Diciembre 2022

Desde que el gobierno actual llegó al poder ha llamado la atención su crítica hacia las organizaciones civiles. Desde el punto de vista del presidente, no es necesario que la gente se organice para exigir sus derechos. Esto se evidencia porque cualquier manifestación que cuestione su mandato, aunque sea un poco, es duramente criticada con toda la fuerza mediática que ha construido para ese y otros propósitos que ayuden a la buena imagen de la 4T.

Pero si no es por medio de la presión popular ¿cómo se resolverán los males históricos del pueblo de México? (Desigualdad, pobreza, un mal sistema de salud, bajo nivel educativo, etc.) A pesar de la poca claridad que ha caracterizado a los que hoy nos gobiernan, la respuesta a la pregunta anterior parece indicar que es que debemos esperar que la solución a nuestros problemas llegue del Estado. Según la concepción del presidente, bastaba con que en el poder estuviera un hombre bueno, honesto, que hiciera lo que el Estado siempre estuvo obligado a hacer, mejorar las condiciones de vida de aquellos que viven bajo su manto protector.

Lo anterior ya tiene rato que se viene diciendo. Fue un punto de partida del análisis de la filosofía política de la época del llamado contractualismo, corriente que veía en el contrato social el acto que funda la vida en sociedad bajo un conjunto de reglas que el Estado se hará cargo de hacer cumplir. La necesidad de la existencia del Estado en resumidas, y muy simplificadas, cuentas viene del siguiente argumento: la sociedad se compone de numerosos individuos que no son todos iguales, por lo tanto, habrá intereses contrapuestos. Si no hay un orden o una ley estaríamos condenados a la pelea eterna pues cada quién velaría por sus intereses particulares; por esto, es necesario que haya un organismo superior que se encuentre por encima de los intereses particulares, que represente a todos los intereses por igual y que se encargue de resolver en favor de la justicia los problemas entre los desiguales.

Desde los tiempos de Hobbes, Locke y Rousseau, filósofos que impulsaron el desarrollo de la teoría contractualista, ya se advertían las complicaciones de que la teoría se aplicara a cabalidad en la construcción de las distintas naciones. Rousseau, probablemente el más radical de los mencionados, sabía que cabe la posibilidad de que  aquellos que ostenten el poder no correspondan a los intereses de los gobernados, y llegó a mencionar que, de ser este el caso, el pueblo tiene la facultad de renovarse y buscar nuevas formas de gobierno que sí les convengan.

Lo que era una excepción para los contractualistas para Marx era la generalidad. El Estado viola sistemáticamente los intereses de los particulares porque no representan sino a una clase en el poder. El poder económico en manos de unos pocos hace que lo que debería funcionar para el beneficio de la mayoría solamente responda a aquellos que tienen el dominio de la economía de cada nación. Siendo esto así, todo el aparato que se construye con el pretexto de beneficiar a todos los ciudadanos se convierte en distintos mecanismos para la dominación de aquellos que quedan fuera de los beneficios económicos.

Las leyes, la política, la policía, todos mecanismos que deberían servirnos solamente responden al amo del capital. ¿Cómo ampararnos en una legalidad que se utiliza constantemente en contra de nuestros intereses? El asunto es claro, todo mexicano tiene derecho a la vivienda, pero el gobierno no se preocupa por construir las condiciones que permiten el acceso a esta. También tenemos derecho a la educación, pero existen distintos problemas para obtenerla, desde la pobre oferta de lugares en las universidades públicas hasta el costo real de acabar una carrera fuera de las zonas de provincia.

No podemos esperar que el Estado resuelva los problemas que nunca ha tenido interés de resolver porque funciona como el guardián de los intereses de una sola clase social. Por muy bondadoso y honesto que sea el que venga a gobernarnos, la única garantía de que se defiendan los intereses de la mayoría es que el pueblo se mantenga organizado para reclamar mejoras en su nivel de vida. De lo contrario, lo único que nos quedaría sería la esperanza de tiempos de bonanza cada que uno de los buenos acceda al poder.

Como vemos, lo difundido ahora como la salida correcta para los males sociales no se sale del marco estatista que fundamentó gran parte de la filosofía política contractualista. Dados los límites del poder estatal, el pueblo debe exigir que se respete uno de los grandes logros del movimiento popular, el derecho a la organización, por medio de este es que se han logrado importantes avances en bien de los trabajadores y trabajadoras, en muchas ocasiones a pesar del capitalismo mismo.


Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

El 2022 ha sido un año muy difícil, tan difícil como ya nos tiene acostumbrados nuestro horizonte plomizo, nuestro tiempo liminal histórico, como categorizaban Daniel Bensaid y Álvaro García Linera el presente en que nos desenvolvemos. El 2023, en ese sentido, será una continuación, no un quiebre ni una suspensión. Eso lo tenemos claro y, aun así, entraremos en la convención de celebrar las tradiciones decembrinas, los ritos y las libaciones consuetudinarias intentando que, de alguna manera, el pasado no nos persiga y el primero de enero de 2023 seamos capaces de quemar las naves y renacer “nuevos, virtuosamente y dispuestos”.

De hecho, algunos pensadores marxistas, en concreto Antonio Gramsci, se mantenía en contra de la celebración de los años nuevos, aduciendo que era una fractura artificial de la continuidad de la vida. Un jovencísimo Gramsci escribía “de ahí que odie esos años-nuevo de fecha fija, que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto comercial con sus consumos y su balance y previsión de gastos. Estos balances hacen o perder el sentido de continuidad de la vida y del espíritu.”

De esta manera, si aceptamos que el próximo año será una consecuencia del actual y no implicará un recomenzar, debemos asumir que los problemas continuarán y los derroteros elegidos por nuestros amos políticos y económicos seguirán la misma tendencia sin que haya un abrupto cambio radical. En este sentido, ¿Cómo afrontar con dignidad y entereza el tiempo que discurre?, ¿cómo lograr sobrellevar el sinsentido del día a día sin caer en el pozo de la locura?

