Por Ehécatl Lázaro | Octubre 2023

El concepto de política de contención fue acuñado en Estados Unidos durante la Guerra Fría. El planteamiento teórico fue hecho por el politólogo George Kennan y la implementación por el presidente Harry S. Truman a partir de 1947. El objetivo era contener la expansión del comunismo en el mundo para evitar el fortalecimiento de la Unión Soviética. Con esa finalidad, Estados Unidos apoyó económica, política y militarmente a gobiernos anticomunistas en Europa, Asia, África y América Latina. El Plan Marshall, la guerra civil en Grecia y la guerra de Corea fueron parte de esta estrategia. La política de contención continuó con Dwight Eisenhower bajo otro nombre: la “teoría del dominó”. Esta teoría afirmaba que si caía un país capitalista más, entonces todos los demás países capitalistas se derrumbarían uno a uno en una reacción en cadena, como sucede con las fichas de dominó. La Guerra de Vietnam, el golpe de Estado a Jacobo Árbenz en Guatemala y el macartismo dentro de Estados Unidos fueron parte de esta política. Hasta el fin de la Unión Soviética, Estados Unidos aplicó esa política de contención apoyándose en golpes de Estado, dictaduras, invasiones militares, financiamiento y persecución interna.

Pero después de la Guerra Fría la política de contención se volvió innecesaria, pues ya no había otro competidor en la escena internacional que pudiera disputarle a Estados Unidos su hegemonía. Fue el periodo del mundo unipolar, entre 1990 y 2011. Mientras la política exterior estadounidense hacía destrozos en Irak, Afganistán, Libia, Siria y en todo Medio Oriente, China y Rusia emergían como nuevos polos de poder. Con el Partido Comunista a la cabeza, China se había consolidado como una potencia regional, y Rusia, bajo el liderazgo de Putin, había puesto fin a la debacle postsoviética para enfilarse nuevamente hacia el desarrollo. Rusia era una potencia militar, pero económica y políticamente no representaba ningún peligro para la hegemonía estadounidense. En cambio, las capacidades económicas, tecnológicas y políticas de China comenzaron a ser percibidas por Estados Unidos cada vez más como una amenaza a su predominio.

Las relaciones “amistosas” que habían prevalecido entre Estados Unidos y China desde la visita de Richard Nixon a Mao, en 1972, llegaron a su fin. A partir de 2011, el gobierno de Barack Obama emprendió una nueva política eufemísticamente llamada “Pivote a Asia”, pero que en realidad estaba orientada a contener el crecimiento de China. La política de contención que ha aplicado Estados Unidos desde entonces puede dividirse en cuatro rubros: económica, militar, tecnológica y política.

Empecemos por el aspecto económico. El principal objetivo es disminuir la tasa de crecimiento de la economía china (si es posible hacerla decrecer) y al mismo tiempo lograr que la aletargada economía estadounidense tenga un nuevo empuje. Obama diseñó una estrategia en el centro de la cual se encontraba el Tratado Transpacífico, también conocido como TPP. El propósito era crear una red comercial entre países del Pacífico, excluyendo a China, con la idea de restar competitividad a los productos chinos. La llegada de Trump a la presidencia estadounidense arruinó esa estrategia, pues el nuevo mandatario tenía otros planes: sacó a Estados Unidos de ese tratado y optó por imponer tres medidas: 1) sanciones comerciales unilaterales a China, 2) llamar al desacoplamiento económico, es decir, que las empresas estadounidenses salieran de China, 3) llamar al nearshoring, o sea, que las empresas estadounidenses regresaran al territorio estadounidense o al menos cerca de él, en países como Canadá o México. En este aspecto, Biden ha sido un continuador de las políticas de Trump.

En el terreno militar el principal objetivo ha sido poner un cerco a China para asestarle un golpe mortal cuando así lo decida el alto mando estadounidense. En este sentido, Estados Unidos impulsó la formación del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, mejor conocido como Quad, con India, Japón, y Australia; fundó el bloque militar AUKUS, con Australia y Reino Unido; envía armas, municiones y asesores a Taiwán, su “portaviones insumergible” como lo llamó Douglas MacArthur; estrecha sus relaciones militares con Japón, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia; y permanentemente realiza ejercicios militares en la región, patrullando los mares y los cielos. En uno de los movimientos más recientes, ha impulsado el discurso de que la OTAN tiene que hacerse presente no solo en Europa, sino también en Asia-Pacífico.

Tecnológicamente, Estados Unidos busca que China no se coloque a la vanguardia del desarrollo tecnológico en áreas clave, como la inteligencia artificial, redes 5G y los chips más avanzados. De ahí que empresas chinas como Huawei hayan sido sancionadas, además de la persecución contra TikTok y las prohibiciones de exportar semiconductores a China.

Políticamente, el objetivo es aislar a China. Para ello difunde falsos señalamientos contra su sistema político, contra el trato hacia las minorías étnicas, contra la situación de las regiones autónomas, de los derechos humanos y contra el Partido Comunista. Sus pronunciamientos no solo son propagados por las grandes cadenas mediáticas occidentales, sino también por los países que han decidido alinearse con la estrategia estadounidense, como los del G7.

¿Cuáles han sido los resultados de esta política de contención? Económicamente, China mantiene un crecimiento vigoroso. El hecho de que haya sido el único país importante que creció en 2020, el año de la pandemia, expresa con claridad las enormes capacidades del gigante asiático. Por otro lado, iniciativas globales como la Franja y la Ruta no han podido ser entorpecidas y ni siquiera emuladas por Estados Unidos, además de que la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), impulsada por China, y que entró en vigor en 2022, es el acuerdo comercial regional más grande del mundo. De hecho, según el Banco Mundial, desde 2014 China ya destronó a Estados Unidos como la economía más grande, si se mide el PIB por paridad de poder de compra.

Militarmente, China tiene la Organización de Cooperación de Shanghái donde participan los países de Asia Central, mantiene muy buenas relaciones con Rusia, Corea del Norte, Irán, Sudáfrica, entre otros, además de que ha modernizado eficientemente sus fuerzas armadas para colocarse como el tercer ejército más poderoso, detrás de Estados Unidos y Rusia.

Tecnológicamente, China sigue obteniendo logros importantes en el desarrollo de telecomunicaciones y otros rubros. Las dificultades derivadas de la guerra comercial y tecnológica lanzada por Estados Unidos han presionado a China para que sea capaz de fabricar elementos que anteriormente importaba, como los semiconductores. Desde hace años, China es el país del mundo que más patentes registra, lo cual habla del desarrollo científico y tecnológico, así como del sistema educativo de calidad que tiene el país.

Políticamente, China ha incrementado su presencia en el mundo. Los países latinoamericanos, africanos y asiáticos cada vez cuestionan más los discursos difundidos desde Washington y cada vez se resisten más a obedecer las indicaciones emitidas por Estados Unidos respecto a China. Probablemente uno de los mejores indicadores para medir la presencia de China sea el número de países que ha firmado un memorando para pertenecer a la Iniciativa de la Franja y la Ruta: más de 150 en todo el mundo. Por otro lado, el empuje de los BRICS, así como su crecimiento, muestran la incapacidad estadounidense para seguir controlando la agenda política global.

En conclusión, la política de contención contra China no está obteniendo los resultados económicos, tecnológicos y políticos esperados. Quizá el rubro donde más avance ha tenido Estados Unidos es el militar, pues tiene rodeada a China por el mar. Sin embargo, el fortalecimiento militar de China, y la cooperación de seguridad con Rusia y otros países, permite disuadir posibles ataques estadounidenses. Al menos así ha sido hasta ahora. En cualquier caso, Xi Jinping ha llamado a sus fuerzas armadas a estar preparadas para entrar en combate real en cualquier momento.

