Septiembre 2020
En su obra autobiográfica El mundo de ayer. Memorias de un europeo (1934-1942), el vienés Stefan Zweig expuso con amargura cómo, en medio de la destrucción dejada por la Primera Guerra Mundial, se hizo implacable el ascenso del nazismo en Alemania. El silencio y la inacción de las potencias triunfantes de 1918 (Inglaterra y Francia), la desesperanza de los derrotados, así como la colaboración de las clases altas germanas y sus fuerzas armadas, dejaron el poder absoluto a un agitador de cantinas poco instruido, Adolf Hitler. Pero el encumbramiento del partido Nazi no fue un proceso de política de gabinete. Entre sus primeras apariciones en público en 1918 y su llegada al poder, los fieles del nazismo fomentaron el infundio para atacar a sus enemigos. La mentira se divulgaba ampliamente a través de una prensa fiel; después esa mentira se tomaba por argumento suficiente para perseguir y nulificar políticamente cualquier intento contra el nacionalismo fascista ascendente. Si no se lograba lo anterior, los nazis, dotados de un armamento extrañamente nuevo en un tiempo de constante bancarrota como lo fue el de entreguerras, procedían a suprimir físicamente al enemigo. Una vez en el poder, la mentira y virulencia hitlerianas se oficializaron.
Una de las técnicas más empleadas por el nazismo fue estigmatizar al enemigo como judío o comunista. No importaba si el sujeto era judío o no, comunista o no, bastaba adjetivarlo así para perseguirlo y exterminarlo. El enemigo aislado, pues nadie seguía a quien llevaba el estigma, tenía entre sus opciones huir, someterse o perecer linchado a manos de paramilitares nazis. Zweig, quien era judío y antimilitarista, sufrió ese tipo de persecución. Su obra fue prohibida y los libros de su autoría sufrieron el fuego junto a los de otros escritores pacifistas, comunistas, judíos, etc., en las famosas piras públicas de Goebbels (1933). Austria fue anexada a Alemania en 1938; así, Stefan Zweig tuvo que exiliarse y se suicidó en Brasil el 22 de febrero de 1942, en la incertidumbre de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial.
Lo antedicho viene a cuento en México porque hoy la desesperanza, la desigualdad, la pobreza y la corrupción que fomentaron los gobiernos pasados abrieron las puertas al absurdo institucionalizado: la autodenominada Cuarta Transformación. El gobierno absoluto de Morena, la dictadura de los caprichos del titular del Ejecutivo, se impone hoy sobre el país con la colaboración fiel de los otros poderes, especialmente gracias al servilismo de la bancada morenista del legislativo. No se pone algún alto a las mentiras lanzadas sistemáticamente en las conferencias matutinas, o a través de la prensa, para embellecer un México que está en quiebra; ni se hace nada para frenar nuestra triple crisis: la económica (el PIB caerá, según Banxico, entre -8.3 y -12.8; el INEGI dijo que 12.5 millones de personas perdieron su empleo, ¡sólo en abril!), la del crimen organizado (con 35,588 homicidios, y un promedio diario de 97.5 asesinatos, 2019 ha sido destacado como el año más violento de nuestra historia) y la del covid-19 (ya rebasamos el escenario catastrófico de 60 mil muertes que supuestamente evitaría la gestión de López Gatell).
En el centro de esa catástrofe nacional, los dictadores se resisten a solucionar los tres problemas verdaderamente apremiantes de nuestro país, y prefieren preparar su enraizamiento en las próximas elecciones de 2021. La administración de Morena ha sido pésima y, como es natural, la gente que lo sufre diariamente en la bancarrota, en su pobreza rampante, en las crecientes pérdidas por coronavirus o por homicidio, esa gente no volvería a votar por el caos absoluto de hoy. Así, aunque no estamos en la Alemania del siglo XX, la dictadura mexicana se nazifica: Morena quiere eliminar a sus adversarios políticos diseñándolos a su gusto frente a la opinión pública. Por eso los acusa, muchas veces sin pruebas, como en el caso de Antorcha Campesina, de corruptos; acusación que hoy cumple la misma función que antes cumplió señalar a alguien de judío o comunista. En este imperio de la mentira oficial, ¿cree usted remota la posibilidad de que Morena eche mano de la fuerza pública o del ejército para eliminar a sus contrincantes?
Anaximandro Pérez es Maestro en Historia por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.