el enemigo del feminismo?

Marzo 2023

En términos generales, la lucha feminista se propone destruir el patriarcado. Pero ¿qué es el patriarcado? ¿Está en nuestra biología femenina o masculina? Hasta la fecha no hay pruebas que apunten a que la ideología y las prácticas patriarcales están determinadas por nuestra biología o por nuestros genes. Ciertamente, existen diferencia anatómicas y fisiológicas entre mujeres y hombres, pero de esas diferencias no se desprenden las ideas y las prácticas patriarcales. De estas diferencias no se desprenden automáticamente la dominación o los acosos por parte de algunos hombres, ni el sometimiento o el destino único y obligado de las mujeres para convertirse en madres. Las diferencias biológicas entre mujeres y hombres no son las que determinan los roles de género, ni las estructuras de dominación patriarcales. El patriarcado es un sistema ideológico y estructural, no es una característica “natural” de la biología humana. Además, su existencia no se restringe a la actualidad, sino que ha existido y se ha reproducido por siglos.

El origen del patriarcado continúa siendo debatido dentro de la arqueología y la antropología, pero existe un consenso respecto a que sus orígenes anteceden a la agricultura, a las primeras civilizaciones y al capitalismo. Algunas posturas apuntan a que el patriarcado surgió con la propiedad privada; sin embargo, es complicado determinar el origen de este sistema y generalizarlo para toda la humanidad; en primer lugar porque no todas las sociedades humanas han sido patriarcales ni en el pasado, ni en la actualidad y, en segundo, porque las mismas interpretaciones arqueológicas y antropológicas han tenido un marcado sesgo androcentrista. Varias de las explicaciones e interpretaciones vertidas sobre las sociedades antiguas, –que asignaban al sexo masculino el papel central de la producción material y restringían el papel de las mujeres al cuidado del hogar y los hijos– han quedado desmentidas con los nuevos hallazgos arqueológicos.

Independientemente del origen del patriarcado, lo cierto es que éste se vio reforzado en la sociedad Occidental con las explicaciones religiosas, filosóficas y científicas de la antigua Grecia y, posteriormente, de la Edad Media, que se empeñaban en explicar la materia, la vida y la sociedad mediante estructuras jerárquicas. Así surgió la cadena del ser o la scala naturae que  naturalizaba  y justificaba la “supremacía” de los hombres, y especialmente de los hombres blancos. Esta supremacía les daba a los hombres derecho por encima de todo y todos los que existen; los hombres eran –por naturaleza- más evolucionados. Por debajo de ellos y al nivel de los demás animales estaban las mujeres, las personas de color y los indígenas. Los blancos eran la cúspide de la evolución de la naturaleza. Su cuerpo y mente eran los más desarrollados, según las posturas medievales que se siguen cosechando en la actualidad.

Así pues, el patriarcado tiene un componente ideológico que ha estado sembrado en la cultura occidental por varios años y, por tanto, ha permeado tanto en los hombres como en las mujeres que hemos estado sujetos a esta cultura. Pero, a pesar de su fuerte componente ideológico, el patriarcado no es solamente ideología, no es solamente un conjunto de ideas y pensamientos, por lo que no se combatirá solamente haciendo una reflexión mental y disponiéndonos a cambiar nuestro comportamiento. El patriarcado está anclado en la estructura social y económica de la sociedad contemporánea y, por tanto, en toda la superestructura que de ésta se desprende: en las artes, en las ciencias, en las leyes, etc. Un ejemplo claro es el del cuidado parental.

Luego de que ha sido cuestionada la idea de que son las mujeres las que deben hacerse cargo de los hijos, mientras a los hombres les corresponde “brindar el sustento económico”; luego de que se ha demostrado que tanto mujeres como hombres pueden trabajar para “llevar el sustento al hogar” y de que no hay razones para restringir el cuidado parental al sexo femenino, algunos padres tienen la voluntad de colaborar cuidando a los hijos. Sin embargo, a diferencia de otros países, la legislación mexicana solo otorga a los padres de familia una licencia de paternidad de 5 días pagados, mientras que las madres –solo aquellas que tienen empleos fijos– pueden usar 84 días. Como resultado, la mujer mexicana trabaja 32.7 horas semanales en los cuidado del hogar mientras el hombre dedica apenas 14.8[[1]].  La ley mexicana contribuye a reforzar los “roles” de género en nuestro país. La ley de países como Corea del Sur, Japón, Francia, Portugal, Bélgica y Alemania otorga a los padres ocho semanas de licencia parental. Suecia otorga a ambos padres 480 días (16 meses) de permiso parental retribuido, y cada uno de los padres tiene derecho a 240 de esos días; aunque se pueden distribuir de manera no igualitaria los 16 meses entre el padre y la madre, el padre tiene que cumplir al menos con cinco de estos meses, para evitar que sea la madre la que se encargue de todo el cuidado.

Otro ejemplo de que el patriarcado tiene bases socio-económicas y no solo ideológicas es la violencia de género. Múltiples estudios en México y en el mundo han mostrado que las mujeres con ingresos económicos suficientes toleran menos a hombres abusivos o violentos. Pero las mujeres no tendrán un sueldo asegurado simplemente por su deseo de independizarse de su pareja abusiva. De hecho, en México, la informalidad afecta principalmente a las mujeres: del total de la población femenil ocupada, el 54.7% es trabajadora informal[[2]] que no tiene seguridad social, prestaciones laborales, ni un salario fijo. De la misma manera, el deseo de las mujeres de ganar más para depender menos de los hombres no se traducirá automáticamente en salarios más altos. Las mujeres que entran en la economía remunerada (o formal) ganan un 14% menos que los hombres; por cada 100 pesos que recibe un hombre en promedio por su trabajo al mes, una mujer recibe 86 pesos[3]

De lo anterior se desprende que la lucha feminista tiene que enfocar su lucha contra las condiciones materiales y económicas que le permiten al patriarcado reproducirse y manifestarse en nuestras ideas y prácticas individuales. El feminismo ha de ser una lucha sistémica y sistemática, que supere constantemente sus limitaciones, pues restringir la lucha feminista a la lucha por abortos legales es rescatar a las mujeres solo como portadoras de úteros. Restringir la lucha feminista a conseguir puestos de gerencia o dirección en las empresas, es restringir la liberación de la mujer al grupo de mujeres profesionistas o empresarias, que son minoría en el universo femenino. Restringir la lucha feminista al cumplimiento de las cuotas de género, es “adaptar” el sistema patriarcal sin destruirlo, colocando unas pocas mujeres en los puestos políticos, administrativos y académicos, sin que ello se traduzca en una mejora de la vida de la mayoría de las mujeres. Restringir la lucha feminista a la violencia familiar liberaría a la mujer del hogar, pero la mujer seguiría siendo explotada y minusvalorada en su trabajo y en la sociedad.

Enfocar la lucha feminista contra los hombres es asumir que el patriarcado es una característica biológica masculina y es también limitar los alcances del movimiento, pues deja intacta la base social de este sistema. Los comportamientos de los hombres violentos son también producto de la cultura patriarcal y deben ser señalados y castigados, pero la lucha feminista no debe quedarse en ese nivel si su objetivo es arrancar el patriarcado desde sus entrañas. La lucha feminista ha de ser completa: ha de rescatar a la mujer en todo lo que ella es o puede ser; ha de incluir a todas las mujeres, o al menos a la mayoría; ha de darse en todos los niveles sociales, no solo en el hogar; y ha de apoyarse de los hombres dispuestos que se decidan a combatir el patriarcado en la sociedad entera, a la par que, tanto ellos como nosotras, cuestionamos y corregimos nuestras percepciones y comportamientos machistas. Los hombres pueden ser nuestros aliados en el combate al sistema social patriarcal. De otro modo, ¿hasta dónde llegará nuestro movimiento si nos dedicamos solo a culparlos?


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias:

[1]https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2020/ENUT/Enut_Nal20.pdf

[2] https://mexicocomovamos.mx/publicaciones/2022/08/crece-la-informalidad-en-mexico-pero-disminuye-pobreza-laboral/

[3] https://imco.org.mx/brecha-salarial-de-genero/

[4] https://www.elfinanciero.com.mx/economia/2021/09/18/mas-mujeres-mexicanas-cuentan-con-educacion-superior-pero-ganan-menos-que-los-hombres-ocde/

Filosofía y ciencia

Febrero 2023

Es común que a los filósofos se les caracterice como personas estrafalarias e ingenuas, lejos del pensamiento enteramente racional o científico. A Sócrates se le conoce muy bien por preguntar hasta el cansancio la esencia de los zapatos, por ejemplo. Por otro lado, Tales de Mileto fue objeto de burlas porque se cayó a un pozo mientras observaba el cielo. Y René Descartes ha sido descrito como una especie de esquizofrénico que no estaba seguro de que el mundo era real, hasta que un día pensó la idea de Dios y pudo conciliar el sueño al reflexionar que si la idea de perfección existe es porque Dios la instaló en nosotros, lo cual implica la perfección de existir y, por tanto, él existía, y su silla y su casa también existían. Reflexiones de personas con suficiente tiempo de ocio.

Se plantea que existe un Descartes serio y un Descartes ingenuo. El Descartes serio es el matemático, es aquel que ideó las coordenadas cartesianas, quien revolucionó el pensamiento científico; el Descartes filósofo es el ingenuo, aquel que dudó incluso de su propia existencia.

No obstante, para Descartes, su filosofía era la base de su pensamiento científico. El Discurso del método, que fundó una nueva época filosófica, introduce a sus estudios de Geometría y Óptica, que continúan siendo su filosofía. La relación entre filosofía y ciencia es muy estrecha, Descartes lo expresa así en una carta a Mersenne el 20 de noviembre de 1629:

Y así como es posible aprender en un solo día todos los números hasta el infinito y a escribirlos en un lenguaje desconocido […] que sea también posible hacer lo mismo con todas las demás palabras necesarias para expresar todo cuanto pasa por el espíritu de los hombres. […] La invención de este lenguaje depende de la verdadera filosofía, porque es de otra forma imposible enumerar todos los pensamientos de los [seres humanos] y ponerlos en orden o siquiera distinguirlos de modo que lleguen a ser claros y distintos, que es desde mi punto de vista el mayor secreto de que se puede disponer para llegar a la verdadera ciencia.[1]

Las reflexiones filosóficas son la base del conocimiento científico. La ciencia no se entiende completamente sin la filosofía y, por otro lado, la filosofía requiere de la ciencia y de los científicos. Integrar refiere a Eudoxo, así como derivar refiere a Leibniz, creador del cálculo infinitesimal; la física tampoco se entiende completamente si no referimos a Aristóteles ni a Einstein, quien también era filósofo.

Se relaciona a la filosofía estrictamente con las humanidades, casi no se le encuentra en los programas de ciencias. Pero el pensamiento filosófico no se restringe a lo “humanístico” ni es solamente un breviario cultural que los empresarios usan para disfrazar la misión y la visión de sus empresas; sobre todo, la filosofía está en relación con el pensamiento científico, que en sí mismo precisa reflexión.

Independientemente del uso que el capitalismo hace de la ciencia y la filosofía, estos tipos de pensamiento son una tarea seria para comprender el suelo que pisamos, y no para consolarnos ante el triste e injusto mundo, sino sobre todo para salvar a la humanidad de la barbarie científica y moral que acarrea este sistema. La filosofía no es un sustituto de los antidepresivos ni un refuerzo del autoestima, a lo que se quiere asistir -dicho sea de paso- desde la filosofía estoica, de manera que Séneca es presentado como un coach emocional.

El hecho de que la humanidad haya perdido objetivos políticos humanos y se dirija hacia la destrucción del mundo garantiza seres humanos que navegan en abismos suicidas y nihilistas, a lo que se contrapone la justicia y la bondad, que requieren del pensamiento científico y filosófico en favor de una sociedad mejor. Por eso, el pensamiento filosófico es una tarea rigurosa, y debe ser tratado como tal. 


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Descartes, R., Oeuvres philosophiques, 3 vols., Garnier, París, 1963, vol. 1, pp. 230-231.

Algunas aclaraciones sobre el cambio climático

Diciembre 2022

El cambio climático ha existido siempre, es parte de la historia de la tierra; la tierra se ha calentado y se ha enfriado más de una vez desde que se formó, hace aproximadamente 4 mil 600 millones de años. El “efecto invernadero” formado principalmente por dióxido de carbono (CO2), metano y óxidos nitrosos, también existía antes de que la especie humana apareciera sobre la superficie terrestre. El efecto invernadero fue incluso necesario para el origen de la vida sobre el planeta; ya que, por un lado, se requería una temperatura planetaria ni tan fría ni tan caliente, con un promedio superficial de aproximadamente 20°C, y por el otro, esta temperatura tenía que ser relativamente estable para que las distintas moléculas reaccionaran entre ellas y se asociaran formando a las primeras células y a los primeros seres vivos.

Algunos gases que forman el “efecto invernadero” que está provocando el calentamiento global actual provienen de fuentes no humanas: el CO2 proviene de la actividad volcánica y de procesos biológicos como la respiración; el metano y los óxidos nitrosos se producen por la descomposición de las plantas, entre otros procesos naturales. Sin embargo, las concentraciones de tales gases de efecto invernadero (GEIs) son mayores en la actualidad que antes de la existencia humana y, además, ahora existen otros gases de efecto invernadero que son enteramente producto de actividades humanas como la industria y el uso de aerosoles, es el caso de los clorofluorocarbonos que no existían antes de los humanos. ¿Cómo distinguimos las causas no humanas de las causas humanas del calentamiento global actual? Mediante dos mecanismos: el estudio de los ciclos solares y las huellas de los isótopos del carbono [1].

Según los hallazgos de los científicos que estudian la paleo-climatología o el clima del pasado, las etapas del cambio climático pasado han estado relacionadas con los ciclos solares. Estos son ciclos de 11 años en los que el Sol cambia por completo su campo magnético; es decir, 11 años en los que el Polo Norte magnético del Sol cambia con su Polo Sur magnético. Los científicos estudian la irradiación solar total durante estos ciclos y han detectado que cuando hubo disminución de la actividad solar, la temperatura de la tierra disminuyó y se desencadenaban eras de hielo en la Tierra. Por el contrario, cuando la irradiación solar aumentaba, la tierra se calentaba. Otro aspecto directamente relacionado con el cambio climático del pasado fue la actividad volcánica, puesto que esta produce altas cantidades de CO2 que forman un efecto invernadero que atrapa el calor dentro del planeta.

En el presente,  la tierra se está calentando, pero sin un incremento significativo de irradiación solar, como se esperaría si la causa principal del calentamiento actual fuera la actividad solar; tampoco ha habido mucha actividad volcánica que esté incrementando la cantidad de CO2 en la atmósfera. Esto quiere decir que ahora existen otras causas detrás del incremento de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento de nuestro planeta. ¿Cuáles son y cómo saberlas?

Aquí entra el estudio de las huellas de los isótopos. Los isótopos son átomos del mismo elemento, en este caso del Carbono, que tienen la misma cantidad de protones, pero distinta cantidad de neutrones en el núcleo. Ciertos isótopos son más abundantes en algunos materiales que en otros, ya que algunos procesos físicos y químicos “prefieren” un isótopo sobre otro. Asumamos, por ejemplo, que en la quema de combustibles fósiles se produce el isótopo “x” del Carbono y en la respiración biológica se produce el isótopo “y”.  Entonces, a la hora de estudiar el Carbono presente en la atmósfera, los científicos pueden saber de dónde viene la mayor cantidad de isótopos de carbono presentes, ya que estos traen consigo su huella de origen: si hay mayor cantidad de isótopos “x” del Carbono, significa que la mayor cantidad de gases de efecto invernadero viene de la quema de combustibles fósiles. Estas etiquetas isotópicas sirven entonces para determinar qué porcentaje del carbono presente en la atmósfera en forma de CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles realizada por la industria y qué porcentaje proviene de procesos naturales no-humanos.

Aunque no había humanos presentes cuando se formó nuestro planeta ni cuando éste experimentó periodos de enfriamiento y periodos de calentamiento, los científicos pueden tener ideas al respecto mediante el estudio de los estratos o las capas de suelo y de las capas de hielo. En las capas del suelo y en las capas de hielo hay evidencias de las especies de seres vivos que existieron en el pasado y también hay información sobre las condiciones en que estas vivían.  Para distinguir el calentamiento global actual de aquellos que sucedieron en el pasado, nos referiremos a él como crisis climática.

Fue en la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que la concentración de gases de efecto invernadero se disparó en la atmósfera. Sucedió así porque en este periodo se gestaba un tipo de sociedad con una forma de producir mercancías basada en el uso de combustibles fósiles y en la explotación acelerada de la naturaleza, tanto de su componente no humano, como de su componente humano. Desde entonces varias de las actividades productivas y, particularmente las actividades industriales, han seguido emitiendo más y más gases de efecto invernadero en la atmósfera. El deseo acelerado de ganancias económicas no ha dado tregua a los ecosistemas y estos no han podido recuperarse al ritmo de la destrucción y alteración que en ellos ha hecho este sistema económico de producción.

¿Pero quienes en concreto han generado la mayor parte de las emisiones? ¿hemos sido todos los humanos por igual? La crisis climática está indisolublemente unida a la desigualdad económica: se trata de una crisis impulsaba por las emisiones generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los pobres. En su informe titulado “La desigualdad extrema de las emisiones de carbono” la OXFAM [2] establece que el 10% más rico del planeta es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero; y el 50% de la población mundial más pobre es apenas responsable del 10% de las emisiones. Es decir, la mitad más pobre de la población mundial no deforesta miles de hectáreas de bosques que podrían estar absorbiendo el CO2 atmosférico y mitigando la crisis climática; la mitad más pobre de la población mundial no posee compañías aéreas ni vuelan regularmente en aviones privados emitiendo toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Son ciertas aerolíneas en concreto las que hacen un uso ineficiente del combustible, liberando miles de toneladas de CO2 en la atmósfera [3].

La mitad más pobre de la población mundial no posee compañías de extracción y producción de petróleo y derivados. Son 20 las empresas privadas y estatales que desde 1965 han producido el 35% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y metano: Saudi Aramco, Chrevon, ExxonMobile, BP, Royal Dutch Sheel, Petrobras, Pemex, Petróleos de Venezuela, PetroChina, entre otras [4]. Existe otra lista elaborada por el Carbon Disclosure Project de 100 empresas responsables del 71% de las emisiones globales de CO2 desde 1988 [5]. En palabras de Mattew Hubber [6]: “Son los capitalistas quienes han expropiado nuestros medios de vida y han expropiado también el futuro de nuestro planeta. Los capitalistas han expropiado nuestra atmósfera, nuestros océanos y los han convertido en su vertedero privado”. La misma responsabilidad han tenido los gobiernos que protegen los intereses del capital en lugar de proteger el bienestar general de los humanos y el uso equilibrado de los recursos naturales de los territorios que gobiernan.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] https://climate.nasa.gov/evidence/

[2]https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/mb-extreme-carbon-inequality-021215-es.pdf

[3] https://www.ngenespanol.com/naturaleza/contaminacion-de-aerolineas-listado-eficacia-de-combustible/.

[4] https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/solo-empresas-emisiones-dioxido-carbono_1_1323782.html

[5] https://cdn.cdp.net/cdp-production/cms/reports/documents/000/002/327/original/Carbon-Majors-Report-2017.pdf?1501833772

[6] Matthew T. Huber. 2022. Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet, London; New York: Verso Books.