El materialismo histórico-dialéctico enseña que la materia existe siempre en movimiento, que no puede existir de otra manera y que lo único permanente es el cambio que generan las contradicciones internas. El mundo bipolar de la Guerra Fría cambió al mundo unipolar posterior y este también está cambiando ya. Es inútil resistirse al cambio. La política de contención que Estados Unidos aplicó en la Guerra Fría le dio resultados; ahora, al aplicarla nuevamente ya no funciona. El mundo ya no es el mismo, ya cambió. Ni Estados Unidos es ahora una potencia en ascenso ni China es la nación empobrecida de antaño. La política de contención no funciona porque Estados Unidos se niega a perder su hegemonía, sin darse cuenta de que en realidad la perdió ya hace años. En el fondo esa es la causa por la que no funciona la contención contra China, así como tampoco funcionaron las sanciones impuestas a Rusia por la guerra en Ucrania. Sin embargo, el cambio del mundo no es algo que llegue solo, como acción divina, sino que es resultado de las contradicciones internas del fenómeno: de la lucha entre los países imperialistas y los antimperialistas en el terreno internacional, y de la lucha de clases en el ámbito nacional. Todos tenemos un papel que jugar para construir un mundo más justo y equitativo.


Ehécatl Lázaro es maestro en Estudios de Asia y África, especialidad China, por El Colegio de México.

Por Jenny Acosta | Octubre 2023

Desde el 7 de octubre los medios de comunicación nacionales e internacionales han mencionado constantemente el conflicto palestino-israelí. Moverse en el cúmulo de notas de los medios impresos y digitales se vuelve una tarea titánica, pues la información no es uniforme, no siempre está correctamente documentada y respaldada, además de que casi cada nota, artículo o video, ofrece a quien consume la información una posición del conflicto que no siempre está justificada por sus autores. ¿Cómo puede una persona interesada en el tema formar su propio criterio cuando la información que consulta sobre el mismo no presenta los hechos objetivamente?

Informar sobre un fenómeno, especialmente si es uno social, requiere una perspectiva histórica del mismo; es decir, se necesita ofrecer una reconstrucción cronológica de los hechos que han ido marcando su desarrollo. Saber desde qué momento cronológico comenzar la reconstrucción de los hechos, evitando caer en la simplificación y la unilateralidad, requiere de un estudio riguroso sobre el tema, que en el caso específico del conflicto palestino-israelí, es especialmente amplio, pues éste se remonta hasta los inicios del siglo XX.

Sin embargo, así como la información de un conflicto tiene que dar cuenta de la cronología del mismo, también debe buscar una comprensión racional del mismo. No es suficiente con enumerar los ataques que desde mediados del siglo XX los palestinos y palestinas han sufrido; no es suficiente con señalar la lucha por su territorio que el pueblo palestino ha sostenido; es indispensable construir y adquirir herramientas teóricas que nos ayuden a comprender una situación que en un acercamiento relativamente inmediato nos parece irracional e incomprensible. Se debe prestar atención también, por tanto, no solo a lo que se informa sino también a cómo se informa, cuáles son los conceptos, las expresiones verbales y no verbales que se utilizan para hablar del conflicto. Si se llama terrorista a Hamas por el ataque, se debe explicar qué significa el apelativo de terrorismo, según qué parámetros y según quiénes; si escuchamos que en el conflicto se habla de sionismo y nakba, hay que buscar comprender qué representan ambos conceptos, cómo surgen, quién los utiliza y para qué los utiliza.

Esta comprensión ya no solo cronológica del problema es difícil, pero es fundamental para formar un criterio sobre las agresiones israelíes a Palestina, un criterio perfectamente razonado que permita romper la inmediatez de la información de los medios convencionales y dominantes, que posibilite desenmascarar los intereses de los grandes consorcios militares gringos, que aprietan el gatillo, pero esconden la mano. Una comprensión profunda y crítica del panorama palestino-israelí no solo nos permite condenar las atrocidades de este caso, también nos posibilita comprender mejor la situación internacional y la situación de nuestro país dentro del entramada internacional, pero, más importante, me parece, nos ayuda a posicionarnos con mayor claridad y convicción del lado de los intereses de los desprotegidos y las desprotegidas de todo el mundo.

Creo que en el contexto actual —en el que el mundo presencia minuto a minuto el genocidio que Israel ejecuta contra Palestina— conocer la historia palestina, estudiar qué significan los conceptos con que buscan justificar la expulsión de gente palestina de sus tierras y difundir las posturas críticas que cuestionan los relatos oficial, son actos que contribuyen a desenmascarar a aquellos que buscan crear la ilusión de que el mundo debe ser según la forma que más les convenga, son acciones que nos obligan a alzar la voz con y por todos los pueblos que se han visto sometidos por el imperialismo, incluido el nuestro.


Jenny Acosta es maestra en filosofía por la UAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Miguel Alejandro Pérez | Octubre 2023

Analizar el movimiento estridentista al margen de la historia sería la consecuencia lógica de la actitud estética característica de este movimiento de vanguardia: la ruptura. ¿De qué modo se puede construir una explicación histórica de los movimientos de ruptura que niegan al mismo tiempo su carácter histórico? El estridentismo ofrece a la teoría estética la oportunidad de poner a prueba la validez de su historización[1]. En principio se debe decir que estos movimientos siguen vinculados al pasado inmediato desde el momento en que se explican a sí mismos como una negación absoluta de los precedentes. Negación que se convierte en razón de ser, razón de ser inconcebible sin negación. A pesar de negarlo, el estridentismo puede existir si y sólo si existe un pasado, una tradición que lo justifique.

En segundo lugar, el estridentismo sufre una auto-desacreditación parecida a la que sufre el historicismo[2]. Si bien parte de ciertos principios de originalidad y renovación, al poco tiempo se convierte en una osificación de la transformación; sus manifiestos hacen un llamado a la subversión del arte, sus programas inspiran cierto número de obras artísticas de vanguardia, estas obras aplican los nuevos conceptos de la nueva estética y a la vuelta del tiempo estos conceptos se convierten en lugares comunes, negándose a sí mismos como elementos de vanguardia. Por esta razón, el estridentismo será más una aspiración que una realización; sus repeticiones, sus imitaciones, sus reproducciones serán al mismo tiempo testimonio de su irrealización verdadera.

Para contrarrestar su osificación, el movimiento estridentista goza de una vida efímera; su efectividad dura un instante; se trata en buena medida de un movimiento momentáneo, un disparo, un gran esfuerzo de sacudimiento que se agota en breve, herido de muerte, casi estéril, un movimiento suicida.

Actual número 1 es una obra de arte estridentista incomprensible sin el contexto social, cultural y hasta físico que la rodea: pegada en las paredes como un anuncio cualquiera, aprovecha las ventajas de este medio de comunicación, su objetivo es la propagación masiva, se reproduce, se masifica, se multiplica como una hoja volante que pasa de mano en mano; se pega en las paredes de la Ciudad de México, hace uso del medio urbano, reconoce que ese lugar es un lugar nuevo en donde las cosas se relacionan entre sí, interactúan entre sí, se resignifican; Actual número 1 es un reconocimiento de las masas y una valoración positiva de la ciudad.

Por tanto, el estridentismo reclama en sus comienzos una renovación artística que se corresponda con la constante e incesante renovación de la ciudad, con la multiplicidad de las masas. Es por eso que, viéndolo bien, Actual tiene una vigencia limitada por el carácter cambiante de las condiciones “sociales”. Su conciencia histórica es sorprendente, es más, esa conciencia se opone a la noción de tradición que trasladada al ámbito del arte se manifiesta como el “valor eterno”.[3]

Una de las características más importantes del estridentismo es la experimentación. De hecho, la historia del movimiento es la historia de la experimentación artística a lo largo de seis años. ¿Experimentación orientada hacia su valor ritual o hacia su valor de exhibición? Es cierto que el estridentismo aparece en la época de la reproductibilidad técnica, pero ¿qué dice Manuel Maples Arce acerca de las ciencias de la aplicación y el arte?  “La primera ‘es la comprobación del fenómeno sujeto a las leyes del conocimiento´, y la segunda ´no trata de probar algo; basta con justificar una necesidad espiritual´. ´Aquella se apoya en la verdad del ritual: tiene un sentido mítico profundo´”. Mientras que para Walter Benjamin en la obra de arte de los tiempos prehistóricos el peso recaía en su valor ritual, “con los diferentes métodos de reproducción técnica (…), su capacidad de ser exhibida ha crecido de forma gigantesca”.[4] Entre uno y otro existe una diferencia significativa que se puede entender como la estetización o la politización de la técnica.