En cierta manera, la respuesta está en la esperanza. Pero como la esperanza -según Terry Eagleton- es un junco esbelto, un castillo en el aire, una compañera agradable pero mala guía, buena salsa, pero comida escasa; tenemos que pensar en qué tipo de esperanza necesitamos. A pesar de que la esperanza no es una categoría científica, bien es cierto que es un recurso humano. Es imprescindible la esperanza para los momentos que vendrán, la esperanza inteligente como mejor arma para poder afrontar el futuro.

Porque es cierto que el capitalismo ha convertido nuestro mundo en un páramo, en un erial invivible, pero, aun así, no nos sirve de nada el pesimismo estéril, que sólo conduce al cinismo o al desentendimiento. Como nos ha enseñado Eagleton, la esperanza auténtica debe estar basada en razones, ésta no es exclusivamente una característica del temperamento; no es el optimismo infundado de creer que todo va a salir bien simplemente porque tiene que salir bien, ni ver con jovialidad y ligereza el lado bueno de la vida. No; la esperanza parte del conocimiento auténtico del mundo y de la confianza en la fuerza interna y en el potencial de la organización para cambiar las cosas.

De esta manera hay que hacer la esperanza no basta con tener fe; hay que construirla. Obcecarse en la tarea de luchar por un mundo mejor entendiendo que todo puede mejorar y todo tiende al cambio. Hoy no estamos más derrotados que ayer, el socialismo cada vez se presenta como una alternativa más nítida para las nuevas generaciones, el viejo topo de la historia ha venido haciendo su tarea subterránea de demostrar con la experiencia histórica lo equivocado y lo perjudicial que ha resultado el impacto del capitalismo en este mundo. Si hay razones para permanecer pesimistas e incrédulos ante el futuro, también hay razones para albergar esperanza; para declararnos enemigos irreconciliables de las injusticias y organizarnos para cambiarlo radicalmente todo y lanzarnos a la conquista del futuro. En cualquier caso, citando el proverbio italiano que recupera Massimo Modonesi en un texto sobre Rosa Luxemburgo: “si son rosas, florecerán.”

Para la esperanza sólo hay un imperativo categórico que nos sirve para mantener la brújula calibrada y dirigida en la dirección correcta. No se trata de estar feliz, de mantenerse optimista, ni reproducir una boba visión positiva del mundo: se trata de estar siempre en contra de la injusticia y del lado de los pobres, como dijo el Che.

Como colofón, y regresando al inicio de nuestro problema, hay que abolir toda la parafernalia en torno al año nuevo, como concluye Gramsci: “Espero el socialismo también por esa razón. Porque arrojará al estercolero todas esas fechas que ya no tienen ninguna resonancia en nuestro espíritu, y el socialismo crea nuevas fechas, al menos serán las nuestras y no aquellas que debemos aceptar sin beneficio de inventario de nuestros antepasados.” El futuro está en juego y desde luego podemos vencer y crear una nueva sociedad. Feliz año nuevo, camaradas.


Aquiles Celis es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

La guerra civil china comenzó en 1927 y terminó en 1949. Los protagonistas de este conflicto fueron el Partido Comunista de China, dirigido por Mao Zedong, y el Partido Nacionalista o Kuomintang, dirigido por Chiang Kaishek. La guerra terminó con la victoria de los comunistas.

El Partido Comunista de China fue fundado en 1921 por un pequeño grupo de intelectuales marxistas preocupados por la situación de su país. Orientados por la Tercera Internacional, en 1924 los comunistas establecieron un frente unido con el Kuomintang para combatir juntos a los caudillos militares que se habían repartido China tras la disolución de la dinastía Qing, en 1912. Su misión era unificar todo el territorio bajo un único gobierno. En esta coyuntura el Partido Comunista pasó de ser un grupo de intelectuales a ser un partido de masas: miles de obreros, campesinos, estudiantes, soldados y mujeres abrazaron el comunismo. Con la muerte de Sun Yatsen, el fundador, y el ascenso de Chiang Kaishek como máximo líder del Kuomintang, los nacionalistas comenzaron a rechazar el frente unido. En 1927, Chiang Kaishek rompió la alianza y ordenó exterminar a todos los comunistas.

Los pocos supervivientes abandonaron las ciudades y se refugiaron en regiones marginadas e inhóspitas del campo. En el nuevo medio, los comunistas comenzaron a organizar a los campesinos y lograron que miles se sumaran a sus filas. Con esa fuerza, mayoritariamente campesina, y lejos de las ciudades, los comunistas fundaron un Estado dentro de un Estado, al cual llamaron “Soviet de Jiangxi”. El ejército rojo se creó para defender al soviet de las campañas de exterminio lanzadas por el Kuomintang. Pero las tropas de Chiang Kaishek eran más y tenían mejor armamento, entonces los comunistas tuvieron que abandonar el Soviet de Jiangxi y emprendieron una retirada estratégica, luchando por sobrevivir. De las 85 mil personas que iniciaron la Larga Marcha en 1934, solo 8 mil la terminaron en 1935.

En 1936 los comunistas formaron un nuevo soviet en Yan’an. Ahí reorganizaron sus mermadas fuerzas y nuevamente comenzaron a crecer con el trabajo de masas que realizaban entre los campesinos. El inminente inicio de la invasión japonesa (Japón ya había ocupado Manchuria desde 1931) llevó a los comunistas y nacionalistas a formar un segundo frente unido, esta vez para combatir juntos a los japoneses. En 1937 Japón invadió China. Las tropas japonesas aplastaron al ejército nacionalista en Shanghái y Chiag Kaishek cambió la capital de su gobierno a la ciudad de Chongqing, alejándose de las áreas conquistadas por Japón. En el norte, los comunistas combatían a los japoneses siguiendo una estrategia de guerra de guerrillas, lo que les daba más flexibilidad y los exponía a menos riesgos.

En 1945, Japón perdió la guerra contra las potencias aliadas y se rindió. Con el ejército que había reorganizado en los últimos años de la guerra, Chiang Kaishek lanzó una nueva campaña militar contra los comunistas. El ejército rojo había crecido numéricamente durante la guerra y había obtenido armas de los japoneses cuando estos se rindieron. A pesar de ello, las fuerzas del ejército rojo eran inferiores a las de Chiang Kaishek. Los nacionalistas tenían 2.5 millones de soldados, contaban con aviones y barcos de guerra, habían desarmado a 1.5 millones de japoneses y Estados Unidos los respaldaba. Los comunistas tenían menos de un millón de soldados, carecían de aviones y barcos, solo habían desarmado a 30 mil japoneses y ninguna potencia los respaldaba. A pesar de las diferencias abismales, los comunistas triunfaron.

