Diciembre 2022
Todo arte refleja las condiciones de su época. Así que, mutatis mutandis, podemos aplicar para el arte aquello que Hegel decía para la filosofía. Pues si la filosofía es su tiempo traducido en pensamiento, el arte es reflejo de aquella realidad que el artista experimenta y que nutre su sensibilidad, aquella que lo mueve a crear su obra.
El problema radica aquí en saber qué parte de la realidad es la que el arte está reflejando. A veces no es tan claro lo que el artista quiere mostrar con su obra y se requiere cierta preparación estética para entender y disfrutar de manera cabal su arte. En otras ocasiones, el artista refleja condiciones que se leen entre líneas, las contradicciones internas que no se mencionan explícitamente pero que uno puede distinguir estudiando la realidad económico-social en que el creador vivió.
Por lo anterior, siempre es interesante estudiar las obras que han sobrevivido al difícil dictamen del tiempo, pues estas obras conjugan dentro de sí una de las contradicciones que a la filosofía le ha tomado milenios analizar: la contradicción de la unión de lo particular con lo universal.
Según la dialéctica, lo universal no puede sino aparecer y manifestarse en lo particular, pero a su vez lo particular es lo contrario de lo universal, por lo que se niegan uno al otro. Esta contradicción está condenada a estar unida y a habitar en la obra de arte para sobrevivir. Esto es así porque , para poder sobrevivir en el tiempo, la obra de arte necesita representar cosas que son de interés universal, pero para eso utiliza las representaciones, las formas de su tiempo.
Chéjov, el gran literato ruso, es muestra de lo anterior. Pongamos por ejemplo su obra de teatro La gaviota. ¿Sobre qué trata? A simple vista sobre las relaciones mundanas de una familia aristócrata, que tiene problemas mundanos en su casa de campo a orillas del lago. Pero todo esto no es sino el escenario sobre el cual se representan las más variadas opiniones sobre la belleza y el arte.
El tema de fondo de La gaviota es el arte. Chéjov representa en dicha obra una cuestión que llegó a atormentarlo en alguna etapa de su vida: “¿para qué escribo? ¿para quién?”. El sentido del arte es una de las cuestiones que el artista intenta resolver y sobre lo que sustenta su propuesta artística.
Pero hay otra cuestión en el fondo de dicha obra de Chéjov igualmente interesante. Este es el de la lucha, la contradicción, entre el arte viejo y el nuevo. El joven artista que lucha porque las nuevas formas tengan reconocimiento y el viejo arte que se conforma con lo logrado hasta ese momento. Uno y el otro se tratan como contrarios irreconciliables, ignorando que, en realidad, uno vive en el otro.
La maestría de Chéjov era precisamente esa: tratar temas profundos, en los que se mezclaba filosofía en el más puro sentido de la palabra con una imagen cotidiana, con la escena de la cotidianidad de la vida. Esto no podría ser de otra forma, pues lo más profundo, lo más elevado, solamente puede manifestarse y acontecer en las formas particulares de la vida que se manifiestan en las relaciones sociales cotidianas. De esta manera, ni la filosofía ni el arte están en un “más allá”, sino que representan lo que realmente acontece; lo representan probablemente en formas que sí procuran una imagen estética, formas que ya no pueden encontrarse tan fácilmente en la realidad, pero que no dejan de ser una necesidad de la vida misma.
Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.