La organización de la percepción conforme al estridentismo, por ejemplo, en el poema estridentista contemporáneo “rompe definitivamente con una estructuración musical con base en un concepto de la armonía de tonos”; “las imágenes directas, indirectas y multánimes de la nueva poesía se originan con descomposiciones tonales”[5] en correspondencia con “la nueva realidad del mundo”: “la trepidación de las máquinas, las manifestaciones fonéticas que éstas producen, obligan a que el hombre contemporáneo tienda a reproducir en la estética este nuevo concepto tonal”.[6]

De estas conclusiones se desprende la necesidad de una nueva técnica del arte. En la primera tesis de Actual número 1, Maples Arce afirma: “La verdad estética, es tan sólo un estado de emoción incoercible desenrollado en un plano extrabasal de equivalencia integralista. Las cosas no tienen valor intrínseco posible, y su equivalencia poética florece en sus relaciones y coordinaciones, las que sólo se manifiestan en un sector interno, más emocionante y más definitivo que una realidad desmantelada (…) Para hacer una obra de arte, como dice Pierre Albert-Birot, es preciso crear, y no copiar.” “Nosotros buscamos la verdad en la realidad pensada, y no en la realidad aparente”. Esta tesis trata de definir la tarea del arte como un acto creativo, más allá de la representación de la realidad aparente y en consecuencia, define a la nueva técnica artística como un esfuerzo dirigido a la relación y coordinación de las cosas, carentes de sentido interno, que se resignifican entre ellas. Es este aspecto de la teoría estridentista como valor lingüístico –sin tomar en cuenta su posible valor literario- el que rescata Pablo González Casanova cuando dice que “la obra del movimiento es una ´abundosa fuente de metáforas novedosas llamadas a conquistar, en un porvenir no muy lejano, preeminente lugar en la literatura del futuro y más tarde en la lengua usual, por la sencilla razón de que responden mejor a las ideas, sentimientos y aspecto exterior de la vida contemporánea, las figuras de lenguaje que usa, que no las metáforas gastadas y descoloridas, como monedas de uso secular, viejas ya cuando las recogió Aristóteles en su Arte retórica´”.[7]

Sin embargo, desde la Aparición de Andamios interiores en 1922, La señorita Etcétera en el mismo año, Esquina en 1923, hasta Urbe de 1924, las creaciones de los estridentistas, si bien inauguran “una temática nueva, una visión original de la realidad y, en especial, un lenguaje moderno, vanguardista, que nunca se había visto en las letras nacionales con un sentido tan orgánico”, no dejan de inspirarse en “la belleza actualista de las máquinas, (…) los puentes gímnicos (…) el humo de las fábricas, las emociones cubistas de los grandes trasatlánticos con humeantes chimeneas de rojo y negro (…)”, en fin, “el ritmo vanguardista; vida de metrópolis enredada en tranvías, ferrocarriles, ascensores, letreros luminosos, multitudes callejeras, bocinas”, “la ciudad tiene una gran importancia”, “una estética de la ciudad”.

De este modo, la representación sigue presente en el arte, un arte secular, citadino, que, eso sí, representa “la nueva realidad del mundo”, contra lo que se pueda pensar al respecto, la aparente exaltación de la realidad urbana metálica, motorizada, concretizada, es realmente su estetización poética, su nueva representación o reproducción. Esto es, para los estridentistas, la “industrialización” del mundo es un hecho irreversible que se puede “contrarrestar” con una “tecnologización” o “modernización” del lenguaje poético, mediante el establecimiento de nuevas relaciones entre las cosas, por lo cual, no deja de ocupar un espacio dentro de las artes representativas inclinadas hacia el valor ritual de los objetos artísticos.

Sobre la misma línea, Benjamin redacta en un esfuerzo de prognosis unas “posibles tesis acerca de las tendencias del desarrollo del arte bajo las actuales condiciones de producción”.[8] Bajo el supuesto de la creciente importancia de la reproducción técnica de las obras de arte, este autor defiende una doble revalorización de la técnica dentro de la producción artística: como réplica y como procedimiento artístico.

Como réplica, la reproducción técnica trastoca la autenticidad[9] de la obra de arte, su aquí y ahora, su existencia única sobre la que descansa “la idea de una tradición que habría conducido a ese objeto como idéntico a sí mismo hasta el día de hoy”. Prosigue: “Se puede resumir estos rasgos en el concepto de aura, y decir: lo que se marchita de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica es su aura”[10]. Las réplicas señalan la aparición masiva “y al permitir que la reproducción se aproxime al receptor[11] en su situación singular actualiza lo reproducido”.[12] La técnica de la reproducción se caracteriza por multiplicar –colectivizar o masificar- la obra de arte, haciéndola más accesible, ubicando las réplicas en lugares que son inaccesibles para el original, independizándola de la tradición, arrancándola de su aquí y ahora[13].  

Benjamin no se detiene hasta ahí. Quiere profundizar en la significación social de la destrucción del aura. Comienza definiéndolo: “¿Qué es propiamente el aura? Un entretejido muy especial de espacio y tiempo: aparecimiento único de una lejanía, por más cercana que pueda estar”.[14] Su destrucción tiene que ver con la aparición de las masas “y la intensidad creciente de sus movimientos”. La decadencia del aura, entonces, se basa en dos condiciones: la demanda de las masas contemporáneas de “Acercarse las cosas” y la tendencia de las mismas a ir “por encima de la unicidad de cada suceso mediante la recepción de la reproducción del mismo”.

A este proceso de decadencia de la unicidad de los productos artísticos, sigue un cambio de la función social del arte. Benjamin dice que la reproductibilidad técnica se convierte en un nuevo procedimiento artístico, un elemento de renovación y de experimentación que se sustenta en la nueva capacidad de la obra de arte de ser mejorada. En su larga historia, esta última había estado sometida al ritual, primero como instrumento al servicio de la magia y después al de la religión. Con la llegada de la reproducción técnica, el arte adquiere nuevas funciones, ¿sigue apelando a la función de representación de la realidad aparente? Sí, pero sumada a la total masificación del arte, puesto que la mayoría de los seres y hechos son susceptibles de ser representados o reproducidos (filmados); cierto, no obstante, que el acercamiento de esa “lejanía”, la “deshumanización” del arte, se convierten en los modernos peligros que éste enfrenta, pero, por eso mismo, se convierte a su vez en un instrumento de protesta y de transformación social, politizando la técnica de la reproducción, dirigiéndola hacia el dinamismo y la renovación que querían los estridentistas.


Miguel Alejandro Pérez es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Peter Bürguer, Teoría de la vanguardia (1974 en alemán), traducción de Jorge García, Península, Barcelona, 1987. “Aunque los objetos artísticos pueden investigarse fructíferamente al margen de la historia, las teorías estéticas están claramente marcadas por la época en que aparecieron (…) Si las teorías estéticas son históricas, una teoría crítica de los objetos artísticos que se esfuerce por aclarar su actividad debe asomarse a su propio carácter histórico. Dicho de otra manera: es válido historizar la teoría estética.” p. 51.

[2]Hans George Gadamer, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica. (1965): 283, citado en Peter Bürguer, Teoría de la vanguardia (1974 en alemán), traducción de Jorge García, Península, Barcelona, 1987. pp. 51-52. “La ingenuidad del llamado historicismo consiste en que se sustrae a semejante reflexión y confiando en lo metódico de su procedimiento olvida su propia historicidad.”