Colonialismo moderno

Noviembre 2022

Los indígenas batwa habían dependido por siglos de la cacería y la recolección en los bosques del sudoeste de Uganda, África. Son uno de los pocos grupos indígenas que aún existen en el mundo entero; persisten alrededor de 6200 individuos. En las últimas décadas han enfrentado distintos episodios de despojo de sus bosques; han quedado sin acceso a la tierra, a los alimentos y demás bondades de su territorio para convertirse en el entretenimiento de europeos y americanos adinerados que vacacionan en África.

En 1990, agencias internacionales y los departamentos gubernamentales responsables de la conservación decretaron, en nombre de la “conservación del medio ambiente”, los bosques como bosques impenetrables, un tipo de Áreas Naturales Protegidas. Con ello, los habitantes batwa fueron desalojados de sus hogares y pasaron a depender del Fondo de Conservación de los Bosques Impenetrables de Mgahinga y Bwindi (MBIFCT).

Los batwa fueron “reubicados” por el MBIFCT sin su consentimiento libre, previo e informado, y sin ninguna audiencia pública. Ese fue el último golpe para los batwa, que habían sido desplazados gradualmente de su territorio por comunidades agrícolas de colonos y empresas madereras, que habían dañado enormemente el bosque e impuesto derechos de propiedad privada que limitaban la libertad de movimiento de los batwa. El MBIFCT proporcionó a algunas familias batwa arrendamientos de tierras de muy corta duración como “solución”, pero no definieron qué pasaría después de que los arrendamientos expiraran; los batwa “beneficiados” quedaron a su suerte. Sólo unas pocas familias estaban cubiertas por el plan y la mayoría eran “ocupantes ilegales” de las tierras de sus vecinos.

Mas el despojo de sus tierras no solo ha representado para los batwa escasez de bienes materiales, sino también una violenta ruptura con sus creencias y con su bienestar espiritual. Los batwa tienen ciertos vínculos espirituales y religiosos con los bosques. Veneran determinados lugares y los consideran fundamentales para su existencia. Cada zona geográfica tiene un nombre relacionado con la historia y el pasado remoto, el mundo de los antepasados míticos.

Los batwa prácticamente no tienen representación política, lo que refuerza su marginación. No reciben beneficios por el turismo de quienes se dan el lujo de vacacionar en su territorio; solo unos pocos tiene la suerte de recibir propinas de los turista, después de actuar para ellos la representación de sus costumbres. Su acceso a la educación, a la atención sanitaria, así como a otros servicios sociales, es sumamente escaso. En 2006, la Alianza por la Tierra de Uganda para la Coalición de Organizaciones de la Sociedad Civil Pastoral advirtió desnutrición, hambruna generalizada y pérdida de cohesión social entre los indígenas batwa, que perdieron sus hogares y medios de vida.

En 2013, los batwa presentaron una demanda constitucional en la que solicitaban la restitución de sus tierras, así como una compensación por las violaciones de los derechos humanos a largo plazo. Sin embargo, siguen esperando una audiencia completa y la resolución del caso. Según el Programa para los Pueblos del Bosque, el gobierno ugandés tomó represalias contra los batwa al no llegar a un acuerdo sobre el reparto de los beneficios obtenidos del turismo.

El caso de los batwa exhibe una situación en la que se aplica la lógica colonialista a la “protección de la naturaleza”. Una práctica que por un lado omite, consciente o inconscientemente, el hecho de que los humanos también somos parte del mundo natural, estamos hechos de naturaleza e interaccionamos con ella en cada momento de nuestra existencia, por lo que resulta un absurdo pretender aislar a la naturaleza de la naturaleza misma. Por otro lado, este tipo de prácticas esconden el verdadero propósito del discurso de “conservación del medio ambiente” enarbolado por algunos gobiernos y franquicias: el propósito de obtener ganancias mediante el turismo y otras actividades lucrativas dejando a un lado y prácticamente sin beneficios a las personas que habita el territorio en cuestión. Sí urge conservar y recuperar la naturaleza para mantener el equilibrio de la vida, pero ello solo será posible despojándonos de las prácticas y la ideología colonialista. La protección de la naturaleza tiene que llevarse a cabo con objetivos sinceros y con las medidas correctas; no como simple retórica para seguir explotándola y acumulando ganancias.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

A propósito de las monarquías… Leopoldo II en el Congo

Octubre 2022

Ota Benga era un congoleño de 1.25 metros de alto y 23 años de edad que llegó en 1906 al zoológico de Nueva York. Pasó la mayor parte de su tiempo como “empleado” en una jaula gigante en la sección de primates. Los visitantes no estaban seguros de lo que era. Parecía un hombre muy pequeño y oscuro con dientes grotescamente puntiagudos. Dominaba el arco y las flechas, y entretenía a la multitud disparándolas. Hacía gala de su habilidad para tejer con hilo, ponía caras divertidas y bebía refrescos. Para animar el interés de los paseantes, los guardianes del zoológico colocaban huesos dentro de la jaula en la que él pasaba su tiempo. El New York Times versaba:

De su oscura tierra nativa

al país de los libres

 para el interés de la ciencia

 y de toda la humanidad. 

¿Por qué estaba Ota Benga en Nueva York? Ota Benga pertenecía a la tribu recolectora y cazadora de los mbuti o bambuti que habitaban en el Congo cuando este país era considerado propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica. Leopoldo II era heredero de una de las casas reales más poderosas, cuyos miembros ya dominaban territorios en Europa y América. La influencia de su familia llegaba hasta México, dado que Carlota, la esposa de Maximiliano I, era hija de Leopoldo I. Mientras reinaba en Bélgica, Leopoldo II se ocupó de convertir el Congo en un verdadero infierno.

Para finales del siglo XIX, el Congo era el principal exportador de marfil, que servía para la elaboración de mangos de navajas, peines, bolas de billar, anillos, broches y estatuillas. La caza de elefantes se convirtió en una euforia sangrienta para emprendedores europeos y para los habitantes nativos que veían en el marfil un medio de sobrevivencia. Como el territorio congoleño era “suyo”, Leopoldo comenzó a lucrar con los impuestos; sangraba a los congoleños que, ante su incapacidad de pagar, se veían obligados a trabajar en la industria que se gestaba en el Congo: la industria del caucho.

La patente de la bicicleta en 1888 disparó la demanda del caucho a nivel mundial, haciendo del Congo la zona productora más rentable. Hacia 1896, el caucho superó al marfil en las exportaciones. Entonces Leopoldo instauró la Force Publique para obligar a los locales a trabajar en dicha empresa. Su tarea consistía en desplegarse por el territorio en busca de aldeas para secuestrar a cuantos hombres hallaran y, una vez capturados, enviarlos a los campos de producción de caucho, al estilo de las plantaciones henequeneras en Yucatán y de caucho en Valle Nacional, en Oaxaca, México.

La Force Publique estaba a cargo de la gestión de la producción y castigaban a los trabajadores por cualquier cosa, por no cumplir su cuota e incluso por enfermarse. Una vez exprimidas las lianas de las que se desprende el látex en un sitio, los trabajadores tenían que caminar hasta por tres días sin comida y equipamiento para protegerse de la lluvia y de los abundantes depredadores de la selva tropical congoleña. Ni siquiera en su tiempo libre los congoleños podían circular libremente para visitar a sus amigos o parientes; para ello debían portar un metal circular en el cuello que indicaba que habían completado su cuota.

Con la sangre de sus habitantes se hacían productivas las tierras del Congo. Con mayor represión se obtenía mayor ganancia. Si los cautivos se revelaban, los guardias tenían la orden de matar a todo aquel que se atravesara; tenían prohibido desperdiciar balas, la orden precisa era matar. Al final del día debían presentar sus armas y, si faltaba alguna bala, debían entregar pruebas de la muerte: una mano de la víctima. Luego esta medida comenzó a aplicarse también para castigar a los congoleños trabajadores.

La mutilación de manos era el mecanismo para imponer disciplina. Las manos eran registradas por una persona cuyo trabajo era específicamente llevar el archivo de las manos mutiladas. Pero ¿por qué las manos? Para prevenir la caza descontrolada de elefantes, negocio que debía ser exclusivo de Leopoldo y sus amigos. Los pueblos del Congo se convirtieron en pueblos de mancos de todas las edades y sexos, uno de ellos fue el pueblo en que vivía Ota Benga.

Oto Benga fue vendido como esclavo y comprado por Samuel Verne, un antropólogo  estadounidense que viajaba para colectar especímenes de “razas exóticas” para una feria de curiosidades internacionales en Luisana, EE.UU. Ota se convirtió inmediatamente en una sensación debido a sus rasgos físicos. Pero Verne notó que lo trataban como prisionero, además de someterlo a un constante exhibicionismo y se lo llevó de vuelta al Congo.

Mas la tribu de Ota estaba disminuida y dispersa, entonces Ota decidió seguir a Verne en sus expediciones. Regresaron a Estados Unidos, al museo de Historia Natural de Nueva York, pero Benga no se sentía bien en la vida estadounidense, no encajaba. Entonces Verne lo llevó al zoológico donde lo recibieron felizmente y lo colocaron en la jaula de los simios como exhibición. Luego de protestas sociales de la comunidad afroamericana dejaron a Ota salir de la jaula y pasearse por el zoológico, pero todos los traumas por los que pasó ya habían tenido efectos negativos en su persona: se volvió huraño y violento. Ota comenzó a planear su regreso a casa, pero estalló la Primera Guerra Mundial y no pudo acceder a barcos comerciales que lo trasladaran a su hogar, al otro lado del Atlántico. En 1916, Ota Benga robó un arma, encendió un fuego ceremonial, se afiló de nuevo los dientes y se pegó un tiro en el corazón.

Hoy en día, la República del Congo es uno de los países más pobres del mundo, a pesar de que su marfil, caucho y minerales alimentaron por décadas el progreso de poderosas industrias de Occidente, desde fábricas de bicicletas como Dunlop en Inglaterra (hoy duopolio con Goodyear) hasta las fábricas de autos de Ford. La historia del Congo no es única, es sólo una más en la cadena de atrocidades con las que las franquicias de los países ricos del Norte han construido su poderío. La vida de Ota Benga refleja la de millones de personas de esa región y de los demás territorios colonizados.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencia

Serratos, F. (2020) Capitaloceno. Una historia radical de la crisis climática. UNAM, Ciudad de México.

Un asunto de seguridad nacional

Agosto 2022

El marco jurídico relacionado con el agua en México data de principios de los años 70s con la Ley Federal de Aguas. En 1992, dicha ley fue sustituida con la Ley de Aguas Nacionales. Desde entonces, esta ley gestiona el agua del territorio mexicano a través de un sistema de concesiones con lógica de mercado; las concesiones las otorga el Ejecutivo Federal a través de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).

Las decisiones de ambas instituciones han respondido históricamente a intereses particulares. Sus decisiones no se han basado en garantizar agua en cantidad y calidad suficiente a la mayoría de los mexicanos. La mejor prueba de ello es que, a la fecha, hay estados con sequías extremas y estados que se inundan frecuentemente; el agua que llega a las comunidades la mayoría de las veces viene contaminada, los mexicanos nos bañamos y consumimos agua con agentes cancerígenos que desechan compañías mineras e industriales que utilizan el recurso a su antojo.

En cuanto a la disponibilidad de agua, el Inegi reportó que en 2010 el 11.8% de los hogares mexicanos no contaba con agua potable y, en 2020, el porcentaje creció al 22.4% de los hogares. Sin embargo, cuando no hay lluvias (de noviembre a abril), la escasez recrudece para un mayor número de mexicanos. Los estados del Norte han sido los más vulnerables de esta escasez, y lo serán también en el futuro, como lo pronostican los expertos en cambio climático.

Respecto a la calidad, abundan los estudios químicos que indican que el “agua potable” que se consume en distintas zonas del país está cargada de sustancias nocivas, en cantidades que afectan la salud humana y también la salud de los ecosistemas. De acuerdo con una investigación de Data Crítica y Quinto Elemento Lab, que analizó una base de datos de Conagua, la presencia de niveles altos de arsénico en pozos pasó de 17 entidades en 2012 a 24 en 2018. Este trabajo encontró altas concentraciones de arsénico en pozos de Guadalajara, Jalisco; en La Paz, Baja California Sur; en Hermosillo, Sonora; en Villa de Cos, Zacatecas y en Tlajomulco, Jalisco, que ahora resienten una crisis de contaminación que antes estaba limitada a ciertos lugares en La Laguna, Hidalgo, San Luis Potosí y Guanajuato. El estudio advirtió que el arsénico y fluoruro ya alcanzaron pozos de casi todo el país, en cantidades superiores al nivel máximo permisible de la Organización Mundial de la Salud. 

En México se abusa del recurso hídrico. Pero, aunque buena parte de la sociedad hace un uso ineficiente del agua, no todos utilizamos ni abusamos del recurso en la misma cantidad. Uno puede entrar al Registro Público de Derechos de Agua y ver cómo está concesionada el agua en cada estado de la república. Basándose en este registro, el Frente Nuevo León, ha denunciado que 12 multinacionales, entre las que se encuentra Coca Cola, Cervecería  Cuauhtémoc Moctezuma y Alfa Subsidiarias, acaparan 44,690 millones 222 mil litros de agua al año, mientras para el uso doméstico de la población de Nuevo León se destinan solamente 1,033 millones 950 mil litros de agua al año. Es decir, estas 12 multinacionales y otras 34 personas físicas acaparan el agua en Nuevo León. Otros miembros de la lista de acaparadores de agua son la productora ítalo-argentina de acero Ternium México, y la productora de vidrio, cerámica y hormigón, Vitro, empresas vinculadas al apellido Garza Sada. En esta situación están la mayoría de los estados de México.

A estas concesiones privadas nadie las regula, porque no hay una institución reguladora del recurso hídrico en México, la Conagua es responsable solo del abasto. Para ellas no aplicaron los recortes y las tandas establecidas por el gobierno de Nuevo León; ellas tienen sus propios pozos, basta con que abran la llave para tener agua, mientras los habitantes de las colonias pobres tienen que madrugar para recibir de 4 a 10 am, si tienen suerte, un poco de agua para sus hogares. Y, por si fuera poco, cerca de 60 concesiones privadas agrícolas e industriales funciona sin estar en regla: no están pagando sus títulos y derechos, como la misma Conagua lo reconoció recientemente.

Otra deficiencia de la gestión hídrica en México es que hay pocas posibilidades de reutilizar el agua. La responsabilidad del saneamiento corresponde a los municipios a través de sus organismos operadores. Sin embargo, según la Conagua, el 43% de las aguas residuales en México no reciben tratamiento alguno, cuando existe una creciente demanda de agua tratada para usarse en la agricultura, procesos industriales y actividades recreativas. Varias de las plantas de tratamiento de aguas residuales funcionan apenas al 50% de su capacidad y otras más ni siquiera terminaron de construirse, como aquellas que rodean al lago de Pátzcuaro, en Michoacán.

El problema del agua en México es grande y requiere soluciones grandes. Hay que regular a las concesiones privadas, no se trata de desaparecerlas porque ello traería consigo más desempleo y elevación de precios, pero sí hay que obligarlas a que paguen más impuestos y que reparen los daños que provocan en el entorno. Hay que implementar una política nacional seria que atienda la crisis hídrica: más inversión en infraestructura para almacenamiento y transporte de agua, y mayor investigación para instrumentar tecnologías que atiendan el problema. Pero para administrar el agua, debe haber agua disponible y el cambio climático augura un futuro más seco, con menos lluvias. Por tanto, es necesario también priorizar la conservación y restauración de bosques, que de manera natural retienen el agua de las lluvias y recargan los acuíferos. Necesitamos una política nacional de mitigación y adaptación al cambio climático que sirva al menos para paliar las consecuencias de éste en el territorio mexicano. Lo anterior le toca al gobierno, y a nosotros, a la sociedad civil, nos toca presionar y exigir a los políticos avances en esa dirección.

El territorio mexicano exige a gritos un plan hídrico nacional, que se enfoque no solamente en la administración del agua, sino en la regulación del uso de este recurso tanto por los usuarios privados como para el uso de los ciudadanos en general.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

La crítica ecologista de Carlos Marx

Abril 2022

Era el siglo XIX, los suelos de Europa y Norte América se hallaban en una profunda crisis de fertilidad. La fertilidad de estos no alcanzaba para soportar la agricultura capitalista. Los agricultores europeos acudían a los campos de las batallas napoleónicas en Waterloo y Austerlitz y desenterraban los esqueletos, estaban desesperados por llevar los huesos y diseminarlos en sus tierras de cultivo para abonarlas. Hechos polvo, los huesos eran un medio poderoso para fertilizar tierras debido a su alto contenido de materia orgánica. Por ello, las importaciones de huesos en Inglaterra crecieron de 14,400 libras en 1823 a 254,600 libras en 1837, según algunos historiadores.

En la década de 1830, el científico peruano Mario Rivero publicó los descubrimientos sobre las magníficas propiedades del guano: estiércol de aves marinas rico en fósforo, potasio y nitrógeno, reconocido como el mejor abono natural. Inmediatamente, arribó a Liverpool, Inglaterra, el primer bote cargado de guano proveniente de Perú (1835). A partir de 1841, Inglaterra monopolizó la extracción de guano peruano por casi dos décadas. En 1852 Estados Unidos mandó sus barcos a la Isla Lobos; en 1865 barcos españoles ocuparon las islas de Chincha, guaneras por excelencia, lo que desembocó en la Guerra del Pacífico (1879). Todos querían guano para abonar sus tierras agrícolas.

Surgió entonces un movimiento de terratenientes adinerados que formó la Sociedad Real Agrícola de Inglaterra. En 1837, esta Sociedad comisionó a Justus von Liebig para explicar las bases químicas del suelo y su relación con la agricultura. Tres años después, Liebig publicó su obra Química orgánica y su aplicación a la agricultura y fisiología.

Los economistas clásicos de la época explicaban que las propiedades del suelo estaban en general fijadas ya por la naturaleza; que los suelos fértiles ya se habían explotado y, ante el crecimiento de la demanda de granos por el incremento poblacional, se cultivaban tierras cada vez más deficientes. Por lo que la productividad de los suelos disminuía y los precios aumentaban. Aunque David Ricardo reconocía que la fertilidad del suelo podía mejorar con abono, enfatizaba que la posibilidad de mejora era muy limitada. Así, Malthus justificaba (naturalizaba) la falta de granos para la población que no tenía alimento: la fertilidad del suelo no alcanza para dar de comer a todos y por tanto era natural el hambre en las sociedades.

Los economistas clásicos carecían de la “perspectiva histórica”, de las transformaciones de la materia concretada en el suelo; de un entendimiento científico de la composición de éste y su constante cambio. No estudiaron o no entendieron la obra de Liebig. Pero Marx sí lo hizo. Incursionó en las complejas estructuras y reacciones de la química orgánica y, con su pensamiento dialéctico y materialista, concluyó que las tierras no tenían una fertilidad fija inmutable, que no había tierras siempre fértiles ni siempre infértiles; sino que la fertilidad podía incrementarse o perderse, dependiendo del manejo que se hiciera de estas.

Así, Marx incluyó en algunas de sus obras, principalmente en El capital, las características de la agricultura capitalista. Mostró que la agricultura capitalista extraía más nutrientes del suelo de los que le devolvía, dejando a las tierras infértiles; que los cultivos se vendían lejos de los sitios donde eran producidos y, por ello, la materia orgánica contenida en ellos no regresaba al suelo. Para Liebig y para Marx el empobrecimiento del suelo estaba directamente relacionado con la contaminación de las ciudades con desechos humanos y animales; los desechos humanos (también materia orgánica) que se concentraban en las ciudades, debido a la industria capitalista, tampoco regresaban al suelo y se amontonaban en las ciudades generando contaminación. De esta manera, dice Marx, se genera un desequilibrio entre el metabolismo o intercambio de materia entre el hombre y la tierra.

