Junio 2022
El tema de la violencia es el protagonista en muchas noticias del país; se ha vuelto un asunto común en conversaciones cotidianas a un grado en que, en muchos casos, no genera ya tristeza ni mucho menos indignación, esto está correlacionado con la constitución del sistema económico, pues la violencia le es intrínseca, no es solamente una de sus consecuencias, sino también es una de sus causas.
Tanto la violencia como sus efectos están íntimamente conectados con el sistema capitalista de producción y con el Estado. El carácter violento está en toda la estructura económica, desde su origen, tal como lo señala Marx en el capítulo 24 de El capital: “La violencia es la partera de toda vieja sociedad que anda preñada de una nueva. Ella misma es una potencia económica.”[1] A lo largo del capítulo Marx explica que la violencia es un método propicio para desarrollar la acumulación de riquezas del sistema económico.
Para que se alcanzara un punto de acumulación de capital necesariamente hubo condiciones económicas precapitalistas de carácter social, histórico y cultural, que estaban íntimamente vinculadas a acciones criminales como el despojo, la venta de esclavos, la invasión y las guerras entre señores feudales. Fueron “despojos brutales, horrores, vejaciones que lleva aparejados la expropiación violenta del pueblo desde el último tercio del siglo XV hasta finales del siglo XVIII.”[2] En la exposición de Marx hay implícita una condena moral contra dichos actos que despojaron a miles y que hoy continúan perpetrándose.
La sociedad capitalista utiliza la violencia como una tecnología más. En un sistema como el de hoy, la riqueza se genera a través de métodos violentos, sin importar si éstos se ejercen de manera explícita, es decir, hay muchos casos en donde no se percibe inmediatamente la represión o el daño físico hacia las personas, y sin embargo hay consecuencias graves en la integridad humana, que pueden darse tanto en un nivel físico como en un nivel psicológico, y tienen su causa en algo que puede ser desolador: el hecho de ser obrero u obrera, el hecho de no pertenecer a la clase social adinerada y tener que soportar la esclavitud de la empresa o de la fábrica. En este caso se trata, pues, de una violencia estructural fundada en aspectos históricos y culturales.
Es estremecedor pensar que la violencia no está restringida a lo que se ejerce en contra de una persona, sino propiamente en lo que una persona es. En otras palabras: es violento ser empleado, resulta violento ser obrera, campesina o ama de casa, es violento no ser dueño de medios de producción. Es violento tener que buscar trabajo, no encontrarlo y no tener que comer; es violento porque atenta contra la dignidad humana, que debiera estar garantizada por el Estado.
La profundidad de estos crímenes o vejaciones sistémicas se potencian diariamente, trasladándose a un nivel social. Las afectaciones psicológicas y las carencias de la violenta estructura económica implican asaltos, violaciones, homicidios, trata de personas y extorsiones. Todos estos crímenes están tipificados, requieren sanciones y prevenciones por parte del órgano gubernamental.
La violencia estructural, que está fundida en el modelo económico, se mantiene, y en muchos casos se agudiza debido a la inacción del Estado, así es como ocurre en nuestro país, cuyo gobierno muestra “empatía” hacia los grupos delincuenciales, según las declaraciones del presidente López Obrador. Pero al tiempo —y también a causa— de la ineficaz política gubernamental, se registran reiteradamente los días más violentos de la historia de México, superándose uno tras otro en cifras de homicidios; en mayo, se clasificó al país como el cuarto en el mundo en delitos de crimen organizado; 11 periodistas han sido asesinados en lo que va del año y estadísticas recientes alertaron con el reporte de dos casos de violación cada hora (¡!). Es muy claro por ello que la política de seguridad del gobierno de López Obrador es inútil.
En este país, la violencia acosa a cada persona en la calle, en el trabajo e incluso dentro de su propia casa; los crímenes son estructurales, sociales e institucionales. Mientras tanto, la 4T se contenta con su voluntarismo cívico e ignora la condición de víctima del terrorismo que día a día atraviesa cada ciudadano. AMLO espera que con definiciones abstractas de moral y frases vacuas como “abrazos, no balazos” se olvide el terrible panorama. Se ha vuelto urgente manifestar el desacuerdo hacia las ineficaces políticas de seguridad nacional de López Obrador. Es necesario ir en contra de la condescendencia e insensibilidad del gobierno; se ha vuelto una necesidad dejar de ser la comunidad de víctimas de la violencia en todas sus variantes.
Betzy Bravo es licenciada en filosofía por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
[1] [En línea:] https://bit.ly/3zaChpd
[2] Ídem.