Coyuntura geopolítica: Biden arremete contra China, ¿y México?

Diciembre 2021

Los días 9 y 10 de diciembre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, encabezó la Cumbre por la Democracia, un evento al que convocó a varios países de la comunidad internacional supuestamente para fortalecer el desarrollo de la democracia en el mundo. No todos los países asistieron, sino únicamente aquellos a los que EE. UU. les extendió una invitación. China, Rusia, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, entre otros, no fueron invitados. El argumento esgrimido fue que estos no eran países democráticos; sin embargo, en el fondo las motivaciones no se relacionan con el sistema político, sino con el hecho de que estos países se han negado a plegarse a los intereses estadounidenses. Tras cuatro años de la administración Trump, Biden busca lavarle la cara a Estados Unidos frente a sus aliados internacionales y reclama para sí el papel de “líder del mundo libre”.

Paralelamente, Biden ha endurecido su presión contra China al boicotear los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarán en Beijing en 2022. El 6 de diciembre Washington declaró que no enviará a su delegación de deportistas supuestamente en protesta por las violaciones a los derechos humanos que el Estado chino ejerce contra la población uigur de la provincia de Xinjiang. Al boicot estadounidense se sumaron Canadá, Reino Unido y Australia, quienes tampoco enviarán delegaciones oficiales a las Olimpiadas. El argumento para el boicot son los derechos humanos; sin embargo, está ampliamente documentado que los derechos humanos solo le importan a Estados Unidos cuando se trata de países que no responden a sus intereses imperialistas.

Otro punto caliente en la relación China-Estados Unidos es la situación de Taiwán. La isla es reivindicada por China como parte de su territorio, mientras el partido gobernante en Taiwán busca formalizar su independencia. Desde que Richard Nixon y Mao Zedong se entrevistaron en Beijing en 1972 y reanudaron las relaciones diplomáticas entre los dos países, Estados Unidos dejó de reconocer a Taiwán y se comprometió a aplicar la política de “una sola China”. La relación entre Beijing y Taiwán ha sido difícil desde 1949, pero la tendencia a resolver pacíficamente las diferencias cambió drásticamente con la llegada de Biden al poder. El presidente estadounidense ha apoyado públicamente a los independentistas de Taiwán y en octubre pasado se confirmó la presencia de militares norteamericanos en suelo taiwanés, lo que obstaculiza los esfuerzos por no detonar un conflicto militar en la región.

Cabe recordar que el pasado septiembre Estados Unidos, Australia y Reino Unido firmaron un tratado de seguridad militar (AUKUS) por medio del cual Australia adquirió submarinos nucleares que podría utilizar en conflictos armados, un pacto evidentemente orientado a presionar militarmente a China. El mismo septiembre, Biden fungió como anfitrión de la primera reunión presencial del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad, mejor conocido como QUAD: los jefes de Estado de Japón, India, Australia y Estados Unidos se reunieron en Washington para reactivar el mecanismo y reafirmar su alianza estratégica.

Además de estas medidas de fuerza, la administración Biden continúa la política de sanciones económicas contra China e insta a las empresas estadounidenses a abandonar el gigante asiático. Todas estas medidas, iniciadas bajo la administración Trump y acentuadas por Biden, han resultado insuficientes para frenar a China: en 2020 fue la única economía del mundo que creció y según lo informó la consultora McKinsey en noviembre, China ya superó a Estados Unidos como país más rico del planeta.

Ante este aumento de presiones diplomáticas, militares y económicas contra China, se hace necesario que los países interesados en preservar la estabilidad internacional se pronuncien contra los excesos que cometen Estados Unidos y sus aliados. Por su parte, México se ha sumado al bando estadounidense y ha llamado a los países de América Latina a aceptar las órdenes norteamericanas en aras de conformar un bloque continental que detenga a China. Este fue el planteamiento que hizo López Obrador ante los países de CELAC en julio, y posteriormente ante Biden y Trudeau en noviembre.

Debido a sus condiciones geográficas y económicas, para México resulta complicado asumir una posición de soberanía total respecto a los designios del imperialismo estadounidense; sin embargo, siempre han existido márgenes de negociación que pueden ser aprovechados para detener la escalada guerrerista de Estados Unidos contra China. Al no hacerlo así y sumarse felizmente a la campaña norteamericana, AMLO contribuye al posible estallido de un conflicto militar y en esa medida pone en riesgo la seguridad de México. Es necesario que el gobierno de México modifique su posición considerando la coyuntura geopolítica global. Por el bien de los mexicanos.


Ehécatl Lázaro es licenciado en Estudios Latinoamericanos por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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