Febrero 2023
“Hay que reinventar el amor.” Sobre este verso de Arthur Rimbaud, el filósofo Alain Badiou, en su texto Elogio del amor, construyó una fortaleza en la cual la principal tarea militar es defender el amor. Defenderlo a capa y espada y a pecho descubierto, contra la batida a la que está siendo sometido por el sistema que, como decía Passolini, todo lo consume, lo digiere, lo excreta y lo vende.
La defensa del amor, en tiempos apocalípticos como el nuestro, se antoja como una frivolidad o como una candidez irresponsable. Sobre todo, porque esta apología no trata sobre el amor grandilocuente que abarca el sentimiento universal: no es el amor por todos los seres, las flores o las constelaciones. Es sobre el sencillo acto de amar al otro.
En todo caso, es necesario romper una lanza a favor del amor. Porque, como todo, Eros se encuentra encadenado a las formas de dominio y de enajenación del capitalismo; ha sido incapaz, como todo, de resistir el flujo corriente que arrasó y arrasa continuamente con todos los aspectos de la vida. Sometido, encadenado, humillado y ofendido, Eros necesita de la férrea defensa de todos aquellos que luchan por la libertad.
El amor se encuentra asediado por los cuatro costados, amenazado por todas partes. Y aunque las amenazas están por ahí, para Alain Badiou dos son las principales conflagraciones que se suscitan contra el amor. En primer lugar, está la amenaza securitaria, consecuencia de los acontecimientos de nuestra época. Esta amenaza consiste en eliminar y reducir al margen más estrecho los riesgos, el azar y el sufrimiento que representa el amor. Reducirlo a una interacción segura como la compraventa de un vehículo de lujo. Nada de contratiempos. Pero como el amor, es un asunto colectivo, no podemos asociarlo con la ausencia total de riesgos puesto que así no sucede en la existencia.
En segundo lugar, la amenaza que se cierne sobre el amor en nuestros tiempos es el hedonismo generalizado, esa variante que consiste en evitar a toda costa cualquier variante de alteridad, no establecer ningún compromiso con el otro ni permitir la diferencia frente a nuestra única forma de ver el mundo. Porque si el amor es una obstinada aventura, habrá que cuidar el flanco aventurero, pero también el lado obstinado. Renunciar al compromiso a las primeras divergencias o dificultades es una figuración errónea del amor auténtico. El amor no es el oropel del deseo.
No nos referimos aquí a las concepciones transfiguradas, inauténticas o corrompidas del amor; al amor romántico contaminado por la tradición patriarcal ni al amor mediatizado por las religiones. Sobre lo primero es cierto que existe una concepción “romántica” sumamente extendida que debe ser impugnada. Esa concepción vertical y patriarcal del amor difundida y defendida por un sinfín de novelistas apologéticos que repiten ad nauseam el paradigma de Romeo y Julieta no permite el desarrollo de las potencias subjetivas emancipadoras de autonomía y libertad que caracterizan al amor.
También es necesario desprender el amor de sus usos proselitistas y del abuso de las instituciones religiosas que medran con él como una mercancía para lograr sus objetivos. Para Badiou las religiones sólo están interesadas en el recurso de la intensidad, “ese recurso subjetivo que sólo el amor puede crear” para dirigir esas pasiones hacia la fe o la iglesia. Habrá que anteponer a ese amor monástico, sumiso, callado y obediente el “auténtico amor combatiente, creación terrestre, felicidad arrancada punto por punto.”
El amor, como potencia subjetiva, es un pariente cercano de la política, sobre todo de la política establecida por los de abajo. En ambos anida el deseo de cambiar las cosas, ambos desestiman, e incluso desafían la autoridad y ambos buscan como objetivo supremo la felicidad y la libertad radical de todos los individuos. Necesitamos el amor, así como el amor necesita de nosotros para ser defendido. Porque como hemos visto, parafraseando a Rousseau, Eros ha nacido libre y, sin embargo, por todos lados se encuentra encadenado.
Aquiles Celis es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.