Diciembre 2020
El 1° de diciembre de este año, el presidente hizo un balance de sus dos primeros años de gobierno. La conclusión general de su desempeño fue que en este periodo quedaron sentadas las bases de la transformación de México. Una de estas bases consiste en la preferencia que ahora otorga el gobierno a los más pobres, a las mayorías. Como prueba, el presidente informa sobre los programas sociales que se otorgan de manera directa a la población que se encuentra en la parte más baja de la pirámide social, así como de los recursos liberados por el combate a la corrupción y que se abonaron al financiamiento de estos apoyos. “El 70 por ciento de los hogares de México, recibe, cuando menos, un programa de bienestar o se beneficia de alguna manera del presupuesto nacional”, dijo muy satisfecho.
En México, la principal fuente de ingreso de los hogares es el ingreso por trabajo. La segunda fuente son las transferencias, que pueden ser envíos que los familiares mandan del extranjero, apoyos de gobierno, pensiones, etc. Sin embargo, la dependencia hacia estas últimas es mucho mayor en los hogares con menos recursos. En 2018, los ingresos por trabajo del decil 1 (el 10% de los hogares más pobres) representaban el 29% del total, mientras que el peso de las transferencias era del 47.9%. Esta dependencia hacia las dádivas gubernamentales y las remesas se refuerza en la medida en que los ingresos por trabajo se deterioran.
El aparato productivo del país está tecnológicamente rezagado. Hasta ahora, esta ineficiencia ha sido compensada a costa de los salarios de los trabajadores y sus familias. Es sobre la base de bajísimos salarios que se adquiere la competitividad suficiente para permanecer en el mercado. Por otro lado, han servido de anzuelo para atraer las inversiones extranjeras. A su vez, la contención salarial también se alimenta del exceso de oferta de trabajo. La escasez de empleo aumenta la capacidad de los empleadores para imponer condiciones laborales favorables a ellos. De esta suerte, los pagos al trabajo no hacen más que deteriorarse.
Sin ingresos suficientes para bien alimentarse, vestirse, educarse, curarse, hacerse de una vivienda digna, etc., los trabajadores mexicanos pasan continuamente a engrosar las filas de la pobreza. Estas carencias reales se han convertido en atadura de hierro hacia los programas gubernamentales. Conscientes de ello, los gobiernos neoliberales encontraron en la política social la fórmula inmejorable para congraciarse con los poderosos y hacerse de la gracia de los necesitados. Eludió así el combate decisivo a las causas objetivas de la pobreza, se abstuvo de corregir la distribución inequitativa que hace el mercado, de regularlo y enmendar sus fallas. Al mismo tiempo descubrieron en los programas sociales la campaña electoral más exitosa. La 4T procede esencialmente de la misma manera. Habría que agregar el carácter caritativo que le imprime la mentalidad cristiana del presidente, alimentando con ello la fe ciega en su palabra y la gratitud hacia su persona.
El presidente afirma que su estrategia de apoyos sociales ha fortalecido el ingreso de las mayorías. Esta aseveración es falsa: el ingreso laboral del 44.5% de la población es insuficiente para adquirir la canasta alimentaria (Coneval, 2020). Los programas de transferencias monetarias, ahora sin corrupción ni intermediarios, vuelven a hacer patente su fracaso. Si la población se sujeta cada vez más a estos apoyos es porque no puede hacerse de lo indispensable con su trabajo. Esta situación de vulnerabilidad sistemática fue la que alimentó el rechazo a los gobiernos del PRI y el PAN. AMLO prometió atender esta demanda, dijo que tenía la solución definitiva y que lo lograría en poco tiempo. Nada ha cambiado en el terreno de los hechos. Dos años han pasado y la añorada transformación no ha hecho más que sentar las bases morales. Sobre estos cimientos, los cambios prometidos están condenados a no materializarse.
Tania Rojas es economista por El Colegio de México e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.