Durante toda la guerra civil, el Kuomintang siempre tuvo más fuerza que el Partido Comunista. ¿Por qué ganaron los comunistas? Un factor determinante fue el descontento que los nacionalistas generaron en la población. El gobierno de Chiang Kaishek entre 1927 y 1937 había tenido cierta estabilidad política y económica, pero desde que inició la invasión japonesa el gobierno se volvió dictatorial y aplicó políticas económicas desastrosas. Los obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales repudiaron a los nacionalistas y comenzaron a apoyar a los comunistas. Hasta los empresarios deseaban la llegada de los comunistas, esperando que ellos pudieran controlar la inflación y estabilizar la economía. Varios sectores urbanos tenían miedo de los comunistas porque estos habían crecido en el campo y casi no tenían presencia en las ciudades; además, la propaganda anticomunista de los nacionalistas había hecho lo suyo. Pero la gente ya no soportaba más el gobierno del Kuomintang. Al perder el apoyo de las ciudades, Chiang Kaishek perdió sus principales bases de poder y los comunistas las ganaron.

Lenin dice que las revoluciones solo tienen éxito cuando los de abajo ya no quieren seguir viviendo como antes y los de arriba ya no pueden seguir gobernando igual. Así se entiende el triunfo de los comunistas en la guerra civil china.


Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y cursa una maestría en Estudios de China en El Colegio de México.

Diciembre 2022

Gilbert Keith Chesterton fue un magnífico escritor, insólito y fuera de serie, autor de la novela El hombre que fue Jueves.

El hombre que fue Jueves cuestiona los alcances del anarquismo. La historia comienza con la discusión entre un poeta llamado Gabriel Syme, que defiende el orden y las leyes, y un anarquista llamado Gregory, quien aboga por la disolución de toda institución gubernamental. A partir de esa discusión, la historia girará en torno a las acciones de una red supuestamente anarquista.

En el desarrollo, aparece un personaje llamado Domingo, líder de un grupo anarquista que hablará una sola vez, después de que Chesterton ha planteado un misterio con la expectativa de ser resuelto. Domingo guarda silencio en buena parte del relato, y se espera que su participación en el diálogo resuelva los enigmas planteados en la historia. Sin embargo, cuando Domingo toma la palabra dice una serie de incoherencias que profundiza los problemas en lugar de aclararlos. Acto seguido, Gabriel Syme afirma lo siguiente: “¿Por qué han de pelear entre sí todas las cosas de la tierra? ¿Por qué cada cosa insignificante se ha de sublevar contra el mundo? […] Para que todo lo que obedece a una ley merezca la gloria y el aislamiento del anarquista. Para que todo el que lucha por el orden sea tan bravo, sea tan honrado como el dinamitero.” En pocas palabras, Syme afirma que el destino del universo es el anarquismo, o bien, el orden que ofrece la dignidad del anarquismo. En palabras del poeta que defendía a la ley, Chesterton expresa el anhelo de una revolución que logre conservar el orden.

En este aspecto, es importante recordar que Chesterton fue un militante político del ala conservadora: anhelaba conservar la familia, la nación y sus leyes. Sin embargo, la enseñanza de Chesterton no está en sus objetivos personales, no son sus anhelos conservadores lo que más se destaca de su texto, sino su análisis de la acción revolucionaria. En este sentido, en su libro Lo que está mal en el mundo, afirma que “la plebe nunca puede rebelarse si no es conservadora, al menos lo bastante como para haber conservado alguna razón para rebelarse.” Es decir, que un nuevo orden de cosas se instaura únicamente en la medida en que se conservan determinados estatutos, los cuales defienden el beneficio de la población mancillada. Por eso, paradójicamente, las rebeliones en contra de las injusticias tienen determinado tinte conservador y, al mismo tiempo, el objetivo de erradicar el estado actual de las cosas. Por otro lado, debe analizarse detenidamente qué se quiere conservar, qué se quiere defender, qué vale la pena sostener.

Marx advertía, en 1848, que todo lo sólido se desvanece en el aire, que el sistema económico moderno desvanece todo derecho y dignidad humana, fines humanos que debieran preservarse. Esta es una de las enseñanzas de Chesterton: conservar lo que merece la pena ser conservado.


Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

En su libro La conversión de los indios en la Nueva España, el historiador Christian Duverger explica las razones de por qué en la Nueva España el cristianismo obtuvo rápida aceptación entre los nuevos conversos; el papel de los primeros religiosos franciscanos es resaltado en sus justos términos: religiosos compenetrados por la cultura y la sensibilidad indígenas que reemplazaron ritos y prácticas mediante un sincretismo evidente; haciendo posible un cristianismo popular no siempre ortodoxo y sí muy flexible.

Este proceso de yuxtaposición de imágenes no fue una innovación: ya el catolicismo de los súbditos de Castilla y Navarra había sufrido una transformación harto similar en sus lugares de origen. Por principio, desde la Hispania visigoda, en el siglo VII, el cristianismo se alejaba de la ortodoxia, para acercarse al culto de María, doctrina que no era tan típica en el cristianismo del resto de Occidente. Es en estos siglos de la Edad Media donde se desarrolla la teología mariana y es, justamente, en la actual España donde encontrará a sus mejores apologistas: Leonardo e Isidoro de Sevilla, San Ildefonso de Toledo, entre otros. Un rasgo a considerar es que el culto mariano no fue una doctrina desarrollada por las élites eclesiásticas, su propagación corrió a cargo de “la religiosidad popular” hispano-lusitana, ésta a su vez había sido suscitada por la mezcla de la religiosidad ibérica, fenicia, cartaginesa y principalmente grecorromana, con el pensamiento cristiano de los primeros siglos y el pensamiento germánico y, más tarde, al enriquecerse con elementos orientales e islámicos dieron origen a lo mozárabe.

