| Por Jesús Lara
¿Es el capitalismo el estado natural y permanente de la sociedad? La crisis global que estalló hace 10 años en Estados Unidos nos recordó que no es así. A raíz de este suceso, mucha gente cobró conciencia de que así como el sistema es capaz de producir ingentes cantidades de riqueza, también puede (y de hecho, lo hace) generar un enorme sufrimiento humano incluso en los países más ricos.
Así, para muchos partidarios del libre mercado surgió la pregunta: ¿es posible un capitalismo sin crisis? Carlos Marx responde negativamente a esta pregunta. Para él, las crisis del capitalismo son al mismo tiempo inevitables y necesarias.
Son inevitables porque la libre competencia, al incentivar un cambio técnico que sustituye trabajo vivo por medios de producción, genera una tendencia a la baja en la tasa de ganancia, lo que provoca una disminución en la inversión y, llegado cierto punto, el estallido la crisis, cuando los bancos o empresas menos eficientes o que tomaron los mayores riesgo no pueden soportar más la presión competitiva de sus rivales. La interdependencia empresarial genera una reacción en cadena que rápidamente se extiende a través de los vínculos mercantiles a todo el mundo. Los inventarios crecen, las fábricas operan a media capacidad y la gente padece del hambre y el paro.
Es en este contexto en el que se hace evidente el carácter necesario de las crisis. La caída en los salarios, la liquidación de activos y la baja en las tasas de interés que acompañan a toda crisis crean, tras un periodo de sufrimiento y desesperación total, condiciones propicias para hacer negocios de nuevo, y el ciclo ascendente se pone en marcha.
Pero esta dinámica tiene un límite, y Marx lo tenía claro desde 1848, cuando redactó, junto con Engels, el Manifiesto Comunista: “¿cómo supera las crisis la burguesía? Por un lado, mediante la forzada destrucción de una masa de fuerzas productivas; por otro, conquistando nuevos mercados y explotando más a fondo los viejos. ¿De qué manera entonces? Preparando crisis más universales y violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas”
Esta breve cita contiene una enseñanza fundamental: para vislumbrar las características de la crisis por venir, es necesario entender cómo se salió de la anterior. La recesión de los años 70 del siglo pasado fue una manifestación de que el modelo keynesiano de posguerra estaba agotado. Para salir de ella, la burguesía mundial comenzó a implantar el modelo neoliberal: trasladó sus empresas a países subdesarrollados y atacó frontalmente las prestaciones, salarios y servicios públicos que les habían otorgado a los trabajadores.
Pero no sólo eso. Necesitada de espacios de valorización para su capital, la burguesía pujó por la liberalización del sistema financiero. Y lo consiguió. La subsiguiente creación anárquica de productos financieros con origen en la deuda generó las contradicciones que desencadenaron la crisis de 2008.
Y bien, ¿cómo se salió de esta última crisis? Profundizando la ofensiva neoliberal contra los trabajadores, aumentando la acumulación por desposesión y soltándole más la rienda al sistema financiero. En ese contexto, son cada vez más voces las que advierten la inminencia de una nueva catástrofe económica mundial.
Tan sólo en Estados Unidos, la deuda por colegiatura universitaria se ha duplicado desde la última crisis, alcanzando la espeluznante cifra de 1.5 trillones de dólares. Así mismo, la deuda de las compañías norteamericanas representa ya el 45% del PIB. Esto manifiesta que la rentabilidad de la economía norteamericana se encuentra sumamente lastimada y debe recurrir al capital ficticio para prolongar artificialmente su ciclo ascendente.
Por lo tanto, tenemos elementos históricos, teóricos y actuales para afirmar que una nueva crisis global se avecina. Las fuerzas más reaccionaras de la sociedad tratarán de aprovecharla para alcanzar sus fines perversos. Los trabajadores no se deben quedar atrás, pues a 200 años del nacimiento de El Prometeo de Tréveris, el cumplimiento de su exhortación a la unidad proletaria internacional para la lucha por una sociedad más humana y racional es la única alternativa posible a la barbarie.
Jesús Lara es economista por El Colegio de México e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.
larajauregui1917@gmail.com