Pero el problema de la contaminación en las grandes ciudades ya había sido abordado por Edwin Chadwick en 1842 en su Reporte sobre las condiciones de la población trabajadora de Gran Bretaña. Este reporte sirvió de estímulo al movimiento por la salud pública e influyó fuertemente a Engels para escribir La situación de la clase obrera en Inglaterra.

En 1843 el terrateniente y agrónomo inglés John Bennet Lawes creó la primera fábrica de fertilizantes químicos a base de nitrógeno, fósforo, potasio y otros elementos. Pero estas fábricas tardaron en distribuirse fuera de Inglaterra. Fue hasta 1855 que las primeras fábricas de producción de fertilizantes se introdujeron en Alemania; a Estados Unidos llegaron hasta después de la Guerra Civil, y a Francia hasta después de la guerra Franco Prusiana.

En los Grundrisse (1857-1858), Marx anotó que en el capitalismo, la agricultura había dejado de ser autosustentable: que ya no disponía dentro de ella de las condiciones naturales para su propia reproducción; tales condiciones, como los nutrientes del suelo, ya no surgen naturalmente, de manera espontánea como antes, ahora estas condiciones existen como una industria independiente a ella (la industria de los fertilizantes). El capitalismo era incapaz de mantener las condiciones necesarias para el reciclaje de los elementos que constituyen el suelo y los medios de reproducción de este.

La industria y la agricultura a gran escala –decía Marx– combinan el empobrecimiento tanto del suelo como de los trabajadores, que también son parte del mundo natural. Más que solo un economista, Marx era un hombre estudioso, un filosofo materialista: entendía que la materia cambia, que el mundo natural tiene sus propias reglas de evolución, que los humanos influimos en nuestro entorno natural, así como éste influye en nosotros… En estos suelos empobrecidos por la agricultura capitalista, y en estas nacientes ciudades que concentraban desechos generadores de contaminación, germinó la semilla del ecologismo moderno; aquí vio la luz la crítica a la explotación capitalista de la naturaleza.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencia

Foster, J. B. (2004). La Ecologia de Marx Materialismo y Naturaleza. Editorial El Viejo Topo.

Greenwashing, el juego verde del capital

Enero 2022

Bolsas, botellas, ropa, zapatos elaborados con material reciclable y biodegradable saturan cada vez más los supermercados y centros comerciales. Alimentos veganos, productos y servicios “eco-amigables” o “socialmente responsables” son las mercancías de moda en el mundo, principalmente en los países desarrollados. Ante la intensificación de las manifestaciones de la crisis ecológica, gran parte de la opinión pública ha adquirido un interés genuino por contribuir a la solución de este grave problema. A su vez y, seguramente, como respuesta a este interés que se expande aceleradamente en la población mundial, el sistema de producción capitalista halló la manera de adaptarse al reto. Engendró al greenwashing o “lavado verde”.

Se trata de una táctica de marketing, cada vez más común, diseñada para hacer que los productos parezcan más sostenibles de lo que son. Es una forma de convencer a los clientes de que una empresa está tomando decisiones positivas para el medio ambiente. A través de colores, logotipos o frases ecológicas muchas compañías pretenden convencer a los compradores de que el producto es más natural, saludable o socialmente responsable que los productos competidores. Así, las empresas atraen a los clientes que se preocupan por el medio ambiente sin verse obligadas a hacer cambios significativos en sus prácticas empresariales. Volkswagen, la compañía petrolera BP, ExxonMobil, Nestlé, Coca-Cola, Starbucks, la distribuidora de muebles IKEA, marcas de moda como H&M y Zara, e incluso algunos bancos como HSBC han sido señalados públicamente por sus prácticas de lavado verde.

En 2020, la popular marca de moda H&M lanzó su línea Conscious, productos “limpios” y “reutilizados”. La ropa de la línea se fabricaba con “algodón 100% orgánico”. Poco después, la Fundación Changing Markets en Europa denunció que la compañía mentía en la descripción de sus productos y que usaba lenguaje ambiguo. Que el 96% de sus afirmaciones eran engañosas y falsas: en lugar de que su ropa fuera producida con un 100% de algodón orgánico, sólo el 20% era realmente algodón orgánico. Además, H&M y otras marcas como Zara y Nike han sido exhibidas recientemente por explotación laboral. Una investigación del Worker Rights Consortium de 2021 reveló que estas marcas retenían el sueldo desde hacía un año a trabajadoras (entre las que se encuentran menores de edad); que no les pagaban el sueldo mínimo a sus trabajadores en Karnataka,  uno de los núcleos de la industria de la confección de la India.

En 2018, Starbucks lanzó una tapa sin popote para sus bebidas, sin embargo, esta tapa contenía más plástico que la antigua combinación de la tapa y el popote. IKEA era considerada un ejemplo de empresa sostenible antes de 2020, hasta que uno de los minoristas de muebles fue vinculado con la tala ilegal en Ucrania.  Empresas de botellas de agua de plástico como Evian, Poland Spring, y Deer Park llevan la naturaleza en sus etiquetas. Pero sus botellas están diseñadas para ser de un solo uso y contribuyen al enorme problema de los residuos de plástico en todo el mundo.

El gigante británico de combustibles fósiles BP tiene todas sus estaciones de color verde. Pero su historia ha sido mas bien negra. En 2010, explotó la plataforma Macondo, ubicada cerca de las costas de Luisana, provocando el más grande derramamiento en la historia de la industria petrolera. Tras esfuerzos fallidos por contener el flujo, sellaron el pozo en el mismo año, pero los informes de 2012 indicaban que el pozo seguía teniendo fugas hacia el océano. Esto trajo consigo extensas afectaciones a los ecosistemas marinos, a la pesca, la salud humana, al turismo e incluso defunciones humanas. En 2013, los delfines y otras especies marinas (principalmente las crías) seguían muriendo en un número récord. En 2014 un estudio informó que el atún expuesto a los hidrocarburos del vertido desarrolló deformidades del corazón y de otros órganos.

BP roció en la superficie y en el fondo marino casi 2 millones de galones de un dispersante llamado Corexit, al que estuvieron expuestas miles de especies marinas y alrededor de 600 personas contratadas para limpiar el petróleo. Luego, estudios de la Universidad de Georgia y la Universidad de Miami indicaron que el dispersante inhibía el crecimiento bacterias naturales que consumen rápidamente el petróleo que los dispersantes sólo rompen. Que esta sustancia era tóxica para los humanos, y que la mezcla de Corexit con petróleo dañaba a los arrecifes incluso más que el petróleo solo. BP estuvo recogiendo toneladas de petróleo los años subsecuentes. Sin embargo, a la fecha, pueden encontrarse restos de petróleo en distintos puntos de la costa del Golfo de México. La mezcla de petróleo y dispersante continúan incrustadas en la arena.

Hace unos años, esta compañía se cambió el nombre a Beyond Petroleum (más allá del petróleo) y agregó paneles solares a algunas estaciones. Sin embargo, en 2019, los abogados de ClientEarth presentaron una denuncia en la que alegaban que las campañas publicitarias globales de BP engañaban al público al centrarse en los productos energéticos de baja emisión de carbono, cuando más del 96% del gasto anual de esta empresa se destina al petróleo y al gas.

Otro ejemplo es el de los alimentos veganos. Algunos se estos alimentos pretenden proveer a los consumidores de productos “libres de maltrato animal”, “libres de emisiones provocadas por el ganado”. Sin embargo, hay veces en que el resultado es exactamente el opuesto a las genuinas preocupaciones ecológicas del consumidor. Un caso notable es el de la leche de almendras. El consumo de este producto en Estados Unidos se ha incrementado en 250% en los últimos seis años. Pero el aumento en la demanda de la leche de almendras está diezmando a las poblaciones de abejas que se utilizan para polinizar las plantaciones de almendros porque: 1) La polinización de los almendros es particularmente agotadora, obliga a las abejas a interrumpir su descanso invernal uno o dos meses antes de lo esperado, alterando así su biorritmo, 2)  la concentración de miles de millones de abejas en un mismo lugar favorece la propagación de enfermedades, como la provocada por el ácaro varroa destructor, y 3) hay un uso irresponsable de herbicidas y pesticidas en las plantaciones de almendros, sustancias tóxicas que debilitan e intoxican a las abejas.

Como los anteriores hay muchos otros ejemplos. La realidad es que, tras las vestiduras verdes, la destrucción continúa. No la ven los consumidores porque ocurre en otros países o regiones. Si deja de consumirse “x” producto en los países nórdicos por la presión social de los crecientes movimientos verdes, las empresas irán a venderlo a los países pobres del Sur. El problema es más profundo, radica en la producción anárquica de bienes y servicios, regulada por el mercado. Un sistema de producción que no funciona para satisfacer las necesidades de la humanidad, ni para mantener el equilibrio de la vida, sino únicamente para satisfacer el voraz y creciente apetito del capital. 


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

https://www.workersrights.org.

https://www.clientearth.org/projects/the-greenwashing-files/.

La COP26 y el cambio climático

Noviembre 2021

Durante la primera quincena de noviembre del año en curso se llevó a cabo en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la vigésima sexta Conferencia sobre el Cambio Climático. El evento reunió a más de 130 jefes de Estado, presidentes y diplomáticos, que discutieron, principalmente, cuestiones relacionadas con el calentamiento global. El objetivo fue establecer medidas para reducir la próxima década en un 55% las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero, con el fin de limitar el aumento de la temperatura en 1.5 grados para finales del siglo.

Uno de los acuerdos más importantes fue el compromiso asumido por los diez países con más alta producción de carbón de reducir a cero las emisiones netas de gases contaminantes. Alrededor de 110 países prometieron frenar y revertir la deforestación y erosión de los suelos para 2030. Para alcanzar esta meta, cuarenta países comprometieron alrededor de 12 mil millones de dólares de sus finanzas públicas y 7,200 millones de sus finanzas privadas. Los países que forman parte de la Coalición de Alta Ambición (HAC) tomaron el acuerdo de poner fin a la nueva inversión destinada a la producción de energía con carbón a nivel nacional e internacionalmente, así como la disminución de los subsidios a combustibles fósiles. Además, se comprometieron a dar 100 mil millones de dólares al año para financiar las actividades del cambio climático de los países subdesarrollados. Cerca de 40 países se comprometieron con un plan internacional de tecnologías limpias, donde se promovería que éstas fueran asequibles en todo el mundo, principalmente en las ramas de producción donde se genera más contaminación. Por último, entre otras cuestiones, algunas entidades financieras se unieron con la Net Zero Banking Alliance (NZBA) con el objetivo de comprometerse a alinear sus préstamos y carteras de inversión con los objetivos del cambio climático.

A pesar de todas estas promesas de los jefes de estado, es sabido que en las conferencias previas ya se habían dado compromisos similares que no se materializaron en hechos. Por ejemplo, en 2009 los países más ricos ya se habían comprometido a proporcionar a los países subdesarrollados alrededor de 100 mil millones de dólares abarcando hasta 2020, para enfrentar los efectos del cambio climático, cosa que no se realizó. Adicionalmente, la mayoría de países incumplieron los acuerdos de 2015 y las emisiones de gases de efecto invernadero siguieron incrementándose durante 6 años más. De acuerdo con datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el cambio climático y sus efectos se intensificaron de 2015 a 2019, al grado de que se presume que fue el quinquenio más cálido jamás registrado; por otro lado, la concentración de gases de efecto invernadero han aumentado a niveles sin precedentes, confirmando una tendencia al aumento en el futuro.

Partiendo de que los compromisos de los jefes de estado de los distintos países son totalmente genuinos, quedaría por preguntarnos por qué a pesar de las 26 conferencias mundiales realizadas no se ha podido frenar el cambio climático. Una de las respuestas más sólidas tiene que ver con la explicación que se deriva del análisis del funcionamiento del modo de producción capitalista. Este modo de producción tiene como principal característica la búsqueda de la máxima ganancia por parte de los dueños de los medios de producción y del dinero; esto se logra únicamente a través de la valorización continua del capital. El monto de dinero que tiene la función de ser capital debe estar en constante incremento, de lo contrario, deja de ser capital; un monto de dinero estancado, sin invertir, no se está valorizando continuamente y pierde su carácter de capital. La forma por excelencia que tiene el capital de incrementarse es a través de la producción de mercancías, necesarias o no, que van al mercado a intercambiarse por dinero. Para que el sistema se mantenga, pues, deben estarse produciendo continuamente mercancías, cuyos procesos productivos necesitan de grandes cantidades de recursos naturales, entre ellos los combustibles que generan los gases de efecto invernadero, para poder producir.

Adicionalmente, como el fin último del capitalismo es la creación de mercancías para poder valorizar el capital, se crean mercancías al por mayor sin que muchas de ellas sean necesarias para la vida del hombre, o en su mayoría están predestinadas para tener una vida útil muy corta para ser remplazadas por mercancías nuevas y mantener constantemente el nivel de consumo necesario para que las mercancías puedan transformarse en dinero y se mantenga la valorización continua del capital.  Este consumo continuo de mercancías genera continuamente desechos que contaminan el medio ambiente.

Las energías renovables y la utilización de tecnologías limpias no serán impulsadas por los empresarios en tanto no les retribuya una ganancia. Se ha puesto el énfasis no en la prevención de la contaminación, sino en la limpia de lo ya contaminado, y esto a costa del Estado, o sea, pagado con recursos del erario que en la mayoría de países depende de los contribuyentes más empobrecidos. Para frenar el cambio climático no basta con que los jefes de gobierno se comprometan a limitar las emisiones de carbón, mientras los capitalistas continúen contaminando el planeta en la búsqueda de la máxima ganancia para sus inversiones. Hasta que no se cuestione el modo de producción capitalista y su naturaleza contaminadora y depredadora de los recursos naturales, seguirán planteándose medidas para frenar el cambio climático que no se cumplirán porque van en contra de la lógica del modo de producción vigente.


Ollin Vázquez es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Más allá de las cuotas de género: el androcentrismo en la ciencia

Julio 2021

Alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres en las posiciones políticas, laborales y académicas es, sin duda, un primer paso en el reconocimiento de las mujeres como seres humanos igual de valiosos que los hombres. No obstante, el cumplimiento cuantitativo de las cuotas de género no garantiza por sí mismo la consideración cualitativa de las mujeres; no garantiza que las acciones, contribuciones, e ideas de las féminas sean escuchadas o tomadas en cuenta en la misma medida que las del sexo opuesto; no garantiza que la existencia de la mujer sea reconocida con plenitud. La minusvaloración de la mujer se sostiene por la prevalencia de una sociedad androcentrista que otorga a los varones y a sus puntos de vista una posición central en el mundo, en la cultura y la historia. En este escrito ejemplifico el androcentrismo en la antropología, la investigación médica y la zoología.

Hasta 1990, los antropólogos identificaban como elementos determinantes en la estructura y funcionamiento de las sociedades humanas tempranas aquellos elementos atribuidos al sexo masculino: las herramientas de piedra más prominentes, la cacería, el arte, el poder político, la construcción de pirámides o la invención de la escritura. Relegaban u omitían los tópicos asociados con el sexo femenino, que también tuvieron una importancia enorme en la evolución humana: las prácticas de crianza, la socialización de los niños, las actividades sexuales y negociaciones sociales en torno a la muerte, el entierro y la herencia. Así, el hombre era el sujeto activo, el proveedor, el innovador, la quintaesencia de la humanidad, y esa “superioridad” masculina era algo natural e inevitable. Mientras la mujer –pasiva– quedaba fuera del dominio de la creación y la innovación (Moore, 1991; Kourany, 2012). En otras palabras, los hombres eran los protagonistas de la Historia, ellos habían generado todos los instrumentos que han hecho avanzar a la Humanidad y han protagonizado los episodios relevantes; las mujeres han asistido al desarrollo histórico como meras espectadoras del devenir humano (Lozano, 2011).

A pesar de que las mujeres habían sido siempre asociadas a la recolección de plantas y con su cultivo por los arqueólogos, cuando se trataba de explicar la profundidad del cambio sociocultural detonado por la agricultura, las mujeres desaparecían del escenario. Las explicaciones dominantes del surgimiento de la agricultura en las tierras orientales de Norte América: 1) postulaban a los chamanes (entendidos como hombres) y su uso ceremonial de sonajas elaboradas con calabazas como los catalizadores de la transición recolección-agricultura; 2) apelaban a los procesos automáticos de adaptación de las plantas en los entornos ecológicos alterados que rodeaban los asentamientos humanos (como si las plantas se domesticaran solas); o bien, recurrían a un proceso fortuito determinado por el patrón de deposición de los desechos humanos en lugares como los basureros o almacenes. Así, o fueron los hombres quienes inventaron la agricultura o la agricultura había surgido espontáneamente, pero en ningún caso se manejaba la posibilidad de que el conocimiento adquirido por las mujeres dado su trabajo como recolectoras y, posteriormente como horticultoras, haya tenido que ver en semejante descubrimiento (Lozano, 2011).

Gracias a recientes hallazgos, como los restos datados en cerca de 9.000 años de antigüedad encontrados en el yacimiento Wilamaya Patjxa, en los Andes Peruanos, ahora se sabe que la caza no era un dominio exclusivo de los hombres, que las mujeres,  jóvenes de entre 17 y 19 años, participaban también en la caceria. “Ahora está claro que la división sexual del trabajo fue fundamentalmente diferente, probablemente más equitativa, en el profundo pasado de cazadores-recolectores de nuestra especie” dice Randy Hass, investigador en antropología de la universidad de California Davis y principal autor del hallazgo (Haas et al., 2020). Las distorsiones antedichas de la interpretación antropológica han ido desapareciendo poco a poco de la academia, pero aún se lleva hasta límites insospechados en las representaciones museísticas, en las ilustraciones de libros de texto y en los dibujos explicativos de yacimientos arqueológicos (Lozano, 2011).

En el caso de la investigación médica sucedía algo similar, principalmente en los Estados Unidos. A pesar de que las enfermedades cardiovasculares eran –y continúan siendo– la principal causa de muerte entre las mujeres, estas enfermedades fueron definidas hasta los años 90s como enfermedades masculinas: eran estudiadas prácticamente en hombres blancos, jóvenes y de clase media (Bueter, 2017). Ejemplo de ello es el resultado arrojado por un estudio publicado en la Journal of the American Medical Association. En él se analizaban todos los ensayos clínicos usados para tratar ataques cardiacos publicados en todas las revistas de lengua inglesa de 1960 a 1991. El resultado fue que menos del 20 por ciento de los objetos de estudio habían sido mujeres (Kourany, 2012).

Las consecuencias de dicha negligencia no eran triviales. Como las mujeres no eran investigadas en términos médicos junto con los hombres, por muchos años se ignoró que las mujeres presentan síntomas, patrones de desarrollo de las enfermedades y reacciones a los tratamientos distintos de los desarrollados por los hombres. En consecuencia, pocas veces se detectaban las enfermedades cardiacas en las mujeres y, lo que es peor, una vez que se detectaban, eran tratadas de manera incorrecta. Las medicinas que eran indicadas a los hombres causaban problemas en muchas mujeres. Es el caso de algunos trombolíticos (sustancias para disolver los coágulos sanguíneos) usados para tratar ataques cardiacos en los hombres, que provocaban problemas de sangrado en las mujeres. Algunas medicinas, como los antidepresivos, variaban en sus efectos a lo largo del ciclo menstrual, mientras que el acetaminofén y otras sustancias para aliviar el dolor eran expulsadas del cuerpo femenino más lentamente que del masculino (Kourany, 2012). Estudiar única o principalmente a los hombres resultaba en errores a la hora de prescribir medicamentos y dosis para las mujeres.