La arqueología hoy nos da noticias de una veneración de figuras femeninas ya en la época prerrománica. La llegada del catolicismo retoma sus cultos que no rompe, sino que más bien moldea; así por ejemplo, no pocas de las divinidades veneradas anteriormente en la península aparecen como advocaciones marianas: Virgen de la Luz (Lux)  La Gran Madre de Dios (Matter Magna), Virgen de la Salud (Salus), entre muchas; Richard Nebel, en su obra erudita sobre “Virgen de Guadalupe”, dice: “(…) por la interpretatio christiana que aplica a la Santísima Virgen varios símbolos antiquísimos (tierra, agua, luna, etc.), muchas veces al convertir en santuario mariano un templo dedicado a viejas diosas madre, éstas eran sustituidas por María, conservando sus mismos patrocinios y prácticas” (p.43).  El carácter popular de esta adoración la alejó de la teología y doctrina oficial y con esto creó condiciones para poder ser adecuada a las veneraciones locales, regionales o nacionales. 

Un rasgo más de similitud del sincretismo español con el americano: las apariciones. En el periodo de la Reconquista, la imagen de la virgen María fue un elemento de unidad; es, junto con Santiago, un símbolo de identidad de la cristiandad hispana. Paradójicos resultaron los esfuerzos musulmanes por suprimir el culto de imágenes, especialmente las católicas. Sus fieles durante la batalla escondieron varios objetos de culto, al ser reencontradas se erigieron santuarios. Por supuesto que la imaginación popular no las relata como hallazgos de esculturas o pinturas sino como verdaderos prodigios divinos. La virgen de Ocotlán en Tlaxcala ofrece aquella similitud: una advocación de María en un lugar de culto donde en antaño los tlaxcaltecas adoraban a la diosa Xochiquetzalli, diosa de la fertilidad y de la primavera, madre de todos. La teología ha defendido esos puntos de similitud más que como políticas evangelizadoras, sí como señales de que el cristianismo ha sido universal, aunque presentado bajo formas muy extrañas y un tanto contrapuestas. De cualquier modo, no debemos olvidar que la religión, como toda parte integrante de la superestructura, según Marx, refleja inexorablemente los hechos concretos: la evangelización en nuestro país fue, a la postre, una mezcla de todos los elementos de dos culturas; en donde coincidió, hubo sobrevivencia y donde no, hubo adecuación, pero no completo olvido.


Marco Antonio Aquiáhuatl es historiador por la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

Diciembre 2022

Contundentemente el arte tiene una función social. No porque alguien lo enjuicie, sino porque así ha sucedido históricamente. Durante la Edad Media las artes plásticas y, la pintura en particular, fueron utilizadas por la Iglesia y por los mecenas para representar su vida opulenta y perfecta o para mostrar escenas bíblicas. De hecho, uno de los factores que impulsó el arraigo de la fe católica en la sociedad fue precisamente la cultura y más detalladamente el impacto de obras maestras expuestas intencionalmente en las catedrales europea, cuya arquitectura, dicho sea de paso, también estuvo financiada por el Papa y los burgueses de entonces, en particular la familia Medici. Baste recordar las figuras de Giotto di Bondone o Miguel Ángel, escultores, arquitectos y pintores al mismo tiempo. El objetivo era utilizar su arte como medio de “adoctrinamiento” de las “masas populares”. No por ello las obras maestras producidas por los grandes maestros renacentistas pierden su valor artístico, sobre todo si se considera la maestría con que desarrollaron la técnica de las artes plásticas en que incursionaron.

El argumento de que el arte ha tenido históricamente una función social —inconsciente o conscientemente por parte del artista— se sostiene todavía más si lo trasladamos, por ejemplo, al México posrevolucionario, en donde el llamado muralismo mexicano encabezado por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco tomó como modelo a los maestros florentinos antedichos para utilizar su arte exactamente de la misma forma en que lo hicieron sus precursores, pero desde otra óptica, con otras imágenes. Los muralistas mexicanos sustituyeron las escenas bíblicas en Iglesias por escenas heroicas de la Historia nacional en edificios públicos. El objetivo entonces era el de difundir la historia del “pueblo” mexicano.

El otro ejemplo, que se sigue casi naturalmente, es el del expresionismo abstracto surgido en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial abanderado por Jackson Pollock, Clyfford-Still y Rothko. No hay ninguna coincidencia en el hecho de que Pollock haya estudiado a Diego Rivera. Pollock es presentado, sin embargo, como el epítome de la libertad artística, y esto no es ninguna exageración: en el Museo Albertina Modern está abierta de hecho una exposición con obras de estos artistas que lleva por nombre Ways of freedom, en la que se indica “fueron representantes de una nueva libertad del arte, tal como se manifiesta en su reinvención de la abstracción estadounidense. Su ruptura artística radical en 1945 también marcó el nacimiento de la libertad en Europa facilitada por los estadounidenses.”

Para la mayoría de los críticos contemporáneos, así como para ciertos artistas, esta idea es incuestionable porque ambas expresiones tienen como base una misma filosofía, el posmodernismo, el cual niega la existencia de la realidad concreta y promueve la libertad individual por encima de todo, tal como, precisamente, lo hizo el expresionismo abstracto, las vanguardias de la segunda mitad del siglo XX y como lo siguen haciendo algunos artistas contemporáneos, por ejemplo, la exposición Lovers de Urs Fisher en el Museo Jumex, en la que el elemento casi único son inodoros. Esta situación, por supuesto, no se explica como un problema moral-subjetivo, sino como producto de un contexto histórico particular.

En suma, el arte le ha servido, hasta estos momentos, a la Iglesia, a las élites económicas y políticas y ahora sólo a los propios artistas. Como una suerte de tesis inicial, puede decirse que el arte renacentista cumplió una función social específica, adoctrinar, siendo superado por la síntesis que realizó posteriormente el muralismo mexicano, cuyo fin fue la enseñanza de la Historia nacional por la vía de las paredes de espacios públicos y la antítesis. La negación inevitable de ambos movimientos sería ni más ni menos que el arte posmoderno, expresado ahora en el expresionismo abstracto, que por sus propios principios y objetivos se concentra en la individualidad del artista. No por otra cosa termina siendo necesariamente estéril. ¿Cuál es el objetivo de mostrar en las salas de museos unas pinceladas (que solo el artista sabe que tienen una carga emocional) o ver urinarios de cabeza o inodoros llenos de frutas?


