Abandonando al marxismo: Dussel sobre el Estado

| Por Diego Martínez

Vivimos tiempos interesantes. La aparición del Covid-19 le vino como catalizador a la ya acentuada crisis del sistema económico-político neoliberal. En situaciones como esta, las consecuencias no se manifiestan de manera homogénea, son los sectores más vulnerables los que sufren más. Los trabajadores que no tienen el dinero suficiente para aguantar el confinamiento de manera digna son los que, una vez pasada la cuarentena, regresarán a las fábricas y demás centros de trabajo para “reactivar” la economía.

Desde diversos sectores se han escuchado opiniones sobre lo que viene después del problema sanitario, se ha planteado la necesidad de nuevas relaciones comunitarias, el fin del sistema capitalista, entre otras. Llama la atención lo dicho por el filosofo “marxista” y de “izquierda” Enrique Dussel, sobre la necesidad de una nueva redefinición del Estado.

El planteamiento es que el libre mercado ha demostrado ser incapaz de asegurar la equitativa distribución de la riqueza, y que, en tiempos de crisis (como la que vivimos), éste es incapaz de asegurar el bienestar de la población. Por tanto, es necesario que sea el Estado el que tome las decisiones para regular las desigualdades, así como para asegurar que la población pueda vivir durante estos tiempos críticos, es decir, redefinir el papel y el significado del Estado.

A primera vista, el planteamiento parece correcto y necesario, pero su generalidad no permite ver cuestiones importantes al momento de hablar sobre el Estado. Dussel presenta a éste como una entidad colocada por encima de la sociedad que puede salvarlos a todos. En este sentido, Dussel considera necesario un regreso a las características esenciales del Estado y valora lo que significa un regreso al Estado en las condiciones actuales de México.

A partir de lo dicho por Lenin en El Estado y la Revolución (La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución), podemos mencionar una serie de aspectos mínimos de lo que constituye el Estado.

En primer lugar, el Estado es “producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase”[1]. Este antagonismo irreconciliable puede terminar devorando a la sociedad misma. Para evitar ese choque, se hace necesaria la existencia de un poder que se aparezca por encima de la sociedad y la mantenga dentro de los “límites del orden” (Engels). Sin embargo, aquí es importante no perder de vista que el antagonismo al que se enfrenta el Estado es irreconciliable en tanto existan las clases sociales, de lo contrario parecería que éste fuera un mediador de los intereses y llegara a una conciliación de los mismos. El orden al que Engels se refiere no es producto del consenso, sino del sometimiento, se amortigua el choque entre clases, no la armonía entre las mismas; una clase se impone sobre otra. De ahí que el Estado sea “un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del ‘orden’ que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases” (Lenin. p. 27).

En segundo lugar, el Estado forma una estructura compleja mediante la cual mantiene el control de la sociedad y las relaciones de explotación[2], pues “lo mismo que para el burgués, la desaparición de la propiedad privada equivale a la desaparición de toda producción, la desaparición de la cultura de clase significa para él la desaparición de toda la cultura” (p. 56); así, si no se mantienen esas relaciones de dominación, para ellos desaparece toda sociedad y, como plantea Balibar retomando a Marx y Lenin, “no hay Estado sin aparato de Estado”.

La fuerza pública y la burocracia forman los elementos más evidentes, no los únicos, para la dominación del Estado. “La fuerza pública” diferente a la organización armada de la población, son “destacamentos especiales de hombres armados” como el ejército, policía, cárceles y sistemas judiciales modernos en su conjunto, que forman las palancas de control sin las cuales la burguesía no puede mantenerse como clase dominante.

La burocracia (en sentido amplio), como forma de gobierno, complementa a la fuerza pública. Los integrantes de esta burocracia se colocan por encima de la sociedad misma, dictan leyes que distinguen lo legal de lo ilegal, y organizan la vida de la población de tal manera que ésta no pueda dirigirse a sí misma sin trasgredir las leyes. La fuerza pública y la burocracia aumentan su capacidad de control en la medida en que los antagonismos de clase se recrudecen.