Dentro de la zoología, las hembras fueron por mucho tiempo automática y exclusivamente entendidas como madres (Zuk, 1993), como si ningún otro rol biológico o social existiese. Cuando en realidad, en el caso de varios animales sociales como las abejas y hormigas, las hembras son las que consiguen el alimento para la colonia. Además, la elección de macho que llevan a cabo las hembras ha sido identificada como el mecanismo responsable de la evolución de muchos de los caracteres sexuales físicos y conductuales que distinguen a los machos de ciertas especies (selección sexual); es el caso de los coloridos y frondosos plumajes de los machos de las aves paraíso o de las rutinas artísticas que lleva a cabo el pájaro saltarín azul, en la que el macho líder es apoyado por tres bailarines jóvenes para atraer la atención y voluntad de las hembras. Aunque la importancia de la elección de pareja efectuada por las hembras fue identificada como una fuerza de selección sexual desde Darwin (siglo XIX), su influencia en el estudio de la evolución biológica fue ampliamente desestimada hasta casi la última década.

La perspectiva social y cultural influye directa y fuertemente en lo que las ciencias estudian (objeto de estudio), así como en interpretación de sus hallazgos. Una sociedad androcentrista tejerá sus ramas dentro de la ciencia, las artes y la política… Algunas antropólogas feministas han demostrado que en sociedades prehistóricas donde imperaba la igualdad en las relaciones entre hombres y mujeres, los investigadores han sido muchas veces incapaces de percibir esta igualdad potencial porque insisten en traducir diferencia y asimetría como desigualdad y jerarquía. “Los investigadores, guiados por su propia experiencia cultural, equiparan la relación asimétrica entre hombres y mujeres de otras culturas con la desigualdad y la jerarquía que presiden las relaciones entre los dos sexos en la sociedad occidental”  (Moore, 1991).

Los científicos, así como las personas de las demás profesiones, pertenecen a una cultura, clase social, sexo u orientación sexual específica. En consecuencia, entienden e interpretan los fenómenos desde puntos de vista espacio-temporales-culturales distintos. Los intereses, ideologías y sensibilidades de cada persona influyen en las cuestiones que estos investigan y en las que ignoran, en los supuestos que aceptan y en los que rechazan, en los datos que seleccionan para estudiar y en la forma en que interpretan esos datos (Kourany, 2012). Por tanto, no es de extrañar que las arqueólogas, investigadoras médicas y zoólogas hagan ciencia de forma diferente a sus colegas masculinos, planteen nuevas preguntas, nuevas hipótesis, o utilicen nuevos conceptos.

De lo anterior se desprende que los científicos, pero también los políticos, artistas, maestros, estudiantes, etc. debemos escuchar una variedad de voces, incluidas las de las mujeres. Ello resultará en una ciencia y en una sociedad más productiva, objetiva y menos tendenciosa. Por qué y desde cuándo la sociedad gira en torno al sexo masculino es tema que escapa a este escrito, pero definitivamente, es un fenómeno histórico, que no ha existido siempre y, por tanto, tampoco es eterno.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

Kourany, J. 2012. Feminist Critiques: Harding and Longino. Philosophy of Science: The Key Thinkers, 236.

Zuk, M. 1993. Feminism and the study of animal behavior. BioScience43(11), 774-778.

Bueter, A. 2017. Androcentrism, Feminism, and Pluralism in Medicine. Topoi 36, 521–530

Haas, R., Watson, J., Buonasera, T., Southon, J., Chen, J. C., Noe, S., … & Parker, G. 2020. Female hunters of the early Americas. Science advances6(45), eabd0310.

Moore, H. L. 1991. Antropología y feminismo (Vol. 3). Universitat de València.

Liberación cultural contra el comunismo

Mayo 2021

Este 2021 se cumplen 76 años de la derrota del nazismo por las fuerzas armadas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Podría esperarse que, al tratarse de un hecho histórico, de algo real, la narración e interpretación de los sucesos fuese la misma; sin embargo, el paso del tiempo y las investigaciones históricas al respecto, han demostrado que existe más de un modo de concebir estos sucesos que marcaron el siglo XX y que continúan influyendo en el XXI.

Cuando terminó la Guerra, Winston Churchill, primer ministro británico, telegrafió a Stalin, líder de la URSS, aseverando que “Las generaciones futuras reconocerán su deuda con el Ejército Rojo en una forma tan franca como lo hacemos nosotros que hemos vivido para presenciar estas pujantes hazañas”. 76 años después se puede decir que no pasó así, por lo menos no como un fenómeno general. En la narrativa histórica presentada en este siglo, fueron los Estados Unidos quienes vencieron al nazismo; esto lo sabe cualquiera gracias al montón de películas, series, libros, cómics, de consumo cultural promedio en el que los Estados Unidos salvan al mundo y la URSS aparece como parte de los malos.

Esta narrativa excesivamente simplificada ha sido suficiente para “educar” al ciudadano promedio. Sin embargo, es ineficiente para convencer al sector que tiene una visión más “crítica” de la sociedad o que por lo menos cuenta con una preparación académica por encima del promedio. Desde 1941, Martin Dies, miembro del Congreso de EE. UU. de 1931 a 1945 y primer presidente del Comité de Actividades Antiestadounidenses, tenía clara la necesidad de un discurso anti-URSS. Cuando Roosevelt declaró que la defensa de la Unión Soviética era crucial para Estados Unidos, él le escribe al presidente Roosevelt diciendo que pretende “aprovechar todas las oportunidades que se me presenten para dar a conocer al pueblo americano las similitudes que existen entre Stalin y Hitler”. La carta no menciona las características específicas a que Dies hace referencia, posiblemente porque la realidad que estaba viviendo el mundo entero mostraba que nazismo y comunismo eran totalmente diferentes.

El 5 de mayo de 1953, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) aprobó el “Programa de Adoctrinamiento”, con el fin de financiar proyectos de intelectuales, artistas e investigadores para que hicieran contrapeso a la doctrina comunista. Un programa de este tipo atacaba al comunismo sin una amenaza abierta de guerra. Así, se financiaron congresos, revistas, investigaciones, exposiciones culturales, películas, todo lo que pudiera contribuir a presentar al comunismo como la otra cara del fascismo. Uno de estos congresos financiados por la CIA fue el Congreso por la Libertad Cultural en el que participaron intelectuales de gran influencia como Benedetto Croce, Karl Jaspers o Bertrand Russell; el presidente de este Congreso fue Michael Josselson, conocido oficial de la CIA. El Congreso contó con el financiamiento para presentarse en todo el mundo.

El modo más eficaz que se encontró para igualar comunismo y fascismo fue a través del concepto de totalitarismo, cuya definición es tan general que permite hacer equiparaciones abstractas, y tan conveniente que solo se aplica a los estados que van contra el capitalismo, pero nunca a las naciones verdaderamente totalitarias como Estados Unidos, Inglaterra, Alemania.

Estos hechos aparentemente lejanos, continúan teniendo una fuerte influencia en la producción cultural contemporánea, y siguen cumpliendo su finalidad al quitarle a la URSS el mérito que le corresponde por derrotar al nazismo equiparándola a este. Una investigación honesta sobre los hechos tendría que reconocer los errores de la URSS, pero también que fue esta la única nación que se atrevió a ir contra el nazismo cuando nadie más quiso hacerlo.


Jenny Acosta es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

¿Quién le debe a quién?

Mayo 2021

La interacción del hombre con su entorno ha existido siempre. Las sociedades humanas producen y reproducen las condiciones materiales de su existencia a partir de un proceso de intercambio (metabólico) de energía y materia con la naturaleza, generando así una determinación recíproca entre sociedad y naturaleza. Al organizar sus sociedades, los humanos  modifican de un modo particular su entorno natural. Así, las diversas modalidades de organización productiva de las sociedades han implicado un trato particular y diferenciado para con el mundo natural[1]. A veces el hombre ha beneficiado y a veces perjudicado a los sistemas y procesos ecológicos.

A partir de la Revolución Industrial y el consecuente desarrollo del capitalismo se duplicaron las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEIs); se disparó la polución, la alteración de hábitats y extinción de especies, así como la aparición de enfermedades y pandemias.  Particularmente, la industria del petróleo y el gas ha sido la principal causante de la catástrofe ecológica. Sin embargo, el sistema económico prevalente no ha encontrado la manera de que la economía crezca si no es con combustibles fósiles. A pesar de los compromisos pactados en el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París (COP21), las emisiones de GEIs no disminuyen. En palabras del economista ecológico Joan Martínez Alier “en lugar de una transición energética que deje los combustibles fósiles de lado, lo que hay son adiciones energéticas: los países extraen más carbón, gas y petróleo que antes, y están poniendo muchísima energía solar y eólica, pero como un extra”.

Al mismo tiempo crece también en todas partes la depredación de recursos, y no precisamente a causa del aumento de la población humana. Existe un comercio ecológicamente desigual entre los países ricos del Norte y los países pobres del Sur, con el consecuente desplazamiento de los costos ambientales en la misma dirección: Estados Unidos importa más de la mitad del petróleo que consume; la Unión Europea importa cuatro veces más toneladas de minerales, petróleo, carbón y soja  de lo que exporta, mientras que América Latina está exportando seis veces más toneladas de estos productos de lo que importa. Las economías del Sur se apoyan considerablemente en un aumento de las exportaciones de productos primarios[2], pero se quedan con los costes de las actividades extractivas de los capitales del Norte (afectaciones al entorno natural y a la salud humana) y no han logrado incorporar dichas externalidades negativas locales en los precios de los productos que exportan[3].

La misma desigualdad observamos en las emisiones de dióxido de carbono, causa principal del cambio climático. A decir del informe sobre la Desigualdad Extrema de las Emisiones de Carbono de la  Oxfam, la huella de carbono (indicador que mide la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) producidos por un individuo, organización, evento o producto)  media del 10% más rico de la población es hasta once veces superior a la mitad más pobre de la población y la huella de carbono media del 1% más rico de la población mundial podría multiplicar por 175 a la del 10% más pobre. El informe continúa “si bien el nivel de emisiones de algunas economías emergentes como China, India, Brasil y Sudáfrica es elevado y aumenta rápidamente, las emisiones derivadas de los hábitos de consumo incluso de su población más rica siguen siendo inferiores a las de sus homólogos en los países ricos miembros de la OCDE”[4].

Otro ejemplo es el de los vehículos eléctricos. Estos son una buena noticia en la lucha contra el cambio climático, pero la extracción de los minerales para fabricar sus baterías genera problemas ambientales en países del Sur en desarrollo. Más de la mitad de las reservas naturales de litio se encuentran debajo de las regiones andinas de Bolivia, del salar del desierto de Atacama, en Chile, y de Argentina. Como la extracción de este mineral requiere grandes cantidades de agua subterránea, los productores de quinoa y pastores de llamas indígenas ahora tienen que competir con los mineros para acceder al agua en estas regiones, que son de las más secas del mundo. Respecto al cobalto, empleado para aumentar la eficiencia de las baterías, casi la mitad de las reservas mundiales se encuentra en la República Democrática del Congo, de ahí se extraen dos tercios de la actual producción global. Sin embargo, según informes de la UNICEF, casi el 20 por ciento del cobalto extraído en este país africano proviene de minas artesanales, donde unos 40 000 niños trabajan en condiciones extremadamente peligrosas: rodeados de polvo con metales tóxicos que provocan problemas de salud como enfermedades respiratorias y defectos congénitos.

La situación antedicha ha derivado en una deuda ecológica de los países industrializados del Norte frente a los países del Sur, no solo por el saqueo de sus recursos naturales y el daño ambiental, sino por el comercio injusto y el aprovechamiento exclusivo del espacio ambiental como depósito de los GEIs o residuos eliminados por los países del Norte. Según estudios del Observatorio de Multinacionales en América Latina podríamos identificar entre los principales deudores a grandes transnacionales como la estadounidense Chevron-Texaco, Repsol, BBVA e Iberdrola. Estas corporaciones generan grandes externalidades negativas en el Sur que no son considerados en sus cuentas, ni son resarcidas o restauradas. En febrero de 2011, un tribunal ecuatoriano sancionó a Chevron-Texaco con 8.600 millones de dólares de multa por contaminar la Amazonía durante 18 años. Dentro de los deudores están también los gobiernos del Norte que apoyan la actividad exterior de estas empresas y trazan el camino legal para sus proyectos e inversiones. La Iniciativa de Materias Primas de la Unión Europea, por ejemplo, pretende conseguir que las compañías europeas tengan acceso a los minerales clave para la economía europea en los países en desarrollo, a partir de la eliminación de tasas de exportación o reglas restrictivas de inversión[5].

La creciente explotación provocada por el actual modelo económico no sólo da origen a una larga lista de problemas ambientales. También genera, cada vez más, conflictos sociales graves que se manifiestan en múltiples y frecuentes movimientos de resistencia popular e indígena contra el avance de las actividades extractivas de las empresas multinacionales. En la costa ecuatoriana, por ejemplo, los manglares han desaparecido para poner camaroneras, la gente que vivía ahí, de la recolección de conchas, ha sido poco a poco desplazada. En la India, hay una fuerte lucha contra una famosa represa en el río Narmada;  la gente protesta en defensa del río, pero también en defensa de la gente, pues si esta represa es completada,  entre 40 y 50.000 personas tendrían que dejar de habitar la región. Quizá el caso más sonado sea el de la minería: comunidades de Guatemala, Perú, Argentina, México, India e Indonesia se defienden apelando a la declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos territoriales indígenas y tribales bajo el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, o recurren  a otras acciones y planteamientos legales, generalmente sin éxito.  En la Amazonía hay comunidades que resisten contra las empresas petroleras como Texaco y Repsol. En Ecuador se plantan miles de hectáreas de pino para capturar dióxido de carbono europeo, pero algunas comunidades empiezan a protestar porque no se pueden comer los pinos, no pueden sembrar o criar ganado y, si hay un incendio, el contrato los obliga a replantar[6].

La mitad más pobre de la población mundial (aproximadamente 3,500 millones de personas), dice la Oxfam, sólo genera alrededor del 10% del total de las emisiones mundiales atribuidas al consumo individual y vive mayoritariamente en los países del Sur más vulnerables al cambio climático; mientras que el 10% más rico del mundo es responsable del 50% de estas emisiones. Ahora, los multimillonarios Bill Gates, Elon Musk, Michael Bloomberg y Jeff Bezos han adoptado un “papel activo” en la lucha contra la crisis climática. Sin embargo, todo el dinero que invierten en frenar el calentamiento global no soluciona la raíz del problema: un sistema de producción “libre”, desordenada y de consumo masivo que altera y degrada el planeta en cada uno de sus rincones; una sociedad con cada vez mayores emisiones de las cuales este 1 % de millonarios es mayoritariamente responsable.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Oddone, C. N., y Granato, L. 2005. La deuda ecológica con los países del Sur.

[2] Martínez Alier J. 2005. El Ecologismo de los Pobres. Conflictos Ambientales y Lenguajes de Valoración.

[3] Oddone, C. N., y Granato, L. 2005. La deuda ecológica con los países del Sur. 

[4] Oxfam. 2015. La Desigualdad Extrema de las Emisiones de Carbono.

[5] Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL). Deuda ecológica.

[6] Martínez Alier J. 2005. El Ecologismo de los Pobres. Conflictos Ambientales y Lenguajes de Valoración.

Referencias

Oddone, C. N., y Granato, L. 2005. La deuda ecológica con los países del Sur. Ecología política, (29), 75-86.

Oxfam. 2015. La Desigualdad Extrema de las Emisiones de Carbono. https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/mb-extreme-carbon-inequality-021215-es.pdf

OMAL. Deuda Ecológica. https://omal.info/spip.php?article4833.

Martínez Alier J. 2005,. El Ecologismo de los Pobres. Conflictos Ambientales y Lenguajes de Valoración. Icaria, Barcelona.

¿Antropoceno o capitaloceno?

Abril 2021

Antropoceno es un termino popularizado por Paul Crutzen para denominar la época geológica que comienza hace aproximadamente 12,000 años, en la que “la humanidad ha actuado como fuerza geológica”, modificando desde los genes hasta el clima. Es la Era de “dominio humano sobre los procesos biológicos, químicos y geológicos de la Tierra”.

Hasta ahora, el discurso dominante sobre cambio climático y pérdida de diversidad ha estado empapado de referencias a la humanidad como tal, a la naturaleza humana, a la humanidad como un gran villano. La ciencia climática y la política apuntan constantemente a una autoflagelación colectiva indiferenciada y a llamamientos a la población en general para que enmienden sus patrones de consumo, entre otros malabares ideológicos que ocultan el verdadero motor de la catástrofe ecológica de los últimos siglos.

La interacción del hombre con su entorno ha existido siempre. A veces el hombre ha beneficiado y a veces perjudicado a los sistemas y procesos ecológicos. En su obra Colapso, por qué algunas sociedades perduran y otras desaparecen, el antropólogo Jared Diamond ilustra casos en que sociedades antiguas como la de la Isla de Pascua, los anasazi del oeste estadounidense, los mayas, las colonias vikingas en Reino Unido, Groenlandia e Islandia, entre otras, colapsaron en gran medida, o en su totalidad, porque agotaron sus recursos naturales. Por tanto, sería erróneo recurrir a un romanticismo histórico en el que se señale la relación de los primeros humanos con la naturaleza como una relación idílica, en la que todo era paz y armonía.

Sin embargo, esta interacción se ha dado en distintas direcciones y magnitudes. A raíz de la Revolución Industrial se duplicaron las concentraciones de gases de efecto invernadero; se dispararon la polución, la alteración de hábitats y el incremento de las enfermedades y pandemias. Desde entonces, todos estos cambios han ocurrido aceleradamente, exterminando a gran parte de nuestra especie, –a aquellos sin recursos para aislarse de las pandemias en sus casas de campo–, y a alrededor de 150 especies por día en los últimos años.

Las máquinas de vapor que potenciaron la Revolución Industrial no surgieron ex nihilo. La elección de un motor para la producción de mercancías no era una prerrogativa de la especie humana, ya que presuponía la institución de mercancías y del trabajo asalariado. Fueron los dueños de los medios de producción, una fracción ínfima de la humanidad (todos hombres y hombres blancos), quienes instalaron el nuevo motor principal desde finales del siglo XVIII.

Cuando los imperialistas británicos penetraron en el norte de la India en el siglo XV, tropezaron con vetas de carbón que ya eran conocidas por los nativos. Los indios tenían los conocimientos básicos de cómo excavar, quemar y generar calor a partir del carbón; sin embargo, no les importaba nada el combustible. Por el contrario, los británicos, querían desesperadamente el carbón del suelo  para impulsar los barcos de vapor en que transportaban las materias primas extraídas de los campesinos indios hacia la metrópoli, así como sus excedentes de productos de algodón hacia los mercados del interior.

La industria del petróleo y el gas ha sido la principal causante de la catástrofe ecológica. El espíritu del capital fósil fue expresado claramente por Rex Tillerson, presidente y CEO de ExxonMobil: “Mi filosofía es hacer dinero. Si puedo perforar y hacer dinero, entonces eso es lo que quiero hacer”. La mayor parte de la explosión de emisiones del siglo XXI se origina en China. Pero más que el crecimiento de la población china y su consumo doméstico, el motor de dicha explosión ha sido la expansión de la industria manufacturera, implantada en China por el capital extranjero para extraer plusvalía de la mano de obra local, percibida como extraordinariamente barata y disciplinada.