[3]Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (México: Editorial Ítaca, 2003), p. 61. “Fue el estado de su técnica lo que llevó a los griegos a producir valores eternos en el arte. Esta es la razón de lugar excepcional que ocupan en la historia del arte; lugar respecto del cual quienes vinieron después pudieron a buscar el suyo. Nuestro lugar –de ello no cabe duda- se encuentra en el polo opuesto al de los griegos.”

[4] Ibíd. p. 54. “Con los diferentes métodos de reproducción técnica de la obra de arte, su capacidad de ser exhibida ha crecido de manera tan gigantesca, que el desplazamiento cuantitativo entre sus dos polos la lleva a una transformación parecida a la de los tiempos prehistóricos, que invierte cualitativamente su consistencia.”

[5] Luis Mario Schneider, El estridentismo. La vanguardia literaria de México (México: UNAM, 2013), p. XX. “Es evidente que el poema contemporáneo rompe definitivamente con una estructuración musical con base en un concepto de la armonía de tonos. Para Maples Arce las imágenes directas, indirectas y multánimes de la nueva poesía se originan con descomposiciones tonales, en las que la técnica del poema musical no se reduce a acentuaciones estables, sino a expresiones de ecuación tonal que cada poeta maneja y resuelve a su antojo.”

[6] Ídem. “La nueva realidad del mundo, mejor aún, la nueva sensibilidad de la civilización occidental, ha trasformado no sólo el concepto del hombre, sino la perspectiva de sus manifestaciones, llegando a desacreditar el “analitismo racionalista” que se testimonia en una preferencia del hombre por los valores primitivos. Es decir que la estructuración de las grandes ciudades modernas, la trepidación de las máquinas, las manifestaciones fonéticas que éstas producen, obligan a que el hombre contemporáneo tienda a reproducir en la estética este nuevo concepto tonal.”

[7] Ibíd. p. XIX.

[8]Benjamin, Ibíd. p. 37. “Estas exigencias responden menos a unas posibles tesis acerca del arte del proletariado después de la toma del poder, o del arte de la sociedad sin clases, que a otras tesis, igualmente posibles, acerca de las tendencias del desarrollo del arte bajo las actuales condiciones de producción.”

[9]Ibíd. p. 44. “Ese núcleo es la autenticidad. La autenticidad de una cosa es la quintaesencia de todo lo que en ella, a partir de su origen, puede ser transmitido como tradición, desde su permanencia material hasta su carácter de testimonio histórico. Cuando se trata de la reproducción, donde la primera se ha retirado del alcance de los receptores, también el segundo –el carácter de testimonio histórico- se tambalea, puesto que se basa en la primera. Sólo él, sin duda; pero lo que se tambalea con él es la autoridad de la cosa, su carga de tradición.”

[10] Ídem. 44.

[11]Ibíd. 43. “La catedral abandona su sitio para ser recibida en el estudio de un amante del arte; la obra coral que fue ejecutada en una sala o  cielo abierto puede ser escuchada en una habitación.”

[12]Ibíd. p. 45. “La técnica de la reproducción, se puede formular en general, separa a lo reproducido del ámbito de la tradición. Al multiplicar sus reproducciones, pone, en lugar de su aparición única, su aparición masiva. Y al permitir que la reproducción se aproxime al receptor en su situación singular actualiza lo reproducido.”

[13] Ibíd. p. 44. “Por lo demás, aunque estas nuevas condiciones pueden dejar intacta la consistencia de la obra de arte, desvalorizan de todos modos su aquí y ahora.”

[14]Ibíd. p. 47

Por Victoria Herrera | Octubre 2023

La llamada Revolución verde llegó a México durante el sexenio de Manuel Ávila Camacho y hace referencia a la tecnificación o modernización del campo mexicano tanto en el ámbito de la educación como de la investigación. Aunque el término Revolución verde, vio la luz a posteriori: en 1968, cuando el administrador de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, William S. Gaud, realizó un informe sobre los resultados de las semillas mejoradas genéticamente contra el hambre mundial. (Méndez, 2016, p. 71)

La historiografía, también, suele recurrir a este término para referirse al proceso de modernización del campo en los países del Tercer Mundo después de la Segunda Guerra Mundial, auspiciado por instituciones privadas extranjeras, principalmente la Fundación Rockefeller­ en alianza con el gobierno norteamericano.

La misma historiografía ha sugerido que el concepto, a pesar de que aparentemente contiene una carga neutral, fue construido en oposición a la Revolución roja comunista y a la Revolución blanca de Irán, (Picado, 2011, p.12) lo cual indica el carácter no sólo científico y filantrópico sino político y económico de dicho proceso. Incluso, como han apuntado algunos historiadores, la tecnificación del campo se colocó en contraposición al discurso de la Revolución mexicana en tanto que relegaba el reparto agrario, pues los impulsores de la Revolución verde consideraban que la reforma agraria podría satisfacer el hambre de tierra de quienes no la poseían, “pero ¿satisfacía también su hambre de alimentos?” (Méndez, 2018)

En ese sentido, las políticas aplicadas por los gobiernos posrevolucionarios en relación con el campo y a la enseñanza agrícola, como la reforma agraria y la educación socialista, se suspendieron en aras de la modernización del campo. De tal manera que las escuelas agrícolas, desde el nivel elemental hasta el nivel superior —para entonces no más de diez instituciones con la Escuela Nacional de Agricultura (ENA) a la cabeza, ubicada en la actual Universidad Autónoma Chapingo­—, se ciñeron a la primera Ley de Educación Agrícola (LEA) ratificada por Ávila Camacho en 1946, orientada explícitamente a la cientifización y tecnificación de la agricultura.

No obstante, desde 1943 la Fundación Rockefeller en colaboración con la entonces Secretaría de Agricultura y Fomento había comenzado un proyecto de investigación agrícola que pretendía “superar el desabasto alimentario” a través de un programa de mejoramiento de las semillas, uso de fertilizantes, insecticidas, herbicidas, maquinaria agrícola y agua para riego con el objetivo de aplicar tecnología estadounidense en suelo mexicano, sosteniendo que en México existía la necesidad de elevar la producción porque el país se encontraba en crisis. (Pichardo, 2006, p. 59)

Por consiguiente, el gobierno mexicano había desplegado todos sus recursos y facilidades con el fin de que los científicos enviados por la Fundación pudieran realizar de manera adecuada su trabajo. El primer paso fue crear la Oficina de Estudios Especiales (OEE), donde ellos tendrían a su cargo la organización y dirección de esta; enseguida se les proporcionó personal científico especializado, alumnos egresados de la ENA, algunos de los cuales fueron becados para continuar con sus estudios de posgrado y especialización en universidades de Estados Unidos, y, finalmente, se les designó un presupuesto para su investigación. (Velázquez, 1990)

Asimismo, la Fundación destinó algunos fondos a la educación agrícola mexicana. En 1949, por ejemplo, realizó un donativo a dos escuelas de agricultura para la compra de libros y material para prácticas: el Instituto Tecnológico de Monterrey recibió la suma de 6000 dólares y el Colegio de Agricultura “Antonio Caso” en Saltillo, 4000 dólares. (Méndez, óp. cit. p.87) Del mismo modo, implementó un programa de becas para la especialización de los estudiantes en universidades extranjeras, sobre todo norteamericanas, lo cual redundó en la creación de mecanismos de colaboración entre los programas operativos, las universidades y los centros de investigación. (Méndez, óp. cit. p 66)

Por otro lado, resulta relevante que la modernización del campo mexicano se desenvolvió en un contexto geopolítico marcado, en primer lugar, por la Segunda Guerra Mundial y, en segundo término, por la Guerra Fría, el conflicto entre comunismo y capitalismo, cuyas expresiones se manifestaron tanto a escala regional como local, aunque con ciertas particularidades, pero bajo esa lógica. En el caso mexicano la relación histórica con Estados Unidos –la política de Buena Vecindad– determinó el desenvolvimiento del gobierno nacional hacia los grupos comunistas o con tendencias afines a éste.