Desde la perspectiva de Álvaro García Linera, podemos entender al Estado como “correlación política de fuerzas sociales”, como “materialidad institucional” y como “idea o creencia colectiva generalizada”[3]. Las dos primeras ideas las planteamos ya; la tercera (Estado como creencia colectiva) complementa el planteamiento inicial, el del Estado como instrumento de opresión de la clase dominante. La creencia colectiva permite ejercer un dominio aceptado por la sociedad, se presenta como “consentimiento moral entre gobernantes y gobernados”. En este sentido, el Estado ejerce un “monopolio del poder simbólico” […], se trata de legitimaciones de imposiciones, de dominaciones y luchas por la imposición cuya violencia ha sido olvidada y reconocida como “normal” y practicada como parte del mundo dado de las cosas de una sociedad”[4]. Estas ideas son producto de acontecimientos históricos determinados, que se impusieron por la fuerza, pero que con el paso del tiempo aparecen naturalizados a las generaciones siguientes, aparentando que las relaciones engendradas por el Estado son eternas y, por tanto, únicas. De ahí que sea dentro del Estado donde se encuentra lo “legítimo”.

En resumen, el Estado es un instrumento de dominación surgido del antagonismo irreconciliable entre las clases sociales. Cuenta con estructuras de coerción física, con una estructura burocrática y con formas de legitimación ideológica; todo esto para organizarse como clase dominante e imponer las formas en que los dominados deben realizar sus formas de organización social.

Al revisar las propuestas sobre un regreso al Estado sin cuestionar sus fundamentos, no se puede sino dudar de los propósitos de quienes lo anuncian. Enrique Dussel, durante una conferencia, planteó una redefinición del Estado, ignorando prácticamente todos los desarrollos de la teoría marxista sobre el tema[5]. El filósofo, quien es parte de la Cuarta Transformación, parece más bien buscar una justificación de lo que el actual gobierno está realizando. Las propuestas las hace el filósofo durante un dialogo realizado con Álvaro García Linera sobre la pandemia y el futuro del Estado. Transcribimos lo fundamental de su propuesta:

“Nosotros como latinoamericanos, [tenemos que] concebir teóricamente de otra manera al Estado. Muchas veces se dice que el Estado tiene el monopolio del ejercicio de la violencia. Esto es la posición de un Max Weber. Teóricamente, violencia es el uso de la fuerza contra el derecho del otro, violencia es violar, hacer un cierto mal al otro. Habría que, teóricamente, discernir la diferencia entre violencia y un uso legítimo de la fuerza, de la coacción. El uso legítimo de la coacción no es lo mismo que violencia. Entonces, el nuevo Estado no es que tenga el monopolio de la violencia, tiene el monopolio del uso de una cierta coacción, pero legítima y apoyada en las necesidades del pueblo. Lo mismo la definición misma de poder que ejerce el Estado, el Estado no sería como dice Weber la comisión legitima ante obedientes, el estado es dominador. Esa fórmula de alguna manera es inaceptable éticamente, e inaceptable para alguien que quiera honestamente jugar una función política. Tenemos que cambiar la definición, no va a ser una dominación legítima ante obedientes sino justo lo contrario, el estado va a ser la institución que permita el ejercicio de un poder del representante elegido legítimamente por el pueblo, pero como poder obediencial al pueblo”[6]

Es claro el abandono del marxismo por parte del filósofo, aunque para simularlo dirija sus críticas hacia Weber. No se puede dejar de ser marxista en unos aspectos y serlo en otros, cuando así parezca conveniente. Cambiar el nombre de las cosas no hace que las cosas cambien; la realidad mexicana está muy lejos de lo que Dussel plantea. Primero, lo expuesto por Marx, Engels y Lenin, como este último lo menciona, no fue producto de elucubraciones teóricas, sino del análisis del desarrollo histórico; una “redefinición” solo puede venir con un cambio material en las relaciones sociales. Segundo, la realidad a la que Dussel se refiere se contradice con su propuesta: la propuesta de él parte de la propuesta del proyecto político al que pertenece, en el que no se ejerce la violencia, sino que se mira por el bien común. Ahora no hay “monopolio de la violencia, sino el monopolio de la coacción, legítima y apoyada en la necesidad del pueblo”.

Lo que vemos en la forma del Estado mexicano, antes y durante la crisis sanitaria, es la reaparición del Estado autoritario. Las políticas implementadas están encaminadas no a representar el interés general, sino el interés particular, el del partido y la clase política en el poder. Los programas sociales han sido instrumentados como estrategia electoral, de desmantelamiento de la organización popular y defensa de los dueños del capital afines a sus proyectos. Evitamos caer en críticas de “izquierda radical” que pide que sea abolida la propiedad privada y el Estado en este momento, solo nos remitimos a las promesas hechas en campaña. Por ejemplo, el hecho de sacar a los militares a las calles. Las fuerzas armadas forman parte del núcleo de dominación del Estado, no solo el Presidente incumple lo prometido en campaña, sino que actúa en sentido regresivo; desmantela la libre organización popular y refuerza el aparato represivo. Al parecer, esta realidad escapa de las ideas de Dussel al querer redefinir el “nuevo Estado”, como cuando Tocqueville justificaba la existencia de la democracia en los Estados Unidos a pesar de la existencia de la esclavitud y el exterminio de los indios: “Estos argumentos que afectan a mi exposición no son una parte integral de él. Se refieren a Estados Unidos, no a la democracia, y por encima de todo quería hacer un retrato de la democracia”[7], así para Dussel, las fuerzas armadas se refieren a otra cosa, pero no al Estado.

