Septiembre 2022
Carlos Marx fue, además de otras cosas importantes, un gran periodista. Existen artículos suyos que sintetizan gran parte de sus investigaciones científicas en los que utiliza la teoría por él desarrollada para aplicarla a problemas concretos y propios de su tiempo.
Desde el inicio mismo de su actividad periodística arroja verdaderas joyas en la crítica social, aunque para este período varias de las concepciones que le caracterizarán en el periodo de madurez aún no estén ni bosquejadas. Particularmente interesantes son los debates en torno a la libertad de prensa publicados en la Gaceta Renana pertenecientes precisamente a ese primer periodo (1842-1843).
El objetivo de Marx en los artículos mencionados es claro: denunciar que se utiliza la consigna de libertad de prensa para en realidad ponerle una censura velada a los encargados de la labor periodística. Podemos conocer a través del artículo de Marx declaraciones tan absurdas como esta: “… la censura no debe obstaculizar ninguna investigación seria y modesta de la verdad ni imponer coacciones indebidas a los escritores ni obstruir el libre comercio de libros”. “¡Viva el pensamiento libre!”, parecieran gritar los representantes del gobierno prusiano con la cita anterior. Sin embargo, Marx le pasa la lupa para decirnos lo que directamente no está en el documento, pero que se desprende de ahí, para poder hacer claridad de la trampa detrás de la apariencia de la demandada libertad de prensa.
La exigencia a la censura es a no “obstaculizar ninguna investigación seria y modesta.” Que sea seria y que sea modesta es la condición que se le exige a la prensa para poder librar el filtro de la censura, pero ¿qué quiere decir exactamente que la prensa deba ser seria y modesta? En estricto sentido nada y todo a la vez, en realidad es una apertura para poder juzgar desde la apreciación individual lo que conviene que deba ser publicado y lo que no, y cuando se pida explicaciones de por qué no se ha publicado cierto artículo no se dirá que porque hieren ciertos intereses de clase, sino porque no es seria y modesta, pues es la apreciación de la censura la que decidirá si se cumple con el “criterio” de lo serio y lo modesto.
Ejemplos de este tipo son utilizados por Marx para clarificar lo tendencioso de las “Nuevas Instrucciones para la censura”. El gobierno prusiano utiliza en su beneficio a los censores aunque intenta que no lo parezca. Así, los criterios para censurar no son objetivos, basados en un reglamento claro y donde el propósito sea hacer de mejor manera, más profesional, la labor periodística, sino subjetivos, en donde se evalúa la honestidad, la modestia, la seriedad, la tendencia del escritor a hacer el bien…, todo esto interpretado según los censores del gobierno. Lo que se evalúa entonces no es el objeto, la investigación y si corresponde esta con la verdad, sino el sujeto, el periodista, y si ayuda con su investigación y sus opiniones a los poderosos de ese tiempo.
Por esto es que Marx en un primer momento demanda verdadera libertad para los escritores de los periódicos, menos ataduras de intereses personales que no permitan describir con la mayor objetividad posible el verdadero estado de cosas de la Prusia de ese tiempo. Esto no quiere decir que la prensa no tenga compromiso político, sino que no debe defender los intereses de particulares pretendiendo que lo hace por el bien general. La prensa tiene un enorme compromiso, pero este no es el de la minoría preocupada solo por la manera en que conservarán el poder más cómodamente, sino el de informar el verdadero estado de cosas, ayudar con su investigación al diagnóstico del país e informar con profesionalidad, le pese a quien le pese. La prensa no debe venderse al mejor postor para tergiversar datos a conveniencia y no lastimar los intereses particulares, sean de los grandes magnates o del gobierno en turno, en muchas ocasiones simples títeres de los primeros.
La prensa debe tomar partido, pero no como sinónimo de aceptar sin rechistar todo lo que su amo les ordene, la información tan manipulada que se les maneja. Tomar partido no quiere decir agachar la cabeza y ponerse al servicio de alguien solo porque “está en mi bando”. Sobre este asunto abundaré en el siguiente artículo, por ahora solo queda decir que la prensa debe empezar a tomar partido reclamando que se respete su derecho de informar de manera veraz a los miembros de la sociedad. Claro que en una sociedad dividida en clases esto suena a utopía dados los intereses particulares que cada clase defiende.
Alan Luna es filósofo por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.