Esta situación, aparejada a una economía nacional próspera y, por ende, a una estabilidad política lograda con el apoyo de un estado autoritario, trajo como consecuencia, por un lado, una productividad abundante en materia agrícola destinada sobre todo al mercado mundial, lo cual implicaba el enriquecimiento de las empresas transnacionales en juego y de ciertos productores del norte del país que aprovecharon la Revolución verde y, por el otro, una masa creciente de jornaleros y campesinos sin tierra, dado que los productores a pequeña escala se vieron enfrentados a competir de manera desigual con los productos de las transnacionales que se exportaban a los mercados de los países en vías de desarrollo. (Loaeza, 2010)

En consecuencia, la tecnificación del campo causó una migración significativa del campo a la ciudad, lo cual redundó en una considerable población desempleada en las ciudades, aunque también provocó la emigración de campesinos a Estados Unidos; inclusive, esta realidad afectó las relaciones de propiedad de la tierra debido a que Miguel Alemán Valdez ­–bajo la misma lógica que su antecesor– promovió la reforma al artículo 27 constitucional, “que virtualmente liquidaba la reforma agraria al restaurar el derecho de amparo en el campo con el fin de proteger a los latifundistas”. (Morales, 2008, p. 65)

Estas repercusiones, por consiguiente, generaron en décadas posteriores inconformidad en el sector agrícola, pese a que durante los años cuarenta y cincuenta el gobierno consideró como problema fundamental la cuestión agraria e impulsó la realización de programas agrícolas de emergencia. De modo que, al finalizar la década de los cincuenta, en diferentes puntos de la geografía nacional campesinos y jornaleros comenzaron una ola de invasiones de tierras.

Los reclamos variaron de una zona a otra. Mientras en Sinaloa, Sonora y Colima el contingente de invasores solicitaba tierras, en la Comarca Lagunera las invasiones fueron realizadas no por solicitantes de tierras sino por jornaleros agrícolas que “se dirigían a las haciendas o ranchos solicitando trabajo; si les era negado, como sucedía frecuentemente, saboteaban las labores agrícolas, permanecían allí algunos días y luego abandonaban el lugar”. (Pellicer de Brody, 1978, pp. 123-130) El movimiento fue mediatizado a través de un reparto mínimo de tierras seguido del encarcelamiento de los líderes campesinos.

El gobierno mexicano comenzó la década de los sesenta con una nueva política agraria influida por los acontecimientos nacionales precedentes y, sobre todo, por una nueva forma de dependencia respecto a Estados Unidos. Si bien en los años anteriores la tecnificación del campo estuvo sufragada por fundaciones estadounidenses, a partir de dicha década el gobierno norteamericano comenzó a asesorar y a financiar directamente la modernización agrícola por medio del programa Alianza para el Progreso (ALPRO), el cual se oficializó en 1961, durante el gobierno de John F. Kennedy, con el objetivo de contrarrestar la influencia de la Revolución cubana en América Latina. (Pellicer, óp. cit. Loaeza óp. cit.)

Bajo estas circunstancias, la educación agrícola –tal como en los años anteriores– se vio influida por las coyunturas políticas, de manera que, iniciado el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, la Escuela Nacional de Agricultura recibió un plan de modernización acorde a la política agraria impulsada por la nueva forma que adoptó la relación del gobierno mexicano con el estadounidense: el Plan Chapingo, cuyo objetivo fundamental fue “la fusión y vinculación de las instituciones agrícolas superiores del país”. (Plan Chapingo sus realizaciones y su proyección, México, 1967)

No obstante, éste fue apoyado por donaciones y préstamos de los órganos que constituían la ALPRO: el Banco Interamericano de Desarrollo, la Agencia de Desarrollo Internacional y de las fundaciones Rockefeller y Ford, además del Fondo Especial de las Naciones Unidas, esto a pesar de que, en su toma de protesta, Díaz Ordaz había anunciado que no permitiría la injerencia de las dos superpotencias de entonces: Estados Unidos y la Unión Soviética, en los asuntos mexicanos y que tampoco aceptaría los así llamados “préstamos concesionales”.  Aun así, Díaz Ordaz buscó financiamiento internacional en el Banco Mundial y en el Banco Interamericano de Desarrollo. (Loaeza, 2005, pp. 121 y 134)

En conclusión, la implementación de la Revolución verde en México, lejos de adoptar una postura neutral, como intentaron presentarla sus promotores y los gobiernos mexicanos en el contexto nacional e internacional, participó activamente como uno de los recursos para contrarrestar, por un lado, el avance del comunismo, de la llamada Revolución roja, y desmantelar sus mecanismos, como la educación socialista. Por otro lado, también buscó beneficiar a los grandes terratenientes del norte del país y a los capitalistas agrícolas en general. En suma, la supuesta lucha contra la escasez alimentaria, con la que se promovió la Revolución verde, no fue más que una promesa incumplida. No se pueden explicar de otra manera las profundas desigualdades que aún persisten en el siglo XXI entre las poblaciones agrícolas mexicanas, como la Montaña de Guerrero, entre otras.


Victoria Herrera es historiadora por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Bibliografía

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Loaeza, Soledad, “Gustavo Díaz Ordaz: el colapso del milagro mexicano” en Ilán Bizberg y Lorenzo Meyer, Una historia contemporánea de México, Tomo 2, México, Océano-Colegio de México, 2005.

———————-, “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia. 1944-1968” en Nueva historia general de México, México, El Colegio de México, 2010.

Méndez Rojas, Diana Alejandra, El Programa Cooperativo Centroamericano para el Mejoramiento del Maíz: Una historia transnacional de la revolución verde desde Costa Rica y Guatemala, 1954-1963, tesis ara obtener el grado de maestría en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto Mora, julio 2018.

—————————————-, La Fundación Rockefeller y la experimentación con semillas en América Latina: un ejercicio comparativo entre el caso de México y Colombia 1943-1961, Facultad de Filosofía y Letras, Tesis para obtener el título de Licenciatura en Estudios Latinoamericanos, 2016.

Morales, Josefina, La educación y el movimiento del 68 en México. Antología de Jorge Carrión, Instituto de Investigaciones Estéticas, México, UNAM, 2008.

Pellicer de Brody, Olga y L. Mancilla, Esteban, Historia de la Revolución mexicana (1952-1960). El entendimiento con los Estados Unidos y la gestación del Desarrollo estabilizador, México, El Colegio de México, 1978.

Pellicer de Brody, Olga y Luis Reyna, José, Historia de la Revolución Mexicana (1952-1960). El afianzamiento de la estabilidad política, México, El Colegio de México, 1978.

Picado Umaña, Wilson,”Breve historia semántica de la Revolución Verde” en Agriculturas e innovación tecnológica en la península ibérica (1946-1975), Madrid, Ministerio de Medio Maniente y Medio Rural y Marino, 2011.

Pichardo, Beatriz, “La revolución verde en México” en Revista Agraria, Sao Paolo, Año 3, núm. 4.

Plan Chapingo sus realizaciones y su proyección, México, 1967.

Por Aquiles Lázaro | Octubre 2023

Una de las tesis fundamentales de la interpretación marxista de la sociedad consiste en el reconocimiento de dos elementos centrales del mecanismo social: la estructura (o base) y la superestructura. A quienes insisten en que tal conceptualización es una herencia de los manuales soviéticos, habrá que recordarles varios textos originales de Marx en los que aparecen formulados con toda claridad los conceptos de Basis y Überbau, cuya traducción literal es la de base y superestructura.

La fórmula mil veces repetida de que «el ser social determina la conciencia social» no expresa con toda la precisión necesaria la verdadera dimensión del planteamiento marxista acerca del problema de la relación entre la base y la superestructura. Y puesto que la cuestión del arte respecto a la sociedad no es más que una forma particular del problema de la conciencia social respecto al ser social, es necesario penetrar en esta última cuestión antes de responder a la pregunta planteada en nuestro título.

Tesis difusas en esa dirección pueden hallarse ya en Ludwig Feuerbach («los hombres son producto de las circunstancias y de la educación»), e incluso una de las Tesis sobre Feuerbach se dirige precisamente contra esta concepción materialista premarxista.

