Crecimiento económico y exportaciones

| Por Arnulfo Alberto

México se situó en 2019 como el principal socio comercial de Estados Unidos. El intercambio comercial alcanzó los 614, 500 millones de dólares, superando a Canadá y China, que se ubican en el segundo y tercer lugar, respectivamente. Algunas de los factores que se citan frecuentemente para explicar este reacomodo es la guerra comercial desatada por Donald Trump contra los productos de procedencia china. Ciertamente, este es un elemento coyuntural de enorme relevancia, pero fundamentalmente estamos ante un hecho incontestable: la consolidación de una estrategia económica que se instrumentó con el objeto de profundizar la integración de la economía nacional a las necesidades de la que sigue siendo hoy en día la mayor economía del planeta. Esto es, subordinar los destinos económicos de México a los intereses del capitalismo norteamericano.

Esta estrategia ha tenido dos resultados. Para la élite empresarial mexicana, especialmente la exportadora, ha sido un completo éxito. Ellos han recogido los abundantes frutos del crecimiento de las exportaciones junto a la elite estadounidense. En efecto, cada año las fortunas más acaudaladas crecen de manera desorbitante, ampliando el abismo entre los megarricos y los pobres extremos. En términos macroeconómicos, la inflación se ha mantenido a tope, la austeridad fiscal es digna de emularse por los gobiernos más conservadores en otros países, las reservas internacionales tienen una tendencia creciente.

Para los trabajadores, sin embargo, la apertura comercial y la integración con Norteamérica no representa un éxito, sino un fracaso absoluto. En efecto, los costos de esta estrategia van desde unos niveles salariales que no cubren los satisfactores más básico para millones de familias en aras de mantener la competitividad a nivel internacional. El crecimiento desbordado de la economía informal, donde buscan refugio millones de trabajadores que no encuentran un empleo formal, el abandono total de una parte del sector agrícola en el sur del país. La falta de una política educativa y de desarrollo e innovación tecnológicos sigue condenando al país a una peligrosa y perjudicial dependencia tecnológica con los países más avanzados. Ciertamente, nuestro país ha sido utilizado como trampolín por las grandes empresas transnacionales, principalmente para el ensamblaje de electrónicos y autos para cubrir la demanda del mercado estadounidense.

“El crecimiento en las exportaciones no ha tenido un efecto arrastre que contribuya al crecimiento del resto de los sectores de la economía”

Paradójicamente, a pesar de la magnitud del superávit comercial con EE. UU., alcanzando los 101.751,9 millones de dólares el año pasado, el crecimiento del país fue negativo, lo que confirma una tendencia de varias décadas: el crecimiento en las exportaciones no ha tenido un efecto arrastre que contribuya al crecimiento del resto de los sectores de la economía. ¿A qué se debe este pobre desempeño de la economía? Aunque los niveles de inversión extranjera se han sostenido en un nivel aceptable, la reducción de la inversión pública estaría explicando la falta de dinamismo económico.

Lo más grave es que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha optado por profundizar esta estrategia fallida al firmar el nuevo tratado de libre comercio T-MEC y lo que es más preocupante, sin poseer una estrategia seria y creíble para cambiar estructuralmente la política económica con miras a elevar la calidad de vida de los trabajadores y sus familias mediante una industrialización más homogénea y sostenible del país, el desarrollo tecnológico, la creación de empleos remunerados y el potenciamiento del mercado interno.


Arnulfo Alberto es maestro en Economía por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
arnulfo.alberto@gmail.com

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