Victoria Herrera es historiadora por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

Todo arte refleja las condiciones de su época. Así que, mutatis mutandis, podemos aplicar para el arte aquello que Hegel decía para la filosofía. Pues si la filosofía es su tiempo traducido en pensamiento, el arte es reflejo de aquella realidad que el artista experimenta y que nutre su sensibilidad, aquella que lo mueve a crear su obra.

El problema radica aquí en saber qué parte de la realidad es la que el arte está reflejando. A veces no es tan claro lo que el artista quiere mostrar con su obra y se requiere cierta preparación estética para entender y disfrutar de manera cabal su arte. En otras ocasiones, el artista refleja condiciones que se leen entre líneas, las contradicciones internas que no se mencionan explícitamente pero que uno puede distinguir estudiando la realidad económico-social en que el creador vivió.

Por lo anterior, siempre es interesante estudiar las obras que han sobrevivido al difícil dictamen del tiempo, pues estas obras conjugan dentro de sí una de las contradicciones que a la filosofía le ha tomado milenios analizar: la contradicción de la unión de lo particular con lo universal.

Según la dialéctica, lo universal no puede sino aparecer y manifestarse en lo particular, pero a su vez lo particular es lo contrario de lo universal, por lo que se niegan uno al otro. Esta contradicción está condenada a estar unida y a habitar en la obra de arte para sobrevivir. Esto es así porque , para poder sobrevivir en el tiempo, la obra de arte necesita representar cosas que son de interés universal, pero para eso utiliza las representaciones, las formas de su tiempo.

Chéjov, el gran literato ruso, es muestra de lo anterior. Pongamos por ejemplo su obra de teatro La gaviota. ¿Sobre qué trata? A simple vista sobre las relaciones mundanas de una familia aristócrata, que tiene problemas mundanos en su casa de campo a orillas del lago. Pero todo esto no es sino el escenario sobre el cual se representan las más variadas opiniones sobre la belleza y el arte.

El tema de fondo de La gaviota es el arte. Chéjov representa en dicha obra una cuestión que llegó a atormentarlo en alguna etapa de su vida: “¿para qué escribo? ¿para quién?”. El sentido del arte es una de las cuestiones que el artista intenta resolver y sobre lo que sustenta su propuesta artística.

Pero hay otra cuestión en el fondo de dicha obra de Chéjov igualmente interesante. Este es el de la lucha, la contradicción, entre el arte viejo y el nuevo. El joven artista que lucha porque las nuevas formas tengan reconocimiento y el viejo arte que se conforma con lo logrado hasta ese momento. Uno y el otro se tratan como contrarios irreconciliables, ignorando que, en realidad, uno vive en el otro.

La maestría de Chéjov era precisamente esa: tratar temas profundos, en los que se mezclaba filosofía en el más puro sentido de la palabra con una imagen cotidiana, con la escena de la cotidianidad de la vida. Esto no podría ser de otra forma, pues lo más profundo, lo más elevado, solamente puede manifestarse y acontecer en las formas particulares de la vida que se manifiestan en las relaciones sociales cotidianas. De esta manera, ni la filosofía ni el arte están en un “más allá”, sino que representan lo que realmente acontece; lo representan probablemente en formas que sí procuran una imagen estética, formas que ya no pueden encontrarse tan fácilmente en la realidad, pero que no dejan de ser una necesidad de la vida misma.


Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

Opinaba un crítico que Guillermo del Toro es uno de esos personajes a quienes es imposible no querer. Simpático, humilde y desprendido, el cineasta mexicano encarna precisamente la contra-imagen del artista arrogante que el gran público odia veladamente: señores envanecidos, de mirada altanera y de palabras proféticas en tonos pedantes, al estilo de un Vargas Llosa o un Borges.

Tres noticias, casi simultáneas, volvieron a colocar al realizador jalisciense en los titulares. La primera fue el desacuerdo con la cadena de distribución Cinemex respecto a la exhibición de Pinocho, su película más reciente; luego de la negativa de Cinemex a exhibir la película, el cineasta lanzó un llamado de solidaridad a todos los espacios independientes de exhibición del país, llamado al cual respondieron instituciones como la Cineteca Nacional y la UNAM, así como muchísimos espacios independientes en los estados. Dos: Del Toro alzó la voz públicamente, y con bastante dureza, contra la Secretaría de Cultura por la precaria situación financiera que ha provocado en la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas; dicha situación propiciaría la cancelación este año de los premios Ariel, espacio central —y de gran valor simbólico— para la débil industria cinematográfica mexicana; el director se ofreció a aportar una parte de los recursos económicos necesarios para la premiación, si con eso se garantizaba su realización. Por último, el doctorado honoris causa que le otorgó la UNAM por su destacada trayectoria en el cine mundial y mexicano.

Debo confesar que me sorprendió la solidez intelectual y el amplio panorama cultural del realizador, cuya figura solo conocía a través de sus películas. Al hablar de su trabajo, de sus concepciones y de sus experiencias se expresa con bastante precisión, en palabras sencillas y directas, perfectamente asequibles, sin sacrificar en absoluto la profundidad de sus ideas. Su horizonte cultural no es nada estrecho; menciona sus referencias con sobriedad, sin los malabares de la grandilocuencia discursiva. Me parece que no es cosa menor, sobre todo en los mundos del cine comercial, hallar un artista de tal perfil.

El de Guillermo del Toro es un cine comercial; y no es una afirmación peyorativa. Él mismo se defiende contra quienes dicen que prefieren sus películas «más personales» diciendo que todas sus películas son profundamente personales. Y aquí se abre la primera puerta del viejo debate: ¿puede el lenguaje del artista ser personal, auténtico, cuando se le somete a los criterios de la industria comercial? Del Toro parece afirmar que sí; él afirma que su cine es auténtico y personal. Después de todo, agradar o desagradar al público, acercarse o alejarse intencionadamente de él, también es una postura artística. Y de hecho, la fórmula de Del Toro funciona perfectamente: una narrativa sencilla y directa, un universo visual característico, y una reinvención de temas en torno a la fantasía. Su propuesta conmueve a millones de espectadores alrededor del mundo.