Ahora bien, la revolución filosófica del materialismo dialéctico, respecto a la sentencia que nos ocupa, se da en dos direcciones: 1) el ser social no es “la cultura”, “la sociedad” o “las circunstancias” sino el proceso de producción de la vida material; y 2) la determinación mecánica que propone Feuerbach de un elemento por otro mutila el carácter activo de la práctica, con la cual, en los hechos, el hombre y la mujer inciden sobre la sociedad, transformándola.

Así es que solo en un materialismo premarxista, no dialéctico, puede sostenerse hasta sus últimas consecuencias la tesis de que el arte no es más que un reflejo mecánico de la sociedad. Una de esas consecuencias últimas, por cierto, tendría que ser reducir al arte siempre a este papel de contemplación sensorial, un arte que refleja a la sociedad pero que no tiene ninguna posibilidad de tornarse activo para modificarla mediante la práctica.

De esta posición se desprenden teorías que postulan, con argumentos más o menos sofisticados, funciones directamente utilitarias del arte. Unos ven en la actividad artística —creación y apreciación— una especie de «escape» de la realidad. La principal función del arte, afirman otros, es recoger las consignas políticas de su tiempo. Los hay también quienes, desde un punto de vista algo más precario, afirman que el arte debe hacernos pasar un rato agradable, exento de preocupaciones y esfuerzos.

En la estética, diversas escuelas marxistas del siglo xx identificaron oportunamente el error: La conciencia y sus formas, entre ellas el arte, no se limitan a reflejar pasivamente el ser, sino que dirigen la actividad del hombre, convirtiéndose con ello en la premisa subjetiva de la transformación práctica del mundo. Esta es la «actividad sensorial humana práctica» de que habla Karl Marx.

Así es que sostener que el arte es un reflejo de la sociedad, así a secas, distorsiona y mutila el papel de la actividad artística y de los artistas. La práctica artística es, en realidad, una forma particular del conocimiento humano —como las ciencias, la filosofía o la actividad política— que nos revela, en el proceso práctico de transformación de esa realidad, nuevas formas de acción para la práctica transformadora.

Llegados a este punto se alzan dos preguntas: ¿Es el arte la forma principal de conocimiento? ¿Es la actividad artística la forma de la práctica más efectiva para transformar la realidad? No. Sin embargo, puesto que el arte y los artistas encarnan una forma particular de relacionarnos con el mundo, esa forma de conocimiento es, igual que las otras, singular e insustituible.


Aquiles Lázaro es promotor cultural e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Ehécatl Lázaro | Octubre 2023

La idea de un orden multipolar viene de la corriente realista de las Relaciones Internacionales. Se refiere a la estructura del sistema internacional, es decir, a forma como se distribuye el poder (las capacidades económicas, militares, políticas y tecnológicas) entre los Estados, las unidades que conforman el sistema.

Una estructura bipolar es aquella donde dos Estados tienen capacidades similares, pero ninguno logra someter al otro, por lo que compiten permanentemente entre sí, alineando al resto de Estados en sus respectivas órbitas; al final, una de las dos partes se impone sobre la otra, dando origen al orden unipolar. Esta estructura bipolar fue la que caracterizó a la Guerra Fría, entre 1945 y 1991, con Estados Unidos y la Unión Soviética como grandes potencias. La estructura unipolar es aquella donde el poder que concentra un Estado es tal que no tiene competidores; los demás Estados forman alianzas para contrarrestar el poder de la potencia hegemónica hasta lograrlo y dar origen al orden multipolar. Esta estructura unipolar fue la que existió entre 1990 y 2014, con Estados Unidos como superpotencia. En una estructura multipolar el poder se distribuye entre tres o más Estados, sin que ninguno pueda someter a los demás; esta fue la estructura que antecedió a las dos guerras mundiales, con Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Turquía y Estados Unidos como polos de poder, y de la cual surgió el orden bipolar. Para el realismo, las tres estructuras son solo momentos de un sistema que se encuentra en permanente cambio.

El multipolarismo ha comenzado a ser un orden deseable no solo para los Estados sometidos por la potencia hegemónica, sino también para los movimientos antiimperialistas y revolucionarios del mundo. Así, el multipolarismo es una aspiración para países que no aceptan ser vasallos de Estados Unidos y su sistema imperial, como China, Rusia, Irán, Venezuela, Cuba, etc., pero también para organizaciones sociales anticapitalistas en todo el mundo. Para los movimientos revolucionarios el multipolarismo puede tener una acepción diferente de la que tiene para el realismo; el orden multipolar llega a verse como algo deseable por sí mismo, con una fuerte carga moral.

Para el realismo de las Relaciones Internacionales la moral no es una variable de análisis, pues parte de que los Estados no actúan en el sistema internacional con base en principios morales, sino con base en intereses, siendo el más importante de ellos garantizar su supervivencia. Para sobrevivir, un Estado debe tener poder para defenderse de otros Estados. Las decisiones que tome en el plano internacional estarán orientadas siempre a no perder el poder que tiene y a adquirir más. Sea en un orden unipolar, bipolar o multipolar.

El genocidio que vive el pueblo de Palestina es una coyuntura apropiada para revisar el carácter del mundo multipolar. ¿Cuáles han sido los posicionamientos de los Estados en el episodio más reciente del conflicto entre Israel y Palestina? Los países del sistema imperial (Estados Unidos, Canadá, los europeos, el G7, etc.) condenaron la resistencia de los palestinos, apoyaron públicamente a Israel, enviaron más armas al ejército israelí y cortaron la ayuda que algunos de ellos daban a Palestina. Como aliados históricos de Israel, su posición no puede sorprender a nadie, pero India, Argentina, Perú, Chile, Uruguay y Paraguay también adoptaron esa línea.

China asumió una posición neutral, se mostró “preocupada por la actual escalada de tensiones y violencia entre Palestina e Israel” y llamó “a las partes relevantes para que mantengan la calma, ejerzan moderación y pongan fin de inmediato a las hostilidades para proteger a los civiles y evitar un mayor deterioro de la situación”. También dijo que “la salida fundamental del conflicto reside en implementar la solución de dos Estados y establecer un Estado de Palestina independiente”, pero nada más. En un tono similar, Rusia dijo que “es necesario no solo detener urgentemente los combates, resolver el problema con los civiles, que en gran número se están convirtiendo en víctimas de la situación actual, sino también prestar especial atención a las razones por las que el problema palestino no puede encontrar una solución durante muchas décadas”. Turquía, Brasil, Egipto, México, Colombia y Bolivia también optaron por la neutralidad, aunque el presidente Gustavo Petro, a título personal, ha criticado enérgicamente el genocidio y la colonización israelí y ha defendido el derecho de Palestina a defenderse.

Los países árabes de la región (Irán, Líbano, Jordania, Siria, Irak, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Afganistán, Libia, etc.) se posicionaron enérgicamente a favor de la lucha Palestina por su liberación. Además de los países árabes, los únicos que abiertamente respaldaron la lucha del pueblo palestino contra el genocidio fueron Irán, Cuba, Venezuela y Corea del Norte.

El Estado de Israel privó de comida, electricidad y combustible a Gaza, impide que sus habitantes salgan y bombardea día y noche barrios civiles so pretexto de combatir a Hamás. Miembros del gabinete de Netanyahu incluso dijeron que los habitantes de Gaza no eran personas sino animales-humanos y que había que tratarlos como tales. Una retórica explícitamente fascista y una práctica abiertamente genocida. El sistema imperial siempre ha apoyado a Israel en su proyecto colonizador, pero a los campeones del multipolarismo parece no importarles la matanza que Israel está llevando a cabo en Palestina. ¿Por qué?

