La 4T: lo real y lo racional

Octubre 2019

Cierta teoría del conocimiento postula que “la cuestión de saber si corresponde al pensamiento humano una verdad objetiva, no es una cuestión teórica, sino práctica”. Sólo así se entiende que la misma teoría epistemológica arguya la necesidad inevitable de que el hombre demuestre “en la práctica la verdad, esto es, la objetividad de su pensamiento”. Ambos principios plantean la idea nodal de que “la discusión sobre la realidad o la irrealidad de un pensamiento que se aísla de la praxis es una cuestión puramente escolástica”. En otras palabras: establecen que la praxis (es decir la actividad práctica social de los individuos concretos e históricamente dados) representa la categoría fundamental de la teoría del conocimiento.

No obstante algunas perspectivas superficiales reducen y tergiversan el sentido filosófico de los principios anteriores. Al respecto resulta útil recordar una fábula muy popular que ilustra la estrechez de los enfoques que distorsionan el verdadero papel de la práctica como criterio definitivo de verdad. Tomas de Iriarte, el autor, cuenta la simpática historia de un burro que encuentra una flauta olvidada. El animal protagonista no abriga más que el sencillo y comprensible deseo de oler el objeto; sin embargo, al acercarse a él, deja escapar un resoplido…“por casualidad”—advierte Iriarte—; el aire, expectorado casualmente, se cuela a través de los orificios de la flauta y el instrumento emite una nota musical… también “por casualidad” —insiste el narrador—. ¿Qué concluye el borrico después de semejante portento? Sin mayor análisis exclama con jactancia: “¡Oh!, qué bien sé tocar”, e incluso agrega con un orgullo digno de envidia: “¡y dirán que es mala la música asnal!”

De la misma manera que el burro flautista proceden los intérpretes superficiales de la doctrina epistemológica que adopta la praxis como categoría fundamental del conocimiento. El incrédulo que desconfíe de la sabiduría musical del asno no tiene más que considerar y aceptar la validez inobjetable de la más definitiva de todas las pruebas posibles: la práctica musical del cuadrúpedo. ¿Qué otra cosa demuestra la nota sonora que produjo sino la “objetividad” de su pensamiento?

Sin embargo, y a despecho de los partidarios de la “música asnal”, el procedimiento anterior constituye un modo muy simple de considerar y de resolver el problema de la relación entre lo real y lo racional. La pregunta no es nueva pero hoy reporta un interés particular: ¿”todo lo real es racional, y todo lo racional es real”? Hace poco más de doscientos años Hegel identificó los puntos más relevantes de la discusión. En términos generales el “titán del idealismo alemán del siglo XIX” demostró que “no todo lo que existe, ni mucho menos, es real por el sólo hecho de existir”. En la doctrina hegeliana —explica Friedrich Engels— “el atributo de la realidad sólo corresponde a lo que, además de existir, es necesario”. “La realidad —afirma el propio Hegel—, al desplegarse, se revela como necesidad (…) Pero todo lo necesario se acredita también, en última instancia, como racional”.

La filosofía hegeliana de lo real establece que, dentro de los dominios de la historia humana, la realidad no es un “atributo inherente a una situación social y política dada”. Hegel indica que “todo lo que un día fue real se torna irreal” cuando “pierde su necesidad, su razón de ser, su carácter racional”. Entonces —concluye— “el puesto de lo real que agoniza es ocupado por una realidad nueva y vital”.

Algunos de los más acérrimos defensores del régimen actual ignoran u olvidan los planteamientos de la dialéctica hegeliana. Los mismos personajes afirman que los resultados de las pasadas elecciones demuestran la “objetividad” del programa político de los triunfadores: la praxis prueba mejor que nada el carácter real y racional de la 4T. Sin embargo aceptar que la nueva situación política es “real por el simple hecho de existir” equivale a admitir sin cortapisas el talento musical del burro flautista. Las reglas del método discursivo hegeliano exigen algo más: que el régimen actual pruebe, en la práctica, que resulta necesario.

Aquí sólo cabe apuntar que los hechos recientes han venido demostrando dos cosas: 1) que el gobierno en turno carece de toda razón de ser, de toda necesidad, y 2) que presenta un carácter irracional (irracional en tanto que, según Hegel, “la necesidad se acredita, en última instancia, como racional”); en una palabra: que la 4T representa un fenómeno “irreal”. Así las cosas, ¿cuál es la perspectiva que aparece en el horizonte? Tal vez las palabras del mismo Engels ofrezcan una pista al respecto: “la tesis de que todo lo real es racional se resuelve (…) en esta otra: todo lo que existe merece perecer”.


Miguel Alejandro Pérez es historiador por la UNAM e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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