Cambio climático y capitalismo

Julio 2023

En el Acuerdo de París, que se firmó en diciembre del 2015, 196 países se comprometieron a cambiar las políticas económicas y sociales con el propósito de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que son los principales causantes del calentamiento de la Tierra. En el mismo acuerdo se llegó a la conclusión de que si la humanidad no quería ser víctima de catástrofes ambientales, que pusieran en riesgo su supervivencia como especie en el mediano plazo, era necesario que la temperatura de la Tierra no sobrepasara los 1.5 grados centígrados en relación con los niveles preindustriales.

No obstante, la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que es la encargada de analizar cuándo se podría superar el umbral de 1.5 grados centígrados, acaba de anunciar que, a diferencia del 2020, cuando las probabilidades de sobrepasar el límite eran de 20 por ciento para el 2027, ahora en 2023 las probabilidades se han más que triplicado, llegando a 66 por ciento. Se estima, además, que la temperatura más alta que ha alcanzado la Tierra, que fue en 2016, cuando el planeta llegó a los 1. 28 grados centígrados, será superada antes del 2027, provocando desastres ambientales nunca antes vistos. Por ejemplo, se prevé que los efectos que este año traerá consigo el “Fenómeno del Niño” serán más drásticos de lo habitual; los huracanes que golpean las costas del pacífico mexicano serán más severos, así como las inundaciones que afectan a Ecuador y Perú.

Pero ¿por qué a pesar de los acuerdos en aras de reducir el calentamiento del planeta, estos no tienen efecto? La respuesta es la obsesión por la ganancia capitalista y la anarquía en su producción. Para empezar, hay que recordar que los verdaderos regidores del orden mundial son las grandes potencias industriales y sus capitales transnacionales; a partir de eso se puede comprender que es ingenuo esperar que las exhortaciones que hacen los organismos multilaterales u organizaciones ambientales tengan efecto alguno. Es sabido que, mientras exista el capitalismo, la única motivación que tendrá el capitalista para invertir o producir será la ganancia, no los valores de uso que implícitamente tienen las mercancías (eso lo dejan a la abuelita que de regalo te teje una bufanda), sino el valor de cambio que de ella se pueda obtener para así poder acumular y permanecer en el mercado. Es en la acumulación y la ganancia donde el espíritu del capitalista ronda, cada día se despierta con el único objetivo de aumentar o al menos mantener sus ganancias, están enajenados de ella y Gorki lo representa muy bien en su novela La Madre “todos vosotros, nuestros amos, sois más esclavos que nosotros mismos; vosotros estáis esclavizados en espíritu, mientras que nosotros lo estamos solo físicamente” (Gorki, 1973, pág. 12).

Cuidar el medio ambiente, operar sus empresas de manera responsable con la naturaleza, significa aumentar costos de producción, por lo tanto, disminución de sus ganancias, y el capitalista no está dispuesto a aceptar eso. Al capitalista lo que le interesa es producir mercancías y que se venda la mayor cantidad de ellas, no le interesa si las maneras para lograr esa producción son desastrosas para la humanidad y la Tierra. Ya decía Marx que “el capitalismo tiende a destruir sus dos fuentes de riqueza: la naturaleza y los seres humanos” (Marx, 1982, pág. 17).

No hay forma de pensar, por lo tanto, que por buena voluntad los capitalistas van a reducir los niveles de producción de sus máquinas o utilizar energías diferentes a las fósiles. Hay que añadir que al capitalista le gusta obtener ganancias, pero sin muchos riesgos, y cambiar la forma de producir, así como la maquinaria y los insumos (sobre todo la energía), representan un alto costo, al menos a corto plazo, que no siempre están dispuestos a correr. De ahí que, a pesar de los esfuerzos de los científicos por alertar al mundo sobre los peligros de mantener los niveles y las formas de producción, estas no tengan eco en el comportamiento de las empresas.

