La cultura y las instituciones públicas

Julio 2019

Uno de los puntos más importantes, aunque también muy relegado, para medir el bienestar y desarrollo de una sociedad es el grado de cultura que tienen sus habitantes. Por grado de cultura no sólo se entiende qué tantos conocimientos tienen los ciudadanos sobre pintores, escultores, compositores, y demás clases de artistas, también se hace referencia al desarrollo de su capacidad artística: qué tan familiarizados están con la práctica de algún arte, con qué frecuencia acuden a eventos culturales, la oferta de servicios de esta naturaleza que tienen cerca, por mencionar algunos puntos.

Una de las formas más aceptadas para aumentar el grado de cultura de una sociedad es mediante la implementación de políticas públicas encaminadas en este sentido. En esta forma de concebir el problema, el grado de cultura de una nación no es sólo problema de los individuos sino una cuestión social y, por tanto, debe ser tratada con recursos del estado. Otra forma posible de ver el problema diría que la cultura es responsabilidad de cada individuo, que cada quien conoce hasta donde quiere conocer, y que si no se sabe o disfruta más de expresiones artísticas y culturas es porque no se quiere. En esta última forma de concebir la cuestión, el problema es individual y debe ser, por tanto, solucionado en concordancia con los recursos individuales.

Debemos aceptar que el grado de conocimiento adquirido sobre cualquier tema tiene un grado importante de interés personal; sólo si te interesa lo que estás aprendiendo estarás dispuesto a dedicarle más tiempo y, con esto, aumentar tu conocimiento sobre el tema. Sin embargo, no todo el problema ni toda la solución se pueden reducir a estos términos y menos aún cuando se trata de algo, como la cultura, que tiene su origen en el conjunto social y que sólo puede seguirse nutriendo a través de éste.

La cultura de una sociedad en particular, y de la humanidad en general, es un producto surgido de una labor temporal y social, se construye gracias a los esfuerzos de muchos individuos a lo largo de distintos periodos de tiempo. Además, al hablar de un producto tan extenso y que todo el tiempo está en constante transformación, es poco probable que un individuo promedio, únicamente con sus medios personales, pueda agotar lo mínimo para decir que se tiene un nivel cultural suficiente.

Aquí es donde se esperaría que entraran las instituciones públicas con una agenda bien estructurada que ayudara a que los medios personales se ampliaran con su ayuda. Su labor no se limitaría únicamente a esto, también podría servir como medio para despertar la curiosidad de las personas por conocer sus raíces culturales, su contexto artístico o los logros que la humanidad ha tenido en este terreno. Así, se podría establecer una relación orgánica entre instituciones e individuos para elevar el nivel cultural de una sociedad al tiempo que se dan frutos en este terreno. Pero para que las instituciones públicas puedan alcanzar este grado de desarrollo, se necesitan recursos económicos. Estos recursos tendrían que destinarse a la difusión, divulgación, conservación y creación de la cultura en el país en cuestión.

Teniendo todo lo anterior como base y aplicándolo al contexto actual mexicano, concluimos en que los esfuerzos que se están haciendo para elevar la educación artística y cultural de los mexicanos son insuficientes, por mucho que en el discurso presidencial este sector del desarrollo se presuma como prioritario.

Los recortes a los programas de cultura, que han conducido a cierre de museos, a museos sin visitas, y a condiciones deplorables de los mismos, entre otras cosas, sostienen esta conclusión.


Alan Luna es investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
alunamojica@gmail.com

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