Su postulado es firme: las películas deben conectar con el público. Pero esta es una consigna peligrosa. ¿Hasta qué grado las exigencias del gran público determinan también el lenguaje del artista? Finalmente, como afirmaba Theodor Adorno sobre la música, la característica principal del cine comercial es precisamente la estandarización, la predominancia de fórmulas más o menos rígidas y, por tanto, predecibles. ¿Puede un artista que eleva (o reduce) como criterio máximo de su trabajo el agradar al gran público, salirse de los estrechos marcos de la industria para avanzar en la construcción de un lenguaje todavía más personal?

Creo haber aprendido que la única forma de que un artista pueda desplegar por completo sus capacidades artísticas es trabajando en el medio adecuado. En este sentido, es claro que el cine de Guillermo del Toro solo funciona, precisamente, en ese contexto: el de un cine de intención artística, pero principalmente comercial.

Solo que aquí el propio Del Toro comete un error de perspectiva. Al referirse a la precaria situación de la industria cinematográfica mexicana, en el contexto de su desacuerdo con la Secretaría de Cultura ya mencionado, el director arremetió en un tono bastante irrespetuoso contra el cine comercial mexicano, colocando los nombres de Eugenio Derbez y Omar Chaparro como ejemplo de pobre calidad; y en contraparte, citaba como cine de alta factura el trabajo de algunas realizadoras mexicanas, como Tatiana Huezo o Alejandra Márquez Abella. El centro de su argumento es claro: el cine comercial, por serlo, no requiere de estímulos financieros de las instituciones culturales públicas, como sí lo requiere el cine artístico.

Hasta aquí estamos todos de acuerdo. Pero cuando Guillermo del Toro admite tácitamente que el cine comercial es de una calidad inferior, se abren de nuevo las puertas a las viejas discusiones. ¿En qué sentido puede calificarse de inferior el cine comercial? No digo que no lo sea, sino que es necesario establecer criterios claros; de hecho, en parámetros como el alcance masivo o la aplicación en gran escala de los adelantos tecnológicos, el cine comercial es bastante superior al cine artístico. Si hablamos en términos, digamos, más artísticos, como la profundidad de los temas o la experimentación técnica, puede concederse al cine artístico una posición preponderante. Y sin embargo, aún desde esta perspectiva, figuras del cine mundial como Pedro Costa o Lav Díaz —cuyas películas exigen un esfuerzo intelectual descomunal— podrían legítimamente alzar la voz contra una propuesta esencialmente comercial como la de Guillermo del Toro. Hablando francamente, si lo situamos ecuánimemente en el amplio espectro del cine artístico mundial, el cine deltoriano quedaría más cerca de Eugenio Derbez que de Tatiana Huezo.

Sea como sea, el cine de Guillermo del Toro tiene el mérito de haber logrado un sello profundamente personal en un medio dominado por lo homogéneo. Su lenguaje visual es accesible sin llegar a ser banal, y sus historias, todas en torno a temas fantásticos, se reinventan en cada nueva película. El laberinto del fauno (2006) ha sido calificada por algunos, quizá prematuramente, como su obra maestra. No lo podemos saber todavía, pero sí es una película que recoge con gran pulcritud los principales elementos de su lenguaje: un cine educativo y accesible, perfecto para quienes prefieren un cierto grado de intención artística sin sacrificar la sencillez narrativa.


Aquiles Lázaro es promotor cultural e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Diciembre 2022

Para entender cómo ocurre la explotación del trabajador mexicano, primero tenemos que definir qué se entiende por explotación. La explotación es la apropiación del trabajo ajeno. En el capitalismo, la relación de explotación entre el capitalista y el trabajador se efectúa mediante el salario. Esto es posible por la sencilla razón de que los capitalistas son los dueños de los medios de producción y los trabajadores poseen, esencialmente, su fuerza de trabajo para sobrevivir. El trabajador vende su fuerza de trabajo por un salario, el cual repone en un tiempo menor del que dura la jornada laboral. Quien crea todos los bienes que consumimos y las casas que habitamos son los trabajadores, pero ellos no pueden disfrutar de esa riqueza que crearon con su trabajo porque ellos no se apropian del producto que generaron. Así, se forman dos grandes clases sociales, los capitalistas que viven de las ganancias, y los trabajadores, que viven de su salario.

La explotación del trabajador mexicano se ha agudizado a niveles alarmantes a partir de la imposición del modelo neoliberal en México, lo que ha tenido como consecuencia principal un incremento de la desigualdad y del deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Para demostrar esto, revisemos tres indicadores que sirven para visualizar estas tendencias.

Jornada de trabajo

La Ley Federal del Trabajo especifica que la jornada laboral debe ser de 8 horas diarias, con un día de descanso a la semana. Pero en México, los trabajadores que trabajan más de 48 horas a la semana van en aumento.

En 2005, 12.9 millones de trabajadores trabajaban más de esas 48 horas semanales, mientras que, en 2021, eran ya 15 millones. Estos 15 millones representan casi la tercera parte de la Población Económicamente Activa ocupada. Durante las crisis más importantes de nuestra época, la Gran Recesión de 2008-2009, y en 2020 la crisis del Covid, los trabajadores son los que pagan los platos rotos: en 2009 y 2020 el número de trabajadores en esta condición disminuye, pero no es porque hayan encontrado un mejor trabajo, sino porque se encuentran parados absolutamente sin posibilidad de emplearse ni de ganarse la vida[1].

Es decir, en los hechos, la jornada laboral va en aumento, aunque la ley diga otra cosa.

Salario absoluto

El salario mínimo, de acuerdo con la Ley Federal del Trabajo, es la “cantidad menor que debe recibir en efectivo el trabajador por los servicios prestados en una jornada de trabajo”, y “deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de una o un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer la educación obligatoria de las y los hijos”. El monto de este salario mínimo lo fija el Estado.

Si revisamos el comportamiento del salario mínimo real, es decir, descontando los efectos de la inflación, podemos ver que el poder adquisitivo ha venido disminuyendo desde mediados de la década de los años 70.

