Febrero 2023
Bajo el capitalismo nunca vamos a terminar con la pobreza y la desigualdad, por lo menos no con la desigualdad económica. Y no porque haya élites políticas insensibles a este problema, sino porque la propia lógica del capitalismo exige que haya siempre desigualdad y pobreza. Y conforme más se desarrolla el capitalismo, conforme más riqueza crea la humanidad, más crecen la desigualdad y la pobreza en el mundo.
Desde el siglo XIX, la desigualdad no ha hecho más que crecer, aunque hubo un periodo en el que el crecimiento de la desigualdad y la pobreza fue más lento. Ese periodo fue entre 1917 y la década de 1980. ¿A qué se debió esa ralentización? Básicamente a que en ese periodo una parte importante del mundo decidió superar el modo de producción capitalista y se propuso construir el socialismo, un modo de producción diferente que terminara por completo con la desigualdad y la pobreza. Rusia inició este movimiento internacional en 1917 y después se sumaron países de Europa del este, Asia y África. La presencia de una alternativa al modo de producción capitalista obligó al capitalismo de Europa y América a bajar el grado de explotación de los trabajadores, y a ralentizar el aumento de la pobreza y la desigualdad. En esa época se crearon los Estados de Bienestar para mejorar un poco las condiciones de vida de las clases trabajadoras y para espantar al fantasma de la revolución socialista. De esto han hablado autores como el historiador Joseph Fontana en sus libros “El siglo de la revolución” y “Por el bien del imperio”, además de estudios económicos recientes, como “Reformando para sobrevivir: los orígenes bolcheviques de las políticas sociales”.
A partir de la década de 1980, cuando la Unión Soviética ya atravesaba serias dificultades, los grandes multimillonarios calcularon que el mundo socialista ya no representaba una amenaza para la supervivencia del capitalismo. En ese momento comenzó a instalarse el modelo neoliberal en todo el mundo, un modelo que terminaba con el periodo anterior y retomaba el desarrollo capitalista sin ninguna consideración por los trabajadores. Esto significó crear riqueza más rápido, aumentando las desigualdades y generando más pobreza. Todos los países donde antes habían tratado de construir el socialismo, cayeron bajo este mismo modelo.
En enero de este año OXFAM publicó un informe donde dice que el 1% más rico de la población mundial ha acaparado casi dos tercios de la nueva riqueza generada en los últimos dos años, casi el doble que el 99% restante de la humanidad. En otras palabras, desde 2020, por cada dólar de nueva riqueza que pudiera obtener cualquier persona perteneciente al 90% más pobre, un millonario se embolsa 1.7 millones de dólares. En México, Carlos Slim, solo, concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana, unos 65 millones de personas. Mientras tanto, el número de personas en pobreza en México pasó del 41% en 2019 al 50% en 2021.
Para disminuir la desigualdad y la pobreza, OXFAM propone ponerle más impuestos a los más ricos. Este llamado se ha hecho tan popular en los últimos años que incluso algunos millonarios han iniciado un movimiento pidiendo que les cobren más impuestos. La política de subir los impuestos a los más ricos es perfectamente justa, lógica y racional, pero limitada. Porque incluso una política así tendría como marco de operación el mismo modo de producción capitalista.
En el Manifiesto de Partido Comunista, Marx aplaudía a la burguesía y al capitalismo por su gran capacidad para crear riqueza, pero al mismo tiempo criticaba ese modo de producción por su tendencia a concentrar en unas pocas manos la mayoría de la riqueza mientras a las grandes masas trabajadoras, las verdaderas creadoras de la riqueza, solo les tocaba una parte mínima de lo que ellas mismas producían.
Mientras exista el capitalismo, en cualquiera de sus modalidades, seguirá creciendo la riqueza y simultáneamente seguirá aumentando la concentración de la riqueza, y seguirán creciendo la desigualdad y la pobreza. Solo bajo un modo de producción que supere las contradicciones del capitalismo, bajo un modo de producción socialista, podremos eliminar las desigualdades y la pobreza. Pero este cambio no llegará solo. Hay que impulsarlo entre todos y todas.
Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y cursa una maestría en Estudios de China en El Colegio de México.