Explicar relaciones sociales como propiedades “naturales” de la especie humana  no es nada nuevo. Como establece Andreas Malm, investigador de Ecología Humana en la Universidad de Lund, “deshistorizar, universalizar, eternizar y naturalizar un modo de producción específico de un determinado tiempo y lugar, son las estrategias clásicas de legitimación ideológica”, “la humanidad es una abstracción demasiado delgada para llevar la carga de la culpabilidad”.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Los hechos científicos… ¿se hacen?

Rodrigo Sánchez Villa

Hoy en día hablamos de hechos y más hechos, los científicos parecen ser los más rigurosos. Por ejemplo, no negaríamos la existencia de los próximos efectos del cambio climático o del SARS-CoV-2 que inundan al mundo con sus consecuencias. En este sentido podemos dar una vasta cantidad de hechos científicos; sin embargo, reflexionar sobre estos no ha sido de gran atención para la sociedad en general. ¿Por qué será así? ¿Será que la racionalidad científica trabaja de manera que siempre se muestra imperante? ¿Acaso hemos llegando a un punto en el que la ciencia se ha vuelto dogmática? Si no procedemos cuidadosamente, esto podría llevarnos a conclusiones aberrantes. Así pues, si concuerda en que la respuesta tampoco se encuentra en dirigirse a un dogmatismo científico, valdría la pena que me acompañe con la siguiente pregunta: ¿qué es lo que la ciencia ha denominado como hechos?

Desde la primera mitad del siglo XX hasta nuestros días, el estilo de pensamiento predominante en la investigación científica continúa siendo el realismo científico, particularmente el desarrollado por el “Círculo de Viena”. Este movimiento filosófico pretendía unificar la ciencia a partir de la delimitación de lo que es o no un conocimiento científico mediante métodos de verificación y justificación del mismo. En consecuencia, se estableció que lo “real” está estructurado de manera independiente y, además, es verificable empíricamente. Pero, ¿qué es un hecho bajo la lupa del realismo científico? Es algo dado en el mundo y, en consecuencia, la investigación científica tiene las mejores herramientas epistemológicas para conocerlo. Tomemos una enfermedad como la tuberculosis para problematizar el realismo científico; esta enfermedad, que está presente en un tercio de la población mundial, se debe a la existencia material de un agente patógeno denominado Mycobacterium tuberculosis. Esta bacteria ha estado ya-presente, incluso, antes de su descubrimiento en 1882 por Robert Koch. Sin embargo, ¿la enfermedad como un hecho, tiene una estructura metafísica o sólo tiene existencia en su expresión concreta? En otras palabras, ¿existe la tuberculosis como algo dado o sólo existen cuerpos que hoy podemos denominar como tuberculosos? Esta pregunta se manifiesta de la misma manera en la que Ludwik Fleck, un médico-sociólogo del siglo XX, se planteó ante el conocimiento científico-médico de su época ¿Los hechos científicos están dados de verdad en la realidad o son construidos por las comunidades de pensamiento científicas?

La respuesta la encontramos en la obra capital de Fleck, la génesis y desarrollo de un hecho científico, donde se propone desenmarañar históricamente lo que denominamos como “sífilis”. Dentro de esta investigación, Fleck señala que la concepción de la sífilis ha cambiado de acuerdo a la época: rondando por el siglo XV, la sífilis era atribuida a un castigo teológico-religioso, señalando que era un mal venéreo causado por el pecado del acto sexual; pero no era la única concepción de la época, médicos-prácticos se ocupaban empíricamente de erradicar la enfermedad con dosis adecuadas de mercurio (ahora sabemos que este tratamiento es fatal para el cuerpo). Dentro de las investigaciones acontecidas, un punto fundamental fue que en el transcurso de la historia se concibió la idea de “sangre sifílica”, que permitió “descubrir” posteriormente la presencia de un agente causal: Treponema pallidum, pues este se transmite por el contacto de llagas infectadas en el acto sexual, llegando así a lo que conocemos hoy como sífilis. ¿Qué relevancia tiene lo anterior? Aquel “descubrimiento” que parece puramente empírico al haber encontrado un agente causal para la sífilis, no lo es, pues para llegar a este agente causal, dentro de la comunidad científica, era necesario establecer previamente “lo aceptado y lo aceptable”, esto es, delimitar el significado de las observaciones de los laboratorios a lo que es aceptado por su colectivo de pensamiento, sin olvidar que la realidad habla de sí y muestra lo que puede ser aceptable. Fleck lo manifestaría aclamando que “la manera en que vemos algo ya nos dice lo que vemos”, pues la misma acción de observar es un experimento, en el sentido que nos transmite a lo concreto. No obstante, esta transmisión a lo “real” nunca se realiza de manera individual, sino a través de un pensamiento científico (una actitud particular hacia la realidad); el error del pensamiento científico con respecto a lo “real” ⸺señala Fleck, se encuentra cuando el científico pretende sólo conocer el contenido lógico de un hecho, es decir, creer que lo real es algo fijo y absoluto.

La consecuencia directa de esta propuesta es que los hechos empíricos son relativos a la época en la que se vive un fenómeno, pues estos tienen un desarrollo histórico que limita la manera de observar. Esto vuelve atractiva la propuesta del médico-sociólogo, ya que renueva la crítica de la carga teórica de la observación científica, pero lo singular está en que coloca en segundo plano la teoría científica e instala por encima la práctica. Pues los experimentos mismos son caminos para significar la realidad. Por tanto, no habría posibilidad de pensar a los hechos científicos como independientes de la subjetividad, ya que la naturaleza histórica del humano provoca una diversidad de actitudes en relación con el mismo objeto.

Vale decir que Fleck abre un nuevo camino: los hechos científicos son una construcción que conlleva relaciones activas y pasivas de una comunidad científica que se establece por un estilo de pensamiento dominante en cierta época. Así pues, lo concebido por la epistemología clásica como sujeto-objeto, científico-mundo, está embebida en un tercer factor: el estado de conocimiento, causando que los hechos científicos sean referentes a la época en la que se vive un fenómeno. En otras palabras: los hechos se significan. Lo real, los entes, y su posibilidad, más que estar en el mundo de manera fija, son una multiplicidad, pues dependiendo de la actitud psico-social de la época, se generará un hecho científico. Sin duda esta aseveración causará ruidos que resonarán para un científico o un médico.

⸺ ¡La sífilis es una enfermedad causada por una bacteria!

Claro que sí, pero Fleck nos recordaría: aquello que es realidad para la cultura, es realidad para la naturaleza.


Rodrigo Sánchez Villa es biólogo por la UNAM. Opinión invitada

“Medicina y salud pública al final del imperio” de Howard Waitzkin: una presentación de la medicina social

Enero 2021

La pandemia ha evidenciado la insuficiencia de la medicina y del sistema de salud mexicanos. Después de casi un año de la pandemia del COVID-19, a finales de 2020, con base en 10 de indicadores[1], el Ranking de Resiliencia al Covid de Bloomberg consideró a México como el peor país para vivir durante la pandemia; además, a nivel mundial, el personal sanitario mexicano encabeza la lista de fallecidos en el combate contra el virus (González, 2020).

La desigualdad extrema que caracteriza a nuestro país se manifiesta en una desigualdad muy alta en acceso y cobertura efectiva a los servicios del sistema de salud. El resultado de lo anterior y del empobrecimiento de la sociedad mexicana es que la salud de la gran mayoría, con más incidencia en los estratos de más bajo ingreso, muestra enfermedades con patología[2] o causa evitable, discapacidades y muertes prematuras (Lozano et al., 2014). El país experimenta una modificación de su perfil epidemiológico (Frenk et al., 1991, Rivera et al., 2020), y esta transición epidemiológica consiste en que en los últimos años las enfermedades crónicas no transmisibles y degenerativas han ido aumentando entre los pobres (Rivera et. al, 2020). La explicación de los determinantes de la transición no es en absoluto sencilla y su tratamiento detallado está fuera del alcance de este documento; sin embargo, aunque los principales determinantes son ecológicos, socioeconómicos, políticos, culturales, médicos y de la salud pública (Omran, 2005), en México, la alta prevalencia de dichas enfermedades (Solano, 2020) no se puede explicar sin el incremento de la tasa de incidencia de las enfermedades ocupacionales en los últimos 10 años que, además, cuenta con un subregistro de 84% (registramos solo el 16% de los casos, 82,000 aproximadamente) (Ortega, 2019). Adicionalmente, las enfermedades crónico-degenerativas son responsables del 50% de los decesos a escala nacional (Poy, 2020) y los costos de la atención sanitaria asociada a ellas tienen la capacidad real de contribuir a agotar más rápidamente los recursos de las familias debido a que tales padecimientos a menudo conllevan un prolongado y oneroso tratamiento, a veces, incluso, provocan la desaparición del principal sostén de la familia o la reducción de su capacidad de generar ingresos, pérdida del patrimonio, entre otros, empujando cada año a millones de personas a la pobreza (OPS, 2004).

En este contexto, es necesario cuestionar los factores que contribuyeron a un impacto mayor de la pandemia en la salud y en la economía mexicanas, y si es posible reducir los efectos más perjudiciales. El libro que aquí se reseña responde a dichas cuestiones de manera esencialmente distinta a la narrativa oficial, la cual afirma que la pandemia ha sido la causante de los graves estragos en la salud y la economía global. La narrativa oficial asigna la culpa del colapso económico y de los sistemas de salud al SARS-CoV-2 y a su inesperada irrupción en la escena mundial, quitando la atención que corresponde a las contradicciones e inestabilidades estructurales al sistema capitalista, las cuales en cualquier caso podrían llevar a una situación similar en el futuro, como se predijo mucho tiempo antes de que la pandemia comenzara.

En un cruel ensayo controlado aleatorizado (RCT, por sus siglas en inglés) –como los que gustan hoy a los científicos más prestigiosos–, se ha comprobado que los sistemas sociales dentro del llamado “grupo de control”, en el que se considera a los países en los que las autoridades no actuaron de manera temprana, con sistemas de salud pública organizados en torno a los principios capitalistas, o que sufren recortes y privatizaciones como resultado de ideologías económicas capitalistas, no funcionan para el tratamiento efectivo de pandemias. En este tipo de sociedades las ventajas de las medidas más restrictivas que generan efectos económicos devastadores parecen razonables. En contraparte, el “grupo de países en tratamiento”, es decir, los que se prepararon ante la alerta, que hicieron pruebas masivas, que rastrearon y aislaron a las personas infectadas y que tienen sistemas de atención de la salud organizados en torno al acceso universal a los servicios y a un enfoque de la salud pública bien financiada y organizada han controlado mucho mejor la pandemia hasta ahora (Waitzkin, 2020).

El colapso económico actual, atizado por la pandemia, es la manifestación de necesidades materiales del sistema[3] y, por tanto, debe representar un llamado de urgencia a la transformación. Podemos decir que, en efecto, así está sucediendo. Y el método de análisis de Marx, como el que utiliza en su libro Howard Waitzkin, ha vuelto a ser imprescindible en el debate político de la salud.

Aunque los aportes de Marx y de Engels, obtenidos a través de la aplicación del materialismo histórico y dialéctico como método de investigación sobre el proceso salud-enfermedad no se encuentran como tal en alguno de sus textos, los trabajos en que más abundan al respecto son El Capital y La situación de la clase obrera en Inglaterra. Con base en sus postulados se pueden construir las siguientes tesis (Soriano, 2016). Primero, cada formación social y cada etapa de desarrollo de la misma crea su propia patología y produce las condiciones sociales para la reproducción de ésta, en consonancia con el modo de producción prevaleciente. Segundo, existe una situación diferencial entre las dos clases sociales fundamentales presentes en las formaciones sociales con respecto a la morbilidad[4], la esperanza de vida y el acceso real a los servicios médicos. Tercero, en el mismo sentido, dentro del proletariado existe también una situación diferente entre los diversos sectores que lo componen. Y cuarto, existe una situación diferente entre la ciudad y el campo.

La pandemia ha mostrado la vigencia de las tesis enunciadas: las sociedades han creado sus propias patologías, han producido las condiciones sociales para reproducirlas y, en este sentido, han sentado las bases para que la pandemia ilustre la gravedad de las diferentes situaciones y que, en este caso, el capital no cede en contra de sus intereses si no reconoce una amenaza seria contra ellos.

En el prefacio, Waitzkin explica cómo Medicina y salud pública al final del imperio es resultado de su activismo e investigación. A partir de ello, el autor comenzó un esfuerzo de largo plazo para estudiar la medicina social latinoamericana. En el proceso estudió con mayor profundidad las relaciones, manifiestas y/o sutiles, entre salud e imperialismo[5] y entendió cómo los servicios de salud y la salud pública históricamente se han entrecruzado con la construcción del imperialismo. La tesis que se desarrolla consiste en que la salud pública y los servicios de salud no solo contribuyeron al imperialismo en sus primeros pasos, también a los patrones neoliberales vistos en las décadas más recientes que revitalizaron el capitalismo. Waitzkin demuestra cómo, aunque el capitalismo no se ha acabado exactamente, debido a que se ha convertido en un sistema plagado de contradicciones, no puede seguir sosteniendo los antiguos patrones de dominación internacional. Existen resistencias al capitalismo que ha buscado consolidarse y que han provocado mejoras, particularmente en términos de salud. Por ello, dice, es necesario entender de manera más profunda las relaciones entre imperio y salud, y cómo estas relaciones también se están transformando.

El libro se compone de tres partes ordenadas cronológicamente. La primera parte se centra en lo que Waitzkin nombra el pasado del imperialismo (hasta 1980, aproximadamente). El libro comienza con un acercamiento conceptual general que guía el análisis subsiguiente. El marco conceptual desarrollado consiste en las contribuciones de Federico Engels, Rudolf Virchow y Salvador Allende; estos aportes sitúan a la medicina y a la salud pública en un contexto más amplio o total[6] del capitalismo y de su etapa imperialista, y sostienen que las transformaciones que han ocurrido en ellas se hacen más claras cuando este contexto político–económico recibe la atención necesaria. En este tenor, el autor considera el papel fundamental que las organizaciones filantrópicas de promoción de la salud pública han tenido en los primeros momentos del imperialismo, las consideraciones económicas que motivaron la formación de las principales organizaciones internacionales de salud y financieras, y cómo los tratados internacionales de comercio han vinculado la salud pública con el fortalecimiento del imperialismo. Tomando en cuenta que la enfermedad y la muerte temprana también proveen racionalidad al desarrollo y a la comercialización de nuevos productos, el papel que el mercado de productos y servicios de salud ha desempeñado en el fortalecimiento de las operaciones globales de las corporaciones multinacionales, ha fortalecido aún más el sistema capitalista y ha aumentado su habilidad para expandirse. Sin embargo, a pesar del amplio impacto que la difusión de la alta tecnología médica ejerció al servicio de las ganancias corporativas y de la consolidación del imperio económico, la resistencia a este acercamiento surgió mediante la adopción de orientaciones conceptuales de la medicina social y la comprensión de los determinantes sociales de la enfermedad y de la muerte temprana a la manera en que hicieron Engels, Virchow y Allende. Las experiencias de Chile y Cuba correspondientes a este primer periodo ilustran cómo tal resistencia implicó una mejora de la salud pública y de los servicios de salud.

En la segunda parte, se desarrolla la relación entre imperialismo y salud durante el periodo definido desde 1980 hasta, aproximadamente, 2013[7]: el imperialismo actual. Waitzkin prosigue su argumento partiendo del cambio que se operó en el enfoque de dominación a partir de la década de 1980: el neoliberalismo[8], que emergió como un proyecto específico para restituir el poder de la clase capitalista. El proyecto neoliberal generó un desmantelamiento deliberado y sistemático del sector público, apoyándose en prácticas deliberadas que transmitían la percepción de un sistema público agotado; tal desmantelamiento tuvo efectos claros en la atención en salud y en los sistemas de salud pública. Fue a través de los tratados de comercio internacional, principalmente, como se impactó en la medicina y la salud pública, modificando la capacidad del gobierno de monitorear y proteger la salud de la población en áreas como el medio ambiente, el lugar de trabajo, el alimento, el agua, el acceso a medicamentos y el control de los servicios de salud. Los tratados de comercio internacional ejercieron sus efectos dentro de un contexto de políticas macroeconómicas generales que reforzaban los patrones del imperialismo en medicina y salud, especialmente políticas basadas en el supuesto de que mejorar la salud conllevaría un aumento en el desarrollo económico, pero esto sólo a través de la inversión privada, mediante la implementación de iniciativas que facilitaran el acercamiento corporativizado y privatizado a la medicina y la salud pública con base en la inversión privada en los países menos desarrollados. Es decir, este nuevo liberalismo se basaba en la conceptualización originada desde finales del siglo XIX de la enfermedad como causa de pobreza y subdesarrollo, y no al revés.  

Como era de esperarse, comenzaron a presentarse contradicciones, no solo en términos macroeconómicos entre el capitalismo y la medicina y la salud pública, también en términos microeconómicos entre capitalismo e industrias específicas de la salud. En este sentido, se examinan las organizaciones multinacionales de atención gerenciada[9] como una forma de afrontar estas contradicciones. Para entender más claramente cómo las políticas neoliberales de reforma generaron sufrimiento e indignación durante el presente del imperio se aborda la colaboración de las corporaciones multinacionales y las instituciones financieras internacionales en México y Brasil, los dos países más poblados de América Latina.

Waitzkin también desarrolla la idea de cómo los “expertos” en políticas de salud construyeron un “sentido común” que justificaba las políticas mencionadas. Waitzkin examina las bases ideológicas que justifican tales reformas bajo el sello del nuevo “sentido común”, que consiste en construir socialmente una racionalidad a favor de la erosión de los servicios públicos y de la expansión del sector privado. Adicionalmente, el uso de la fuerza militar se hizo cargo en los lugares donde la ideología no triunfaba por completo. A pesar y gracias a tales esfuerzos, a principios del siglo XXI, la trayectoria del neoliberalismo y del propio militarismo se ensuciaron con la mala salud, la muerte temprana innecesaria, las afecciones emocionales, y las consecuencias ambientales del progreso económico. Se desacreditó la idea de equiparar el progreso económico con el bienestar financiero de un pequeño segmento de la humanidad, junto con el supuesto de que la riqueza de unos pocos eventualmente llevaría a condiciones más favorables para la mayoría. La posibilidad de expandir o incluso de mantener el imperio se volvió cada vez menos sostenible y una nueva visión para la medicina y la salud pública estaba emergiendo; estos cambios estaban ocurriendo gradualmente, casi imperceptiblemente en ocasiones, pero ya para la segunda década del siglo XXI, las transformaciones se volvieron innegables.

En la tercera y última parte se examina el aparente final del imperialismo como se conocía y los cambios en la medicina y la salud pública que lo acompañan. El autor presenta la medicina social y sus principales exponentes en aquel momento. Su concepción de la medicina social radica en que ésta abarca tanto la investigación y la enseñanza como la práctica clínica y el activismo revolucionario. Para Waitzkin, a través de su énfasis en la praxis (la unión entre la teoría y la práctica), la medicina social proporciona un modelo de trabajo intelectual y práctico, y ofrece una visión útil para la transición hacia un mundo que beneficie objetivamente la salud de las sociedades.

En capítulo final presenta ejemplos de luchas clave hacia una medicina y sistemas públicos de salud más humanos que ilustran las condiciones del futuro, futuro que para Waitzkin resulta previsible. En él se describen las líneas particulares que caracterizan al activismo médico como una visión que ha sido influyente en América Latina[10] inicialmente, y luego en otras partes del mundo. Este es el aporte que el autor pretende se entienda y se conozca.

