Septiembre 2021
La perspectiva que el presidente quiso imponer a su Tercer Informe, a través de spots y discursos, era de un regocijo exacerbado basado en las ideas de que el pronóstico para el crecimiento de este año es de 6%, de que los llamados fundamentos macroeconómicos (el déficit fiscal, el saldo de la balanza comercial y de la cuenta corriente, la deuda pública, la inflación y el valor de la moneda) se han mantenido estables, de que se mantuvo la paz social y de que no se dejó de lado el proceso de transformación que consiste (sic) en cambiar la política para gobernar para los pobres. Sin embargo, varios de sus dichos o bien son falsos, o se basan en cifras sacadas de contexto o en datos que por sí solos resultan engañosos.
El crecimiento de que se vanagloria el presidente es, creo yo, el ejemplo más claro de lo anterior: si ponemos el nivel de crecimiento económico pronosticado en contexto, podremos ver lo limitado del mismo. Debido a que, por un lado, al final del primer año de gobierno de la “cuarta transformación” el crecimiento económico de 2019 fue de apenas 0.1% y a que, por otro lado, en 2020 decrecimos en 8.5% a causa de la pandemia y su errático manejo, un crecimiento positivo y un tanto significativo es esperable ante la reapertura económica. Es decir, si no perdemos de vista que el crecimiento se mide en relación con el desempeño económico del año anterior, veremos que, si en un año se presentó una actividad económica negativa importante, una vez que las condiciones se hacen menos desfavorables es muy fácil esperar un crecimiento positivo y aparentemente grande, aunque en términos absolutos sea pequeño o aunque ni si quiera represente una recuperación. La realidad de esta situación es que con el crecimiento pronosticado tendremos apenas un nivel de producción similar al de 2017, por lo que estaremos peor que en 2018 y 2019.
En este sentido, la afirmación del presidente de que cumplió con salir pronto de la crisis económica originada por la pandemia porque ya se recuperaron el 80% de los empleos perdidos es engañosa. A pesar de que del total de empleos perdidos se recuperó hasta julio el 76.9%, según cifras del IMSS, los empleos recuperados hasta noviembre del año pasado eran de bajos salarios y casi la mitad eventuales; las cifras correspondientes a los puestos de trabajo recuperados este año son un tanto inexplicables (supuestamente 130.9% de ellos son permanentes) y no han sido comentadas por el IMSS y, además, los empleos que contabiliza el IMSS no incluyen a los trabajadores empleados bajo esquemas como el informal (que se compone de más del 50% de los empleados en nuestro país), los que por naturaleza generalmente ofrecen peores condiciones. Así, si bien hay un encarrilamiento del mercado laboral formal, el mercado laboral es más amplio. Y esta relativa recuperación del mercado laboral se está dando a pesar de que no hubo ningún tipo de intervención estatal seria en esta materia, se está recuperando por la dinámica misma del mercado, pues; más del 90% de las empresas mexicanas no recibieron ninguna clase de apoyo económico para enfrentar la pandemia.
Entonces, el mantenimiento de los fundamentos macroeconómicos en realidad no es muy útil para los mexicanos de a pie e incluso podría debatirse qué tan acertada es como política. Y respecto a su afirmación de que se mantuvo la paz social, basta pensar en las manifestaciones de diferentes grupos: los estudiantes contra el regreso a clases no planeado, las mujeres contra la violencia de género, los que exigen por los desaparecidos, etc.
Otra de las alabanzas del presidente a su gobierno se debe al aumento del salario mínimo en lo que va de su sexenio. Pero volvemos a lo mismo, aunque efectivamente hubo un incremento y aunque, según el Coneval hay una tendencia de recuperación exhibida en los últimos cuatro trimestres, la pobreza laboral, es decir, con un ingreso laboral inferior al valor de la canasta alimentaria, aumentó entre el primer trimestre de 2020 y el segundo de 2021. Es decir, en realidad el porcentaje de personas que trabaja y al que no le alcanza para comprar la canasta básica aumentó.
Consecuencia directa de lo anterior fue que, debido a que en nuestro país la gran mayoría de las personas trabaja y vive de los ingresos de su trabajo, la pobreza en general creció dos puntos porcentuales entre 2018 y 2020, más de 57 millones de mexicanos (44% de la población) están en esta situación y la pobreza extrema a su vez se incrementó en 1.5% en el mismo lapso, lo que equivale a casi 2 millones de mexicanos.
