Diciembre 2022
El cambio climático ha existido siempre, es parte de la historia de la tierra; la tierra se ha calentado y se ha enfriado más de una vez desde que se formó, hace aproximadamente 4 mil 600 millones de años. El “efecto invernadero” formado principalmente por dióxido de carbono (CO2), metano y óxidos nitrosos, también existía antes de que la especie humana apareciera sobre la superficie terrestre. El efecto invernadero fue incluso necesario para el origen de la vida sobre el planeta; ya que, por un lado, se requería una temperatura planetaria ni tan fría ni tan caliente, con un promedio superficial de aproximadamente 20°C, y por el otro, esta temperatura tenía que ser relativamente estable para que las distintas moléculas reaccionaran entre ellas y se asociaran formando a las primeras células y a los primeros seres vivos.
Algunos gases que forman el “efecto invernadero” que está provocando el calentamiento global actual provienen de fuentes no humanas: el CO2 proviene de la actividad volcánica y de procesos biológicos como la respiración; el metano y los óxidos nitrosos se producen por la descomposición de las plantas, entre otros procesos naturales. Sin embargo, las concentraciones de tales gases de efecto invernadero (GEIs) son mayores en la actualidad que antes de la existencia humana y, además, ahora existen otros gases de efecto invernadero que son enteramente producto de actividades humanas como la industria y el uso de aerosoles, es el caso de los clorofluorocarbonos que no existían antes de los humanos. ¿Cómo distinguimos las causas no humanas de las causas humanas del calentamiento global actual? Mediante dos mecanismos: el estudio de los ciclos solares y las huellas de los isótopos del carbono [1].
Según los hallazgos de los científicos que estudian la paleo-climatología o el clima del pasado, las etapas del cambio climático pasado han estado relacionadas con los ciclos solares. Estos son ciclos de 11 años en los que el Sol cambia por completo su campo magnético; es decir, 11 años en los que el Polo Norte magnético del Sol cambia con su Polo Sur magnético. Los científicos estudian la irradiación solar total durante estos ciclos y han detectado que cuando hubo disminución de la actividad solar, la temperatura de la tierra disminuyó y se desencadenaban eras de hielo en la Tierra. Por el contrario, cuando la irradiación solar aumentaba, la tierra se calentaba. Otro aspecto directamente relacionado con el cambio climático del pasado fue la actividad volcánica, puesto que esta produce altas cantidades de CO2 que forman un efecto invernadero que atrapa el calor dentro del planeta.
En el presente, la tierra se está calentando, pero sin un incremento significativo de irradiación solar, como se esperaría si la causa principal del calentamiento actual fuera la actividad solar; tampoco ha habido mucha actividad volcánica que esté incrementando la cantidad de CO2 en la atmósfera. Esto quiere decir que ahora existen otras causas detrás del incremento de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento de nuestro planeta. ¿Cuáles son y cómo saberlas?
Aquí entra el estudio de las huellas de los isótopos. Los isótopos son átomos del mismo elemento, en este caso del Carbono, que tienen la misma cantidad de protones, pero distinta cantidad de neutrones en el núcleo. Ciertos isótopos son más abundantes en algunos materiales que en otros, ya que algunos procesos físicos y químicos “prefieren” un isótopo sobre otro. Asumamos, por ejemplo, que en la quema de combustibles fósiles se produce el isótopo “x” del Carbono y en la respiración biológica se produce el isótopo “y”. Entonces, a la hora de estudiar el Carbono presente en la atmósfera, los científicos pueden saber de dónde viene la mayor cantidad de isótopos de carbono presentes, ya que estos traen consigo su huella de origen: si hay mayor cantidad de isótopos “x” del Carbono, significa que la mayor cantidad de gases de efecto invernadero viene de la quema de combustibles fósiles. Estas etiquetas isotópicas sirven entonces para determinar qué porcentaje del carbono presente en la atmósfera en forma de CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles realizada por la industria y qué porcentaje proviene de procesos naturales no-humanos.
Aunque no había humanos presentes cuando se formó nuestro planeta ni cuando éste experimentó periodos de enfriamiento y periodos de calentamiento, los científicos pueden tener ideas al respecto mediante el estudio de los estratos o las capas de suelo y de las capas de hielo. En las capas del suelo y en las capas de hielo hay evidencias de las especies de seres vivos que existieron en el pasado y también hay información sobre las condiciones en que estas vivían. Para distinguir el calentamiento global actual de aquellos que sucedieron en el pasado, nos referiremos a él como crisis climática.
Fue en la Revolución Industrial, a finales del siglo XVIII, que la concentración de gases de efecto invernadero se disparó en la atmósfera. Sucedió así porque en este periodo se gestaba un tipo de sociedad con una forma de producir mercancías basada en el uso de combustibles fósiles y en la explotación acelerada de la naturaleza, tanto de su componente no humano, como de su componente humano. Desde entonces varias de las actividades productivas y, particularmente las actividades industriales, han seguido emitiendo más y más gases de efecto invernadero en la atmósfera. El deseo acelerado de ganancias económicas no ha dado tregua a los ecosistemas y estos no han podido recuperarse al ritmo de la destrucción y alteración que en ellos ha hecho este sistema económico de producción.
¿Pero quienes en concreto han generado la mayor parte de las emisiones? ¿hemos sido todos los humanos por igual? La crisis climática está indisolublemente unida a la desigualdad económica: se trata de una crisis impulsaba por las emisiones generadas por los ricos, pero que afecta fundamentalmente a los pobres. En su informe titulado “La desigualdad extrema de las emisiones de carbono” la OXFAM [2] establece que el 10% más rico del planeta es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero; y el 50% de la población mundial más pobre es apenas responsable del 10% de las emisiones. Es decir, la mitad más pobre de la población mundial no deforesta miles de hectáreas de bosques que podrían estar absorbiendo el CO2 atmosférico y mitigando la crisis climática; la mitad más pobre de la población mundial no posee compañías aéreas ni vuelan regularmente en aviones privados emitiendo toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Son ciertas aerolíneas en concreto las que hacen un uso ineficiente del combustible, liberando miles de toneladas de CO2 en la atmósfera [3].
La mitad más pobre de la población mundial no posee compañías de extracción y producción de petróleo y derivados. Son 20 las empresas privadas y estatales que desde 1965 han producido el 35% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y metano: Saudi Aramco, Chrevon, ExxonMobile, BP, Royal Dutch Sheel, Petrobras, Pemex, Petróleos de Venezuela, PetroChina, entre otras [4]. Existe otra lista elaborada por el Carbon Disclosure Project de 100 empresas responsables del 71% de las emisiones globales de CO2 desde 1988 [5]. En palabras de Mattew Hubber [6]: “Son los capitalistas quienes han expropiado nuestros medios de vida y han expropiado también el futuro de nuestro planeta. Los capitalistas han expropiado nuestra atmósfera, nuestros océanos y los han convertido en su vertedero privado”. La misma responsabilidad han tenido los gobiernos que protegen los intereses del capital en lugar de proteger el bienestar general de los humanos y el uso equilibrado de los recursos naturales de los territorios que gobiernan.
Citlali Aguirre es maestra en ciencias biológicas por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
Referencias
[1] https://climate.nasa.gov/evidence/
[2]https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/mb-extreme-carbon-inequality-021215-es.pdf
[3] https://www.ngenespanol.com/naturaleza/contaminacion-de-aerolineas-listado-eficacia-de-combustible/.
[6] Matthew T. Huber. 2022. Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet, London; New York: Verso Books.