Los resultados del acoso asesino de Occidente

Marzo, 2022

Dos eventos desataron las labias de “Occidente” en la última semana de febrero de 2022. Primero, el lunes 21, el gobierno ruso reconoció la independencia del Dombás, desplazando inmediatamente efectivos sobre esa región. Segundo, el 24 por la madrugada, el presidente Putin autorizó una operación especial dirigida sobre bases militares de Ucrania, lo que neutralizó en pocas horas a los ejércitos de este país, y advirtió –si bien con otras palabras– que si alguien osaba tocar a Rusia, conocería un conflicto sin parangón en la historia. Los hechos fueron presentados así, aislados, al público. Palabras más, palabras menos, sin escuchar a los rusos, sin considerar qué pasó incluso en la semana previa a esos eventos, los medios informativos de Europa, Estados Unidos, México, etc., los noticieros de los países que el señor Joseph Biden considera “el mundo libre” (o “su mundo libre”), haciendo eco servil a las declaraciones de sus gobernantes (Biden, Macron, Johnson, etc.), condenaron las acciones de Moscú como un abuso de poder, como una invasión.

Quien cree a las verbosidades occidentales sin conocer las circunstancias que llevaron a Rusia a tomar su grave decisión, no puede sino condenar automáticamente la entrada de efectivos rusos a una región que no pertenece a Rusia, así como el ataque, que es desproporcional si se comparan las fuerzas ucranianas con el moderno ejército ruso. Pero, en realidad, los voceros de “Occidente” desechan el análisis del pasado (inmediato, reciente y lejano), se privan de considerar las cosas en su desarrollo y ofrecen al espectador noticias parciales que, en suma, distorsionan la realidad para plantear que la salvación del mundo está en manos del imperialismo de Estados Unidos y su Organización militar del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). ¡Sí, el mismo imperialismo que apenas ayer destruyó a Afganistán, Irak, Libia y Siria, y que mantiene intervenidos (“asesorados”, dicen) a países de Asia, África y América Latina!

En realidad, el pasado inmediato dicta que fue Ucrania quien comenzó las hostilidades. Hasta hace poco se respetaban significativamente los tratados de Minsk (de 2014 y 2015), que bajo el acuerdo común de los gobiernos de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Francia y Alemania, habían establecido el cese al fuego entre el gobierno golpista-nazi ucraniano y los separatistas prorrusos de Donetsk y Lugansk –un fuego que existía desde que, con soporte estadounidense, se derrocó al presidente Viktor Yanukóvich en 2014. Sin embargo, el jueves 17 de febrero de 2022 el gobierno Ucraniano violó abiertamente los protocolos de Minsk: ese día bombardeó sobre el Dombás (véase el artículo de Clara Weiss “Los bombardeos en el Dombás ponen a Europa al borde de la guerra”, del 19 de febrero de 2022 wsws.org). De manera que quedando invalidado el acuerdo bilateral, Rusia estaba en derecho de hacer justicia por su mano el 21 de febrero: decidió defender a los afectados por los proyectiles ucranianos, reconoció su independencia y envió tropas de auxilio a la región en pugna.

La operación especial del 24 de febrero se desprendió inmediatamente de la misma coyuntura. Pero en realidad su precipitación sólo se puede entender como respuesta terminante a la política de incesante acoso militar que Estados Unidos y la OTAN han mantenido sobre la Federación Rusa desde los noventas. Con los años se ha ido cerrando progresivamente un cerco amenazantemente guerrerista: entre 1997 y hoy, la OTAN agregó como destinos de sus armas a Polonia, Rumania, República Checa, Eslovaquia, Lituania, Letonia, Estonia, que están a tiro de bala de las posiciones rusas. Y aunque se ha protestado ante los organismos internacionales, las demandas de Moscú son ignoradas con desprecio. Putin ha solicitado diplomática y repetidamente a la OTAN que se detenga, que deje de militarizar y retire su oferta de membresía a Ucrania. Pero los oídos de Occidente se cierran a esas razones. Así, el culpable del viraje abiertamente militar de Rusia, no es ella, sino Estados Unidos y sus colegas de la OTAN.


Anaximandro Pérez es Maestro en Historia por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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