Comparando la Canasta Alimenticia Recomendable (CAR) que elabora la Facultad de Economía de la UNAM, con el salario mínimo, vemos que se ha vuelto imposible costear la alimentación de una familia trabajadora (sin contar la energía que se necesita para cocinar, sin contar el vestido, la renta o esparcimiento): en 1987 era posible adquirir 1.6 veces la canasta; pero para 1997 con el salario mínimo ya sólo se podía adquirir el 54%[2];

Y, en 2021, con el salario mínimo en $141 pesos y la canasta en $301 pesos no era posible ni siquiera adquirir la mitad. Es decir, ahora, para adquirir la CAR de acuerdo con el salario que fija el Estado como mínimo se necesitaría trabajar casi 3 jornadas laborales, o bien, ganar diariamente 3 salarios mínimos. Por lo tanto, cada vez se vuelve más costoso para los trabajadores reponer su fuerza de trabajo diaria: paradójico con la propia definición que el Estado da acerca de qué es un salario mínimo.

Además, el número de trabajadores subordinados remunerados que ganan hasta 2 salarios mínimos o menos, que ya dijimos que son insuficientes para reponer la fuerza de trabajo, ha aumentado.

Mientras que, en 2005, 35% de los trabajadores recibía este monto, en 2021, más de la mitad de los trabajadores subordinados remunerados, el 63%, no podía adquirir la canasta alimenticia recomendable.  En los años 2009 y 2020 es cuando más aumentan los trabajadores que ganan menos de 2 salarios mínimos. Esto se debe, nuevamente, a las crisis, pues éstas traen más desempleo y eso deprime los salarios todavía más.

El incremento de los trabajadores que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos en 2019 se debe a los aumentos nominales que el gobierno de la 4T ha instrumentado. El problema de estos aumentos unilaterales, que no van acompañados de cambios estructurales en el mercado de trabajo ni de la estructura económica, es que en México casi el 60% de la fuerza laboral está en el empleo informal, es decir, sin seguridad social, sin prestaciones y sin la capacidad de sindicalizarse, y, por lo tanto, no hay un efecto directo de los aumentos sobre su salario. ¿Cuál es el verdadero resultado de estos incrementos? El aumento sustancial de trabajadores que pasaron a formar parte de las filas de aquellos que ganan entre 1 y 2 salarios mínimos.

Por lo tanto, el salario mínimo que fija el Estado alcanza cada día menos para reponer la fuerza de trabajo del trabajador y su familia; el número de trabajadores subordinados que no reponen su fuerza de trabajo íntegra alcanza el 63% de ellos y va en ascenso esta proporción.

Salario relativo

El ingreso que se genera en México ha aumentado en el periodo y tiene una tendencia creciente siempre. Pero, ¿quién se apropia de este ingreso?, ¿los trabajadores o los capitalistas?

Para el total de la economía[3], es decir, tomando en cuenta el sector público y el sector privado, la parte que se apropian los trabajadores ha venido disminuyendo desde la década de los años 90. Pero si tomamos únicamente el sector de la empresa privada[4], la parte que se apropian los trabajadores del ingreso que ellos generaron mediante su trabajo es sorprendentemente menor: en 1990, su participación era de 28.7%, mientras que, en 2015, la apropiación del fruto de su trabajo era del 22.6%.

La concentración del ingreso es tan alta, que el 50% de los mexicanos solamente disfruta de menos del 10% del ingreso generado anualmente desde el año 2002 mientras que el 1% de la población mexicana, los capitalistas más ricos y dueños de inmensas fortunas, se apropian casi del 30% del ingreso anual generado por los trabajadores.

¿Pero por qué ha aumentado la explotación de la clase trabajadora? Hay dos causas generales. Hay una política de represión contra la organización de los trabajadores ejercida por la clase capitalista, nacional e internacional. Además, el Estado juega un papel importante, pues desde el cambio de modelo económico al neoliberalismo, las reformas laborales solo han servido para mermar la capacidad de organización de los trabajadores y eliminar toda exigencia por mejores condiciones de vida, privilegiando, con ello, el enriquecimiento de las clases altas. Y, en segundo lugar, el modelo económico con el que compite México en el escenario internacional tiene su base en fuerza de trabajo con bajos salarios y extensas jornadas laborales, para provecho del capital imperialista. La organización de los trabajadores mexicanos se vuelve más necesaria que nunca.


Gladis Mejía es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

[1] Organización Internacional del Trabajo. (2020). “México y la crisis de la COVID-19 en el mundo del trabajo: respuestas y desafíos”.

[2] Lozano Arredondo, A. y Lozano Tovar. (2001). Pobreza y Desarrollo Económico en el Sur de Jalisco, Municipio de Tamazula de Gordiano (1990-1997). Tesis UNAM.

[3] Ibarra, C. A., & Ros, J. (2019). The decline of the labor income share in Mexico, 1990–2015. World Development, 122(C), 570-584.

[4] Ibarra, C. A., & Ros, J. (2019). The decline of the labor income share in Mexico, 1990–2015. World Development, 122(C), 570-584.

Diciembre 2022

El cambio climático ha existido siempre, es parte de la historia de la tierra; la tierra se ha calentado y se ha enfriado más de una vez desde que se formó, hace aproximadamente 4 mil 600 millones de años. El “efecto invernadero” formado principalmente por dióxido de carbono (CO2), metano y óxidos nitrosos, también existía antes de que la especie humana apareciera sobre la superficie terrestre. El efecto invernadero fue incluso necesario para el origen de la vida sobre el planeta; ya que, por un lado, se requería una temperatura planetaria ni tan fría ni tan caliente, con un promedio superficial de aproximadamente 20°C, y por el otro, esta temperatura tenía que ser relativamente estable para que las distintas moléculas reaccionaran entre ellas y se asociaran formando a las primeras células y a los primeros seres vivos.

Algunos gases que forman el “efecto invernadero” que está provocando el calentamiento global actual provienen de fuentes no humanas: el CO2 proviene de la actividad volcánica y de procesos biológicos como la respiración; el metano y los óxidos nitrosos se producen por la descomposición de las plantas, entre otros procesos naturales. Sin embargo, las concentraciones de tales gases de efecto invernadero (GEIs) son mayores en la actualidad que antes de la existencia humana y, además, ahora existen otros gases de efecto invernadero que son enteramente producto de actividades humanas como la industria y el uso de aerosoles, es el caso de los clorofluorocarbonos que no existían antes de los humanos. ¿Cómo distinguimos las causas no humanas de las causas humanas del calentamiento global actual? Mediante dos mecanismos: el estudio de los ciclos solares y las huellas de los isótopos del carbono [1].