Retomando los principios del realismo, los Estados no actúan por principios morales, sino por su interés nacional, por el poder. El genocidio en Palestina no perjudica directamente ni a Rusia ni a China; por el contrario, solidarizarse con el pueblo palestino y, dando un paso más, apoyar los esfuerzos armados por su liberación, sería más perjudicial que benéfico para ellos. Las relaciones con Israel son muy valiosas para los intereses de Rusia en Medio Oriente (la Unión Soviética fue el primer Estado que reconoció la existencia de Israel, en 1948), además de que no puede dispersar su poder de fuego ahora que libra una guerra en Ucrania donde se juega su supervivencia. A China no le interesa involucrarse en un conflicto armado tan lejos de sus fronteras, cuanto más porque debe estar preparada para cualquier crisis bélica que estalle en el estrecho de Taiwán. Ninguna potencia incrementaría su poder participando con el bando palestino, sino que lo reduciría.

¿Por qué los países árabes sí defienden a Palestina? Porque ven en el sionismo de Israel un peligro para todos ellos, como ha quedado demostrado en las numerosas guerras que ha habido entre Israel y los países árabes desde la creación del Estado sionista, en 1948. Para ellos es una cuestión de seguridad, de supervivencia. Cuba, Venezuela y Corea del Norte no tienen nada que perder declarando su apoyo a Palestina, además de que ninguno cuenta con las capacidades para participar efectivamente en un conflicto armado en Medio Oriente.

El multipolarismo es deseable por los movimientos revolucionarios del mundo porque el debilitamiento del unipolarismo proporciona un mayor margen de acción a los Estados débiles y, por lo tanto, se abren más oportunidades para impulsar políticas revolucionarias. Sí, pero debemos tener claro que el orden multipolar no es el orden de la justicia. Lo saben los palestinos. Un orden así solo es posible si replanteamos las relaciones entre los Estados. Pero esto no depende de la voluntad de ningún individuo particular ni de ningún Estado específico, sino del modo de producción capitalista que impone a cada Estado sus necesidades e intereses. Solo construyendo el socialismo podremos verdaderamente edificar un orden justo para todos los pueblos. Parafraseando al revolucionario y poeta salvadoreño, también en el terreno de las relaciones internacionales el socialismo será una aspirina del tamaño del sol.


Ehécatl Lázaro es maestro en Estudios de Asia y África, especialidad China, por El Colegio de México.

Por Aquiles Celis | Octubre 2023

En el momento en que Walter Benjamin escribía sus Tesis sobre la historia, nuestro autor permanecía ajeno a las comparaciones facilonas que sobre el totalitarismo hacían sus amigos heideggerianos. Aún más, al momento de escribir las tesis, en la medianoche de la historia, cuando las tropas nazis avanzaban imparables sobre la lánguida Europa, Benjamin aún guardaba la esperanza del comunismo como única alternativa posible de la humanidad, incluso, consideraba a la Unión Soviética –quizá por su cercanía con Bertol Brecht- como agentes nuestros en una guerra futura.

En este contexto fue que escribió ese famoso documento.

La primera tesis comienza con una historia. Conocemos el cuento, pero no sabemos si lo que se cuenta es cierto.

Según la interpretación de Reyes Mate Rupérez, en su texto Comentarios a las tesis de Walter Benjamin “sobre el concepto de Historia”, al momento de escribir las Tesis Sobre la Historia, Walter Benjamin se encontraba en París, y, conocedor del texto de donde retoma el cuento o la metáfora del enano jorobado es de Edgar Allan Poe, El ajedrecista de Maezel, que el público francés conocía muy bien gracias a una traducción de Baudelaire que circuló profusamente en la ciudad francesa. El interés de Allan Poe era demostrar a los lectores que las máquinas nada lograrían sino estuviera manipulada por la inteligencia humana, oculta para el espectador pero eficaz y presente para el juego.

El espíritu tiene la forma de un enano, feo y jorobado y representa a la teología y el artilugio mecánico turco no es otro que el materialismo histórico.

Alianza de dos formas de conocimiento tan alejadas históricamente como el marxismo y la religión. ¿Qué entiende Walter Benjamin por marxismo y qué entiende por religión? Su marxismo no es ni el de la I ni el de la II Internacional, anuncia una nueva comprensión del marxismo y esa novedad proviene de la alianza de la teología con el marxismo.

Como la teología es pequeña y fea se puede aducir que Walter Benjamin no renuncia a la crítica de la religión. No renuncia a la dialéctica de la ilustración, pero esto no significa que toda la religión se agote en la tradición antiilustrada o sea aliada del fascismo. Hay en la religión un aspecto oculto. Aspiración de Walter Benjamin es la articulación de un discurso filosófico nuevo.

No busca lavar la cara de la religión ni busca establecer una “alianza estratégica” entre ellos, como en tiempos de la unidad popular chilena, el eurocomunismo o la teología de la liberación. Se anuncia una nueva comprensión de la realidad que encierra la esperanza de que otro mundo es posible.

¿Qué ve Walter Benjamin en el marxismo? Siempre escribe “materialismo histórico” entre comillas. Lo que le interesa es que el marxismo heterodoxo que él busca es verdad y justicia. Por eso la pregunta por la verdad es la pregunta por la justicia. ¿Qué ve en la teología? No es dios lo que le preocupa, sino cómo ha quedado grabada en ella la historia del hombre. En la religión están las huellas de toda la experiencia humana que no puede echar en saco roto.

Puede ser que este mundo ya no se parezca tanto a la medianoche que le tocó vivir a Benjamin, pero aun así guarda muchas cosas en común, como menciona Reyes Mate: “Ni la multiplicación social del Estado, social de derecho, ni el avance de la Democracia liberal, ni el prestigio del discurso de los derechos humanos, ni el crecimiento de la riqueza material por obra y gracia de la globalización, han conseguido mandar al desván de las pesadillas la contundente afirmación de que todos esos progresos se hacen sobre las espaldas de una parte de la humanidad.”


Aquiles Celis es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Victoria Herrera | Octubre 2023

En los días que corren el feminismo es una lucha necesaria y relevante en la búsqueda de igualdad y justicia para todas las personas. Aunque algunas voces cuestionen la necesidad del feminismo en la sociedad actual, es importante recordar que esta lucha no es simplemente un capricho, sino un movimiento esencial que aborda cuestiones profundamente arraigadas de discriminación de género.

Históricamente las mujeres han luchado contra esa discriminación profundamente arraigada. Desde el siglo XVII en Europa, durante el periodo de la Ilustración, surgieron las primeras ideas que abogaban por la igualdad de género. Filósofas como Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer, argumentaron que las mujeres deberían tener acceso a la educación y derechos civiles en igualdad de condiciones que los hombres.

Posteriormente en el siglo XIX en países como Estados Unidos y el Reino Unido, se formaron movimientos de reforma que abogaban por los derechos de las mujeres. La Convención de Seneca Falls en 1848, liderada por activistas como Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony, marcó un hito importante al aprobar una “Declaración de Sentimientos” que pedía principalmente el sufragio femenino entre otros derechos.

Durante el siglo XX el feminismo experimentó dos olas importantes. La Primera Ola, que se extendió desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX, se centró en cuestiones políticas y económicas, como el sufragio femenino y la igualdad ante la ley, así como, mejores condiciones de trabajo. En ese contexto (en el que el capitalismo había llegado a su fase imperialista) Rosa Luxemburgo se alió a la lucha de las proletarias de Europa y escribió en 1912 El voto femenino y la lucha de clases en donde advirtió los límites del movimiento sufragista y apuntó las posibilidades del feminismo proletario.

Allí escribió: “La actual lucha de masas en favor de los derechos políticos de la mujer es sólo una expresión y una parte de la lucha general del proletariado por su liberación. En esto radica su fuerza y su futuro. Porque gracias al proletariado femenino, el sufragio universal, igual y directo para las mujeres supondría un inmenso avance e intensificación de la lucha de clases proletaria. Por esta razón la sociedad burguesa teme el voto femenino, y por esto también nosotros lo queremos conseguir y lo conseguiremos.”

La Segunda Ola del movimiento feminista internacional surgió en la década de 1960 y se enfocó en exigir la igualdad en el lugar de trabajo, la autonomía reproductiva y la eliminación de la discriminación de género en la sociedad. A partir de los años ochenta surgieron diversos movimientos y corrientes dentro del feminismo, como el feminismo radical, el feminismo negro, el feminismo queer y otros, que enfatizaban diferentes aspectos de la lucha por la igualdad de género y la justicia social.