El metano, que es, dentro de los gases de efecto invernadero, el más dañino para el calentamiento del planeta, y que se produce por la extracción de energía fósil y por la forma en que se explota la agricultura, registró en 2021 el mayor incremento anual desde que se empezó a medir en 1984. De acuerdo a la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en 2021 la concentración de este gas en la atmósfera se incrementó en 18 partes por mil millones[1]. De igual forma, el dióxido de carbono (CO2) que es el gas de efecto invernadero más abundante en la atmósfera y que tiene como principal fuente la quema de combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo), que se usa en las industrias y en el transporte mayoritariamente, registró en 2021 un aumento de 6 por ciento (36,300 millones de toneladas), el nivel más alto de toda la historia (Nations, 2022). Es decir, antes de haber cambiado el estado de cosas en favor del equilibrio climático en la Tierra, las empresas contaminan aún más que antes del Acuerdo de París.

Entonces ¿se puede decir que en tanto el mundo esté bajo las leyes del capitalismo no hay salida alguna a este problema? No. Hay una salida y esa es posible con la organización de los pueblos en el mundo y la toma del poder político en sus manos. No hay fuerza más grande que el capitalista tenga que enfrentar que una sociedad educada, politizada y consciente de las condiciones objetivas de su mundo presente, eso le permite saber cuáles son las mejores políticas para él como individuo, para su clase, para la sociedad y para su hábitat que es la Tierra. Pero no solo le permite conocer su realidad, si no que, como masa consciente, se convierten en una muralla infranqueable ante cualquier arremetida capitalista. Esa es una verdadera salida, no solo para los problemas ambientales, si no también, para los problemas económicos y sociales que aquejan a las masas de este mundo.

No obstante, a esta solución se le aparecen muchos obstáculos. En México, por ejemplo, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha encargado de desprestigiar, difamar y hasta de encubrir a los asesinos de personas que se encargaban de organizar a la población o de cuidar el planeta. El caso más público tal vez sea el de Homero Gómez, defensor de la mariposa monarca, que fue asesinado en 2020; sin embargo, solo en 2021 hubo 54 asesinatos a personas defensoras del medio ambiente (Zerega, 2022). Además, en abril del presente año, dos líderes sociales del Movimiento Antorcha Nacional y su hijo de cinco años, fueron asesinados en el Estado de Guerrero, y para ninguna de estas muertes se ha encontrado responsables.  

Como AMLO, abundan en el mundo gobiernos que se dicen del pueblo y no son más que marionetas del capitalismo, del “laissez faire, laissez passer”, que dejan que el capital haga lo que mejor le convenga con su población y con sus recursos naturales; no hay condicionamientos ni reglamentos, solo que se les garantice su asiento en la presidencia o alguna coima de por medio, y a cambio tienen la libertad de desplegar todo tipo de anarquía en su producción. A medida que se abandone la planificación de las economías del mundo, y se deje todo a manos del gran poder de los monopolios y de la regulación del mercado, más cerca se estará entonces de una catástrofe ambiental y social sin opción de retorno.


Christian Damián Jaramillo Reinoso y Ollin Vázquez son economistas por la UNAM.

Referencias

Gorki, M. (1973). La Madre. Moscú: Raduga.

Marx, K. (1982). El Capital. Progreso.

Nations, U. (14 de marzo de 2022). Climate Change. Obtenido de https://unfccc.int/es/news/las-emisiones-mundiales-de-co2-repuntaron-en-2021-hasta-su-nivel-mas-alto-de-la-historia

Zerega, G. (29 de septiembre de 2022). El País. Obtenido de https://elpais.com/america-futura/2022-09-29/mexico-se-convierte-en-el-pais-mas-mortifero-para-los-ambientalistas.html


[1] Partes por mil millones (ppb) es una unidad de medida con la se calcula la concentración de una determinada sustancia, en este caso mide la cantidad de unidades de volumen de metano que hay por cada mil millones de unidades de volumen de aire.

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