Según los hallazgos de los científicos que estudian la paleo-climatología o el clima del pasado, las etapas del cambio climático pasado han estado relacionadas con los ciclos solares. Estos son ciclos de 11 años en los que el Sol cambia por completo su campo magnético; es decir, 11 años en los que el Polo Norte magnético del Sol cambia con su Polo Sur magnético. Los científicos estudian la irradiación solar total durante estos ciclos y han detectado que cuando hubo disminución de la actividad solar, la temperatura de la tierra disminuyó y se desencadenaban eras de hielo en la Tierra. Por el contrario, cuando la irradiación solar aumentaba, la tierra se calentaba. Otro aspecto directamente relacionado con el cambio climático del pasado fue la actividad volcánica, puesto que esta produce altas cantidades de CO2 que forman un efecto invernadero que atrapa el calor dentro del planeta.

En el presente,  la tierra se está calentando, pero sin un incremento significativo de irradiación solar, como se esperaría si la causa principal del calentamiento actual fuera la actividad solar; tampoco ha habido mucha actividad volcánica que esté incrementando la cantidad de CO2 en la atmósfera. Esto quiere decir que ahora existen otras causas detrás del incremento de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento de nuestro planeta. ¿Cuáles son y cómo saberlas?

Aquí entra el estudio de las huellas de los isótopos. Los isótopos son átomos del mismo elemento, en este caso del Carbono, que tienen la misma cantidad de protones, pero distinta cantidad de neutrones en el núcleo. Ciertos isótopos son más abundantes en algunos materiales que en otros, ya que algunos procesos físicos y químicos “prefieren” un isótopo sobre otro. Asumamos, por ejemplo, que en la quema de combustibles fósiles se produce el isótopo “x” del Carbono y en la respiración biológica se produce el isótopo “y”.  Entonces, a la hora de estudiar el Carbono presente en la atmósfera, los científicos pueden saber de dónde viene la mayor cantidad de isótopos de carbono presentes, ya que estos traen consigo su huella de origen: si hay mayor cantidad de isótopos “x” del Carbono, significa que la mayor cantidad de gases de efecto invernadero viene de la quema de combustibles fósiles. Estas etiquetas isotópicas sirven entonces para determinar qué porcentaje del carbono presente en la atmósfera en forma de CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles realizada por la industria y qué porcentaje proviene de procesos naturales no-humanos.

Aunque no había humanos presentes cuando se formó nuestro planeta ni cuando éste experimentó periodos de enfriamiento y periodos de calentamiento, los científicos pueden tener ideas al respecto mediante el estudio de los estratos o las capas de suelo y de las capas de hielo. En las capas del suelo y en las capas de hielo hay evidencias de las especies de seres vivos que existieron en el pasado y también hay información sobre las condiciones en que estas vivían.  Para distinguir el calentamiento global actual de aquellos que sucedieron en el pasado, nos referiremos a él como crisis climática.

Fue en la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que la concentración de gases de efecto invernadero se disparó en la atmósfera. Sucedió así porque en este periodo se gestaba un tipo de sociedad con una forma de producir mercancías basada en el uso de combustibles fósiles y en la explotación acelerada de la naturaleza, tanto de su componente no humano, como de su componente humano. Desde entonces varias de las actividades productivas y, particularmente las actividades industriales, han seguido emitiendo más y más gases de efecto invernadero en la atmósfera. El deseo acelerado de ganancias económicas no ha dado tregua a los ecosistemas y estos no han podido recuperarse al ritmo de la destrucción y alteración que en ellos ha hecho este sistema económico de producción.

¿Pero quienes en concreto han generado la mayor parte de las emisiones? ¿hemos sido todos los humanos por igual? La crisis climática está indisolublemente unida a la desigualdad económica: se trata de una crisis impulsaba por las emisiones generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los pobres. En su informe titulado “La desigualdad extrema de las emisiones de carbono” la OXFAM [2] establece que el 10% más rico del planeta es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero; y el 50% de la población mundial más pobre es apenas responsable del 10% de las emisiones. Es decir, la mitad más pobre de la población mundial no deforesta miles de hectáreas de bosques que podrían estar absorbiendo el CO2 atmosférico y mitigando la crisis climática; la mitad más pobre de la población mundial no posee compañías aéreas ni vuelan regularmente en aviones privados emitiendo toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Son ciertas aerolíneas en concreto las que hacen un uso ineficiente del combustible, liberando miles de toneladas de CO2 en la atmósfera [3].

La mitad más pobre de la población mundial no posee compañías de extracción y producción de petróleo y derivados. Son 20 las empresas privadas y estatales que desde 1965 han producido el 35% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y metano: Saudi Aramco, Chrevon, ExxonMobile, BP, Royal Dutch Sheel, Petrobras, Pemex, Petróleos de Venezuela, PetroChina, entre otras [4]. Existe otra lista elaborada por el Carbon Disclosure Project de 100 empresas responsables del 71% de las emisiones globales de CO2 desde 1988 [5]. En palabras de Mattew Hubber [6]: “Son los capitalistas quienes han expropiado nuestros medios de vida y han expropiado también el futuro de nuestro planeta. Los capitalistas han expropiado nuestra atmósfera, nuestros océanos y los han convertido en su vertedero privado”. La misma responsabilidad han tenido los gobiernos que protegen los intereses del capital en lugar de proteger el bienestar general de los humanos y el uso equilibrado de los recursos naturales de los territorios que gobiernan.


Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Referencias

[1] https://climate.nasa.gov/evidence/

[2]https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/mb-extreme-carbon-inequality-021215-es.pdf

[3] https://www.ngenespanol.com/naturaleza/contaminacion-de-aerolineas-listado-eficacia-de-combustible/.

[4] https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/solo-empresas-emisiones-dioxido-carbono_1_1323782.html

[5] https://cdn.cdp.net/cdp-production/cms/reports/documents/000/002/327/original/Carbon-Majors-Report-2017.pdf?1501833772

[6] Matthew T. Huber. 2022. Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet, London; New York: Verso Books.

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