Está claro que un poder obediencial está completamente fuera de lo que pasa en nuestra realidad. Mediante la utilización a modo de las “consultas ciudadanas”, se ponen en marcha proyectos decididos con anterioridad, sin respetar la voluntad de la ciudadanía. Claro ejemplo es la imposición del Tren Maya y el conflicto con los grupos sociales que se ven vulnerados por el proyecto. Un poder que “obedece al pueblo” no existe cuando se les pide a las personas que, para recibir apoyos, deben abandonar su libertad de organización. Los ejemplos de fortalecimiento del poder Estatal y debilitamiento de la sociedad civil son numerosos, los omitiremos por falta de espacio.

Dussel dice: “Necesitamos en América Latina una definición nueva del Estado, que no sea anarquista y diga que hay que disolver el Estado, ni tampoco autoritario que le dé todo el poder al Estado, sino un nuevo tipo”, pero, con el gobierno al que defiende, el neoliberalismo sigue avanzado y afianzándose en México. El abandono del marxismo por parte del filósofo se da cuando deja de partir del movimiento de la realidad y adopta el método del presidente mismo, que por decreto abolió el neoliberalismo, y así, por decreto Dussel redefine el Estado. De esta manera se oculta el carácter de clase del Estado mexicano, donde el filósofo mira un nuevo Estado, las clases populares sienten en carne propia el regreso del autoritarismo, del poder absoluto del presidente que puede utilizar las fuerzas armadas para callar a los descontentos.

Aunque aquí solo retomamos, a manera de ejemplo, al filósofo Dussel, existe una plétora de llamados marxista que han tergiversado los planteamientos del marxismo y adoptado las mentiras del Estado. Sin embargo, a contracorriente de sus planteamientos, en la sociedad se gesta una reorganización de las fuerzas populares, descontentas y conscientes de que solo fortalecidos pueden lograr una redefinición del Estado, que no germine de cuestiones teóricas, sino de las diferentes formas de relación social, de la práctica social.


Diego Martínez es especialista en Sociología por la UNAM.

Referencias

[1] El Estado y la Revolución, p. 27. El estado surge como resultado de la disolución de la organización gentilicia de la sociedad, como resultado del desarrollo de las fuerzas productivas al permitir un mayor excedente económico y de la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Para mayor información ver, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, de Federico Engels.  

[2] “la burguesía como clase no tiene más que un solo interés fundamental en común. Fuera de este interés todo la divide. Este interés fundamental es el mantenimiento y extensión de la explotación del trabajo asalariado” E. Balibar, Sobre la dictadura del proletariado; p. 57.

[3] García Linera, Álvaro, Democracia, Estado, Nación. P. 82

[4] García Linera, Álvaro, Democracia, Estado, Nación. p.84.

[5] El filósofo plantea que la disolución del Estado es un planteamiento anarquista, que es imposible. Evidentemente, aquí, ha caído en la tergiversación del marxismo que llevó a cabo la II internacional, que Lenin tuvo bien a refutar a lo largo de su obra. La destrucción del Estado es parte fundamental del marxismo.

[6]El propio Dussel afirma que este planteamiento lo hizo en algún momento AMLO Transcrito de: Enrique Dussel y García Linera dialogan sobre la pandemia y el futuro del Estado <https://www.youtube.com/watch?v=noJVfDwGaYI&t=6s&gt;

[7] En Domenico Losurdo, Lenin y la Herrenvolk democracia, P. 230.

Bibliografía

Balibar, Étenne (1977), Sobre la dictadura del proletariado, Siglo XXI editores, España.

Losurdo Domenico, Lenin y la Herrenvolk democracia, en Lenin reactivado, Sebastian Budg, Stathis Kouvelakis y Slavoj Zizek  (eds.), 2007.

García Linera Álvaro (2014), Democracia Estado Nación, Vicepresidencia del Estado plurinacional, Bolivia.

V. I. Lenin (2017), El Estado y la Revolución, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Venezuela.

Descubre más desde CEMEES

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

Scroll al inicio