En términos de las carencias sociales que definen la situación de pobreza de los mexicanos, el mayor cambio entre 2018 y 2020 y el que más llama la atención por el énfasis que el presidente hace para decir lo contrario fue el alza de 12 puntos porcentuales en la carencia “por acceso a los servicios de salud”. En su último reporte el Coneval identificó que entre 2018 y 2020 hubo una baja de 38% en la cifra de personas atendidas en estos servicios. Además, los hospitales e institutos que dependen de la Secretaría de Salud reportaron una disminución del 42% en la atención en las zonas rurales. Así, por un lado, el gasto de bolsillo de las familias en salud aumentó en 40% según los cálculos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP). Y por otro, de julio de 2019 a junio de 2020, el IMSS registró un aumento de más de 700% de las quejas por la negativa de acceso a medicamentos; sabemos que existen quejas de esta misma naturaleza reportadas en la CNDH, el Insabi y el ISSSTE. Todo esto sin mencionar el desempeño de México en cifras como defunciones de personas y de personal de la salud por Covid-19.
Respecto a la desigualdad, es bastante sabido que en México la desigualdad ya era extrema antes de la pandemia, pero según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) este problema se agudizó y que se espera que se agrave. Actualmente solo el 1% de las personas más ricas de nuestro país concentra el 10% de los ingresos y el 10% de las personas más ricas el 57%. Concretamente, solo el 9% de los mexicanos encuestados para este estudio afirmó que no sufrió pérdida de ingresos durante la pandemia. Es decir, el 91% sí lo sufrió. La herramienta básica y fundamental del gobierno para disminuir la desigualdad es su política social; el presidente dice que el gasto social de su gobierno es el más alto en la historia del país. Sin embargo, con base en el Coneval, en 2019 los programas y acciones sociales lograron un desempeño promedio de apenas 66%. Y el sociólogo Máximo Jaramillo ha demostrado puntualmente que la idea de la modificación estructural de la política social durante el nuevo sexenio es un mito y que más bien su política repite los errores de los gobiernos anteriores.
Un indicador que sintetiza el desarrollo socioeconómico de un país es el Índice de Desarrollo Humano (IDH), cuyo cálculo se compone de la medición de las tres dimensiones socioeconómicas básicas para de un país (la salud, la educación y los recursos económicos). El economista Rodolfo de la Torre, en su artículo publicado a finales de julio en la revista Nexos, resume el desempeño de los indicadores básicos correspondientes a las dimensiones mencionadas en términos de los años de progreso que hemos perdido en este periodo: en esperanza de vida al nacer 27, en escolaridad esperada 7 y en Ingreso Bruto per cápita 16. La conclusión a que llega el economista mencionado es que la pandemia que ha durado aproximadamente 15 meses puede significar una pérdida promedio de 16 años de progreso.
Resulta innegable, entonces, que ha habido retroceso y que este desempeño tiene su explicación en las políticas de la “cuarta transformación”. Por lo que es innegable igualmente que los retos para el gobierno mexicano siguen siendo los básicos.
Los mexicanos no dejamos de vivir la realidad nada más porque el presidente nos quiera convencer de ello. Datos de “Reforma” acerca de las percepciones de los ciudadanos, muestran que, aunque el presidente llega a su tercer informe con una aprobación aún relativamente alta, su desaprobación que hoy es de 37% se ha más que duplicado desde la primera medición que fue a principios de su gobierno, en marzo de 2019. Ahí está, por ejemplo, la participación de 7% que hubo en la última consulta ciudadana para enjuiciar a los expresidentes. Por otro lado, el 45% de la población considera que ha hecho menos de lo que prometió, sobre todo, cuando uno se fija en los diferentes rubros específicos de su gobierno, principalmente en seguridad y economía. La gente percibe un deterioro muy importante en combate al crimen organizado, en la seguridad, en la economía del país y en su economía familiar. Es decir, cuando se observan los hechos concretos no le va bien al presidente, su buena evaluación se debe más a la manipulación que logra su discurso y, quizá, a la esperanza que aún queda en los mexicanos.
En conclusión, a causa de la cerrazón de la “cuarta transformación” ante los hechos, su momento actual está marcado por los resultados desastrosos. A estas alturas, es de dominio público que, si esto no se resuelve, la situación de los más desfavorecidos, a quienes dice abanderar, solo cambiará para peor. El presidente anunció su informe con un rotundo “estoy satisfecho, me podría ir tranquilo con mi conciencia”, pero yo, aunque coincido plenamente en criticar a los gobiernos previos a este sexenio, considero que la realidad exige que también el presidente de la “cuarta transformación” se dé cuenta que su gobierno ha agravado el neoliberalismo en lugar de acabarlo.
Níobe Enciso es economista por la UNAM e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.