Por Betzy Bravo | Mayo 2023
La tiranía del mérito (2020) de Michael Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales y profesor de la Universidad de Harvard, es un ensayo sociopolítico que ofrece un detallado análisis de los problemas de la meritocracia, desde su concepción hasta sus efectos. Pese a que se centra en la meritocrática sociedad estadounidense, hay críticas esenciales que le vienen bien a México.
Sandel cuestiona el “sueño americano”, esa idea de que el talento y el esfuerzo conducen al éxito, una promesa ilusoria en una sociedad tan desigual como la estadounidense. El sueño americano descansa en el ideal meritocrático, éste afirma que el éxito es obtenido gracias a nuestro propio esfuerzo, de modo que creemos que merecemos lo que tenemos. Esto ocasiona que no haya empatía, pues si se afirma que cada persona es dueña de su propio destino, entonces se condena de alguna manera a quienes han tenido peores resultados sin reflexionar en cuestiones externas que sobrepasan el esfuerzo individual, como las crisis económicas, las enfermedades o las oportunidades heredadas. Sandel señala no solamente la falta de empatía o solidaridad debido al arraigado pensamiento meritocrático, sino que éste ha contribuido notablemente a una creciente desigualdad, pues la idea meritocrática va de la mano del mercado, que implica grandes desigualdades económicas y sociales.
Fue en los años ochenta, de acuerdo con Sandel, cuando se afianzó la visión de que el mercado otorga a cada persona lo que se merece. Así, el discurso meritocrático afirma que los mercados recompensan el mérito de cada persona. Esta ética meritocrática se fortaleció con los gobiernos de “centro-izquierda” de Tony Blair y Bill Clinton, quienes pretendían posibilitar que las personas progresaran con base en su puro esfuerzo y talento. No obstante, Sandel cuestiona que haya posibilidades de establecer una meritocracia real en un país en donde la gente no tiene las mismas posibilidades de desarrollo, pues el 1% más rico de la población estadounidense absorbe más renta que el 50% más pobre. Además, ascender de la pobreza a la riqueza cuesta más que lo que dice la retórica del ascenso. Son pocas las personas que nacen pobres y logran escalar; la mayoría no logra incorporarse ni siquiera a la clase media. Sólo entre aproximadamente un 4% y un 7% asciende hasta el tramo más alto de la división de la sociedad (EEUU), y sólo un tercio llega a los tres tramos superiores. Sandel afirma que es más fácil que el discurso meritocrático se cumpla en China que en EEUU; en China hay una mayor movilidad intergeneracional que en EEUU: “China ha prosperado tan rápido que las probabilidades de que una persona mejore allí su posición social son considerablemente mayores que en Estados Unidos. Dado el crecimiento económico sin precedentes que ha vivido China desde 1980, esta conclusión no es tan sorprendente como parece.”
Esto indica que en la sociedad estadounidense no hay realmente una base sobre la cual se pueda establecer un esfuerzo que lleve a las personas a lograr lo que quieren, a diferencia de lo que Obama y Clinton proclamaban en sus discursos. Con esta desigualdad, el discurso de la meritocracia empieza “a sonar a hueco”, pues, por más que las personas se esfuercen, no tendrán los medios adecuados para ascender en los estratos sociales.
Por otro lado, el autor plantea que en una sociedad meritocrática, las personas ganadoras creen que han alcanzado el éxito gracias a su propio talento y esfuerzo, pero esto no significa que todo haya sido solo mérito suyo. ¿Qué hay de las madres, padres y profesores que las han apoyado? ¿Y de las instituciones estatales que garantizan conocimiento técnico y cultural? ¿Y de las cualidades y talentos innatos que no son producto exclusivo de su esfuerzo? ¿Y de la suerte de vivir en un ambiente que valora y recompensa las aptitudes que han demostrado tener? Estas reflexiones llevan a Sandel a destacar la importancia del bien común y a señalar que la sociedad debe fomentar dos sentimientos: gratitud y humildad, ambos difíciles de cultivar en una sociedad meritocrática como la actual. La humildad, para Sandel, “es el punto de partida del camino de vuelta desde la dura ética del éxito que hoy nos separa. Es una humildad que nos encamina, más allá de la tiranía del mérito, hacia una vida pública con menos rencores y más generosidad.”
A lo largo de su análisis, Sandel aborda más aspectos que ilustran los efectos perjudiciales de la meritocracia. Menciona que hace más de 60 años, el político laborista británico Michael Young escribió un relato en el que denunciaba la arrogancia meritocrática de las élites y su efecto corrosivo en el discurso público. Según Young, el sentimiento de frustración y las humillaciones experimentadas por los ciudadanos que se sienten desplazados por aquellos más sabios y capacitados llevarían inevitablemente a una revuelta populista contra la élite meritocrática. Según Michael Sandel, esto es exactamente lo que ocurrió cuando Reino Unido votó a favor del Brexit y los estadounidenses eligieron a Trump como presidente.
Hay muchos aspectos más que Sandel incorpora en su análisis, pero dado que ésta es una reseña y no un resumen, basta añadir que, en suma, el autor afirma que la igualdad de oportunidades no es real. Y que éste debiera ser el punto de partida para eliminar la meritocracia, es decir, que debieran brindarse oportunidades suficientes para toda la sociedad, así como valorar el esfuerzo de cada individuo. Su propuesta de solución no es concreta, pero su crítica es sólida; su llamado a valorar el bien común atañe a la sociedad entera, especialmente a la clase política.
Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.