Febrero 2023
Como consecuencia de la apreciación del peso mexicano frente al dólar estadounidense, ha sido común escuchar o leer en los últimos meses sobre lo que se ha denominado “el súper peso”. Así como Andrés Manuel, una buena parte de la población se ha convencido de que tal evento es consecuencia de un conjunto de buenas políticas implementadas por el actual gobierno. Sin embargo ¿qué tanto hay de cierto en esta aseveración?
Aunque son varios los elementos que influyen sobre la variación del tipo de cambio, es consenso entre los especialistas sobre el tema, como los de la Union Bank of Switzerland (UBS) o Banorte Estrategia, dirigido por Alejandro Padilla[1], adjudicar que el actual fortalecimiento del peso mexicano está determinado principalmente por dos elementos. Por un lado, está la preferencia de los inversionistas por activos de riesgo; es decir, ante el gran diferencial de las tasas de interés entre México y Estados Unidos (600 puntos base en favor del primero), los inversionistas se han visto motivados a comprar títulos de deuda de origen mexicano, que, aunque están catalogados dentro del marco de “inversiones riesgosas”, por la probabilidad de que estas nunca sean saldadas, generan más ganancia en el corto plazo. Por lo tanto, la apreciación del peso como consecuencia del diferencial de la tasa de interés no es producto de una política propiamente mexicana, sino que es resultado de que la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) ha sido precavida con el aumento de su tasa de interés, consciente de las terribles consecuencias que esa medida podría tener sobre la economía real de ese país.
Precisamente, los costos del aumento de la tasa de interés, que viene incrementándose desde inicios del 2021, ha tenido repercusiones sobre todo en la economía productiva. Por ejemplo, aun cuando el contexto pandémico ha clamado por créditos asequibles, muchas empresas y personas se han visto restringidas a acceder a ellos por su creciente costo. No está por demás recordar que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 1.6 millones de negocios, sobre todo las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), se han visto obligados a cerrar sus instalaciones como consecuencia de la insolvencia que ha causado la pandemia.[2] Además, de acuerdo con el INEGI, en el país hay 4.9 millones de mipymes que emplean a más de 27 millones de personas. Es decir, el cierre de estas empresas representó 32.7 por ciento de todas las mipymes, afectando directamente al decrecimiento que sufrió la economía mexicana entre el 2019 y 2021, y por consecuencia a la falta de ingresos del gobierno para hacer frente a sus obligaciones. De ahí se explica en parte, la imposibilidad del gobierno para hacer frente a las inclemencias médicas que sufrió la población en los tiempos más álgidos del COVID-19.
Por otro lado, está la “disciplina fiscal” como elemento que ha contribuido a que el tipo de cambio disminuya con relación al dólar. Regularmente, las calificadoras de riesgo, que son un elemento que los inversionistas toman en cuenta a la hora de colocar su dinero, procuran dar buena calificación a los países que priorizan el equilibrio fiscal; es decir, a aquellos que no gastan más allá de los ingresos que tienen, e inclusive ahorran; a esos que priorizan pagar el costo de la deuda, antes que atender deberes con su población. Con el aumento de puntuación de México ante las calificadoras,[3] los inversionistas extranjeros, sobre todo de capital financiero, han visto en el país un lugar seguro para colocar su dinero. La llegada de nuevos capitales ha significado un aumento de la demanda por la moneda mexicana, y se sabe que, por la ley de oferta y demanda, todo aquello a lo que su demanda crece, su precio tiende a subir. En este caso la moneda ha tendido apreciarse, encarecerse, con relación al dólar estadounidense.
No obstante, ¿a qué costo se ha logrado mantener el equilibrio fiscal? En un estudio realizado por el FMI[4] se concluye que, de las economías más importantes de América Latina, México ha sido el país que menos ha invertido para combatir el asolamiento causado por el Covid-19. Por ejemplo, menciona que mientras Brasil invirtió por encima del 8 por ciento del producto interno bruto (PIB) del año 2020 para dar solución a los diferentes sectores afectados (salud, educación, economía, etc.), México apenas invirtió 0.7 por ciento del PIB para dar cara a los mismos problemas. Es decir, menos de 1 punto porcentual para intentar prevenir las miles de muertes por coronavirus[5]; los más de 5 millones de estudiantes que se vieron forzados a dejar la escuela[6]; más de 1 millón de negocios cerrados, etc. Esto solo por mencionar algunos de los casos de mayor repercusión, porque paralelamente a estos hechos, el gobierno de Andrés Manuel dejó sin medicamentos a los niños con cáncer; redujo el presupuesto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), principal institución en el financiamiento de estudios de posgrado; eliminó el programa de Escuelas de Tiempo Completo que proveía de educación a más de 3.6 millones de niños en condiciones de pobreza. Son innumerables las medidas negligentes que se han tomado en este gobierno en favor de mantener lo que ni el FMI ha recomendado para estos tiempos difíciles: la tan mentada “disciplina fiscal”.
Ahora, por un momento supongamos que todas las medidas antes mencionadas eran necesarias para alcanzar un “peso fuerte”, la pregunta que surge es ¿qué beneficios tiene la apreciación del peso sobre la gran población? A grandes rasgos se puede decir que ninguna. Aunque en teoría la apreciación de una moneda se refleja en la disminución de los precios de los productos importados, en la realidad los productos son más baratos para los empresarios mexicanos, pero no necesariamente para el consumidor final, el pueblo mexicano. Así lo corrobora Luis Gonzali, vicepresidente y codirector de inversiones en la firma de inversiones Franklin Templeton: “El tema es que ellos [los empresarios] lo van a conseguir más barato, pero no necesariamente se lo van a dar más barato al mexicano, generalmente los precios no bajan”. Es decir, aunque en apariencia habría algún provecho para la población mexicana, lo cierto es que el encarecimiento del peso solo beneficia a la pequeña clase empresarial.
De este modo, llegamos a la conclusión que no hay mucho para festejar por el “super peso”. La apreciación de una moneda en sí misma no tiene real relevancia, lo que importa es que la ha llevado a ese lugar. En vez de ser producto y reflejo de una economía fuerte, que recibe inversión extranjera productiva, con salarios dignos y mercados internos fuertes; la apreciación de la moneda mexicana, como se describió más arriba, es reflejo de la política monetaria del país vecino; de la raquítica política fiscal; pero, sobre todo, de la negligente actuación del gobierno mexicano.
Christian Damián Jaramillo Reinoso es economista por la UNAM. Opinión invitada.
[1] https://expansion.mx/mercados/2023/01/11/super-peso-mexicano-por-que-esta-fuerte
[2] https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2022/EAP_Demog_MIPYME22.pdf
[3] https://datosmacro.expansion.com/ratings/mexico
[4] Fondo Monetario Internacional. (2021). La Política Fiscal en Tiempos de Pandemia: ¿Cómo les ha Ido a América Latina y al Caribe?
[5] https://datos.covid-19.conacyt.mx/
[6] https://www.inegi.org.mx/contenidos/investigacion/ecovided/2020/doc/ecovid_ed_2020_nota_tecnica.pdf