Waitzkin señala que la medicina social se distingue de la salud pública tradicional esencialmente en dos cuestiones. Por un lado, la salud pública tiende a definir la población como la suma de individuos y gran parte del trabajo en medicina social concibe a las poblaciones, así como a las instituciones sociales, como totalidades con características que trascienden las de los individuos. Esto quiere decir que, a diferencia de la salud pública tradicional, la medicina social entiende los problemas –y por tanto sus soluciones– usando como unidades de análisis a las sociedades y no a los individuos. Con este enfoque, el análisis se puede realizar a través de categorías como clase social, producción económica, reproducción y cultura, que son las que permiten encontrar soluciones más cercanas a las correctas, según se ha podido verificar[11]. Por otro, la medicina social conceptualiza la relación salud-enfermedad como un proceso dialéctico, más que como una categoría dicotómica de presencia o ausencia de enfermedad. Como en las interpretaciones de Engels de los procesos dialécticos en la Biología[12], los epidemiólogos críticos han estudiado los procesos de enfermedad contextualizados, considerando los efectos cambiantes de las condiciones sociales a través del tiempo.

En resumen, el perfil epidemiológico de una sociedad, o de un grupo en una sociedad, requiere un análisis multinivel de cómo las condiciones sociales[13] dinámicas afectan los procesos dinámicos de la salud-enfermedad debido a que reconoce a la atención a la salud como parte de la superestructura. En este sentido, la medicina social orienta la construcción de sus marcos teóricos a partir de los conceptos generales del materialismo dialéctico e histórico (Castrillón, 1984).

Finalmente, en el subapartado La llegada del poder de la medicina social en Ciudad de México, se aborda el caso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como representante del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la Ciudad de México en el año 2000. El autor, catalogando al PRD como partido de izquierda y a AMLO como político antineoliberal, los presenta como un ejemplo que transmite la visión de un futuro alternativo. Sin embargo, al introducir este caso entre los otros ejemplos, Waitzkin hace tabula rasa de las distintas corrientes que se autodefinen como “de izquierda” y como defensoras de la salud, poniendo a la salud como un fin en sí mismo. Pero no toda la izquierda cabe en ese marco.

La izquierda abiertamente socialista sostiene que el capitalismo no solo puede mejorarse sino también superarse definitivamente por una formación social superior. Además, considera que esas dos fases no son excluyentes, sino que forman una unidad necesaria en la que segunda nace de la primera. Sin embargo, sostiene también que cada fase una tiene su momento y no puede ser transformada a voluntad. La aplicación indiscriminada del término “de izquierda” impide ver las diferencias entre esa y otras izquierdas y, si aceptamos tal criterio, corremos el riesgo de quedarnos con el capitalismo como la única opción viable, pues, respecto al caso en cuestión, actualmente la gestión de AMLO como presidente, antes y durante la pandemia, ha mostrado más continuidad que resistencia en contra del statu quo. La posición política de AMLO tampoco es materia de esta reseña; sin embargo, debido a que es evidente que no domina una doctrina filosófica, económica y política profunda, coherente y sistemática, que lo guíe en todas sus decisiones y actividades de gobierno, su gestión tampoco se basa una visión materialista y científica que lo pueda ubicar dentro de los líderes políticos que han impulsado la medicina social, que luchan en contra del neoliberalismo y cuyos partidos buscan transitar  a mejores sociedades.

A pesar de la anotación anterior y a pesar de que la vigencia del libro se pueda ver alterada debido a que su publicación fue hace poco menos de una década[14], el aporte contenido en Medicina y salud pública al final del imperio es imprescindible y reside en que, aunque la reforma a la atención sanitaria es un tema cada vez más vivo y polémico, los debates oficiales sobre dicha reforma son estrechos. Waitzkin plantea las cuestiones importantes sobre los supuestos convencionales de la doctrina y la práctica, y escudriña las alternativas que buscan generar mejoras consistentes en la medicina y la salud pública, entre ellas registra notablemente los de la medicina social que en aquel entonces tenía brotes más conocidos en América Latina. Y aunque hoy la mayoría de tales brotes han perdido vigencia por cuestiones diversas, coyunturales y/o estructurales, ningún intento serio y científicamente fundamentado es despreciable. Precisamente eso conlleva la lucha contra una potencia como el capital global en constante ofensiva, y como se adelantaba al inicio, hoy contamos con ejemplos consolidados como son los casos de China, Rusia y Cuba, por mencionar los más conocidos para nosotros.


Níobe Enciso es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Casos en un mes por 100,000 habitantes, tasa de letalidad por casos en un mes, muertes totales por millón, tasa de pruebas positivas, acceso a vacunas contra covid, severidad del confinamiento, movilidad comunitaria, proyecciones de crecimiento del PIB en 2020, cobertura de salud universal e Índice de Bienestar humano (Chang y Hong, 2020).

[2] El conjunto de síntomas, padecimientos y enfermedades de una sociedad.

[3] Engels, por ejemplo, apoya esta idea con información empírica que demuestra la presencia de epidemias cuando se suscitan las crisis comerciales (Engels, Federico, La situación de la clase obrera en Inglaterra, Ediciones de Cultura Popular, México, 1977, pp. 133).

[4] Cantidad de personas que enferman en un lugar y un período de tiempo determinados en relación con el total de la población.

[5] A esto la ciencia política y económica ha dado el nombre de imperialismo moderno, para distinguirlo de los imperios antiguos y medievales.

[6] Según el concepto de totalidad de Marx.

[7] Año de publicación del libro.

[8] Una filosofía unificadora guiaba estas políticas y procesos procesos: el neoliberalismo.

[9] Con esto se hace referencia a los servicios de atención en salud bajo el control administrativo de grandes organizaciones privadas, con financiación prepagada “per cápita”.

[10] En este sentido, se presentan luchas populares que incluyeron resistencia contra la privatización de los servicios de salud en El Salvador y contra la privatización del suministro de agua en Bolivia, así como esfuerzos por expandir los servicios de salud del sector público en México y Venezuela. Con tales ejemplos se trata de ilustrar las condiciones de un futuro previsible y de describir el activismo socio-médico en la era en que el neoliberalismo ya se ha desgastado.

[11] Cfr., Wim Dierckxsens, Capitalismo y Población: La Reproducción de la Fuerza de Trabajo Bajo el Capital (San José, Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana, 1979); Raúl Rojas Soriano, Capitalismo y Enfermedad (Mexico City: Folios Ediciones,1982), y Sociología Médica (Mexico City: Folios Ediciones, 1983).

[12] Friedrich Engels, Dialectics of Nature (New York: International, 1940).

[13] Producción económica, reproducción, cultura, marginalización, y participación política.

[14] Como se publicó en 2013 el autor no pudo presenciar casos más recientes, como el caso de China y otros que han tenido éxito en el tratamiento de la pandemia.

Referencias

Castrillón, M.C. (1984) La investigación social en salud.

Chang, R. & Hong, J. (2020). ¿Cómo se diseñó el Ranking de Resiliencia al Covid de Bloomberg? Recuperado: enero 4, 2021, de Bloomberg Sitio web: https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-11-25/-c-mo-se-dise-el-ranking-de-resiliencia-al-covid-de-bloomberg

González, M. (2020). Coronavirus en México: por qué es uno de los países con más muertes de personal sanitario por covid-19 en todo el mundo. Recuperado: diciembre 30, 2020, de BBC News Sitio web: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54276312

Omran, Abdel. (2005). The Epidemiologic Transition: A Theory of the Epidemiology of Population Change. The Milbank quarterly. 83. 731-57. 10.1111/j.1468-0009.2005.00398.x.

OPS (2004). Informe mundial sobre prevención de los traumatismos causados por el tránsito. Publicación Científica y Técnica, No. 599, 1-237. enero 2, 2021, De Biblioteca Sede OPS Base de datos

Ortega, M. (2019). Panorama de las Enfermedades de Trabajo en Asegurados al IMSS. Recuperado: diciembre 27, 2020, de IMSS Sitio web: https://fenastac.org.mx/wp-content/uploads/2019/09/Enfermedades-de-Trabajo-FENASTAC-Dr.-Ortega.pdf

Poy, L. (2020). Causan las enfermedades crónico-degenerativas 50% de muertes en el país. Recuperado: diciembre 25, 2020, de La Jornada Sitio web: https://www.jornada.com.mx/2020/05/17/politica/004n1pol

Soriano, R. (2016). Aportes de Marx y Engels al estudio del proceso salud-enfermedad de la clase proletaria, Aspectos humanos de su trabajo científico. Recuperado: diciembre 25, 2020, de Raúl Rojas Soriano Sitio web: http://raulrojassoriano.com/cuallitlanezi/wp-content/uploads/2015/12/Aportes-Marx-Engels-COMPLETO-8-DIC-2015.pdf

Waitzkin, H. (2020). COVID-19 as Cause versus Trigger for the Collapse of Capitalism. International Journal of Health Services. https://doi.org/10.1177/0020731420977711.

Roji-verdes o Ecosocialistas

Noviembre 2020

 “Todo socialismo no ecológico es un callejón sin salida y una ecología no socialista es incapaz de tomar en cuenta las apuestas actuales”[1]. El modelo de producción y consumo actual, especialmente el de los países avanzados, está fundado en una lógica de acumulación ilimitada (de capital, mercancías y ganancias), de despilfarro y destrucción acelerada del entorno natural, así como en el consumo ostentoso. El “progreso” capitalista y la expansión de la civilización fundada en la economía de mercado han amenazado grave y directamente a la naturaleza y a la salud de la fuerza de trabajo (incluida la biología humana), por no mencionar a las demás especies. Estos efectos se han agravado a partir de la segunda mitad del siglo XX, llegando al grado de amenazar la propia supervivencia de la especie humana.

En este contexto, y desde hace aproximadamente 30 años, comenzó a desarrollarse el ecosocialismo, gracias a las contribuciones de sociólogos, filósofos y ecologistas como Manuel Sacristán, James O’Connor, Raymond Williams, Barry Commoner, André Gorz, John Bellamy Foster, Michael Löwy, Jorge Riechman, Jean-Paul Deléage, entre otros.  El ecosocialismo es una corriente de pensamiento y de acción ecológica que hace propios los planteamientos fundamentales del marxismo, al tiempo que “se liberan de sus escorias productivistas”[2]. Se trata de una corriente que está lejos de ser homogénea, pero que tiene como objetivo común un socialismo ecológico: una sociedad en la que se reemplace la microrracionalidad de la ganancia por una macrorracionalidad social y ecológica.

 A grandes rasgos, el ecosocialismo supone la propiedad colectiva de los medios de producción y plantea una planificación democrática local, nacional, y tarde o temprano, internacional, que defina: 1) qué productos deberán ser subvencionados o, incluso, distribuidos gratuitamente; 2) qué opciones energéticas deberán ser continuadas, aún si no son, en el corto plazo, las “más rentables”; 3) cómo reorganizar el sistema de transportes, en función de criterios sociales y ecológicos; y 4) qué medidas tomar para reparar, lo más prontamente posible, los grandes estragos ambientales heredados por el capitalismo.

Los ecosocialistas pugnan también por la necesidad de una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas; consideran que el crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas en un planeta finito es imposible. A diferencia del marxismo tradicional, argumentan que no es suficiente transformar las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, sino que al mismo tiempo se deben frenar y transformar radicalmente varias fuerzas productivas que están contribuyendo al desequilibrio del sistema de la Tierra. Es necesario entonces revolucionar el aparato productivo, transformar radicalmente su naturaleza. Esto puede significar la desaparición de algunas ramas productivas, por ejemplo, algunas técnicas de pesca intensiva responsables de la casi extinción de numerosas especies marinas, la tala total de las selvas tropicales, las centrales nucleares, etc.

En su artículo “The Second Contradiction of Capitalism”, James O´Connor expone la necesidad de agregar a la primera contradicción del capitalismo, examinada por Marx, que se da entre fuerzas y relaciones de producción, una segunda, entre las fuerzas productivas y las condiciones de producción (los trabajadores, la naturaleza y el espacio urbano)[3]. Por su dinámica explotadora y expansionista, el capital pone en peligro o destruye sus propias condiciones, empezando por el medio natural.

Para los ecosocialistas, la lógica del mercado y de la ganancia es incompatible con las exigencias de protección del medio ambiente natural. El aparato productivo, que está al servicio de la acumulación del capital y de la expansión ilimitada del mercado, está en flagrante contradicción con las exigencias de salvaguardia del medio ambiente y de la salud de los trabajadores. La prácticamente nula racionalidad del mercado capitalista, con su cálculo inmediatista de pérdidas y ganancias, es intrínsecamente contradictoria con una racionalidad ecológica, que precisamente considera la temporalidad de los ciclos naturales, los cuales son, generalmente, largos. La carrera hacia la ganancia rápida destruye los equilibrios naturales. En este sentido, los ecosocialistas difieren del “capitalismo verde” y de los “ecorreformistas”, que proponen reformas parciales e insuficientes dentro del capitalismo, ignorando la conexión necesaria entre el productivismo y el capitalismo, que los lleva a la ilusión de un “capitalismo limpio”; o bien a la idea de que es posible y deseable reformar al capitalismo con el fin de controlar sus excesos.

El ecosocialismo se distingue también de la “teoría del decrecimiento” inspirada por Serge Latouche, así como de la corriente fundamentalista ecológica profunda (deep ecology) y de la “penitencia y ascesis individual” que parecen proponer tantos ecologistas. Estas corrientes coinciden en una crítica cultural del consumismo, misma que los ecosocialistas consideran necesaria, pero insuficiente. Además, pasan por alto o le otorgan mínima importancia a la crítica marxiana del capitalismo. Para el ecosocialismo, una relación que ignora el marxismo y particularmente la relación entre productivismo y lógica de la ganancia está condenada al fracaso. Como ejemplo toman a los partidos verdes europeos, en Francia, Alemania, Italia, Suecia, Bélgica, cuya ausencia de posición anticapitalista los condujo a convertirse en simples compañeros “ecorreformistas” de la gestión social liberal del capitalismo por parte de los gobiernos de centroizquierda.

La expropiación y socialización del capital por el Estado no trastoca por sí misma esa esencia productivista y extractivista del capital. Por eso, dicen los ecosocialistas, la transformación social no debe operarse únicamente a nivel de la economía ni del derecho propietario. Estos son elementos esenciales, pero no determinantes, ya que la lógica del capital puede seguir actuando incluso cuando el Estado ha nacionalizado la mayor parte de la gran propiedad privada. En este sentido, pugnan también por la transformación profunda del modo de consumo que, dentro del capitalismo, gira en torno a un consumo energético siempre creciente. La dependencia de los combustibles fósiles, especialmente el petróleo, apoyó el crecimiento económico bajo el capitalismo y fue el factor clave para la dominación de la industria[4], pero también ha conducido al cambio climático y a la intensificación de sus devastadoras consecuencias. Si se generaliza al conjunto de la producción mundial el consumo medio de energía de los Estados Unidos, las reservas conocidas de petróleo serían agotadas en diecinueve días[5].

La superación del capitalismo, dicen los ecosocialistas, requiere de una nueva visión de modernidad: una sociedad moderada, que sea ahorrativa, próspera y prudente en el uso de los recursos que consume. Requiere también de la predominancia del “ser” por sobre el “tener” (planteamiento asimilado del marxismo); de la predominancia de la realización personal en las actividades culturales, políticas, lúdicas, deportivas, artísticas, políticas, antes que la acumulación de bienes y productos. Si el objetivo es que todos los seres humanos consuman como los de los sectores de la clase media o alta en los países primermundistas, jamás saldremos de la lógica del capital[6].

Desde la perspectiva ecosocialista, debe ponerse fin a la producción a gran escala de productos inútiles o perjudiciales, inducidos por la publicidad; la producción debe orientarse hacia las necesidades auténticas, como el alimento, el agua, el vestido y la vivienda. ¿Cómo distinguir entre unas y otras? El criterio para distinguir una necesidad auténtica de una artificial es su persistencia luego de la eliminación de la publicidad. Esta última, dicen, es la pieza indispensable para el funcionamiento y reproducción del capitalismo y tendrá que desaparecer en una sociedad de transición hacia el socialismo. Y ahí donde haya conflicto entre las exigencias de protección al medio ambiente y las necesidades sociales, la democracia socialista, liberada de los imperativos del capital y del mercado, tendrá que resolver esas contradicciones.

Ahora bien, ¿cómo se alcanzará el socialismo ecológico? Con una alianza de los “rojos” y los “verdes”, responde el ecosocialismo. No se trata de abandonar el “rojo” y adherirse absolutamente al “verde”, como lo han planteado algunos. Los partidarios del ecosocialismo reconocen que los trabajadores y sus organizaciones son una fuerza esencial para cualquier transformación radical del sistema y para el establecimiento de una nueva sociedad, socialista y ecológica. Reconocen también que puede actuarse desde ahora, que la desesperanza en la posibilidad de ecologizar el capitalismo no implicar renunciar a luchar por reformas inmediatas. Dentro del capitalismo, se debe luchar por conseguir mejoras como los ecoimpuestos, siempre y cuando sean fijados por una lógica social igualitaria (que paguen los que contaminan y no los consumidores); se debe luchar también y de manera inmediata por limitar severamente las emisiones de gases de efecto invernadero; por la prohibición de los gases clorofluorocarbonos, que destruyen la capa de ozono; por privilegiar los transportes públicos al automóvil individual y antisocial, entre otros. Pero debe lucharse sin perder de vista la causa profunda y real de la crisis ecológica: el sistema capitalista. La humanidad podrá entonces centrarse en controlar la relación hombre-naturaleza, en lugar de pretender “controlar” a la naturaleza.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] Löwy, M. (2011) Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica.

[2] ibid

[3] James O’Connor, M. 2009. The Second Contradiction of Capitalism. Capitalism Nature Socialism 5(4),105-114.

[4] Foster, J. B., Clark, B., and York, R. 2010. Capitalism and the curse of energy efficiency. Monthly Review, 62(6), 1-12.

[5] Mies, M. 1992. Liberación del consumo, o politización de la vida cotidiana. Mientras tanto, 69-86.

[6] Pablo Solón. 2017. Reflexiones sobre el productivismo. La Diaria, Uruguay. Disponible en: https://ladiaria.com.uy/articulo/2017/5/reflexiones-sobre-el-productivismo/

Equivocada política medioambiental

Septiembre 2020

El Plan Nacional de Desarrollo 1983-1988 incluyó por primera vez el tema ecológico como factor explícito en el desarrollo social y económico del país; anteriormente este se encontraba inserto en la Secretaría de Salubridad y Asistencia, y después en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología. En 1988, se publicó la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA) que, con posteriores modificaciones (1996), ha sido el instrumento rector de la operación de la política ambiental hasta nuestros días.

Desde entonces México ha avanzado en política ambiental; se han creado instituciones y un andamiaje legal sólido. El Instituto Nacional de Ecología, ahora Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático se creó en 1991. En 1992, surgieron la PROFEPA y la CONABIO. Dos años después, durante el sexenio de Ernesto Zedillo, se creó la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca que, en el 2000, dio lugar a la SEMARNAT. Actualmente, son 12 las leyes que conforman la legislación ambiental en México.