Llegados a este punto resulta obvio y decepcionante concluir que el movimiento feminista ha logrado ciertos avances como el derecho al voto y paulatinamente la autonomía reproductiva, tal es el caso del derecho al aborto. Sin embargo, la mayoría de las demandas de las mujeres siguen siendo necesarias de resolver: la brecha salarial entre hombres y mujeres, la violencia de género y la falta de representación femenina en cargos directivos y políticos son los principales problemas que las mujeres tenemos que enfrentar cotidianamente y, por lo que se hace necesaria la organización femenina. Negar la existencia de estas desigualdades no hace más que perpetuarlas. El feminismo es entonces una herramienta que proporciona una voz poderosa para combatir estas injusticias arraigadas en la sociedad mexicana e internacional.


Victoria Herrera es historiadora por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Alan Luna | Octubre 2023

No puede negarse que el pensamiento se ha desarrollado bastante desde que el ser humano apareció sobre la tierra. Los problemas filosóficos que tenemos hoy no son ya los de los griegos, quienes ahondaron bastante en el desarrollo de las ideas. Aun así, es importante sopesar correctamente la relación entre lo pasado y lo presente cuando hablamos del pensamiento.

En el marxismo encontramos una contradicción básica que ilustra en este sentido. Se ha dicho bastante que Marx no necesita complementarse, completarse con otros pensamientos. Es decir que algo así como un marxismo kantiano, o un marxismo platónico, aristotélico, etc., en lugar de aportar al marxismo hace una revisión innecesaria de los planteamientos centrales del pensador de Tréveris, este es el sentido del revisionismo ya bastante criticado por parte de algunos marxistas.

Pero, por otro lado, una postura parcial, abstracta de lo anterior, nos llevaría al error clásico de pensar que Marx inicia y se acaba en sí mismo que, dado que Marx ya lo dijo todo, no vale la pena estudiar nada más fuera de él. Siguiendo esta postura, estudiar solamente vale la pena para el revolucionario si este estudio consiste en repetir a Marx, a “entenderlo” cada vez mejor.

Este es un error que el mismo Lenin ya había notado con toda claridad. En el artículo “Sobre el significado del materialismo militante” menciona

Sería un gran error, uno de los más graves errores que pueda cometer un marxista, el pensar que los muchos millones de las masas populares (sobre todo campesinos y artesanos), condenadas por la sociedad contemporánea a permanecer en el oscurantismo, en la ignorancia y llenas de prejuicios, puedan salir de la oscuridad únicamente por la línea recta de la ilustración puramente marxista. Es necesario dar a dichas masas el más variado material […], hacerles conocer los hechos de las más variadas ramas de la vida, abordarlas de una y otra manera a fin de interesarlas, de sacudirlas en todos los aspectos, a fin de despertarlas del letargo religioso, empleando, para ello, los más distintos procedimientos, etc. (Lenin, 1973;385)

Lenin sigue una idea clara, el marxismo no se hizo solo, es el resultado del desarrollo mismo del pensamiento humano, o si se quiere, resultado de la realidad misma cuya captación consciente le corresponde al pensamiento. El marxismo es el heredero de lo mejor que ha creado la humanidad en materia de cultura, como lo han expresado otros autores.

Volver a los pensadores anteriores a Marx, o incluso tratar de complementar las ideas de Marx con algo nuevo dicho posteriormente, es un error cuando estas novísimas posturas son utilizadas para desviar el pensamiento central de Marx, para argumentar, por ejemplo, la invalidez de la teoría de la lucha de clases. Pero esto es un uso político que no tiene que ver mucho con el intento del análisis científico del fenómeno real.

La contradicción aquí se manifiesta en que si partimos de que Marx es consecuencia, es el punto de llegada del desarrollo de la realidad material y el pensamiento, para poder comprenderlo de mejor manera no se puede —como apunta Lenin— obviar ese mismo desarrollo, deben comprenderse los pasos que han sido claves para que el resultado se presente tal y como se presenta.

Por lo anterior es pertinente recordar las palabras de Hegel en la Fenomenología del espíritu “La ciencia expone en su configuración este movimiento formativo, así en su detalle cuanto en su necesidad […]. La impaciencia se afana en lo que es imposible: en llegar al fin sin los medios.” (Hegel, 2015;22) [El resaltado es mío. ASLM].


Alan Luna es maestro en filosofía por la UAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Por Jenny Acosta | Octubre 2023

Para que los seres humanos podamos actuar en el mundo necesitamos certeza. Sin embargo, es casi imposible actuar solamente desde la certeza, pues la realidad está atravesada por una multiplicidad de aspectos que no siempre logramos considerar en nuestra acción, por una multiplicidad de otras personas que también actúan sobre ella y la transforman, la persona misma no puede asegurar que lo que es hoy será mañana y siempre; en una palabra, no podemos nunca tener una certeza absoluta e innegable simple y sencillamente porque el mundo, y nosotros mismos, está constantemente cambiando. En un contexto así es indispensable que surja la duda.

Para la filosofía la duda ha sido uno de los aspectos más importantes para la construcción de un conocimiento cada vez más exacto. Desde la Antigüedad Clásica (con los escépticos), pasando por la Modernidad (Descartes), hasta el idealismo alemán (Hegel) es posible encontrar reflexiones significativas sobre este punto.

La importancia de la duda en el proceso de conocimiento es reconocida, incluso, por pensadores como Lenin. En Materialismo y empiriocriticismo este autor sostiene que en “… todos los dominios de la ciencia, hay que razonar con dialéctica… no suponer jamás que nuestro conocimiento es acabado e inmutable, sino indagar de qué manera el conocimiento nace de la ignorancia, de qué manera el conocimiento incompleto e inexacto llega a ser más completo y más exacto.” (1979; p. 105). Los “filósofos” contra los que Lenin discute en esta obra sostenían que el conocimiento que tenemos de las cosas mostraba fielmente lo que la cosa era, de tal manera que se cerraba la posibilidad de perfeccionar nuestro conocimiento de la realidad. Así, por ejemplo, con esos “pensadores” se puede defender que lo que hasta ahora conocemos del litio es un conocimiento perfecto, pues es efectivamente lo que el litio es, cerrando, por tanto, la opción de que en un futuro se descubran nuevas propiedades, características, funciones, de este elemento.

A esta posición dogmática, Lenin antepone una actitud dispuesta a aprender, no partir nunca de la presuposición de que se sabe todo y de que lo que se conoce es perfecto. La ausencia de duda significaría, efectivamente, que se posee el conocimiento verdadero, exacto, total de cualquier fenómeno. Sin embargo, esta pretensión es imposible, pues el mismo movimiento de las cosas, el desarrollo del conocimiento humano y de las nuevas herramientas que creamos como humanidad, nos indican constantemente que lo que sabemos del mundo necesita ser precisado. Las cosas se transforman, por lo que nuestro conocimiento sobre ellas debe necesariamente transformarse.

Otro gran pensador, Marx, tenía clara la cuestión. En una entrevista hecha por sus hijas, Laura y Jenny Marx, le preguntaron cuál era su lema favorito y él respondió: «Hay que dudar de todo». En este lema se expresa la misma motivación de la que Lenin habló: alcanzar un conocimiento cada vez más exacto, más completo, más verdadero de las cosas. Quien desea transformar el mundo no puede creer que lo conoce todo y que todo lo conoce a la perfección, pues la realidad, en su constante transformación nos obliga a contraponer lo que sabemos de las cosas con lo que las cosas efectivamente son. La actividad transformadora nos obliga a dudar de lo establecido, pues solo examinándolo con detenimiento podemos comprenderlo y transformarlo. No se trata de vivir en la eterna duda, sino de hacer de la duda un motor para conocer nuestro presente y transformarlo.


Jenny Acosta es maestra en filosofía por la UAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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