La asignación de recursos para el Medio Ambiente y Recursos Naturales (ramo 16 del PEF) venía creciendo desde su origen. La primera disminución notoria se dio en el sexenio de Peña Nieto, que cerró con un 60% menos respecto a lo que se tenía. Luego, en 2018, llegó otro recorte del 25% y del 20% en 2019. En 2020, el presupuesto alcanzó niveles muy bajos en materia de gasto neto para el Ramo 16 (línea naranja) y el valor mínimo de los 15 años que se comparan del Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable (línea azul). Este programa es crucial para la vigilancia y protección de las Áreas Naturales Protegidas (ANPs); incluye también los recursos para los programas forestales en el medio rural; para el Programa de Empleo Temporal, enfocado a mitigar los incendios forestales; así como el recurso de operación de la PROFEPA, encargada de vigilar y fiscalizar el cumplimiento de las normas y leyes. El 23 de abril de este año, se decretó la disminución del 75% del presupuesto de gastos de operación de la Comisión Nacional Áreas Naturales Protegidas (CONANP).

Los centros de investigación que generan conocimiento técnico y científico e incrementan el capital humano calificado para la protección, preservación y restauración del medio ambiente, así como para la mitigación y adaptación al cambio climático y el desarrollo de sistemas de producción sustentable han crecido en las últimas décadas. No obstante, la investigación requiere financiamiento para la elaboración de proyectos, adquisición de herramientas necesarias y viáticos, mucho de lo cual proviene de instituciones como CONABIO y SEMARNAT. El recurso asignado a estas instituciones ha disminuido. SEMARNAT recibió 37,580. 6 millones en 2018; 31,020.5 en 2019, y 29,869.5 en 2020 (Semarnat, 2020).

El programa Sembrando Vida (SV), instrumentado por la actual administración, ha sido presentado por el presidente como el programa bandera en materia ambiental de su gobierno, como “el programa de reforestación más grande del mundo”. No es uno ni otro, no tiene lineamientos ambientales; sembrar árboles no significa restaurar o rehabilitar ecosistemas degradados; de hecho, hay casos en los que resulta contraproducente (Cao y otros, 2011). Después de la siembra pasan décadas para que se consiga la restauración de los suelos, para que se recupere la estructura, la composición y la funcionalidad del ecosistema. ¿Qué pasará después de plantar los árboles si SV no incluye un programa de monitoreo ecológico-productivo?

A un año de la instrumentación de SV, el programa se ha visto envuelto en un manto de opacidad, falta de planeación y fallas técnicas. María Luisa Albores, Secretaría del Bienestar, informó que únicamente se sembró el 13.9% de las plantas programadas, de las cuales solo brotó el 50%. Además, en el documento Avances y Retos del Programa Sembrando Vida (2020), el CONEVAL advirtió que el programa no cuenta con mecanismos para determinar el método apropiado de plantación por región, ni con un calendario de distribución de entrega de plantas que coincida con los ciclos agrícolas para evitar la muerte de las mismas. El ciclo productivo de las plantas varía de una región a otra, por lo que es menester entregar las plántulas a los beneficiarios del programa en el momento preciso del ciclo agrícola regional, determinado por los factores ecológicos de cada sitio.

Este programa se queda corto para resolver la crisis socio ecológica de las zonas rurales más pobres de México; se han reforestado únicamente 575 mil ha de las más de 30 millones que han sido deforestadas desde 1970 (Semarnat, 2018). Con este programa, se estará beneficiando a 430,000 campesinos, lo que solo representa el 10% de las 4,181,613 unidades de producción rural con bajos niveles de ingreso que presentan un nivel de activos por debajo de la media nacional ($132,051/año), considerada como el umbral crítico, ya que corresponde al valor por debajo del cual el nivel de capitalización es insuficiente para generar niveles de ventas que permitan un desarrollo económico sostenido de la unidad de producción (Sagarpa, 2012).

Este programa habría sido una herramienta sólida de combate a la crisis socioambiental si capacitara sistemáticamente a los campesinos con ayuda técnica para elevar la productividad del trabajo a la par de la conservación y restauración de los ecosistemas, y si se abrieran mercados locales y regionales para que los campesinos coloquen sus productos, pues SV reparte  plantas maderables y frutales a los beneficiarios, pero no se resuelve dónde venderán sus productos (luego de aproximadamente cuatro años que tardarán los árboles en generar frutos). ¿Qué sucederá después? En la cadena de valorde las plantaciones volverán a ganar los mismos, los intermediarios, como ha sucedido hasta ahora. En consecuencia, los beneficiarios del programa van por el subsidio por encima de cualquier cosa, este es mayor ($5,000 mensuales) al otorgado por el Programa de Pago por Servicios Ambientales ($2,750) que sí regula el valor de los servicios ambientales, la conservación de la biodiversidad, los recursos hídricos y el fomento de secuestro de carbono dentro de los sistemas agroforestales, además de apoyar en la creación de mercados de estos servicios.

En México, los efectos del cambio climático han comenzado a manifestarse en la intensidad de huracanes y ciclones en costas del Pacífico, Golfo de México y mar Caribe, en frecuentes e intensas olas de calor y sequía en el norte del país, y en las lluvias torrenciales en el centro, sur y noreste del territorio (García, 2015). Además, México adquirió el compromiso a nivel internacional de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el marco de las Conferencias de las Naciones Unidas (COP21 y COP23) y de restaurar 8.5 millones de ha como parte de la iniciativa 20×20. Algunos de los compromisos consisten en emitir máximo 672 millones de toneladas CO2 en 2020, 762 en 2030 y 320 en 2050.

Claramente, la actual administración carece de intenciones para cumplir los compromisos y para mitigar el cambio climático con la urgencia que el país y el mundo requieren. El total de emisiones anuales de la refinería Dos Bocas serían 2.16 millones de toneladas de CO2 (MtCO2). En los próximos 20 años, solamente la operación de la refinería habrá emitido aproximadamente 43.2 MtCO2 (Cemda, 2020). Según lo establecido en la Manifestación de Impacto Ambiental de la primera fase del Tren Maya (MIA-F1), tan solo el funcionamiento de los trenes de los primeros tres tramos del tren (de un total de siete tramos) emitirán 64,432.6678 ton anuales. Sin embargo, también se generarán emisiones durante la etapa de construcción, del funcionamiento de otras máquinas y transporte asociados a los a la estructura ferroviaria, así como por la deforestación de las franjas por donde irán las vías. El presidente afirma que este proyecto persigue la sustentabilidad, pero la sustentabilidad cuesta y hay que estar dispuesto a pagarla.

Dos Bocas y el Tren Maya son obras de alto impacto situadas en zonas ecológicas que funcionan como barreras físicas ante catástrofes meteorológicas como los ciclones tropicales; incluyen humedales, manglares, ANPs, todos ellos muy susceptibles al cambio climático, de inigualable importancia para la conservación y que poseen gran relevancia en la permanencia de servicios ecosistémicos y hábitats para diversas especies de flora y fauna, incluidas aquellas en categoría de riesgo. Cierto es que la crisis ecológica de México viene desde los sexenios anteriores. Sin embargo, Sembrando Vida, El Tren Maya y la refinería Dos Bocas no solo no resuelven los problemas ecológicos de México, sino que obstaculizan su correcta solución. Una política dirigida hacia la crisis ambiental debe considerar la particularidad ecológica, social y económica en que se produce geográficamente dicha crisis.


Este es un apartado de “Dos años de presidencia de Andrés Manuel López Obrador: resultados y perspectivas”, documento elaborado por el CEMEES para analizar al gobierno actual.

La política económica de la 4T: continuidad, transferencias monetarias y megaproyectos

Septiembre 2020

A pesar del radicalismo discursivo de la “Cuarta Transformación”, su estrategia de crecimiento económico no ha sido distinta a la de los gobiernos “neoliberales”. Como ya explicamos más arriba, al equiparar neoliberalismo con corrupción, la “Cuarta Transformación” pretende acabar con el primero mediante el combate a esta última. Así, se considera la agenda anticorrupción como el principal aporte al crecimiento económico aun cuando se dejan intactos los principios, instituciones y mecanismos medulares del modelo económico neoliberal.

Prueba de esta línea de continuidad la encontramos ya en el Plan Nacional De Desarrollo 2018-2024, y en el Primer Informe de Gobierno de AMLO. En la sección correspondiente a los resultados en materia económica, la actual administración hace explícito su “compromiso de mantener la estabilidad macroeconómica y el impulso de una política de austeridad al interior de la Administración Pública Federal, (…) factores fundamentales para detonar el crecimiento de la economía y su desarrollo.” Este compromiso se materializa en la tradicional receta neoliberal sobre estabilidad nominal: control inflacionario y disciplina fiscal. En concreto, respeto a las decisiones de política económica del BM y reducción del gasto público bajo el eufemismo de “austeridad”. Es decir, la misma idea de que bastan los fundamentos macroeconómicos para que ocurra el crecimiento económico.

En segundo lugar, la economía mexicana sigue volcada al exterior. El gobierno ha manifestado su intención de respetar los contratos existentes, que no son otra cosa que la serie de tratados comerciales que el país ha establecido con diversos países: el más importante, el T-MEC. Igual que ocurriera con la firma del TLCAN, se han formulado expectativas de éxito en torno a la entrada en vigor del T-MEC. Este nuevo tratado, al igual que el anterior, lleva la impronta de los intereses económicos de la potencia norteamericana. La renovación misma de los acuerdos establecidos en el TLCAN responde a los nuevos retos que enfrentan los Estados Unidos para mantener y reforzar su poder económico. Por ejemplo, las especificaciones de contenido regional y las condiciones laborales para evitar aranceles son sumamente convenientes a los esfuerzos del vecino del norte por repatriar inversiones y empresas norteamericanas, por un lado; y para frenar la influencia de China en la región, por otra, el artículo 32 establece que los países socios deberán abstenerse de entrar en negociaciones comerciales con economías que no son de mercado.

Las expectativas en torno al T-MEC no tienen justificación. El subsidio al sector agropecuario estadounidense acusaba una competencia desleal ya desde el TLCAN, y ahora, la política industrial de Trump y el T-MEC amenazan con ampliar esta competencia desleal al sector de la industria manufacturera. Contrario a esas expectativas, la quiebra de miles de pequeños campesinos mexicanos producto del TLCAN hace prever una pérdida del empleo manufacturero producto del T-MEC. Este es el escenario más probable, a menos que se implemente una política económica que permita el tránsito de la competitividad basada en salarios bajos a una cimentada en el desarrollo tecnológico y científico, que haga énfasis en el mercado interno y que promueva los encadenamientos productivos hacia el interior. Pero esto no está ocurriendo.

El gobierno de la “Cuarta Transformación” ha optado por mantener una actitud pasiva frente a los imperativos económicos. Confía, al igual que antes, que los fundamentos macroeconómicos, que considera sólidos, aunado a los acuerdos comerciales, se encargarán de resolver los problemas del país, aun en el peor escenario de la crisis actual. Cierto es que el presidente ha hecho resonar el discurso de que su gobierno colocará la inversión pública y que detonará el crecimiento económico. Esta inversión pública se centra fundamentalmente en los megaproyectos, los cuales engloban una inversión total en infraestructura pública todavía insuficiente para detonar el crecimiento requerido, inversión que adicionalmente se ve limitada por el reducido espacio fiscal. El gasto en inversión en 2019 representó el 3.1% del PIB, por debajo del promedio (5% del PIB) reportado en los últimos diez años (CIEP, 2020). En el marco de una baja recaudación tributaria y el colapso de los ingresos petroleros, la expansión del gasto público entra en contradicción con una política que intensifica la disciplina fiscal. En los hechos, uno de los principios medulares del neoliberalismo, la sustracción del Estado de la actividad económica, lejos de eliminarse es reforzado en aras de la “austeridad fiscal”.

En realidad, la austeridad fiscal se reduce a la disminución de salarios a funcionarios, contracción de gastos de operación y eliminación de dispendios en servicios personales de los servidores públicos de alto nivel. El gasto público, ya sea en inversión o social, es clave para los propósitos políticos de la “Cuarta Transformación”, razón por la cual la austeridad ha resultado en un jaloneo de recursos que no crecen, en pocas palabras, quitar aquí para poner allá.

Soluciones parciales: megaproyectos y transferencias monetarias

La estrategia para detonar el crecimiento y desarrollo económico del país a través de la inversión pública se centra en cuatro proyectos: Tren Maya, Corredor Transístmico de Tehuantepec, Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles y Refinería Dos Bocas. En conjunto se les destinará poco más de 600 mil millones de pesos del presupuesto federal de todo el sexenio. Estos proyectos de inversión pública han causado polémica por varios motivos. Los daños ambientales, las violaciones a los derechos indígenas y la opacidad5 en torno a la planeación son algunas de las críticas más mediatizadas a estos megaproyectos. En cuanto a la cuestión económica, no son claros la rentabilidad6 de los proyectos ni el impacto que tendrán sobre la capacidad productiva del país y el crecimiento. Por otro lado, el monto del gasto público asignado a estos proyectos compromete seriamente los recursos del Estado.

Otro gasto importante es el de las transferencias monetarias. Estas son el eje del supuesto nuevo paradigma de desarrollo de la “Cuarta Transformación”. El argumento central a favor de los programas de transferencia monetaria es que sirven para combatir la pobreza. Pero recientemente el presidente ha afirmado que pueden detonar el crecimiento económico a través del aumento en la capacidad de consumo de la población. Los programas de transferencia monetaria son la peor estrategia para detonar el crecimiento económico. Pero aún más, tocando solamente el aspecto meramente cuantitativo, el gasto en estos programas en 2019, aunque mayor que en 2017 y 2018, sigue siendo menor que el de 2013 a 2016 (Jaramillo, 2020).

Pero aceptando que las transferencias monetarias provocaran un aumento del consumo, el crecimiento económico basado en la expansión de la demanda agregada es muy limitado para México, en donde la estructura productiva es mayoritariamente de baja productividad, dependiente tecnológicamente y abierta al mercado mundial. En primer lugar, esta expansión no conlleva necesariamente un aumento en la inversión, necesaria para emplear a todos los mexicanos que se encuentran en actividades de muy baja productividad. Por otro lado, desde la perspectiva de la restricción externa, para aumentar sostenidamente la producción se necesita importar bienes de capital que no son producidos nacionalmente. México importa gran parte de los insumos intermedios y maquinaria y equipo para su producción. Sin embargo, aumentar las importaciones requiere de más divisas que se pueden obtener mediante más exportación o importación de capitales, pero que no están dadas inicialmente. Sin estas condiciones, y sin la capacidad de sustituir las importaciones de bienes de capital, a partir de cierto punto, un aumento sostenido de la demanda agregada no se traducirá en aumentos de la producción y empleo. El urgente fortalecimiento del mercado interno requiere de políticas mucho más elaboradas que vinculen el aumento de la capacidad adquisitiva de la población con la expansión de la producción nacional y la reasignación de los recursos productivos a los bienes y servicios más indispensables para elevar el nivel de vida de la población. Elevar marginalmente la demanda mediante transferencias monetarias y esperar que el mercado haga este trabajo por sí solo es una estrategia fallida.

Ciencia, tecnología e innovación

El gobierno federal tampoco presenta una estrategia clara para el desarrollo científico y tecnológico y su vinculación con la actividad económica. Los cambios que se han hecho se refieren al presupuesto asignado a ciencia y tecnología y su distribución dentro de este ramo. En ese sentido, se puede analizar tanto el presupuesto destinado al Programa Especial para Ciencia, Tecnología e Innovación (PECIT), como el destinado a CONACYT (Ramo 38). El primero incluye el presupuesto destinado a todas las dependencias e instituciones públicas que realizan algún tipo de actividad científica y tecnológica. Al respecto tenemos que de 2019 a 2020 el presupuesto del PECIT aumentó en 4.86%. Sin embargo, al compararlo con años anteriores, observamos que los recursos destinados al PECIT son menos: 92.5% del de 2014. Algo similar sucede con CONACYT (Ramo 28), en donde hubo un decrecimiento y, comparado con 2014, representa poco menos del 60%. Por último, el gasto del gobierno federal en ciencia y tecnología en 2019 y 2020 fue el 0.2% del PIB, menos del 0.3% que se alcanzó en 2015 y muy lejos del 1% del PIB que recomiendan los organismos internacionales.

Además, a raíz de la crisis económica ahondada por la pandemia del COVID-19, el gobierno federal intentó recortar en 75% el presupuesto de operaciones para los 26 centros de investigación públicos adscritos al CONACYT. Muchos de estos centros están a la vanguardia de la investigación científica en México. Tras una oposición generalizada, el gobierno federal excluyó a los centros de investigación de este recorte general (que, por otra parte, sí se aplicó al resto de dependencias federales). Sin embargo, este hecho revela que el desarrollo científico y tecnológico no es una prioridad para el gobierno federal.

Adicionalmente, el discurso del presidente está salpicado de desprecio a la ciencia y a los científicos. Se les concibe como pertenecientes a la élite y que gozan de privilegios inmerecidos, por lo que están interesados en mantener el statu quo. AMLO iguala el concepto de “tecnocracia” con el de ciencia, lo que implica, según el discurso, que la supuesta ciencia no es más que formas de legitimar medidas que benefician a unos cuantos. En contraste, se exalta la intuición y el conocimiento del “pueblo” adquirido en el trabajo, colocándolos en el mismo nivel o por encima de lo que denomina la “ciencia neoliberal”. Se comete el error de atacar unilateralmente a la ciencia por elitista —caracterización que puede ser correcta— en lugar de hacer esfuerzos de corto y largo plazo para que cada vez más mexicanos estén en posibilidades de acceder y convertirse en productores de ciencia.

Los dos años de este gobierno en cuanto a ciencia, tecnología e innovación han estado caracterizados por continuidad en la estrategia general, presupuestos pobres e intentos permanentes por reducir el presupuesto a centros de investigación.

El campo

Las transformaciones “profundas” de la “Cuarta Transformación” incluyen al campo. El Desarrollo Sostenible e Incluyente del Sector Agropecuario es uno de los objetivos del Plan Nacional De Desarrollo 2018- 2024. La estrategia para este propósito comprende transferencias monetarias, programas de comercialización[1], programas de fomento a la agricultura[2] y programas de financiamiento y seguros[3]. Se dice que bajo la actual administración este tipo de programas ha mejorado por dos vías principalmente, el rediseño de la focalización y el aumento de los montos otorgados a los productores con menos recursos. Sin embargo, los cambios mencionados, además de ser cuestionables, han sido mínimos. Por tanto, es poco probable que los resultados sean distintos.

El énfasis de la estrategia para el campo mexicano de la “Cuarta Transformación” recae en los programas de transferencias monetarias, a saber, Sembrando Vida[4] y Producción para el Bienestar[5]. Este tipo de programas constituyen una falsa solución para resolver los problemas productivos del sector porque no afectan la productividad y refuerzan la dependencia a los subsidios estatales; no remedian los problemas estructurales del campo. La falta de financiamiento (de los casi 5 millones de productores agropecuarios solo el 10% de ellos tiene acceso al crédito), el problema de la comercialización, la falta de infraestructura hidroagrícola, el atraso tecnológico (desde hace más de medio siglo no hay una revolución tecnológica en el campo) y el desgaste paulatino de los recursos naturales[6], los problemas estructurales del campo, se atienden con los mismos mecanismos y programas que antes, y en algunos casos, incluso se les ha disminuido el presupuesto.

La concepción idílica del campo, como el modo en que se vive mejor porque la gente se alimenta sanamente y respira aire fresco, romantiza puerilmente la producción a pequeña escala. En general, la focalización de los programas está sesgada hacia los pequeños y medianos productores, no incluye a los extremos: los de autoconsumo y el sector empresarial. En su afán de hacer justicia a los pequeños productores el presidente los condena a la subsistencia, al atraso productivo, a la marginación. El supuesto rescate al campo no busca elevar la productividad del campesino mexicano al nivel de sus competidores nacionales y extranjeros. Lejos de presenciar un cambio radical de política en el sector agropecuario, lo que hay es una profundización de las viejas políticas de asistencia social.

Covid-19

El panorama económico, de por sí ya desalentador, se complicó con la llegada de la pandemia del COVID-19. El confinamiento obligado de la población detuvo imprevistamente la actividad económica. Hacia finales de julio de 2020 no había certeza aún sobre el tiempo en que persistiría la amenaza del virus, ni el que tomaría la recuperación económica. Las proyecciones sobre la evolución del PIB para este año son catastróficas: el FMI pronostica una variación de -10.5%; Banxico de -8.8%; y Scotiabank de -9.08%.

Los efectos económicos observados son preocupantes. En abril, la inversión fija bruta se contrajo 36.9% real anual. El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) presentó en mayo el mayor retroceso del que se tiene registro (-22.7% real anual), sumando así cinco contracciones consecutivas. La producción industrial se desplomó 30.7% real anual en mayo, después de que en abril cayera en 29.3% real anual (Scotiabank, 2020). Los resultados en materia de empleo son de igual forma alarmantes. Entre el 13 y 31 de marzo se perdieron 198,033 puestos de trabajo formal, 555,247 en abril, 344,526 en mayo, y 83,311 en junio. En total, 1,181,117 empleos formales se han perdido a consecuencia de la pandemia hasta el mes de junio. La situación es mucho más grave cuando agregamos las cifras sobre el empleo informal. En el mes de abril se perdieron 10.4 millones de empleos informales. Actualmente, la magnitud del desempleo engloba a 33.7 millones de personas (Heath, 2020).

El gobierno federal es en buena parte responsable de estos resultados negativos. La profundidad y escala de las consecuencias económicas son también fruto de las políticas que se aplicaron antes y durante la crisis sanitaria. Al inicio de la crisis, el presidente menospreció el peligro de la pandemia, y ahora, minimiza también la situación económica de millones de mexicanos ante las crisis sanitaria y económica. El gobierno se ha negado a brindar protección alimentaria a los hogares que perdieron sus ingresos laborales. Tampoco ofreció soporte económico sustancial a las empresas para poder sortear la situación, permitiendo con ello que la pandemia golpeara de lleno a los trabajadores. Entre los países de América Latina, México es el segundo país con menor gasto público (menos del 1% del PIB) para apoyar a las empresas y los hogares (FMI, 2020). Sin apoyo de ningún tipo, la vulnerabilidad económica de las familias las presiona a salir a trabajar a pesar del riesgo sanitario. Sabedor de ello, el gobierno precipitó una reactivación económica poco planificada para eludir la responsabilidad de tener que destinar recursos a las familias que no pueden costear el confinamiento.

Sólo recientemente, después de cuatro meses, se empezó a reconocer que el horizonte de la crisis se vislumbra lejano. En la videoconferencia con motivo de la tercera reunión de Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales de los países miembros del G-20, el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, reconoció que la recuperación económica llevará más tiempo de lo previsto, y que tendremos que coexistir con el COVID-19 en un periodo de entre un año y año y medio. Sin embargo, este reconocimiento no estuvo acompañado de un compromiso de política para hacerle frente a la crisis. La inexistencia de un plan detallado de activación económica hace poco probable que la economía pueda volver al escenario previo a la pandemia en por lo menos dos años (UNAM, 2020).

Tren Maya

El Tren Maya (TM) ha sido uno de los proyectos más controversiales porque atraviesa el segundo pulmón de América, la Selva Maya. El proyecto consta de dos fases de construcción y siete tramos. La fase uno, inaugurada por el Presidente el 1º de junio de 2020, contempla únicamente las obras sobre derechos de vías férreas, carreteras y líneas eléctricas ya existentes que abarcan los tramos uno, dos y tres. Para estos tramos, Fonatur fue eximida de la obligación legal de la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) por tratarse solo de “mantenimiento” de vías ya existentes. Sin embargo, como los trenes modernos no pueden seguir exactamente la vía anterior ni usar la misma estructura, hay zonas de estos tramos en los que se desmantelará la vía anterior para colocar la nueva o en las que las vías atravesarán Áreas Naturales Protegidas (ANPs) (Reserva Cuxtal, Reserva Los Petenes y Área de Protección de Flora y Fauna Cañón del Usumacinta); por tanto, sí hay requerimiento legal para elaborar la MIA. El 16 de junio de este año, Fonatur entregó a la Semarnat la MIA de la fase 1 (MIA-F1).

La MIA-F1 reconoce afectaciones de gran magnitud a los ecosistemas, entre los que destacan:

1. Fragmentación del territorio y corredores biológicos: las obras acrecentarán la separación y la pérdida de conectividad ecológica entre las áreas de conservación, obstaculizando la reproducción de los organismos y la migración. A su vez, la fragmentación favorecerá la interrupción del Corredor Biológico Mesoamericano, el cambio de microclimas, la transformación del hábitat y la extinción de especies. Para remediarlo, en la MIA-F1 se propone la construcción de 40 pasos de fauna.

2. Agotamiento y contaminación del acuífero de la Península de Yucatán. El acuífero Península de Yucatán sufrirá un decremento en su carga potencial (Reyes et al, 2014). Además, la demanda hídrica tanto de la población humana como de los ecosistemas incrementará. Lo anterior se0020traducirá en un déficit de agua catastrófico si no se implementan acciones que permitan la recarga del acuífero. Por otro lado, la disposición inadecuada en el suelo de residuos sólidos urbanos o peligrosos puede ocasionar escurrimientos superficiales y lixiviados que contaminen los cuerpos de agua y los acuíferos.

3. Deforestación: la degradación y pérdida de vegetación en México ha afectado mayormente a las selvas tropicales, con pérdidas mayores del 80%. Chiapas, Campeche y Yucatán pertenecen a los estados con mayor pérdida de masa forestal (Portillo, 2019). De acuerdo con el documento MIA-F1, la pérdida de cobertura vegetal de los primeros tres tramos del TM es equivalente a 606.04 ha. Esta afectación contribuirá a la emisión de carbono, uno de los principales causantes del cambio climático.

4. Emisión de contaminantes y gases de efecto invernadero. La construcción es la principal fuente de contaminación ambiental en comparación con otras industrias (Shen et al., 2005). De las ciudades de la región, Campeche y Mérida son las que de por sí, sin el TM, descargan a la atmósfera más contaminantes atmosféricos.

Aunque en la MIA-F1 se hace un diagnóstico robusto de las afectaciones ambientales y se enumeran medidas que parecen suficientes para contrarrestar los daños, nada garantiza que las diez empresas de los consorcios que ganaron las licitaciones para la construcción de los tres primeros tramos del TM las instrumenten con rigurosidad. El TM es una bomba ecológica muy arriesgada, con consecuencias mayúsculas para la riqueza y salud ecológica de la zona.

La fase dos contempla los tramos cuatro, cinco, seis y siete, los más delicados en términos ecológicos porque la obra atraviesa predios sin derecho de vía, cubiertos de vegetación, así como la Reserva de la Biósfera Calakmul, la mayor reserva mexicana de bosque tropical.


Este es un apartado de “Dos años de presidencia de Andrés Manuel López Obrador: resultados y perspectivas”, documento elaborado por el CEMEES para analizar al gobierno actual.

[1] La Segalmex (Seguridad Alimentaria Mexicana) compra maíz, frijol, trigo, leche, etc., a un precio fijo y los comercializa a través de las tiendas Diconsa. Está focalizado a pequeños y medianos productores.

[2] Por ejemplo, los programas de fertilizantes, antes aplicados a escala nacional, ahora se focalizaron a los estados más pobres y en particular al estado de Guerrero. Brindan subsidios para la compra de insumos y de activos productivos. La eliminación y fusión de varios programas de la administración anterior han reducido el número de programas y ha reducido el número de beneficiarios.

[3] FIRA, FND y Agroasemex; de reciente creación el Crédito Ganadero a la Palabra. Este ofrece hasta 30 novillonas y un semental con el compromiso de regresar la misma cantidad de animales en un plazo de tres años. En el PEF de 2019 se redujo en 33.1%, en términos reales el monto asignado a estos programas. En 2020, el presupuesto de Agrosemex disminuyó en 51.8% respecto a 2019, y FIRA dejó de recibir recursos del gobierno. En julio de 2020 la Cámara de Diputados discutía la fusión de Financiera Nacional de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesquero (FND), el Fideicomiso de Riesgo Compartido (Firco) y el Fondo de Capitalización e Inversión del Sector Rural (Focir) para dar lugar a una nueva institución de banca de desarrollo que se llamará Financiera Nacional Agropecuaria (Finagro) que asumirá también el control de Agroasemexen. La iniciativa de ley contempla que Finagro operará a través de intermediarios financieros, entre los que se excluyen a las cooperativas de ahorro y crédito, las sociedades financieras comunitarias, los organismos de integración rural, organizaciones de economía social del campo que atienden a los pequeños productores. La nueva institución aplicará los mismos criterios financieros a todos los productores, sean pequeños, medianos o grandes, por lo que la asignación de los recursos seguirá concentrándose en los más solventes

[4] Este programa está dirigido a productores del sur y centro del país con 2.5 ha. Sus objetivos son: incrementar el ingreso de los productores, incrementar la producción agrícola y con ello mejorar la seguridad alimentaria de las familias, la reforestación.

[5] Producción para el Bienestar es el nuevo nombre de Procampo-Proagro; transfiere recursos en función de la cantidad de hectáreas sembradas y está focalizado a pequeños y medianos productores.

[6] El presidente parte de que México es un país abundante en recursos naturales. Sin embargo, 30% de unidades presenta pérdida de fertilidad por las malas prácticas agrícolas, hay una sobreexplotación de los mantos freáticos y 70% del agua que usa la agricultura es a través de riego rodado con altas pérdidas de agua.

¿Cómo enfrentará la crisis climática la 4T?

Febrero 2020

Los mexicanos y mexicanas preocupados por la crisis climática hemos esperado con suficiente paciencia las acciones de la nueva administración en torno a la mitigación del cambio climático. Por tal motivo leí con ansias los escritos del titular de la Semarnat, Victor Manuel Toledo, publicados en los últimos dos meses por La Jornada. En ellos enfatiza acertadamente la crisis climática, los crecientes niveles de pobreza de los mexicanos, así como la elevada dependencia energética de nuestro país con los Estados Unidos. Sin embargo, no encontré lo que buscaba. Después de un año de gobierno, y de un presupuesto de 29,385 millones de pesos destinados en 2019 a la “estrategia de transición para promover el uso de tecnologías y combustibles más limpios” y de 39,135 millones para “la adaptación y mitigación de los efectos de cambio climático”, todavía no existe un plan definido de qué se hará al respecto, cuándo y cómo. Dice el autor que continúan las discusiones y planeación por parte de las instituciones involucradas.

Se mencionan de manera general los tres aspectos nodales mínimos sobre los que se basará la transición energética “antineoliberal”:  la soberanía del país (fortaleciendo a PEMEX y CFE); la emancipación social, convirtiendo a los marginados en productores de energías renovables a escala de barrio, familia, cooperativa y municipio, mediante dispositivos sencillos y baratos, “gestando sistemas locales, descentralizados y autosuficientes, es decir, trasladando el poder energético del capital y del estado a la sociedad misma. Y ahí en donde sea necesario empresas públicas y/o privadas gestando centrales termosolares” (en sus palabras). En tercer lugar, Toledo manifiesta como a manera de deseo, que se potencie el uso de recursos naturales de nuestra nación, se transite a los motores eléctricos, se modifiquen las leyes, generando incentivos fiscales y subsidios. Supongo que lo hace así porque sabe que tales medidas rebasan el alcance de la Semarnat o de la Secretaría de Energía.

Bien desea Victor Toledo el modificar la legislación. Esta ha sido el principal mecanismo empleado por los países que se han colocado como líderes en materia ambiental. Suecia es por tercer año consecutivo el país con mejor Índice de Desempeño frente al Cambio Climático (IDCC 2020); ha superado los requerimientos internacionales de disminución de gases de efecto invernadero (GEIs) adquiridos en el Protocolo de Kyoto (1972) y el acuerdo de París (2015), rompiendo la tendencia de que el crecimiento económico implica forzosamente incremento en emisiones de GEIs. El 54% de su energía proviene de fuentes renovables, principalmente de la energía hidroeléctrica, biocombustibles y eólica. El 12% proviene de energía nuclear y el restante 34% de combustibles fósiles. En México, el 85% de la energía eléctrica se produce de combustibles fósiles y 15% restante de energías renovables.

El éxito sueco ha sido gracias a la fuerte intervención económica del estado, que dirige desde el 2014 el partido socialdemócrata en coalición con el Partido Verde, ambos considerados de centro izquierda. Se ha creado un robusto cuerpo legal que ha llevado tanto a empresas como a ciudadanos a conducirse por la vía de la sostenibilidad. Se han implementado impuestos sobre cada tonelada de dióxido de carbono emitida (que aplican tanto a grandes, pequeñas, medianas empresas, agricultores y consumidores). Como incentivos a productores privados de energía, se crearon los “certificados de electricidad verde”, con los que se acredita la cantidad de electricidad producida por fuentes renovables, que luego las compañías venden a los proveedores de energía eléctrica dentro y fuera del país. También se subvenciona (apoya con financiamiento) la instalación de paneles solares y se reducen los impuestos para su instalación. Como resultado, las compañías privadas y estales inyectan impresionantes cantidades de dinero a la investigación científica para subsanar las limitaciones y retos que las energías limpias van imponiendo.

En las grandes ciudades, se han aplicado impuestos para transitar que incrementan durante las horas pico, el costo de los estacionamientos es caro. Pero, al mismo tiempo, se ha mejorado el sistema de transporte público y se ha subvencionado bicicletas al 25% de su coste. En consecuencia, las emisiones y congestionamientos han disminuido y las ciudades están llenas de bicicletas. También, el registro de propiedad, la planeación y construcción urbana está regulada con lineamientos ambientales. Por ley, en cada zona residencial se deben instalar sistemas de separación y recolección de basura. Por ello, este país recicla el 99% de sus residuos domésticos. Para lidiar con los lineamientos y regulaciones ambientales, Suecia ha desarrollado seis cortes especiales, las “cortes del ambiente y la tierra”.

Con todo y la importancia del estado, la inversión privada ha sido también parte crucial también de estos resultados. De hecho, la mayoría de las compañías productoras de energía hidroeléctrica (responsable del 17% de la energía producida en el país) son privadas. La concientización de los ciudadanos es otro de los puntos clave del éxito de este país. Los ciudadanos suecos aprenden desde pequeños lo importante que es hacer un uso responsable de los recursos naturales para tener una sociedad saludable y con desarrollo económico. Las nuevas generaciones se niegan a utilizar carros y aviones, debido las altas emisiones de CO2 propios de estos medios de transporte, optando por la bicicleta y el tren para grandes distancias, aunque ello implique viajes más largos.

Cierto que la crisis climática es hija del sistema de producción capitalista, cierto también que va de la mano con el bienestar social y que está afectando a los países y sectores más pobres, con todo y que son los menos culpables. Sin embargo, por el momento y dada la urgencia del problema, no parece haber más remedio que implementar estrategias ya ensayadas por los países capitalistas con mejores resultados en materia ambiental, de bienestar social y crecimiento-económico, con los ajustes necesarios a las circunstancias específicas de México. Se debe atacar el problema desde todas las escalas necesarias, comenzando por un compromiso serio del estado, que procure la soberanía energética nacional, pero abandonando los combustibles fósiles; entendiendo que la crisis climática sucede a escala global, que va más allá de los beneficios que puedan obtenerse de “sistemas energéticos locales, descentralizados y autosuficientes”. Hasta ahora, con la administración en curso, no pinta un escenario esperanzador, como no pintó con las anteriores. Espero equivocarme y que los mexicanos podamos constatar acciones eficaces de combate a la crisis climática muy pronto, puesto que las consecuencias de ésta no estarán esperando de voluntades políticas para manifestarse.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Brote de dengue en México: ¿falta de insecticidas?

Por Donají Gallardo

Desde hace varias semanas, la fiebre causada por el virus del dengue ha figurado en los titulares de los principales noticieros y periódicos nacionales. ¿La razón? El alarmante aumento de casos de esta enfermedad en el país, cantidad que, se dice, ha rebasado la estadística nacional de los últimos 50 años. Efectivamente, el aumento de los casos de dengue es el más nuevo de la la lista de errores de la administración de la 4T.

La fiebre por dengue (también conocida como “fiebre quebrantahuesos”) es una enfermedad febril causada por el virus del mismo nombre, el cual es transmitido por el mosquito Aedes aegypti. México, desde hace muchos años, ha sido catalogado como región endémica, razón por la cual se han puesto en marcha numerosos programas para reducir el número de casos, con la clara intención de erradicar la enfermedad. Uno de los más importantes es el control del mosquito transmisor de la enfermedad, mediante la reducción o eliminación de reservorios de agua y la fumigación de las viviendas. Es justo aquí donde se inserta la problemática de estos días.

Durante la conferencia mañanera del 05 de septiembre, el Dr. Hugo López Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, haciendo referencia a la protesta por la falta de insecticidas, refirió que el aumento de casos de dengue no se debe a una acción humana, sino a condiciones climatológicas. Añadió, además, que, aunque el número de casos de este año se triplicó, respecto a los reportados en 2018, éste se mantiene dentro del promedio para esta época del año.

“Las condiciones de pobreza implican un deficiente o inexistente abastecimiento de agua potable”

Al respecto, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) informa que, en lo que va del año, México ha registrado 74, 277 casos de dengue, ubicándose en el 4° lugar, sólo después de Brasil, Nicaragua y Colombia (1 958 031, 94 513 y 84 644, respectivamente). Además, la Secretaría de Salud informa que el 70% de los casos corresponden a los estados de Veracruz, Quintana Roo y Chiapas. A esto hay que sumar los casos de mortalidad: 28 a la fecha; 10 de los cuales fueron documentados en Chiapas.

De las declaraciones emitidas por el subsecretario podría suponerse que esta enfermedad es algo esperado, puesto que año con año nuestro país se ve azotado por este problema de salud. Sin embargo, aunque es cierto que el problema no se debe totalmente a la falta de insecticidas, el subsecretario olvida un factor clave para la prevención de esta enfermedad, mismo que ha sido pobre e ineficazmente resanado.

Me refiero a la pobreza. Las condiciones de pobreza implican un deficiente o inexistente abastecimiento de agua potable; por ello, la población se ve obligada a almacenar la poca agua que llega a sus municipios. Esto desemboca en la aparición de múltiples reservorios, que se convierten en hogares propicios para la reproducción de los moscos vectores del dengue. Si a esto sumamos la falta de insecticidas para controlar la proliferación de vectores, y un sistema de salud desarticulado e ineficiente, obtendremos el resultado de una “epidemia de dengue”.

El problema del dengue, en lugar de servir como excusa para defender la posición de “un sistema insuficiente, ineficiente, depauperado y corroído por la corrupción, que nos fue legado por el gobierno pasado”, debería servir como aliciente para que el actual gobierno empiece a resolver realmente el problema de la pobreza que azota a nuestro país, y que trae consecuencias gravísimas para sus habitantes, como la muerte por dengue, una enfermedad que es perfectamente prevenible si se mejora la calidad de vida de los mexicanos.

Donají Gallardo es médico cirujano por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
donadele4495@gmail.com

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